Las siete trompetas describen una serie de intervenciones de Dios en la historia en favor de Su pueblo. Las dos primeras trompetas anuncian juicio sobre aquellos que crucificaron a Cristo y persiguieron a la iglesia primitiva; la tercera y la cuarta trompeta llaman al juicio sobre la apostasía de la era medieval y posreformista; y la quinta y la sexta trompeta describen la condición del mundo secular tras la Era de la Ilustración, caracterizada por una amplia actividad demoníaca que conduce a la batalla de Armagedón.
Ahora bien, debería esperarse que el último ángel toque su trompeta para señalar el tiempo del fin. Sin embargo, antes de que suene la séptima trompeta, un interludio interrumpe la secuencia (Apoc. 10:1–11:14). Este recurso literario refleja el interludio insertado entre el sexto y séptimo sello en el capítulo 7. El propósito de este interludio es doble: primero, se usa para describir la condición del pueblo de Dios durante el tiempo del fin (10:1–7); y segundo, para describir la misión del pueblo de Dios en ese tiempo (10:8–11:14).
1 Y vi a otro ángel fuerte que descendía del cielo, vestido con una nube, y sobre su cabeza estaba el arco iris, y su rostro era como el sol y sus pies como columnas de fuego; 2 y tenía en su mano un librito abierto. Y puso su pie derecho sobre el mar y el izquierdo sobre la tierra, 3 y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando clamó, los siete truenos hicieron oír sus voces. 4 Y cuando los siete truenos hablaron, yo iba a escribir; pero oí una voz del cielo que me decía: “Sella las cosas que los siete truenos hablaron y no las escribas.” 5 Y el ángel que vi en pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano derecha al cielo 6 y juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que en él hay, y la tierra y las cosas que en ella hay, y el mar y las cosas que en él hay, que ya no habrá más tiempo, 7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando esté para tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
8 Y la voz que oí del cielo me habló otra vez, y dijo: “Ve, toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está en pie sobre el mar y sobre la tierra.” 9 Y fui al ángel, diciéndole que me diera el librito. Y él me dijo: “Tómalo y cómelo; te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.” 10 Y tomé el librito de la mano del ángel y lo comí; y era dulce como la miel en mi boca, pero cuando lo comí, me amargó el vientre. 11 Y me dijeron: “Debes profetizar otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes.”
El Ángel con el librito (10:1–7)
Juan ve descender del cielo a un ángel de magnífica apariencia. Se le llama “otro ángel fuerte” para distinguirlo de los siete ángeles que tocaron las trompetas (Apoc. 10:1). La descripción del ángel se asemeja a la descripción de Cristo en el capítulo 1: está vestido con una nube, un arco iris sobre su cabeza, su rostro como el sol y sus pies como columnas de fuego (cf. 1:12–16). Todas estas descripciones son imágenes simbólicas que en la Biblia se refieren a Dios. Este ángel está estrechamente asociado con Cristo y viene en la apariencia y autoridad de Cristo.
En su mano, el ángel sostiene un librito abierto. Muchos estudios recientes han mostrado que este librito está relacionado con el libro sellado con siete sellos de Apocalipsis 5, del cual solo Cristo, el Cordero, era digno de poseer y abrir. El libro no podía abrirse hasta que todos los sellos fueran desatados. El hecho de que en el capítulo 10 se lo llame “librito” sugiere que podría ser una parte del libro del capítulo 5. Este librito contiene la descripción del tiempo del fin y la experiencia del pueblo de Dios en el mundo durante los últimos días, como se presenta en Apocalipsis 12–22. Así, los capítulos 12–22 de Apocalipsis constituyen el contenido del librito. Cristo ha revelado estas cosas a Su pueblo mediante el ángel, para prepararlos para la crisis final de la historia de este mundo (cf. 1:1).
El ángel pone un pie sobre la tierra y el otro sobre el mar, indicando el alcance universal del mensaje que debe proclamarse. Lo que el ángel está a punto de anunciar tiene un significado especial para toda la tierra. Hace la proclamación con gran voz semejante al rugido de un león. En el Antiguo Testamento, la voz de Dios es comparada frecuentemente con el rugido de un león (Oseas 11:10; Amós 3:8). Esto muestra que la proclamación que el ángel está por hacer proviene de Dios y es un mensaje especial para Su pueblo.
Los Siete Truenos (10:3–4)
Cuando el ángel comienza a hablar, Juan oye los siete truenos (Apoc. 10:3). En la Biblia, la voz de Dios es a menudo equiparada con el sonido de un trueno (Job 37:5; Juan 12:28–30). En el Salmo 29:3–9, la voz siete veces repetida de Dios se describe como el sonido del trueno. Los siete truenos representan la plenitud del mensaje de Dios—el siete siendo el número de la plenitud. Juan está a punto de escribir lo que los truenos dijeron, pero se le ordena sellar lo que oyó y no escribirlo. Esto es muy inusual, porque en otros lugares de Apocalipsis se le ordena escribir todo lo que se le muestra y no sellar los mensajes del libro (Apoc. 1:19; 22:10). Sin embargo, esta sección debía mantenerse en secreto. La razón es que el mensaje obviamente no era relevante para el pueblo de Dios.
Es importante recordar que “las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, pero las reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley” (Deut. 29:29). Toda profecía útil para la salvación humana está revelada en la palabra profética. Eso es lo que se registra en Apocalipsis 12–22, para que el pueblo de Dios sepa lo que traerá el futuro. Sin embargo, hay algunas cosas acerca del futuro que Dios no ha revelado a los hombres, como el cuándo y cómo sucederán los eventos finales. Aunque Juan oyó estas cosas, no se le permitió escribirlas en el libro. Así que, al estudiar las profecías del tiempo del fin, es importante no ir más allá de lo que Dios quiso revelar a los hombres.
No habrá más tiempo (10:5–7)
Entonces, el ángel que está sobre la tierra y el mar levanta su mano derecha al cielo. Este gesto indica que está a punto de hacer un juramento. Con voz solemne, jura por el que es eterno y que creó los cielos, la tierra y todo lo que hay en ellos, que “ya no habrá más tiempo” (Apoc. 10:6). Y en los días en que suene la trompeta del séptimo ángel, el misterio de Dios se consumará, como lo anunció a Sus siervos los profetas (10:7).
Esta escena apunta a Daniel 12:4–10. A Daniel se le ordenó sellar las palabras del libro hasta el tiempo del fin. Después, surge la pregunta sobre cuánto tiempo pasará hasta que termine la persecución de los santos y se cumplan los eventos profetizados. En respuesta, el mensajero celestial levanta sus manos al cielo y jura por el que vive por siempre que la persecución del pueblo de Dios durará “un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” (Dan. 12:7). Es después de que se complete este período profético que vendrá el fin (cf. Apoc. 6–7). Hasta que se cumpla este tiempo, el pueblo de Dios debe esperar con paciencia (Dan. 12:10).
Apocalipsis 10 claramente hace eco de Daniel 12, con la excepción de la frase “ya no habrá más tiempo”, que reemplaza la frase “un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” de Daniel (Dan. 12:7). “Un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” es una designación simbólica del período profético de 1.260 años, que se refiere a la Edad Media. Durante ese tiempo, el pueblo de Dios fue perseguido por el poder del Anticristo. Como se explicará más adelante en este texto, este período profético concluyó con los acontecimientos de la Revolución Francesa en 1798 d.C. Tal como el ángel le explicó a Daniel, el fin vendría después de este período profético.
En Apocalipsis 6:10, encontramos el clamor constante del pueblo oprimido de Dios: “¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” Se les dice que esperen todavía un poco de tiempo (Apoc. 6:11). Ahora, en Apocalipsis 10:6–7, el pueblo de Dios recibe la seguridad, mediante un juramento divino, de que “ya no habrá más tiempo”. La opresión del pueblo de Dios ha terminado. La rebelión en la tierra no continuará mucho más. Dios ha oído el clamor de Su pueblo, expresado en el quinto sello. Los eventos del tiempo del fin pronto se desarrollarán.
La palabra griega chronos, usada aquí, denota la duración de un período o un lapso de tiempo. Esto contrasta con kairos, que denota un punto en el tiempo, como un momento definido o una estación (aunque a menudo ambos términos se superponen y son sinónimos). El juramento del ángel brinda a la iglesia una fuerte seguridad de que Dios es completamente fiel a Su promesa. No habrá más demora; el tiempo profetizado por Daniel ha expirado, y la historia de este mundo se acerca a su fin. Dios está a punto de liberar y vindicar a Sus santos fieles y llevar la historia de esta tierra a su conclusión. Sobre este tiempo, Elena de White afirma:
Este tiempo, que el ángel declara con un solemne juramento, no es el fin de la historia de este mundo, ni del tiempo de gracia, sino del tiempo profético, que debe preceder al advenimiento de nuestro Señor. Es decir, el pueblo no tendrá otro mensaje basado en tiempo definido. Después de este período de tiempo, que abarca desde 1842 hasta 1844, no puede haber más trazado definido del tiempo profético. El cómputo más largo llega hasta el otoño de 1844.¹
Aunque el tiempo del fin profetizado por Daniel ya ha comenzado, el ángel advierte a Juan que el fin aún no está aquí. Será al sonar la séptima trompeta cuando venga el fin, cuando el misterio de Dios se complete, tal como fue proclamado por los profetas (Apoc. 10:7) y por Daniel en particular.
El misterio al que se refiere el ángel abarca todo el propósito de Dios: establecer Su reino eterno. Este misterio está simbolizado por el libro sellado de Apocalipsis 5, que será abierto en la venida de Cristo. Entonces, como declaró Pablo, Dios “sacará a la luz lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones” (1 Cor. 4:5). Este misterio estuvo oculto por siglos (Rom. 16:25–26; Col. 1:26–27). Nadie en todo el universo pudo comprenderlo (cf. Apoc. 5:3; 1 Ped. 1:12). Solo por la muerte de Cristo en la cruz una parte de este misterio ha sido revelada en el evangelio (Efe. 1:9; 3:5–12). Sin embargo, en la Segunda Venida, la plenitud de este misterio será revelada a todo el universo (Apoc. 20:11–15).
La Comisión de Juan (10:8–11)
La misma voz del cielo que le prohibió a Juan escribir el mensaje de los siete truenos (Apoc. 10:4) ahora lo dirige a tomar el librito abierto de la mano del ángel. Cuando Juan lo hace, el ángel le ordena comerlo, diciéndole que le será amargo en el vientre pero dulce como la miel en la boca. Al comer el librito, en efecto le sabe dulce como la miel, pero le amarga el estómago. Después de comerlo, se le dice que debe profetizar otra vez acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes. Comer el librito precede a la proclamación de su mensaje.
La experiencia de Juan recuerda la experiencia de Ezequiel cuando fue llamado al ministerio profético (Ezeq. 2:8–3:3). Ezequiel vio en visión un rollo desplegado ante él, que se le ordenó tomar y comer. Al comerlo, el profeta halló que “era en mi boca dulce como miel” (3:3). Luego el Señor le explicó al profeta la amarga experiencia que tendría al proclamar el mensaje de Dios al pueblo de Israel (3:4–11). Jeremías tuvo una experiencia similar y exclamó: “Fueron halladas tus palabras y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jer. 15:16). La Palabra de Dios es buenas nuevas para quienes la reciben (Sal. 19:10; 119:103). Sin embargo, a menudo produce una experiencia amarga para quienes la proclaman.
Es evidente que la experiencia agridulce de Juan en visión está relacionada con el desellamiento de las profecías del tiempo del fin de Daniel y la proclamación del ángel poderoso de que “ya no habrá más tiempo” (Apoc. 10:6–7). El contenido del librito está relacionado con la revelación profética que él es comisionado a comunicar al pueblo de Dios (1:1). Juan profetizó fielmente la revelación que se le encomendó proclamar (1:2, 9). Después, esperaba que la conclusión de la historia de la tierra llegara con el toque de la séptima trompeta. Pero se le dijo que el fin aún no era. Antes de que llegue el fin, el evangelio debe seguir siendo predicado por todo el mundo a muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes (cf. 14:6–7).
Parece que el propósito de Apocalipsis 10 no es solo dar una descripción de la experiencia visionaria de Juan al comer el librito. Recordemos que Apocalipsis es un libro de profecía (Apoc. 1:3). Está destinado a anunciar al pueblo de Dios lo que sucederá en el futuro (1:1; 22:6). Por tanto, la experiencia visionaria de Juan tiene un propósito mucho más profundo. Juan representa a la iglesia, comisionada a proclamar el evangelio en todo el mundo durante el período entre el tiempo profético especificado en Daniel y la Segunda Venida. Es durante este período cuando, a través de la iglesia, Dios advertirá a los habitantes de la tierra acerca de Su juicio (14:6–12). La experiencia visionaria de Juan ofrece una representación figurada de lo que el pueblo de Dios del tiempo del fin experimentará al predicar el evangelio en el fin del tiempo.
La experiencia de Juan señala a otro acontecimiento que tuvo lugar al cierre de la profecía de los 1.260 días de Daniel. Los adventistas del séptimo día han visto un paralelo entre la experiencia de Juan y el Gran Chasco experimentado por los milleritas en 1844. Bajo el liderazgo del predicador avivador William Miller, concluyeron erróneamente que la Segunda Venida ocurriría en el otoño de 1844. El mensaje de la venida de Cristo les fue muy dulce. Sin embargo, cuando la fecha pasó sin Su regreso, los milleritas decepcionados experimentaron la amargura del mensaje que habían creído y proclamado. Como resultado, muchos abandonaron el movimiento. Aunque decepcionados y ridiculizados, los que permanecieron hallaron la explicación de su desilusión en la experiencia visionaria de Juan. En el comer del librito, vieron la profecía de su propia experiencia.
Los adventistas han visto en la comisión de Cristo a Juan—“Debes profetizar otra vez sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes”—la comisión a la iglesia de Dios del tiempo del fin para proclamar el mensaje de la Segunda Venida “a los que moran en la tierra, y a toda nación, tribu, lengua y pueblo” (Apoc. 14:6). Cuando el mensaje del evangelio sea escuchado por todo el mundo, entonces vendrá el fin y la historia de la tierra concluirá (Mat. 24:14).