Declaración de objetivos
Los objetivos de este capítulo son:
- Comprender el contexto del discipulado en los tiempos de Jesús.
- Explorar la naturaleza del llamado a servir a Cristo como discípulos suyos.
- Documentarse sobre quienes eran aquellos doce apóstoles a quienes Jesús llamó para formar parte de su círculo pastoral más íntimo.
- Entender la naturaleza real de la misión de esos discípulos.
El capítulo termina con cinco lecciones prácticas orientadas a hacer reflexionar sobre cómo responder hoy al llamado de Cristo a seguirle, y especialmente, para servirle en el ministerio.
Introducción
En el tiempo de Jesús, el discipulado era una costumbre mediterránea popular entre los jóvenes, cuyo idealismo los impulsaba a buscar al maestro perfecto a quién emular.1 En general, los seguidores eran hombres jóvenes deseosos de mejorar el mundo en que vivían. La vida del discípulo era una vida de aprendizaje2 y de relación con el maestro. A él lo escuchaban tan a menudo como les fuera posible; lo seguían por doquier; aprendían a manejar la vida gracias a las enseñanzas únicas de su maestro. En el mundo greco-romano del Nuevo Testamento había muchos maestros notables, como Ceno, Teofrasto, Xenócrates, Sócrates, Platón, Isócrates, y Epicuro. Lo que anhelaban los discípulos era imitar a sus maestros.3
En el caso de Jesús, la Biblia revela que sus seguidores se dividían en tres grupos distintos: los admiradores del Mesías, los llamados “discípulos”, y los doce apóstoles. Los admiradores eran la gran multitud que se menciona en los evangelios (Mateo 9:1-8; 13:1-2, 36; 14:14-20; 15:32-39; 20:29-34; 21:8-11; Marcos 3:7-8, 32-35; 4:1; 5:24-31; 9:14-18; Lucas 5:15-19; 6:17-19; 19:37-38; Juan 6:2). No eran los discípulos que lo seguían constantemente, con una relación de lealtad al Maestro. La Biblia denota la diferencia entre los dos grupos (Mateo 23:1; Marcos 3:9). A los admiradores les impresionaban los milagros de Jesús, y aún sus enseñanzas; pero, en general, no se comprometían con él en forma personal. Había enseñanzas que no aceptaban, y Cristo lo sabía. “Hay algunos de ustedes que no creen”, dijo de ellos el Maestro cuando habló de sí mismo como el Pan de Vida (Juan 6:64).4 Estos seguidores eran superficiales, sin compromiso, solo interesados en un Mesías militante que ejercitara el poder sobre los enemigos de Israel, como lo hicieron los reyes judíos de antaño. Muchos de ellos eventualmente le dieron la espalda (v. 66) y hasta llegaron a apoyar su muerte en la cruz.5
Los discípulos y los apóstoles fueron los que sí se comprometieron con Jesús. Llegaron a ser más de quinientos (1 Corintios 15:3-6; Mateo 28:5-7), aunque no todos le fueron fieles (Mateo 28:16-17). Sin duda, parte de ese grupo fueron aquellos setenta, o setenta y dos, a quienes Cristo envió para evangelizar Samaria (Lucas 10:1-8)6 pero, en general, la expresión comúnmente se refiere a los doce. A esos mismos doce discípulos Cristo los renombró “apóstoles” (Marcos 3:14).
Este capítulo tratará el tema de los discípulos y los apóstoles de Jesús, y no de sus seguidores en general. Iremos viendo cómo se fueron acercando a Cristo los primeros discípulos, cómo Jesús seleccionó de entre ellos a doce, qué personalidades mostraban y cuál fue la misión de ese grupo selecto. De este breve estudio sacaremos lecciones fundamentales de lo que significa seguir a Jesús como su discípulo, de por vida.
Los primeros discípulos
La Biblia dice que Cristo no comenzó su ministerio público hasta que cumplió los 30 años (Lucas 3:23). En general, los discípulos lógicamente eran más jóvenes que su maestro. No hay razón para pensar que no fuera así en el caso de los discípulos de Jesús. La cristiandad, seguramente influenciada por siglos de cuadros e ilustraciones que dan esa impresión, está acostumbrada a pensar que los discípulos de Cristo eran personas maduras, mayores que él. Pero no era así.
Esta conclusión está apoyada en lo que leemos en el evangelio de Juan. El discípulo amado nos cuenta cómo Andrés y él descubrieron al Maestro y fueron sus primeros discípulos. Cuando Cristo fue bautizado por Juan, muy pocos percibieron la voz del Padre ni la cara de Jesús iluminada con la gloria divina.7 La Biblia dice que “en seguida el Espíritu lo impulsó a ir al desierto” (Marcos 1:12), donde estuvo durante cuarenta días. Sin duda, Juan y Andrés conversaron con su maestro, Juan el Bautista, acerca de lo ocurrido, y seguramente estaban ansiosos de poder encontrarse con Jesús nuevamente.
Cuando Cristo regresó del desierto se lo veía “pálido, cansado, y demacrado”.8 A pesar de eso, el Bautista lo reconoció entre la multitud y se refirió a él como a alguien que ya estaba “entre ustedes” aunque la gente no lo reconociera (Juan 1:26-27). Al día siguiente, al ver a Jesús nuevamente, Juan directamente declaró: “¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (v. 29). Al tercer día, cuando Juan el Bautista volvió a ver a Jesús y repitió lo que había dicho el día anterior, Juan y Andrés ya no podían contener su entusiasmo y “siguieron a Jesús”, quedándose “aquel mismo día […] con él” (vv. 37-39).
De regreso a su casa, Andrés ni siquiera quiso que el día terminara sin comunicarle las buenas nuevas a su hermano Simón. “Hemos encontrado al Mesías”, declaró sin dudar y con gran gozo. Al día siguiente, “Jesús decidió salir hacia Galilea. Se encontró con Felipe, y lo llamó: ‘Sígueme’ […] Felipe buscó a Natanael, y le dijo: ‘Hemos encontrado a Jesús de Nazaret…de quién escribieron los profetas’” (vv. 40-44).
La narración en el evangelio de Juan muestra indicios del gozo y el entusiasmo típicos de los jóvenes cuando hacen un gran descubrimiento. Así que Juan, Andrés, Simón Pedro, Felipe y Natanael serían, junto con Santiago el hermano de Juan, y Leví Mateo, los primeros siete discípulos de Cristo.9
Evidentemente, el discipulado de Jesucristo consistió en tres etapas distintas. La primera se identifica por una relación más bien esporádica entre sus primeros discípulos y el Maestro. En esa etapa, que duró entre un año y medio y dos, los discípulos acompañaban a Jesús pero solo de tanto en tanto; no en forma permanente. Todavía no había llegado el momento de “dejar todo” y seguirlo (Lucas 5:28). El ministerio de Jesús en Judea da evidencia de eso (Juan 2-4).10
Llamado, vocación, selección de los apóstoles
La segunda etapa de relación entre los discípulos y Jesucristo involucró un seguimiento y un sacrificio continuos. Hablamos de un compromiso de tiempo completo, total. En esa etapa Cristo enfocó su ministerio en Galilea, donde el poder de los líderes religiosos de Jerusalén era menor y la gente más libre para decidir si seguir o no a Jesús. Las referencias a grandes multitudes acudiendo a escuchar a Jesús, o a presenciar alguno de sus milagros que encontramos en los evangelios, se refieren a su ministerio en Galilea. Él sabía que necesitaría mucha más asistencia allí que lo que había necesitado en Judea. Por lo tanto, el compromiso debía ser total. Así fue como los llamó:
Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres. Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Más adelante vio a otros dos hermanos: Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca remendando las redes. Jesús los llamó, y dejaron en seguida la barca y a su padre, y lo siguieron (Mateo 4:18-20).
En su evangelio, Lucas, “el querido médico” (Colosenses 4:14), da otros detalles de ese llamado, entre ellos el hecho de que los hermanos habían trabajado toda la noche sin resultado alguno (Lucas 5:5). Aunque la pesca nocturna era común en esos lugares (siendo que durante el día los peces permanecían en el fondo del lago, donde era más frío y oscuro), es obvio que se sentían necesitados porque, en general, durante el día estaban con la multitud (v. 1). Quizás la falta de medios para subsistir y mantener a la familia era una de las razones principales para no dedicarse al ministerio de tiempo completo con Jesús. La gran cosecha de peces que experimentaron (Lucas 5:6-7), gracias a la intervención de Cristo, fue una confirmación divina de que si se entregaban completamente al servicio de Dios, él mismo proveería para todas sus necesidades. “Hasta entonces, ninguno de los discípulos se había unido completamente a Jesús como colaborador suyo”.11 Pero, de ahí en adelante, fue diferente.
Al cambiar su centro de operaciones, Jesucristo se encontró con grandes multitudes, pero no sólo de Galilea sino que “acudieron también a él muchos de Judea y Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de las regiones de Tiro y Sidón” (Marcos 3:7-8). Con tanta gente reclamando la atención de Jesús, este decidió que era tiempo de dar el primer paso en la organización de la iglesia que lo representaría cuando él partiera. Después de pasar toda la noche orando (Lucas 6:12), en la mañana escogió a doce de sus discípulos “a los que nombró apóstoles” (v. 13). Su ordenación consistió en lo siguiente:
Jesús había llamado a sus discípulos para enviarlos como testigos suyos, para que declararan al mundo lo que habían visto y oído de él. Su cargo era el más importante al cual hubiesen sido llamados alguna vez los seres humanos, y únicamente el de Cristo lo superaba. Habían de ser colaboradores con Dios para la salvación del mundo.12
La naturaleza del llamado
Hay algo único relativo a los llamados de Cristo al discipulado. Todos se distinguen por la ya tan conocida frase: “¡Sígueme!” Cuando Andrés y Juan se interesaron en él, ellos “siguieron a Jesús” (Juan 1:37). Cuando Cristo se encontró con Felipe, le dijo, “Sígueme” (v. 43). Cuando vio a Natanael, este “se le acercaba” (v. 47). Cuando Jesús llamo a Pedro y a Andrés, les dijo: “Vengan, síganme, y os haré pescadores de hombres” (Marcos 1:17). Y lo mismo les habrá dicho a los hijos de Zebedeo, Jacobo y Juan (Mateo 4:21-22). Al poco tiempo, al ver a Leví Mateo cobrando impuestos, también le dijo: “Sígueme” (Marcos 2:14). Mateo cuenta que a otro discípulo también le pidió Cristo que le siguiera pero, evidentemente, este no estaba dispuesto a hacerlo (Mateo 8:21-22).
El caso de Judas es interesante. Él mismo se ofreció a seguir a Cristo “a dondequiera que vayas”, pero Jesús le respondió: “Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza” (Mateo 8:18-19).13 Esa fue una respuesta de desinterés, como indicando que si estás buscando fama o reconocimiento, aquí no los vas a encontrar. Fue una advertencia para que supiera que seguir a Cristo requeriría sacrificio personal. La verdad es que Cristo nunca le pidió directamente a Judas que lo siguiera. Se lo pidieron los otros discípulos, quienes estaban impresionados con su “agudo discernimiento y habilidad administrativa”.14 Cristo lo aceptó en su círculo más íntimo sabiendo que este aún era sensible a su carácter de amor y que la gracia divina podría desterrar de Judas “el demonio del egoísmo” que lo dominaba.15
Los evangelios dan la clara impresión que la intención de Jesucristo era elegir a doce discípulos especiales.16 Como representantes de las doce tribus de Israel del Antiguo Testamento, estos serían el fundamento de la iglesia del Nuevo Testamento. Pero si a Judas no se le hubiese permitido integrar el grupo de los doce, hay argumentos para que otro tomase su lugar.
Por ejemplo, el joven rico. A él también Cristo le extendió la invitación a seguirle con su fórmula distintiva: “Ven y sígueme” (Mateo 19:21). Pero el joven no estaba dispuesto a hacerlo porque “tenía muchas riquezas” (v. 22). Él y Judas eran parecidos: ambos eran atraídos por las riquezas que pudiera ofrecer este mundo.17 Cuando Judas murió y los discípulos se sintieron obligados a elegir a otro para que tomase su lugar, tal vez se apresuraron. La Biblia dice que se eligió a Matías, quién “fue reconocido junto con los once apóstoles” (Hechos 1:26). Fue “reconocido” por los demás, no elegido por Cristo mismo.
Aunque es cierto que la elección entre José Barsabás y Matías fue dirigida por el Espíritu Santo,18 ese apóstol nunca se distinguió por su labor. Por otro lado, quién sí se distinguió por su labor como apóstol de Cristo fue Pablo, el cual tuvo que batallar por años para ser aceptado entre los dirigentes de la iglesia como uno de los apóstoles, a pesar de la obvia labor del Espíritu Santo a través de él. Es posible, entonces, que en dos ocasiones los seguidores de Cristo hayan errado con su elección de los apóstoles. En primer lugar la de Judas, aunque fue permitida por Jesús. En segundo lugar la de Matías, aunque fue permitida por el Espíritu Santo. El hecho de que Dios haya permitido tales inclusiones no implica que esas fueran sus intenciones primarias para la obra en su iglesia. A veces Dios permite algunas cosas, sobre todo cuando estamos empecinados en ellas, para enseñarnos la necesidad de buscar su voluntad específica en todo tema o desafío.
En todo caso, la naturaleza del llamado al servicio ministerial se puede resumir en los dos conceptos abordados por Cristo: Sígueme, y te haré un pescador de almas. Lo primero es seguir a Cristo. Esa es la prioridad. Por eso dijo Marcos que cuando llamó Cristo a los doce fue “para que lo acompañaran” (Marcos 3:14). Antes de predicar, de hacer evangelismo, de dirigir al pueblo de Dios, lo fundamental era “estar con él” (RV95). Si los apóstoles le seguían fielmente, entonces podrían cumplir el segundo aspecto del llamado: alcanzar a los demás con el evangelio de amor y poder. En las palabras de Marcos: “predicar y ejercer autoridad para expulsar demonios” (Marcos 3:14-15); y en las de Mateo: tener “autoridad para expulsar a los espíritus malignos y sanar toda enfermedad y toda dolencia” y predicar el mensaje: “El reino de los cielos está cerca” (Mateo 10:1, 7).
Por fin, es importante notar que el llamado al servicio total en el nombre de Jesucristo se extendió a trabajadores comunes, como pescadores y cobradores de impuestos. A veces algunos piensan que la labor evangelizadora se limita a los que tienen un don idóneo para tal desafío. Pero la elección de los doce es un ejemplo de que todo aquel que pretenda ser discípulo de Cristo tendrá que seguirle de cerca y preocuparse por la salvación de los demás.19
Las listas de los Doce
En las listas donde se mencionan los doce discípulos, los evangelistas los dividen en grupos de cuatro, y aún de dos, como se nota en la tabla que sigue. En primer lugar, las parejas de dos hermanos: Pedro y Andrés, Jacobo y Juan. El próximo cuarteto está liderado por Felipe, junto con Natanael (llamado Bartolomé), Tomás, y Mateo El último grupo está compuesto por los discípulos menos conocidos: Jacobo, hijo de Alfeo, Tadeo, también conocido como Judas hijo de Jacobo o Lebeo, Simón el Zelote, y Judas Iscariote, substituido por Matías cuando aquel murió. Cada grupo de cuatro lo encabeza la misma persona, aunque el orden dentro del grupo variara en algo. Mateo los enlista, realmente, de a dos: “Felipe y Bartolomé”, por ejemplo, “Tomás y Mateo”. Esto parece indicar que iban en pares cuando hacían labores de evangelismo.
| Mateo 10:2-4 | Marcos 3:16-19 | Lucas 6:14-16 | Hechos 1:13 | ||
| Simón Pedro | Simón Pedro | Simón Pedro | Pedro | ||
| Andrés | Jacobo | (hijos de Zebedeo) | Andrés | Jacobo | |
| Jacobo | (hijos deZebedeo) | Juan | Jacobo | Juan | |
| Juan | Andrés | Juan | Andrés | ||
| Felipe | Felipe | Felipe | Felipe | ||
| Bartolomé | Bartolomé | Bartolomé | Tomás | ||
| Tomás | Mateo | Mateo | Bartolomé | ||
| Mateo | Tomás | Tomás | Mateo | ||
| Jacobo (hijo de Alfeo) | Jacobo (hijo de Alfeo) | Jacobo (hijo de Alfeo) | Jacobo (hijo de Alfeo) | ||
| Tadeo (o Lebeo) | Tadeo | Simón el Zelote | Simón el Zelote | ||
| Simón el Zelote | Simón el Zelote | Judas (hijo de Jacobo) | Judas (hijo de Jacobo) | ||
| Judas Iscariote | Judas Iscariote | Judas Iscariote | (Matías: Hechos 1:15-26) | ||
En algunos aspectos importantes, este no era un grupo homogéneo. Aunque once de los doce provenían de Galilea (es decir, todos excepto Judas), allí había alguien como Leví Mateo, un colaborador del gobierno romano, y Simón el Zelote, un enemigo declarado del imperio. Tomás y Felipe eran vulnerables a la duda, y los hijos de Zebedeo eran ambiciosos. Pedro era generoso, mientras que Judas era egoísta. En realidad, todos los discípulos elegidos por Cristo tenían “tendencias al mal”, diferencias de opiniones y otros desafíos. Pero estando con Cristo eso cambiaría. “Su amor los induciría a amarse unos a otros”, y “armonizar todas las diferencias”, porque al ser Cristo el centro, al acercarse a él “ellos se acercarían el uno al otro”.20
Ninguno de los discípulos se distinguía por riquezas o posición social excepto, quizás, Mateo y Judas Iscariote que provenía de Judea. En general, eran trabajadores pobres, sin educación rabínica. Los dirigentes judíos los consideraban de segunda clase y los trataban con desdén. Algunos sugieren que la parábola de la levadura (Mateo 13:33) Cristo la contó en referencia a este grupo de hombres. “La levadura de la transformadora gracia de Dios ya había comenzado su obra en los corazones de esos doce hombres ordinarios y poco promisorios, y cuando terminaron el período de su discipulado, ya no eran toscos, incultos o ignorantes”.21 De entre ellos salieron tres hábiles escritores y el apóstol Juan llegó a ser un profundo teólogo. Comentando sobre los apóstoles, Elena de White dijo lo siguiente: “Dios toma a los hombres tales como son, con los elementos humanos de su carácter, y los prepara para su servicio, si quieren ser disciplinados y aprender de él. No son elegidos porque sean perfectos, sino a pesar de sus imperfecciones, para que mediante el conocimiento y la práctica de la verdad, y por la gracia de Cristo, puedan ser transformados a su imagen”.22
¿Y qué con respecto a la personalidad y características de cada uno?
Carácter y personalidad de los doce apóstoles
Comencemos con Pedro. Evidentemente estaba casado, y en su casa de Capernaún vivían no sólo él y su esposa, sino su suegra y su hermano Andrés (Marcos 1:29-32; 1 Corintios 9:5). Era dueño de su propio bote de pescador (Lucas 5:3), aunque no llegó a ser un hombre con dinero.
Pedro era un líder y, como tal, su nombre se menciona más veces que el de todos los demás apóstoles juntos.23 Asumía el papel de portavoz del grupo, aunque no siempre lo hacía con sabiduría (Mateo 14:28; 16:16; 17:24; 26:35; Lucas 9:23). Era un hombre con energía, fervor, valor, entusiasmo y capacidad organizadora, pero a veces era impulsivo, orgulloso e inseguro (Marcos 8:29-33). Llegó incluso a negar a su Maestro, a pesar de que nunca se hubiera imaginado que lo haría (Juan 13:36-38; 18:25-27). Su arrepentimiento, sin embargo, fue profundo y duradero (Lucas 22:61-62). Jesucristo volvió a confiar en el para el cuidado su rebaño, pero también predijo que moriría como un mártir (Juan 21:18-23), y así fue, bajo la sentencia del emperador Nerón.24 Pedro fue un líder indiscutido en las primeras décadas de la iglesia cristiana. Dios lo utilizó con eficacia para impactar al judaísmo con el poder de vivir en Cristo (Hechos 1-5).
Cuando Simón Pedro se encontró con Cristo por primera vez, este le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan (Jonás). Serás llamado Cefas (es decir, Pedro)” (Juan 1:42). Cefas es un nombre arameo que, lo mismo que Pedro, significa “roca” o “piedra”. Por siglos muchos han interpretado ese apelativo como símbolo de que Pedro fue la piedra fundamental de la iglesia cristiana (Mateo 16:18-19).25 Pero él mismo lo negó durante el curso de su ministerio (Hechos 4:8-12; 1 Pedro 2:4-8). Mateo y Lucas aclararon que la metáfora que Jesús utilizó se refería a sí mismo (Mateo 21:42; Lucas 20:17-18). Los hebreos sabían que la roca era un símbolo de Dios (Deuteronomio 32:4; Salmo 18:2), y especialmente de Jesucristo (Isaías 28:16). Más tarde, el apóstol Pablo aclaró que la Roca que acompañó a su pueblo por el desierto era Jesús (1 Corintios 10:4; 2 Samuel 22:32; Salmo 18:31) y que el fundamento de la iglesia no fue otro que el mismo Cristo: “nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:11). El nombre de Pedro proviene del griego pétros, o “piedra”. Pero pétra significa una roca grande, inamovible. La primera palabra es la equivalente al arameo kefa’ o Cefas, y no la segunda. La iglesia siempre estuvo fundada en Cristo y no en uno de sus discípulos.
Andrés era el hermano de Pedro (Mateo 4:18; 10:2; Marcos 1:16; Juan 1:40) aunque, de acuerdo con la tradición, sería su hermano mayor. La Biblia hace entrever que era de temperamento tímido, al contrario que su hermano. Nunca llegó a ser parte del grupo más íntimo de Jesús formado por Pedro, Jacobo y Juan. Andrés era un discípulo de Juan el Bautista (Juan 1:35, 40), lo que significa que era una persona seria, espiritual. Fue el primer discípulo en seguir a Cristo, junto con su amigo Juan. Andrés también fue el primer evangelista: fue el que presentó a su hermano a Jesús (vv. 41-42). Y más tarde, fue el que trajo a Jesús al joven con peces y pan para que el Maestro hiciera su obra milagrosa (Juan 5:8-9). Andrés, da la impresión de haber sido una persona trabajadora y responsable, tanto como pescador como apóstol del Señor. Y fue un discípulo que, discretamente, fue efectivo para traer otros a Jesús. De acuerdo con la tradición, Andrés murió en Grecia, crucificado como su hermano, pero en una cruz que tenía la forma de la letra X. Desde hace siglos, esa forma de cruz se la conoce como la Cruz de San Andrés.
Jacobo era el hermano mayor de Juan, ambos hijos de Zebedeo y Salomé, y primos de Cristo.26 Eran conocidos como los Hijos del Trueno, por su temperamento impetuoso e irascible (Lucas 9:51-55). También un pescador, Jacobo estaba acostumbrado al trabajo duro y al sacrificio. Él fue parte del círculo privilegiado que trabajó con Cristo más cerca que otros. Fue testigo de la resurrección de la hija de Jairo (Marcos 5:37), de la gloria del Monte de la Transfiguración (Mateo 17:1) y de la agonía de Cristo en el Getsemaní (Marcos 9:2; 13:33). Jacobo fue el primer mártir de entre los discípulos. Murió decapitado. El hecho de que Herodes Agripa I, nieto del famoso Herodes el Grande, escogiera a Jacobo para ejecutarlo antes de encarcelar a Pedro (Hechos 12:1-3) da indicios de la considerable influencia que Jacobo tenía en la iglesia primitiva.
Juan, el hermano menor de Jacobo, y posiblemente el más joven del grupo, fue conocido como el discípulo “al que amaba Jesús” (Juan 20:2; 21:7, 20). Eso fue a pesar de su temperamento orgulloso, impetuoso y hasta agresivo, especialmente cuando se sentía agraviado (Marcos 10:35-41). Uno solo puede imaginar la transformación tan radical que fue necesaria en su caso, para convertirlo de una persona malcriada, por así decir, a un teólogo maduro. Juan se especializó en el tema del profundo amor de Dios (1 Juan 1). Si bien Jacobo, fue el primero de los doce en morir por Cristo, Juan fue el último. El único de los apóstoles que murió por causas naturales.27
Por lo que se nos cuenta en el libro Los hechos de los apóstoles sabemos que Juan trabajó sanando y predicando junto a Pedro, con el propósito de alcanzar con el evangelio al pueblo judío (Hechos 3:1-11; 4:13, 19-21; 8:14-15). La tradición cristiana nos dice que más tarde Juan viajó por la provincia de Asia Menor fundando nuevas iglesias, y que después de un tiempo se estableció en la ciudad de Éfeso, donde llegó a ser el líder de la iglesia. Aquel jovencito idealista, pero también irascible, llegó a ser el apóstol del amor. Fue el tercer escritor más influyente del Nuevo Testamento, dejándonos su evangelio, tres epístolas, y el libro de Apocalipsis.
Felipe, era natural de Betsaida (Juan 1:44), en el extremo norte del mar de Galilea. Lo que sabemos de él es gracias a Juan (Juan 6:5-7; 12:21-22; 14:8-9). Fue el primer discípulo al que el Señor le dijo: “sígueme” (Juan 1:43). Sin embargo, a veces Felipe era lento en responder a Cristo; tenía dudas (Juan 14:7-11), a pesar de ser ferviente y sincero en su fe. El historiador Eusebio dijo que Felipe fue a predicar al Asia Menor, donde lo arrestaron y murió como mártir.
Bartolomé quiere decir “hijo de Talmai”,28 pero su nombre parece haber sido Natanael (Juan 21:2). Evidentemente fue el gran amigo de Felipe, quién lo presentó al Maestro (Juan 1:45). Juan nos dice que Bartolomé era un estudiante de las Escrituras. Cuando Cristo se encontró con él por primera vez, dijo de él que era “un verdadero israelita, en quién no hay falsedad” (Juan 1:47). Es decir, alguien transparente y genuino. Quizás estaba leyendo la historia de Jacob quién llegó a ser Israel, y Cristo notó su sinceridad.
A Mateo, lo llamaban Leví, tanto Marcos (Marcos 2:14) como Lucas (Lucas 5:27). Pero seguramente no era hijo del Alfeo que era el padre de otro discípulo, Jacobo el menor; en tal caso, a los dos discípulos se los nombrarían juntos. Mateo era un publicano. Los publicanos eran considerados por los judíos como traidores, por recaudar los impuestos para el Imperio Romano. Sin duda fue tratado con hostilidad y desprecio por muchos de sus compatriotas. Pero en su corazón, él quería servir al Dios viviente y dejar la vida que llevaba cuando Jesús lo llamó, el atónito Leví Mateo respondió inmediatamente (Mateo 9:9). Tan agradecido estaba por la gracia de Dios, que decidió dar un fiesta en honor a Cristo (Marcos 2:13-17). El hecho de que su evangelio es el que lo conoce como Mateo indica que seguramente fue él mismo quién se cambió el nombre. En arameo, Matías o Mateo, significa “don de Jehová”. El Evangelio según Mateo, fue escrito pensando en los judíos, aquellos que en su tiempo tanto lo odiaban. La tradición dice que Mateo trabajó en Etiopía y que también llegó a ser un mártir por seguir a Cristo.
En arameo, Teoma (o Tomás) significa “mellizo”, y la traducción en griego era Dídimo. El primer gran historiador de la iglesia cristiana, Eusebio, nos dice que su hermana melliza se llamaba Lisia,29 pero no se sabe nada más de ella. Es interesante reflexionar en el hecho de que Tomás haya dejado detrás relaciones familiares, que como mellizo sin duda eran muy fuertes, para seguir a Jesús. El Maestro mismo dijo: “Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre,… y a sus hermanas,… no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Y así fue. ¿No fue acaso Tomás quién declaró delante de los demás su disposición a morir con él? (Juan 11:16) Pero su lealtad a Jesús no estaba exenta de dudas. Cuando los otros discípulos, y las mujeres, le aseguraron que Cristo había resucitado, él no lo podía creer (Juan 20:24-25). Necesitó la visita misma del Maestro para nunca más dudar (v. 26-29). Orígenes, en el siglo tercero, nos dice que Tomás llegó a ser misionero en Persia, donde se encontró con los sabios que años antes habían ido a buscar a Cristo Jesús. Los llevó a aceptar al Mesías como su Salvador personal y, juntos, fueron a la India a evangelizar. Allí murió como mártir, pero no sin antes conducir a más de quince mil familias a la cristiandad, en el sur del país, cuyos descendientes, siglos más tarde, aún guardaban el sábado.30
Poco se sabe de los discípulos restantes. Jacobo, hijo de Alfeo, era el llamado “Jacobo el menor”31 que menciona Marcos (Marcos 15:40). Algunos estudiantes de la Biblia han tratado de identificar a este discípulo con el Jacobo que era el hermano de Jesús (Mateo 13:55), y luego el líder de la iglesia cristiana en Jerusalén (Hechos 15; 21:17-18; Gálatas 1:19; 2:9); pero los hermanos de Cristo no creyeron en él hasta el término de su ministerio. Seis meses antes aún no creían (Juan 7:5).
Judas, el hijo de Jacobo (otro Jacobo), era Tadeo (Marcos 3:18), también conocido como Labeo (Mateo 10:3). Tadeo significa “corazón”, o sea, coraje. Judas, evidentemente, no estaba emparentado con Jacobo el menor, pero si era una persona de convicción y sin temores.
De Simón el Zelote ya hemos dicho algo. Se podría agregar que se lo conocía como “el cananeo”, de acuerdo con numerosos manuscritos antiguos; esto no quiere decir que era descendiente de las naciones de Canaán sino del partido político judío denominado “zelotes”. Y de Judas Iscariote, ya hablamos anteriormente.
Lo que sobresale acerca de este grupo son tres cosas: En primer lugar todos, con excepción de Judas Iscariote, fueron gente común, trabajadores sin educación especial ni de ascendencia social de renombre. En segundo lugar, eran hombres con temperamentos variados, distintos, como lo eran sus dones. Y en tercer lugar, todos con excepción de Judas, eran sinceros, entregados, deseosos de complacer al Maestro. En realidad, la tradición cristiana de los primeros siglos nos indica que todos ellos murieron como mártires por Jesús.
La misión de los Doce
Cuando Cristo seleccionó a doce hombres de entre sus numerosos discípulos (Marcos 3:13), los identificó con otro apelativo: apóstoles (Lucas 6:13). La palabra, en el griego original apóstolos, proviene del verbo apostollein, formado por dos palabras: la preposición apo, “procedente de” y el verbo stello, “despachar”, o “enviar”. En el griego clásico se refería a expediciones náuticas. Por ejemplo, los buques de Alejandría que llevaban cargas de semillas para vender en puertos mediterráneos en nombre de su propietario eran “apóstoles”, es decir, los que fueron enviados.32 El erudito alemán Karl Rengstorf habla de los šâlîah judíos como predecesores de los apóstoles; eran los siervos que eran enviados por sus maestros para hacer transacciones de negocios con la autoridad de su dueño.33 Pero el término no aparece en la traducción griega del Antiguo Testamento.34 Tan único es el término, que se menciona solo siete veces en los evangelios (Mateo 10:2; Marcos 6:30; Lucas 6:13, 9:10, 11:49, 17:5, 22:14). El apóstol Pablo, es el que lo usa mucho más en sus epístolas: treinta y cuatro veces.
Ese concepto fue, realmente, una invención de Jesucristo,35 porque no se lo utilizaba de la manera que Cristo lo utilizó. Hay otras palabras en griego que significan “enviar”, como pempain o exapostellein, pero son más genéricas. Apostellein significa, en realidad, “enviar con un propósito o misión una específica”. El énfasis está en el objetivo. “Así que, la persona que se envía llega a ser el representante de quién lo manda”.36 Entonces, estos doce apóstoles eran ahora discípulos con un propósito, una misión especial. Fueron enviados por Cristo, como él mismo fue enviado (Juan 20:21), a proclamar “desde las azoteas” lo que él les susurrara en sus oídos (Mateo 10:27).
El llamado de Cristo: “Síganme, y los haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19) resume, en forma perfecta, los dos componentes básicos de la relación que los discípulos deberían tener con su Maestro. El primero es seguirle, o sea, el discipulado. El segundo es pescar a los hombres, lo que alude a su carácter evangelizador y apostólico. Esto es algo sumamente importante e instructivo. No se puede lograr la misión evangelizadora de la iglesia sin seguir de cerca a Jesucristo.37 También es inevitable seguir a Jesús sin implicarse en los deseos de alcanzar a los demás con su evangelio. El verdadero discípulo siempre se transformará en apóstol, en aquel que va a los demás en el nombre de Cristo.
Lecciones prácticas
Es relativamente poco lo que se puede mencionar en este capítulo acerca de los discípulos de Cristo. Esto solo ha sido una introducción. Pero podríamos sacar varias lecciones de lo que se ha mencionado.
En primer lugar, hay muchos que conocen el nombre de Jesús pero pocos son los que están dispuestos a seguirle en forma total. Para ser discípulo de Cristo, no basta coincidir con sus ideas. Uno tiene que estar dispuesto a dejar todo atrás, y confiar en Él. El discípulo de Jesús depende de Jesús. No solo lo acompaña cuando es conveniente o expeditivo, sino que deja el mundo, su ocupación, e incluso su familia si es necesario, para seguir a su Maestro.
En segundo lugar, el trabajar para Cristo tiempo completo, requiere un llamado. No un llamado sentimental o una mera impresión, sino un claro llamado de Jesucristo. Cristo tuvo centenares de seguidores, pero solo llamó a doce. Y la primera función a la que los llamó era para estar con él (Marcos 3:14).
En tercer lugar, aquellos a quienes Cristo llama son los que reciben el poder divino para hacer su ministerio. Cristo llamó a los doce no sólo para propagar sus ideas, sino para predicar con poder (Marcos 3:14; Hechos 1:4-8), y para sanar a los enfermos y echar a los demonios (Marcos 3:15). Eso no lo hace cualquiera, pero sí lo hacen aquellos a quienes Dios los llama.
En cuarto lugar, Cristo no llama sólo a los talentosos o a los beneficiados con una buena educación—aunque, sin duda, esas ventajas no descalificarían a nadie. Cristo llama al pecador sincero, al que quiera complacer de todo corazón a su Maestro.
Y en último lugar, el llamado de Jesucristo al discipulado es un llamado al apostolado. Es decir, seguir a Cristo implica buscar a otros para que sigan a Cristo. Los deseos del discípulo genuino no son para beneficiarse a sí mismo, sino para beneficiar a los demás. El discípulo se torna en evangelista, en el pregonero y el obrero de Dios para la salvación de todo aquel con quién se encuentre.
“Vengan, síganme—les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19).
Preguntas de estudio
- ¿Cuál es la diferencia entre los seguidores de Jesús, sus discípulos, y los apóstoles?
- ¿Qué nos lleva a concluir que los primeros discípulos de Jesús serían más jóvenes que él?
- ¿Por qué la gran cosecha de peces que experimentaron los discípulos (Lucas 5:6-7) fue un momento decisivo para ellos?
- ¿Qué palabra resume los llamados de Cristo al discipulado? ¿Por qué?
- ¿Cuáles argumentos se consideran para la elección de Pablo en lugar de Matías para reemplazar la vacante causada por la muerte de Judas?
- De acuerdo con el libro de Marcos, ¿cuál era el primer objetivo de Cristo en llamar a los doce discípulos?
- ¿Cuán heterogéneo era ese grupo de doce discípulos?
- Describa al apóstol Pedro. ¿Qué lo caracterizaba?
- ¿Cómo se prueba bíblicamente que la iglesia cristiana no está fundada sobre Pedro?
- ¿Qué lecciones prácticas se pueden aprender de este capítulo?
Bibliografía sugerente para profundizar
Barclay, William. The Master’s Men. Nashville, TN.: Abingdon, 1959.
Bruce, A. B. The Training of the Twelve. Grand Rapids, MI.: Kregel, 1971.
Clouzet, Ron E. M. “The Training of the Twelve: A Biblical Paradigm for Ministerial Training”. D. Min. diss. Fuller Theological Seminary, 1997.
Dunn, John D. G. Jesús’ Call to Discipleship. Cambridge, England: Cambridge University Press, 1992.
Hardinge, Leslie. Ambassadors: Studies on the 13 Apostles. Harrisburg, PA.: American Cassette Ministries Book Division, 2004.
Johnsson, William G. “The Galilean”. Jesús of Nazareth: His Life. Silver Spring, MA.: Biblical Research Institute, 2015.
Kaiser, Walter C. “Lamadh”. Theological Wordbook of the Old Testament. R. Laird Harris, Gleason L. Archer, Jeremías., y Bruce K. Waltke, eds. Chicago, MI.: Moody, 1980.
Müller, Dietrich. “Disciple”. New International Dictionary of New Testament Theology. Colin Brown, trad. y ed. Grand Rapids, MI.: Zondervan, 1975.
Rengstorf, Karl H. “Apostolos” y “Mathetes”. Theological Dictionary of the New Testament. Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, eds. Grand Rapids, MI.: Eerdmans, 1977.
Stein, Robert H. “The Call of the Disciples”. Jesús the Messiah: A Survey of the Life of Christ. Downers Grove: InterVarsity, 1996.
White, Elena de. El deseado de todas las gentes. Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, varias ediciones.
Wilkins, Michael J. Following the Master: Discipleship in the Steps of Jesús. Grand Rapids, MI.: Zondervan, 1992.
1 Ver Joseph Grassi, The Teacher in the Primitive Church and the Teacher Today (Santa Clara, CA.: University of Santa Clara Press, 1973), 22.
2 Por ejemplo, el término griego del NT traducido por “discípulo” es mathētēs que significa “aprendiz” o “pupilo”, como el término hebreo del AT talmîdh que proviene del verbo lāmadh, que significa “aprender.” Ver Michael J. Wilkins, Following the Master: Discipleship in the Steps of Jesús (Grand Rapids, MI.: Zondervan, 1992), 55.
3 Ibíd., 76-78.
4 Las citas bíblicas son de la Nueva Versión Internacional (NVI), a menos que se indique otra cosa.
5 Elena G. de White, El deseado de todas las gentes (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, 1960), 527-531.
6 Ver Francis D. Nichol, ed. Comentario bíblico adventista del séptimo día, 7 vols. (Boise, ID.: Publicaciones Interamericanas, 1987), 5:760
7 Ver White, El deseado de todas las gentes, 111.
8 Ibíd.
9 Elena de White dice que estos siete discípulos “habían estado más íntimamente relacionados con él que los demás, y habían presenciado mayor número de sus milagros”. Ibíd., 259.
10 Hay que reconocer que durante su labor en Judea, Jesús viajó varias veces a Galilea (Caná, Juan 2:1-12; Sicar, en Samaria, Juan 4:1-45; y nuevamente en Caná, Juan 4:46-54), por lo que su trabajo en esa época fue mayormente, pero no exclusivamente, en Judea.
11 White, El deseado de todas las gentes, 213.
12 Ibíd., 258.
13 La relación entre la historia en Mateo 8:18-20 y Judas, aunque muchos no lo crean, está demostrada en los escritos de Elena de White. Ella es la que cita este texto cuando dice que era Judas Iscariote quien dijo que le seguiría a donde quiera que fuere Jesús. Ver El deseado de todas las gentes, 260.
14 Ibíd.
15 Ibíd., 261.
16 “Concluir que Mateo tiene un interés especial en los discípulos como doce hombres es inexpugnable”, dice Joel Willitts, en “The Twelve Disciples in Matthew”, en Daniel R. Gurtner, Joel Willitts, y Richard A. Burridge, eds., Jesús, Matthew’s Gospel, and Early Christianity: Studies in Memory of Graham N. Stanton (London: T & T Clark, 2011), 167.
17 En el caso de Judas, Juan dijo décadas más tarde, que “era un ladrón” y “acostumbraba robarse lo que echaban” en la bolsa de dinero común que tenían los discípulos (Juan 12:6).
18 Elena de White, Spiritual Gifts, 3 vols. (Battle Creek, MI.: Seventh-day Adventist Publishing Association, 1858), 3:264. Allí, ella escribió: “The Spirit of God selected Matthias for the office,” o sea, “El Espíritu de Dios seleccionó a Matías para ese puesto”, después que la iglesia echara suertes por él. Pero también dice ella que “el plan de Dios no es que los dirigentes de la iglesia echen suertes” sino el de buscar su voluntad por medio de la oración (Carta 37, 1900, en Francis D. Nichol, ed. Comentario bíblico adventista del séptimo día, [Boise, ID: Publicaciones Interamericanas, 1987], 5:1054).
19 Elena de White dice lo siguiente: “El mandato que dio el Salvador a los discípulos incluía a todos los creyentes en Cristo hasta el fin del tiempo. Es un error fatal suponer que la obra de salvar almas solo depende del ministro ordenado. Todos aquellos a quienes llegó la inspiración celestial, reciben el Evangelio en cometido. A todos los que reciben la vida de Cristo se les ordena trabajar para la salvación de sus semejantes”(White, El deseado de todas las gentes, 761).
20 Ibíd., 263.
21 CBASD, 5:581.
22 White, El deseado de todas las gentes, 261.
23 Unas 182 veces, en contraste con Juan (50 veces) y Jacobo (21) veces.
24 Elena de White, Los hechos de los apóstoles (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1978), 427-428.
25 El primer líder de iglesia que atribuyó ese dicho a Pedro, y, por ende a sí mismo, fue el pontífice romano León I, por el año 445 d.C. Pero resulta extraño que si esa era la intención de Cristo, ninguno de los demás discípulos se hubiera enterado, ¡ni ningún otro cristiano durante cuatro siglos! Ver CBASD, 5:420-421.
26 Esto está basado en la sugestión de Epifanio, escritor del principio de la era cristiana, que aseveraba que Salomé era la hermana de María, madre de Jesús (comparar Juan 19:25 con Mateo 27:56 y Marcos 15:40). Ver Leslie Hardinge, Ambassadors: Studies on the 13 Apostles (Harrisburg, PA.: American Cassette Ministries Book Division, 2004), 68.
27 Juan tenía más de 90 años cuando el emperador Domiciano ordenó el culto al emperador aun cuando todavía viviera (lo solían hacer después de sus muertes). Por supuesto, los cristianos se reusaron. Para enseñarles una lección que no olvidarían, Domiciano arrestó al cristiano más famoso de esos tiempos, Juan, una leyenda viva, y lo puso en un caldero de aceite hirviendo. Pero Dios intervino de tal manera que nada le afectó al venerable anciano. Entonces el emperador se vio forzado a extraditar al apóstol a la isla penal llamada Patmos. Ahí es cuando Jesús le dio las visiones e inspiración que formaron el libro de Apocalipsis.
28 Ver CBASD, 5:583. Cf. Números 13:22; 2 Samuel 3:3; 13:37.
29 Eusebio, Ecclesiastical History, citado en Hardinge, Ambassadors, 107.
30 Ibíd., 113-114.
31 Ver CBASD, 5:584
32 Basado en eso, Leslie Hardinge da una definición inolvidable: “Un apóstol de Cristo, entonces, es una persona identificada con el nombre de su Propietario, llena del grano inspirado del cual se hace ‘el pan de vida,’ y despachada con una comisión divina, a todo el mundo, para disponer de su carga de la semilla de la palabra, sin dinero y sin costo, a todo aquel que reciba, y así continuar su servicio ‘siempre, hasta el fin del mundo’ (Mateo 28:20)”. Ambassadors, 31.
33 K. H. Rengstorf, “Apostollein”, en Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich, eds., Theological Dictionary of the New Testament, 10 vols. (Grand Rapids, MI.: Eerdmans, 1984), 1:406.
34 De acuerdo con Seán Freyne, en su The Twelve: Disciples and Apostles: A Study in the Theology of the First Three Gospels (London & Sydney: Sheed & Ward, 1968), 50. Freyne admite que la palabra se usa sólo una vez en referencia al texto en 1 Reyes 14:6, pero que su lectura es dudosa.
35 Ver A. B. Bruce, The Training of the Twelve, 1894 Reprint (Grand Rapids, MI.: Kregel, 1971), 31.
36 Freyne, The Twelve, 49.
37 Freyne, Ibíd., 17, dice que la asociación de los discípulos con Jesús fue descrita en los evangelios por el verbo akolouthein, “seguidores”. Tal relación era muy estrecha y diaria, tanto así que la palabra no se utiliza en el resto del Nuevo Testamento porque Jesús ya no estaba en la Tierra.