Clavo de Dios

Señor, hazme un clavo en la pared,
firmemente fijado en su lugar.
Entonces, de esta cosa tan común y tan pequeña,
cuelga una imagen brillante de tu rostro;
para que los viajeros se detengan a contemplar
la belleza allí representada,
y al continuar sus cansados ​​caminos,
cada rostro radiante lleve,

estampada de tal manera que nada pueda borrar,
la imagen de tu gloria y tu gracia.

Señor, que nadie piense en mí.
Solo déjame ser un clavo en la pared,
sosteniendo tu imagen en su lugar.

—Mildred Hill