Declaración de objetivos
- Sensibilizar al estudiante sobre la importancia del tema de la resurrección de Cristo para la fe cristiana, facilitándole el conocimiento y la comprensión de las diferentes interpretaciones de este evento desde los puntos de vista más relevantes.
- Comparar los diferentes relatos de los evangelios sobre la resurrección como el evento histórico-teológico más importante de la historia cristiana.
- Comprender que nuestra esperanza de resucitar en el día postrero se basa en la realidad de la resurrección de Jesús.
Introducción
De todos los acontecimientos descritos en la Palabra de Dios, hay al menos tres eventos registrados en los evangelios sobre la existencia y el ministerio de Jesús que son de innegable certeza histórica para los creyentes: la predicación de Juan el Bautista anunciándolo como el Mesías en su bautismo; la elección de doce apóstoles entre sus discípulos y que uno de ellos, Judas, le traicionó; y que murió crucificado por los Romanos y luego resucitó de los muertos.
El milagro de la resurrección de Jesús de entre los muertos es un misterio efectuado por Dios mismo (Hechos 10:40), que llegó a ser el factor esencial y la motivación principal de la predicación cristiana. Teniendo en cuenta que este evento era considerado por judíos y paganos como el argumento más absurdo e inverosímil posible, aun lo era más, la idea de un dios encarnado en forma humana que los romanos lo mataran y volviera a vivir. Este argumento es tan importante para los cristianos que la narrativa de la pasión, es la sección más extensa de la vida de Jesús relatada en cada uno de los cuatro evangelios.1
El concepto bíblico de resurrección de los muertos en el marco de otras creencias sobre la naturaleza humana
El concepto de la resurrección de los muertos era considerado como doctrina de bárbaros, o “una locura” por todos los sectores religiosos del mundo antiguo. Para los filósofos atenienses del Areópago la sola mención por parte de Pablo de la resurrección de los muertos, fue motivo para declararlo loco e interrumpir su exposición (Hechos 17:18, 32). El concepto de la muerte en el mundo antiguo, entre los sumerios, egipcios, persas, griegos y romanos, entre otros, era muy confuso y difícil de entender, con ideas de “sombras”, “reencarnaciones”, “apariciones de espíritus” o “viajes al mundo de los muertos”.2 La idea de volver a vivir de entre los muertos estaba ausente en la vida diaria y mística de los antiguos. Sin embargo, aún cuando la Biblia Hebrea declara en múltiples ocasiones que los “muertos nada saben” y “su memoria es puesta en el olvido” (Eclesiastés 9:5-7), dentro de las muchas facciones del judaísmo Helenístico (fariseos, saduceos, zelotes, esenios, discípulos de la comunidad de Qumran, terapeutas, herodianos, seguidores de Filón, entre otros grupos), siempre hubo confusión sobre el estado de los muertos. Con esto, solo algunos de los grupos mencionados creían en la resurrección de los muertos. Con la difusión de las versiones griegas de la Biblia hebrea, que contienen catorce libros adicionales denominados por los teólogos no católicos como “apócrifos”, la difusión de otros libros judíos escritos en griego conocidos como pseudoepigráficos3 y, sumando esto, el amplio uso del libro de Daniel, la creencia en una resurrección corporal se fue convirtiendo con el tiempo en algo aceptable.4 Algunos eruditos modernos arguyen sin embargo, que la resurrección como doctrina se consolida solo después del exilio Babilónico/persa con el desarrollo del movimiento fariseo en el judaísmo (440 a.C.).5
En el AT, existen varias vislumbres de un concepto cercano a la resurrección, del rescate de la muerte, aportando esperanza después de la muerte (Daniel 12; Ezequiel 37; Salmo 49:15; Oseas 6:2; o Job 19:25 entre otros pasajes6). Otros estudiosos del mundo gentil y judío antiguo, incluso desde cierta perspectiva cristiana, consideran que estos versículos solo pueden ser entendidos como vislumbres de que los muertos podrían resucitar.7 Aun para los contemporáneos de Jesús, incluyendo sus discípulos, se observa que algunos de ellos siguen creencias populares, entendiendo o imaginando conceptos similares a reapariciones de profetas de antaño, capaces de experimentar una reencarnación, o aún apariciones de fantasmas o personas que son confundidas con “su ángel”.8
Con razón el apóstol Pablo declara: “hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. Porque el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:13-14)9.
Por lo tanto, que la resurrección de Jesús fuese vista como el evento más significativo de la historia bíblica-teológica, fue también una piedra de tropiezo en el mundo Greco-Romano y aún para cristianos del primer siglo, que parecen dudar de que este milagro pudiera repetirse al final de los tiempos. Pablo fue el primero en declarar, unos veinte años después de la pasión de Jesús, “lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras y que fue sepultado y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:4). Sin embargo, no podemos asegurar si el término “Escrituras” se refiere al Antiguo Testamento o a la tradición oral de los primeros cristianos, ya que el Nuevo Testamento todavía no se había escrito. Sea como fuere, el concepto de la resurrección chocaba con el concepto helenístico platónico de una falsa dicotomía entre el cuerpo (soma) y el alma inmortal (psyche),10 difícil de comprenderse no sólo para el mundo antiguo, sino que sigue siendo piedra de tropiezo para muchos desde entonces hasta nuestros días.11
Aquí estudiaremos la resurrección desde la perspectiva de los evangelios, y como creyentes en la Biblia, confesando como Pablo que “si no hay resurrección de muertos, Cristo tampoco resucitó, y si Cristo no resucitó, vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:13-14).
La fe cristiana se basa en el Dios que resucitó a Jesús como prueba de lo que hará también con sus fieles seguidores en la consumación de las edades, ya que Jesús anunció “yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25) y “Yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:17-18), y que la resurrección de los muertos será la culminación del gran plan de salvación.12
Hablamos de milagro y misterio en relación con la resurrección pues, los evangelios no describen cómo ocurrió la resurrección de Jesús. Se limitan simplemente a citar las palabras descritas en forma verbal pasada, referidas al “Ángel del Señor” (Mateo 28:2), o a un “joven” (Marcos 16:5); o a “dos hombres” (Lucas 24:4), que dicen “él no está aquí, ha resucitado” (hegerthē) (Mateo 28:6, Marcos 16:6; Lucas 24:6); o a dar el testimonio de María Magdalena, Pedro y Juan que encontraron la tumba vacía, sin ninguna indicación de ángel(es) ni de hombre(s) (cf. Juan 20).
El concepto de una esperanza en una resurrección corporal, se consolida después del exilio durante el resurgimiento del judaísmo como respuesta a una revolución política-religiosa de resistencia y martirio, ante la aparente ausencia de justicia expresada en dichos pesimistas como, “ya no hay nada más que hacer en esta vida”, o “no te olvides que no hay retorno”.13 Sobre la cuestión del juicio post-mortem N. T. Wright escribe: “La resurrección es precisamente consecuente con el mundo presente y su renovación, no buscando escapar del mundo presente para ir a algún otro lugar; el pensamiento judío y sus desarrollos cristianos posteriores, estuvo siempre preocupado por el juicio divino”.14 Durante el período Macabeo-Hasmoneo (166-66 a.C.), con la guerra de independencia judía contra la ocupación griega y la persecución religiosa consiguiente, que llegaba en muchos casos hasta el martirio, la necesidad de vida futura se afirmó basándose en la creencia de que sólo una vida respetable y digna permitiría alcanzar un día la nueva vida venidera.15
Existen dos palabras griegas para expresar el concepto de resurrección: La primera es anastasis construida por la preposición ana (que implica la idea de subir) y stasis (con la idea de posicionarse), portando la idea de elevarse o ser levantado, conjugada siempre en los evangelios con la voz pasiva del verbo, con el sentido de “ser elevado”. La segunda palabra es, hegerthe, que significa ser levantado, también acompañada siempre con la voz pasiva del verbo, en frases como “fue levantado de entre los muertos” (Mateo 27:64; 28:7).16
La iglesia cristiana, comenzando con Pablo, los evangelios, y el Apocalipsis, entendió el concepto de resurrección como un nuevo comienzo, de que la muerte de Jesús, su pasión, resurrección y ascensión, constituyen no sólo el primer cumplimiento de una era escatológica basada en las promesas del Antiguo Testamento sobre el mundo venidero, sino también, el medio establecido por Dios para acceder a la salvación y la vida eterna. Luego, los padres y eruditos de la iglesia del segundo y tercer siglo, como Ignacio, Justino Mártir, Ireneo, Origen y Tertuliano entre otros, redefinieron la resurrección en dos dimensiones contrarias a las enseñanzas de la Biblia. La primera, siguiendo la falsa dicotomía helenística entre el cuerpo y el alma de que ésta nunca muere, introdujeron la creencia de que los muertos pasan a un nivel intermedio, es decir, que la muerte no es el final de la vida, sino sólo una parada.17 También, transformaron el entendimiento básico de la resurrección con la aceptación del cambio del día de reposo al domingo en vez del séptimo-día sábado como el evento temporal distintivo de la resurrección, marcando distancia de sus vecinos y hermanos cristianos judíos y abriendo la inseparable brecha que los separaría de ellos definitivamente.
Mientras cristianos y no cristianos no comprendan las diferencias entre la enseñanza bíblica y el concepto helenístico de la muerte, nunca apreciarán la resurrección como una recreación18 que Dios hará al final de los tiempos. Los que fueron resucitados o volvieron a la vida como Lázaro, Dorcas, el hijo de la viuda de Naim o la hija de Jairo, entre otros, no han experimentado la resurrección final. La resurrección de Jesús es el arquetipo de la futura resurrección de los justos. Los que resucitaron en ocasión de la resurrección de Jesús, también fueron primicias del gran acontecimiento (Mateo 27:52).
En las próximas secciones estudiaremos las predicciones de Jesús sobre su muerte y resurrección; algunas teorías discrepantes sobre la sepultura de Jesús y la tumba vacía; similitudes y paralelos de los relatos de la resurrección en los evangelios, concluyendo con comentarios de Elena de White sobre la resurrección.
Jesús había predicho su muerte y resurrección
Los evangelios contienen varias predicciones directas y alusiones a la pasión de Jesús, esto es, de los sufrimientos que culminarían en la crucifixión y que serían vindicados más tarde en su resurrección.19 Estas predicciones están relacionadas, ante todo, con los propósitos y preocupaciones teológicas de los evangelistas, como por ejemplo; a) el cumplimiento de los anuncios proféticos del AT; b) demostrar que Jesús era consciente de su futura muerte; c) el tipo de muerte violenta; d) la cronología de los eventos de la pasión; e) el anuncio de que debía morir en Jerusalén; y f) las referencias a su resurrección e instrucciones futuras. Aquí consideraremos solo algunos puntos esenciales relacionados con la resurrección.
Como creyentes, aceptamos la veracidad de los acontecimientos narrados en los evangelios, a pesar de que estos planteen algunas preguntas sobre el pre-conocimiento que tenía el Jesús histórico o sobre el cumplimiento de algunos pasajes del AT, que no fueron una preocupación de la primera iglesia cristiana.20
El Evangelio de Lucas (9:51-18:14, 19:47), describe la última peregrinación a Jerusalén como una narrativa de viaje. La sección de 9:51-53 comienza con una enfática resolución: “Y aconteció que, como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir a Jerusalén”. Una traducción literal incluiría dos expresiones importantes, afirmar el “rostro” (prosōpon) y “ascender”, o “ser recibido arriba” (analēmpsis). Además del sentido general de “cara” o “presencia”, Lucas usa la palabra “rostro” indicando un propósito decisivo, respondiendo, de esta forma, desde el mensaje de Juan el Bautista (cf. Lucas 7:27; 20:21) a la idea de que Jesús siempre fue consciente de la brevedad de sus días en la tierra, ya que resueltamente se dirige a Jerusalén para hacer frente a su muerte.
La otra palabra para “ascensión”, aparece solo una vez en el NT haciendo referencia a su éxodo sobre esta tierra a través del proceso de su muerte-resurrección y finalmente “ascender o ser llevado al cielo” (Lucas 9:31; Hechos 1:2, 11, 22). Es notable mencionar que la ascensión es solo descrita en el libro de los Hechos. Ni siquiera el evangelio de Lucas da más detalles sobre la ascensión, indicando simplemente lo siguiente: “Y aconteció que, bendiciéndolos, se fue de ellos; y era llevado arriba al cielo” (Lucas 24:51). Los evangelios de Mateo o Juan guardan silencio acerca de un Jesús que, al parecer, permanece en la tierra, y no dan ninguna descripción de la ascensión de Jesús. Juan presenta algunas inferencias como Juan 14 y otros pasajes, donde Jesús predice que iría al Padre a preparar lugar (cf. Juan 14:1-3) y que dejaría este lugar para ascender a los cielos (Juan 6:62; 1:1-3; 16:28). Al final del Evangelio de Marcos, se resumen teológicamente las apariciones de Jesús diciendo que fue “recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19), pero sin dar detalles sobre la ascensión. Teológicamente, el resto del NT también entiende que Jesús ascendió a la diestra de Dios para interceder por su pueblo, como estaba prometido. Los evangelios entienden que los procesos de los últimos días de Jesús, es decir, su pasión, muerte, resurrección y ascensión ocurren como el cumplimiento de una necesidad para completar el plan de Dios.
En este contexto de “necesidad divina”, Jesús en su última peregrinación hacia Jerusalén, consciente que ha llegado la hora de su pasión y partida, hace un vuelco repentino, y viaja al norte en vez del sur, como si se saliera del mapa de Israel. Este curioso detalle geográfico señalado en los evangelios de Lucas y Juan presenta a Jesús, después del rechazo de muchos de sus discípulos que “volvieron atrás y ya no andaban con él” (Juan 6:66), viajando hacia al norte en dirección a Damasco y Siria, en vez de dirigirse al sur, donde se encontraba Jerusalén. Quizás la humanidad de Jesús trata de huir de la muerte, y de pronto toma una dirección completamente opuesta, dirigiéndose hacia Cesarea de Filipo.21 Pareciera que aquí Jesús se retrae en preparación para su misión final, casi como yendo hacia la región de donde vinieron los antiguos patriarcas arameos, territorio habitado por gentiles, donde hace su famosa pregunta, “¿Quién dicen los hombres que es el hijo del hombre?” (Mateo 16; Marcos 8; Lucas 9).
Durante los últimos doscientos años, diversos biblistas liberales han sugerido que el llamado “secreto mesiánico” del evangelio de Marcos se debe a que Jesús tenía un problema de identidad y no sabía realmente que era el Mesías, o al menos que no estaba seguro de serlo. ¡Pero esto es ridículo! Los evangelios dejan claro que Jesús conocía el plan ordenado por Dios. Sin embargo, como lo describen las escenas de la agonía en el Getsemaní, y cumpliendo la voluntad del Padre, la humanidad de Jesús no deseaba experimentar la separación de su Padre. Todo demuestra, además, que Jesús no está recitando una obra teatral, diciendo sin importarle, “Sé que he morir, pero al tercer día resucitaré”. De la misma forma, cuando Jesús hace la pregunta, “¿quién dicen los hombres…?” lo hace no por sus dudas personales sino para reafirmar la fe y la misión de los discípulos. La misma respuesta de los discípulos presupone el conocimiento general de parte de la gente de la creencia en algunas formas de resurrección, que permitiría la reaparición de algunos profetas muertos como Jeremías, Juan el Bautista o Elías. Es por esto por lo que Jesús reformula la pregunta, “y vosotros, ¿quién decís que soy? (Mateo 16:15). Está claro que Jesús no espera la respuesta de Pedro, “tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”; ni menos aún la reprensión de Pedro, como agente de Satanás, instándole a rechazar los sufrimientos de la muerte, “de ninguna manera, esto te acontezca”. Sin embargo, Jesús les manda a sus discípulos que “a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo” (Mateo 16:20).
Primera predicción de su muerte
Este punto de no retorno en Cesarea de Filipo, marca el principio del final del ministerio de Cristo, como el primero de tres anuncios, indicando “que desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le convenía ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas; y ser muerto y ser levantado al tercer día” (Mateo 16:21-23; Marcos 8:31-33; Lucas 9:22). Los evangelios de Marcos y Lucas añaden importantes detalles: El primero, es el rechazo de Jesús por parte de todos los grupos que representan al judaísmo. Lucas les recordará más tarde: “acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo, Es menester que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores y sea crucificado, y resucite al tercer día” (Lucas 24:6b-7). El segundo detalle, muestra a Jesús hablando con audacia (parresia – claramente o con franqueza) al punto de que Pedro se atreve a retarlo en privado (epitimaō), para luego recibir él mismo los retos públicos de Jesús: “Apártate de mi, Satanás; porque no piensas (froneō) como Dios, sino a la manera de los hombres” (Marcos 8:32-33).
Segunda predicción de su muerte
El segundo anuncio de la muerte de Jesús ocurre seis días (según Mateo y Marcos), u ocho (según Lucas) después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Jesús se transfigura ante sus discípulos y recibe la visita de Moisés y Elías para preparar su éxodo o partida de la tierra.22 Jesús ya va de camino al sur, pues “su éxodo debe ser completado o consumado en Jerusalén”23 (Lucas 9:31). Marcos 9:10, indica que los discípulos discuten24 entre ellos acerca del significado de aquella expresión (el texto dice “palabra” en singular) de “ser levantado o resucitado de entre los muertos”.25 Los discípulos no comprenden la naturaleza de cómo opera la resurrección y están desconcertados sobre la misión de Jesús. Al parecer, quieren ver en este evento el cumplimiento de la profecía del profeta Malaquías sobre el retorno de Elías, pero son incapaces de entender el cómo. Después de la transfiguración, los discípulos, “volvieron a juntarse nuevamente en Galilea” (Mateo 17:22), quizás en secreto, ya que Jesús no quería que nadie supiese que él estaba allí (Marcos 9:30). El evangelio de Juan (7:1) precisa que Jesús no podía viajar libremente al sur ya que los judíos buscaban para matarle. En este contexto, Jesús anuncia nuevamente su muerte y resurrección: “ellos le matarán, pero él se levantará al tercer día”.26 Los discípulos ahora quedan extremadamente tristes (lupeō)27 (Mateo 17:23). Sin embargo, como Marcos dice, “ellos no entendían (agnoeō) o no captaban el sentido de esta palabra, y tenían miedo de preguntarle” (Marcos 9:32).
Jesús insiste: “Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres” (Lucas 9:44).28 Lucas 9:45, continúa, “pero ellos no entendían esta palabra (rēma) en el singular, pues les estaba velada para que no la entendieran”. En este solo versículo, Lucas despliega una repetición de tres verbos únicos, el primero, ignorar (agnoeō), implicando ignorancia absoluta. La razón es que el significado les está siendo velado (parakaluptomai), indicando algo que no puede entenderse ni a nivel intelectual como emocional (aisthanomai). El verbo aisthanomai —percibir, entender intelectualmente y con los sentidos, es usado sólo una vez en Lucas y en todo el NT.29 Igualmente, el verbo “ocultar” (parakaluptomai) es usado sólo una vez en Lucas y en el NT, con un sentido de “cubrir algo como con un velo” o “mantener algo en secreto”. En otras palabras, la selección de verbos no puede ser más enfática para justificar, en cierta forma, la ignorancia de los discípulos que no consiguen comprender el concepto ni la ‘palabra’ de la resurrección. No era el plan de Dios que lo entendieran todavía.30
Tercera predicción de su muerte
La tercera y última predicción de su pasión y muerte que Jesús hace a sus discípulos, ocurre al llegar a Jerusalén para la Pascua.31 Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) anuncian que el Hijo del hombre sería condenado por los jefes de los sacerdotes y por los escribas, y entregado a los gentiles para recibir una muerte violenta. Juan, que no menciona las tres predicciones, ni tampoco la frase “después de tres días” se refiere tácitamente a la resurrección en tres dichos del Hijo del Hombre, en los que el ser “levantado” aparece siempre en la forma pasiva (Juan 3:14; 8:28:12:33). Sin embargo, la más asombrosa diferencia entre los relatos es la adición lucana, que usa dos diferentes palabras para repetir lo que ya ha afirmado en la segunda predicción, que “ellos no comprendieron (suniemi) nada de estas cosas, y estas palabras les quedaban ocultas (kruptō), y no entendían lo que se les decía” (Lucas 18:34).
La cuestión del desconocimiento y la incapacidad para poder entender se repite nuevamente con cinco palabras en total. La ignorancia es completa y absoluta. Los discípulos no pueden ser acusados de desinterés o de mera apatía. Por alguna razón divina el significado de todas las palabras relativas a la muerte y resurrección de Jesús les es completamente ajeno. En resumen, pareciera que todas las predicciones de la pasión y resurrección de Jesús, incluso después en sus apariciones ya resucitado, crea en ellos un temor tal que ni se atreven a preguntar. Juan 21, informa que es solo después del milagro de la pesca que finalmente el discípulo amado es capaz de reconocer a Jesús. El lector se preguntará cuál fue el motivo de todas las predicciones previas si la ignorancia o la incomprensión por parte de los apóstoles parece haber sido adoptada intencionalmente.
Observaciones sobre los ungimientos de Jesús, antes y después de su muerte
Uno de los elementos que más sorprenden de la ignorancia de los seguidores de Jesús acerca de su resurrección, es el hecho que sus discípulos, especialmente unas mujeres, preparan especias para el ungimiento y el envolvimiento del cuerpo, incluso después de haber sido puesto en el sepulcro. En la última semana de la vida de Jesús, seis días antes de su muerte, según el evangelio de Juan,32 María hermana de Marta y Lázaro unge los pies de Jesús, en anticipo de su sepultura. Por lo menos así lo interpreta Jesús, “Déjala, para el día de mi sepultura ha guardado esto” (Juan 12:7b).33 De la misma manera, Mateo y Marcos reportan también la importancia del ungimiento del cuerpo como una “preparación para el entierro”.
Según Marcos, José de Arimatea “miembro noble del concilio que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús”. El sorprendido Pilato hace venir al centurión para asegurarse de que Jesús ya está muerto, luego le da el cuerpo a José, que sale a “comprar una sábana de lino fino” (Marcos 16:46), en que lo envuelve y deposita rápidamente en una tumba nueva de su propiedad.34 Este José, discípulo de Jesús, aunque secreto según Juan, es un hombre rico (Mateo), “justo y bueno que no había consentido en el acuerdo ni en los hechos acometidos”. (Lucas 23:51). Más adelante el evangelio de Juan incluye a Nicodemo en esta gestión, otro discípulo de la noche, que provee la exagerada cantidad de cien libras o treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y aloe para ungir el cuerpo de Jesús. De hecho, en el evangelio de Juan, las mujeres no hacen preparación para ungir el cuerpo. Al parecer, los otros evangelistas desconocen los planes de Nicodemo. Aún más, Mateo y Marcos subrayan que José es quién coloca la roca que cierra el sepulcro.35 Marcos y Lucas afirman que las mujeres que vinieron desde Galilea (cf. Lucas), incluida María Magdalena y las “otras muchas mujeres” (Marcos 16:41) conocían el lugar de la tumba, pero parecen ignorar la primera preparación del cuerpo de Jesús, pues compran y preparan ungüentos, “después de que había pasado el sábado” (Marcos 16:1) es decir, después de la puesta del sol36, para ungir el cuerpo de un Jesús, que había sido enterrado de prisa, ya que el sábado estaba comenzando.37 Como se aprecia, los discípulos secretos de la noche, José de Arimatea y Nicodemo38 no son conscientes del anuncio de la resurrección o incluso no saben nada acerca del anuncio sobre la resurrección al “tercer día”, ausente en el evangelio de Juan. Ya mencionamos que, en el evangelio de Juan, las hermanas María y Marta parecen estar confundidas por el dicho de Jesús acerca de la resurrección, como también los seguidores de Jesús que comieron en la multiplicación de los panes, aunque creen que habría una “resurrección en el día final”, ya que Jesús repitió ese dicho cuatro veces.39
El domingo de mañana, después de descansar de acuerdo con el mandamiento (Lucas 24:1), las mujeres van a la tumba a ungir el cuerpo de Jesús. Los lectores del evangelio de Juan, saben, sin embargo, que María Magdalena no va al sepulcro a ungir a Jesús, pues Nicodemo y José ya habían “puesto el cuerpo allí” (Juan 19:42). El texto dice que María “va sola aún de noche” (todos los verbos aparecen conjugados en singular), sin embargo, cuando corre a informar a Pedro y a los demás discípulos que alguien ha removido la piedra y que el cuerpo de Jesús lo ‘han llevado a otro lugar’, el texto presenta un conflictivo plural, ya que ella dice “nosotros no sabemos donde lo han puesto” (Juan 20:2). Ella tampoco espera que Jesús haya resucitado, sino que “alguien” (en plural) han quitado el cuerpo. Aunque Pedro y el otro discípulo después de entrar a la tumba comprueban que el cuerpo ya no estaba, no prestan atención al hecho de que los lienzos siguen allí, incluido “el lienzo de la cabeza, enrollado en un lugar aparte” (20:7). De hecho, el autor ya ha repetido tres veces la misma frase “los lienzos estaban colocados allí”. El texto es breve, aunque sólo habla que el discípulo amado “entró… y creyó, porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitara de los muertos. Por lo tanto, los discípulos retornaron nuevamente a los suyos” (Juan 20:8-10).
Las razones que movieron a María Magdalena a permanecer más tiempo ante el sepulcro son inciertas, tal vez, meditando por qué estaban los lienzos todavía allí, y quién habría sacado el cuerpo, pero queda en el sepulcro “llorando”. Luego, cuando conversa con los dos ángeles que aparecen en el lugar preciso donde había estado el cuerpo de Jesús, ante la pregunta “¿Por qué lloras?”; ella responde “ellos se han llevado a mi Señor” y el texto vuelve del plural al singular al decirles a los ángeles que están en la tumba y “yo no sé donde le han puesto” (Juan 20:13). Inmutable durante esta insólita conversación con dos extraños, ella continúa en el sepulcro llorando, cuando nuevamente sola “ve a Jesús” aunque “piensa que es el jardinero” (Juan 20:14-15), casi culpándole por haber sacado el cuerpo de Jesús: “si tú te lo has llevado, dime donde lo has puesto y yo lo llevaré” (20:15). Esta afirmación requiere que esta discípula (presuntamente muy fuerte y musculosa) continúa sin ningún atisbo de esperanza en la resurrección. ¡Y es precisamente Jesús quién la sacará de su estado de ignorancia!
Los encuentros con Jesús resucitado y el papel de las mujeres en la proclamación de la resurrección
Saber exactamente la identidad del grupo de mujeres de Galilea presentes en la crucifixión y resurrección (cf. Lucas) ha sido un puzle para los estudiosos. Durante la crucifixión, varias de ellas son mencionadas por nombre. Mateo menciona a María Magdalena, María madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 27:56). Marcos clarifica que la madre de Santiago el menor, es la misma que la madre de José y añade otra mujer llamada Salomé. El evangelio de Juan enumera por su parte a cuatro mujeres: en primer lugar, a María madre de Jesús y a la hermana de su madre, es decir, su tía;40 a otra María, esposa de Cleofas41 y a María Magdalena. Varias mujeres son también las primeras testigos de la resurrección de Cristo. Mateo y Marcos mencionan a María Magdalena y a otra María (en Mateo), la María madre de José (Marcos 15:47). También se incluye en este grupo a la madre de Santiago y a Salomé (Marcos 16:1). Lucas (24:10), también menciona a tres mujeres por nombre, pero añade otras sin nombre, refiriéndose a un grupo de mujeres en plural; María Magdalena y Juana, y María madre de Santiago “y las demás con ellas”. Juan menciona a María Magdalena en singular como si fuese la única mujer que fue a la tumba, aunque luego, en el siguiente versículo le hace declarar en plural, “Nosotros no sabemos donde le han puesto” (Juan 20:1-2).
Ninguna de estas mujeres pareciera estar al corriente del concepto de la resurrección. Tras la aparición del ángel del Señor (Mateo), o del joven vestido con ropas blancas (Marcos), o de los dos jóvenes con ropas resplandecientes (Lucas), ellas serán realmente las anunciadoras de la resurrección, repitiendo las palabras de los ángeles: “no está aquí, porque ha resucitado”. Es interesante observar que ellos parecen “reprender” a las mujeres en el sepulcro: “¿Por qué seguís buscando42 entre los muertos al que está viviendo?43 Esto implica que ninguno de los discípulos, incluidas las mujeres, esperaban la resurrección. Las mujeres dejan el sepulcro “temblando de miedo” a la vez que “con gran gozo” (Mateo, Marcos). Lucas precisa que los dos jóvenes (o ángeles) quienes les hacen recordar las predicciones de Jesús de que al tercer día él resucitaría. Lucas es también el primer evangelista en clarificar, y tácitamente explicar que las mujeres “recordaron sus palabras” siendo el primer grupo de discípulos que inteligentemente entendieron la realidad de la resurrección. Lucas no menciona, como lo hacen Mateo y Marcos, que las mujeres estaban asustadas temblando, y menos aún que huyeron de la tumba. Lucas explícitamente dice que “ellas le dijeron todo esto a los once y a todo el resto” (24:9). Menos aún, como Marcos en el final de su libro44 que dice que las mujeres salieron “huyendo sin decir nada a nadie” (Marcos 16:8). Desafortunadamente, las primeras proclamaciones de la resurrección “les parecían locuras … y no las creían” (Lucas 24:11), dando a entender que las mujeres estaban contando historias increíbles (Lucas 24:22-24).
Los debates sobre la custodia de la tumba
Como hemos visto, nadie, ni siquiera los discípulos (hombres o mujeres) esperaba que Jesús resucitara. Tal vez haya una insólita excepción: pudiera ser que los jefes de los sacerdotes y fariseos, transgrediendo sus leyes sobre el reposo del sábado, visitan a Pilato y le piden que destaque una guardia romana al cuidado de la tumba durante el sábado (Mateo 27:62-66). Mateo es el único evangelio que informa sobre este detalle. Pero tiene cuidado en no mencionar directamente que es en sábado cuando los jefes de los sacerdotes y los fariseos, “se reunieron… ante Pilato”, sino que formula su frase refiriéndose al “día siguiente después de la preparación”, tal vez así no queriendo incriminar cualquier susceptibilidad de transgredir la ley. Un distinto relato es presentado en el evangelio de Juan que sobreentiende una relación más ambigua con las autoridades judías, afirmando que el discípulo amado, “era conocido” de la casa de Caifás (Juan 18:15) describiendo la conducta de los sacerdotes como guardianes concienzudos de la ley, al mismo tiempo que, casi con ironía y burla, señala que no quieren entrar al praetorium para evitar contaminarse antes de comer la Pascua. También los presenta preocupados por poder hacer descolgar de las cruces los cadáveres de los ajusticiados antes de la puesta de sol, “pues aquel sábado era de gran solemnidad, rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas y fueran quitados de allí” (Juan 18:28; 19:31). Mateo cambia el lenguaje para identificar el día de la resurrección (Mateo 28:1) declarando explícitamente, que “pasado el sábado”45 y luego precisando “al amanecer del primer día de la semana”, para evitar confusiones sobre el terminar y empezar del nuevo día de acuerdo con tradiciones judías que marcan el comienzo del nuevo día a la puesta de sol.46
Es casi irónico observar que los jefes de los sacerdotes y fariseos son los únicos que recuerdan las palabras de Jesús: “Señor nos acordamos de que aquel mentiroso, estando en vida dijo: ‘después de tres días, resucitaré’”. Esto hace que, si no eran creyentes de las palabras de Jesús, al menos esperaran algo relacionado con la resurrección de Jesús, temiendo que los discípulos robasen el cuerpo y hablasen después de resurrección. Aunque los evangelios dan a entender que las predicciones de la resurrección siempre fueron hechas sólo para el círculo interno de discípulos y no en sermones o proclamaciones públicas, es interesante observar que los líderes están al tanto de esas predicciones. ¿Tendrían éstos algunos espías o conspiradores/traidores dentro del grupo de discípulos? Quizás recibieron la tradición oral de los dichos de Jesús, o a lo menos muestra que están bien informados sobre Jesús (cf. Juan 11:47-48).47 Raro sería desconfiar de Nicodemo o José de Arimatea que eran miembros de ambos grupos, o tal vez otros que pertenecían al Sanedrín y al grupo de jefes de sacerdotes de los fariseos, como luego el libro de los Hechos aclarará que muchos habían creído en él. Es improbable también que los anuncios de la resurrección hayan formado parte de la predicación y de la proclamación del reino de Dios por parte de los discípulos antes de la resurrección (Lucas 9:1-6; 10:1-12).
Es casi evidente que la petición de una guardia de soldados romanos a Pilato no se basa en que los sacerdotes creyesen la afirmación de Jesús, sino en la sospecha de que los discípulos pudiesen robar el cuerpo y fuese “el último engaño peor que el primero” (Mateo 27:64). Aún más, el verbo acordarse (mimneskomai) en forma pasiva (Mateo 27:63) podría ser traducido como “se nos ha recordado a nosotros”, o “fue llamada a nuestra atención”48. Otros usos del mismo verbo suceden después de la resurrección cuando los hombres con vestiduras resplandeciente les dicen a las mujeres, “recordad lo que él os dijo” (Lucas 24:6, 8).49 En otras palabras, las mujeres son llamadas a recordar, en ambos casos; esta parece ser aquí la intención del uso del ‘divino pasivo’. Aún más, cuando Lucas 24:8 afirma claramente que las mujeres, “recordaron las palabras de Jesús”, la conjugación del verbo es la misma que antes.50 Similarmente, Juan usa la misma conjugación de ese verbo al explicar la entrada triunfal en Jerusalén. Jesús asciende la colina sentado en un novillo como un rey, los discípulos no le reconocen la intención entonces, pero luego después de la glorificación de Jesús —es decir, después de su resurrección— “ellos se acordaron’ o mejor aún, “ellos fueron recordados” que todas estas cosas habían sido escritas acerca de él (Juan 12:16).
Concluimos que los sacerdotes y fariseos son los primeros en establecer la primera teoría del robo del cuerpo de Jesús por parte de los discípulos, mintiendo así al pueblo y a la historia. Mateo necesita aclarar tal acusación, declarando que los sacerdotes junto con los ancianos del concilio decidieron sobornar a la guardia romana y “dieron mucho dinero a los soldados” (Mateo 28:12) tras entregar un falso informe a Pilato.51
Otro detalle a aclarar es la traducción en ciertas versiones inglesas y en español de Mateo 28:1,52 donde se mezclan los dos complementos de ambos verbos –entrando y anunciando, unidos por la añadidura de la conjunción “y” dando así la sensación de que los soldados entraron en la ciudad anunciando la resurrección de Jesús a todo el mundo, y luego también, a los sacerdotes. La gramática del griego identifica los complementos por separado para cada participio; es decir, el participio “entrando” tiene como complemento circunstancial53 (en acusativo) solamente “a la ciudad”. Y el verbo principal en la frase “ellos anunciaron” solo corresponde a “a los jefes de los sacerdotes” (en dativo). Aunque el texto dice que los soldados “contaron todo” es decir, que probablemente dijeron la verdad acerca de que Jesús había salido de la tumba, como anunciadores de la resurrección de Jesús, su testimonio fue solo para los sacerdotes que luego lo negarían todo. Los sacerdotes, que tenían poder y autoridad incluso para “persuadir” (peisomen) al propio Pilato, temen que “si esto lo llega a escuchar el gobernador” (Mateo 28:14) tendrían problemas, divulgan la noticia de que cuerpo de Jesús había sido robado por sus discípulos. Conocedores de las implicaciones políticas y demás que podría tener el caso, y sabedores de que no podrían hacer callar al pueblo, tenían la certeza que la noticia de la resurrección sería anunciada por toda Jerusalén. Este hecho es una de las razones por la cual no se puede negar la resurrección de Jesús como un hecho histórico.
El problema es que esta mentira es completamente inverosímil, “Decid vosotros: sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron, estando nosotros dormidos. Y si esto lo oyere el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo” (28:13-14). El NT, aclara que los sacerdotes y el concilio también tenían soldados y guardia (cf. Hechos 4:5-6; 5:22, “policía del templo”; 5:24, 26, “capitán de la policía del templo”), lo que hace todavía más falsa la mentira de que soldados romanos entrenados para guardar vigilia, primero durmieran, y segundo les robaran el cuerpo que vigilaban. Además, es ilógico pensar que si estaban durmiendo pudieran saber que fueron los discípulos54. Sobre la posibilidad de que los soldados romanos aceptaran sobornos es notorio en fuentes y bíblicas (Hechos 24:26) y extra bíblicas.55 Mateo, escribiendo varios años después de estos eventos, actualiza que “este dicho— es decir la mentira- se divulgó ampliamente entre los judíos hasta hoy” (Mateo 28:15).
El lugar del sepulcro y diferentes teorías sobre la tumba vacía
Desde temprano en la historia, se han desarrollado diferentes teorías sobre el lugar donde fue sepultado Jesús. Hoy, miles de peregrinos visitan en Jerusalén al menos dos lugares distintos como emplazamientos del sepulcro. El más antiguo, que es venerado por las iglesias Católica Romana, ortodoxa y Armenia, se venera desde los primeros siglos del cristianismo, en la llamada “Iglesia del Santo Sepulcro”. El otro lugar, mucho más reciente (sólo propuesto desde el siglo XIX por un militar británico), se encuentra fuera de la muralla medieval de Jerusalén, en un huerto conocido como el Jardín de la Tumba, donde hay, en efecto, una tumba de estilo greco-romano del primer siglo, que hoy muchos protestantes visitan como una posibilidad alternativa.
Otros, a partir de los evangelios, han querido lanzar otras teorías como la tradición basada en una declaración del Arzobispo Hypatius de Éfeso del año 536, alegando que Jesús “fue echado fuera, desnudo y sin ningún enterramiento, para luego ser enterrado en la tumba de José de Arimatea”.56 Esta tesis, está basada en la idea de que Jesús predice su muerte por parte de los líderes de la nación, con la parábola de los trabajadores de la viña que matan al hijo heredero y lo “tiran” fuera de la viña (Marcos 12:1-12; Mateo 21:33-46; Lucas 20:9-19). La secuencia es ligeramente distinta en los sinópticos —los viñadores, de acuerdo con Marcos, matan al hijo y luego lo arrojan fuera de ella. Mateo afirma la secuencia de tomarlo o arrestarlo y echarlo fuera, donde lo matan. Lucas evita en esta parábola el verbo tomar (lambanō) usado por Mateo y Marcos, pero la muerte ocurre afuera de la viña. Según Brown, se trata de una tradición “que no encuentra respaldo bíblico”.57 La tradición medieval de la iglesia recoge que esta indicación de los evangelios permite un lugar de enterramiento diferente.
Existen otras teorías sobre la resurrección y las razones de la tumba vacía que varían de lo ridículo a lo extravagante. Los defensores del método histórico crítico, al no poder probar la resurrección, por no ser un proceso repetible —uno de los tres axiomas que exigen para aceptar la historicidad plena— niegan los milagros, ignorando las diferencias entre el Jesús “histórico” y el Cristo “de la fe” o de la “gloria”. Ellos hablan de “metáforas sobre la resurrección” y de “visiones espiritualizadas”58 o de “experiencias de alucinaciones inducidas por complejos de culpa”, y finalmente que “ya que Jesús no se levantó de los muertos, los cristianos tampoco razonablemente, pueden esperar ninguna forma de inmortalidad”; o tácitamente, “la resurrección de Jesús no es un evento histórico, y por lo tanto, él no vendrá otra vez” y por lo tanto, constituye “un engaño histórico mundial”.59 Otros la interpretan espiritualmente: “Basada sólidamente en la erudición histórica, esta conclusión es muy liberadora, pues me ayuda a ver que la ‘resurrección’ debe ser entendida metafóricamente aplicándola a mi propia vida—en la cual nosotros nos encontramos, como si estuviéramos en una pequeña balsa a la deriva en el vasto, obscuro océano… y finalmente la muerte nos llegará a todos”.60
Ya observamos que mientras los eruditos y el público en general no acepten las enseñanzas de las Escrituras sobre el proceso de la muerte, no lograrán aceptar el milagro de la resurrección. Solo para mencionar algún ejemplo, Dale Allison (citado por Licona en su libro Resurrecting Jesús), aunque afirma que “Dios no abandona la materia (matter), sino que la redime” y que la resurrección de Jesús provee “esperanza de una vida después de esta”, asegura que las apariciones de Jesús son solo experiencias post-morten, similares a las apariciones llamadas de “sentido de presencia” (SOP, “sense of presence” en inglés) que algunos dicen experimentar, y por lo tanto, que “una resurrección corporal es imposible por las distinta composición molecular siempre en estado de cambio”. Alegan en contra de la resurrección razones similares a las invocadas por los saduceos con el cuento de los siete hermanos que se casan sucesivamente con la misma mujer (cf. Lucas 22), como por ejemplo, los casos de seres humanos comidos por animales y éstos a su vez comidos por otros seres humanos, etc.61
Otras teorías machistas y ridículas acusan a las mujeres, atacándolas de tontas, porque se equivocaron de tumba. Lo cual es completamente imposible, porque el texto claramente dice, “y le vieron donde le colocaron” y “aún más: el mismo José de Arimatea, ahora convertido en discípulo, hubiera podido indicarles la tumba de su propiedad”.62 Otros arguyen que las mujeres, no sabían que José y Nicodemo habían ungido ya el cuerpo, y por eso lo quieren hacer ellas. Pero eso sería ignorar que estos miembros del concilio eran también discípulos conocidos. La teoría más antigua y bien conocida por Mateo, hace referencia a que los sacerdotes acusan a los discípulos de Jesús de haber robado su cuerpo para así dar cumplimiento a la profecía anunciadora de la resurrección. Según Mateo, esto es mentira, porque la misma tumba vacía da testimonio de ello. De acuerdo con Juan, los discípulos se escondieron por miedo y no por haber robado el cuerpo, no sólo el día de la resurrección sino también, una semana después cuando Jesús se les aparece por segunda vez.
Otras apariciones de Jesús resucitado, y resurrección especial de “las primicias de entre los muertos”
El NT, da testimonio de que no sólo las mujeres, sino que también Pedro (Lucas 24:33), los demás apóstoles, los discípulos de Emaús, Pablo y más de quinientas personas (1 Corintios 15:3-8) confesaron haber visto a Jesús resucitado. Juan (21) y Lucas (24), resaltan que, al Jesús resucitado, los discípulos le tocan (cf. Tomás, Juan 21:27-29), y aún más evidente, que come con ellos (Juan 21:15). Jesús mismo satisface las preguntas de los discípulos y refuta las creencias populares de su tiempo de que no es un fantasma cuando afirma que “los espíritus no tienen carne ni huesos, como veis que yo tengo” y luego les pide algo de comer y come “pez asado y un panal de miel” (Lucas 24:39-43).63
El evangelio de Mateo, nos dice que, al momento de la muerte de Jesús, ciertas “tumbas fueron abiertas y muchos cuerpos de los santos que dormían, resucitaron o fueron levantados, entraron a la ciudad santa y aparecieron a muchos” (Mateo 27:52-3). Este texto no dice que estos cuerpos fueron reunidos con el alma que bajaron del cielo64, sino que evoca el proceso de la muerte como “un sueño”. Estos santos fueron resucitados como primicias, símbolos de la resurrección final, y “salieron fuera de las tumbas”. Para Mateo, estas son alusiones al cumplimiento de la confirmación de Jesús como Mesías, como primicias de las promesas de Ezequiel 37:21-13; Isaías 26:19, y Daniel 12:2, donde usa casi la misma construcción del griego de la versión de los Setenta (LXX). Los terremotos que ocurren a la muerte de Jesús y cuando el ángel se sienta en la roca, y las tinieblas por tres horas de las que habla Lucas, son claramente señales cósmicas que Jesús profetizó como cumplimiento escatológico del principio de una nueva era65. Es interesante notar que los textos de los profetas citados arriba no dejan ninguna posibilidad de la existencia de cuerpos etéreos, sino que hablan de “los moradores del polvo” como una clara alusión a los que duermen en el Señor.66 Es cierto que Mateo, no nos informa acerca de lo que pasó después con esos santos resucitados, si luego ascendieron con Jesús, o siguieron viviendo en la tierra y después murieron una segunda muerte. El autor de Hebreos recuerda más tarde que “algunas mujeres recibieron sus muertos por la resurrección” (Hebreos 11:35) como eventos pasados, mientras que otros esperan una “mejor resurrección”. Ciertamente la decisiva, la última resurrección de los santos al momento de la parousia (1 Corintios 15:23).
Algunos estudiosos presentan comparaciones entre los evangelios y lo que Pablo dice en 1 Corintios 15; 2 Corintios 4:5-5:10, dando a entender que existen serias incongruencias y confusiones. Aquí Pablo presentaría un Jesús resucitado con un cuerpo “glorificado” (Filipenses 3:21) o “espiritual” (1 Corintios 15:3, 44, 50) diferente al de carne y hueso y que come en los evangelios, mientras que la segunda epístola a los Corintios muestra una resurrección de Jesús más “helenística”.67 Sin embargo, hay que notar que las explicaciones que Pablo hace en 1 Corintios 15 se aplican a la futura resurrección de los seres humanos que pasan de tener un cuerpo “natural o animal” (sōma psychikon) a ser resucitados con un “cuerpo espiritual” (sōma pneumatikos). Pablo a los Filipenses claramente habla de nuestra “vivienda” o “ciudadanía está en los cielos de donde esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará el cuerpo de nuestro estado de humillación conformándolo al cuerpo de la gloria suya” (Filipenses 3:20-21). Tanto en Corintios como en Filipenses, Pablo está hablando sobre la transformación de un cuerpo de pecado a uno espiritual.68 Pero de acuerdo al NT, aunque Jesús tuvo un cuerpo humano natural, no se puede afirmar que Jesús tuvo un cuerpo de pecado.69 Para los primeros creyentes, el testimonio de Pablo a los Corintios, casi veintisiete años después, que muchos de los que vieron a Jesús, “aún viven y otros ya duermen” (1 Corintios 15:6) era una realidad innegable. Así que, concluyendo con los evangelios, sobre la base de la Biblia es imposible refutar la historicidad de la resurrección.
El libro de Michael R. Licona, es uno de los más completos en analizar los puntos de vista de los historiadores y de “sus primos” los profesionales bíblicos sobre la resurrección. Licona prueba con un estudio historiográfico de documentos bíblicos y de la primera era cristiana, la afirmación que la resurrección del cuerpo es una realidad corporal y no “etérea”, que ocurre al fin de los tiempos, y “no a la muerte de los creyentes”.70 El problema es que Licona, como la mayoría de los evangélicos, no cree en la muerte como el momento terminal de la vida, es decir, en la muerte como símbolo del descanso o sueño hasta la resurrección, sino que cree en la inmortalidad del alma que nunca muere, solo se “transforma” o “cambia” o altera con él, la mayoría de los cristianos basan su creencia en una lectura literal de 2 Corintios 5:8-9, “tenemos confianza y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo y presentes en el Señor”, como una expresión que después de la muerte ascenderíamos al cielo a estar con Dios. El problema lo tienen cuando hay que explicar que, si el alma está ya en el cielo, cual es propósito de unirla a un cuerpo resucitado, y que tipo de cuerpo sería este. De hecho, las diversas interpretaciones cristianas sobre el cuerpo resucitado van desde un cuerpo etéreo, diferente al de Jesús después de su resurrección, a uno físico transformado. Sus problemas de interpretación provienen de que no entienden la posición bíblica sobre la naturaleza humana y el estado de los muertos, y de que Pablo habla de cuerpo animal como una referencia al cuerpo de pecado71.
La resurrección de Jesús en los evangelios, es el modelo que nos ayuda a comprender en qué consistirá la resurrección de los santos. Es necesario recordar varios puntos importantes: Jesús descansó en la tumba desde su muerte hasta el domingo de resurrección. Nada de lo que constituía el Jesús humano, como su ser interior, su personalidad, al morir subió al cielo, ni estuvo con Dios, para luego volver a la vida el domingo. Como “alma viviente” su vida terrenal murió, no subió a Dios. Jesús categóricamente le explica a María Magdalena, “aún no he subido al Padre” aún más, “estoy ascendiendo al Padre” (Juan 20:17). Mateo claramente expresa que su espíritu o aliento de vida, salió de él, es decir, expiró y murió, pero nada de su identidad como persona fue al Padre72. Creer que el alma de Jesús, o de Lázaro, a quién resucitó Jesús, ascendieron al cielo, y luego después de 3 o 4 días volvieron a la tierra para unirse a sus cuerpos, haría falso el testimonio del propio Jesús en el evangelio de Juan. Finalmente, la resurrección de Jesús y sus distintas apariciones a sus discípulos requieren que varios elementos humanos de su personalidad continúen para su identificación. María Magdalena es capaz de reconocer la voz de Jesús. Los discípulos le ven, le tocan, y ante la idea peregrina de que puede ser un fantasma, Jesús asegura que los fantasmas no tienen “carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:40), ni tampoco comen (Lucas 24:41, tras lo que Jesús les pide: “¿Tenéis aquí algo de comer?” cf. Juan 21). Luego Jesús camina por la playa, prepara el desayuno para sus discípulos y aparentemente nuevamente come pescado y pan con ellos.
De todas las apariciones de Jesús a sus discípulas hay una que es particularmente corta pero importante, cuando las mujeres, obedientes al mandato del ángel como buenas evangelistas y primeras proclamadoras de la esperanza de la resurrección, dejan el sepulcro “rápidamente con gran temor y gozo” (Mateo 28:8). Una combinación que Mateo describe cuando se recibe a ángeles. El texto habla de proclamar (apangellō). Estas apóstoles o enviadas están haciendo ahora el trabajo de ángeles—de mensajeras e intérpretes de Jesús73. Interesantemente, el verbo “correr” se menciona varias veces en estas narrativas. Discípulos y mujeres corren a comunicar las noticias a los otros discípulos. Luego, como algo que no estuviera planeado “Jesús les sale al encuentro”,74 frase marcada por la expresión griega de asombro y sorpresa (idou). Como movido por una necesidad de verlas y consolarlas, Jesús les saluda con una salutación de regocijo: “salve” o “saludos” (equivalente a “sean felices”), a lo que ellas responden reconociéndole y tocándole los pies en adoración postradas hacia el suelo. El gesto es típico de la adoración a Dios (proskuneō). Las primeras palabras de Jesús son escasas y casi innecesarias: “no temáis”. Las mujeres obedientes, aunque descritas por Mateo llenas “de temor, pero con gran gozo” han reconocido a Jesús. Pareciera que Jesús se toma tiempo para consolarlas. Pero ellas no necesitan más instrucciones pues ya corren como proclamadoras de la resurrección. Los discípulos reciben de Jesús el hermoso título de “mis hermanos”.75
La visita de Cleofas y su esposa María a los discípulos, confirma que las mujeres cumplieron su deber como predicadoras de la resurrección, aunque los varones discípulos y otros al principio no les creyeron (Lucas 24:23; Marcos 16:11). El final de Marcos (16:12-13), también afirma el testimonio de los dos caminantes a Emaús sin dar nombres (“dos de ellos”), que aunque volvieron a los 11 y el resto de discípulos, “ellos tampoco creyeron”. ¿Posiblemente, por tratarse del testimonio insuficiente de dos testigos, por ser mujer uno de ellos? Lucas comienza y termina el evangelio con una pareja de hombre y mujer. Empieza con Simeón y Ana, que esperan el Mesías y la redención de Israel, para salvación a todos los gentiles (Lucas 1:32, 68-69; 2:11, 26, 30-32, 38). Ahora parece terminar también con otra pareja, formada por Cleofas y María su esposa, portadores de un mensaje de inclusión, de un Mesías y de su ofrecimiento del perdón de pecados a todas las naciones (Lucas 24:47).
La ascensión de Jesús
Como parte de los anuncios de Jesús sobre su muerte y resurrección, los discípulos recibieron instrucciones que debían volver a Galilea, específicamente a una montaña (cf. Mateo 26:16), donde Jesús estaría esperándoles (Mateo 26:35, Marcos 14:28). Además, los ángeles durante la resurrección y también Jesús (Mateo 28:7:10; Marcos 16: 7) recuerdan a las mujeres que no olviden de anunciar este mandato. Una lectura precisa de los evangelios revela que la ascensión de Jesús es solo mencionada por Lucas (Lucas 24 – Hechos 1). Mateo y Marcos terminan con el encuentro de Jesús con sus discípulos, dándoles la gran comisión de predicar el evangelio, sin explicar el desenlace de su ministerio en la tierra. En el evangelio de Juan no hay gran comisión, ni ascensión, el ministerio de Jesús concluye con la restitución de Pedro como “pastor” junto al mar de Galilea tras una multiplicación de los peces, parecida a otro evento similar durante el ministerio de Jesús. Sin embargo, Juan presenta vislumbres de la ascensión cuando Jesús promete que va a preparar un lugar “en la casa de mi Padre” (Juan 14:1-3). Pero el evangelio nunca describe cómo Jesús asciende al cielo, ni siquiera hay una declaración teológica como en Marcos, que dice “que Jesús se ha sentado a la diestra del Padre” (Marcos 16:19).
Lucas es el único evangelista que menciona que Jesús permanece en la tierra por cuarenta días después de su muerte (Hechos 1:3) hasta su ascensión desde una montaña de Betania del sur (Lucas 24), cercana al Monte de las Olivas (Hechos 1:6-11), a unos kilómetros de Jerusalén. Lucas tampoco menciona que los discípulos deban ir a Galilea. Jesús promete la recepción del Espíritu Santo con el mandato de permanecer primero en Jerusalén hasta el cumplimiento de la promesa e ir a predicar primero a Judea, luego Samaria, y después hasta el fin del mundo.
La ascensión de Jesús cumple el propósito teológico de anunciar el ministerio celestial de Jesús de intercesión a la diestra del Padre. Este tema es desarrollado por Lucas en Hechos de los Apóstoles, en Pablo, en el libro de Hebreos y en el Apocalipsis. El ministerio celestial de Jesús se presenta como una continuación en el presente de la vida de la iglesia cristiana. Lucas lo afirma con dos infinitivos en el presente “sobre todo lo que Jesús comenzó para hacer y enseñar” (Hechos 1:1). La invitación a la iglesia es “arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, para que sus pecados puedan ser borrados, y vengan los tiempos de refrigerio de la presencia del Señor y que él pueda enviar al Mesías, establecido para ustedes, esto es Jesús, quién debe permanecer en el cielo hasta el tiempo de la restauración universal que Dios ha anunciado”.76 Esta es la comprensión del ministerio celestial de intercesión de Jesús, mientras la iglesia espera su retorno, la bendita esperanza.
Comentarios de Elena de White
Elena de White, menciona o interpreta varios incidentes y detalles extra bíblicos, que no aparecen en las Sagradas Escrituras, referente a la resurrección que necesitarían muchas páginas para enumerarlos. Haremos sólo un resumen de algunos puntos más importantes.77
Uno de los elementos que sorprende al leer a White, es su aparente conocimiento de las reacciones psicológicas de los líderes judíos durante el sábado de reposo de la Pascua, por ejemplo: “Temblaron temiendo que Cristo mismo resucitase de los muertos y volviera a presentarse delante de ellos… poco pudieron descansar el sábado”78 mostrando así una culpabilidad y conocimiento de que Jesús resucitaría al tercer día.
La existencia del fragmento de un evangelio apócrifo de Pedro,79 supuestamente escrito durante el tiempo de los apologistas del segundo al cuarto siglo, informa varios detalles que concuerdan con los evangelios. Lo más probable es que estén basados en tradiciones orales y no escritas. Sin embargo, da detalles que los evangelistas no mencionan, como que la tumba fue sellada con siete sellos de cera y que no sólo soldados vigilaban la tumba, con su centurión de nombre Petronio, sino que también los ancianos de los judíos pernoctaron allí en una carpa, siendo testigos de la resurrección.80 Similar y curiosamente, Elena de White menciona la cantidad de cien soldados montando guardia ante la tumba81 y “las sogas que aseguraron con el sello romano”. Se menciona este texto solo porque algunos detalles también los cita Elena de White en el El deseado de todas las gentes, como que el ángel que descendió del cielo rompió el sello, y la voz del cielo que se dirige a Jesús diciendo “tú Padre te llama”.82 Aunque Elena de White es contemporánea del hallazgo del evangelio apócrifo, no nos consta que tuviese conocimiento de ese hallazgo.83
Otro detalle que White menciona, es que los líderes judíos circularon el informe que “Jesús no había muerto en la cruz, que sólo se había desmayado (fainted) y luego resucitado”. Otro rumor mentiroso afirmaba que “que no era el cuerpo real de carne y hueso sino uno que se parecía al que habían puesto en la tumba”.84
Conclusiones
Los cristianos consideramos la resurrección de Jesús como el modelo que tendrá lugar en la resurrección final de los tiempos, cuando las promesas de Dios transmitidas por los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento se cumplan. Los evangelios no describen el proceso del ‘cómo’ de la resurrección, pero lo afirman como una certeza innegable. Jesús resucitó. Todo el Nuevo Testamento, desde los evangelios hasta el Apocalipsis, proclama y espera la resurrección de los justos al momento de la parousia—la segunda venida del Señor. Negar la resurrección corporal de Jesús implica negar, a su vez cualquier esperanza de vida eterna.
Palabras y conceptos claves
- Parousia
- Resurrección corporal vs. etérea
- Sepulcro de Jesús
- Estado de los muertos
- Inmortalidad del alma
- Historicidad de Jesús y de los evangelios
Preguntas de estudio
- ¿Por qué la esperanza de la resurrección es tan necesaria e importante para el creyente?
- Explique el proceso de la muerte y la creencia popular de la inmortalidad del alma.
- ¿Por qué esta explicación es necesaria para entender la resurrección corporal de los muertos?
- ¿Por qué los evangelios hablan poco de la ascensión de Jesús?
- Cómo explicar los detalles mencionados por Elena de White sobre los eventos de la resurrección de Jesús no contenidos en los evangelios?
Bibliografía sugerente para profundizar
Brown, Raymond. La muerte del Mesías: Desde Getsemaní hasta el Sepulcro. Comentarios a los relatos de la pasión de los cuatro Evangelios. Estela, Navarra: Editorial Verbo Divino, 2006.
Brown, Raymond. A Risen Christ in Eastertime: Essays on the Gospel Narratives of the Resurrection. Collegeville, MI.: The Liturgical Press. 1991.
Ferguson, Everett. Backgrounds of Early Christianity. 3a ed.; Grand Rapids, MI.: Eerdmans, 2003.
Keener, Craig S. Acts: An Exegetical Commentary. Vol 1-4. Grand Rapids, MI.: Baker Academics, 2014.
Licona, Michael R. The Resurrection of Jesús: A New Historiographical Approach. Downers Grove, IL.: InterVarsity, 2010
Sanders, E. P. The Historical Figure of Jesús. London: The Penguin Press, 1993.
Strauss, Mark. Four Portraits, One Jesús: An Introduction to Jesús and the Gospels. Grand Rapids, MI.: Zondervan. 2007, 2020.
Wright, N.T. The Resurrection of the Son of God. Minneapolis: Fortress Press, 2003.
White, Elena de. El deseado de todas las gentes, existen varias ediciones desde 1898.
1 Raymond E. Brown, La muerte del Mesías: Desde Getsemaní hasta el Sepulcro. Comentarios a los relatos de la pasión de los cuatro Evangelios (Estela, Navarra: Editorial Verbo Divino, 2006). Sin duda el mejor comentario sobre las narrativas de la pasión.
2 Homero, Iliada 23.99-107; Odisea, 11.93s. Incluso el AT rechaza la visita de Saúl a la mujer con espíritu de adivinación pretendiendo supuestamente ver a Samuel (1 Samuel 28; cf. 1 Pedro 2:4).
3 Colección de más 70 libros que los rabinos reunidos en el año 98 d.C. en la localidad de Jamnia; puerto mediterráneo, no reconocieron como autoritativos o como parte del canon bíblico.
4 E. P. Sanders, Jesús and Judaism (Minneapolis: Fortress Press, 1985), 237.
5 N. T. Wright, The Resurrection of the Son of God (Minneapolis: Fortress Press, 2003), 129-206. Uno de los mejores libros sobre el tema desde varias perspectivas históricas y teológicas. Wright, sugiere correctamente que los saduceos, muy conservadores y los fariseos más liberales, se enfrentaron, entre otras razones, por su comprensión del proceso de la muerte, con creencias en ángeles y espíritus ajenas a la Biblia Hebrea, cercanas a la posición neoplatónica.
6 Como por ejemplo, las profecías mesiánicas de Isaías 52-53, Zacarías 12-13; Salmo 22; o el llamado “pequeño apocalipsis” de Isaías 24-27, específicamente Isaías 26:19, “tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, moradores del polvo! porque tu rocío es cual rocío de hortalizas y la tierra dará sus muertos” o como “un paralelo positivo en la LXX y el NT de Oseas 6:2 y 13:14”. (Wright, The Resurrection of the Son of God, 118 citando a John Day). La posición oficial de la Iglesia Adventistas en sus 28 Doctrinas Fundamentales añade otros textos más del AT, como evidencia de la creencia en la resurrección en el judaísmo antiguo. https://www.adventist.org/es/creencias/el-apocalipsis/la-muerte-y-la-resurreccion/
7 El Pentateuco y los libros profetas históricos ignoran el tema. Cf. Wright, The Resurrection of the Son of God, xvii-xix.
8 Mateo 14:26; Marcos 6:49. Sobre creencias confusas sobre las relaciones entre las personas y los ángeles, ver que cuando Pedro es liberado de la cárcel; el relato dice que Rode es tratada de loca porque afirma que Pedro está a la puerta, y “ellos le dijeron: ¡Es su ángel!” (Hechos 12:15).
9 Otros pasajes importantes en la literatura paulina: 1 Corintios 15, todo el capítulo 15, y en especial 1 Corintios 15:42-54; (Cf. 1 Corintios 11:23-26); Romanos 8:11; Filipenses 3:21; Colosenses 2:9; 2 Corintios 4:16-5:8; Gálatas 1:11-19; 1 Tesalonicenses 4:14 entre otros).
10 La típica representación dicotómica del cuerpo y el alma (anima, lat.) es ajena a la Biblia, ya que ésta afirma que el ser humano es un ser unificado, es una nephesh, un alma viviente sujeta a la mortalidad, a la vez de cuerpo y Espíritu (ruah, heb.). Sin uno de ellos la vida cesa (Génesis 2:7) Al morir, el cuerpo se descompone y el espíritu vuelve a Dios que lo dio (Eclesiastés 12:7).
11 El propio apóstol Pablo tuvo problemas durante su juicio por las diferencias entre las sectas judías, fariseos y saduceos acerca de “la esperanza de la resurrección de los muertos” (Hechos 23:6-10), “ya que los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu, pero los fariseos afirman estas cosas” (v. 8). Craig S. Keener, Acts: An Exegetical Commentary (Grand Rapids, MI.: Baker Academics, 2014), 3: 3286, explicando Hechos 23 y la discusión entre fariseos y saduceos, documenta varios textos rabínicos demostrando que los saduceos rechazaban cualquier posibilidad de vida después de la muerte, por lo tanto, “no tienen lugar en el mundo venidero”; notas 1383-1390.
12 En realidad, la palabra traducida por “poder” estaría mejor traducida como autoridad (exousia). Así como Pilato dice que tiene “potestad (exousia) para crucificar y potestad para soltar” a Jesús (Juan 19:10); éste le recuerda que aún esa autoridad o potestad le has sido dada “desde arriba” (v. 11) refiriéndose a Dios.
13 Durante el período mal llamado como Intertestamentario (entre el Antiguo Testamento y el Nuevo), existen citas con ideas similares en el Libro de la Sabiduría de Jesús ben Sira 38: 21; Sib. Or. 4:181-182, “Dios mismo volverá a modelar los huesos y las cenizas de los hombres y levantará a los mortales como antes”. https://archive.org/details/sibyllineoracles00bateiala/page/90, acceso Julio 2019; 4 Ezra 7:32, “La tierra entregará a los que duermen en ella, y el polvo a los que descansen allí en silencio; y las cámaras abandonarán las almas que les han sido encomendadas.; 2 Bar. 50:2. “Pues la tierra seguramente restaurará a los muertos, [que ahora recibe, para preservarlos]. No hará ningún cambio en su forma. Tal como los ha recibído, así los restaurará… porque entonces será necesario mostrar a los vivos que los muertos han vuelto a la vida”. Para más citas, ver Dale C. Allison, Resurrecting Jesús: The Earliest Christian Tradition and Its Interpreters (New York; T & T Clark, 2005), 314-317. Para más información sobre las diversas opiniones en el judaísmo emergente, ver también las controversias sobre uno de los dogmas esenciales de la ortodoxia rabínica, de que todo judío tiene “una parte en el mundo por venir” y la discusión entre saduceos y fariseos sobre el tema (cf. Lucas 20), Sanhedrin, 10.1, 3. Everett Ferguson, Backgrounds of Early Christianity (Grand Rapids, MI.: Eerdmans), 396ss, especialmente 554-555.
14 Wright, The Resurrection of the Son of God, 138; Keener, Vol 3, 3286 nota 1384.
15 2 Macabeos 7:9 y 12:43-45, “es el único pasaje en los apócrifos que habla de la resurrección del cuerpo”, Ferguson, Backgrounds, 448. Este es un texto conflictivo que durante la reforma se discutió en el marco de la doctrina católica del purgatorio, aunque el texto no lo menciona. Sin embargo, parece ser la base popular para otro pasaje controvertido de Pablo (1 Corintios 15:29) al hablar de oraciones, sacrificios y expiación por los muertos.
16 También la misma frase es usada en el mal entendido acerca de una eventual resurrección de Juan el Bautista (Mateo 14:2).
17 David Daube, “On Acts 23: Sadducees and Angels”, JBL 109 (1990):493-97.
18 Wright, The Resurrection of the Son of God, 553-583, especialmente 580. Ferguson, Backgrounds of early Christianity, 555 escribe, “La esperanza cristiana en la vida después de la muerte (afterlife) que se expresa generalmente como “la inmortalidad del alma”—es una frase que nunca ocurre en el Nuevo Testamento. En realidad, la doctrina bíblica es la resurrección del cuerpo. La “inmortalidad del alma” es más el resultado de la tradición filosófica (platónica) y la combinación con ideas sobre la resurrección encontradas en los Padres de la Iglesia”.
19 Brown, La muerte del Mesías, 1468-1489.
20 Contra la mayoría de los intérpretes basados en el método histórico crítico, como el grupo del Jesús’s Seminar, que están más interesados en las tradiciones sobre la autenticidad de los dichos de Jesús, incluyendo a Brown quién afirma que estos son enmiendas o arreglos posteriores a la resurrección para entender la pasión (Ibíd., 1478).
21 Carl Rasmussen, Atlas of the Bible (Grand Rapids, MI.: Zondervan, 2010). Otra ubicación en esta dirección aparece en los relatos que hablan de Tiro y Sidón (Mateo 15; Marcos 7). Posiblemente se trata del lugar más alejado que Jesús haya visitado durante su ministerio. Cesarea de Filipo, ubicada a 58-60 kms. desde Capernaúm o a 25-27 kms. desde Betsaida, era la capital de una de las tres regiones en que fue dividid o el reino de Herodes el Grande a su muerte (4 a.C.), ciudad construida en la región del norte por su nieto el rey Herodes Felipe, en honor del emperador César Augusto..
22 Lo más probable es que se trata de la zona del Monte Hermón cercano a Cesarea de Filipo, debido a la descripción de “una alta montaña”. Otros candidatos para el lugar de la transfiguración, aunque no concuerdan con la geografía descrita en Mateo 17:1 o Marcos 9:2, son los montes Tabor al sur de Galilea o el monte Meiron (Jebel Jarmak) al norte de Galilea.
23 Esta sería una traducción preferible del griego, como indica claramente la Peshita, una versión del NT en idioma arameo.
24 J. P. Louw y E. A. Nida, quienes ubican el verbo suzēteō en el campo semántico “Comunicación” y, a su vez, en los subcampos semánticos “Disputa, Debate” y “Conversar, Discutir”, apuntan que puede denotar “fuertes diferencias de opinión”, en cuyo caso lo traducen como “debate”, “discutir enérgicamente”, o puede referir a la acción de “conversar con alguien” traduciéndolo, aquí, como “hablar con”, “conversar” (Greek-English Lexicon of the New Testament: Based on Semantic Domains, 2 vols., 2 ed. [New York: United Bible Societies, 1996], 1:437, 405). En cualquier caso, suzēteō, con sólo 10 referencias en el NT (Marcos [6]; Lucas [2], Hechos [2]), siempre supone un valor negativo.
25 Traducción literal.
26 Mateo 17:22-23; Marcos 9:30-32; Lucas 9:43b-45; Juan 7:1
27 De las 10 veces que aparece este verbo en los evangelios (de un total de 26 veces en el NT), nunca lo hace en Lucas, ni tampoco se usa para expresar la angustia de Jesús en la cruz. Juan 16:20, habla en voz pasiva de que “nuestra angustia será transformada en alegría y gozo”.
28Aquí también se omite la declaración de que “ellos le matarán” y “será levantado” que mencionan Mateo y Marcos (Mateo 17:23; Marcos 9:31).
29 La Versión de los Setenta (LXX) lo usa sólo seis veces, en la literatura sapiencial (cf. Proverbios 17:10), también para indicar desconocimiento por estar velado.
30 Lucas, al relatar la experiencia de los discípulos de Emaús cambiará los términos indicando que tenían sus “ojos velados para que no lo reconocieran” (Lucas 24:16). Es decir, Dios como el agente divino pasivo, oculta durante cierto tiempo a Jesús de ellos para que no le reconocieran. Luego en casa, sus ojos fueron abiertos (dianoigō) de manera similar a la que Jesús también les abre sus mentes para que entiendan las Escrituras (suniēmi). Ver Robert Stein, Luke: The New American Commentary: An Exegetical and Theological Exposition of Holy Scripture, vol 24. (Nashville, TN; Broadman Press, 610).
31 Mateo 20:17-19; Marcos 10:32-34; Lucas 18:31-34 –la última sección del relato que Lucas hace del viaje a Jerusalén (9:51-18:34). Los evangelios difieren acerca del tiempo específico, de dos a seis días antes de la Pascua, pero todos concuerdan en que esto ocurre durante la última semana de la vida de Jesús.
32 Unos días antes de la Pascua, en Betania (a 2 kms. Al sur de Jerusalén) Jesús es ungido por una mujer anónima en la casa de Simón, el leproso (cf. Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9). El texto paralelo de Lucas sobre el ungimiento crea algunos problemas, pues ocurre según la cronología de Lucas al principio del ministerio de Jesús en Galilea, también en la casa de un fariseo llamado Simón, por otra mujer anónima.
33 No es el propósito aquí de explicar o armonizar las interrogantes planteadas en torno al ungimiento de Jesús en casa de Simón, el leproso y en Betania (Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9). Ni armonizarlas con la narrativa de Lucas 7:36-50, que sitúa el ungimiento de los pies de Jesús, también en casa de otro Simón o el mismo Simón, pero al principio del ministerio de Jesús, todavía en el norte de Galilea con otra agenda teológica. Aún más, los textos no dicen absolutamente nada sobre sí la identidad de la mujer se corresponde con María Magdalena. Para más detalles sobre la cuestión, véase Kent Greenville, “Mary Magdalene, Mary of Bethany and the sinful woman of Luke 7: the same person?” JAAS, 13.1 (2010): 13-28.
34 Mateo 27:57-61; Marcos 15:42-47; Lucas 23:50-56; Juan 19:38-42.
35 Mateo 27:60; Marcos 15:46.
36 Marcos es el único que señala el detalle de la compra después de las horas del sábado por María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé. Lucas nos dice que cuando van a la tumba, ellas ya “han preparado las especias” (Lucas 24:1).
37 Lucas 23:54; 55-56; Marcos 16:1.
38 Tanto Nicodemo como José de Arimatea aparecen en los relatos de los evangelios sólo de noche en Juan 19:38-39.
39 Cf. Juan 6:39, 40, 44, 54.
40 Tradiciones no bíblicas, y por lo tanto, consideradas por algunos como meras especulaciones, identifican a la hermana de la madre de Jesús con la madre de los hijos de Zebedeo.
41 María esposa de Cleofas, es considerada por algunos estudiosos como la más probable acompañante de Cleofas, uno de los dos discípulos anónimos de Emaús (Lucas 24:13-35). Véase, Roberto Badenas, Encuentros (Madrid: Editorial Safeliz: 2010), 193, nota 2: “Cleofas es quizá el equivalente semítico del griego Kleopatros. Con ese nombre conocemos al marido de María, madre de Santiago y de José, una de las mujeres que presenciaron la crucifixión (Juan 19:25 cf. Mateo 27:55, 56 ; Marcos 15:40)”, citando a K. Bornhaüser, The Death and Resurrection of Jesús Christ (Bangalore, London, 1958), 221-222. Cf. Wright, The Resurrection of the Son of God, 652, que hace la misma inferencia.
42 Obsérvese la continuidad y la progresión de la forma verbal.
43 Obsérvese también el énfasis en el singular del sujeto y la acción continua progresiva del participio articular. Lamentablemente, la traducción de este versículo en muchas versiones castellanas e inglesas no resalta la continuidad y progresión en la búsqueda, ni los contrastes entre la singularidad del que vive, comparada con la pluralidad de los muertos.
44 El libro de Marcos tiene dos finales de acuerdo con algunos manuscritos. Los más antiguos terminan el evangelio en Marcos 16:8. Los manuscritos más recientes, contienen, además, lo que parece ser un sumario de historias de la resurrección.
45 Lexicon LSJ y Thayer Greek, muestran que el adverbio opse –“después de mucho tiempo” (Mateo 28:1) es mucho más explícita que la que usa Marcos (diaginomai) “después que aconteció” (Marcos 16:1).
46 Lamentablemente, la versión de la Vulgata Latina, vespere sabbati, al atardecer del sábado, confunde.
47 Como se verá más adelante, Elena de White, 6Red 3.2 (1877); White, El deseado de todas las gentes, 777 informa que aun el discípulo Judas cuando traiciono a Jesús informo a los líderes judíos que Jesús resucitaría al tercer día.
48 Aunque generalmente los verbos deponentes están en voz pasiva, pero se traducen en activa, en todas las instancias de este verbo (23 veces en el NT y 6 veces en los evangelios) siempre aparece en voz pasiva. Mateo usa tres veces este verbo conjugado siempre en voz pasiva denotando una acción que recae sobre los recipientes, en vez de una participación activa. El uso más sorprendente es cuando Pedro es recordado sobre lo que Jesús ha dicho, tras negar a Jesús (Mateo 26: 75).
49 Ver entre otros pasajes, Lucas 1:54, 72; 16:25; 23:42; 24:6,8. Siempre en la forma pasiva como una acción idiomática de “encontrar los pensamientos de uno, otra vez” (Louw-Nida Lexicon). La forma activa mimneskō, no se encuentra en el NT.
50 (aoristo, pasivo, indicativo) cambiando solo desde una primera persona plural como es el caso de los sacerdotes a una tercera persona plural.
51 La mayoría de las traducciones leen el substantivo como una forma verbal según el contexto general de la frase y traducen por “habiendo urdido el plan” o “planearon un plan “y habido consejo” SRV.
52 Entre las versiones que añaden la conjunción “y” están NVI, PER, ESV, SRV, NRSV, KJV, NAS, BNP, NBH, RV60, RV95. También, los escritos de Elena de White, basados en la versión King James (KJV) sigue la misma traducción e interpretación. No incluye la conjunción la NJB.
53 El acusativo en griego denota el complemento directo con la preposición eis (en o dentro), y el complemento indirecto en dativo con el articulo tois señala los recipientes de la información. Una traducción literal del versículo 11 sería, “pero/y mientras tanto, las mujeres iban a ellos (es decir, a los discípulos o “sus hermanos“) según la orden de Jesús.
54 La idea de que los soldados se durmieran durante la vigilia es casi inconcebible para muchos; Brown, La muerte del Mesías, 1311, no concuerda del todo, citando a Tácito (Histoires 5.22), pero las razones y el ejemplo que da no son contundentes.
55 Toda la fraseología militar utilizada, y en particular las expresiones de “cohorte” (speiran) y de “soldados del gobernador” (stratiotai tou hegemonos, 27:27), entre otros términos, denotan la implicación activa de los romanos en el proceso y muerte de Jesús y en su participación en el asunto del soborno y la difusión de falsas acusaciones.
56 Ibíd.
57 Brown, La muerte del Mesías, 1207.
58 Como, por ejemplo, el grupo denominado “The Jesús Seminar”. También el controvertido autor John Dominic Crossan, The Historical Jesús The Life of a Mediterranean Jewish Peasant (New York: HarperSan Francisco, 1992), 395-416; en su libro de 1999, The Birth of Christianity: Discovering What Happened in the Years Immediately After the Execution of Jesús, dice en el prefacio que se trata de “metáforas de la resurrección” afirmando, “la resurrección corporal no tiene nada que ver con un cuerpo resucitado que sale de su tumba”, xxxi. Geza Vermes, The Changing Faces of Jesús (New York: Viking Compass, 2001). 182-187 habla de una “convicción espiritualizada” o citando a Paul Winter, “Crucificado, muerto y enterrado, [Jesús] se levantó en los corazones de sus discípulos que lo amaron y sintieron que estaba cerca”, 187. Cf. Paula Fredriksen, Jesús of Nazareth: King of the Jews (New York: Vintage Books, 1999).
59 Cada una de estas hipótesis están presentadas y refutadas en el libro, basado en la disertación doctoral de Michael R. Licona, The Resurrection of Jesús: A New Historiographical Approach (Downers Grove, IL.: InterVarsity, 2010), 465-530.
60 Gerd Lüdemann, The Resurrecion of Christ: A Historical Inquiry (Amherst, NY.: Prometheus Books, 2004), 190, 209 y También en su primer libro, que le hizo perder su posición de profesor en su universidad: What Really Happened to Jesús: A Historical Approach to the Resurrection (Louisville, KY.: Westminster John Knox Press, 1995), 135. Otros han llegado al extremo de negar la resurrección arguyendo que “probablemente” al cuerpo de Jesús se lo comieron los perros (Crossan, Jesús: A Revolutionary Biography, 143 y Times Magazine, 1994).
61 Allison, 214-217, citado por Licona, The Resurrection of Jesús, 624-627, 634-640.
62 Mark Strauss, Four Portraits, One Jesús: An Introduction to Jesús and the Gospels (Grand Rapids, MI.: Zondervan, 2007), 515.
63 Los manuscritos basados en el Textus Receptus añaden “un panal de miel”.
64 Contra la lectura literal de 1 Tesalonicenses 4:13-17, que algunos sostienen “que Cristo traerá” al momento de su Segunda venida, hay que leer luego en el mismo texto que Pablo asegura que ningún grupo precederá al otro, sino que juntamente, los vivos en Cristo transformados y los muertos-en-Cristo que resucitarán primero, juntos ascenderán para estar con el Señor.
65 Raymond Brown habla de lo que él llama “aspecto apocalíptico de la resurrección” y compara las apariencias del ángel del Señor, como relámpago y sus ropas blancas como nieve, con las descripciones de los seres celestiales de Daniel 7, 9 y 10. Un ángel cuyo rostro “parecía un relámpago” (Daniel 10:6) y con “ropas blancas como la nieve” (Daniel 7:9). Ver correspondencias con Mateo 28:3 en A Risen Chist in Eastertime: Essays on the Gospel Narratives of the Resurrection (Collegeville, MN.: The Liturgical Press, 1991), 28.
66 Isaías 26:19. A nadie se le ha ocurrido afirmar que la expresión “entraron a la santa ciudad” sea una referencia que entraron a la ciudad celestial. Mateo 4:5, ya ha usado la expresión “santa ciudad” como en una referencia al pináculo del templo en Jerusalén. Nada más lejos del texto que la equívoca noción de que descendieron ‘las almas del cielo ‘para ser reunidas con el cuerpo y luego ascendieran al cielo.
67 Véase, Wright, The Resurrection of the Son of God, ٢٧٧-٣٧٤.
68 Ibíd., 348, toda la sección 347-356. “y aunque por supuesto, Pablo aquí está hablando sobre la resurrección corporal de los cristianos, y no de la de Jesús, se reconoce de manera amplia y correcta que su imagen de la resurrección cristiana del cuerpo está estrechamente modelada por lo que él cree que fue y es la verdad acerca de Jesús”, Wright le llama “un clásico ejemplo de lectura equivocada” (nota 108 en la misma página).
69 Contra Paula Fredricksen, Jesús of Nazareth: King of the Jews (New York: Vintage, 1999), 261-62 quién arguye que la situación es confusa, “Estrictamente hablando, estos informes no dicen nada acerca del Jesús de Nazaret. Su historia termina en una cruz romana. Y dicen muy poco sobre lo que los discípulos podrían haber visto” 262. Similarmente, otros autores judíos modernos como E. P. Sanders, The Historical Figure of Jesús (London: The Penguin Press, 1993), 277, afirman “que la resurrección no es estrictamente hablando, parte de la historia del Jesús histórico, sino que más bien pertenece a las secuelas de su vida”, Ibid., 276.
70 Licona, The Resurrection of Jesús, 416, 617-18 escribe, “Estos textos dejan claro que para Pablo la resurrección no ocurre al momento de la muerte”.
71 No se pueden en este trabajo explicar y refutar todas las interpretaciones sobre la posición paulina. Se han mencionado algunas sólo para referirnos a una resurrección física corporal y no sólo a una representación espiritual de la resurrección. En ese sentido los argumentos de Licona son fuertes, aunque problemáticos, porque se basan en la creencia en la inmortalidad del alma. Para más detalles sobre la controversia sobre la corporalidad de los resucitados desde una perspectiva evangélica, ver Licona, The Resurrection of Jesús, 618-621. Brown, La muerte del Mesías, 1124-1125. Explica el proceso de los cuerpos que salen de la tumba en un paralelo bíblico, pero luego añade todo un arsenal de material no canónico para asegurar que los muertos están en el cielo.
72 Y esto también es consistente con Eclesiastés 9:5-6 y otros pasajes que afirman que el “espíritu de Dios vuelve a Dios que lo dio” (Eclesiastés 12).
73 Brown, La muerte del Mesías; 29 habla de la figura de ángeles como “reveladores e intérpretes”.
74 Mateo, Marcos y Lucas usan este verbo (hupentesan) como encuentro sorpresivo (Mateo 28:9; cf. Mateo 8:28; Marcos 5:2; Lucas 8:27).
75 Mateo 28:10; Cf. Mateo 12:47-50; Juan 20:17
76 Hechos 3:19-21, traducción personal.
77 Como adventistas creemos en las Sagradas Escrituras como única regla de fe y conducta; sin embargo, leemos los escritos de Elena de White como una luz menor que ilumina la luz mayor. Para algunos de estos detalles, tenemos lo que ella retiene de lo que puede haber leído en otros libros, aunque por la costumbre de la época, no cita los autores. Pero también creemos que ella pudo haber recibido revelaciones directas y estar inspirada al escribir sobre estos detalles. Los listamos aquí solo para futuro estudio. El panfleto 6Red o Redemption or the Resurrection of Christ and His ascension, escrito entre los años 1874-1878 proveyó la mayoría del material que luego se usó y se reescribió y reeditó en la producción del clásico sobre la vida de Jesús, El deseado de todas las gentes (1898). El capítulo 81, “El Señor ha resucitado” basado en Mateo 28:2-4, 11-15 contiene innumerables detalles extrabíblicos, cada uno digno de ser estudiado con detenimiento. Tal vez, el comentario de White sobre los sentimientos de culpabilidad permanentes de los sacerdotes y príncipes, “nunca más volvería a sus almohadas el sueño apacible” (728.3) sea uno de los más controvertidos.
78 DA, 777 en inglés; El deseado de todas las gentes, 725.
79 No se pretende dar mucha credibilidad a este fragmento, porque la mayoría de este evangelio apócrifo (conocido como G Pet), está perdido, pero es importante señalar que ya es citado en fuentes cristianas de la época. El fragmento se descubrió en Akhmim, o Chemmis, conocida como Panapolis Helenística, una localidad a 250 kms al sur de Cairo en Egipto, en 1886-7, y publicado en 1892, donde se encontró un codex en griego de 33 hojas de pergamino escritas por ambos lados, datadas entre el siglo cuarto al noveno d.C. conteniendo algunos detalles sobre la resurrección.
80 Además de exonerar a Pilato de la responsabilidad de la crucifixión, acusa a los líderes judíos (cf. Hechos 3:17). Revela además detalles fantásticos o espiritualizados como que los ángeles que ayudaron a sacar a Jesús de la tumba eran tan altos que sus cabezas llegaban al cielo, y que Jesús mismo era aún más alto que ellos, que se escucha una voz del cielo, que pregunta si el Señor (Kyrios, nunca se menciona a Jesús por nombre) ha proclamado a los muertos, y una cruz que habla que les sigue haciendo reverencia responde que “si”.
81 DA, 778 en inglés.
82 White, El deseado de todas las gentes, 725, “es la faz del más poderoso ángel de la hueste del Señor. Este mensajero es el que ocupa la posición de la cual cayó Satanás”. Mientras tanto el Ibíd., 725, dice, “cuando el ángel dejó los atrios celestiales, los rayos resplandecientes de la gloria de Dios le precedieron e iluminaron su senda… la tierra tiembla al acercarse, huyen las huestes de las tinieblas… y le oyen clamar, Hijo de Dios, sal fuera: tu Padre te llama… mientras sale con majestad y gloria, la hueste angélica se postra en adoración delante del Redentor y la da la bienvenida con cantos de alabanzas”. Ibíd.
83 Brown, Risen Christ in Eastertime, 29 y White, El deseado de todas las gentes, 725 hacen los dos una relación del mismo ángel que participa en los relatos de la infancia. También existen algunas diferencias, Brown, Risen Christ in Eastertime, 29 sugiere que “cuando el ángel de Mateo rueda la piedra, él no lo hace para proveer una salida para la resurrección, pero para mostrar que Jesús ya no está más en ese lugar donde una vez estuvo (28:6) y que por lo tanto la resurrección ya ha tenido lugar […]. El silencio de Mateo y de los otros evangelios canónicos sugiere que la resurrección no podría ser descrita, porque se trata de un evento que tocó el otro mundo más allá del tiempo y del espacio”, para luego señalar en la nota de pie de página, “lo que es enteramente de este mundo y no está más allá del tiempo y el espacio es la tumba vacía, tal como es descrita en el primer día de la semana por los cuatro evangelistas“; Brown, Risen Christ in Eastertime, 29 nota 30.
84 5Red 92.1, 1877, DA, 772 (1898)