Introducción
“Es algo solemne, y no un pequeño escándalo en el Reino”, escribió A. W. Tozer, “ver a los hijos de Dios muriéndose de hambre mientras están sentados a la mesa del Padre.”¹
Esta es una afirmación sorprendentemente cierta y terriblemente triste. Temo que se haya aplicado a mi vida con demasiada frecuencia. He rogado a Dios que me haga un hombre de oración, pues he desperdiciado muchas oportunidades de comunicarme con Él a lo largo de los años. A veces, ha sido como tener el premio al alcance de la mano y dejarlo escapar en el último momento, a causa de una de las muchas distracciones que ofrece el enemigo. Nuestras vidas son muy débiles sin Jesús.
Solo la oración, acompañada por la Palabra, puede permitir que la plenitud del Espíritu de Dios obre libremente en nuestras vidas. De hecho, la misma Palabra nos ruega que oremos. E. M. Bounds lo expresó con elocuencia:
“Ninguna insistencia en las Escrituras es más apremiante que la oración. Ninguna exhortación se repite con mayor frecuencia, ninguna es más sincera, ninguna más solemne y conmovedora que la de orar. No existe deber al que estemos más fuertemente obligados que la obligación de orar. No hay mandato más imperativo e insistente que el de orar.”²
“Señor, enséñanos a orar” fue la petición de los discípulos (Lucas 11:1).
Algunos de nosotros tenemos más dificultad que otros para establecer buenos y saludables hábitos. Hay algo en nuestra naturaleza pecaminosa que sabe lo que debe hacer, pero no lo hace (Romanos 7:18-19; Jeremías 17:9).
Todos necesitamos el estímulo y la fortaleza de los demás para crecer espiritualmente (Hebreos 10:23–25), pero algunos de nosotros lo necesitamos aún más. Y por eso es tan fundamental que oremos juntos.
Iniciativas prácticas de oración
Cuando fui pastor de la iglesia mencionada anteriormente, la congregación se involucró en una multiplicidad de ministerios de oración.
Existía la cadena de oración: cada miembro o unidad familiar estaba conectado con otro. En tiempos de crisis, una persona llamaba a su contacto, oraban juntos por la situación, y luego esa persona hacía lo mismo con el siguiente en la lista.
Hoy esto puede hacerse fácilmente —y más rápido— a través de las redes sociales. Sin embargo, la ventaja de llamar a alguien era orar verbalmente juntos, en lugar de simplemente enviar un mensaje de texto con una necesidad y seguir adelante.
La oración en el culto se volvió importante para la iglesia. El enfoque estaba en reclamar Hebreos 4:15-16:
“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (énfasis añadido)
¿Puedes ver los componentes de esta gran promesa y llamado?
Primero, nuestro Sumo Sacerdote —nuestro Pastor celestial— puede empatizar plenamente con nuestras debilidades. En este aspecto, Él es muy semejante a nosotros. “Aprendió obediencia por lo que padeció” (Hebreos 5:8), al igual que nosotros debemos hacerlo.
Segundo, Cristo fue victorioso: nunca cedió al pecado. Él sabía cómo vencerlo.
Tercero, basándonos en los dos puntos anteriores, podemos acercarnos con valentía al trono de Dios, con la plena expectativa de recibir ayuda.
Y cuarto, esa ayuda llegará justo a tiempo —ni antes, ni después— sino exactamente en el momento oportuno.
Nuestros miembros aprendieron a vivir confiando en esta maravillosa promesa.
La reunión de oración de mitad de semana fue recalibrada para convertirse en una verdadera reunión de oración.
He estado en demasiadas iglesias que tienen “reuniones de pedidos de oración” o “reuniones para hablar sobre la oración”, más que reuniones en las que la gente realmente ora.
No siempre tuvimos éxito en este aspecto —los hábitos arraigados son difíciles de romper—, pero nos enfocamos en orar, no en hablar acerca de la oración.
La iniciativa de oración que realmente comenzó a cambiar las cosas de manera sustancial fue la del tiempo de oración matutino de los líderes.
El pastor y los ancianos se reunían a las cinco de la mañana los lunes.
Semanas después, se amplió a otros días de la semana y se abrió a todos los miembros interesados.
Estas eran, por necesidad, reuniones pequeñas —a veces tan solo tres personas, y otras hasta treinta—, pero el tiempo de oración se volvió profundamente significativo en aquellas madrugadas.
Sentíamos que Dios estaba escuchando.
Otra iniciativa se llamó la hora de poder.
Esta precedió a las reuniones matutinas a medida que la iglesia aprendía a apreciar la oración corporativa.
Durante los largos días de primavera y verano, celebrábamos esa hora los sábados por la tarde —solo oración durante sesenta minutos—.
Durante los cortos días de otoño e invierno, nos reuníamos los viernes por la noche.
La oración en los comités y grupos pequeños se volvió central.
La junta de iglesia reservaba treinta minutos para la oración conjunta antes de comenzar con la agenda.
Otros comités siguieron el mismo ejemplo.
Los ministerios de grupos pequeños hicieron de la oración un elemento clave de sus reuniones.
A veces oraban por largo tiempo, y los miembros se sentían profundamente conmovidos por la presencia del Espíritu Santo.
Antes de cada gran serie de reuniones evangelísticas, nos reuníamos en lo que llamábamos “Diez días en el Aposento Alto”.
Eran días en los que presentábamos ante el Señor los nombres y casos de personas que aún no habían entregado su vida a Jesús, y pedíamos especialmente el poder del Espíritu Santo para descender sobre nuestras reuniones de cosecha.
Ya hablamos de los fines de semana de oración y ayuno.
En la misma línea, también puede considerarse una vigilia de oración durante toda la noche, con una salvedad: permanecer despierto toda la noche realmente agota el cuerpo.
Las vigilias deberían considerarse solo si el día siguiente es feriado o un día libre de trabajo, o si la crisis que enfrenta la iglesia es tan grave que equivale a quedarse toda la noche en el hospital cuando un ser querido se debate entre la vida y la muerte.
Existen muchas otras maneras en las que una iglesia o institución adventista puede centrarse en la oración.
Implementar varios de estos planes es ideal, ya que diferentes personas pueden sentirse identificadas con distintas formas de acercarse a Dios.
Hay un par de iniciativas de oración más que me gustaría mencionar en este capítulo, una de las cuales aún no he probado.
Eventos comunitarios de oración
Los países que comparten una herencia cristiana, o aquellos que están abiertos a la fe cristiana, pueden beneficiarse de un evento comunitario de oración.
¿Qué es eso?
En cada comunidad o distrito hay desafíos únicos que enfrentan sus ciudadanos: la delincuencia, la pérdida de empleos, la crianza de los hijos, una tragedia que afecte a varias familias, el cierre de una empresa importante que empleaba a muchas personas locales, u otro tipo de problema.
A veces los problemas trascienden la comunidad, como ocurrió con la pandemia del coronavirus de 2020 o una situación de guerra.
Sea cual fuere el problema o los problemas, son una buena razón para invitar a los líderes comunitarios, las iglesias y la población en general a un día de oración.
En los Estados Unidos, el primer jueves de mayo de cada año se celebra el Día Nacional de Oración.³
En toda la nación se realizan muchos eventos de oración, que involucran tanto a líderes cívicos como religiosos.
Un año, la coordinadora del Ministerio de Oración de la División Norteamericana de nuestra iglesia decidió organizar un evento. Lo llamó “Desayuno con el Alcalde”.
¿Cómo lo hizo?
Primero, contactó al alcalde con la propuesta de organizar un desayuno de oración en el que se oraría por la policía, el departamento de bomberos, los líderes cívicos y religiosos, y otras autoridades de la ciudad.
El alcalde no estaba particularmente entusiasmado con la idea —nunca había participado en algo así antes—, pero tampoco se oponía.
Fijaron una fecha y comenzaron a trabajar.
Lo segundo que hicieron fue formar un comité directivo interdenominacional.
Era importante incluir en el comité a personas que realmente creyeran en el beneficio que este evento podría traer a la comunidad.
Este grupo también dedicó tiempo considerable a orar juntos.
Luego, pidieron a la cámara de comercio que se encargara de las inscripciones.
Era importante saber cuántas personas necesitarían comida.
Este grupo también fue responsable de cobrar una tarifa a los asistentes, ya que la ciudad no tenía presupuesto para un desayuno de oración.
Hacer que la iglesia adventista pagara por todo habría parecido un tanto sectario o interesado.
Aunque la idea provenía de los adventistas, el objetivo era involucrar a diferentes grupos religiosos y cívicos en el proceso.
Se contrató a un servicio de catering de la ciudad para preparar y servir el desayuno.
Se pidió a la oficina del comisionado del condado que se encargara del lugar del evento.
De esta manera, más instituciones cívicas se involucraron y naturalmente apoyaron la iniciativa.
El departamento de bomberos supervisó el estacionamiento, y parejas jóvenes de instituciones educativas actuaron como servidores y recepcionistas.
También se creó un sitio web y un programa impreso.
El programa incluía breves saludos de cada institución importante de la ciudad, la razón por la cual se necesitaba oración por la nación, música de calidad, oraciones por las instituciones locales y nacionales en cada mesa, y el canto del equivalente al himno nacional estadounidense: una canción llamada “Dios bendiga a América” (“God Bless America”).⁴
Este relato se menciona aquí como ejemplo.
El punto es ser creativos e incorporar la ayuda de otras instituciones y iglesias de la comunidad.
La oración es algo ante lo cual casi todos están abiertos.
¿Por qué no ayudar a organizar un evento comunitario que una a las personas y ayude a que la iglesia adventista sea reconocida por su participación significativa en la comunidad?
Cuarenta días de oración
Una iniciativa de oración cada vez más común en las iglesias adventistas consiste en dedicar cuarenta días especiales a la oración.
Esto suele hacerse durante los cuarenta días previos a un evento importante, como el inicio de una serie de reuniones evangelísticas, un viaje misionero o una decisión significativa que la iglesia deba tomar.
He utilizado este plan para ayudar a preparar iglesias para la evangelización.
¿Por qué cuarenta días?
El número cuarenta en la Biblia es simbólico de preparación, un tiempo de transición hacia una nueva vida.
Por ejemplo:
- Jesús pasó cuarenta días orando y ayunando antes de comenzar su ministerio público (Mateo 4:1–2);
- durante el Diluvio, llovió cuarenta días antes de que Dios iniciara un nuevo comienzo con la humanidad (Génesis 7:17; 8:6);
- Moisés pasó cuarenta días con Dios antes de recibir los Diez Mandamientos (Deuteronomio 9:9–11).
Muchos a nuestro alrededor —familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo— pueden experimentar una transformación significativa en sus vidas cuando oramos por ellos de manera sistemática.
Este es el momento de anotar nombres y promesas bíblicas, y orar por cada persona todos los días.
El pastor adventista Dennis Smith ha hecho de esta iniciativa su especialidad.
Ha escrito una serie de libros de formación enfocados en los cuarenta días de oración, que son recursos muy útiles.⁵
En sus libros, ofrece una lectura de una o dos páginas para cada día, seguida de seis o siete preguntas de reflexión para grupos, y luego un enfoque de oración diario.
Es algo muy sencillo y práctico.
Donde he visto que se ha implementado, las iglesias preparaban una lectura para cada día —a veces simplemente una promesa bíblica—, luego expresaban claramente su enfoque de oración (por qué estaban allí), y pasaban tiempo orando juntos.
Una vez más, me gustaría reiterar que la oración corporativa consiste en orar en voz alta, dando a distintas personas la oportunidad de expresar oraciones breves que los demás puedan escuchar.
La oración corporativa no es, como algunos practican, orar en silencio individualmente.
Ese tipo de oración no requiere reunirse como iglesia.
En Changhua, Taiwán, estaba programado para dirigir una serie de reuniones evangelísticas.
La iglesia era pequeña: solo entre veinte y veinticinco personas asistían los sábados por la mañana, incluyendo algunos no miembros.
El primer anciano dijo que no recordaba ninguna serie evangelística en su iglesia en los últimos veintiún años.
Así que, como se sospechaba, la iglesia no estaba muy preparada para la evangelización.
Sin embargo, bajo la dirección del pastor Wang, la gente estaba dispuesta a aprender.
Y teníamos dos meses para realizar una preparación limitada.
Planeamos una sesión de capacitación una tarde, en la que nos enfocamos en cinco tareas a realizar durante las ocho semanas siguientes:
- Organizarse en varios equipos para realizar caminatas de oración alrededor de la ciudad.
- Contactar a los miembros ausentes.
- Participar en cuarenta días de oración enfocada.
- Realizar un evento de servicio comunitario.
- Orar especialmente por los jóvenes no adventistas que asistían a la escuela de inglés de la iglesia.
La pequeña iglesia cumplió con todo lo que se pidió.
Y en cuanto a la oración, tres equipos realizaron caminatas de oración varias veces por semana, y los miembros se reunían cada noche para orar en la iglesia durante los cuarenta días previos al inicio de las reuniones evangelísticas.
Cuando comenzó la serie de once noches de reuniones, asistieron cincuenta y una personas, la mitad de ellas no miembros.
¡Eso era más del doble de los asistentes habituales del sábado por la mañana!
El promedio de asistencia fue de cuarenta y nueve personas cada noche.
Al final de la serie, nueve personas decidieron bautizarse y unirse a la iglesia, cinco de las cuales provenían de la escuela de inglés.
¡La oración funciona!
Mi amigo Dwight Nelson, pastor principal de la Iglesia Pioneer Memorial en la Universidad Andrews, es un gran creyente en la oración, especialmente en la oración corporativa.
Él compara la oración individual con una luz, algo que puede iluminar incluso un área grande; pero ve la oración corporativa como un rayo láser, capaz de perforar el acero.
“Si hemos de cumplir la gran obra que tenemos delante, es esencial que presentemos a Dios una oración ferviente y eficaz. […] Si varios se reunieran con un mismo sentir, con corazones cargados por las almas que perecen, y ofrecieran oraciones intensas y fervorosas, éstas resultarían eficaces.”⁶
Preguntas para la discusión en grupo o la reflexión personal
- Haz una lista de los programas de oración que existen actualmente en tu iglesia local o en la institución adventista donde trabajas.
¿Podrían añadirse más? ¿Sería conveniente eliminar algunos? ¿Cuáles? - ¿Crees que sería posible que tu iglesia local o institución adventista planifique orar juntos temprano en la mañana, o al menos a diario, suponiendo que aún no lo hacen?
¿Qué se necesitaría para lograrlo?
O, si esto ya existe, ¿qué se requeriría para hacerlo más significativo? - Imagina por un momento qué tipo de evento comunitario de oración podrían —o deberían— liderar los adventistas.
¿Cómo sería ese evento? - ¿Tu iglesia o institución ha participado alguna vez en un plan de cuarenta días de oración?
¿Cuáles han sido sus debilidades? ¿Y sus fortalezas?
¿Cómo podría hacerse para lograr un impacto mayor? - ¿Qué otras estrategias de oración puedes imaginar que no hayan sido mencionadas en este libro?