Prefacio

La gente nos dice que es demasiado tarde para advertir de los peligros, demasiado tarde para dar el mensaje final al mundo, demasiado tarde para esperar que otros respondan a los ruegos de la Palabra de Dios tal como se les presenta. Oh, mis amigos, no es demasiado tarde. Debemos esforzarnos, insistir, suplicar y advertir hasta el mismo día en que termine el tiempo de gracia para la humanidad. ¡Debemos vivir la vida de Enoc!

Esta es nuestra comisión. Y esta es una obra doble: desarrollar un carácter de justicia viviendo una vida de pureza personal y suplicando a Dios; enseñar una lección de piedad mediante actos bondadosos, advertencias y ruegos dirigidos a los hombres.

El ejemplo y los consejos de Enoc no fueron apreciados por muchos. La mayoría lo despreciaba y lo odiaba. Si la mayoría de los hombres simplemente te tolera, entonces no estás viviendo con suficiente profundidad. No hemos de buscar su enemistad, pero tampoco debemos acobardarnos ante ellos. No debemos seleccionar ni moderar nuestras palabras solo para ser aceptados por todos los hombres. Subamos a un terreno más alto. El fin está casi sobre nosotros. Las almas están muriendo fuera de Cristo (aunque muchas piensan que están dentro). No hay tiempo para complacerse a uno mismo. Debemos vivir una vida de clamor a Cristo y de súplica por los hombres—entre la montaña y la llanura. Nuestra obra no debe terminar hasta que Jesús salga del Santuario celestial y el tiempo de gracia humano haya concluido.

Y esta vida, si se abraza como corresponde, debería llevarnos al campo. Ese es el lugar designado por Dios para vivir en esta era degenerada. Es demasiado tarde para vivir en la ciudad o en los suburbios. “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apocalipsis 18:4). El plan de Dios para tu vida vale plenamente la pena. Y lo encontrarás delineado en las Escrituras—en la Biblia y en el Espíritu de Profecía.

Ven, contempla nuevamente la vida de aquel que es nuestro ejemplo hoy—el que vivió, caminó y trabajó con Dios en un tiempo maligno y corrupto, el que vivió al final de su tiempo y advirtió al mundo que estaba al borde de la destrucción, el que fue trasladado al cielo sin ver la muerte y sin haber sido alcanzado por aquella destrucción. Su vida debe ser tu vida.

Ven, contempla la vida de Enoc—y volverás de ese estudio preparado para obtener calor de la frialdad de los demás y valor de su cobardía. Estarás preparado para sufrir dificultades, conflictos y difamación personal como él lo hizo. Estarás preparado para caminar con Dios día tras día, sin importar lo que otros digan, piensen o hagan.

Dios te bendiga. Sé que quieres ser un vencedor. Dios te ayudará día tras día. Sus promesas nunca fallarán; abre la Palabra de Dios y, con llanto y lágrimas sinceras, reclámalas. Sé que deseas testificar por Él. Él hablará por medio de tu voz y te guiará hacia las mismas personas que necesitan tu ayuda en ese momento. Te llama a mirar la vida de Enoc.

“Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque Dios lo trasladó; pues antes de ser trasladado tuvo testimonio de haber agradado a Dios” (Hebreos 11:5).