Cuando consideramos la enorme tarea que tenemos por delante, la mayoría de nosotros siente ganas de apartarse, ya derrotado. ¿Cómo podrían ganarse para el evangelio grandes y ateas ciudades como Tokio, Pekín, Calcuta y Nueva York? Es imposible, decimos. He estado en esas ciudades. En cada una de ellas tenemos unas pocas iglesias adventistas, pero ¿qué son comparadas con los millones y millones de personas seculares que parecen no tener ni una pizca de interés en lo que tenemos para ofrecer?
Olvidamos que mucho puede lograrse por una sola persona con convicción. ¿Has leído la historia de Horacio en el puente? El último rey de Roma, antes de que se convirtiera en república, fue Tarquinio el Soberbio. Era un déspota cruel y egoísta, y finalmente, a finales del siglo VI a.C., el pueblo de Roma lo depuso y lo envió al exilio. Sin embargo, Tarquinio hizo un tratado con el ejército etrusco para atacar Roma y así poder recuperar la ciudad. Los romanos no esperaban un ataque de los etruscos, por lo que no estaban preparados para una invasión. Los primeros en ver al enemigo acercarse a Roma fueron los campesinos y granjeros que vivían fuera de la ciudad. De inmediato corrieron a buscar refugio tras los muros de Roma. La ciudad había sido construida estratégicamente detrás del río Tíber, al cual se accedía por un solo puente.
La gran fuerza enemiga infundió miedo en los soldados romanos, quienes también corrieron hacia el puente para refugiarse tras las murallas. Horacio, un oficial subalterno del ejército romano, se dio cuenta de que si el enemigo tomaba el puente, tomaría Roma. De pie al comienzo del puente, comenzó a enfrentar a cada soldado enemigo que se atrevía a cruzarlo. Dos oficiales superiores se unieron a él, y Horacio llamó a los demás a destruir el puente detrás de ellos. Los tres recibieron duros golpes, pero se mantuvieron firmes. Finalmente, los otros dos se retiraron a causa de sus heridas. Pero no Horacio. Parecía un hombre poseído, decidido a defender el puente a cualquier costo. Una vez que el puente colapsó, se lanzó a las aguas del Tíber y logró nadar hasta ponerse a salvo. El ejército etrusco consideró la defensa de la ciudad por un solo hombre como un presagio de que los dioses no estarían de su lado. Y para gran enojo de Tarquinio el Soberbio, se retiraron y regresaron a su tierra. Gravemente herido, Horacio se convirtió en un héroe para generaciones de romanos. Jamás volvieron a permitir que un rey los gobernara.
Una sola persona con convicción puede marcar una verdadera diferencia para muchos, y por muchos años. Dios siempre ha buscado personas de convicción, dispuestas a interceder ante Él por otros hasta obtener una respuesta. Cuando no encuentra a nadie, Dios se siente profundamente decepcionado (Isaías 59:16; 63:5). En tiempos de Ezequiel, Dios se lamentaba de los pecados de Jerusalén. Sus profetas eran corruptos, asesinaban y robaban (Ezequiel 22:25). Sus sacerdotes no hacían distinción entre lo común y lo sagrado, y profanaban el sábado (versículo 26). Sus gobernantes eran como lobos, destruyendo vidas por ganancias deshonestas (versículo 27). Y sus profetas daban visiones falsas y mentían (versículo 28). “Busqué entre ellos un hombre que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha delante de mí a favor de la tierra, para que yo no la destruyera, y no lo hallé” (versículo 30).
¿Estamos dispuestos a ponernos en la brecha? Moisés lo estuvo. Cuando los amalecitas vinieron inesperadamente a destruir al pueblo de Israel en el desierto, Moisés dijo a Josué que los enfrentara mientras él subía a un monte a orar por la victoria. Mientras oraba, la victoria de Israel parecía posible. Cuando dejaba de orar, el enemigo tomaba ventaja (Éxodo 17:8–13). La oración fue la causa de la victoria aquel día.
Y la oración será la causa de la victoria en nuestras ciudades y vecindarios si la practicamos con fe en Dios. “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4, 5).
Tomando las ciudades para Dios
En Efesios 6 vemos, en contraste con la historia de Horacio, una estrategia ofensiva más que defensiva. Permíteme explicarlo. Efesios 6:10–20 muestra que los seguidores de Jesús necesitan “vestirse de toda la armadura de Dios”. Se nos dice que debemos ceñirnos con el cinturón de la verdad, ponernos la coraza de justicia, el escudo de la fe, el casco de la salvación y la espada del Espíritu, porque el enemigo consiste en “principados, potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (versículo 12). También se nos dice que nos calzemos, o nos pongamos, “el apresto del evangelio de la paz” (versículo 15). Algunos han pensado que esto debería traducirse como “el equipo” del evangelio de la paz, ya que todos los demás elementos mencionados forman parte del equipo de la armadura; sin embargo, la traducción correcta es “apresto”.
¿Qué significa eso exactamente?
Es interesante notar que la mayoría de los comentarios bíblicos simplemente no abordan este punto, pero Elena de White sí lo hace. En sus escritos hay dieciséis referencias directas a Efesios 6:15, “el apresto del evangelio de la paz”. Dos cosas se vuelven claras. Primera: “apresto” tiene que ver con la comprensión y aplicación de la gracia y del carácter de Cristo en nuestra obra de testificación. Segunda: esta obra debe avanzar. Ella ve este versículo en el contexto de un discípulo en marcha, buscando a los perdidos.
En la visión de Elena de White, el cuadro presentado por el apóstol Pablo no es el de un ejército en retirada, defendiéndose simplemente de las fuerzas de las tinieblas, sino el de un ejército de Dios a la ofensiva, listo para tomar territorio enemigo.
Los soldados romanos que custodiaban a Pablo en prisión, cuando él escribió esta carta, usaban las caligae, sandalias de cuero que se ataban a media altura de las pantorrillas y que tenían clavos de hierro en la suela para una mejor tracción. En el combate cuerpo a cuerpo, necesitaban mantenerse firmes. Si resbalaban o caían, el enemigo podía herirlos o matarlos. Poder mantenerse de pie, sin caer, a pesar de los golpes del enemigo, era vital para ellos.
Aunque la mayor parte de la armadura de Dios está destinada a protegernos de “los dardos de fuego del maligno” (versículo 16), Pablo menciona dos elementos con implicaciones ofensivas o de avance: la espada del Espíritu —la Palabra de Dios, la Biblia— y los zapatos que llevan el evangelio de la paz.
La relación entre las buenas nuevas y los pies (donde van los zapatos) se ve ya en el Antiguo Testamento. En Isaías 61:1 hay una profecía acerca del Mesías que “predicará buenas nuevas a los pobres” y será enviado “a vendar a los quebrantados de corazón”. Y en Isaías 52:7 encontramos la imagen de una antigua batalla y de un mensajero que regresa a la ciudad para anunciar cómo le fue al ejército. Si están siendo derrotados, la corona corre peligro; pero si están venciendo, el rey sigue en el trono:
¡Cuán hermosos son sobre los montes
los pies del que trae buenas nuevas,
del que anuncia la paz,
del que trae nuevas del bien,
del que publica salvación,
del que dice a Sion:
“¡Tu Dios reina!”!
Las buenas nuevas, entonces, se asocian con una acción proactiva: compartir lo que Dios ha hecho o está haciendo por nosotros.
Sin embargo, Pablo nos dice tres veces que debemos “estar firmes” o “mantenernos en pie” (Efesios 6:11, 13, 14). ¿Por qué?
Solo hay dos escenarios posibles de batalla que Pablo pudo tener en mente: o bien dos ejércitos enfrentándose en un campo o valle, o bien un ejército asediando una ciudad. En este último caso, el mayor peligro para quienes asedian una ciudad son los “dardos encendidos”. Los arqueros sobre los muros pueden disparar fácilmente flechas que causen gran daño al ejército atacante. Por eso Pablo nos dice que estemos firmes. Tomando el escudo de la fe, debemos agacharnos tras nuestros escudos cuando esas flechas vuelen hacia nosotros. Y vendrán. Esa es la única estrategia del diablo (versículo 16).
Si nos volviéramos y huyéramos, seríamos alcanzados por la espalda y correríamos el riesgo de ser destruidos. Pablo está diciendo:
“Planta tus pies del evangelio sobre tierra firme, toma tu escudo de la fe para protegerte, y resiste el impacto de las flechas del diablo sobre tu escudo. ¡Mantén tu posición!”
Tan pronto como pase una tanda de dardos encendidos, el ejército del Señor debe seguir avanzando hacia la ciudad, caminando con los zapatos del evangelio de la paz.
Quizás te preguntes: ¿Qué ciudad es esta? Años antes de que Pablo escribiera a los efesios, Jesús había dicho:
“Edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18).
La palabra Hades proviene de dos términos griegos que significan “lo invisible” o “el inframundo”, una referencia a la muerte o al sepulcro. El contexto aquí es la muerte eterna. Así que Jesús dijo que Su iglesia será victoriosa sobre las puertas de la muerte.
Ahora podemos ver con más claridad lo que Pablo tenía en mente. En Efesios 6:10–20, Pablo está dando un discurso de aliento, muy parecido al que los generales o reyes dirigían a sus tropas antes de entrar en batalla. Exhorta a la iglesia de Dios a estar completamente revestida con la armadura de Dios y a marchar hacia adelante con las buenas nuevas de paz y la espada de la Palabra, para derribar los muros o las puertas de la fortaleza de Satanás.
El enemigo ha capturado muchas almas mediante el engaño y el desaliento, y las ha encerrado tras sus muros de prisión. Nosotros, la iglesia, bajo el mando y liderazgo de Jesús, ¡debemos marchar para liberarlas!
Clinton Arnold, quizás el erudito del Nuevo Testamento más reconocido en el tema de la guerra espiritual, sostiene que “la guerra espiritual es tanto resistencia como proclamación”. La iglesia permanece firme con la armadura de Dios, pero también avanza mientras anuncia al mundo las buenas nuevas de Jesús.
“El Espíritu y la Palabra de Dios son las herramientas en manos de la iglesia para salir en desafío a Satanás y arrebatarle su dominio”.
Este es el llamado de Dios para Su iglesia. Hay miles a nuestro alrededor que desean ser liberados. Si tan solo supieran cómo salir.
“Hermanos y hermanas míos, hay almas en vuestro vecindario que, si se trabajara por ellas con sabiduría, serían convertidas… Los campos están maduros para la obra que todos pueden hacer si sus almas están preparadas mediante la vivencia de la Palabra”.
Pueden producirse grandes cambios
Podríamos pensar que orar alrededor de nuestro vecindario con nuestro grupo, o en alguna zona específica de la ciudad, no servirá de mucho en la guerra contra las fuerzas de las tinieblas. ¿Qué puede lograr eso? Recuerda que no podemos ver lo que Dios y los ángeles pueden ver. Orar por las personas que vemos en la calle, en nuestro vecindario, en las tiendas, en el subte, le da a Dios una base legal para restringir el poder del diablo. El derecho de Satanás a hostigar y engañar a la gente se basa en gran medida en la ignorancia de las personas. Mientras no sepan a quién acudir en busca de ayuda, son más vulnerables. Pero cuando tú y yo oramos por las personas, Jesús puede señalar a esos intercesores como la razón por la cual Él ahora tiene derecho a actuar en favor de ellos y limitar la influencia del mal.
Podríamos hacer grandes cosas para Dios si tan solo le tomáramos la palabra y nos dispusiéramos a “caminar alrededor de los muros”, como lo hizo Israel alrededor de Jericó.
“El Señor se siente decepcionado cuando Su pueblo tiene un bajo concepto de sí mismo… Él tiene un propósito para ellos, y se complace cuando hacen las más altas demandas sobre Él, para que Su nombre sea glorificado. Pueden esperar grandes cosas si tienen fe en Sus promesas.”
El primer deseo de Dios es obrar por medio de Su pueblo remanente de los últimos días, pero también obrará a través de cualquiera que esté dispuesto a confiar en Él.
Rees Howells fue un pastor británico que siguió muy de cerca a Jesús. Había aprendido a confiar en Dios con todas sus necesidades y aspiraciones. Su vida de oración fue legendaria en Inglaterra y Gales, incluso mientras aún vivía. Como director de un colegio bíblico, Howells siempre había orado para que el evangelio llegara a todo el mundo.
En la década de 1920, los líderes nazis de Alemania comenzaron un rearme militar. Europa empezó a preocuparse de que, una vez más, Alemania intentara conquistar el mundo.
En 1925, se firmaron una serie de tratados en Locarno, Italia, entre Italia, Inglaterra, Francia, Bélgica y Alemania. Esos tratados convertían a Inglaterra e Italia en garantes en caso de que el pacto entre los otros tres países fuera quebrantado. La intención era frenar las ambiciones de Alemania. Sin embargo, la maquinaria militar nazi siguió creciendo con los años, y la retórica nacionalista cada vez más agresiva de Hitler puso nerviosos a muchos en Europa.
El 26 de diciembre de 1934, Rees Howells despertó con una tremenda carga en su corazón para interceder por las naciones, pidiendo a Dios que evitara una guerra inminente por causa del evangelio.
El 1 de enero de 1935, la escuela que dirigía se consagró a lo que llamaron “La Visión de Cada Criatura” (The Every Creature Vision). Sabían que una guerra en Europa obstaculizaría gravemente la predicación del evangelio.
“El Espíritu Santo les dio el mensaje: ‘Prevaleced contra Hitler’.”
Desde entonces, asumieron la responsabilidad de interceder por países y naciones, así como por misioneros y sociedades individuales…
Sus oraciones se volvieron estratégicas.
No cabe duda de que muchos otros cristianos en Europa también estaban orando para que Dios interviniera en los asuntos geopolíticos, pero ¿oraban estratégicamente por naciones enteras, creyendo que sus oraciones podían realmente cambiar el curso de la historia?
Alemania finalmente ocupó Renania, una franja de territorio que había estado bajo control de las fuerzas aliadas desde el Tratado de Versalles de 1919. Howells oró y ayunó durante tres semanas.
En el siglo VI a.C., el profeta Daniel también oró y ayunó durante tres semanas, pidiendo a Dios que interviniera por Su pueblo frente al dominio enemigo de medos y persas, y Dios respondió a sus oraciones (Daniel 10:1–14).
La lucha entre Europa y Alemania continuó dos años más. En 1938, Hitler anexó Austria y planeó apoderarse de los Sudetes, una región de Checoslovaquia poblada por alemanes étnicos.
Europa estaba ahora verdaderamente al borde de la guerra. Hitler había confesado a algunos de sus allegados que era guiado por una voz que le decía qué decisiones tomar, y que obedecía esa voz porque nunca le fallaba.
Inglaterra era el único país capaz de enfrentarse a Alemania en caso de guerra, pero aún no estaba preparada. Hitler estaba convencido de que Inglaterra no defendería a Checoslovaquia y pensó que debía comenzar la guerra en octubre de 1938.
Mientras tanto, Howells seguía orando: “Señor, ¡doblega a Hitler!”
El 17 de septiembre de 1938, la prensa anunció que se llevarían a cabo conversaciones de paz entre Inglaterra, Alemania, Francia e Italia, en Múnich, el 29 de septiembre.
El colegio comenzó inmediatamente a orar. El 30 de septiembre se firmó el Pacto de Múnich, que permitió a Alemania conservar las zonas invadidas, pero evitó la guerra por el momento.
Quizás te preguntes si la oración realmente funcionó. Después de todo, la Segunda Guerra Mundial sí ocurrió.
Sí, ocurrió, pero se retrasó un año entero. Entre septiembre de 1938 y septiembre de 1939, Inglaterra fortaleció enormemente su ejército, preparándose para la guerra.
Si eso no hubiera sucedido, el avance nazi en Europa habría tenido consecuencias mucho más graves —consecuencias que quizá aún sufriríamos hoy—.
Dios escuchó la intercesión de Rees Howells y de los estudiantes y el personal del colegio.
Después de que comenzó la guerra, el colegio intercedió de forma directa y abnegada por la evacuación de Dunkerque —que permitió que miles de soldados aliados atrapados en Francia escaparan con vida—, y también por el fracaso de la invasión alemana a Rusia —lo que marcó el comienzo del fin de la maquinaria bélica nazi—.
El punto es claro: cuando nos reunimos para interceder fielmente en favor de ciudades, pueblos y naciones, Dios escuchará esa oración por el bien de Sus prioridades misioneras: alcanzar a un mundo en tinieblas.
¿Estás dispuesto a ser parte de un equipo de intercesión?
Preguntas para la reflexión personal o para grupos
- Cuando piensas en la historia de Horacio y en el ruego de Dios: “Busqué entre ellos un hombre que levantara un muro y se pusiera en pie en la brecha… pero no lo hallé”, ¿cómo te hace sentir?
- ¿Crees que te has puesto toda la armadura de Dios? ¿Qué evidencia podrías ofrecer de ello?
- ¿Qué opinas de la idea de que la Iglesia Adventista esté a la ofensiva, buscando rescatar a las personas que Satanás ha capturado mediante sus mentiras?
- ¿Qué piensas acerca de la historia de Rees Howells y su colegio bíblico orando para que Dios confrontara a Hitler? ¿Te parece algo extremo?
- ¿Es realmente posible que personas comunes —miembros de iglesia— oren por países enteros y esperen que se produzcan cambios geopolíticos? ¿Cómo puede uno llegar a ese nivel?