2. La familia de Enoc

“Durante estos primeros años, Enoc amaba y temía a Dios y había guardado Sus mandamientos. Él era uno de la línea santa, los preservadores de la fe verdadera, los progenitores de la simiente prometida. De los labios de Adán había aprendido la oscura historia de la Caída, y la alentadora historia de la gracia de Dios como se ve en la promesa; y confiaba en que el Redentor vendría. Pero después del nacimiento de su primer hijo, Enoc alcanzó una experiencia superior. Fue atraído a una relación más cercana con Dios. Se dio cuenta más plenamente de sus propias obligaciones y responsabilidades como hijo de Dios. Y vio el amor del niño por su padre, su simple confianza en su protección. Al sentir la ternura profunda y anhelante de su propio corazón por ese hijo primogénito, aprendió una lección preciosa del maravilloso amor de Dios por los hombres en el don de su Hijo, y la confianza que los hijos de Dios pueden depositar en él: su Padre celestial. El amor infinito e insondable de Dios a través de Cristo se convirtió en el tema de sus mediaciones día y noche; y con todo el fervor de su alma procuró revelar ese amor a la gente entre la cual habitaba.” (PP 84)

“Al seguir a Cristo, mirando a Aquel que es el Autor y Consumador de tu fe, sentirás que estás obrando bajo Su mirada, que estás influenciado por Su presencia y que Él conoce tus motivos. A cada paso inquirirás humildemente:
¿Agradará esto a Jesús? ¿Glorificará a Dios? Por la mañana y por la noche, tus fervientes oraciones deben ascender a Dios para recibir Su bendición y guía. La verdadera oración se apodera de la Omnipotencia y nos da la victoria. De rodillas el cristiano obtiene fuerzas para resistir la tentación. “El padre que es el jefe de familia unirá a sus hijos al trono de Dios por fe viva. Desconfiando de su propia fuerza, cuelga su alma desvalida de Jesús y se aferra a la fuerza del Altísimo. Hermanos, oren en casa en su familia, noche y mañana. Oren fervientemente en su cuarto; y mientras se ocupan de su labor diaria, eleven el alma a Dios en oración. Así caminó Enoc con Dios. La oración silenciosa y ferviente del alma subirá como santo incienso al trono de la gracia y será agradable a Dios como si se ofreciera en el santuario. Para todos los que así lo buscan, Cristo se convierte en una ayuda presente en tiempos de necesidad. Serán fuertes en el día de la prueba.” (4TPI 615)

“Hay orden en el cielo, y debe ser imitado por aquellos en la tierra que son herederos de la salvación. Cuanto más se acercan los mortales al orden y disposición del cielo, más se acercan a ese estado aceptable ante Dios que los hará súbditos del reino celestial y les dará esa aptitud para trasladarse de la tierra al cielo que Enoc poseía como preparación para su traslado… hermano P. no ha estado en armonía con esa mesura, ese cuidado y diligencia, que son
necesarios para conservar la armonía y la unión de acción… Un hombre que tiene un débil sentido de su responsabilidad como padre para alentar y hacer cumplir el orden, la disciplina y la obediencia, fracasará como ministro y como pastor del rebaño. La misma carencia que caracteriza su manejo en el hogar en su familia se verá en una capacidad más pública en la iglesia de Dios. Los errores existirán sin ser corregidos debido a los resultados desagradables que acompañan a la reprensión y la súplica ferviente.” (2TPI 697)

“Enoc caminó con Dios. Honró a Dios en todos los asuntos de la vida. En su casa y en sus negocios, preguntó: ‘¿Será esto aceptable al Señor?’ Y al recordar a Dios y seguir Su consejo, se transformó en carácter y se convirtió en un hombre piadoso, cuyos caminos agradaron al Señor. Se nos exhorta a añadir a la piedad el afecto fraternal. ¡Oh, cuánto necesitamos dar este paso, añadir esta cualidad a nuestro carácter!… Debemos tener ese amor por los demás que Cristo ha tenido por nosotros. Un hombre es estimado en su verdadero valor por el Señor del cielo. Si no es amable en su hogar terrenal, no es apto para el hogar celestial. Si se saliera con la suya, sin importar a quién aflija, no estaría contento en el cielo, a menos que pudiera gobernar allí. El amor de Cristo debe controlar nuestros corazones… Busquen a Dios con espíritu quebrantado y contrito, y serán derretidos de compasión hacia tus hermanos. Estarán preparados para aumentar la bondad fraternal, la caridad o el amor.” (Mi Vida Hoy 98)

“Dios tenía una iglesia cuando Adán, Eva y Abel aceptaron y saludaron con gozo las buenas nuevas de que Jesús era su Redentor. Éstos se dieron cuenta entonces tan completamente como nosotros nos damos cuenta ahora de la promesa de la presencia de Dios en medio de ellos. Dondequiera que Enoc encontraba a uno o dos que estaban dispuestos a escuchar el mensaje que tenía para ellos, Jesús se unía a ellos en su adoración a Dios. En los días de Enoc hubo algunos entre los malvados habitantes de la tierra que creyeron. El Señor nunca ha dejado todavía a Sus pocos fieles sin Su presencia ni al mundo sin un testigo.” (ATO 228)

“Enoc instruyó a su familia con respecto al diluvio; Matusalén, el hijo de Enoc, escuchó la predicación de su nieto Noé, quien fielmente advirtió a los habitantes del mundo antiguo que un diluvio de aguas vendría sobre la tierra. Matusalén, sus hijos y nietos vivieron en la época de la construcción del arca. Ellos, junto con algunos otros, recibieron instrucción de Noé y lo ayudaron a construir el arca.” (1SP 65)