El punto de partida para comprender la escena del toque de la séptima trompeta es Apocalipsis 10:5–7, en donde el ángel fuerte levanta su mano derecha y jura por Dios el Creador que “ya no habrá tiempo”. El ángel proporciona a la iglesia la sólida seguridad de que el tiempo del fin profetizado por Daniel (12:5–10) pronto seguirá su curso y que Dios está a punto de librar y vindicar a sus santos fieles y concluir la historia de la tierra. Con un fuerte adversativo “pero”, el ángel también deja claro que el fin no vendría hasta que el séptimo ángel toque su trompeta: “Pero en los días del toque del séptimo ángel, cuando esté por tocar, entonces el misterio de Dios se completará, como lo proclamó a sus siervos los profetas” (Apoc. 10:7).
La séptima trompeta anuncia el fin de la historia de la tierra, y ahora la revelación del “misterio de Dios”, que ha dejado perplejos a todas las criaturas del universo y cuyo contenido estuvo sellado por mucho tiempo (Rom. 16:25–26; Col. 1:26–28), ha sido traído al mundo por medio de Cristo. Este misterio fue simbólicamente descrito en el rollo sellado con siete sellos (Apoc. 5), la porción del cual fue divulgado a la iglesia por medio de Juan en el simbólico librito en Apocalipsis 10. Dios quiere llevar las buenas nuevas de ese misterio al mundo por medio de la iglesia (Efe. 3:9–11). La presentación simbólica del testimonio de los dos testigos en Apocalipsis 11 muestra que por unos 2.000 años se ha proclamado el misterio de Dios al mundo. Sin embargo, en los días finales de la historia del mundo, mientras los impíos se preparan para la batalla del Armagedón, el pueblo de Dios estará involucrado en la gran proclamación del evangelio, que se presenta simbólicamente como tres ángeles que proclaman el evangelio eterno a los habitantes de la tierra (Apoc. 14:6–12).
La proclamación del evangelio se completará al toque del séptimo ángel. Parece claro, por lo tanto, que el toque de la séptima trompeta denota el fin del tiempo de gracia cuando todos los eventos finales se pondrán en movimiento. Ahora, al tocar la séptima trompeta, el tiempo ha llegado para que “el misterio de Dios”, que ha sido parcialmente desvelado y proclamado por medio de la iglesia, se completará.
15Y el séptimo ángel tocó su trompeta; y hubo fuertes voces en el cielo diciendo:
“El reino del mundo ha llegado a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo y él reinará para siempre”
16Y los veinticuatro ancianos que estaban delante de Dios sentados en sus tronos cayeron sobre sus rostros y adoraron a Dios,17diciendo:
“Te damos gracias a ti, Señor Dios, el Todopoderoso, que es y que era, porque has tomado tu gran poder y comenzado a reinar; 18Y las naciones se airaron, Y tu ira vino y el tiempo para que los muertos sean juzgados y de dar la recompensa a tus siervos los profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, los grandes y los pequeños, y de destruir a los destructores de la tierra”.
19Y el templo de Dios que está en el cielo se abrió, y se vio el arca del pacto en su templo; y vinieron destellos de relámpagos, voces, retumbar de truenos, un terremoto, y un grande granizo.
Notas
11:15 Nuestro Señor y de su Cristo. La frase se tomó prestada de Salmos 2:2 donde los reyes y los gobernantes de la tierra conspiran contra “El Señor y su Mesías”, es decir, el rey de Israel.
11:16 Los veinticuatro ancianos. Ver Notas sobre Apocalipsis 4:4.
11:17 Todopoderoso. Ver Notas sobre Apocalipsis 1:8.
11:18 Naciones. Ver Notas sobre Apocalipsis 11:2.
Las naciones se airaron, y tu ira vino. En griego, el verbo “airarse” o “estar enojado” y el sustantivo “ira” (orgé) pertenecen al mismo grupo raíz org-. Así, aquí en el texto, la ira de Dios es la respuesta a la ira de las naciones.
De destruir a los destructores de la tierra. En griego, diaftheirō significa “destruir” o “corromper”. Al acuñar la frase “destruir a los destructores de la tierra”, Juan pudo haber pensado en el informe prediluvial del Antiguo Testamento. La lectura original de Génesis 6:11–13 tanto en hebreo como en griego es: “Pero la tierra se había corrompido [destruido, gr. eftharē] delante de Dios, y la tierra estaba llena de iniquidad. Y YHWH Dios vio la tierra, y estaba corrompida [siendo destruida, gr. kateftharmenē]; porque toda carne había corrompido [destruido, gr. kateftheirō] sus caminos sobre la tierra. Y YHWH Dios dijo a Noé: ‘Un periodo de todos los hombres ha venido ante mí; porque ellos llenaron la tierra con iniquidad, y he aquí, yo los destruyo [gr. kataftheirō] a ellos y a la tierra” (LXX 6:12–14).1 El texto muestra que porque el pueblo antediluviano estaba “destruyendo” la tierra, Dios decidió destruirlos de la tierra. Este “destruir” la tierra debe entenderse como el llenar la tierra con iniquidad (Gén. 6:12, 14). De acuerdo con 1 Corintios 3:17, los destructores del templo de Dios serán destruidos. La destrucción de los destructores de la tierra en Apocalipsis 11:18 es una clara referencia a la Babilonia del tiempo del fin descrita en Apocalipsis 19:2 como corrompiendo (o destruyendo, gr. ftheirō) la tierra con inmoralidad, que es una referencia adicional a Apocalipsis 17:1–6. Jeremías se refirió a la Babilonia histórica como “oh monte destruidor”, que “destruiste toda la tierra” (en el AT griego: to óros to dieftharménon, to daftheiron pásan tēn gēn; Jer. 28[51]:25). Este es el sentido en el que deben entenderse los destructores de la tierra en el Apocalipsis.
11:19 El templo de Dios. El griego naós aquí se refiere a la parte más interior del templo, el Lugar Santísimo. Que la parte más interior del templo esté a la vista, está indicado adicionalmente, por la aparición del arca del pacto ubicada en el lugar santísimo del templo. Para más datos sobre el significado de naós en el Apocalipsis, ver Notas sobre Apocalipsis 11:1.
Exposición
11:15 La séptima trompeta señala la consumación de todas las cosas y la conclusión del “misterio de Dios” (Apoc. 10:7). En el momento en que se toca, Juan oye voces fuertes en el cielo declarando el triunfo de Dios y la transferencia del dominio y el gobierno de Dios y de su Cristo, (es decir, su Mesías o ungido) sobre el mundo: El reino del mundo ha llegado a ser el reino de nuestro Señor y de su Cristo y él reinará para siempre. Aquí está el cumplimiento de lo que el fiel pueblo de Dios en cada generación anheló y por lo que oró: “Venga tu reino” (Mat. 6:10). Esta tierra que estuvo bajo el dominio y gobierno del poder usurpador y en rebeldía contra Dios, finalmente volverá a estar bajo el dominio y el gobierno de Dios. El texto recuerda la profecía de Daniel dada al rey Nabucodonosor: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Dan. 2:44).
El establecimiento del reino eterno de Dios sobre la tierra, que es el tema central del libro del Apocalipsis (11:17; 12:10; 19:6; 22:5), involucra el “arrancar la autoridad de todos los poderes hostiles, incluyendo las naciones ateas de la tierra, y el ejercicio de toda autoridad por el Señor y su Cristo”.2 En Apocalipsis 5, en el acto ceremonial formal de tomar simbólicamente el rollo sellado, Cristo fue reconocido como co-regente con el Padre, reinando a su mano derecha en el trono celestial sobre todo el universo. Como soberano del tiempo del fin, se le confió la autoridad para llevar a cabo “el plan de Dios para el fin de la historia”.3 El destino de toda la humanidad fue puesto en las manos de Cristo. Su co-regencia había de durar hasta que sus enemigos fueran puestos por “estrado de tus pies” (Sal. 110:1). “Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Cor. 15:25). Cuando finalmente los enemigos se hayan sometido, “luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia[…]Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos” (1 Cor. 15:24, 28).
11:16–18 Siguiendo a la declaración de las huestes celestiales, los veinticuatro ancianos, como representantes de la humanidad redimida, caen delante del trono en adoración y cantan un himno de gratitud a Dios por tomar su gran poder y reinar. A Dios se refieren como al Señor Dios, el Todopoderoso, que es y que era. Aunque anteriormente en el libro, Dios es identificado como “Señor Dios, el Todopoderoso, que es y que era y que viene” (1:8; 4:8), esta vez se omite el tercer elemento, “que viene”. Su venida ya no está en el futuro, porque ya ha venido y ha tomado su gran poder y comenzado a reinar.
El himno que cantan los veinticuatro ancianos bosqueja los eventos que siguen después que Dios toma el reino y que se presentan en el resto de los capítulos del Apocalipsis. Primero, las naciones se airaron contra Dios y su pueblo. Esta es una alusión al Salmo 2, que habla de las naciones airadas contra el Señor y su ungido (Sal. 2:1–2; cf. Apoc. 11:15b) y la respuesta de Dios de ira (2:12; cf. vers. 8–12). La ira de las naciones en Apocalipsis 11:18 es el resultado de su oposición al reino y el gobierno de Dios. Culminará en la batalla de Armagedón, cuando las naciones del mundo se unirán en su ira para oponerse al establecimiento del reino de Dios. La ira de las naciones contra Dios y su pueblo se describen en detalle en Apocalipsis 12–13.
A la ira de las naciones, Dios responde con ira: Y tu ira vino. Este derramamiento de la ira de Dios tiene el propósito de terminar la rebelión de los impíos contra Dios. Esto se presenta en detalle en Apocalipsis 14–18. El tiempo para que los muertos sean juzgadosmuestra que el juicio incluye aspectos tanto positivos como negativos. Su aspecto positivo incluye el dar la recompensa a tus siervos los profetas y a los santos y a los que temen tu nombre, los grandes y los pequeños, que sucederá en la Segunda Venida (Apoc. 19:1–10; capítulos 21–22). La frase “que temen a YHWH, a pequeños y a grandes” es tomada de Salmos 115:13, denotando a los fieles de todos los niveles socio económicos.4 El juicio también tiene un aspecto negativo con respecto a los destructores de la tierra, que han de ser destruidos. Esta expresión recuerda la identificación de los antediluvianos en Génesis 6:12–14 como los destructores de la tierra por “llenar la tierra con iniquidad”. Así como los destructores de la tierra antediluvianos fueron destruidos con la tierra, la misma suerte será para los destructores de la tierra del tiempo del fin. Esto sugiere que Apocalipsis 11:18 no se refiere a preocupaciones ecológicas de destruir la tierra con la tecnología moderna, un concepto bastante contemporáneo, sino a las actividades del tiempo del fin de Babilonia que llena la tierra con pecados que “han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (Apoc. 18:5). Esta afirmación es además apoyada por el hecho de que Jeremías identifica la Babilonia histórica como “el monte destruidor… que destruiste toda la tierra” (Jer. 51:25). En Apocalipsis 19:2, la Babilonia del tiempo del fin es juzgada porque ha corrompido (o destruido) la tierra con su inmoralidad (cf. Apoc. 17:1–6). La erradicación de Satanás y sus huestes es el acto final del drama de la gran controversia entre el bien y el mal (Apoc. 19:11–20:15).
11:19 La visión termina con la apertura del templo de Dios en el cielo, su parte más interior, permitiendo que Juan viera el arca del pacto en su templo acompañado con destellos de relámpagos, voces, retumbar de truenos, un terremoto y un grande granizo que representa la manifestación de la presencia divina (Apoc. 4:5; 8:5; 16:18; cf. Éxo. 19:16–19; 20:18; Deut. 5:22–23). La mención del Arca del Pacto al comienzo de la nueva visión tiene una importancia especial. Primero, tiene que ver con la divulgación del contenido del librito que Juan recibió en Apocalipsis 10, porque se guardaba el Libro del Pacto junto al Arca del Pacto (como se analizará en la sección introductoria a Apoc. 12–22:5).
La segunda razón para mencionar el Arca del Pacto es preparar a los lectores para los capítulos que conciernen a la fidelidad de Dios hacia su iglesia del tiempo del fin.5 En el Antiguo Testamento, el Arca del Pacto era el símbolo de la presencia continua de Dios con su pueblo y la seguridad de su promesa. Como el arca del pacto era el recordativo a Israel del amor leal de Dios durante su peregrinación por el desierto y sus batallas, así la referencia al arca del pacto en Apocalipsis 11:19 es un recordativo al pueblo de Dios del tiempo del fin de su amor y promesa del pacto de estar con ellos a través de todas las pruebas que experimentarían en el período final de la historia de la tierra.6 Cualesquiera fueran las pruebas que vinieran, Dios sería fiel a su promesa de cumplir “su promesas del pacto y destruir a los enemigos de su pueblo.7
Retrospección Sobre Apocalipsis 11:15–19
La presentación del toque de la séptima trompeta provee un resumen de lo que sucederá en el tiempo del fin, inmediatamente antes de la Segunda Venida, como se describe en detalle en la segunda mitad del libro del Apocalipsis (capítulos 12–22). Nos muestra que los eventos del fin serán el triunfo final del gobierno de Dios en este mundo. Garantiza el cumplimiento de la promesa dada en respuesta a la súplica de los santos en la escena de la quinta trompeta: “¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?” (Apoc. 6:10). El establecimiento del eterno reino de Dios y de su gobierno sobre el mundo denota la vindicación de los santos de Dios y la satisfacción de sus anhelos y expectativas perennes.