13. Orar y profetizar (Segunda parte de 1 Corintios 11:2-16)

Ahora que hemos considerado sus pensamientos acerca de la actitud correcta, veamos lo que Pablo dijo acerca de la vestimenta correcta (las partes “B” del intercambio A-B-A-B). Estos versículos no solo hablan de peinados y atuendos, sino que también contienen algunas de las declaraciones más claras en apoyo del ministerio público de las mujeres. Veremos que Pablo esperaba que hombres y mujeres participaran juntos en el ministerio de la iglesia.

NO PASES POR ALTO LO OBVIO

“Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta deshonra a su cabeza. Y toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta deshonra a su cabeza; es como si tuviera la cabeza rapada. Si la mujer no se cubre la cabeza, que se corte también el cabello; y si es deshonroso que la mujer tenga el cabello cortado o rapado, que se cubra. El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es gloria del hombre.”1

En estos versículos, Pablo habló acerca de la vestimenta apropiada para quienes ministraban en público. Algunos cristianos han interpretado estos versículos como mandamientos absolutos para todos los tiempos y lugares, predicando contra los jóvenes que llevan el cabello largo o exigiendo que las mujeres no se lo corten. Otros se han enfocado en que las mujeres usen velos o coberturas en la iglesia.

Antes de mirar lo que significaban estas modas de cabello en la Corinto del siglo I, debemos ser cuidadosos en notar lo obvio en este pasaje: Pablo les dijo tanto a hombres como a mujeres qué vestir mientras ministraban en público, porque él esperaba que tanto hombres como mujeres ministraran en público.

EL ALCANCE COMPLETO DEL MINISTERIO

Pablo dijo: “Todo hombre que ora o profetiza…” y “toda mujer que ora o profetiza…”. No estaba hablando de algo hecho al margen de la actividad de la iglesia. “Orar y profetizar” resumía todo el alcance del concepto judío del ministerio sacerdotal. Orar es hablar con Dios en representación del pueblo de Dios. Profetizar es hablarle al pueblo de Dios en representación de Dios. La oración puede ser privada o pública, pero la profecía es casi siempre pública. Debido a las declaraciones paralelas de Pablo a hombres y mujeres en este pasaje, es claro que el ministerio de oración y profecía de una mujer es tan público como el de un hombre.

La profecía es más que predecir el futuro con la ayuda del Espíritu Santo. Los profetas del Antiguo Testamento hicieron eso, pero también predicaron, exhortaron, juzgaron, suplicaron, reprendieron, animaron, enseñaron, edificaron, advirtieron y atrajeron al pueblo con la Palabra de Dios. Pablo dijo que los ministerios profético y apostólico eran fundamentales para todos los demás.2 Mostró cuán amplio podía ser el concepto de profecía en 1 Corintios 14:3, cuando dijo: “Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.”

Así vemos que la profecía incluía una amplia gama de actividades ministeriales y que Pablo asumía que las mujeres, al igual que los hombres, profetizarían. De hecho, que las mujeres profetizaran junto a los hombres debía ser una característica de la iglesia, según el profeta Joel. El día que nació la iglesia, eso fue exactamente lo que ocurrió cuando los que fueron llenos del Espíritu, “los doce” y “las mujeres”, junto con otros, comenzaron a ministrar públicamente.3 Pedro recordó a su audiencia que esto debía suceder, citando las palabras de Joel: “En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne; vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños. Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”4

PROFETISAS EN EL TALMUD

La inclusión en el Nuevo Testamento de hombres y mujeres en el ministerio público no carecía de precedentes en el Antiguo Testamento. El Talmud dice: “Cuarenta y ocho profetas y siete profetisas profetizaron a Israel… ‘Siete profetisas’. ¿Quiénes eran estas? Sara, Miriam, Débora, Ana, Abigail, Hulda y Ester.”5 De hecho, Pablo reconoció a otra profetisa del Antiguo Testamento cuando citó a Rebeca en Romanos 9:12.6 A pesar de esto, el Talmud decía que era una vergüenza para la sinagoga si una mujer leía la Torá en público.7

Pablo, en cambio, no consideraba a las mujeres como ministras “de segunda categoría”. No, las trató como iguales en la predicación del Evangelio. Es muy claro en 1 Corintios 11 que las mujeres oraban y profetizaban en la iglesia primitiva. Si Pablo hubiera querido prohibir a las mujeres el ministerio público, no se habría tomado el tiempo de corregir la manera en que ellas ministraban. ¿Por qué se tomaría Pablo el trabajo de podar una costumbre que en realidad quería arrancar de raíz?8


¿A QUIÉN CORRIGIÓ PABLO?

Observa que Pablo dedicó casi el mismo tiempo en 1 Corintios 11:4–7 a corregir a hombres y mujeres por vestimenta inapropiada. En griego, hay sesenta y ocho palabras en estos cuatro versículos: treinta y una de ellas (46 por ciento) están dirigidas a los hombres, mientras que treinta y siete (54 por ciento) a las mujeres.

¿Por qué mostró el gran apóstol tanta preocupación por la moda? ¿De verdad le importa a Dios qué tan largo sea el cabello de alguien o si una mujer usa sombrero en la iglesia? Al escuchar el lado de Pablo en una conversación telefónica imaginaria, es imposible decir con certeza qué estaba ocurriendo en la iglesia de Corinto en este aspecto. No podemos estar absolutamente seguros de qué abusos estaba tratando Pablo. La iglesia en Corinto era una increíble mezcla de grupos étnicos, clases sociales y conversos provenientes de una gran variedad de religiones. Para cada uno de estos grupos, los peinados de hombres y mujeres eran distintos, y lo que llevaban en la cabeza tenía diferentes significados.

SOMBREROS PUESTOS, SOMBREROS QUITADOS

Los hombres judíos usualmente llevaban el cabello largo y se cubrían la cabeza en la sinagoga. Los más religiosos mantenían la cabeza cubierta en todo momento. Las mujeres judías casadas mantenían cubierto su largo cabello, pues los rabinos enseñaban que el cabello largo de la mujer era sexualmente provocativo.

Los hombres griegos, por otro lado, podían llevar el cabello largo o corto, aunque en este período el estilo generalmente era corto. Ya sea en la calle o en el templo, los hombres griegos llevaban la cabeza descubierta. El cabello largo era considerado un signo de belleza para las mujeres griegas, quienes sin embargo mantenían la cabeza cubierta en público.

Los hombres romanos llevaban el cabello corto y descubierto, pero al igual que los judíos, se cubrían la cabeza en la adoración. Las mujeres romanas tenían una gran variedad de peinados y coberturas de cabeza. De hecho, los estilos cambiaban tan seguido que las estatuas romanas a veces incluían peinados intercambiables para mantener actualizada la imagen de la persona.9 En general, los romanos consideraban el velo como un signo de mujer libre y casada, y no permitían a ninguna esclava ni a una exprostituta el derecho de usar esta prenda de las aristócratas.

CAMBIO DE GÉNERO E IDOLATRÍA

Estas costumbres tenían excepciones, pero las excepciones solían ser un signo de luto, inmoralidad sexual o rituales religiosos frenéticos. Las prostitutas en tiempos apostólicos eran conocidas por anunciarse a sí mismas dejando la cabeza descubierta, “una invitación a la lujuria”.10 Esto habría sido algo muy común en Corinto, la ciudad famosa por su ejército de cortesanas.

Las inversiones de género en festivales de desenfreno sexual se convirtieron en parte de varias religiones paganas.11 Una de estas era el culto a Dionisio. En esta religión, los hombres se vestían como mujeres con cabello largo y velos, y las mujeres se cortaban el cabello corto y vestían ropa masculina. Una vasija de la antigua Corinto está decorada con la imagen de una adoradora de Dionisio, bailando con pantalones equipados con un órgano sexual masculino artificial.12

Con todo esto como parte de la mezcla en Corinto, ¿qué estaba abordando Pablo en 1 Corintios 11? ¿Acaso las exprostitutas adoraban a Jesús de la misma manera que habían adorado a Afrodita, con la cabeza descubierta? ¿Estaba Pablo diciendo a los hombres que no usaran el cabello largo ni cubrieran sus cabezas porque algunos se estaban travistiendo, como lo hacían en la adoración a Dionisio? ¿O podría Pablo haber insistido en que las mujeres usaran velos como una manera de dar honor a las esclavas y exprostitutas, a quienes se les habría negado ese derecho en Corinto? ¿Les dijo Pablo a los hombres que no se cubrieran la cabeza en la adoración como un signo externo de que ya no estaban bajo la ley judía ni adoraban como lo hacían los romanos en sus templos?

Tal vez no sea necesario que reconstruyamos con exactitud todos los problemas históricos en cuanto a los “sí” y “no” de los peinados en Corinto. Recordemos la enseñanza de Loren en el capítulo 2 acerca de las verdades absolutas y las declaraciones relativas. Pablo dejó muy claro que su enseñanza sobre los peinados dependía de la cultura particular. Notemos que dijo que esas instrucciones debían cumplirse solo “si es deshonroso que una mujer tenga el cabello cortado o rapado.”13 Si no es deshonroso en tu cultura, estas palabras no aplican.


LAS ACTITUDES CORRECTAS DEBEN DICTAR LA VESTIMENTA CORRECTA

En cuanto a las prácticas que Pablo estaba abordando, tenemos más preguntas que respuestas. Sin duda, las instrucciones de Pablo y las razones para ellas eran muy claras para su audiencia original. Con el paso del tiempo, los asuntos particulares que las personas estaban enfrentando se han vuelto menos claros para nosotros. Pero lo que sí podemos ver con claridad es que Pablo instaba a los creyentes a tener la actitud correcta del corazón, lo cual dictaría las prácticas correctas. A lo largo de esta Epístola, podemos ver los temas generales de Pablo:

  • 1 Corintios 1–4: unidad en lugar de divisiones.
  • 1 Corintios 5–7: pureza sexual en lugar de inmoralidad.
  • 1 Corintios 8–10: adorar a Dios en lugar de adorar ídolos.

Pablo pudo haber estado tratando uno, dos o los tres de estos temas de actitud del corazón cuando les dijo a las personas qué debían usar en sus cabezas.

¡ELLA ES ESO Y MÁS!

Pablo concluyó esta sección de su carta diciendo que un hombre debía descubrirse la cabeza cuando ministra porque “él es imagen y gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre.”14 ¿De qué se trataba esto? ¿Quiso decir Pablo que solo el hombre, y no la mujer, fue hecho a imagen y gloria de Dios?

Para apreciar plenamente esta declaración necesitamos considerar algunas cosas acerca del griego de esta frase. Pablo usó la palabra específica de género aner (varón) en lugar de la palabra inclusiva de género anthropos (persona). Esto resalta, puesto que en otros lugares fue tan cuidadoso y deliberado en hablar de la creación en términos inclusivos de género.15 ¿Limitó Pablo la imagen y gloria de Dios al varón? El relato de la creación en Génesis 1:26–27 dice que varón y hembra fueron hechos a imagen de Dios, y Pablo no podía estar contradiciendo eso. Lo que Pablo estaba diciendo en realidad era: ¡la mujer es la gloria de Dios… y también del hombre! La clave para entender este versículo está en la pequeña palabra griega de.

UNA GRAN AFIRMACIÓN DE LAS MUJERES

La conjunción griega común de16 no tiene un equivalente exacto en inglés ni en español. Aunque a veces se traduce como “pero”, suele ser mejor traducida como “y” o “y también”. Si Pablo hubiera querido hacer un contraste entre la naturaleza de hombres y mujeres, resaltando sus diferencias, probablemente no habría usado la palabra suave de, sino la palabra fuerte alla para decir “pero…”.

Pablo usó deliberadamente la palabra aner (varón) para provocar a su audiencia a repensar sus actitudes respecto al género. No estaba diciendo que el varón es la gloria de Dios en contraste con la mujer, que no lo es. Eso es imposible, porque Dios no se glorió en Su creación de la humanidad hasta que creó a la mujer para unirse al varón. Dios miró al varón estando allí solo y dijo: “No es bueno.”17 Solo cuando los dos estuvieron juntos como compañeros exclamó Dios: “¡Muy bueno!”18 Como Pablo se refirió a este episodio exacto apenas dos versículos después, en 1 Corintios 11:9, claramente lo tenía en mente.

Para comprender mejor el uso que hace Pablo de la conjunción de, podríamos parafrasear este versículo como: “Mientras que el varón es la gloria de Dios junto con la mujer, ¡la mujer es también la gloria del varón!” Pablo les estaba mostrando a los hombres de Corinto que, así como Adán se glorió en la creación de Eva, estallando en canto cuando la vio por primera vez, ellos debían gloriarse en las mujeres que ministraban en medio de ellos. Las mujeres no eran inferiores deshonrosas para ser usadas o evitadas, como enseñaban griegos, romanos y judíos. Eran valiosas, incluso gloriosas compañeras, y debían ser tratadas con respeto como socias plenas en el ministerio. Pablo estaba diciendo a los hombres que no despreciaran a las mujeres, sino que las valoraran, honraran, apreciaran, atesoraran, y que se gloríen en las mujeres que ministraban en medio de ellos. Así, la frase de Pablo “y la mujer es la gloria del hombre” es una de las más afirmativas acerca de las mujeres en las Escrituras.

DOS COSAS A NOTAR EN EL POSTSCRIPTUM DE PABLO

“Juzgad por vosotros mismos: ¿Es propio que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza? ¿No os enseña la misma naturaleza que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello? Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso, porque en lugar de velo le es dado el cabello.”19

Estos versículos son la sección final “B” en la estructura A-B-A-B de Pablo. Aquí Pablo concluye su discusión acerca de lo que hombres y mujeres deben llevar en sus cabezas mientras oran y profetizan. Brevemente, hay dos cosas que notar:

Primero, Pablo comenzó con el imperativo: “Juzgad por vosotros mismos.”20 Este fue el único imperativo en este pasaje que está dirigido a todos, tanto varones como mujeres sin distinción.21 Su mandato era genuino. Pablo no quería obediencia ciega. Quería que las personas maduraran espiritualmente y tomaran decisiones responsables basadas en los principios que ya había dado. Planteó varias preguntas en los versículos 13–15, pero no dio respuestas prefabricadas. Dejó a las personas con las preguntas para comprometer su pensamiento y que decidieran por sí mismos qué usar al orar y profetizar.

Segundo, ¿qué significa la frase “¿No os enseña la misma naturaleza…?”22 en relación con que hombres o mujeres tengan el cabello largo? Pablo no podía haber querido decir que la naturaleza física enseñaba esto. La naturaleza física me enseña a mí, un hombre, que si no voy al barbero mi cabello crecerá largo. ¿Es eso una deshonra o una gloria? La naturaleza física no responde. ¿Y qué de aquellos de tribus en África donde su cabello es tan rizado que no crece largo en absoluto?23 ¿Les enseña la naturaleza lo mismo que a mí? Obviamente, Pablo debía tener en mente otra cosa que no era un código universal absoluto del cabello. ¿De qué se trataba entonces? Pablo estaba hablando de la cultura, de lo que se consideraba natural en la sociedad corintia.

Recordemos que en 1 Corintios 11:6, Pablo no dijo que la mujer debía cubrirse la cabeza sin importar qué. Dijo que lo hiciera “si es deshonroso que una mujer tenga el cabello cortado o rapado” [énfasis añadido]. La manera de ministrar de Pablo era tanto encarnacional (identificándose con la cultura) como profética (transformando la cultura). Por un lado, la enseñanza de Pablo desafiaba y transformaba radicalmente la cultura mediante el Evangelio. Por otro lado, Pablo no ignoraba la cultura; era muy respetuoso con las personas y su cultura. De hecho, lo había señalado apenas unos versículos antes cuando dijo:

“Si, pues, coméis o bebéis [y podríamos añadir: cubrís vuestra cabeza o la dejáis descubierta, tenéis el cabello largo o corto], o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. No seáis tropiezo ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mí, así como yo lo soy de Cristo.”24

ORAR Y PROFETIZAR

Pablo lo concluyó diciendo: “Con todo eso, si alguno quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni las iglesias de Dios.”25 ¿A qué se refería Pablo cuando dijo: “nosotros no tenemos tal costumbre”? ¿Estaba hablando de que las mujeres tuvieran el cabello largo o de que usaran algo en sus cabezas en la iglesia? Eso parece muy improbable, ya que justo les había dicho que juzgaran por sí mismos qué usar en el ministerio.

Pablo estaba hablando de la práctica de hombres y mujeres orando y profetizando en público, ministrando como colaboradores en Cristo. Estaba defendiendo esta práctica, dándoles a las mujeres derechos que la cultura corintia les había negado. La práctica que las iglesias de Dios sostenían era la de hombres y mujeres compartiendo en el ministerio de la iglesia como iguales delante de Dios y, sin embargo, completamente interdependientes. Esta es la práctica que debemos abrazar sin contienda, porque el Evangelio de Jesucristo llama a hombres y mujeres a ministrar lado a lado.