A la apertura del séptimo sello y el subsecuente silencio en el cielo (Apoc. 8:1) sigue una nueva fase de la visión de Juan. El nuevo episodio presenta una serie de sonidos de trompetas que anuncian eventos extraños que caen sobre los habitantes de la tierra. Esta sección se divide en dos partes: la escena celestial introductoria (Apoc. 8:2–6) y la posterior concreción de las plagas de las siete trompetas. Las siete trompetas están dispuestas como los siete sellos en grupos de cuatro y de tres. Las primeras cuatro trompetas (8:7–13) difieren de los últimos tres “ayes” de las trompetas en forma y peso. La sexta trompeta (9:13–21) está separada de la séptima (11:15–19) por un interludio (capítulos 10–11:14).
La Escena Introductoria: Las Oraciones De Los Santos (8:2–6)
Apocalipsis 8:2–6 sirve como la introducción a la sección del toque de las siete trompetas. Presenta siete ángeles celestiales encargados de anunciar una nueva serie de ayes que están por caer sobre los habitantes de la tierra. Pero antes de que los ángeles toquen sus trompetas, las oraciones del pueblo de Dios se ofrecen con incienso. Esta sección provee al lector con la clave para la interpretación de la visión de las siete trompetas.1
2Y vi los siete ángeles que están de pie ante Dios, y se les dieron siete trompetas. 3Y otro ángel vino con un incensario de oro y se paró junto al altar, y se le dio mucho incienso para que pudiera ofrecerlo con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono. 4Y el humo del incienso con las oraciones de los santos ascendía delante de Dios desde la mano del ángel. 5Y el ángel tomó el incensario y lo llenó con fuego del altar y lo arrojó a la tierra; y hubo retumbar de truenos y voces y destellos de relámpagos y un terremoto. 6Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para que pudieran tocarlas.
Notas
8:2 Los siete ángeles. El artículo definido sugiere que los lectores de los días de Juan conocían bien la identidad de estos siete ángeles, como grupo específico. El problema es que los siete ángeles que están delante de Dios no se mencionan antes en la Biblia. Sin embargo, Isaías menciona el “ángel de su faz” (Isa. 63:9), y Lucas 1:19 habla de Gabriel que está en la presencia de Dios. La tradición judía identifica a los siete ángeles que estaban delante de Dios como Uriel, Rafael, Ragüel, Miguel, Saraqael, Gabriel y Remiel.2 Muchos eruditos creen que Juan se refiere a estos siete ángeles. No obstante, estos ángeles “faltan en la compañía celestial descrita en Apocalipsis 4–5”.3 Quienes quiera que sean estos ángeles, los siete ángeles en Apocalipsis 8–9 son una clase especial de seres celestiales. Su posición delante de Dios caracteriza su disposición para el servicio; en el Antiguo Testamento la frase “estar delante de Dios” realmente significa “a quien sirvo” (cf. 1 Rey. 17:1; 18:15; 2 Rey. 3:14; 5:16). Es bien posible que estos siete ángeles sean los mismos ángeles que más tarde derraman las siete últimas plagas (capítulos 15–16).
Trompetas. Las trompetas desempeñaban una parte importante en la vida nacional del antiguo Israel. Hay varias palabras hebreas que se traducen como “trompeta”, pero las más frecuentes son shofar y jatsoserah. Las trompetas jatsoserah eran los instrumentos de los sacerdotes; eran generalmente hechos de metal martillado. Los sacerdotes las tocaban con diferentes propósitos (Núm. 10:2–10) tales como llamar al pueblo a reunirse (Núm. 10:3) o para dar la señal de alarma en tiempos de guerra (Núm. 10:9), en celebraciones o festivales religiosos (Núm. 10:10), y en los servicios del templo (2 Crón. 5:12–13; 13:12–14). Gedeón usó estas trompetas para aterrorizar al enemigo (Juec. 7:19–20). Las trompetas shofar (Éxo. 19:16; Lev. 25:9; Jos. 6:4; Juec. 3:27), que generalmente eran de cuernos de carnero, eran los instrumentos más frecuentemente mencionados en el Antiguo Testamento. El shofar era un instrumento para dar señales (Juec. 3:27; 6:34; 1 Sam. 13:3; Isa. 18:3; 27:13; Jer. 4:5, 19; 51:27; Joel 2:1). Su función era hacer ruido en vez de música. Tanto el shofar como la jatsoserah eran considerados como instrumentos sagrados. En las visiones escatológicas del Antiguo y del Nuevo Testamento, shofar (gr. salpínx) llegaron a ser señales apropiadas para proclamar la venida de Dios con juicios al fin del tiempo.
Se les dieron. En el original, la construcción pasiva del verbo es muy probablemente el pasivo divino semítico, una forma usada con frecuencia en la Biblia con el propósito de evitar el uso del nombre de Dios, y cuando por el contexto, un agente indefinido puede ser identificado con Dios (ver Notas sobre Apoc. 9:1). En este caso, significaría que fue Dios el que les dio las trompetas a los ángeles.
8:3 El incensario de oro era un utensilio que se usó en el templo de Salomón (1 Rey. 7:50; 2 Crón. 4:22; Jer. 52:18–19), así como en el segundo templo.4
El altar. El texto no especifica qué altar se ve aquí. Es probable que sea el altar del holocausto (que estaba ubicado fuera del templo mismo del Antiguo Testamento) que se distinguía del altar de oro del incienso, mencionado más tarde en el versículo, que estaba delante del trono. En el templo del Antiguo Testamento, el altar de oro del incienso estaba “frente al velo que estaba cerca del arca del testimonio, frente al propiciatorio que estaba sobre el arca del testimonio” (cf. Éxo. 30:6–7). Ver además Notas sobre Apocalipsis 6:9).
8:5 El ángel tomó el incensario y lo llenó con fuego del altar y lo arrojó a la tierra; y hubo un retumbar de truenos y voces y destellos de relámpagos y un terremoto. Esta escena refleja la escena del templo descrita en la Mishnah, declarando que durante el rito del tamid, cuando los sacerdotes que oficiaban en el lugar santo llegaban al lugar entre la entrada y el altar del incienso, uno de ellos tomaba la pala y la tiraba abajo. El ruido de la pala era tan fuerte que ninguno en Jerusalén podía oír la voz de su vecino.5 De acuerdo con el mismo tratado, el sonido de la pala se podía oír hasta en Jericó.6
Exposición
8:2 Con Apocalipsis 8:2 comienza una nueva fase de la visión. Juan observa siete ángeles parados ante Dios con siete trompetas, preparados para proclamar una nueva serie de ayes para ser enviados a la tierra y sus habitantes. Antes que los ángeles toquen sus trompetas, una nueva escena simbólica capta la atención de Juan. Esta escena introductoria al toque de las siete trompetas establece el tono para la serie de siete trompetas.
8:3–5 Juan ve otro ángel con un incensario de oro parado en estrecha proximidad del altar del holocausto. Después de recibir mucho incienso, el ángel administra el incienso ofreciéndolo con las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que está delante del trono. Esta escena se construye sobre el sistema cúltico del Antiguo Testamento, en el que el fin del sacrificio diario se anunciaba con el toque de trompetas.7 Después de que el cordero del sacrificio fuera puesto sobre el altar del holocausto y la sangre del sacrificio se había derramado a la base del altar, el sacerdote asignado tomaba el incensario de oro y ofrecía incienso sobre el altar de oro dentro del templo. Después de ofrecer el incienso, el sacerdote salía para bendecir al pueblo que estaba esperando en silencio en el atrio. En ese momento, los siete sacerdotes tocaban sus trompetas, señalando el fin de la ceremonia del sacrificio diario.
El ángel de Apocalipsis 8 recibe el incienso con las oraciones de los santos junto al altar del holocausto. Esto es especialmente significativo a la luz del hecho de que en la escena de la apertura del quinto sello, los santos muertos debajo del altar del holocausto oraban pidiendo justicia sobre “los que moran en la tierra” (6:10). Aquí en Apocalipsis 8:3–4, estas oraciones de los santos se mencionan otra vez en la ofrenda de incienso que ofrece el ángel sobre el altar delante del trono de Dios. Según Apocalipsis 5:8, este incienso representa las oraciones de los santos; estas son, evidentemente, las oraciones pidiendo justicia y juicio que presentaban los santos bajo el altar en la escena de la apertura del quinto sello. Y el humo del incienso con las oraciones de los santos ascendía delante de Dios desde la mano del ángel. Aquí hay una firme seguridad de que las oraciones de los santos bajo el altar alcanzan “el trono de gracia”, y Dios en los lugares celestiales las escucha.
De repente, la escena cambia. Y el ángel tomó el incensario y lo llenó con fuego del altar y lo arrojó a la tierra. Esto recuerda la escena de la visión de Ezequiel en la que el hombre vestido de lino toma carbones encendidos de entre los querubines; el hombre luego las esparce sobre Jerusalén como una señal de juicio divino por causa de las abominaciones cometidas en ella (Eze. 10:1–2). A la luz de este trasfondo del Antiguo Testamento, arrojar los carbones encendidos sobre la tierra en Apocalipsis 8:5 simboliza una acción de juicio. La acción del ángel aquí recuerda una de las declaraciones de Jesús: “Fuego vine a echar en la tierra” (Luc. 12:49).
Es especialmente interesante que el fuego venga a la tierra desde el mismo altar sobre el cual se ofrecieron las oraciones de los santos. De la misma manera, como nota Robert L. Thomas, el incensario que normalmente servía para ofrecer incienso, ahora llega a ser “un símbolo de juicio en respuesta a las oraciones”.8 Esta escena simbólica muestra que en respuesta a las oraciones de los santos los juicios de las siete trompetas de Dios caen sobre la tierra y sus habitantes. Trasmite la seguridad de que el pueblo de Dios no es olvidado y que sus oraciones fueron escuchadas y son respondidas.9
Al arrojar fuego sobre la tierra sigue la manifestación de la ira divina en la forma de retumbar de truenos y voces y destellos de relámpagos y un terremoto. Estos son símbolos de la aparición de Dios, similar a su aparición sobre el monte Sinaí con fuego, truenos, relámpagos y un terremoto (Éxo. 19:16–19). Este fenómeno representa la respuesta que Dios está por dar a su pueblo. Se está preparando para traer juicios justos y venganza sobre los que malignamente hostigaron y oprimieron a los fieles.
8:6 La presentación del incienso sobre el altar de oro (8:3) y el arrojar fuego sobre la tierra sirven como señales para que los siete ángeles toquen sus trompetas y proclamen los ayes que están por ser enviados sobre la tierra y sus habitantes. Esta es una indicación adicional de que los juicios de las trompetas se realizan por las oraciones de los santos en la escena del quinto sello: “¿Hasta cuándo, oh Señor, Santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?” (6:10). Dios responde a estas oraciones juzgando “a los que moran en la tierra” (8:13). Esto otra vez nos recuerda las plagas de Egipto: “Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor” (Éxo. 3:7).
Las plagas de Egipto que cayeron cuando el faraón rehusó permitir que Israel saliera, son, en su mayor parte, la fuente principal de la cual Juan obtuvo sus ideas y descripciones de las calamidades de las siete trompetas. Como las plagas de Egipto, las calamidades y juicios contra los enemigos del pueblo de Dios conducen a la liberación de los fieles oprimidos.10 Analizaremos ahora en detalle cada uno de estos eventos.
Las Primeras Cuatro Trompetas (8:7–12)
Los siete ángeles están listos para tocar sus trompetas (8:6). Al sonido de cada trompeta, se produce una cadena de eventos sobre la tierra. A la luz de Apocalipsis 8:2–6 como vimos anteriormente, estos eventos deben entenderse como una serie de intervenciones de Dios en la historia en respuesta a las oraciones de su pueblo.
La Primera Trompeta (8:7)
7Y el primer ángel tocó su trompeta; y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron lanzados sobre la tierra; y se quemó un tercio de la tierra, y se quemó un tercio de los árboles, y se quemó toda la hierba verde.
Notas
8:7 Granizo y fuego mezclados con sangre. Esta frase recuerda la séptima plaga del Éxodo: granizo mezclado con fuego fue el juicio de Dios sobre los egipcios, y tuvo un efecto devastador (Éxo. 9:23–25). Otra fuente importante de estas imágenes es la profecía de Ezequiel contra Gog; granizo y fuego mezclado con sangre fue el juicio ejecutivo de Dios sobre este enemigo de Judá (Eze. 38:22–23). Aunque fuego (Sal. 80:14–16; Jer. 21:12–14; Eze. 15:6–7) o granizo (Isa. 30:30; Eze. 13:11–13) se usan a veces en los juicios contra Israel por abandonar el pacto, las imágenes de granizo mezclado con fuego, en el Antiguo Testamento, eran las armas consistentes de los juicios de Dios sobre las naciones que estaban en oposición a Dios y su pueblo (cf. Sal. 18:12–14; Isa. 10:16–19; 30:30; Eze. 38:22–23).
Un tercio. Los eventos que se inician con la apertura que hace Cristo de los primeros cuatro sellos evidentemente afectó una cuarta parte de la tierra. Cada caballo tenía autoridad sobre un cuarto de la tierra (cf. 6:8). Del mismo modo, parece que los cuatro ángeles de 7:1 tienen control sobre cuatro cuartos de la tierra. Las plagas de las trompetas, sin embargo, afectan a un tercio de la tierra (8:7–12; 9:15, 18). En las profecías de Ezequiel y de Zacarías, los juicios contra el Israel apóstata se describen en términos de plagas que afectan a un tercio después de otro de la nación (Eze. 5:12–13; Zac. 13:8–9). En Apocalipsis 12:4, la cola del gran dragón bermejo en el cielo—Satanás mismo (cf. 12:9)—arrastró un tercio de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra, lo que significa que un tercio de los ángeles lo siguieron y estuvieron bajo su control. Especialmente interesante es que la Babilonia simbólica se divide en tres partes cuando Dios envía sus juicios contra ella (Apoc. 16:19). Sería muy apropiado concluir que la frase “la tercera parte” en las trompetas de Apocalipsis 8–9 denota una porción del reino de Satanás que experimenta los juicios divinos.11
Los árboles y toda la hierba verde. En el Antiguo Testamento, los símbolos de los árboles (Sal. 1:3; 52:8; 92:12–14; Isa. 61:3; Jer. 11:15–17; 17:7–8; Eze. 20:46–48) y la hierba verde (Sal. 72:16; Isa. 40:6–8; 44:2–4) se usan figuradamente con referencia a Israel como el pueblo del pacto de Dios. Los escritores del Nuevo Testamento confirman la asociación. Por ejemplo, Juan el Bautista comparó a los líderes apóstatas del pueblo judío a árboles que no daban buenos frutos (Mat. 3:10). Del mismo modo, Jesús usó el simbolismo de los árboles al referirse al pueblo judío como un árbol verde (Luc. 23:28–31) y como una higuera que no da fruto (Luc. 13:6–9; cf. Mat. 7:17–19; 21:18–19).
Exposición
8:7 Cuando el primer ángel tocó su trompeta, granizo y fuego mezclados con sangre son arrojados sobre la tierra. En el Antiguo Testamento, el granizo y el fuego son las armas de los juicios de Dios usados contra los que se le oponen y oprimen a su pueblo. En primer lugar, recuerdan la séptima plaga de granizo y fuego que devastó toda la tierra de Egipto, destruyendo toda planta y árbol del campo (Éxo. 9:23–25), porque Faraón rehusó dejar salir a los israelitas. También traen a la mente la profecía de Ezequiel donde Dios pelea contra Gog, la nación enemiga del norte, por medio del uso de granizo y fuego mezclados con sangre (38:22). Así, el granizo y el fuego acompañado con mucho derramamiento de sangre, son los medios de Dios para intervenir con juicios, particularmente para aquellas naciones que oprimen a su pueblo.
El efecto sobre la tierra del sonido de esta trompeta es que se quemó un tercio de los árboles y se quemó toda la hierba verde. En el Antiguo Testamento, los árboles y la hierba verde a menudo simbolizan a Israel como el pueblo de Dios. El fuego que destruye la vegetación simboliza adecuadamente las armas de juicio que Dios usa contra su propio pueblo cuando llegaron a ser infieles al pacto y, por lo tanto, se igualaban a los opositores de Dios. Jeremías llamó a la nación de Judá “olivo verde, hermoso en su fruto y en su parecer”, que los babilonios destruirían con fuego (11:16). Ezequiel profetizó que Dios encendería un fuego para la infiel Jerusalén que consumiría “en ti todo árbol verde y todo árbol seco” (20:47).
Al dirigirse a los líderes judíos, Juan el Bautista anunció que cualquiera que no llevara buen fruto sería cortado como árbol y arrojado al fuego (Mat. 3:10; cf. 7:17–19). El texto clave para entender el simbolismo del árbol en la escena de la primera trompeta se encuentra en la profecía de Jesús acerca de los habitantes de Jerusalén: “Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” (Luc. 23:31). Es claro que Jesús se refería aquí a sí mismo como el árbol verde, y a los judíos apóstatas como los árboles secos. Cuando Jesús fue tratado de esa manera como árbol verde, ¿qué esperanza había para la nación que estaba seca debido a su oposición a Jesús y su rechazo de él? La mayoría de los eruditos bíblicos sostienen que Jesús se refería aquí a la destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70 d. C., el mismo evento que él describió en su discurso escatológico sobre el monte de los Olivos.
Esta evidencia bíblica lleva a concluir que el toque de la primera trompeta describe las consecuencias que tendrán los que rechazaron y crucificaron a Jesús y se opusieron al evangelio. Tanto el pueblo como sus líderes fueron tenidos por responsables por esos actos. Como el pueblo de Dios del pacto, ellos tuvieron pleno acceso a las promesas de Dios. Sin embargo, un número considerable de ellos llegaron a oponerse al evangelio y persiguieron al pueblo del nuevo pacto de Dios. Ahora, son los primeros en experimentar las consecuencias de rechazar el pacto.
La Biblia declara que el juicio comienza por la casa de Dios (1 Ped. 4:17; cf. Eze. 9). Así como en el Antiguo Testamento “granizo y fuego” simbolizaban los juicios divinos que caerían sobre los enemigos de Israel, así en la escena de la primera trompeta, “granizo y fuego mezclados con sangre” describen en lenguaje simbólico el juicio divino derramado sobre el propio pueblo de Dios que rechazó su pacto y llegó a oprimir y perseguir a los seguidores de Cristo. En la destrucción de la nación judía con su ciudad capital, Jerusalén, en el año 70 d. C., muchos de los judíos fueron “quemados”. Para el pueblo judío, este evento sigue siendo uno de los capítulos más amargos de su historia.
La Segunda Trompeta (8:8–9)
8Y el segundo ángel tocó su trompeta; y algo como una gran montaña ardiendo con fuego fue arrojado al mar; y un tercio del mar segundo ángel tocó su trompeta sangre, 9y murió un tercio de las criaturas que había en el mar, que tenían vida, y se destruyeron un tercio de las naves.
Notas
8:8 Cuando el segundo ángel tocó su trompeta, aparece algo como una gran montaña ardiendo con fuego. Una montaña en el Antiguo Testamento a menudo representa un reino o un imperio (Sal. 48:1; 78:68; Isa. 2:2–3; 13:4; 31:4; 41:15; Jer. 51:24–25; Eze. 35:2–3; Abd. 8–9). En la visión profética de Daniel, el reino de Dios se describe en términos de un gran monte (Dan. 2:35b, 44; cf. Isa. 65:25). Jon Paulien observa que en los pasajes de juicio en el Antiguo Testamento, “montañas que representan naciones son siempre el objeto de los juicios de Dios, nunca sus agentes” (Isa. 41:15; 42:15; Eze. 35:2–7; 38:20; Zac. 4:7).12 La profecía de Jeremías del juicio contra Babilonia es de interés especial: “He aquí yo estoy contra ti, oh monte destruidor, dice Jehová, que destruiste toda la tierra; y extenderé mi mano contra ti, y te haré rodar de las peñas, y te reduciré a monte quemado” (Jer. 51:25; cf. 51:42, 63–64). En Apocalipsis 18:8, Juan describe la destrucción de la Babilonia espiritual como “quemada con fuego; porque poderoso es Dios el Señor, que la juzga”.
Fue arrojado al mar. La destrucción de la antigua Babilonia se describe en la profecía de Jeremías como su hundimiento en el mar: “Subió el mar sobre Babilonia; de la multitud de sus olas fue cubierta” (Jer. 51:42). “Y cuando acabes de leer este libro, le atarás una piedra, y lo echarás en medio del Éufrates, y dirás: Así se hundirá Babilonia, y no se levantará del mal que yo traigo sobre ella” (Jer. 51:63–64). Juan el revelador usó el mismo lenguaje al describir la Babilonia espiritual: “Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada” (Apoc. 18:21).
8:9 Un tercio.Ver Notas sobre Apocalipsis 8:7.
Exposición
8:8 Cuando el segundo ángel tocó su trompeta, algo como una gran montaña ardiendo con fuego fue arrojado al mar. Una “montaña” simboliza un reino. La “gran montaña” de Apocalipsis 8:8 tiene que ver con un gran reino. La escena de la segunda trompeta está construida enteramente sobre la descripción de la caída de la antigua Babilonia en la profecía de Jeremías. El profeta predijo que Dios juzgaría a Babilonia, un “monte destruidor… que destruiste toda la tierra” (Jer. 51:25a), por “todo el mal que ellos hicieron en Sión” (Jer. 51:24). Babilonia será juzgada por Dios; llegará a ser un monte quemado (Jer. 51:25b) que se arroja al mar que lo cubrirá (Jer. 51:42, 63–64). La caída de la “gran montaña” en Apocalipsis 8:8 nos recuerda la caída de “Babilonia la grande” descrita más tarde en Apocalipsis (cf. Apoc. 14:8; 18:2).
Los textos en Jeremías acerca de la caída de Babilonia proporcionan la pista para comprender la escena de la plaga de la segunda trompeta. En la época en que se escribió el Apocalipsis, se usaba “Babilonia” con referencia al gran Imperio Romano. Por haber destruido a Jerusalén y su templo, había de sufrir su propia suerte.13 Tanto Pedro como Juan usaron “Babilonia como un nombre críptico para Roma (1 Ped. 5:13; Apoc. 17:18). Por lo tanto, parece que los cristianos que veían en Roma una nueva Babilonia podían fácilmente identificar la simbólica montaña ardiendo de la segunda trompeta, como la profecía de la caída del Imperio Romano como enemigo del pueblo de Dios. Jon Paulien declara: “Aunque Dios usó a Roma como la ejecutora de su pacto con la nación judía, su hostilidad hacia Cristo y su pueblo y su persecución de la iglesia demandaron su caída en última instancia”.14 Esta gran montaña destructora ahora ha llegado a ser el sujeto del juicio de Dios. Edwin R. Thiele lo explicó de la siguiente manera:
Después de la caída de Jerusalén y del fin del estado judío, la siguiente escena de juicio es una de una escala mucho más amplia y vasta.… La segunda trompeta demanda que una fuerza terrible, ardiente, destructora caiga en los agitados mares del mundo antiguo y transforme sus turbias aguas en sangre. Después de la caída de Jerusalén vino la caída de Roma.… El imperio de los Césares estaba sentenciado. El hacha de la retribución divina debía caer. Como llamas de fuego del cielo vino Genserico el Vándalo, Alarico el Godo, y Atila el Huno, dejando en su estela escenas de ruina, desolación, carnicería y sangre. Irresistibles y destructores como una montaña en llamas, las hordas de los bárbaros cayeron sobre los pueblos de Roma hasta que todo el imperio quedó envuelto en una catástrofe grandiosa e irrecuperable. Roma había desaparecido y la justicia otra vez gobernaba.15
8:9 La montaña ardiente se hundió en el mar y lo volvió en sangre, dejando muerta un tercio de la vida marina y un tercio de las naves destruida. Esto trae a la mente la primera plaga de Egipto en la que las aguas se volvieron en sangre y los peces murieron. El mar en el Antiguo Testamento a menudo es símbolo de pueblos opuestos a Dios (Isa. 17:12–13; 57:20; Jer. 51:41–42; Dan. 7:2–3, 17).16 Como trasportadores de riqueza, las naves simbolizan el orgullo de una nación en su auto suficiencia17 (cf. Apoc. 18:17–19). La segunda trompeta describe así la caída del Imperio Romano y “la devastación de su orden social y económico”.18
En conclusión, las plagas de las dos primeras trompetas afectan a dos poderes: la nación judía y el Imperio Romano. Estas dos naciones hostiles se unieron en su oposición a Dios y participaron en la crucifixión de Cristo. De este modo son los que experimentan los juicios de Dios. El juicio comenzó con la casa de Dios: los que estaban bajo el pacto que luego se opusieron a Jesús. Se expandió a los que se unieron a los judíos en dar muerte a Jesús, y posteriormente oprimieron y persiguieron a la iglesia en el primer siglo de la era cristiana.
La Tercera Trompeta (8:10–11)
10Y el tercer ángel tocó su trompeta; y una gran estrella ardiendo como una antorcha cayó del cielo, y cayó sobre un tercio de los ríos y sobre las fuentes de agua. 11Y el nombre de la estrella se llama Ajenjo; y un tercio de las aguas se hicieron ajenjo, y muchas personas murieron por las aguas, porque se hicieron amargas.
Notas
8:10 Una gran estrella. Las estrellas en la Biblia a menudo simbolizan ángeles. En Job 38:7, los ángeles son llamados estrellas. Lo mismo es cierto en el Apocalipsis (cf. 1:20; 9:1). En Apocalipsis 12:4, Satanás lleva consigo un tercio de las estrellas del cielo a la tierra. Estas estrellas son evidentemente los ángeles que fueron arrojados del cielo con Satanás (12:9). La “gran estrella” que cayó del cielo nos recuerda a Isaías 14:12–15 que menciona el “lucero, hijo de la mañana” que cayó del cielo como un rayo (Luc. 10:18). Para el pueblo judío, las estrellas simbolizaban “seres divinos, que por desobediencia pudieron llegar a ser demoníacos y malos”.19 La “gran estrella que cayó del cielo al tocarse la tercera trompeta, es un símbolo de Satanás mismo en su rebelión contra Dios (cf. Apoc. 12:9–10). La misma estrella caída simbólicamente presentada en Apocalipsis 9:1 e identificada en 9:11 como “el ángel del abismo”.
Los ríos y las fuentes del agua. Las fuentes o manantiales en la Biblia a menudo son símbolos de nutrición espiritual. Isaías anunció a Israel: “sacaréis con gozo aguas de las fuente de la salvación” (Isa.12:3). Salomón declaró: “La ley del sabio es manantial de vida para apartarse de los lazos de la muerte” (Prov. 13:14). Dios reprendió al pueblo de Israel por medio de Jeremías por abandonarlo, “fuente de agua viva” y cavaron para sí “cisternas rotas que no retienen agua” (Jer. 2:13). El salmista compara a un hombre que se deleita en la Palabra de Dios con un “árbol plantado junto a corrientes de aguas”” (Sal. 1:3; cf. Jer. 17:7–8). Un fuerte simbolismo de ríos y corrientes de aguas se refleja en la declaración de Jesús en la Fiesta de los Tabernáculos: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él” (Juan 7:38–39). Jesús usó los ríos y las fuentes de agua como un símbolo de la nutrición espiritual de la Palabra de Dios que una persona recibe cuando el Espíritu Santo viene a su vida. En la conclusión del libro del Apocalipsis, Juan cita el ofrecimiento de Cristo de dar a la gente espiritualmente sedienta una oportunidad de beber de la fuente de agua de vida (Apoc. 21:6).
Un tercio. Ver Notas sobre Apocalipsis 8:7.
8:11 Ajenjo. El ajenjo (gr. ápsinthos) es el nombre del grupo de hierbas artemisia absinthium en el Cercano Oriente, notables por su amargor (Deut. 29:17–18; Lam. 3:19). Aunque el ajenjo no es venenoso, los efectos venenosos a menudo se asociaban con él (cf. Deut. 29:18; Jer. 9:15; Amós 6:12). Por cuanto el Israel idólatra abandonó a Dios y rechazó su palabra (Jer. 8:9), Dios los amenazó por medio de Jeremías con darles ajenjo para comer y agua envenenada para beber (Jer. 9:13–15; cf. 8:14). La misma amenaza se hizo contra los profetas, porque de ellos “salió la hipocresía sobre toda la tierra” (Jer. 23:15). El ajenjo en el Antiguo Testamento era un símbolo del castigo divino por la apostasía, así como de sufrimiento y tristeza.
Exposición
8:10 Al sonido de la trompeta del tercer ángel, Juan ve una gran estrella ardiendo como una antorcha que cae del cielo sobre los ríos y las fuentes de aguas, contaminando todo con amargor y trayendo la muerte a muchas personas. Las estrellas en la Biblia con frecuencia simbolizan ángeles. El hecho de que se dice que esta estrella era grande indica que estamos tratando con un personaje que es superior a los ángeles. Ciertamente nos recuerda la estrella de la mañana que cae del cielo en Isaías 14:12, así como las palabras de Jesús: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Luc. 10.18). Esta gran estrella ardiendo como una antorcha es una clara referencia simbólica de Satanás, la cabeza de los ángeles caídos, que una vez estuvo en la presencia de Dios, y que después de su rebelión fue arrojado del cielo a la tierra (cf. Apoc. 12:9–10).
La gran estrella cae sobre los ríos y sobre las fuentes de aguas. Los ríos y las fuentes de agua simbolizan la nutrición espiritual—la palabra de Dios y la salvación—para la gente espiritualmente sedienta. La escena de la tercera trompeta muestra cómo está involucrado Satanás en la contaminación de las fuentes y las corrientes de la verdad y la salvación por medio de los maestros y líderes religiosos humanos, provocando en aquéllos un efecto venenoso mortal.
8:11 El nombre de la gran estrella que cae es Ajenjo. Su caída sobre las aguas dulces transforma un tercio de ellas en ajenjo. “El ajenjo es un símbolo de amargura por medio del pecado y la apostasía”.20 La caída de la estrella y la contaminación del suministro de agua dulce son así los símbolos de la apostasía y de la enseñanza pervertida del evangelio. Como consecuencia de esa apostasía, muchas personas murieron por las aguas, porque se hicieron amargas. Como declara Paulien, cuando las fuentes de la vida espiritual están contaminadas por la apostasía y las falsas enseñanzas, “el resultado inmediato es la muerte espiritual de algunos que beben” de este suministro de agua.21 Los escritores del Antiguo Testamento dejan en claro que cuando el pueblo de Dios vuelve las espaldas a Dios y al pacto, se les da ajenjo para comer y aguas envenenadas para beber (Jer. 8:14; 9:13–15; 23:15). La caída de la estrella y la contaminación del suministro de agua dulce son así los símbolos de la apostaría y la verdad pervertida. Comentando sobre este concepto, Thiele enfatiza:
Aquí se presenta una transformación notable y revolucionaria. Las fuentes una vez puras y que daban vida, llegaron a contaminarse y corromperse cuando la estrella mortal Ajenjo cae sobre ellas, y de allí en adelante los hombres mueren en vez de vivir al participar de las aguas contaminadas. La iglesia pura es una corriente clara y manantial que da vida. Cuando el enemigo entra en esa iglesia llega a corromperse. De allí en adelante es un azote en vez de una bendición para los hombres. Satanás, y no Cristo, está en el control y controla a la iglesia completamente, un sabor de muerte para muerte en vez de vida para vida.22
Si los toques de las dos primeras trompetas tratan con la caída de la nación judía y del Imperio Romano responsables por la muerte de Cristo, entonces la escena del toque de la tercera trompeta tiene que ver con el período de la historia que sigue a la caída del Imperio Romano. Este período, que a menudo se menciona como la Edad Oscura o la Edad Media, presenció gran declinación espiritual y apostasía, cuando la corriente principal de la iglesia se separó del evangelio apostólico y pervirtió la sólida enseñanza de la Biblia. La tradición de la iglesia y el dogma remplazaron la verdad del evangelio. La iglesia promovió acciones pecaminosas contrarias a la Biblia; la gente fue descarriada de la sencillez del evangelio. Los que resistían la apostasía y las influencias seductoras de la iglesia institucional experimentaron el rechazo y la persecución.
Los primeros cristianos fueron advertidos de la apostasía venidera. Jesús habló de falsos profetas que seducirían a los discípulos con sus enseñanzas engañosas (Mat. 24:4–5, 11, 23–24). En su discurso de despedida a los ancianos de Éfeso, Pablo predijo la apostasía venidera en la iglesia (Hech. 20:26–31). Hay predicciones similares en otras porciones del Nuevo Testamento (1 Tim. 4:1–2; 2 Tim. 4:3–4; 2 Ped. 2:1–3; 1 Juan 1:18–19; 4:1; Judas 3–4). La apostasía inevitable también es el tema regular de los mensajes a las siete iglesias de Apocalipsis 2–3. Especialmente importante para la comprensión de la escena de la tercera trompeta es la predicción de Pablo de la apostasía venidera en 2 Tesalonicenses 2:1–12. Pablo deja claro que la apostasía venidera se demoraba por “lo que lo detiene”, aparentemente, el Imperio Romano. La caída del Judaísmo y especialmente Roma “que lo detiene” abrieron la puerta a la marea de apostasía medieval predominante. La consecuencia de esa apostasía fue la muerte espiritual de muchos que bebieron de esa agua contaminada y venenosa. Esta es claramente la situación retratada simbólicamente en la escena de la tercera trompeta.
La Cuarta Trompeta (8:12)
12Y el cuarto ángel tocó su trompeta; y un tercio del sol y un tercio de la luna y un tercio de las estrellas fueron golpeados, de modo que un tercio de ellos llegaron a oscurecerse y el día no brilló por un tercio de él, y del mismo modo la noche.
Notas
8:12 Un tercio. Ver Notas sobre Apocalipsis 8:7.
Llegaron a oscurecerse. El significado simbólico de la oscuridad en la Biblia tiene sus raíces en la creación, cuando Dios creó los cuerpos celestes del sol, la luna y las estrellas, con el propósito de dar luz a la tierra (Gén. 1:14–18). Como fuentes de luz, la iluminación del sol y de la luna en el Antiguo Testamento, son una señal del favor y la bendición de Dios sobre su pueblo (Isa. 30:26). Oscurecer estas fuentes de luz actúa como invertir y deshacer la creación.
Oscurecer los cuerpos celestes en las profecías del Antiguo Testamento es un símbolo consistente de la aparición de Dios con juicios. Por ejemplo, Ezequiel profetizó contra Egipto: “Y cuando te haya extinguido, cubriré los cielos, y haré entenebrecer sus estrellas; el sol cubriré con nublado, y la luna no hará resplandecer su luz. Haré entenebrecer todos los astros brillantes del cielo por ti, y pondré tinieblas sobre tu tierra, dice Jehová el Señor” (Eze. 32:7–8).
Isaías describió el juicio contra Babilonia en el día de Jehová de un modo similar: “Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor” (Isa. 13:10). En su profecía de juicio contra Israel, Amós describió el día de Jehová como un día de tinieblas en vez de luz (Amós 5:18). Para Joel será “día de tinieblas y de oscuridad, día de nube y de sombra” (Joel 2:2), cuando “el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor” (Joel 2:10; 3:15). Jesús habló del oscurecimiento de los cuerpos celestes en relación con su segunda venida a la tierra con juicios (Mat. 24:29; Mar. 13:24–25; cf. Isa. 13:10).
En el Nuevo Testamento, la luz y la oscuridad son símbolos del bien y del mal. La oscuridad a menudo está vinculada con poderes sobrenaturales (Efe. 6:12; Col. 1:13; 1 Ped. 2:9; Apoc. 16:10). Para Pablo, la luz y la oscuridad son un paralelo de Cristo y Belial (2 Cor. 6:14–15). Pablo además declara: “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Cor. 4:4). Por medio de la influencia transformadora del evangelio, Dios repite su obra de creación: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor. 4:6). Jesús es la luz verdadera que ilumina a quienes viven en el mundo (Juan 1:9). “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas”· (Juan 12:46; cf. Luc. 1:79). Al predicar el mensaje del evangelio al pueblo en Galilea, Jesús estaba cumpliendo la profecía de Isaías: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mat. 4:16). Por medio del evangelio de Cristo los creyentes son rescatados del dominio de las tinieblas y traídos a la luz maravillosa de Dios (Col. 1:13–14; 1 Ped. 2:9). Los que rechazan la luz del evangelio y quedan en la oscuridad, traen sobre sí mismos los juicios de Dios (cf. Juan 3:19).
Exposición
8:12 La plaga de la cuarta trompea ataca los cuerpos celestes, un tercio del sol y un tercio de la luna y un tercio de las estrellas con el resultado de que un tercio de ellos llegaron a oscurecerse y el día no brilló por un tercio de él, y del mismo modo la luna. La escena descrita aquí recuerda la novena plaga, la de la oscuridad, sobre Egipto (Éxo. 10:21–23). En su profecía contra Egipto, Ezequiel visualizó la venida de una plaga renovada sobre la tierra, que se describe en términos de la plaga de oscuridad en el Éxodo (Eze. 32:7–8). El oscurecimiento de los cuerpos celestes en los libros proféticos del Antiguo Testamento es un símbolo consistente de la aparición de Dios con juicio (cf. Isa. 13:10; Eze 32:7–8; Joel 2:10; 3:15).
Como sucedió con las tres trompetas previas, la escena de la cuarta trompeta debe también entenderse como una representación simbólica del juicio de Dios contra la humanidad apóstata, en vez de un oscurecimiento literal del cielo. Como la ausencia de luz, la “oscuridad” es la falta de comprensión y vislumbres espirituales que resultan de la ausencia del evangelio (cf. Isa. 8:20; 60:1–2; Mat. 4:16). La oscuridad en el Antiguo Testamento es un símbolo consistente de juicio por el pecado y la apostasía. El profeta Miqueas usa estas imágenes al describir la apostasía de los profetas en Judá: “Por tanto, de la profecía se os hará noche, y oscuridad del adivinar; y sobre los profetas se pondrá el sol, y el día se entenebrecerá sobre ellos” (Miq. 3:6).
La luz en el Nuevo Testamento representa el evangelio. Jesús mismo es la fuente última de vida espiritual. Él es la luz verdadera que alumbra a todos en el mundo (Juan 1:9). Solo por medio de él pueden los seres humanos ser rescatadas del dominio de la oscuridad y traído a la luz maravillosa de Dios (Col. 1:13–14; 1 Ped. 2:9). La oscuridad es la ausencia del evangelio; es un símbolo del pecado. Cuando la gente rechaza la luz del evangelio prefiriendo la oscuridad, traen sobre sí mismos el juicio de Dios: “Y esta es la condenación, que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz” (Juan 3:19). Lo que Jesús hizo muy claro es que la oscuridad es la consecuencia de ignorar y negar el evangelio. En este sentido es que debe entenderse el simbolismo de la oscuridad en la plaga de la cuarta trompeta.
La apostasía de la tercera trompeta se desarrolla aún más en la escena de la cuarta trompeta.23 Mientras la escena de la tercera trompeta describe en lenguaje simbólico las consecuencias de la declinación espiritual y la apostasía de la iglesia cristiana medieval, la escena de la cuarta trompeta muestra la profundización de la oscuridad reinante en el período que siguió a la Edad Oscura. En la primera etapa, a la vibrante generación de los Reformadores que enfatizaron la sencillez y la pureza del evangelio, la sucedió el así llamado escolasticismo protestante caracterizado por las polémicas y controversias teológicas. Durante este período, la vida cristiana llegó a ser menos una relación personal con Cristo y más una cuestión de feligresía en la iglesia oficial.
Luego, la revolución intelectual de la Era del Iluminismo, o la Edad de la Razón, que caracterizó a Europa desde el siglo dieciséis hasta el dieciocho, terminó el gobierno de la fe cristiana sobre la mente occidental. Este nuevo fenómeno rechazó la religión tradicional y llevó al fruto del racionalismo, el escepticismo, el humanismo y el liberalismo. Su producto final fue el nacimiento y crecimiento del secularismo. A pesar de muchos elementos positivos que tiene la secularización en el mundo occidental (sobre la ciencia, la política, la libertad religiosa, las artes y la educación), sus efectos negativos sobre el cristianismo ensombrecieron sus efectos positivos. Con su orientación materialista, la negación de cualquier aspecto sobrenatural, y el escepticismo hacia la fe de cualquier clase, el secularismo remplazó la autoridad de la Biblia y de la fe cristiana con la razón humana. Este aspecto negativo del secularismo gradualmente degeneró la fe y la vida cristiana hasta ser una formalidad muerta y un letargo espiritual y robó a millones la esperanza de salvación.
La cuarta trompeta podría ser entendida como que describe el oscurecimiento temporal de las fuentes espirituales de la luz verdadera, es decir, el evangelio bíblico, bajo la influencia predominante del secularismo. La mejor manera de entender el juicio de la cuarta trompeta es como la obliteración del evangelio de Cristo como la única fuente de vida espiritual.24 El efecto específico de la plaga de la cuarta trompeta es el oscurecimiento parcial (“un tercio”) de las fuentes de luz espiritual. La profundización de la oscuridad y sus terribles consecuencias llega a ser más evidente en las escenas de la quinta y la sexta trompetas.
Los Dos Primeros Ayes (8:13–9:21)
Las plagas de las primeras cuatro trompetas se dieron en pares. Las primeras dos trompetas tratan con la nación judía y el Imperio Romano, las dos naciones que crucificaron a Cristo. Las siguientes dos trompetas tratan con el cristianismo apóstata y las terribles consecuencias de esa apostasía. Estas cuatro trompetas tienen la intención principal de ser advertencias divinas que precedían a los ayes de las tres trompetas restantes que están por venir sobre los incrédulos, es decir, “sobre los que moran en la tierra” (8:13).
La Advertencia Del Buitre (8:13)
13Y miré, y oí un buitre que volaba en medio del cielo, diciendo en alta voz: “Ay, ay, ay a los que moran en la tierra por el resto de los toques de trompeta de los tres ángeles que están por tocar”.
Notas
8:13 Un buitre. La palabra griega aetós puede significar tanto “águila” como “buitre”. El aetós aquí en 8:13 muy probablemente es un buitre (cf. Apoc. 19:17–18). En el Antiguo Testamento, el buitre es un símbolo de juicio inminente y desastre (cf. Deut. 28:49; Eze. 32:4; 39:17; Ose. 8:1). Habacuc describió a los caldeos invasores como buitres “sobre su presa” (Hab. 1:8, NVI). Los buitres mencionados en Apocalipsis 8:13 evocan también las palabras de Jesús con respecto a su Segunda Venida: “Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres” (Mat. 24:28, NVI; Luc. 17:37, NVI).
¡Ay, ay, ay! Esta es la primera de siete apariciones de “ay” (gr. ouai) en Apocalipsis (8:13; 9:12; 11:14; 12:12; 18:10, 16, 19) que corresponden a las siete bienaventuranzas del libro (ver Notas sobre Apoc. 1:3).
Los que moran en la tierra. Esta frase en el Apocalipsis siempre se refiere a los incrédulos. Ver Notas sobre Apocalipsis 6:9.
Exposición
Las primeras cuatro plagas de las trompetas están ahora completadas. Juan ve enseguida un buitre que volaba en medio del cielo, anunciando en alta voz el destino que traerán las restantes tres plagas de las trompetas, en la forma de un triple ay, ay, ay sobre los que moran en la tierra. La escena recuerda el oráculo de juicio contra Israel anunciado por Oseas: “Pon a tu boca trompeta. Como águila viene contra la casa de Jehová, porque traspasaron mi pacto, y se rebelaron contra mi ley” (Ose. 8:1).
La escena aquí también muestra un paralelo verbal con Apocalipsis 14:6–7, que describe un ángel volando por en medio del cielo anunciando a gran voz el mensaje de advertencia a los moradores de la tierra. El buitre en la Biblia es un símbolo de juicios inminentes. El cuadro de un buitre volando por en medio del cielo, anunciando los terribles ayes, tiene la intención de impactar al lector acerca de los terribles juicios que están por venir (cf. Apoc. 19:17). Los tres terribles ayes que anuncia el buitre vienen como los tres ángeles restantes, uno tras otro, tocando sus trompetas.
En el libro del Apocalipsis, “los que moran en la tierra” designan a los malvados en su hostilidad contra el pueblo de Dios y el evangelio (cf. 3:10; Apoc. 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:8). Aunque las primeras cuatro trompetas fueron “ayes” ellas mismas, fueron principalmente advertencias divinas a los malvados. La escena ahora avanza de advertencias divinas a la manifestación de ayes demoníacos. Ahora están por desatarse. Las siguientes dos plagas de las trompetas representan “tormento y muerte espiritual” que resulta de las actividades demoníacas sobre “los que persisten en resistir la invitación divina de arrepentirse”.25
En las tres plagas de las trompetas restantes, hay una intensificación de los juicios divinos sobre los que están espiritualmente muertos como resultado de la apostasía y el persistir en la hostilidad hacia el evangelio. Lo peor está por venir sobre “los que moran en la tierra”.
La Quinta Trompeta (9:1–12)
1Y el quinto ángel tocó su trompeta; y vi una estrella caída del cielo a la tierra, y se le dio la llave del pozo del abismo. 2Y él abrió el pozo del abismo, y salió humo del abismo como el humo de un gran horno, y el sol y el aire se oscurecieron por el humo del abismo. 3Y del humo sobre la tierra salieron langostas, y se les dio poder como los escorpiones de la tierra tienen poder. 4Y se les dijo que no hirieran la hierba de la tierra ni ninguna cosa verde ni ningún árbol, excepto a los hombres que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes. 5Y se les dio que no los mataran, sino que fueran atormentados por cinco meses; y su tormento era como el tormento de un escorpión cuando pica a una persona. 6Y aquellos días la gente buscará la muerte y de ningún modo la encontrarán, y desearán morir, y la muerte huirá de ellos.
7Y la apariencia de las langostas era similar a caballos preparados para batalla, y sobre sus cabezas había como coronas de oro, y sus rostros eran como rostros humanos. 8Y tenían cabello como cabellos de mujeres, y sus dientes eran como de leones, 9y tenían corazas como corazas de hierro, y el sonido de sus alas era como el sonido de carros de muchos caballos corriendo a la batalla. 10Y tenían colas como escorpiones y aguijones, y autoridad en sus colas para atormentar a la gente por cinco meses. 11Tienen sobre ellos un rey, el ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego su nombre es Apolión.
12El primer ay ha pasado; he aquí dos ayes vienen después de estas cosas.
Notas
9:1 Una estrella caída del cielo. Ver Notas sobre 8:10. Aparentemente, esta es la misma estrella mencionada en la tercera trompeta (8:10–11), y más tarde identificada como “el ángel del abismo” (Apoc. 9:11). A. Yarbro Collins observa que “la estrella que cae del cielo a la tierra evoca la historia de la caída de Satanás, uno de los ángeles más gloriosos,” en su rebelión contra Dios (Apoc. 12:7–10; cf. Isa. 14:12; Luc. 10:18).26 “Caída” está en el tiempo perfecto, que indica que la estrella había caído antes que tocara la quinta trompeta.
El pozo del abismo. La palabra “abismo” se usa por primera vez en Génesis 1:2 con referencia a la condición caótica de la tierra antes de la creación: “Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo (cf. Gén. 7:11). En Jeremías 4:23–30, se usa para referirse a la Palestina desolada y deshabitada durante el Exilio. El abismo vino a ser la caverna subterránea sin fondo, donde la hueste celestial desobediente y los reyes de la tierra fueron confinados como prisioneros durante un cierto tiempo, después del cual recibirían su castigo (Isa. 24:21–22). En otras partes del Nuevo Testamento, el abismo o el pozo sin fondo (gr. abýssos) se describe como una prisión oscura y una caótica morada de los ángeles caídos, los demonios, que están bajo el control de Dios (Luc. 8:31; 2 Ped. 2:4; Jud. 6; Apoc. 20:1, 3). En Apocalipsis es el lugar del cual surge la bestia (Apoc. 11:7; 17:8). El abismo es también el lugar donde Satanás estará preso durante el milenio (Apoc. 20:1–3) hasta que reciba su castigo final en el lago de fuego (20:10).
Se le dio.La forma pasiva aquí actúa como el pasivo divino hebreo. Era muy común en el Judaísmo de la época. Los judíos creían que el nombre de Dios era demasiado sagrado para ser expresado excepto en raras circunstancias. Cuando se hablaba acerca de Dios o de sus actos, generalmente usaban lo que se llama el pasivo divino. Por ejemplo, “Tú eres bendecido”, significaba claramente, “Dios te ha bendecido”. La forma del pasivo divino se usa a menudo en el libro del Apocalipsis. El hecho de que a la estrella caída se le dio la llave del abismo, significaba que la llave le fue dada por Dios.
9:2 Se oscurecieron.Ver Notas sobre Apocalipsis 8:12.
9:3 Langostas. Las langostas en el Antiguo Testamento se usaron como otro símbolo de juicio. Las plagas de langostas fueron los juicios de Dios contra las naciones apóstatas, tales como Babilonia (Jer. 51:14) y Egipto (Éxo. 10:4–15). También fueron los instrumentos de juicio contra Judá por dejar de obedecer el pacto. Joel las describe en conexión con el día de Jehová como ejércitos marchando a la batalla, mientras los terremotos y los cielos temblaban (Joel 2:4–10). “Como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado” (Joel 2:3).
Las langostas de la quinta trompeta deben entenderse como simbólicas. Esto es evidente, primero porque estas langostas tienen el poder de escorpiones (9:3, 5); tienen colas como escorpiones y picaduras venenosas (9:10). Segundo, las langostas normalmente atacan las plantas; las langostas de la quinta trompeta, sin embargo, no dañan plantas sino personas. Finalmente, su descripción como ejércitos que avanzan como una nube, oscureciendo el cielo, y sonando como el traqueteo de los carros, se tomó de la visión de Joel de las langostas que invadieron a Judá como un juicio de Dios (cf. Joel 2:2–10). El hecho de que las langostas de la quinta trompeta surgen del abismo, la morada de prisión de las fuerzas demoníacas, sugiere que son símbolos de fuerzas de demonios que estuvieron temporalmente confinadas, y que ahora se desataron para hacer su dañina obra.
9:4 La hierba de la tierra ni ninguna cosa verde ni ningún árbol. La hierba y los árboles verdes en la Biblia con frecuencia son símbolos del pueblo de Dios (ver más en Notas sobre Apoc. 8:7). El hecho de que la plaga de la quinta trompeta no afecta la hierba ni los árboles verdes (porque la vegetación está sellada) sino solo a “los hombres que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes” apoya esta forma de entender este simbolismo aquí.
9:5 (también el vers. 10) Por cinco meses. Se ha interpretado este período de diversas maneras. Se ha sugerido que la duración de la vida de las langostas es cinco meses. El daño de esta plaga, por lo tanto, incluiría una generación entera de langostas.27 Otro intento de explicar los “cinco meses” es por medio de la interpretación histórica basada en el principio día/año. Sin embargo, todas estas propuestas son problemáticas. Una búsqueda en el trasfondo del Antiguo Testamento de la escena de la quinta trompeta nos lleva a la historia del Diluvio del Génesis, que es el único lugar en el Antiguo Testamento donde se menciona un período de cinco meses. Es interesante que se mencione allí dos veces, así como también en la escena de la quinta trompeta (Gén. 7:24; 8:3). Es muy probable que Juan describa las langostas demoníacas hiriendo la tierra y sus habitantes por cinco meses siguiendo la historia del Diluvio.
9:10 Colas como de escorpiones y aguijones. Como lo explica William Barclay, los escorpiones son artrópodos parecidos a las langostas marinas que miden hasta 15 cm de largo. Tienen pinzas con que toman sus presas, y un aguijón curvo en el extremo de la larga cola con que ataca a sus presas envenenándolas.28
Autoridad en sus colas para atormentar a la gente. Las langostas demoníacas atormentan a la gente con los aguijones de sus colas. Isaías usa la metáfora de la cola con referencia a los profetas que engañaban al pueblo con sus falsas enseñanzas (Isa. 9:14–15). En Apocalipsis 12:4, la cola del gran dragón rojo, Satanás mismo (cf. 12:9), arrastró un tercio de las estrellas del cielo, presumiblemente ángeles. La cola de Satanás muy probablemente simboliza la persuasión y el engaño con los que descarrió a los seres celestiales, para rebelarse contra Dios y seguirlo a él (cf. Apoc. 12:9). En este sentido debe entenderse el símbolo de la cola en la escena de la quinta trompeta (cf. Apoc. 13:13–14).
9:11 Cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego su nombre es Apolión. El término hebreo Abadón significa “destrucción”. En el Antiguo Testamento, Abadón se refiere la lugar de destrucción asociado con la muerte y el Sheol (cf. Job 26:6; 28:22; Sal. 88:11; Prov. 15:11; 27:20). Juan designa a Abadón como la personificación de la destrucción. Apolión es el equivalente griego de Abadón, que significa “el que destruye” o “el destructor”. El Destructor es un nombre apropiado para Satanás, quien es evidentemente el rey de estas langostas demoníacas, y a quien en Mateo 12:24 se lo llama “el príncipe de los demonios” (cf. Mat. 25:41; Apoc. 12:9). Jesús lo describe como un ladrón que viene para robar, matar y destruir (Juan 10:10). El nombre Destructor es perfectamente adecuado a la naturaleza y el carácter de su actividad sobre la tierra (cf. 12:12–17).
Exposición
9:1–2 Al sonido de la quinta trompeta, Juan observa una estrella caída del cielo a la tierra. Esta es aparentemente la misma estrella que cayó en la tercera trompeta, “la gran estrella” llamada Ajenjo que envenenó los ríos y las fuentes de las aguas, causando la muerte espiritual de los que beben de esas fuentes de agua dulce. Esta estrella caída representa a Satanás y su caída del cielo a la tierra, también identificada como el ángel del abismo (Apoc. 9:11; cf. Isa. 14:12; Luc. 10:18; Apoc. 12:7–10). La estrella caída del cielo a la tierra evoca la caída de Satanás, uno de los ángeles más gloriosos. A él se le dio la llave del pozo del abismo. El abismo es la oscura prisión donde están confinadas las fuerzas demoníacas (cf. Luc. 8:31; 2 Ped. 2:4). Representa el centro administrativo de las fuerzas demoníacas de las tinieblas. Los poderes del mal, sin embargo, no tienen su propia libertad de movimiento. De acuerdo con Apocalipsis 1:18, Cristo posee las llaves del Hades; las fuerzas de los demonios están bajo su control (ver Notas sobre Apoc. 1:18). Él es quien autoriza a Satanás a tener la cerradura del abismo y abrirlo. Estos poderes del mal tienen ahora una oportunidad de hacer su dañina obra.
La estrella caída abre el abismo del cual sale una nube de denso humo como el humo de un gran horno.El humo es otro símbolo de juicio en el Apocalipsis (cf. 14:11; 19:3). Como el humo de un gran horno es un recordativo del humo de la destrucción de Sodoma y Gomorra que se describe como que subía “como el humo de un horno” (Gén. 19:28). Del mismo modo, la presencia de Dios en el Sinaí estuvo asociada con humo que ascendía “como el humo de un horno” (Éxo. 19:18). El humo que sale del abismo, en la quinta trompeta, crea una espesa oscuridad en el cielo. En la cuarta trompeta hubo una oscuridad parcial, que ahora llega a ser total; el sol y el aire se oscurecieron por el humo del abismo. Esto nos recuerda la oscuridad que cayó sobre Egipto que era tan densa que la gente no podía verse unos a otros o moverse de sus lugares (Éxo. 10:22–23). Sea lo que fuere que significa esta oscuridad, la plaga de la quinta trompeta es especial y muy aterradora.
9:3 Luego Juan ve una terrible invasión de langostas que sale del humo que asciende desde el abismo. Esto indica que el humo que sube del abismo no es un humo corriente, sino una excepcionalmente grande nube de langostas que bloquea el sol hasta el punto de producir oscuridad total. Las langostas de la plaga egipcia oscurecieron el cielo (Éxo. 10:15). Joel habló de una plaga de langostas que causó el oscurecimiento de los cuerpos celestes (Joel 2:2–10). Estas escenas del Antiguo Testamento sugieren que la profundización de las tinieblas de la plaga de la cuarta trompeta es causada por la gigantesca nube de langostas que sale del abismo. Las tinieblas son el oscurecimiento del evangelio. Cuando la gente rechaza el evangelio como la fuente de vida, como resultado están atormentados por las fuerzas del mal (cf. Juan 3:18–21).
Las langostas también son un símbolo de juicios en el Antiguo Testamento. En la escena de la quinta trompeta, las langostas que suben del abismo no son insectos ordinarios. En lugar de atacar las plantas (como lo hacen normalmente las langostas), estas langostas tienen el poder de escorpiones y atacan y atormentan a la gente. Su líder es el ángel del abismo, Satanás mismo (Apoc. 9:11). El indicio para este simbolismo se encuentra en Lucas 10:17–20: “Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. Jesús usó serpientes y escorpiones como metáforas para los demonios o malos espíritus. Es muy posible que Juan el revelador recordara la declaración de Jesús al describir la invasión de langostas de la quinta trompeta. Esto lo lleva a uno a concluir que las langostas de la quinta trompeta son fuerzas demoníacas—lo que Pablo llama el poder de las tinieblas y la maldad (Efe. 6:12)—que moran en el abismo como el lugar de su prisión.
9:4–6 Las langostas demoníacas ahora fueron desencadenadas para herir la faz de la tierra. Sin embargo, no pueden dañar a los que están sellados, sino solo a los que no tienen el sello de Dios sobre sus frentes (cf. 9:10) Este sellamiento está descrito en Apocalipsis 7. Los que están sellados son aquellos a quienes Dios conoce y reconoce como suyos (2 Tim. 2:19). Están protegidos y no será dañado por estos ataques de los demonios; el evangelio protege a los que están con Cristo de los daños de los poderes demoníacos. La certeza que Jesús les dio a los doce todavía está firme: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Luc. 10:19).
Las langostas demoníacas no pueden matar gente sino solo les permite que fueran atormentados. La plaga de la quinta trompeta no es física, sino espiritual y mental. Las langostas demoníacas desatadas causan tortura psicológica insoportable y angustia suicida. Y aquellos días la gente buscará la muerte y de ningún modo la encontrarán, y desearán morir, y la muerte huirá de ellos (Apoc. 9:6; cf. 8:3). Job habla de alguien que desea la muerte que no viene (Job 3:21). Del mismo modo, Jeremías habla del día cuando los hombres elegirán la muerte en vez de la vida (8:3).
El período asignado a este tormento demoníaco es de cinco meses. Esto nos recuerda del Diluvio del Génesis que duró y perjudicó la tierra durante cinco meses (Gén. 7:24; 8:3). Durante este período, Noé y su familia estuvieron bajo protección especial, y las aguas del gran Diluvio no pudieron hacerles daño. Este motivo del Diluvio se refleja aquí en la escena de la quinta trompeta. Como Noé y su familia, así los creyentes genuinos están bajo protección especial de la plaga de las langostas demoníacas que hieren la tierra y a sus habitantes por “cinco meses”.
9:7–10 Habiendo descrito el origen y misión de las langostas demoníacas, Juan luego proporciona una descripción detallada de su apariencia. Al describirlas, usa palabras como “similares”, “como”. Las langostas demoníacas aparecen como caballos preparados para la batalla (cf. Joel 2:4); tienen lo que parecen coronas de oro; tienen rostros como los humanos, cabello como cabello de mujer, y dientes como los de león (cf. Joel 1:6); su exterior escamoso es como corazas de hierro; el sonido de sus alas es como el sonido de carros de batalla (cf. Joel 2:4–5).
Es incierto si Juan tenía la intención de que se interpretara cada detalle de su descripción. El lenguaje grotesco recuerda mucho la profecía de Joel acerca de la invasión en el día de Jehová:
Su aspecto, como aspecto de caballos, y como gente de a caballo correrán. Como estruendo de carros saltarán sobre las cumbres de los montes; como sonido de llama de fuego que consume hojarascas, como pueblo fuerte dispuesto para la batalla. Delante de él temerán los pueblos; se pondrán pálidos todos los semblantes. Como valientes correrán, como hombres de guerra subirán el muro; cada cual marchará por su camino, y no torcerá su rumbo. Ninguno estrechará a su compañero, cada uno irá por su carrera; y cayendo sobre la espada no se herirán. Irán por la ciudad, correrán por el muro, subirán sobre las casas, entrarán por las ventanas a manera de ladrones. Delante de él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su resplandor. (Joel 2:4–10)
Es evidente, por sí misma, que la descripción de las langostas demoníacas es tomada de la visión de Joel, aunque muchos de los detalles vienen de Juan. Aunque esta descripción de la apariencia temible de las langostas demoníacas es intencional, por un lado, presenta en forma vívida el carácter grotesco de los poderes del mal y lo pasmoso de los daños que realizan. Por otro lado, esta presentación simbólica tiene la intención de producir un impacto sobre sus lectores con una advertencia. Los poderes del mal han sido limitados por mucho tiempo. Sin embargo, ha llegado el día cuando los poderes de las tinieblas serán desatados para ejercer su actividad como nunca antes en la historia.
Además se dice que las langostas demoníacas tienen colas como escorpiones y aguijones, y autoridad en sus colas para atormentar a la gente por cinco meses. Atormentan a la gente con su aguijón (cf. 9:3). La cola es un símbolo de engaño por medio de la persuasión que Satanás usa para descarriar a los seres humanos para que se rebelen contra Dios y lo sigan a él (cf. Apoc. 12:4). Se dice que la cola son los profetas que dan falsa instrucción (Isa. 9:14–15). El daño hecho por las langostas demoníacas es obviamente no militar sino más bien ideológico. (Como se verá más tarde, las filosofías destructivas han causado tremendos daños a la fe y a la conducta cristiana.)
9:11 En contraste con las langostas naturales (cf. Prov. 30:27), estas langostas demoníacas que parecen escorpiones, tienen como su rey al ángel del abismo. Su nombre se da en dos idiomas: En hebreo es Abadón (“destrucción”), y en griego Apolión (“destructor”). Este rey de las langostas demoníacas es evidentemente Satanás mismo, la estrella caída del cielo (Apoc. 9:1), que ha recibido autoridad sobre el abismo que todavía tiene el dominio sobre la tierra. Pablo lo llama “el príncipe de la potestad del aire” (Efe. 2:2). Su nombre es Destructor, que adecuadamente define su obra de destruir y herir (cf. Juan 10:10). Él, “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Ped. 5:8). Sus seguidores son los “que destruyen la tierra” quienes, a su vez, serán destruidos por Dios cuando toque la séptima trompeta. (Apoc. 11:18). Su obra especial es la de organizar las fuerzas del mal en preparación para la batalla más decisiva contra Dios y su pueblo en la historia de este planeta. Esta preparación para la batalla final se describe en la sexta trompeta.
Ya notamos antes que las primeras cuatro trompetas están de a pares. La plaga del ajenjo de la tercera trompeta describe en lenguaje simbólico la gran apostasía de la Oscura Edad Media. El oscurecimiento de las fuentes de luz de la cuarta trompeta describe la subsiguiente Edad del Iluminismo en Europa, durante el siglo dieciséis hasta el dieciocho. Este período se caracterizó por el surgimiento del racionalismo, el escepticismo, el humanismo, y el liberalismo, con su producto final de secularismo y sus efectos negativos sobre el cristianismo. La plaga de la quinta trompeta es evidentemente el resultado de la declinación espiritual y la apostasía presentadas en la tercera y la cuarta trompetas. Pareciera que la situación en el mundo habría sido totalmente diferente si la iglesia hubiera permanecido fiel al evangelio.
Así, la quinta trompeta se refiere a la condición espiritual en el mundo secular y las consecuencias de tales condiciones desde el siglo dieciocho hasta nuestro tiempo. Como lo explica Hans LaRondelle, “la teología tradicional centrada en Dios fue remplazada por una filosofía centrada en el hombre, en la cual el hombre es responsable solo ante sí mismo”.29 El gobierno opresivo de la iglesia fue remplazado por la filosofía atea expresada en varias formas como el deísmo, el relativismo, el nihilismo, el nacionalismo y el comunismo. El hecho es que los seres humanos tratan de vivir aparte de Dios. Los de una mente secular han llegado a estar alienados de Dios, de los demás, y de sí mismos.30 Por un lado, la filosofía atea ha creado en la gente la agonía de la vaciedad y de la falta de significado de la vida.31 En la escena simbólica de la quinta trompeta podemos observar la desesperación del hombre secular: sin Dios, sin futuro, y sin significado para la vida. Está en contraste con la hierba verde y los árboles que son alimentados con agua.
Por otro lado, la filosofía atea ha desatado las fuerzas demoníacas. A pesar de haberse separado de Dios, la gente secular todavía tiene un anhelo de valores espirituales con que llenar la vaciedad de sus vidas. Sin embargo, la resistencia al poder transformador del evangelio proporciona a Satanás una oportunidad de llenar ese vacío. El humo del abismo demoníaco puede observarse, por ejemplo, en los diversos movimientos dentro del cristianismo que están promoviendo una religión basada mayormente sobre las emociones, que ha ocupado el lugar de la religión de la mente y la conducta. No obstante este humo demoníaco puede ser observado, igualmente, en la amplia difusión del movimiento de la Nueva Era, y las actividades crecientes del Islam.
La única seguridad contra el daño demoníaco se encuentra en Cristo. La escena de la quinta trompeta nos advierte contra cualquier religión que está separada de Cristo. Cuando Israel, en el tiempo del profeta Amós, eligió la vida de pecado convirtió “el juicio en veneno, y el fruto de justicia en ajenjo” (Amós 6:12), Dios trajo mangas de langostas sobre su tierra. Esto puede explicar lo que describe la escena de la quinta trompeta. Como el pueblo había resistido y rechazado el poder transformador del evangelio y eligieron más bien la oscuridad (como se describe en la tercera y la cuarta trompetas), resultó el tormento de las langostas demoníacas. Pablo advirtió a los cristianos de sus días: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará” (Gál. 6:7).
9:12 Juan concluye la escena con una advertencia al lector que la plaga de la quinta trompeta es solo el primer ay. Dos ayes todavía están por venir. Los malvados han de experimentar más sufrimientos terribles, de los cuales la plaga de la quinta trompeta fue solo el preludio.
La Sexta Trompeta (9:13–21)
13Y el sexto ángel tocó su trompeta; y yo oí una voz de los cuernos del altar de oro que está delante de Dios, 14diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: “Suelta los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates”. 15Y los cuatro ángeles, los que estaban preparados para la hora y día y mes y año, fueron soltados para que pudieran matar un tercio de la humanidad. 16Y el número del ejército de los jinetes era doscientos millones; y oí el número de ellos. 17Y así yo vi los caballos en la visión y quienes estaban sentados sobre ellos, teniendo corazas de fuego y jacinto y azufre; y las cabezas de los caballos eran como las cabezas de leones, y de sus bocas salía fuego y humo y azufre. 18De estas tres plagas, del fuego y el humo y el azufre que salía de la boca de ellos, fue muerta un tercio de la humanidad. 19Porque la autoridad de los caballos está en sus bocas y en sus colas, porque sus colas son como serpientes, teniendo cabezas y con ellas causan daño.
20Y el resto del pueblo, los que no fueron muertos por estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos, como para no adorar a los demonios y a los ídolos de oro y de plata y de bronce y de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni caminar; 21y no se arrepintieron de sus asesinatos o de sus hechicerías o de su fornicación o de sus robos.
Notas
9:13 El altar de oro que está delante de Dios. El altar de oro aquí es evidentemente el altar del incienso delante del trono mencionado antes en Apocalipsis 8:3–4 (ver Notas sobre Apoc. 8:3), y que en el templo del Antiguo Testamento estaba “delante del velo que está junto al arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me encontraré contigo” (cf. Éxo. 30:6).
9:14 El gran río Éufrates. En el Antiguo Testamento, el Éufrates, llamado el gran río (Gén. 15:18; Deut. 1:7; Jos. 1:4), estaba en el límite que separaba al pueblo de Dios de sus enemigos. Las regiones más allá del Éufrates eran consideradas como el símbolo de los archienemigos de Dios y de Israel: Asiria y Babilonia (Isa. 7:20; Jer. 46:10). Isaías describe el ataque de estas naciones enemigas a Israel como las abundantes aguas destructivas del Éufrates rebalsando sus riberas e inundando la tierra de Judá, alcanzando hasta el cuello, es decir, a Jerusalén (Isa. 8:7–8). Este es el sentido en el que Juan usa el símbolo del río Éufrates.
El Éufrates también era la frontera oriental del Imperio Romano, más allá de la cual estaba el imperio Parto, el surgimiento del cual era una amenaza constante para el Imperio. Siendo que el texto menciona la invasión de los jinetes de más allá del río Éufrates, algunos comentadores modernos alegan que ellos simbolizan los muy temidos ejércitos partos.32 Los ejércitos romanos fueron tres veces derrotados por ellos (en 53 y 35 a. C., y 62 d. C.) y esto creó mucha ansiedad entre los romanos por una posible destrucción de este poder oriental. Aun los escritos apocalípticos judíos esperaban una invasión escatológica de las fuerzas partas:
En aquellos días, los ángeles se reunirán y se arrojarán al este contra los partos y los medos. Ellos sacudirán los reyes (de modo que) un espíritu de inquietud venga sobre ellos, y los agitarán sobre sus tronos; y saltarán de sus camas como leones y como hienas hambrientas entre sus propios rebaños. Y subirán y pisotearán la tierra de mis elegidos, y la tierra de mis elegidos será delante de ellos como una era de trillar o una carretera.33
Este texto muestra cómo el escritor apocalíptico aplicó la profecía de Ezequiel contra Gog (Eze. 38–39) a los partos que estaban más allá del Éufrates. Muchos eruditos hoy encuentran altamente improbable que la profecía de Juan tenga que ver con una invasión literal de los partos.34 Es difícil ver esta profecía cumplida con referencia al Imperio Romano, porque abarca al mundo entero. También, el tamaño de un ejército de doscientos millones de jinetes (Apoc. 9:16) indica que Juan no pensaba en una invasión literal de los partos. Parece que al comunicar la profecía de la invasión demoníaca escatológica utiliza la profecía de Ezequiel contra Gog y la muy familiar ansiedad romana del siglo primero. G. R. Beasley-Murray declara: “Porque el ejército que él espera es más terrible, por mucho, que cualquier ejército humano. Es, en realidad, un ejército sobrenatural, realmente infernal”.35
Los cuatro ángeles. Los cuatro “ángeles que están atados junto al gran río Éufrates” son evidentemente los mismos cuatro ángeles de Apocalipsis 7:1–3: Mientras en Apocalipsis 7 los cuatro ángeles están reteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplen sobre la tierra, los cuatro ángeles en Apocalipsis 9 refrenan los ejércitos de jinetes. Mientras en Apocalipsis 7:3 se les ordena no dañar la tierra hasta que los siervos de Dios hayan sido sellados, en la escena de la sexta trompeta se los suelta “para que pudieran matar un tercio de la humanidad” (9:15, 18). Parece que los vientos destructivos refrenados por los cuatro ángeles de Apocalipsis 7:1–3 se corresponden con los jinetes, presumiblemente la fuerzas demoníacas descritas en la escena de la sexta trompeta (Apoc. 9:16–19).
9:15 Los cuatro ángeles[…]fueron soltados. La forma pasiva aquí (“fueron soltados”) funciona como el pasivo divino (ver Notas sobre Apoc. 9:1).
9:16 Jinetes. La descripción de los jinetes sugiere que ellos son los mismos que las langostas demoníacas de la quinta trompeta, pero bajo circunstancias diferentes. Primero de todo, la apariencia de las langostas demoníacas era como la de caballos preparados para la batalla (9:7, 9). Las langostas demoníacas salieron del abismo (9:2–3), mientras los jinetes vienen del río Éufrates, la frontera simbólica entre el pueblo de Dios y sus enemigos (ver Notas sobre Apoc. 9:14). Ambos tienen corazas (9:9, 17). Además, el poder de ambos, las langostas y los jinetes está en sus colas (9:10, 19). Mientras las langostas tenían dientes como de león, las cabezas de los caballos parecían cabezas de leones (9:8, 17). La actividad dañina de los jinetes de la sexta trompeta sugiere una intensificación adicional de la actividad destructora demoníaca como juicios divinos que comenzaron con la venida de las langostas en la quinta trompeta.
Doscientos millones. Literalmente, “dos miríadas de miríadas”, o veinte mil veces diez mil”. El número aquí sin duda es simbólico, representando una multitud incontable, 36 así como los carros de Dios en Salmos 68:17, en contraste con los 144.000 santos sellados de Apocalipsis 7.
9:17–18 Fuego y humo y azufre. La combinación de fuego, humo y azufre en la Biblia siempre está vinculada con juicios sobre los malos. Al destruir Sodoma y Gomorra, el Señor hizo llover fuego y azufre del cielo, de modo que su humo subía como de un horno (Gén. 19:24, 28; Luc. 17:29). En otras partes del Antiguo Testamento estos elementos se usan para castigar a los malvados (Sal. 11:6; Isa. 34:9–10; Eze. 38:22). En Apocalipsis, el grupo que recibe la marca de la bestia será “atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos (Apoc. 14:10–11). Estos tres elementos se usan para la destrucción de Satanás y sus fuerzas en el lago de fuego en el juicio final (Apoc. 20:10; cf. 19:20; 21:8). El texto de 9:17b–18 parece indicar una disposición quiástica:
- A de sus bocas
- B salía
- C fuego y humo y azufre
- D De estas tres plagas fue muerta un tercio de la humanidad
- C’ el fuego y el humo y el azufre
- C fuego y humo y azufre
- B’ que salía
- B salía
- A’ de la boca de ellos.37
9:19 Bocas. De acuerdo con 9:18 el fuego, el humo y el azufre que salen de la boca de los caballos mata a la gente. En el Apocalipsis, la boca como símbolo, se refiere a un arma poderosa en la batalla entre el bien y el mal. De la boca de Cristo sale una espada aguda de dos filos (1:16) con la que hace guerra contra los no arrepentidos (2:16; 19:15, 21). Si alguien trata de dañar a los dos testigos, fuego sale de sus bocas y mata a sus enemigos (11:5). Por otro lado, la boca simbólica es el arma de Satanás y sus asociados en sus actividades contra el pueblo de Dios. De la boca del dragón procede agua para destruir a la mujer, presumiblemente la iglesia (12:15). A la bestia del mar de Apocalipsis 13 se le da “boca que hablaba grandes cosas y blasfemias” (13:5). “Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo y de los que moran en el cielo” (13:6). En preparación para la batalla final entre las fuerzas de la luz y de las tinieblas, Juan vio “salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas” para persuadir a los reyes del mundo que se unan para la guerra final de la historia de la tierra (16:13–14). Todo esto sugiere que la batalla entre las fuerzas del bien y del mal en el libro del Apocalipsis, es verbal más bien que de carácter físico.
Colas. Ver Notas sobre Apocalipsis 9:10.
Exposición
En la escena del toque de la quinta trompeta, las langostas demoníacas que parecían caballos estaban preparadas para la batalla (9:5) bajo la conducción del ángel del abismo llamado Destructor, que es Satanás mismo (9:11). Sin embargo, sus actividades están limitadas porque no se les permitió matar a la gente sino solo atormentarlas por cinco meses (9:7). La situación ahora cambia; las fuerzas demoníacas reciben total libertad para ejercer sus actividades destructivas contra la tierra y sus habitantes.
9:13–16 Cuando el sexto ángel toca su trompeta, Juan oye una voz que sale desde los cuernos del altar de oro que está delante de Dios Esta observación acerca de la voz celestial que sale del altar del incienso es especialmente importante a la luz de la súplica por liberación del oprimido pueblo de Dios, en la escena del quinto sello (Apoc. 6:9–10). En Apocalipsis 8:3–5, sobre el altar del incienso se ofrecen sus oraciones ante el trono, y como resultado, se derraman juicios. La nueva mención del altar del incienso—el mismo altar sobre el cual se ofrecieron las oraciones de los santos oprimidos—sugiere que todavía se recuerdan las oraciones del pueblo de Dios.38 La escena de la sexta trompeta representa un avance en la respuesta divina a las oraciones del pueblo oprimido de Dios.
Dos cosas salen a la luz desde este texto. Primera, la voz celestial ordena al sexto ´ Ángel: Suelta los cuatro ángeles que están atados junto al gran río Éufrates. El texto muestra además que estos ángeles restringen a las fuerzas demoníacas para no destruir la tierra (9:16–19). Esta escena nos recuerda a los cuatro ángeles que retienen los vientos destructores que les impiden dañar la tierra hasta completar el sellamiento del pueblo de Dios (Apoc. 7:1–3). Los paralelos obvios entre 7:1–3 y 9:13–16 vinculan las dos escenas: en ambas, atar y desatar se asocia con cuatro ángeles; los participantes en ambas están numerados: el pueblo de Dios en el capítulo 7 y las huestes demoníacas en la escena de la sexta trompeta; y solo estas escenas usan la frase “Oí su número” (7:4; 9:16). Estos sólidos paralelos ponen las dos escenas en el mismo marco de tiempo: la preparación para la batalla final.
Que los cuatro ángeles en Apocalipsis 9 están confinados al río Éufrates es especialmente importante. El Éufrates, en el Antiguo Testamento, marca el límite entre el pueblo de Dios y sus enemigos; es el lugar del cual proviene la amenaza al pueblo de Dios. Junto al simbólico río Éufrates los cuatro ángeles restringen el ejército demoníaco organizado contra el pueblo de Dios. Las fuerzas del demonio están bajo el control soberano del Dios Todopoderoso.
La segunda cosa para observar es que las fuerzas demoníacas no tienen libertad para actuar hasta el tiempo establecido para ello por Dios. Se dice que los cuatro ángeles estaban preparados para la hora y día y mes y año. Esto puede entenderse como “un momento divinamente señalado en el tiempo”.39 Esta liberación de los ángeles debe entenderse como un pasivo divino; en otras palabras, Dios es el que les permite actuar. Este desatar de las fuerzas demoníacas ya había comenzado con el toque de la quinta trompeta. A las langostas demoníacas se les permitió atormentar a los malvados durante “cinco meses”; sin embargo, se les impidió destruirlos y matarlos (9:3–6). Aquí, en la escena de la sexta trompeta, la caballería demoníaca completa una vasta matanza. Viene el tiempo cuando Dios quitará toda limitación, haciendo posible que las fuerzas demoníacas ejerzan su actividad como nunca antes en la historia, y Dios lleve adelante sus juicios sobre los habitantes de la tierra.
El número de los jinetes del ejército demoníaco es doscientos millones. La frase oí el número de ellos se relaciona evidentemente con “y oí el número de los sellados” de Apocalipsis 7:4, y el número de los 144.000 del pueblo de Dios. Estos jinetes demoníacos son, de este modo, la falsificación demoníaca del pueblo de Dios.40 Ambos grupos, el pueblo sellado de Dios y las huestes de Satanás, están preparados para la batalla final de la historia de este mundo.
9:17–19 Como en la escena de la quinta trompeta, después de haber descrito la misión de las hordas demoníacas, Juan provee una descripción detallada de su apariencia. Describe a los caballos y sus jinetes del mismo modo como lo hace con las langostas demoníacas de la escena de la quinta trompeta. Al describir su aterradora apariencia, usa otra vez las palabras “como” y “semejante a”. El ejército demoníaco está equipado con materiales del lago de fuego: fuego, humo y azufre (Apoc. 19:20; 20:10; 21:8). Los jinetes visten corazas rojo fuego, humo azul y amarillo azufre. Estos colores corresponden al fuego, humo y azufre que salen de la boca de los caballos. La combinación de estos tres elementos en la Biblia es un símbolo del juicio de Dios sobre los malvados. Las cabezas de los caballos parecen las de leones. Este lenguaje grotesco tuvo la intención, en el caso de la quinta trompeta, de retratar el carácter extraño de la actividad demoníaca y producir un impacto sobre los lectores.
El poder de matar de esos caballos demoníacos reside en sus bocas y en sus colas. Las colas aquí, en la escena de la sexta trompeta, están relacionadas con las colas en 9:10 que sugiere que la sexta trompeta es una extensión de la quinta. La sexta trompeta intensifica las actividades demoníacas que comenzaron en la quinta trompeta. Mientras la fuente del poder de las langostas demoníacas estaba en sus colas, produciendo solo tortura, aquí tanto las colas como las bocas están en acción, en preparación para la batalla final contra el pueblo de Dios, causando tanto tortura como muerte. La consecuencia de esta plaga es que se destruye un tercio de la humanidad.
Los caballos demoníacos usan sus colas para atormentar y dañar. Sus colas son como serpientes, teniendo cabezas y con ellas causan mucho daño. En Apocalipsis 12:9, Satanás es llamado “la serpiente antigua”, con la capacidad de arrastrar “la tercera parte de las estrellas del cielo”, presumiblemente, ángeles. Isaías se refiere a los profetas que dan falsa instrucción como colas (Isa. 10:14–15). Podemos ver que la cola es un símbolo de engaño y falsas enseñanzas que Satanás usa para llevar a los seres humanos a apartarse de Dios y seguirlo a él.
Mientras los caballos demoníacos atormentan a la gente con sus colas, matan con sus bocas de las que salen fuego, humo y azufre. Esto nos recuerda los tres demonios que salen de la boca de Satanás y sus asociados en la escena de la batalla final de Armagedón (cf. Apoc. 16:13–14). En Apocalipsis 12:15, de la boca del dragón sale agua para destruir a la mujer. También recuerda la bestia del mar de Apocalipsis 13 a quien se le dio una “boca que hablaba grandes cosas y blasfemias”. “Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, de su tabernáculo, y de los que moran en el cielo” (13:5–6).
Todo esto sugiere que el conflicto final entre las fuerzas de la luz y de las tinieblas no será militar sino espiritual. El carácter del conflicto será verbal e ideológico, una batalla por la mente mediante la persuasión más bien que por la fuerza física. Esta es la clase de guerra en la que Pablo pensaba cuando escribió: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautiva todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Cor. 10:3–5; cf. Efe. 6:10–12).
9:20–21 Juan concluye la escena entera con esta observación: Y el resto del pueblo, los que no fueron muertos por estas plagas, no se arrepintieron. La sexta plaga afecta a “un tercio” de la humanidad que sufre un terrible tormento y masacre (9:15, 18). “El resto de la humanidad” que sobrevivió a la destrucción demoníaca rehúsa arrepentirse. La plaga no ablandó sus corazones. En su situación de impotencia y desesperanza siguen su curso adorando “a los demonios y a los ídolos de oro y de plata y de bronce y de piedra y de madera, que no pueden ver ni oír ni caminar. Este lenguaje es tomado de Daniel 5:23, donde la adoración de ídolos de “plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra, que ni ven, ni oyen, ni saben” resultaron en la caída de Babilonia (también Sal. 115:4–7).
Adicionalmente, los malvados no se arrepintieron de sus asesinatos o de sus hechicerías o de su fornicación o de sus robos. Pablo describe estos pecados como el producto de la idolatría (cf. Rom. 1:18–32; Apoc. 21:8; 22:15). Habiendo sido tomados juntos, estos vicios son el fruto de adorar los demonios. Los malvados son atormentados por los demonios, no obstante siguen sirviéndolos. Dios no quiere que nadie experimente el juicio sino que se arrepienta y se vuelva a él (2 Ped. 3:9). Sin embargo, los impíos perecerán si rehúsan arrepentirse (Luc. 13:3, 5).
La escena de la sexta trompeta nos lleva claramente al tiempo del fin. Describe la preparación para la batalla del Armagedón, que se describe más tarde en el libro (Apoc. 16:12–16). Señala hacia la última crisis del mundo que, al acercarse el fin, se caracterizará por la intensificación de las actividades demoníacas. La gente que está sin el sello de Dios está desprotegida contra los poderes demoníacos y de las doctrinas e ideologías engañosas de la Babilonia simbólica. Desmond Ford escribe: “Las multitudes que han rechazado la sangre de la expiación, el incienso de la justicia de Cristo, y el refrigerio de los ríos y fuentes divinos, y la luz de los orbes celestes, no tienen protección contra la doctrina de demonios, y en última instancia, no tienen protección contra los demonios mismos”.41
La falta de arrepentimiento de los malvados da la señal del inminente cese de la intercesión y la reunión para la batalla final entre Cristo y su ejército contra Satanás y su ejército (Apoc. 16:12–16). Durante estas actividades demoníacas intensivas, Dios hace un esfuerzo especial por alcanzar los corazones humanos ofreciéndoles el evangelio eterno a los habitantes de la tierra (Apoc. 14:6–13). Su misericordia todavía está disponible. Él espera que los corazones endurecidos por el pecado respondan y hagan un giro decisivo. Esta última proclamación del evangelio eterno se describe en el interludio entre la sexta y la séptima trompetas (Apoc. 10–11:14), así como en la presentación de los tres ángeles que vuelan en medio del cielo con los mensajes de advertencia para los habitantes de la tierra (Apoc. 14:6–13).
Retrospección Sobre Apocalipsis 8–9
La visión del toque de las siete trompetas describe en lenguaje simbólico una serie de intervenciones del Dios Todopoderoso en la historia, en respuesta a las oraciones de su pueblo oprimido y acosado descrito en la escena del quinto sello: “¿Hasta cuándo, oh Señor, Santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?” (Apoc. 6:10). La escena introductoria de las siete trompetas (Apoc. 8:2–5) muestra que las oraciones del pueblo de Dios fueron escuchadas en el cielo. La respuesta que se les envía es inequívoca y definida: “No demasiado”. El propósito de los eventos simbólicamente descritos en el toque de las siete trompetas es afirmar al pueblo de Dios de que Dios ya está juzgando a “los que moran en la tierra” (Apoc. 8:13), quienes malignamente oprimieron y persiguieron a su pueblo fiel.
Observamos que las plagas de las primeras cuatro trompetas son advertencias divinas y tienen propósitos redentores. Tienen la intención de llevar a los malvados al arrepentimiento y advertirles que el tiempo de arrepentimiento se está agotando rápidamente, y que la puerta de la misericordia se cerrará para siempre. La declaración del triple ay de los buitres forma la transición entre los juicios de advertencia de las plagas de las primeras cuatro trompetas, y los ayes demoníacos de las últimas tres trompetas sobre aquellos que están espiritualmente muertos en su rechazo y persistente hostilidad hacia el evangelio.
La escena de la sexta trompeta es notablemente paralela a la escena de los cuatro ángeles que retienen los vientos destructores y el sellamiento de los 144.000 del pueblo de Dios en Apocalipsis 7:1–3. Jon Paulien resume estos paralelos:
En ambas secciones atar y desatar están relacionados con cuatro ángeles. En ambas secciones, se numera un pueblo: en Apocalipsis 7 el pueblo de Dios; en Apocalipsis 9 su contraparte demoníaca. Y estos son solo dos lugares en el Apocalipsis que contienen las palabras enigmáticas: “Yo oí su número [ēkousa ton arithmón].” Si el tiempo de prueba sigue abierto durante la sexta trompeta y luego se cierra al sonido de la séptima, la sexta trompeta es la contraparte histórica exacta de Apocalipsis 7:1–8. Es la última oportunidad de salvación justo antes del fin.42
Como en el caso de la apertura de los siete sellos, hay un interludio entre las escenas de la sexta y la séptima trompetas. El interludio entre la apertura del sexto y el séptimo sellos responde la pregunta decisiva planteada en la escena de la apertura del sexto sello con respecto a los que podrán sostenerse en pie en el día de la ira de Dios (Apoc. 6:17). El interludio insertado entre la sexta y la séptima trompetas del mismo modo está relacionado con lo que sucede en la escena de la sexta trompeta. Primero, declara el pronto fin de la historia de la tierra al tocar la séptima trompeta (Apoc. 10:7).43 Segundo, se refiere al tiempo de preparación intensiva y la gran reunión para la batalla del Armagedón. Se están soltando los cuatro ángeles junto al río Éufrates que han estado reteniendo los cuatro vientos destructores. Esto indica que el sellamiento del pueblo de Dios está en el proceso de completarse (Apoc. 7:1–3). Los ángeles liberados están listos para desatar los vientos retenidos, dejarlos que soplen con plena fuerza para “dañar la tierra y al mar”, y llevar la historia de la tierra a su fin.
Una pregunta seria merece una respuesta: ¿Qué pasa con el pueblo de Dios que vive en ese período de gran preparación para la batalla final antes del fin? Juan no deja a sus lectores con ninguna incertidumbre. Como en la apertura de los siete sellos, el interludio entre las escenas de la sexta y la séptima trompetas proporciona la respuesta a la pregunta. Mientras los seguidores de Cristo están bajo el cuidado y protección especiales de Cristo mientras los ángeles están en pleno control de los vientos destructores (Apoc. 7:3–8), ellos están comisionados para una misión especial, a pesar de enfrentar “feroz oposición y sufrimiento”44 (Apoc. 10–11:14). Su comisión de predicar el mensaje final de Dios al mundo se describe en la ingestión simbólica del librito abierto (Apoc. 10), y su experiencia al predicar el evangelio al mundo se describe en la escena de los dos testigos (Apoc. 11). El propósito del interludio es despertar al pueblo de Dios y proveerle una firme certeza del triunfo final del evangelio, al aproximarse ellos a los días finales de la historia de la tierra.