No sean buscadores de faltas, condenando y juzgando a los demás, porque descubrirán que sólo están exponiendo sus propios defectos de carácter. La manera en que tratas a los otros revela los atributos de tu propio carácter, y la realidad de tu condición es la que determina tu destino.
¿Por qué intentas encontrar el defecto más pequeño en el carácter de otra persona pero ignoras la patología maligna en el tuyo propio? ¿Cómo puedes pensar que puedes ayudar a otro a quitar defectos de su carácter cuando, al mismo tiempo, el tuyo está corrompido por el egoísmo? ¡Charlatanes! Las intervenciones sanas requieren mentes sanas: primero aborda los defectos de tu propio carácter y entonces tendrás la claridad y la capacidad de ayudar a los demás a quitar los suyos.
No entregues tus recursos para difundir el Remedio a aquellos que los desperdiciarán, ni intentes nutrir con la verdad a quienes se hartan de mentiras, no sea que se enfurezcan e intenten destruirte.
Pide el Remedio, y se te dará; busca, y encontrarás; llama, y se abrirá para ti la puerta de la recuperación. Porque todo el que pide, recibe; quienes buscan la sanidad espiritual, la encuentran; y a quienes llaman, la puerta de la restauración se les abre.
¿Quién de ustedes, si su hijo tiene hambre y le pide pan, le dará tierra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? Si ustedes, que son egoístas, saben dar buenas cosas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre en el cielo dará buenas cosas a quienes se las pidan! Así que en todo, haz lo que esté en el interés eterno de los demás, tal como quieres que hagan contigo. Ese amor es la verdad central sobre la cual descansa la Escritura.
El camino al cielo es por la puerta construida precisamente sobre la ley de amor de Dios: el protocolo de diseño divino para la vida. Existen muchas teorías, filosofías y enseñanzas menos precisas, que sugieren un camino más amplio y menos exigente, pero todos esos caminos son incompatibles con la vida y llevan a la destrucción, y demasiados los prefieren. La puerta es estricta y el camino exacto que conduce a la vida, y sólo unos pocos lo encuentran.
Estén alerta contra los falsos maestros: vienen a ustedes fingiendo ser ovejas de mi rebaño y afirmando tener mi Remedio, pero detrás de la apariencia son lobos destructivos que ofrecen la infección como si fuera la cura. Sus métodos darán fruto, y por sus frutos los reconocerán: no se recogen uvas de espinos ni higos de cardos. Así como un árbol bueno da buen fruto y un árbol malo—mal fruto, quienes toman mi Remedio tendrán un carácter maduro y darán fruto de amor. Pero quienes toman el falso remedio seguirán siendo egoístas, su carácter se marchitará, y darán fruto de egoísmo. El árbol del amor no puede producir maldad, y el árbol del egoísmo no puede producir bondad. Todo árbol separado del amor no puede dar buen fruto, y por eso será arrojado al fuego. Así, por los frutos de su carácter los reconocerán.
No todos los que me llaman Señor entrarán en el reino celestial del amor, sino sólo aquellos que han tomado el Remedio, han sido sanados en el corazón y viven en armonía con mi Padre que está en el cielo. Habrá muchos que en aquel día clamarán: “Señor, Señor, ¿no recuerdas que predicamos muchos sermones diciendo ‘Jesús salva’, que expulsamos demonios diciendo ‘Jesús te expulsa’, y que hicimos muchos milagros diciendo ‘en el nombre de Jesús, sé sanado’?” Entonces yo les diré la realidad de su situación: “Nunca confiaron en mí, y nunca estuvimos unidos de corazón. ¡Aléjense, porque están endurecidos en su egoísmo!”
Comprendan esto: los que escuchan la verdad que digo y la aplican a su vida son como la persona sabia que construyó su casa sobre cimientos de roca firme. Cuando llovió, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra aquella casa, no cayó, porque estaba fundada sobre roca sólida. Pero quienes oyen la verdad que digo y no la aplican a su vida son como la persona necia que construyó su casa sobre la arena. Cuando llovió, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra aquella casa, se derrumbó con gran estruendo.
Las multitudes quedaron asombradas y maravilladas después de escuchar a Jesús, porque enseñaba verdades claras que tenían sentido—como alguien que entiende la realidad del universo—y no como las ideas confusas de los líderes religiosos y abogados.