El milenio y el juicio final – Apocalipsis 20:1–15

En Apocalipsis 19, el conflicto cósmico y la historia de la rebelión contra Dios están a punto de concluir. La bestia y el falso profeta son destruidos en el lago de fuego, y los impíos son muertos para esperar el juicio final. ¿Qué pasa con Satanás? La primera parte de Apocalipsis 20 provee la respuesta a esa pregunta (20:1–10), y la última parte describe el juicio final de los impíos (20:11–15).


La Suerte De Satanás (20:1–10)

Juan se vuelve a la suerte de Satanás mismo, describiendo el confinamiento de Satanás por mil años, y su destrucción definitiva en el lago de fuego.

1Y vi un ángel descender del cielo, teniendo en su mano la llave del abismo y una gran cadena en su mano. 2Y apresó al dragón, la serpiente antigua, el que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años, 3y lo arrojó al abismo y lo encerró y puso un sello sobre él, a fin de que no pudiera engañar más a las naciones hasta que se completaran mil años; después de estas cosas es necesario que sea suelto por un poco de tiempo.

4Y vi los tronos, y se sentaron sobre ellos, y el juicio les fue dado. Y [yo vi] las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por causa de la Palabra de Dios, y los que no adoraron a la bestia ni a su imagen y no recibieron la marca sobre sus frentes y sobre sus manos; y volvieron a la vida y reinaron con Cristo por mil años. 5(El resto de los muertos no volvió a la vida hasta que se completaron los mil años.) Esta es la primera resurrección. 6Bienaventurado y santo es el que tiene parte en la primera resurrección; sobre estos la segunda muerte no tiene autoridad, pero ellos serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él por los mil años. 7Y cuando se completen los mil años, Satanás será soltado de su prisión, 8y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, Gog y Magog, para reunirlos para la batalla, cuyo número es como la arena del mar. 9Y subieron a la anchura de la tierra y rodearon el campamento de los santos, es decir, la amada ciudad, y fuego descendió del cielo y los devoró. 10Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre donde estaban la bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

Notas

20:1 Un ángel. La identidad de este ángel no se especifica. Algunos piensan que es la estrella que cayó del cielo en Apocalipsis 9:1 (“el ángel del abismo”) a quien se le dio la llave del pozo del abismo.1 A pesar de la similitud de las palabras de los dos textos, existen diferencias. La estrella caída del cielo parece ser Satanás mismo en vez de ser un ángel del cielo (ver Notas sobre Apoc. 9:1). En Apocalipsis 20:1 se ve al ángel con la llave para cerrar y sellar el abismo, mientras en 9:1 la estrella caída recibió la llave para abrir el abismo.

Abismo. Sobre el significado de este concepto, ver Notas sobre Apocalipsis 9:1.

20:2 El dragón. Ver Notas sobre Apocalipsis 12:3.

Mil años. En vista del carácter simbólico del Apocalipsis es difícil determinar si los “mil años” del encarcelamiento de Satanás es un período de tiempo figurado o literal. Aunque el significado figurado es adecuado al contexto del simbolismo del libro, el significado literal es igualmente posible. Sin embargo, lo que es aparente es que los mil años se refieren a “un período real de tiempo”.2 Se han desarrollado tres conceptos básicos para entender el milenio.

1) Postmilenialismo. De acuerdo con el concepto postmilenial, la Segunda Venida ocurre después de mil años literales. Generalmente se lo considera un periodo de paz y prosperidad producido por medio de reformas sociales y educativas, progreso nacional, y perfección personal. Este concepto fue especialmente popular entre los protestantes del siglo diecinueve, y esencialmente desapareció con la Primera Guerra Mundial y los horribles eventos que la acompañaron. Esta idea es opuesta a la enseñanza del Nuevo Testamento acerca del tiempo del fin, que afirma que la situación del mundo se volverá peor al acercarse el fin. Hoy, el postmilenialismo está prácticamente abandonado.

2) Amilenialismo. El concepto amilenial ha sido impulsado ampliamente en toda la era cristiana desde Agustín (354–430 d. C.). Hoy es el concepto oficial de la Iglesia Católico Romana, la Iglesia Ortodoxa Oriental, y algunos grupos protestantes reformados. El amilenialismo entiende que el milenio representa el período entre la primera y la segunda venidas de Cristo. El que Satanás sea atado es algo que sucedió en la cruz cuando Satanás fue vencido por Cristo (cf. Mat. 12:29; Luc. 10:17–18; Juan 12:31–32); su actividad es grandemente reducida (aunque no enteramente), y por lo tanto, no puede impedir la predicación del evangelio. El milenio es así un periodo simbólico del reinado de la iglesia sobre la tierra. Los amilenialistas entienden la primera resurrección de una de dos maneras diferentes. Algunos la ven como un símbolo de aquellos que aceptan el nuevo nacimiento en Cristo (Juan 5:25; Efe. 2:5–6) y luego reinarán como los santos con Cristo por medio de la iglesia durante la era cristiana. Otros creen que la primera resurrección se refiere a la resurrección de las almas de los creyentes fallecidos que ahora viven y reinan con Cristo en el cielo.

3) Premilenialismo. El concepto premilenial sostiene que la Segunda Venida ocurre antes del milenio. Los cristianos de los tres primeros siglos fueron premilenaristas; bajo la influencia de Agustín, el premilenialismo fue gradualmente remplazado por el amilenialismo. Hoy, las tres variedades de premilenialismo son el dispensacional, el histórico y la comprensión Adventista del Séptimo Día. El punto principal de desacuerdo entre los tres conceptos es si Apocalipsis 20 se refiere a una recapitulación, que repasa todo el curso de la era cristiana. El contexto no indica que esté a la vista una recapitulación con respecto al capítulo 20, sino más bien una secuencia cronológica de eventos: Apocalipsis 15–16 se refiere al final de la intercesión; los capítulos 17–18 a la destrucción de Babilonia; el capítulo 19 a la destrucción de la bestia y del falso profeta; y finalmente, el capítulo 20 completa el círculo del juicio con la destrucción de los impíos y de Satanás mismo.

Como indica el Apocalipsis, la Segunda Venida produce la destrucción de los impíos vivientes y la primera resurrección de los santos que se unirán a Cristo en su reino y juicio. Su reino con Cristo será en el cielo en vez de serlo en la tierra (Apoc. 20:4–6). León Morris observa que la palabra “trono” aparece en el Apocalipsis “cuarenta y siete veces en total, y excepto por el trono de Satanás (2:13) y el de la bestia (13:2; 16:10) todos parecen estar en el cielo. Esto se adecuaría al pasaje presente [Apoc. 20:4]”.3 La atadura de Satanás ocurre en la Segunda Venida y la sigue un período de mil años durante los cuales ningún ser humano está vivo sobre la tierra.4

20:4 El testimonio de Jesús y la Palabra de Dios. Ver Notas sobre Apocalipsis 1:2.

Volvieron a la vida. El griego ézēsan(de zaō, “vivir”) es aquí el aoristo ingresivo que significa “volvieron a la vida”, al igual que en el versículo 5 (cf. Apoc. 2:8).

20:6 Bienaventurados. Ver Notas sobre Apocalipsis 1:3.

20:8 Gog y Magog. El concepto de Gog y Magog es tomado de Ezequiel 38–39 donde Gog de la tierra de Magog, el príncipe soberano de Rosh, Mesec y Tubal (38:2), es el enemigo de Dios que invade a Israel desde el norte, y debía ser totalmente derrotado por Dios. En la tradición judía, Gog y Magog llegaron a igualarse a las naciones rebeldes del Salmo 2 que se rebelaron contra Dios y su Mesías.5 En Apocalipsis, ambas palabras representan a las naciones enemigas escatológicas que harían guerra contra Dios y su pueblo al fin del milenio.

20:10 Por los siglos de los siglos. Sobre el significado de esta frase, ver Notas sobre Apocalipsis 14:11.

Exposición

20:1–3 En la siguiente fase de la visión, Juan ve a un ángel descender del cielo con la llave del abismo y una gran cadena. Las llaves y la cadena aquí deben entenderse figuradamente. El ángel viene con todo el poder de Dios, porque apresa al dragón, la serpiente antigua, el que es el diablo y Satanás. Satanás es identificado aquí con los mismos términos de Apocalipsis 12:9 que lo describen como siendo arrojado del cielo a la tierra. Sin embargo, esta vez es confinado al abismo. Con la cadena figurada en su mano, el ángel ata a Satanás mil años. Entonces arroja al Satanás encadenado al abismo y lo encerró y puso un sello sobre él. Otra vez, el lenguaje es figurado, haciendo recordar el texto de Isaías:

Acontecerá en aquel día, que YHWH castigará al ejército de los cielos en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los encarcelados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados, y serán castigados después de muchos días. (Isa. 24:21–22)

Es especialmente importante que esta profecía de Isaías especifica un intervalo entre el apresamiento del “ejército de los cielos” y su castigo (24:22). Como notamos antes con respecto a Apocalipsis 9:1, el abismo es la oscura prisión donde están confinadas las fuerzas demoníacas (cf. Luc. 8:31; 2 Ped. 2:4). En el contexto de Apocalipsis 20, el abismo denota la tierra en una condición caótica, totalmente desolada e inhabitada. Las devastadoras siete últimas plagas han vuelto la tierra a una condición muy similar a la que tuvo antes de la creación (Gén. 1:2) y como Palestina durante el exilio según la describe el profeta Jeremías:

Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz… Miré, y no había hombres, y todas las aves del cielo se habían ido. Miré, y he aquí el campo fértil era un desierto, y todas sus ciudades eran asoladas delante de YHWH, delante del ardor de su ira. (Jer. 4:23–26)

La tierra desolada llega a ser un gran abismo, un lugar exclusivo para el encarcelamiento de Satanás durante el milenio hasta que él reciba su castigo final en el lago de fuego (Apoc. 20:10).

Apocalipsis 9:1–2 muestra claramente que el quitar la llave y abrir el abismo es permitir que las fuerzas demoníacas descarguen su cólera. El propósito del sellamiento es obviamente asegurar el confinamiento del prisionero, así como sellaron la tumba de Jesús para evitar un escape (Mat. 27:66).6 En Apocalipsis 20:7, el abismo cerrado con llave y sellado se llama la “prisión” para Satanás. El propósito del encarcelamiento de Satanás está claramente indicado: a fin de que no pudiera engañar más a las naciones. Satanás está atado con una cadena de circunstancias. Apocalipsis 12:9 lo identifica como engañador del mundo entero, y está incansablemente activo sobre la tierra (cf. Apoc. 12:12, 17; 16:13).La segunda mitad de Apocalipsis enfatiza que Satanás está detrás de todos los engaños realizados por los poderes religiosos y seculares de este mundo (Apoc. 13:11–17; 18:2–3; 19:20). Los impíos son destruidos por la Segunda Venida (2 Tes. 1:6–10), y todos los justos son llevados al cielo con Cristo (1 Tes. 4:15–17). Siendo que ninguna persona permanece con vida en la tierra arruinada (cf. Apoc. 19:21), Satanás, junto con sus ángeles malos, está limitado en su influencia dañina y engañosa, y sus actividades durante el milenio. Como dice Richard Rice: “Queda para contemplar las sombrías consecuencias de su rebelión contra Dios”.7 Sin embargo, este período de reclusión concluye. Después de mil años, Satanás será suelto para reanudar sus engaños a las naciones (cf. Apoc. 20:7–8), pero solo por un poco de tiempo. Su engaño será de duración muy breve que terminará con el juicio final.

20:4–5 Entretanto, Juan ve a los redimidos sentados sobre los tronos, y el juicio les fue dado. Incluidos en este grupo de redimidos glorificados están las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por causa de la Palabra de Dios. Esta es una fuerte alusión a Apocalipsis 6:9, donde “las almas de aquellos que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por causa del testimonio que habían dado” se ven debajo del altar clamando por vindicación y absolución en la corte celestial. Se les dijo que descansaran un poco más hasta que sus consiervos sean completados (Apoc. 6:11). Descansaron “de sus labores” (Apoc. 14:13); ahora han vuelto a la vida. A este grupo también pertenecen los que no adoraron a la bestia ni a su imagen y no recibieron la marca sobre sus frentes y sobre sus manos. Los mencionados en este texto son el pueblo de Dios del tiempo del fin que pasaron por la experiencia de la gran persecución descrita en Apocalipsis 12:17–13:18. Ahora volvieron a la vida, y junto con los santos vivientes son llevados al cielo (1 Tes. 4:15–17) donde reinarán junto con Cristo por mil años.

Juan enfatiza que esta es la primera resurrección, que evidentemente ocurre en la Segunda Venida (1 Tes. 4:16), y, así, es el comienzo del milenio. Al mismo tiempo, Satanás es encadenado y encarcelado; así este período de su reinado corresponde al período del encarcelamiento de Satanás. El resto de los muertos no volvió a la vida hasta que se completaron los mil años. Los impíos son el resto de los muertos mencionados aquí. El milenio comienza con la primera resurrección, que es exclusivamente para los redimidos (cf. 2 Tes. 4:16b). Los impíos son destruidos en la Segunda Venida por la gloria de la aparición de Cristo (cf. 2 Tes. 1:9). Su resurrección sigue al milenio, y podría correctamente llamarse la segunda resurrección.

20:6 Los que tiene parte en la primera resurrección son llamados bienaventurados y santos. Son bienaventurados porque no están sujetos a la segunda muerte. Como declara George E. Ladd, “la segunda muerte es la muerte eterna”8 que experimentarán los impíos en el lago de fuego (Apoc. 20:14–15). Esto recuerda la promesa dada a los vencedores en Esmirna de que “no será dañado por la muerte segunda” (Apoc. 2:11). Los que tienen parte en la primera resurrección son bienaventurados y santos porque son sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él por mil años. Esto recuerda la inscripción que los sacerdotes del Antiguo Testamento llevaban: “Santidad a YHWH” (cf. Éxo. 28:36). Individualmente, los del pueblo de Dios fueron hechos reyes y sacerdotes mediante la salvación (cf. Apoc. 1:6; 5:10). Durante el milenio, sirven como reyes y sacerdotes colectivamente con el propósito de juzgar. Aquí está el cumplimiento de la promesa de Cristo a los vencedores de que compartirían su trono (Apoc. 3:21). El texto aquí no especifica exactamente si los santos resucitados están en el cielo o en la tierra durante el milenio. Sobre la base de Apocalipsis 7:9–17 y 19:1–10, sin embargo, podríamos concluir que están en el cielo, en vez de estar en la tierra, reinando con Cristo.

A partir del texto sabemos poco de las actividades de los salvos durante el milenio. De acuerdo con Apocalipsis 20:4, se les da el juicio. Jesús prometió a sus discípulos que cuando él se siente en el trono de su gloria en el reino, ellos también se sentarían “sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel” (Mat. 19:28). Pablo escribió a los cristianos en Corinto que un día “los santos han de juzgar al mundo” (1 Cor. 6:2). Aquí está el cumplimiento de lo que se predijo. Los santos están ahora sirviendo como jueces y sacerdotes durante el milenio. Que ellos sirvan como sacerdotes significa que ellos están en la presencia inmediata de Dios. Se ha sugerido que los salvados examinarán el trato de Dios con aquellos que se han perdido y tendrán una oportunidad de encontrar respuestas a todas las preguntas acerca de la equidad de las decisiones de Dios.9 C. Mervyn Maxwell expresó la misma comprensión:

Actuando en su función doble cumplirán un rol vital en el proceso de la gran controversia. Ellos confirmarán para su eterna satisfacción cuán ferviente y pacientemente cuidó Dios de los pecadores perdidos. Ellos percibirán con cuánto descuido y obstinación los pecadores desdeñaron y rechazaron su amor. Descubrirán que aun pecadores aparentemente menores acariciaron secretamente el atroz egoísmo en vez de aceptar el sistema de valores de su Señor y Salvador.10

20:7–8 La atención se dirige ahora al final del milenio. Cuando se completen los mil años, Satanás será soltado de su prisión. El “soltar” significa lo opuesto a la atadura de Satanás al comienzo de los mil años.11 Es como abrir el pozo del abismo en Apocalipsis 9:1 que libera a las fuerzas demoníacas para dañar a la gente. La liberación de Satanás de su prisión aquí se relaciona con la resurrección de los impíos (Apoc. 20:5). El Comentario Bíblico Adventista explica: “Con la despoblación de la tierra terminó su obra de engaño; por lo tanto, su desatamiento significa que la tierra se ha repoblado, lo que sucederá cuando resuciten todos los impíos al final de los mil años”.12

La segunda resurrección proporciona una nueva oportunidad a Satanás para engañar a las naciones. Lleno de odio, él sale a engañar a las naciones de los cuatro ángulos de la tierra. El texto los identifica como Gog y Magog. Esto trae a la mente la profecía mencionada más arriba de Isaías acerca del juicio de la tierra (Isa. 24:21–22).

Gog y Magog representan figuradamente a las naciones que son rebeldes contra Dios y hostiles a su pueblo. La idea se obtuvo de Ezequiel 38–39. Satanás reúne a las naciones de Gog y Magog una última vez para la batalla contra Dios. El número de la multitud reunida bajo la dirección de Satanás es como la arena del mar. Los impíos están aquí como una parodia de la simiente de la promesa hecha a Abrahán de que sería “como la arena que está a la orilla del mar” (Gén. 22:17).

20:9 Las naciones reunidas van a la anchura de la tierra y rodean el campamento de los santos, es decir, la amada ciudad, listas para atacarla. Al final del milenio, los impíos demuestran una vez más que fueron correctamente relegados a la destrucción. Sus corazones rebeldes están llenos de odio contra Dios y su pueblo fiel. La Nueva Jerusalén ha descendido del cielo a la tierra (cf. Apoc. 21:2) y se describe en detalle en Apocalipsis 21:9–22:5. Ahora los impíos la atacan con fuerza bajo el liderazgo de Satanás. Este es claramente el último intento de Satanás de destronar a Dios y tomar el dominio sobre el mundo. Sin embargo, no ocurre la batalla misma. En ese momento, Dios interviene, y fuego descendió del cielo y los devoró. Esta es una clara alusión a la destrucción de Gog como lo profetizó Ezequiel: “Y haré llover sobre él, sobre sus tropas y sobre los muchos pueblos que están con él, impetuosa lluvia, y piedras de granizo, fuego y azufre. Y seré engrandecido y santificado, y seré conocido ante los ojos de muchas naciones; y sabrán que yo soy YHWH” (Eze. 38:22–23; 39:6). Este fuego consumidor es la santa indignación de Dios contra el pecado (cf. Deut. 4:24; Heb. 12:29). Los que no habían puesto su fe en Cristo se darán cuenta de la falsedad del engaño de Satanás, pero será demasiado tarde. Su destrucción final y definitiva solo se menciona aquí brevemente. Una descripción más detallada se da en los versículos 11–15.

20:10 Satanás que los engañaba [a las naciones] es derrotado y arrojado al lago de fuego y azufre para compartir la suerte de la bestia y el falso profeta (cf. Apoc. 19:20). Después de la cruz y de la posterior ascensión al cielo, Satanás fue dominado por Cristo (Apoc. 12:7–9). Aunque derrotado en el cielo, sin embargo, Satanás todavía ha reinado sobre la tierra. Después del milenio, su derrota es segura.13 Puede notarse que Dios “no destruye a Satanás y a los ángeles caídos en la Segunda Venida, sino les da mil años para pensar acerca de los resultados de pelear contra el, de su rebelión contra su ley, de su pecado”.14 Ahora, hay la destrucción definitiva del originador de todo mal en “el fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mata. 25:41). Allí, en el lago de fuego, Satanás y sus asociados serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos. Este lenguaje repite Apocalipsis 14:10–11. Como aprendimos antes con referencia a estos versículos, la frase “por los siglos de los siglos” en la Biblia no es una eternidad indefinida; más bien indica la acción continua hasta que se completa el propósito de Dios. El castigo de Satanás es irreversible; todos los que lo siguen deben compartir su destino.


El Juicio Final (20:11–15)

Después de ver la destrucción de Satanás, Juan está en posición de presenciar en rápida sucesión las escenas del juicio final que señala el fin de la historia de toda rebelión contra Dios y la inauguración del eterno reino de Dios.

11Y yo vi un gran trono blanco y al que estaba sentado sobre él delante de quien la tierra y el cielo huyeron, y no se encontró lugar para ellos. 12Y vi los muertos, los grandes y los pequeños, de pie frente al trono; y se abrieron libros, y otro libro se abrió, que es el libro de vida; y los muertos fueron juzgados por lo que estaba escrito en los libros de acuerdo con sus obras. 13Y el mar dio los muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades dieron a sus muertos que estaban en ellos, y cada uno de ellos fue juzgado según sus obras. 14Y la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego; esta es la segunda muerte, el lago de fuego. 15Y si alguno no fue hallado escrito en el libro de vida, fue arrojado al lago de fuego.

Notas

20:11 Trono. Ver Notas sobre Apocalipsis 4:2.

20:12 El libro de vida. Ver Notas sobre Apocalipsis 3:5.

20:14 La Muerte y el Hades. La palabra “muerte” en griego se usa con el artículo definido. La Muerte aquí está personificada; es el enemigo de la raza humana. Ver además Notas sobre Apocalipsis 1:18.

20:15 El libro de vida. Ver Notas sobre Apocalipsis 3:5.

Exposición

20:11 Habiendo descrito la destrucción de Satanás, Juan sigue describiendo el juicio final sobre los impíos. Juan ve un gran trono blanco. Sobre el trono ve al que estaba sentado sobre él delante de quien la tierra y el cielo huyeron, y no se encontró lugar para ellos. El que estaba sentado sobre el trono es Dios mismo, el Juez. Juan se refiere a él aquí en la forma en que lo hace repetidamente en Apocalipsis. El trono de gracia al que los humanos pudieron ir para presentar sus oraciones y obtener liberación de Dios (cf. Heb. 4:16) ahora llega a ser un terror para los impíos. Frente a la gran gloria de la presencia de Dios, el universo se convulsiona con terror de cataclismo. Esto evoca la profecía de Isaías: “Los cielos serán deshechos como humo, y la tierra se envejecerá como ropa de vestir, y de la misma manera perecerán sus moradores” (Isa. 51:6). Ha llegado el tiempo para que el orden antiguo encuentre su destrucción completa y definitiva (cf. 2 Ped. 3:10–12).

20:12 Ahora viene el juicio final. Juan ve a los muertos, los grandes y los pequeños, de pie frente al trono, resucitados. La gente de todo nivel socioeconómico está allí. No hay excepciones; nadie es tan grande o tan poco importante “como para escapar del juicio de Dios”.15 En su ajuste “final de cuentas con Dios no se podrá evadir la justicia plena”.16 Aquí se cumple lo que Apocalipsis 11:18 llama “el tiempo para que los muertos sean juzgados”. En este punto los libros se abrieron. Estos son aparentemente los libros de registro de los actos humanos que revelan si una persona ha sido leal a Dios o a Satanás.

Además de los libros de registro, hay también el libro de vida, un registro escatológico que contiene los nombres de los que creyeron en Cristo. Solo aquellos cuyos nombres se encuentran en el libro de la vida vivirán en el reino de Dios sobre la tierra nueva (Apoc. 21:27); aquellos cuyos nombres no estén en el libro de vida serán arrojados al lago de fuego (20:15). Son juzgados por lo que estaba escrito en los libros de acuerdo con sus obras. El tiempo llegó para que Dios “juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad” (Sal. 96:13; 98:9). Ninguna sentencia ejecutada sobre “los impíos será arbitraria, unilateral o injusta”.17 Aunque la salvación está sobre la base de la gracia, el juicio está de acuerdo con las obras registradas en los libros. Pablo declara que Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras” (Rom. 2:6; cf. 1 Ped. 1:17). Como observa Alan Johnson, “las obras son evidencias inconfundibles de la lealtad del corazón; expresan ya sea creencia o incredulidad, fidelidad o infidelidad”.18

20:13–15 El juicio es universal. Se dice que el mar dio sus muertos que estaban en él, y la Muerte y el Hades dieron a sus muertos que estaban en ellos. Esta declaración nos recuerda lo que anticipó el autor de 4 Esdras:

Y la tierra dará a los que duermen en ella; y las cámaras darán las almas que han sido entregadas a ellos. Y el Altísimo se revelará sobre el asiento de juicio, y la compasión pasará, y la paciencia se retirará; pero solo el juicio quedará, la verdad se mantendrá, y la fidelidad se reforzará. Y la recompensa seguirá.19

Lo que Juan declara aquí es que todos los muertos, no importa cómo murieron, “se levantarán y vendrán a juicio”.20 Ninguno de los impíos está exento de la segunda resurrección. Todos serán juzgados según sus obras.

El lago de fuego no es un infierno ardiente por la eternidad, sino más bien una expresión metafórica que describe una destrucción completa (cf. Mat. 10:28). Es el lugar del fin total y definitivo de toda rebelión contra Dios. Aun la Muerte y el Hades fueron arrojados al lago de fuego. Esto indica que el concepto del lago de fuego debe ser entendido figuradamente. Como vimos en Apocalipsis 1:18, la Muerte y el Hades son personificados como los dos enemigos de la raza humana. Estos dos ahora son juzgados. Esta es la segunda muerte, el lago de fuego. La segunda muerte también significa el fin de la muerte. Aquí está lo que Pablo anticipó: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Cor. 15:26). Los redimidos no pueden experimentar la vida eterna “hasta que la muerte misma sea desterrada del universo”.21

Al concluir su descripción de la escena del juicio final, Juan declara que todo el que no fue hallado escrito en el libro de vida es condenado y arrojado al lago de fuego. Los que vivieron en rebelión contra Dios encuentran su fin con Satanás, su amo. Las llamas atormentadoras del lago de fuego los destruyen completamente, “y no les dejará ni raíz ni rama” (Mal. 4:1): “Satanás la raíz, sus secuaces las ramas”.22 Ahora, una eternidad sin pecado está lista para comenzar.


Retrospección Sobre Apocalipsis 20

Con la destrucción de Satanás y de los no arrepentidos, Apocalipsis 20 concluye el círculo del juicio comenzado en el capítulo 17. El tema principal del capítulo es el milenio o “mil años”. El autor del Apocalipsis no indica si el milenio es un período de tiempo literal o figurado; sin embargo, se refiere a él como un período real de tiempo para el encarcelamiento de Satanás en la tierra desolada y sin habitantes. Satanás tendrá este tiempo para analizar y repasar el efecto de su rebelión contra Dios y el resultado y las consecuencias del curso de acción que siguió.

El milenio también es una oportunidad para que los redimidos obtengan respuestas con respecto al misterio del pecado y la forma de Dios al tratarlo. Aquí lo que Pablo previó se cumple: “Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido” (1 Cor. 13:12). La conclusión del milenio (Apoc. 20:11–15) provee la revelación completa del “misterio de Dios” que estuvo oculto por muchos siglos, aunque parcialmente revelado mediante la predicación del evangelio (Rom. 16:25–26; 1 Cor. 2:6–10; Efe. 3:1–20; 1 Tim. 3:16). Dios entonces “aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Cor. 4:5). Con el juicio final se cumple el anuncio del ángel fuerte de Apocalipsis 10:7: “En los días del toque del séptimo ángel, cuando esté por tocar, entonces el misterio de Dios se completará, como lo proclamó a sus siervos los profetas” (cf. 11:15–18). El rollo sellado del “misterio de Dios” de Apocalipsis 5, que contiene el registro de la controversia cósmica y la suma y sustancia del plan y del propósito de Dios para la raza humana y el universo entero, finalmente se le quitan los sellos y se despliega su contenido (ver además Notas sobre Apoc. 10:7). Ahora el conflicto cósmico se terminó, y la tierra está purificada del pecado y del mal. La tierra restaurada está lista para recibir sus habitantes y para ofrecerles una vida libre de dolor.