Cuando Jesús vio a la multitud, subió a la ladera de un monte, se sentó en un lugar llano y sus discípulos se acercaron a él. Entonces comenzó a enseñarles y dijo:
“Bienaventurados los que reconocen su necesidad espiritual, porque recibirán el remedio del cielo. Bienaventurados los de corazón tierno, los que sienten el dolor que causa el egoísmo, porque serán consolados. Bienaventurados los de corazón humilde, los que renuncian al yo para servir a otros, porque viven en armonía con el reino de los cielos. Bienaventurados los que tienen hambre de ser renovados en justicia, de desbordar en verdad y amor, porque serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, los que son compasivos con otros, porque ellos mismos experimentarán misericordia. Bienaventurados los de corazón purificado en el amor abnegado, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, los que procuran reconciliar a todos los pueblos, naciones, razas y culturas con Dios para siempre, porque serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que son perseguidos por hacer lo correcto y amar más al prójimo que a sí mismos, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados serán ustedes cuando la gente se vuelva contra ustedes, los difame, diga toda clase de mal contra ustedes y los persiga, porque reflejan con exactitud quién soy yo y lo que es mi reino de amor. Alégrense y regocíjense, porque así trataron también a los portavoces de Dios que vivieron antes que ustedes, y porque grande es su recompensa en los cielos.
Ustedes son como la sal para la humanidad: preservan el conocimiento de Dios, dan sabor de cielo y despiertan la sed por Dios. Pero si la sal pierde su sabor y no recupera su salinidad, ya no sirve para nada y será arrojada y pisoteada. Ustedes son como faros de luz en un mundo de tinieblas. Una ciudad asentada sobre un monte no puede esconderse, ni tampoco se enciende una lámpara para cubrirla con un cajón: se pone en alto para que alumbre a todos los de la casa. Así deben ser ustedes: que su vida irradie la luz del amor y de la verdad del cielo en la manera en que tratan a los demás, para que ellos den gloria a su Padre en los cielos.
No piensen que he venido a destruir lo que la Ley y los Profetas enseñaron acerca de Dios y de sus métodos; no he venido a destruir, sino a cumplir. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse lo más mínimo del diseño de Dios para la vida —lo que ustedes llaman Ley. Quien quebrante esos principios y enseñe a otros a hacer lo mismo estará en desarmonía con el cielo; pero quien los practique y enseñe estará en armonía con el reino de los cielos. Les digo claramente: si su carácter no es renovado con una justicia que supere a la de los fariseos y expertos en la ley, les será imposible entrar en el reino del amor.
Han oído que a los antiguos se les dijo: “No mates, y cualquiera que mate será llevado a juicio.” Pero yo les digo una realidad más profunda: cualquiera que se enoje contra su hermano daña su propio carácter y se expone al peligro de ser incurable. Y quien menosprecia a otro, llamándolo “necio”, necesita corrección; y quien juzga las intenciones del corazón del prójimo, llamándolo “malvado” o “perverso”, endurece su propio corazón y se arriesga a la destrucción eterna. Por eso, si vienes a presentar una ofrenda a Dios y recuerdas que tienes un conflicto pendiente con alguien, deja primero tu ofrenda y reconcíliate; solo entonces vuelve y preséntala a Dios.
Si alguien tiene un pleito contra ti y quiere llevarte a juicio, procura arreglarte pronto con esa persona, no sea que el asunto llegue al juez, termines en prisión o debas pagar una multa pesada.
También saben que está escrito: “No cometas adulterio.” Pero yo les digo que Dios mira el corazón, y quien mira a otro con lujuria ya comete adulterio en su interior y corrompe su carácter. Si te sientes vulnerable a la tentación visual, aparta de ti aquello que te induce; es mejor renunciar a algo que perder la vida eterna. Y si lo que tocas te lleva a lo indebido, limítate a tocar lo bueno. La resolución debe ser tan firme que prefieras perder algo antes que perder la vida eterna.
Se ha dicho: “El que se divorcia debe hacerlo legalmente, entregando un acta de divorcio.” Pero yo les digo que el divorcio ocurre cuando el amor muere y el egoísmo prevalece. Así como uno no amputa un miembro sano sino uno gangrenado para salvar la vida, así también el divorcio solo tiene justificación cuando ocurre una traición conyugal; fuera de eso, causa daño y fomenta infidelidad.
Han oído también que se dijo: “Cumple tus juramentos al Señor.” Pero yo les digo que vivan con tal honestidad que no necesiten jurar en absoluto. No juren por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es su aula de enseñanza; ni por Jerusalén, que es la ciudad de Dios; ni siquiera por su propia cabeza, pues no pueden hacer crecer ni un solo cabello. Sean sinceros en todo: que su “sí” sea sí y su “no” sea no. Lo que vaya más allá proviene del maligno que busca confundir.
También recuerden lo que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente.” Pero yo les digo una verdad más profunda: amen a los demás. No resistan al que es malo. Si alguien te abofetea en una mejilla, preséntale también la otra. Si alguien te demanda para quitarte la túnica, entrégale también el manto. Si alguien te obliga a llevar una carga por un kilómetro, acompáñalo dos. Dios creó el universo para funcionar sobre el principio del amor y la entrega libre: por eso da generosamente al que te pide y no rechaces al que quiere tomar algo de ti prestado.
Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.” Pero yo les digo la verdad más profunda: la vida solo existe cuando funciona sobre la ley del amor. Por lo tanto, amen también a sus enemigos y oren por los que los persiguen, para que vivan como hijos de su Padre celestial. Él da de sí mismo para todos: hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos. Si aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? Eso también lo hace quien vive en egoísmo. Y si muestran cariño solo a su familia, ¿qué diferencia hay? Eso mismo hacen los paganos. Sean, pues, plenos en amor, así como su Padre en el cielo es perfecto en amor.”
Nota versículo 31: El adulterio es un asunto del corazón, como dijo Jesús en los versículos anteriores. Divorciarse de un cónyuge cuyo corazón no es infiel, sino por egoísmo, obliga al cónyuge divorciado a una situación en la que su corazón aún añora a su primer cónyuge. Si se vuelve a casar, su corazón anhela a la persona que perdió; por lo tanto, el nuevo matrimonio se basa en lealtades y anhelos divididos, creando una situación de adulterio.