Esta sección incluye consejos para prepararte para tu función y ayudarte a evitar algunos posibles errores.
Prepara tu corazón
Es fundamental que tú, como líder de oración, vengas preparado a la sesión con un corazón vacío de uno mismo y lleno del Espíritu Santo.
Aquel que espera hasta el último minuto para prepararse no será tan eficaz como quien llega habiendo pasado tiempo de calidad en la presencia de Dios.
“Una intensidad como nunca antes se había visto está apoderándose del mundo. En los entretenimientos, en la búsqueda del dinero, en la competencia por el poder, en la misma lucha por la existencia, hay una fuerza terrible que absorbe el cuerpo, la mente y el alma. En medio de este frenesí, Dios está hablando. Nos invita a apartarnos y a tener comunión con Él. ‘Estad quietos, y conoced que yo soy Dios.’ (Sal. 46:10).
Muchos, aun en sus momentos devocionales, dejan de recibir la bendición de la verdadera comunión con Dios. Tienen demasiada prisa. Con pasos apresurados atraviesan el círculo de la amorosa presencia de Cristo, deteniéndose quizás un momento dentro del recinto sagrado, pero sin esperar consejo. No tienen tiempo para permanecer con el Maestro divino. Con sus cargas regresan a su trabajo.
Estos obreros nunca podrán alcanzar el más alto éxito hasta que aprendan el secreto de la fortaleza. Deben darse tiempo para pensar, para orar, para esperar en Dios en busca de la renovación del poder físico, mental y espiritual. Necesitan la influencia elevadora de Su Espíritu. Al recibirla, serán vivificados por una vida nueva. El cuerpo cansado y la mente fatigada serán refrescados, el corazón cargado será aliviado. No una pausa momentánea en Su presencia, sino un contacto personal con Cristo, sentarse en compañerismo con Él —esto es lo que necesitamos.”
La Educación, pp. 260–261
“La oración es el aliento del alma. Es el secreto del poder espiritual. Ningún otro medio de gracia puede sustituirla y mantener la salud del alma. […] Si descuidas el ejercicio de la oración, o participas en ella de manera esporádica, de vez en cuando, cuando te resulte conveniente, perderás tu asidero en Dios.”
Mensajes para los Jóvenes, p. 249
Modela la reverencia
Cuando oramos, nos estamos acercando a la sala del trono del Rey del Universo.
Guía a los demás con tu ejemplo, mostrando reverencia tanto en palabra como en actitud.
Animamos a arrodillarse, pero entendemos que las circunstancias pueden requerir que algunos se sienten en una silla.
“La verdadera reverencia hacia Dios se inspira en el sentido de Su infinita grandeza y en la comprensión de Su presencia. […] La hora y el lugar de la oración son sagrados, porque Dios está allí. […] Los ángeles, cuando pronuncian ese nombre, cubren sus rostros. ¡Con cuánta reverencia, entonces, deberíamos nosotros —caídos y pecadores— tomarlo en nuestros labios!”
Oración, p. 209
Deja que el Espíritu Santo guíe
El líder de oración naturalmente siente la responsabilidad de dirigir y mantener el ritmo.
Sin embargo, como ya se ha dicho, cada sesión de oración es una conversación grupal con Dios, y por tanto debemos esperar pausas ocasionales en la conversación.
Estos momentos de silencio pueden parecer incómodos, pero no deben temerse.
El Espíritu Santo usa esos tiempos para hablar a los corazones. Además, puede ser durante esos momentos que los más tímidos encuentren la oportunidad de orar.
Como líder, resiste el impulso de dominar o intervenir demasiado rápido para mantener el flujo.
Permite que el Espíritu Santo obre y marque el ritmo.
Ora más, habla menos
Satanás se alegra si logra mantenernos hablando de nuestros problemas en lugar de orar por ellos.
Con esto en mente, no alentamos a que las personas compartan sus peticiones antes de comenzar la sesión de oración unida.
En cambio, guiamos a los participantes a presentar sus peticiones directamente a Dios durante el tiempo de súplica.
“Den a conocer unidos sus dificultades a Dios. Hablen menos; se pierde mucho tiempo precioso en conversaciones que no traen luz. Que los hermanos se unan en ayuno y oración para obtener la sabiduría que Dios ha prometido conceder abundantemente.”
Consejos sobre el Régimen Alimenticio, p. 188
Mantén las oraciones individuales breves
Es importante que tú, como líder, modeles oraciones cortas y concisas, y el grupo seguirá tu ejemplo.
Puede haber uno o dos (o algunos) que no presten atención a las pautas y que, una vez que comienzan a orar, se extiendan.
Sé paciente y tolerante con ellos.
Recuerda: lo importante es que están orando.
“Haced oraciones cortas en las reuniones, y oraciones largas cuando habléis y tengáis comunión con Dios en vuestro aposento.”
Manuscript Releases, tomo 10, p. 130
“Aprended a orar brevemente y yendo al punto, pidiendo exactamente lo que necesitáis.”
Nuestra Alta Vocación, p. 130
Sé sensible mientras diriges
Mantén siempre la sensibilidad al hecho de que algunos participantes no se sienten cómodos al acercarse a Dios en oración.
Puede que nunca hayan experimentado el poder de pasar horas en oración privada, y mucho menos en un contexto grupal.
Un líder que ofrece oraciones largas y elaboradas puede intimidar a quienes se sienten menos elocuentes.
Ora según el Espíritu Santo te guíe, pero mantén tus palabras sencillas.
Reconoce el nivel espiritual de los demás participantes y comienza desde allí.
Algunas personas también pueden sentirse intimidadas por la duración del tiempo de oración.
Quienes son nuevos en este formato de oración unida suelen temer que el tiempo se haga largo; no pueden imaginarse orar durante toda una hora.
Sin embargo, a medida que avanzan por los cuatro temas, y se anima a mantener oraciones breves y directas (en lugar de permitir oraciones largas tipo sermón), el tiempo pasa rápidamente.
De hecho, la mayoría de los participantes descubren que una hora entera de oración puede parecerles apenas veinte minutos.
El testimonio de muchos es:
“Nunca había orado tanto tiempo, pero el tiempo pasó tan rápido. ¡Esto es poderoso!”