No podrías tener un contraste mayor que el de la creación del hombre y la mujer en Génesis y la historia que Hesíodo contó a los antiguos griegos. Mientras que Zeus creó a Pandora como una “cosa maligna”, una maldición eterna para los hombres, el Dios de la Biblia usó su talento creador para formar a Eva como un hermoso regalo para el hombre. Puso a la pareja en el Jardín como amigos y amantes. En lugar de las brutales batallas de dioses y diosas en los mitos griegos y romanos, vemos reciprocidad, compañerismo y amor.
En los tres primeros capítulos de la Biblia, el hombre y la mujer aparecen con
- un origen compartido
- un destino compartido
- una tragedia compartida
- una esperanza compartida
Génesis 1:1–2 comienza enfatizando quién fue el Creador. Luego, Génesis 1:3 al 2:3 nos da un panorama amplio de lo creado, comenzando con el mundo inanimado, continuando con el mundo animal y concluyendo con la humanidad. Después, Génesis 2:4–25 ofrece una mirada más cercana, volviendo a la historia para mostrar cómo Dios creó al hombre y a la mujer.
Cuando contemplas el arte de un gran maestro como Rembrandt, primero te apartas un poco y aprecias la belleza del conjunto. Luego acercas tu rostro a centímetros del lienzo para examinar cada pincelada. Esto es similar a cómo se narra la Creación en estos dos capítulos. Génesis 1 ofrece la visión panorámica de la Creación de Dios, y luego Génesis 2 nos acerca para una inspección más detallada de las pinceladas del Maestro Artista.
Antes de ver cómo Dios nos creó, hay algo especial que notar. Cuando Dios estaba listo para dar el toque culminante de su Creación —la humanidad—, la Escritura irrumpe por primera vez en poesía:
Así creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó;
varón y hembra los creó.
La poesía hebrea no se basa en la rima o el ritmo de sonidos, sino en el ritmo de ideas paralelas. Un pensamiento repite al anterior, enriqueciéndolo desde otra perspectiva, embelleciéndolo con sinónimos. En este poema sobre la obra de Dios, la primera línea enfatiza la imagen de Dios; la segunda construye sobre esa idea, diciendo que esa imagen era cierta para toda la humanidad; y la tercera culmina, declarando que la humanidad fue creada como varón y hembra.
En Efesios 2:10, Pablo dijo: “Somos hechura suya.” La palabra griega que Pablo usó para “hechura” fue la fuente de la palabra inglesa poem (“poema”). ¡La humanidad —hombre y mujer juntos— fue el poema maestro de Dios!
TODAVÍA NO ERA EL PARAÍSO
En cuanto a los detalles de cómo Dios nos creó, Génesis 2:4 retrocede a la mitad de la historia, lo que ocurrió en el sexto día. Dios creó al primer hombre “del polvo de la tierra”, tal como hizo con todos los animales.
Para ver el drama, debemos leer el capítulo 2 a la luz de la secuencia del capítulo 1. A lo largo del proceso de la Creación, Dios se detuvo para dar su opinión sobre lo que había hecho. Seis veces durante el proceso dijo: “Es bueno.” Luego, en medio del sexto día, se detuvo, miró su obra y dijo: “No es bueno.” ¿Qué provocó esa única reacción negativa?
¿Cómo podía algo en Edén no ser bueno? Después de todo, Dios colmó el Jardín con altos árboles de sombra, arroyos cristalinos, praderas verdes salpicadas de flores rojas, azules y amarillas, frutas deliciosas, incluso oro y piedras preciosas. Sin embargo, Dios miró al hombre en medio de esa abundancia y dijo: “No es bueno que el hombre esté solo.” Entonces creó a la mujer para que estuviera con él. Su llegada transformó el Edén en paraíso. Luego Dios dio su aprobación final, declarando que “era muy bueno.”
UN ORIGEN COMPARTIDO
Mira ahora cómo Dios creó a la mujer. Para asegurarse de que entendiéramos que hombre y mujer fueron igualmente hechos a la imagen divina, Dios no creó a Eva del polvo de la tierra como a Adán. Si lo hubiera hecho, alguien podría haber afirmado que las mujeres tenían un origen diferente, tal vez de una tierra de menor calidad. Así habríamos terminado con un origen distinto para la mujer que para el hombre, algo similar a lo que hizo Semónides con su historia de cerdas de largos cabellos, comadrejas y monos. Esto habría hecho de Eva alguien inferior a Adán, portadora de una menor imagen de Dios.
No, Dios quiso enfatizar que ambos estaban hechos de la misma sustancia. Eva no sería una creación separada, sino una expresión separada de la misma creación. Podrías decir que Eva fue la primera clonación humana, pero con un giro significativo. Dios la hizo de “la costilla que había sacado del hombre.” Descendió al núcleo mismo del hombre, tomó parte de su ADN, lo ajustó levemente y formó a la primera mujer.
PRIMERO NO SIGNIFICA MEJOR
Algunos dicen que porque Adán fue creado primero, él es superior. Con la misma lógica, los cerdos y perros serían superiores al hombre, ya que fueron creados antes. Como dijeron los rabinos: “Si la mente de un hombre se vuelve demasiado orgullosa, recuérdale que los mosquitos lo precedieron en el orden de la creación.” El diseño de Dios para cada ser creado, no el orden de su llegada, es lo que les da valor.
AL LADO, NO DEBAJO
La Biblia dice que Dios diseñó a la mujer como “ayuda idónea para él.” Algunos usan esto para decir que el hombre era mayor y la mujer solo su “ayuda.” Pero miremos la frase hebrea traducida como “ayuda idónea”: ’ezer keneged. El primer término, ’ezer, es una palabra poderosa en hebreo. Cuando eras niño y necesitabas ayuda con un problema de matemáticas, ¿ibas a alguien menos capaz que tú o a alguien más sabio? Si tenías un problema con un matón en la escuela, ¿buscabas ayuda en alguien más débil o en alguien más fuerte?
Eso significa exactamente ’ezer: un aliado más fuerte, más capaz. Es la misma palabra usada en el Antiguo Testamento para hablar de Dios. El salmista declaró: “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi ayuda? Mi ayuda viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra.” El que ayuda es aquel que tiene algo que ofrecer al que lo necesita. Adán necesitaba ayuda. No tenía compañero. Dios le creó uno: una ayuda.
El segundo término, keneged, muestra qué clase de compañero dio Dios a Adán. Significa “igual.” Dios le dio a Adán una ayuda igual. “La mujer fue creada no para servir a Adán, sino para servir con Adán.” Si Dios no hubiera añadido esa palabra, igual, al término ’ezer, ¡quizás hoy estaríamos escribiendo un libro para probar que los hombres también pueden liderar!
¿Cómo reaccionó Adán cuando vio por primera vez a la mujer? Rompió en un canto:
“Esto es ahora hueso de mis huesos
y carne de mi carne;
será llamada ‘mujer’,
porque del hombre fue tomada.”
Así, las primeras palabras humanas que oímos en la Biblia son una canción de amor. Podrías decir que Adán miró lo que Dios le había dado y exclamó un gran “¡Guau primitivo!”
EL HOMBRE DEJA TODO POR LA MUJER
Cada vez que has ido a una boda, probablemente escuchaste la frase: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer.” La repetición constante de este versículo lo ha vuelto casi trivial para nosotros. Pero en su contexto original era radical. En ninguna cultura antigua un hombre dejaba nada por casarse con una mujer. Eran las mujeres las que debían dejarlo todo.
La declaración de Dios en Génesis 2 invierte totalmente los valores del mundo. Desde la perspectiva de Dios, un hombre debía considerar a una mujer de tan alto valor que estaría dispuesto a renunciar incluso a quienes le habían dado la vida, con tal de unirse para siempre a ella.
UN DESTINO COMPARTIDO
Dios tenía un gran destino para hombres y mujeres. Cuando primero expuso sus planes dijo: “…y dominen… sobre toda la tierra.” Eso era un liderazgo compartido con implicaciones globales. Como para subrayar esto, Dios luego “los bendijo y les dijo: ‘Sean fecundos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla. Dominen a los peces del mar y a las aves del cielo y a todo ser viviente que se mueve sobre la tierra.’” El mandato de Dios era para ambos.
Observa que Dios no le dio dominio al hombre sobre la tierra hasta que la mujer estuvo a su lado. Adán reconoció que Eva servía con él. Después de su pecado, Adán dijo: “La mujer que me diste para que estuviera conmigo.” No dijo: “La mujer que me diste,” sino “para que estuviera conmigo.” Lee Anna Starr comenta: “Eva no era su propiedad… [sino] su asociada en el gobierno, así como su compañera en el hogar.”
Recuerda que los romanos agrupaban mujeres, esclavos y caballos, considerándolos posesiones. ¡Qué diferente es la perspectiva bíblica! Más adelante veremos cómo algunos eruditos judíos diluyeron esa revelación antes de la venida de Jesús. Pero si miramos solo la Palabra de Dios, aprendemos en sus primeros capítulos que el liderazgo fue dado por Dios y no tenía nada que ver con el género. Dios creó al hombre y a la mujer y luego compartió con ellos parte de su autoridad. Hombre y mujer iban a gobernar el mundo junto con Él. Qué dolor que tiraran eso por la borda, entregando su autoridad al enemigo de Dios.
UNA TRAGEDIA COMPARTIDA
La belleza de Génesis 1 y 2 fue seguida por la tragedia compartida de Génesis 3. El contar y volver a contar esta historia, junto con los elementos de cuento de hadas añadidos por la cultura popular, nos han vuelto inmunes a su horror. Necesitamos leerla de nuevo. Todas las calamidades que han quebrantado el corazón de Dios y devastado a la humanidad por miles de años estaban contenidas en aquellos bocados de fruta. Dolor, tormento, la distorsión de la naturaleza, la perversión de los dones humanos: pérdidas incalculables llegaron cuando Adán y Eva le dieron la espalda a Dios. Fueron atraídos por la vacía promesa de que serían “como Dios.” La ironía es que ya habían sido creados a imagen de Dios y se les había dado la oportunidad de gobernar con Él.
Algo que a menudo pasa desapercibido es la aparente unidad en el momento de su pecado. Cuando la serpiente habló a la mujer, preguntó: “¿Conque Dios les ha dicho…?” En español no distinguimos, pero en hebreo la palabra “ustedes” usada allí es plural. Eva también respondió en plural: “Podemos….” Luego la serpiente volvió a usar el plural: “No morirán.” Aunque solo oímos las palabras de la serpiente y de Eva, el texto sugiere que Adán estaba allí también, cómplice silencioso. Esto queda claro cuando, después de morder, Eva “dio también a su marido, que estaba con ella, y él comió.”
Una vez más, la historia bíblica contrasta fuertemente con los mitos griegos. El mal no entró en el mundo por una mujer, Pandora. Entró por una pareja humana. Ambos estaban presentes. Ambos participaron. Ambos fueron culpables delante de Dios, y ambos sufrirían las consecuencias.
EL COMIENZO DE LA GUERRA DE LOS SEXOS
Esas consecuencias incluyeron la destrucción de la relación hombre-mujer. Inmediatamente comenzaron la vergüenza y la culpa, la manipulación y el control. Ambos arrojaron a la basura su destino, y ambos fueron responsables. Y no podían deshacer la tragedia que habían desatado. Para eso necesitarían un Redentor.
A menudo la gente llama a las palabras de Dios en Génesis 3 “la maldición.” Pero Dios solo maldijo a la serpiente y a la tierra —los mundos espiritual y natural. Las palabras de Dios a Adán y Eva simplemente describieron las consecuencias inevitables de su decisión. Dios no les estaba imponiendo nada. Estaba describiendo un futuro marcado por el pecado. Sus palabras no declaraban su voluntad para la humanidad. Solo describían los resultados inevitables del pecado en quienes violan su voluntad.
UNA ESPERANZA COMPARTIDA
Y entonces, en un instante, justo después de revelarse su pecado, Dios prometió a la pareja culpable que Él mismo lucharía contra el invasor que los engañó. Dio la primera profecía mesiánica: ¡un Redentor vendría! Jesús —la simiente de la mujer— restauraría la esperanza a todos sus descendientes. Hablando a la serpiente, Dios dijo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la de ella; él te aplastará la cabeza, y tú le herirás en el talón.”
Observa cómo describió a la descendencia de Eva: la palabra hebrea para descendencia es literalmente “simiente.” ¡Qué declaración tan extraordinaria a la luz del pensamiento médico griego y del resto de los antiguos! Ellos pensaban que el hombre sembraba su “semilla” en el “suelo” de la mujer. No fue hasta el siglo XIX que la ciencia descubrió que la mujer tenía un papel activo en la creación de la vida. En 1872, von Baer descubrió el óvulo. La Palabra de Dios había sido precisa desde el principio.
Como señala Starr:
“Su simiente” era algo que un hombre sin inspiración jamás habría permitido. Antes del tiempo de Francisco I de Francia, la disección del cuerpo humano era considerada sacrílega. No fue sino hasta que se superó ese prejuicio que se supo que el óvulo era la contribución de la madre a la vida. En 1872, von Baer descubrió el óvulo.
¡Si tan solo el pueblo de Dios hubiera conservado los propósitos revelados en su Palabra! Más adelante veremos cómo algunos maestros judíos abandonaron el origen, destino, tragedia y esperanza compartidos para hombres y mujeres que se presentan en los tres primeros capítulos de Génesis, y añadieron enseñanzas que Dios nunca pretendió, oscureciendo y distorsionando la imagen de Dios.