Las siete últimas plagas – Apocalipsis 15:1–16:11

Apocalipsis 14 concluye con la gran cosecha de las dos siegas: el pueblo de Dios es representado como el trigo recogido en el granero de Cristo (cf. Mt. 13:30), mientras que los impenitentes son representados como uvas pisadas en el lagar de la ira de Dios. Los capítulos 15–16 desarrollan esta escena: los santos victoriosos son reunidos ante el trono de Dios (Apoc. 15:1–4), mientras que los rebeldes son pisados en el lagar de la ira de Dios (15:5–16:21).

El significado de las plagas (15:1–8)

Apocalipsis 15 introduce una nueva escena. Aparecen siete ángeles, cada uno con una copa llena de siete plagas que deben ser derramadas sobre la humanidad rebelde. Sin embargo, antes de que derramen las plagas, el capítulo proporciona información vital sobre el significado y el momento de las plagas:

1 Después vi otra señal en el cielo, grande y maravillosa: siete ángeles que tenían siete plagas, las últimas, porque con ellas se consumaba la ira de Dios.

2 Y vi como un mar de vidrio mezclado con fuego, y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre, de pie sobre el mar de vidrio, con arpas de Dios. 3 Y cantaban el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones. 4 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues solo tú eres santo; porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, porque tus justos juicios han sido manifestados».

5 Después de estas cosas miré, y fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio, 6 y los siete ángeles que tenían las siete plagas salieron del templo, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. 7 Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios, que vive por los siglos de los siglos. 8 Y el templo se llenó de humo por la gloria de Dios y por su poder; y nadie podía entrar en el templo hasta que se terminasen las siete plagas de los siete ángeles.

El momento de las siete últimas plagas

Apocalipsis 16:1–11 nos dice que las siete últimas plagas están reservadas exclusivamente para aquellos que rechazaron a Dios y recibieron la marca de la bestia. Estas plagas se especifican como “las últimas” (Apoc. 15:1). Son las últimas porque siguen a las siete plagas de las trompetas. Las trompetas fueron juicios preliminares, anticipando plagas de juicio más severas por venir. Aunque hay similitudes en el lenguaje entre las plagas de las trompetas y las últimas plagas, ambas series no son lo mismo. Hay diferencias significativas entre ellas.

Primero, durante las plagas de las trompetas, el evangelio se predica en todo el mundo (Apoc. 10:8, 11–14) y el ministerio mediador de Cristo continúa en el cielo (8:3–5). Sin embargo, las últimas plagas son derramadas después de que la predicación del evangelio ha terminado y la intercesión en el santuario celestial ha concluido (14:6–13). El libro lo muestra claramente.

Segundo, Apocalipsis 15:8 ilustra que el templo en el cielo se llenó de “humo por la gloria de Dios y por su poder; y nadie podía entrar en el templo”. Este lenguaje proviene tanto de la dedicación del tabernáculo en el desierto durante el Éxodo de Israel (Éx. 40:34–35) como del templo de Salomón (1 Re. 8:10–11). En ambas ocasiones, la nube de la gloria de Dios llenó el edificio, de modo que los sacerdotes no podían entrar a ministrar delante de Dios. Con la ausencia de los sacerdotes, no había intercesión en el templo. Apocalipsis 15:8 refleja esta idea, diciéndonos que antes de que las siete plagas se derramen sobre la humanidad rebelde, el ministerio mediador de Cristo en el cielo habrá concluido. La puerta de la oportunidad se cerrará finalmente y el destino de cada persona quedará decidido (Apoc. 14:14–20).

Tercero, las plagas de las trompetas están restringidas en alcance y efecto. Afectan solo una parte del reino de Satanás—la frase “una tercera parte” se repite constantemente en el texto (Apoc. 8:7–12; 9:15, 18). No hay restricción vinculada a las siete plagas. Son evidentemente de alcance global. Nótese la declaración: “Y murió todo ser vivo que había en el mar” (16:3).

Por último, las siete trompetas abarcan un largo período de la historia, desde el primer siglo hasta la Segunda Venida. Se vinculan a ellas períodos relativamente largos (Apoc. 9:5, 15; 11:2, 11). Sin embargo, no se especifica ningún marco profético de tiempo respecto a las siete plagas. Estas afectan a la humanidad al final de la historia por un período relativamente corto antes de la Segunda Venida. De hecho, las siete últimas plagas ocurren dentro del marco de tiempo de la séptima trompeta:

Intercesión y predicación del evangelio en curso → Primera trompeta
Segunda trompeta
Tercera trompeta
Cuarta trompeta
Quinta trompeta
Sexta trompeta
Intercesión concluida → Séptima trompeta → SIETE PLAGAS

La batalla de Jericó en Josué 6 ilustra este punto. Los israelitas marcharon alrededor de la ciudad durante seis días, una vez cada día, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas. Luego, en el séptimo día, marcharon siete veces. Mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, las murallas de la ciudad se derrumbaron. Este evento ilustra mejor la relación entre las trompetas y los sellos. Las siete últimas plagas forman parte de la séptima trompeta. Son derramadas como respuesta de Dios a la ira de las naciones (Apoc. 11:18). La séptima plaga provoca la caída de Babilonia la Grande (16:17–21).


La plenitud de la ira de Dios

Las siete últimas plagas son identificadas como las últimas, porque en ellas se consuma la ira de Dios (Apoc. 15:1). Apocalipsis 14:9–10 muestra que las plagas son la manifestación de la plenitud de la ira de Dios. Los que adoran a la bestia y a su imagen y reciben la marca de la bestia en su frente o en su mano derecha tienen que “beber también del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira” (Apoc. 14:10). Hasta ahora, la ira de Dios siempre estuvo mezclada con misericordia. Sus juicios siempre fueron diseñados para llevar a los pecadores al arrepentimiento. Pero ahora ha llegado el tiempo en que todos los que han despreciado la gracia de Dios experimenten la plenitud de la ira divina.

En la Biblia, la ira divina se define como la reacción de Dios ante las decisiones que las personas toman. Cuando las personas se apartan de Dios, Él los entrega a su elección (cf. Rom. 1:26–28). Sin embargo, nunca se rinde con ellos. Su gracia obra para ganarlos de nuevo para Él. La Biblia está llena de casos así.

Como se dijo antes, las siete últimas plagas son las últimas porque están precedidas por las siete plagas de las trompetas, que representan el juicio de Dios sobre los opresores de su pueblo. Aunque tienen un propósito punitivo, las plagas de las trompetas están mezcladas con misericordia. Pretenden despertar a la humanidad rebelde y llevar a los pecadores al arrepentimiento. Estos juicios son ejecutados mientras el evangelio es predicado para alcanzar a esas personas bajo juicio divino y traerlas a Dios.

Pero las siete últimas plagas son presentadas como la expresión de la ira de Dios en su plenitud sin mezcla. No están destinadas a llevar a nadie al arrepentimiento, porque la oportunidad de arrepentimiento ha pasado, la predicación del evangelio ha concluido (Apoc. 14:14–20), el juicio previo al advenimiento ha terminado, y la intercesión en el cielo ya no está disponible (15:8).


El propósito de las plagas

¿Cuál es, entonces, el propósito de las siete últimas plagas?

Primero, son redentoras. Así como Dios envió las plagas sobre Egipto para liberar a su pueblo y llevarlo a la Tierra Prometida (Éx. 7–12), aquí también, Dios envía las siete últimas plagas para derrotar a sus enemigos y liberar a su pueblo de aquellos que quieren destruirlo. Además, estas plagas tienen como propósito llevar a su pueblo a su reino.

Segundo, las últimas plagas son punitivas (Apoc. 15:1; 16:2). Caen sobre aquellos que eligieron seguir a la trinidad satánica y dañar al pueblo de Dios. Ahora estas personas experimentarán los juicios justos de Dios. En Apocalipsis 6:9–11, los santos mártires son representados clamando a Dios por vindicación. Su clamor representa el pedido perenne de todo el pueblo sufriente de Dios a lo largo de la historia. Dios les dijo que esperaran un poco. La respuesta parcial a sus oraciones vino con los siete juicios de las trompetas. Ahora, con el derramamiento de las siete últimas plagas, sus oraciones son respondidas en definitiva y el pueblo de Dios es vindicado.

Tercero, las siete últimas plagas tienen el propósito de llevar a la humanidad rebelde a la comprensión de las consecuencias de sus propias decisiones y acciones. En Apocalipsis 13, los pueblos del mundo han escogido seguir a Babilonia —la trinidad satánica— que los sedujo con promesas y esperanzas falsas. Cuando Dios retira su protección del mundo —representado en el símbolo de soltar los vientos destructivos (Apoc. 7:1)—, las siete últimas plagas son derramadas sobre la tierra con un efecto devastador. Ahora, las personas se ven obligadas a considerar las consecuencias de sus decisiones. Sin embargo, no se arrepienten. Esto nos lleva al punto final.

Al igual que las plagas de Egipto, las siete últimas plagas tienen el propósito de revelar la dureza del corazón de aquellos que rechazaron el evangelio y eligieron ponerse del lado de la trinidad satánica (cf. Éx. 7:1–5). No se ofrece una segunda oportunidad. Han elegido voluntariamente seguir a la trinidad satánica y recibir la marca de la bestia a pesar de la clara advertencia de Dios (Apoc. 14:9–11). Por severas que sean las últimas plagas, no mueven a estas personas al arrepentimiento. Así como cada una de las plagas de Egipto aumentaba la dureza del corazón del faraón y de sus oficiales, de la misma manera cada plaga que viene sobre los adoradores de la trinidad satánica endurece sus corazones en un odio aún mayor hacia Dios y hacia su pueblo (16:9–11).


¿Literales o simbólicas?

Surge una pregunta importante y difícil respecto a si las plagas son literales o simbólicas. El lenguaje de Apocalipsis es a menudo simbólico, lo cual parece obvio al interpretar los sellos y las trompetas. Sin embargo, la situación parece diferente con las siete últimas plagas. El hecho de que las primeras cinco plagas infligen intenso dolor y sufrimiento físico, llevando a las personas a maldecir a Dios, muestra que estas plagas son literales (Apoc. 16:8–11). Esto se confirma en Apocalipsis 7:16, que declara que los 144,000 no tendrán ya hambre ni sed, y que ni el sol abrasador ni el calor los afectará más. Todo esto corresponde claramente a las pruebas de las siete últimas plagas, las cuales son literales.

Sin embargo, cuando llegamos a la sexta plaga, que conduce a la batalla de Armagedón, el lenguaje es claramente simbólico y espiritual. El lenguaje de la séptima plaga, que habla de la caída de la Babilonia del tiempo del fin, parece combinar un significado literal y simbólico.

Es importante recordar que las siete últimas plagas son una profecía aún por cumplirse. Su verdadera naturaleza será entendida plenamente cuando se cumplan. Sean literales o figurativas, las siete últimas plagas expondrán la impotencia de la trinidad satánica para ayudar a la humanidad sufriente y vindicarán a Dios y a su gobierno.


Los santos victoriosos (15:1–4)

Antes de que los ángeles derramen las plagas sobre los adoradores de la bestia, hay un interludio que describe a aquellos que escogieron no adorar a la bestia ni recibir su marca como estando de pie sobre una extensión semejante a un mar de vidrio (Apoc. 15:2–4). Se los presenta con arpas en sus manos, cantando el cántico de Moisés y del Cordero.

No hay duda de que este grupo de redimidos es el mismo de Apocalipsis 14:1–5. Mientras que antes mostraban fidelidad a Dios (en contraste con los que rechazaron el evangelio y se unieron a la trinidad satánica), aquí son protegidos por Dios (en contraste con los adoradores de la bestia, que experimentan los efectos dañinos de las siete últimas plagas). Ya que las siete últimas plagas se presentan de manera semejante a las plagas que golpearon a los egipcios durante el Éxodo, los santos victoriosos son apropiadamente representados como los israelitas en el Mar Rojo, celebrando la gran victoria y alabando a Dios por su gran liberación.

Esto no quiere decir que el pueblo de Dios estará en el cielo durante el derramamiento de las siete últimas plagas. Ellos estarán en la tierra cuando Jesús venga, y serán llevados para encontrarse con Jesús viniendo en poder y gloria (1 Tes. 4:13–17). Aunque están protegidos de los efectos dañinos de las plagas, Apocalipsis 7:16 muestra claramente que, en cierta medida, sufrirán hambre, sed y el calor abrasador del sol durante la prueba de las plagas. Pero antes de que las plagas sean derramadas, el pueblo de Dios recibe la seguridad de que Él estará cerca de ellos en este tiempo difícil. Cuidará de ellos tanto como cuidó de Elías durante la severa hambruna en Palestina (1 Re. 17).


Las primeras cinco plagas (16:1–11)

Con la conclusión del ministerio mediador de Cristo, el sellamiento del pueblo de Dios se ha completado y la puerta de oportunidad para cambiar de lado se ha cerrado permanentemente. Los vientos que habían sido retenidos ahora son soltados para soplar, y las siete últimas plagas son derramadas sobre la tierra:

1 Entonces oí una gran voz que desde el templo decía a los siete ángeles: “Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.”

2 Fue el primero y derramó su copa sobre la tierra; y sobrevino una llaga maligna y pestilente en los hombres que tenían la marca de la bestia y que adoraban su imagen.

3 Derramó el segundo su copa en el mar, y se convirtió en sangre como de muerto; y murió todo ser vivo que había en el mar.

4 Derramó el tercero su copa en los ríos y en las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. 5 Y oí al ángel de las aguas que decía: “Justo eres tú, el que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas; 6 por cuanto derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre; lo merecen.” 7 Y oí al altar que decía: “Sí, Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios.”

8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol; y le fue dado quemar a los hombres con fuego. 9 Y los hombres se quemaron con gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios que tiene poder sobre estas plagas; y no se arrepintieron para darle gloria.

10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se cubrió de tinieblas; y mordían de dolor sus lenguas, 11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus llagas, y no se arrepintieron de sus obras.

Una voz proveniente del templo en el cielo—el lugar donde antes se realizaba la intercesión—ordena a los siete ángeles derramar las plagas sobre los que se unieron a la trinidad satánica y recibieron la marca de la bestia (Apoc. 16:1). Esta voz viene del Lugar Santo en el santuario celestial, donde se ofrecían las oraciones de los santos oprimidos (8:4). Sus oraciones son ahora finalmente respondidas. Ha llegado el tiempo de que Dios vindique a su pueblo fiel y traiga sus juicios justos sobre quienes los dañaron.

El primer ángel derrama su copa sobre la tierra, y llagas malignas y dolorosas golpean a los que tienen la marca de la bestia. Esta enfermedad se describe como úlceras dolorosas e incurables, cubriendo todo el cuerpo (Deut. 28:35; Job 2:7). Una plaga de este tipo golpeó a los egipcios durante el Éxodo (Éx. 9:10–11). Las víctimas de esta plaga son exclusivamente los que tienen la marca de la bestia y adoran su imagen. Así, la primera plaga cumple la amenaza del mensaje del tercer ángel: los que tienen la marca de la bestia y adoran a la bestia y a su imagen ahora deben beber el vino puro, sin mezcla, de la ira de Dios (Apoc. 14:9–10). El pueblo sellado de Dios no es afectado por esta plaga.

El segundo ángel derrama su copa en el mar, que se convierte en sangre como de muerto. Todo ser viviente en el mar muere. El tercer ángel derrama su copa en los ríos y en las fuentes de agua. Toda el agua en la tierra se convierte inmediatamente en sangre. Sin agua para beber, la humanidad rebelde no sobrevivirá.

La razón dada para estas plagas es porque “derramaron la sangre de los santos y de los profetas, y tú les has dado a beber sangre” (Apoc. 16:6). En respuesta, una voz viene del altar diciendo: “Sí, Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios” (16:7). Este es el altar de los holocaustos, mencionado en el quinto sello, bajo el cual el pueblo de Dios oraba pidiendo que Él los vindicara y juzgara a los que los oprimieron. Ahora, la voz del altar afirma que sus oraciones finalmente han sido respondidas con estas plagas; Dios comienza a juzgar a estos opresores. La justicia finalmente se ejecuta.

El cuarto ángel derrama su copa sobre el sol. Un calor intenso abrasa a las personas, causando dolor insoportable. Sin embargo, este dolor insoportable no los mueve al arrepentimiento. Nada hará que cambien sus acciones. Han endurecido sus corazones de tal manera que no pueden volverse atrás. En lugar de ello, maldicen y blasfeman el nombre de Dios, quien ejecuta estas plagas, y rehúsan arrepentirse. Al hacerlo, siguen las huellas de la bestia, que blasfema el nombre de Dios (Apoc. 13:6).

Mientras que las primeras cuatro plagas afectaron a la población en general, la quinta plaga golpea el trono de la bestia, trayendo tinieblas totales sobre la tierra. Esta escena refleja la novena plaga de Egipto, que cubrió toda la tierra con oscuridad intensa (Éx. 10:21–23). Es Satanás quien delegó el trono y la autoridad a la bestia que sube del mar (Apoc. 13:2). Con el apoyo de la bestia que sube de la tierra, la bestia del mar ejerce su autoridad sobre la tierra, engañando y coaccionando a los pueblos del mundo para ponerse del lado de la trinidad satánica. Pero ni siquiera el asiento de la autoridad de Satanás puede resistir la fuerza de estas plagas.

La autoridad de la bestia del mar ahora es socavada, y la bestia sufre gran humillación ante el pueblo. Mientras los pueblos del mundo muerden sus lenguas de dolor, se enfurecen aún más. Empiezan a darse cuenta de la impotencia de la trinidad impía para protegerlos de los efectos de las plagas. Se sienten engañados. Sin embargo, como en el caso del faraón en Egipto, el terror y el dolor de las plagas endurecen cada vez más sus corazones. Han fijado su mente contra Dios. Continúan maldiciendo y blasfemando a Dios por sus dolores y llagas y se niegan aún más a arrepentirse (Apoc. 16:11). Están listos para volcar su ira contra el pueblo de Dios. De esta manera, los pueblos del mundo se convierten en terreno fértil para el engaño final, que Satanás usará para arrastrar a todo el mundo a la gran batalla entre Dios y Satanás. Este engaño final se representa en la escena de la sexta plaga (16:12–16).