Hablar de Jesús a partir del texto de los evangelios es siempre un desafío y un riesgo. ¿Qué decir de Jesús que no se haya dicho ya? ¿Que aportar a un archivo constantemente abierto desde hace casi dos mil años? ¿No resulta pretencioso escribir un libro más sobre Jesús, siendo que ya se ha escrito tanto?
Aunque sólo se trate de un texto de iniciación al estudio de los evangelios, destinado al curso “Vida y Enseñanzas de Jesús” no es fácil trazar un esquema sintetizador de la compleja personalidad de Jesús a partir de esos breves relatos. Por ser una figura fuera de serie no nos sirven los encasillados que utilizamos en el estudio de las grandes figuras de la humanidad, aun de los genios religiosos que han dejado una profunda huella en la historia de las religiones, como los mayores profetas o los supremos colosos del espíritu. Porque Jesús es el gran enigma de la historia en su persona. Y su mensaje, recogido en esos cuatro textos llamados “evangelios” desborda los confines de cualquier doctrina religiosa.
La originalidad de la personalidad del Nazareno y de sus enseñanzas ya no escapaba a la percepción de sus propios contemporáneos, que veían en él un modo de obrar y enseñar que se parecía muy poco al de los rabinos de su tiempo: «Jamás hombre alguno habló como éste» (Juan 7:46). Todo en Jesús de Nazaret es una paradoja: su nacimiento en un pesebre, su aprendizaje en un taller de carpintería, su vida errante de maestro rodeado de gentes sencillas, su muerte en la cruz y su mensaje, que proclama la salvación y la felicidad tras la renuncia al yo y propone como ideal el amor sin medida.
Si Jesús nos volviese a preguntar hoy, como lo hizo en su tiempo: «¿Quién dicen hoy las gentes que soy?» (Mateo 16:13). Nuestra respuesta tendría que ser: Dicen de todo y para todos los gustos.
Lo más sorprendente es que la figura de Jesús de Nazaret sigue interesando, intrigando e interpelando al mundo, incluso en nuestra cultura post-cristiana. Una mera recensión de las publicaciones más recientes y de mayor difusión sobre el protagonista de los evangelios nos permitiría agruparlas en cuatro grandes grupos:
En el mayor estarían las obras producidas por teólogos y religiosos destinadas a explicar la persona y la obra de Jesucristo desde una perspectiva bíblica, espiritual o doctrinal, que podríamos llamar tradicional o clásica. Se trata de reconstrucciones más o menos sistemáticas que reinterpretan el personaje de Jesús a partir de su fe de creyentes.
En una linea paralela a esta, situaríamos las obras que se inspiran en Jesús desde una perspectiva social, orientadas hacia revoluciones políticas, ideológicas, socioeconómicas, raciales, etc. Aquí encontraríamos, por ejemplo, obras dedicadas a la teología de la liberación, lecturas feministas o postcolonialistas de los evangelios, u orientadas hacia la no-violencia, o incluso hacia la defensa de posiciones LGTB.
En el tercer grupo se encontrarían las obras de los historiadores, creyentes o no, que intentan acercarse desde posiciones más o menos racionalistas a la figura histórica de Jesús de Nazaret que ellos distinguen totalmente del Cristo de la fe.
Y al cuarto grupo relegaríamos todas las demás publicaciones no científicas. Generalmente, estas vulgarizaciones, más interesadas por el sensacionalismo que por el rigor metodológico, mezclan datos históricos con suposiciones e hipótesis sin fundamento. Muchos se sirven de la figura de Jesús para promover sus ideas personales más o menos interesantes, a menudo fantásticas o decididamente sectarias.
Desde que Ernest Renan se atrevió por primera vez a escribir una biografía novelada sobre «el dulce soñador de Galilea» (Vie de Jésus, 1863) centenares de escritores han sucumbido a la tentación de interpretar, parafrasear o reconstruir a partir de los evangelios una vida tan fascinante. Unos en plan serio y perfectamente documentado, como Gerd Theissen (La sombra del Galileo, 1986), otros en plan literario como Gabriel Miró y sus Figuras de la Pasión (1913-1917), otros en plan ciencia ficción comercial como M. Benitez y su saga titulada Caballo de Troya (1984-2019).
El cine tampoco ha desaprovechado tan inagotable filón. No menos de 150 películas han explotado el tema. Algunas de ellas están entre las mayores superproducciones de todos los tiempos, como «Ben Hur», «Rey de Reyes», «La mayor historia jamás contada», «Jesús de Nazaret» de Zeffirelli (1976), o “La Pasión” de Mel Gibson (2004).
“¿Quién es este hombre?” Se preguntan hoy como ayer todos los que se atreven a indagar su misterio. Si hay algo nuevo en el gran supermercado de opiniones de nuestra sociedad occidental, es la osadía con la que algunos se atreven a responder a esta pregunta: no tienen límite para lo iconoclasta, lo insólito, lo esotérico o lo blasfemo.
La figura de Jesús —conocida científicamente hoy mejor que nunca— se intenta recuperar desde las más diversas perspectivas, ortodoxas y convencionales o heterodoxas y heteróclitas, que van desde las sectas más cerradas hasta las corrientes sincretistas más abierta. Jesús es admirado o vilipendiado como profeta, sabio, reformador, moralista, comunista, revolucionario, iluminado, soñador, santo, anarquista, gnóstico, esenio, teósofo, antropósofo, médium, chamán, curandero, predicador de la Nueva Era, mutante de ciencia-ficción, gurú oriental, reencarnación de un gran maestro, homosexual o emparejado con María Magdalena, hippy, Superman o definitivamente extraterrestre.
Hoy podríamos decir, si se nos permite parafrasear quizá la más famosa “Vida de Jesús” a nuestro alcance, que Jesús sigue siendo «el deseado de todas las gentes» y a la vez «el indeseable de alguna gentuza». Cada época, cada sociedad, cada persona que se acerca a los evangelios, tiene sus propios héroes y modelos, sus dioses, sus baales y sus ídolos, todos un poco a su imagen y semejanza. Por eso cada uno tiene su propia imagen de Jesús. Y por eso todos los libros honestos sobre Jesús tienen su justificación.
Pretender esbozar el retrato o la biografía de un personaje a partir de los breves textos de los evangelios, es tanto un arte como una ciencia, y sobre todo, una experiencia. Aquí hemos procurado combinar el rigor de los entendidos con el amor a Jesús de los artistas, desde la perspectiva ricamente variada de una docena de expertos latinos adventistas enamorados de Jesús. Sus apreciaciones van desde los puntos de vista de un joven italiano y un viejo español hasta las diversas sensibilidades de profesores de todas las Américas, del Norte, del Centro y del Sur.
Somos conscientes de que el amor que nos une por Jesús de Nazaret es subjetivo y que el arte es creativo por definición, ya que reconstruye e interpreta a su modelo a través del corazón. Sabemos también que nuestra sensibilidad y circunstancias personales afectan también nuestra visión. Pero nos consta que el esfuerzo por ser fieles a la figura de Cristo ha guiado en todo momento nuestras reflexiones sobre los evangelios. Para nosotros se trata, en cierto sentido, de una experiencia de “camino de Emaús” de nuevo junto a Jesús, en la que el Maestro aclara, una vez más, nuestras ideas acerca de la intersección entre su vida, su poder, su voluntad, y nuestra vida y nuestros problemas, mientras regresamos a casa, deslumbrados por su presencia.
El deseo de los editores es que esta obra contribuya a acercar a sus lectores un poco más a Cristo, como la elaboración de estas páginas ha hecho con sus autores. Inspirándonos en la conclusión del evangelio de Juan terminaremos recordando que “sobre Jesús se pueden decir muchas otras cosas que no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que sus lectores crean aún más que Jesús es el Cristo, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre” (Juan 20:30-31).