El mensaje final de Dios al mundo – Apocalipsis 14:1–20

Apocalipsis 13 describe la gran preparación para la crisis final de la historia de la tierra. Al acercarse el fin, tanto el cielo como las fuerzas de las tinieblas intensifican sus apelaciones. El triunvirato satánico procura engañar al pueblo de la tierra, llevándolo a la adoración de la bestia del mar y de Satanás. Apocalipsis 14 señala las actividades de Dios por medio de su remanente fiel, advirtiendo a la gente del mundo que su única esperanza está en aceptar el evangelio. La apertura del capítulo identifica y describe el remanente fiel de Dios del tiempo del fin (Apoc. 14:1–5). Apocalipsis 14:6–13 contiene la proclamación del mensaje final de advertencia de Dios al mundo. El resto del capítulo describe en lenguaje simbólico la gran cosecha del mundo después que se haya completado la proclamación final del evangelio (Apoc. 14:14–20).


El Pueblo Redimido De Dios (14:1–5)

La apertura de Apocalipsis 14 contrasta con la del capítulo 13. Mientras la mayoría de las personas que viven en el tiempo del fin sucumben al engaño mundial y rinden su lealtad a la trinidad satánica, Dios tiene un remanente fiel: son quienes resisten el conflicto final y permanecen leales a él hasta el mismo fin.

1Y vi, y he aquí, el Cordero parado sobre el Monte Sión, y con él 144.000 que tienen su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes. 2Y oí una voz del cielo como el sonido de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno, y la voz que oí era como arpistas que tocaban sus arpas. 3Y cantan como un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico excepto los 144.000 que han sido redimidos de la tierra. 4Estos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son vírgenes. Son los seguidores del Cordero dondequiera que va. Fueron redimidos de los hombres como las primicias para Dios y para el Cordero; 5y en sus bocas no se encontró mentira; son sin mancha.

Notas

14:1 Monte Sión. El Monte Sión en el Antiguo Testamento se ve como el centro del gobierno de Dios en el reino mesiánico. Dios habló al salmista: “Pero yo he puesto mi rey sobre Sión, mi santo monte” (Sal. 2:6; 48:1–2; cf. Isa. 24:23). Y Miqueas profetizó: “Y YHWH reinará sobre ellos en el monte de Sión” (Miq. 4:7). Isaías, Joel y Abdías se refieren al Monte Sión como el lugar de liberación para el pueblo de Dios y para su victoria final (Isa. 59:20; Joel 2:32; Abd. 17). Esta idea aparece otra vez en el Nuevo Testamento donde el Monte Sión llega a ser “la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Heb. 12:22). Jerusalén en el Apocalipsis está en contraste con Babilonia (ver “Panorama: Apocalipsis 12–22:5”).

144.000. Ver Notas sobre Apocalipsis 7:4.

14:3 Cantan como un cántico nuevo. Algunos comentadores sugieren que estos cantores y arpistas no son los 144.000, sino más bien ángeles con un mensaje que solo los 144.000 pueden entender. Sin embargo, esta interpretación pasa por alto el hecho de que en Apocalipsis 15:2–3 los 144.000 son claramente los arpistas y los cantores que cantan el cántico de Moisés y del Cordero. Además, cuando más tarde (Apoc. 19:1, 6) Juan oye a los redimidos cantando en el cielo, sus voces son como el sonido de muchas aguas y como un gran trueno.

Redimidos. La palabra griega agorazō significa “comprar”, “adquirir” (Apoc. 3:18; 18:11; cf. 1 Cor. 6:20), o “redimir” (Apoc. 5:9; cf. Rom. 3:24).

14:4 Contaminado. La palabra griega molunō significa “contaminar” (conciencia, 1 Cor. 8:7) o “ensuciar” (mantos, Apoc. 3:4). El tiempo aoristo en griego sugiere una acción en un momento específico del tiempo. En este caso, como nota el Comentario Bíblico Adventista, se refiere al “tiempo cuando la unión de los elementos religiosos, simbolizados por “mujeres”[…]ejercerá toda la presión posible sobre los santos” para que renuncien a su lealtad a Dios y adoren a la bestia. “Cualquier concesión hubiera significado una contaminación”.1

Mujeres. El símbolo de una mujer fiel en Apocalipsis se usa en forma consistente con referencia al pueblo de Dios (Apoc. 12:1; 19:7–8; 22:17), mientras una prostituta simboliza a los apóstatas e infieles (Apoc. 17–18; ver además, Notas sobre Apoc. 12:1). En el Antiguo Testamento, la apostasía de Israel a menudo se describe como adulterio. En Apocalipsis, los reyes y todas las naciones de la tierra han cometido fornicación con la gran ramera Babilonia (Apoc. 14:8; 17:2, 4; 18:3, 9; 19:2); en contraste, los 144.000 han “rehusado contaminarse” adorando la bestia pero se “han mantenido puros para Dios”.2 La forma plural “mujeres” se refiere muy probablemente a la gran prostituta Babilonia y sus hijas (Apoc. 17:5).

Vírgenes. La palabra griega párthenos generalmente significa “virgen”, pero también puede usarse con referencia a personas anteriormente casadas y viudas. Puede aplicarse tanto a hombres como a mujeres.3 El término a menudo se usa metafóricamente en la Biblia, indicando fidelidad a Dios. Sin embargo, la palabra “virgen” no sugiere que nunca ha habido infidelidad; Israel, aunque a menudo se describe como adúltero e infiel a sus relaciones con Dios, no obstante, a menudo es llamada virgen cuando vuelve a Dios (2 Rey. 19:21; Isa. 37:22; Jer. 14:17; 18:13; 31:4; Lam. 2:13; Amós 5:2). En el Nuevo Testamento, la palabra se usa con referencia a la iglesia. Pablo estaba ansioso de presentar a Cristo a los cristianos en Corinto como “una virgen pura” (2 Cor. 11:2–3). En Mateo 25:1–3, el pueblo de Dios que aguarda la Segunda Venida se describe como diez vírgenes. Los 144.000 son vírgenes en el sentido de que no se contaminaron con la fornicación de adorar a la bestia, la gran ramera Babilonia y sus hijas, sino más bien se mantuvieron fieles a Cristo.4

Primicias para Dios. La palabra griega aparjē se usa en la Septuaginta para las primicias de la cosecha ofrecida a Dios en el santuario. La palabra se usa figuradamente en la Biblia con referencia los santos redimidos puestos aparte para Dios como su ofrenda especial.5 Así, por ejemplo, el profeta Jeremías se refiere a Israel redimido de Egipto como “santo era Israel a YHWH, primicias de sus nuevos frutos. Todos los que le devoraban eran culpables; mal venía sobre ellos” (Jer. 2:3). Aquí Jeremías presenta al Israel redimido, las primicias de la cosecha para Dios, como distinto de las naciones que la oprimían y que ahora serían juzgadas.6 En forma similar, Santiago se refiere a los cristianos redimidos como “primicias de sus criaturas” (Sant. 1:18). Parece que la referencia a los 144.000 como “las primicias para Dios” en Apocalipsis 14:4 debe entenderse a la luz de la idea expresada en Jeremías 2:3. Estos 144.000 son redimidos o comprados como las primicias de la cosecha del tiempo del fin (la cosecha del trigo, Apoc. 14:14–16), en contraste con “las naciones incrédulas a punto de ser juzgadas” (la cosecha de uvas, Apoc. 14:17–20).7

14:5 Mentira. “Mentira” (pséudos) aquí parece ser más que la falta de verdad corriente; es “la mentira de los poderes del anticristo” (1 Juan 1:5–10; 2:21–22).8 Esta clase de mentira caracteriza las actividades de la trinidad satánica del tiempo del fin (Apoc. 13:14; 16:13–14; 19:20), y no se encuentra en los 144.000 (cf. Apoc. 21:27; 22:15).

Sin mancha. En el Antiguo Testamento griego, la palabra ámōmoses un término técnico para los sacrificios que serían ofrecidos a Dios, en el sentido de no tener mancha y “sacrificialmente perfectos”.9 En el Nuevo Testamento, la palabra se usa con referencia a Cristo (Heb. 9:14; 1 Ped. 1:19) y a las vidas de los cristianos que son santos y sin mancha delante de Dios (Efe. 1:4; 5:27; Fil. 2:15; Col. 1:22; Jud. 24). Los 144.000 son las primicias sin mancha para Dios, refiriéndose no a la perfección moral y sin pecado, sino a su fidelidad a Cristo y su rehusar contaminarse cuando la gente en el mundo renuncia a su lealtad a Dios y comete fornicación con la gran ramera Babilonia y sus hijas (Apoc. 14:8; 17:2, 4; 18:3, 9; 19:2). Beatrice S. Neall explica: “Ser ámōmos no es una cualidad singular de los 144.000, un estado de perfección logrado solo por aquellos que pasan por la gran tribulación de los últimos días. Es la evaluación de Dios de todos los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento, quienes, como los 144.000 han ‘lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero’ (Apoc. 7:14). Es este lavado, y el caminar con el Cordero, lo que los hace sin mancha.”.10

Exposición

14:1–3 En la siguiente etapa de la visión, la atención de Juan se dirige al Cordero que está parado sobre el Monte Sión y los 144.000 marcados con su nombre y el nombre de su Padre en sus frentes. Esto es un eco de lo que profetizó Joel siglos antes:

Y todo aquel que invocare el nombre de YHWH será salvo; porque en el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho YHWH, y entre el remanente al cual él habrá llamado. (Joel 2:32)

Aquí, en cumplimiento de la profecía de Joel, Juan observa a un grupo de personas en pie en el monte de Sión, invocando el nombre del Señor. Apocalipsis 14 describe al mismo grupo del pueblo de Dios como el descrito antes en Apocalipsis 7. Sin embargo, mientras en Apocalipsis 7 ellos están sellados para poder mantenerse en pie en el gran día de la ira de Dios (cf. Apoc. 6:17), y posteriormente se los ve parados delante del trono de Dios (7:9), aquí en Apocalipsis 14 están en pie sobre el Monte Sión. En Apocalipsis, el Monte Sión significa la “victoria escatológica de Dios”11, el lugar de liberación del fiel pueblo de Dios del tiempo del fin. Los 144.000 son claramente el remanente de la descendencia de la mujer (Apoc. 12:17); como el sellado pueblo de Dios del tiempo del fin han pasado por la crisis final, y ahora están con Cristo, eternamente seguros, celebrando la gran victoria sobre las fuerzas de las tinieblas.

Los 144.000 se ve que tienen su nombre y el nombre de su Padre escrito en sus frentes. Así como los que sirven a la bestia llevan la marca simbólica con el nombre de la bestia en sus frentes, así los 144.000 tienen el nombre del Dios viviente sobre sus frentes. Esta recepción de un nombre en las frentes significa “conformidad con el carácter de Satanás o de Dios”.12 Se prometió que los fieles en Filadelfia recibirían “el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo” (Apoc. 3:12). “La ciudad de mi Dios” es el Monte Sión donde Juan ve a los redimidos de pie con el Cordero. Esto significa su “ciudadanía eterna”, que es enteramente diferente de la suerte de aquellos que llevan el nombre de la bestia en sus frentes (cf. Apoc. 13:16–17)13 y que están identificados como “los que moran en la tierra” (Apoc. 13:14). Así el nombre en las frentes de los 144.000 indica su compromiso total con Dios, y la ciudadanía del cielo, en un momento cuando la mayor parte de la gente en el mundo elige rendir su lealtad y total compromiso con Satanás y sus aliadas.

Juan oye un canto entonado por el coro de los redimidos 144.000 en el cielo. El sonido de la música es como el sonido de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno y como arpistas que tocaban sus arpas. De la misma manera, Juan más tarde compara el coro de los redimidos en el cielo con el sonido de muchas aguas y el sonido de un gran trueno (Apoc. 19:1, 6). Los santos redimidos cantan como un cántico nuevo delante del trono; y nadie podía aprender el cántico excepto los 144.000 que han sido redimidos de la tierra. En Apocalipsis 15:3, este cántico nuevo es llamado “el cántico de Moisés y del Cordero”, una referencia al canto especial entonado por el pueblo de Israel al celebrar su milagrosa liberación a través del Mar Rojo (Éxo. 15). Así, este cántico nuevo es de liberación y salvación; los 144.000 han venido de “la gran tribulación” (Apoc. 7:14). Ahora se los describe como el Israel antiguo; después de haber pasado por el Mar Rojo, están parados en la otra orilla. Experimentaron la liberación en la crisis final como ningunos otros seres humanos en la historia. Por eso ningún otro grupo es capaz de aprender el cántico nuevo: es el canto de la redención (cf. Apoc. 7:14–15). Los 144.000 pertenecen a Dios, y celebran su redención delante de su trono.

14:4–5 Luego, Juan identifica a los 144.000 santos redimidos. Se los describe como vírgenes que no se han contaminado con mujeres. Esto debe entenderse simbólicamente. Son vírgenes en el sentido de que han resistido toda relación contaminante con la gran ramera Babilonia, con la que se dice que todas las naciones de la tierra han cometido fornicación (Apoc. 14:8; 17:2; 18:3). Enteramente leales a Cristo, son los seguidores del Cordero dondequiera que va. Sobre la tierra pusieron primero a Cristo, eligieron mantener una relación con él, no importa cuál fuera el costo. Su lealtad fue severamente probada, pero victoriosamente resistieron el engaño del tiempo del fin. Ahora siguen a Cristo, y nadie ni nada podrá separarlos de su amor.

Fueron redimidos de los hombres como las primicias para Dios y para el Cordero. “Fueron redimidos” es una expresión metafórica para “la liberación de alguien de la esclavitud”.14 Que ellos fueron “redimidos de los hombres” significa que “ya no pertenecen más al mundo”.15 Fueron redimidos al precio de la sangre de Cristo en la cruz del Calvario (Apoc. 5:9). En la presentación de la cosecha del tiempo del fin, los 144.000 son descritos como la cosecha del trigo (Apoc. 14:14–16). Son redimidos como las primicias de la cosecha “para Dios y para el Cordero” (cf. Sant. 1:18). Ahora, como su ofrenda especial, son llevados a su santuario del Monte Sión, mientras los impíos, la cosecha de uvas, están por experimentar las juicios de Dios (Apoc. 14:17–20).

La característica final de los 144.000 es que en sus bocas no se encontró mentira; son sin mancha. Varios siglos antes, Sofonías profetizó: “El remanente de Israel no hará injusticia ni dirá mentira, ni en boca de ellos se hallará lengua engañosa” (3:13). Mentir es una de las características de los que están excluidos de la Nueva Jerusalén (Apoc. 21:27; 22:15). Pablo dice que los paganos “cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (Rom. 1:25). Completa veracidad es otra característica de los 144.000 que llega a ser especialmente significativa a la luz del hecho de que el engaño caracteriza las actividades de Satanás en el tiempo del fin (2 Tes. 2:9–11; Apoc. 13:14; 19:20). Mientras las personas de todo el mundo que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” (2 Tes. 2:10) son engañadas para creer la mentira (2 Tes. 2:11), el pueblo de Dios del tiempo del fin se mantienen firme y fielmente de parte de la verdad.

Finalmente, los 144.000 son sin mancha como las primicias de la cosecha. Así como Jesús no tuvo mancha mientras estuvo sobre esta tierra (Heb. 9:14; 1 Ped. 1:19), así los seguidores de Cristo del tiempo del fin son sin mancha (Efe. 1:4; 5:27; Fil. 2:15; Col. 1:22; Jud. 24). Esta pureza no se refiere a la perfección moral absoluta, sino más bien a su fidelidad a Cristo. Ser sin macha significa andar con Dios así como lo hizo Noé (Gén. 6:9) y Abrahán (Gén. 17:1). Los 144.000 “son los seguidores del Cordero dondequiera que va” (Apoc. 14:4). En los días finales de la historia de este mundo, cuando la mayoría renuncie a su lealtad a Dios y se ponga del lado de la trinidad satánica, los 144.000 reflejan el verdadero carácter de Cristo como aceptable a Dios. “Por lo cual, oh amados”, escribió Pedro, “estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz” (2 Ped. 3:14). Ser hallados “en paz” significa estar “en relación con Cristo” (cf. Rom. 5:1). Los 144.000 son plenamente leales y en una constante relación estrecha con Cristo.


El Mensaje Del Primer Ángel (14:6–7)

En su discurso escatológico, Jesús declaró que una de las señales del fin sería la proclamación del evangelio en todo el mundo (Mat. 24:14), el cumplimiento de lo cual se describe en Apocalipsis 14.16 Indica que en el tiempo del fin Dios enviará a los habitantes de la tierra su mensaje de advertencia, descrito en una presentación simbólica de tres ángeles que vuelan por en medio del cielo proclamando el evangelio eterno de Dios “a los que moran en la tierra”.

6Y vi otro ángel volar en medio del cielo, teniendo un evangelio eterno para proclamar a los que moran en la tierra, y a cada nación y tribu y lengua y pueblo, 7diciendo en alta voz: “Temed a Dios y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha venido, y adorad al que hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas”.

Notas

14:6 A los que moran en la tierra. Ver Notas sobre Apocalipsis 6:10.

14:7 Temed a Dios. Temer a Dios (gr. fobéomai, “temer”, “reverenciar”) es un concepto bien conocido en el Antiguo Testamento. Trasmite la idea de tomar a Dios en serio en la vida siguiéndolo y obedeciendo sus mandamientos. Temer a Dios indica una relación con Dios y una entrega total a su voluntad (cf. 1 Sam. 12:14, 24; 2 Crón. 6:31; Neh. 7:2; Job 1:9; Sal. 40:3; Jer. 32:39; 44:10; Hag. 1:12). Cuando, por ejemplo, Israel vio el gran poder de Dios contra los egipcios, el pueblo le temió y creyó (Éxo. 14:31). Los siervos de Dios a menudo se mencionan como los que temen a Dios (Gén. 22:12; 1 Rey. 18:3, 12; 2 Rey. 4:1; Sal. 22:23; 33:18; Mal. 3:16; 4:2). Temer a Dios es el principio de la sabiduría (Sal. 111:10; Prov. 1:7; 9:10). Temer a Dios resulta en hacer lo bueno (cf. Éxo. 18:21; Lev. 19:14, 32; 25:17, 36, 43) y evitar el mal (Job 1:1, 8; Prov. 3:7; 16:6).

Dadle gloria. Dar gloria a Dios es el efecto posterior de temer a Dios. Cuando una persona teme a Dios, vive una vida que glorifica a Dios al guardar sus mandamientos. Jesús lo hizo claro a sus discípulos: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Juan 15:8). Jesús mismo glorificó al Padre al realizar la obra que el Padre le dio para hacer (Juan 17:4). Los cristianos dan gloria a Dios cuando se valoran a sí mismos como Dios los valora (1 Cor. 6:19–20). En todas sus actividades, los cristianos deben glorificar a Dios (1 Cor. 10:31). La exhortación “temed a Dios y dadle gloria” refleja la apelación de Moisés a Israel antes de que entraran a la tierra prometida: temer a Dios, obedecerle, y guardar sus mandamientos (Deut. 6:13, 17; 10:12–13; 13:4). En otras partes en el Antiguo Testamento, temer a Dios y obedecerle guardando sus mandamientos siempre van juntos (Deut. 5:29; 6:2; 8:6; 17:19; 31:12; Sal. 111:10; 112:1; 119:63; 128:1; Jer. 44:10). De acuerdo con Salomón, temer a Dios y guardar sus mandamientos es el primer deber del ser humano (Ecl. 12:13). El dar la gloria a Dios en Apocalipsis 14:7 debe entenderse en el sentido de obedecer a Dios y sus mandamientos. En el Apocalipsis, el pueblo de Dios del tiempo del fin se menciona como los que temen a Dios (Apoc. 11:18; 15:4; 19:5) y guardan sus mandamientos (cf. Apoc. 12:17; 14:12).

Su juicio ha venido. El griego para “juicio” aquí es krísis, y se refiere principalmente a la acción de juzgar (Apoc. 16:7; 18:10; 19:2);17 en contraste, kríma denota principalmente el resultado de una acción, “el veredicto”, “la sentencia del juicio” (cf. Apoc. 17:1; 20:4).18 Lo que ha sido traducido como “ha venido” es en griego un aoristo ingresivo que señala al comienzo de una acción que sucedió en un momento de tiempo en el pasado. Algunos suponen que “ha venido” debe entenderse como el así llamado perfecto profético (un tiempo pasado usado para describir un evento futuro) como, por ejemplo, en Apocalipsis 14:8.19 La conjunción “para” o “porque” (hoti) indica, sin embargo, como observa Gregory K. Beale, que el comienzo del juicio es la razón de que se lanza la orden de temer a Dios y darle gloria. “No se advierte a los destinatarios que den gloria antes de que el tiempo del castigo llegue, sino ‘porque’ (hoti) el tiempo ha llegado”.20 “La hora de su juicio” anunciada por el primer ángel se refiere al juicio, la primera fase del cual sucede antes de la Segunda Venida y su segunda fase (el juicio final) después del milenio (Apoc. 20). Apocalipsis 14:14–20 indica que el destino de cada persona ha de decidirse antes de la Segunda Venida y del juicio final. Cristo vendrá para traer su recompensa consigo, a fin de dar “a cada uno según sea su obra” (Apoc. 22:12). El juicio final después del milenio (Apoc. 20:11–15) es el juicio ejecutivo que realiza lo que ha determinado el juicio anterior al advenimiento. Todas las decisiones con respecto a los que serán incluidos en el Reino y los que serán excluidos de él serán traídos ante el trono, en el juicio previo al advenimiento. Jesús hizo claro que los fieles no tienen parte en el juicio final, habiendo ya recibido “vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).

Al que hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas. Esta cláusula es el eco del cuarto mandamiento del Decálogo: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay” (Éxo. 20:11). Uno puede notar los fuertes paralelos con el texto en la Septuaginta:

Éxodo 20:11 LXX: epoiēse …ton ouranón kai tēn gēn kai tēn thálassan kai pánta ta en autóis (“él hizo el cielo y la tierra y el mar y todas las cosas en ellos”).

Apocalipsis 14:7b: tō poiēsanti ton ouranón kai tēn gēn kai thálassan kai pēgas hudátō (“el que hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas).

Los editores de la cuarta edición del Nuevo Testamento Griego de la SBU indican que Apocalipsis 14:7b refleja a Éxodo 20:11. Así, la apelación del primer ángel a adorar al Dios creador en Apoc. 14:7 se da en el contexto del cuarto mandamiento del Decálogo.

Exposición

Habiendo observado la multitud redimida de pie, victoriosa, sobre el Monte Sión, la atención de Juan ahora se dirige a un ángel que llama a toda la gente a arrepentirse antes de que caigan los juicios de Dios y que la misericordia ya no esté disponible.

14:6 Se ve al primer ángel volar por en medio del cielo con un mensaje de advertencia para predicar a los que moran en la tierra. “Los que moran en la tierra” en Apocalipsis son los adoradores de la bestia, aquellos “cuyos nombres no están escritos en el libro de vida” (Apoc. 13:8). Esto indica que el mensaje final no es para el pueblo de Dios sino para los incrédulos. A este mensaje se lo llama un evangelio eterno. Esto es especialmente importante. Indica que el evangelio del tiempo del fin, aunque es relevante específicamente para la gente que vive en el período final de la historia de la tierra, no es un evangelio diferente del que predicó Pablo. Es el mismo evangelio no alterado, cuya proclamación comenzó en Pentecostés. Son las buenas nuevas acerca de Cristo, su ministerio, su muerte en la cruz y su resurrección, su ascensión al cielo, y su posterior entronización sobre el trono celestial desde el que gobierna como Señor sobre todo el universo. También es acerca de su intercesión y juicio, y su pronto retorno a la tierra. Este evangelio eterno ha de ser proclamado y escuchado en los días finales de la historia de esta tierra (cf. Mat. 24:14).

Este evangelio eterno abarca el mundo entero; es proclamado a cada nación y tribu y lengua y pueblo. La referencia a “cada tribu y pueblo y lengua y nación” se relaciona con Apocalipsis 10:11 donde se comisiona a Juan a profetizar otra vez “a muchos pueblos y naciones y lenguas y reyes”. Llega a ser evidente que la comisión dada originalmente a Juan tiene una implicación adicional para la iglesia. Esta advertencia global viene en un momento cuando la bestia del mar recibe autoridad “sobre cada tribu y pueblo y lengua y nación” y cuando todos rinden su servicio y lealtad a Satanás y lo adoran (Apoc. 13:7–8). Como las actividades satanicas del tiempo del fin abarcan todo el mundo, así también es el mensaje del evangelio del tiempo del fin. Tiene la intención de alcanzar a “cada nación y tribu y lengua y pueblo”, llamándolos a volver a la adoración del Dios viviente. Lo que tenemos realmente aquí es el cumplimiento de Mateo 24:14. “Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. En la escena de los tres ángeles se da la proclamación final del evangelio al mundo, llamando a todas las personas a regresar a la adoración del Dios viviente. Todavía no es demasiado tarde. Los pecadores todavía tienen tiempo de arrepentirse y de encontrar misericordia y gracia de Dios.21

14:7 Luego Juan resume el contenido del evangelio del tiempo del fin que proclama el primer ángel. Este evangelio se proclama en alta voz, que es un llamado despertador para los habitantesa de la tierra. Consiste de dos exhortaciones. La primera es Temed a Dios y dadle gloria. Temer a Dios y darle gloria tienen un significado especial en Apocalipsis (cf. 11:13; 14:7; 15:4). Mientras lo primero indica una correcta relación con Dios, lo segundo sugiere obediencia a sus mandamientos. Una persona llega a temer a Dios luego de reconocer el gran poder de Dios y de sus obras (Apoc. 11:13; 15:4). Temer a Dios lo lleva a uno a arrepentirse (16:9; cf. 11:13). De este modo, temer a Dios es tomarlo con seriedad, dar vuelta la vida en forma decisiva, entrar en una relación con él, y comprometerse totalmente con Dios. Dios es entonces glorificado mediante una vida caracterizada por la obediencia a sus mandamientos. De esto se trata la apelación del primer ángel.

Se exhorta a la gente a temer a Dios y darle gloria porque la hora de su juicio ha venido. El juicio al que se refiere aquí es la primera fase del juicio (el juicio previo al advenimiento) que ocurre en el cielo antes de la Segunda Venida. Esta primera fase del juicio indica la acción de juzgar más bien que la ejecución del juicio que ocurre después del milenio (Apoc. 20:11–15). Este juicio ocurre al mismo tiempo que la proclamación final del evangelio por toda la tierra. Ambas acciones tienen el mismo propósito; trazan una clara línea de demarcación entre los que están del lado de Dios y los que están en contra de él. El mensaje del primer ángel hace muy claro que cada persona que vive en los días finales de la historia de esta tierra es tenida por responsable ante Dios con respecto a su decisión de aceptar o rechazar el evangelio. El libro de Eclesiastés advierte: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos[…]Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, sea buena o sea mala” (Ecl. 12:13–14). Pablo declara que cada persona debe aparecer ante el tribunal de Cristo para ser recompensado por lo que haya hecho, sea bueno o malo (2 Cor. 5:10). Apocalipsis 14:14–20 claramente indica que la proclamación final del evangelio en el tiempo del fin y el juicio previo al advenimiento concluirán con la gran separación entre los que eligieron a Dios y los que estarán perdidos. Cristo vendrá “para recompensar a cada uno según es su obra” (Apoc. 22:12). En otras palabras, como lo indica Apocalipsis 11:18, él viene para dar la recompensa a sus siervos, por un lado, y para “destruir a los destructores de la tierra”, por el otro.

Lo que se ve en el mensaje del primer ángel es que el juicio del tiempo del fin es una parte del evangelio eterno. Para el pueblo de Dios del tiempo del fin la palabra juicio es buenas nuevas. Para ellos, el juicio es el momento cuando Dios tratará con todos los poderes opresores y perseguidores en este mundo, y cuando él finalmente vindicará a su pueblo fiel. Este es el juicio que el oprimido pueblo de Dios ha deseado y por el que ha orado a lo largo de la historia; es descrito simbólicamente en el perenne reclamo de los santos martirizados que están bajo el altar: “¿Hasta cuándo, oh Señor?” (Apoc. 6:10). El darse cuenta de que viven en el tiempo del juicio da al fiel pueblo de Dios la “esperanza y la perspectiva de su hogar eterno”.22 Para los incrédulos, sin embargo, “la palabra del juicio de Dios es una cosa de terror”.23 Para ellos Dios envía su evangelio del tiempo del fin para moverlos a arrepentirse, porque no desea “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9).

El primer ángel tiene una segunda exhortación para los habitantes de la tierra: Adorad al que hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas. Los que temen a Dios y le dan gloria son los que lo adoran (cf. Apoc. 15:4). El tema central en la crisis final será la adoración. Apocalipsis deja bien claro que la prueba no será la negación de la adoración, sino más bien a quién se adora. En el tiempo del fin, en el mundo habrá solo dos grupos de personas: los que temen y adoran al verdadero Dios (11:1, 18; 14:7) y los que odian la verdad y son adoradores del dragón y de la bestia (13:4–8; 14:9–11). Los adoradores de Dios se identifican como los que tienen sus nombres escritos en el libro de vida, mientras los adoradores de la bestia se identifican como aquellos “cuyos nombres no están escritos en el libro de vida del Cordero inmolado desde la fundación del mundo” (13:8). El conflicto final trazará una línea de demarcación definida entre los dos grupos. Cuando todo el mundo se vuelva a adorar a la bestia y a la trinidad satánica (Apoc. 13:12), el pueblo de Dios del tiempo del fin se caracterizará por su total compromiso con Dios y su disposición a obedecer sus mandamientos, incluyendo el que señala al verdadero día de adoración a Dios como la señal entre Dios y su pueblo (cf. Éxo. 31:13–17; Eze. 20:12, 20).

Si la adoración es el tema central del conflicto final, no es extraño que Dios envíe su evangelio del tiempo del fin instando a los habitantes de la tierra a tomar a Dios con seriedad y adorarlo como Creador, el único digno de adoración (Apoc. 14:7; cf. 19:10; 22:8–9). La exhortación a adorar al verdadero Dios Creador es especialmente importante para la generación del tiempo del fin por lo menos por dos razones. Primera, la exhortación ha llegado a ser especialmente relevante en el clima del surgimiento y la popularidad de la teoría de la evolución que niega la validez del informe bíblico de la creación, y disminuye el poder creativo de Dios.

Segunda, la exhortación a adorar a Dios—el hacedor del “cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas”—es una alusión evidente al cuarto mandamiento del Decálogo. El cuarto mandamiento demanda que la gente guarde el sábado porque “en seis días hizo YHWH los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, YHWH bendijo el sábado y lo santificó” (Éxo. 20:11). El paralelo entre el lenguaje del mensaje del primer ángel y el del cuarto mandamiento sugiere que el llamado a adorar a Dios se da en el contexto de la relación con el cuarto mandamiento. Juan deja claro que la proclamación del evangelio del tiempo del fin incluye una apelación a adorar a Dios en el contexto del mandamiento del sábado. Esto sugiere, como nota Paulien, que el sábado será “una parte integral del problema” en la crisis final, aunque “el problema … no está limitado al sábado”.24

En conclusión, las exhortaciones del primer ángel son claramente un eco de la “apelación de Moisés a Israel justo antes de que entraran a la tierra prometida”: temer a Dios, obedecerle guardando sus mandamientos, y adorarlo solo a él (Deut. 6:13, 17; 10:12–13; 13:4).25 También concluye el libro de Eclesiastés: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre” (Ecl. 12:13). Antes de la conclusión de la historia de este mundo, Dios hace un último llamado a los habitantes de la tierra. No es todavía demasiado tarde. La gente todavía tiene una oportunidad de volverse a Dios y encontrar perdón en su gracia. Como indica el cántico de los 144.000, muchas personas responderán a la apelación del mensaje del primer ángel: “”¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Porque solo tú eres santo; porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, porque tus actos justos se han manifestado” (Apoc. 15:4).


El Mensaje Del Segundo Ángel (14:8)

Un segundo ángel aparece en la escena, anunciando brevemente la caída de la Babilonia del tiempo del fin. Su proclamación pasa de un llamado positivo a adorar al verdadero Dios hecho por el primer ángel, a una descripción de las consecuencias de la incredulidad y del rechazo del mensaje.

8Y otro ángel, el segundo, lo siguió diciendo: “Caída, caída es Babilonia la grande, que hizo que todas las naciones bebieran del vino de la ira de su fornicación”.

Notas

14:8 Caída, caída es. La repetición del verbo “caer” en griego es un aoristo que anuncia un evento futuro. El uso futurista del aoristo en la profecía hebrea es conocido como el perfecto profético en el que se describe un evento futuro con el tiempo pasado como si ya hubiese ocurrido (cf. Isa. 21:9; Jer. 51:8; Apoc. 10:7). Aquí en el texto, la caída de la Babilonia del tiempo del fin que sucederá en el futuro es anunciada como si ya hubiera ocurrido, subrayando así la certeza profética de la destrucción futura de Babilonia.26

Babilonia, la grande. Aquí aparece la primera mención de Babilonia en el Apocalipsis. El concepto teológico de Babilonia la grande en el Nuevo Testamento, en el tiempo del fin, tiene sus raíces en el rol de la antigua Babilonia (“la puerta de dios”) en el Antiguo Testamento. Babilonia es un poder religioso-político que se opone a Dios y oprime a su pueblo. Desde sus orígenes, representa una encarnación de un poder ateo en oposición al verdadero Dios (cf. Gén. 11:1–9). En otras partes del Antiguo Testamento, Babilonia representa el sistema religioso que está en oposición a la religión del verdadero Dios y trata de controlar al mundo. Como tal, se lo presenta como el gran enemigo tradicional del pueblo de Dios. El profeta Isaías iguala al rey de Babilonia con Lucifer (Isa. 14:12–14); en otras palabras, la conducta y la actitud de Babilonia hacia Dios y su pueblo llegaron a ser un símbolo de la conducta de Lucifer. La frase “Babilonia la grande” en Apocalipsis se usa como un recordativo de la jactancia de Nabucodonosor: “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder y para gloria de mi majestad?” (Dan. 4:30). Esta jactancia se encontró con el anuncio del juicio de Dios sobre el reino (Dan. 4:31–32). Babilonia estaba por llegar a su fin. Hacia el fin del primer siglo d.C., tanto entre judíos como cristianos, el nombre críptico de Babilonia se usaba para referirse a Roma (cf. 1 Ped. 5:13).27

Este significado teológico de la Babilonia del tiempo del fin en Apocalipsis, se basa en la designación de la antigua Babilonia en el Antiguo Testamento. Apocalipsis 17:1–13 describe a Babilonia en términos de una mujer prostituta sentada sobre “muchas aguas” y la bestia. Tanto las aguas como la bestia representan los poderes seculares y políticos del mundo. Esto indica que la Babilonia en el Apocalipsis debe ser otra cosa que los poderes seculares y políticos del mundo. Más bien representa la confederación religiosa mundial del tiempo del fin constituida por la trinidad satánica (Apoc. 16:19) dispuesta contra Dios y su pueblo. Como la Babilonia antigua, la Babilonia del tiempo del fin se exalta por sobre Dios, ocupando el lugar de Dios (cf. 2 Tes. 2:3–4). Apocalipsis 13 muestra que este sistema religioso falsifica la Deidad. Unirá las organizaciones religiosas apóstatas y las pondrá al servicio del triunvirato satánico en su oposición a Dios y a su pueblo fiel en el tiempo del fin. El odio que enemista a la antigua Babilonia contra Dios y su pueblo del pacto caracterizará a esta confederación mundial del tiempo del fin (cf. Apoc. 13:6). Apocalipsis 17:2–4 muestra que Babilonia hará que las naciones beban del vino de su fornicación. Sus actividades serán endosadas y apoyadas por los poderes seculares y políticos gobernantes de este mundo (Apoc. 13:12–17). Sin embargo, Apocalipsis deja claro que Babilonia vendrá su fin definitivo de una vez para siempre. En el momento más crítico, Dios vendrá para salvar y vindicar a su pueblo. Juan ve este sistema del tiempo del fin dividido en tres partes (Apoc. 16:19); en otras palabras, la coalición satánica experimentará un colapso inevitable. La descripción del colapso de la Babilonia del tiempo del fin en el Apocalipsis se basa en la caída de la antigua Babilonia. Este es el sentido en el cual ha de entenderse el concepto teológico de Babilonia la grande del tiempo del fin, en el libro del Apocalipsis.

El vino de la ira de su fornicación. Esta declaración combina en uno dos conceptos del Antiguo Testamento.28 Primero, el profeta Jeremías describe la antigua Babilonia en términos de una prostituta que seduce a un hombre a la inmoralidad haciéndole beber vino. Babilonia es la “copa del vino de la ira” en la mano de Dios, instando a todas las naciones a beber de ella (Jer. 25:15; 51:7). Por otro lado, Job dice del hombre impío: “Beberá de la ira del Todopoderoso” (Job 21:20). En Apocalipsis 14:8, la aceptación del seductor vino de fornicación de Babilonia resulta en beber el vino de la ira de Dios (cf. 17:2: 18:3); es decir, trae como consecuencia el juicio de Dios (cf. Apoc. 14:9–10).

Fornicación. Las imágenes de “inmoralidad” como símbolo de la infidelidad a Dios es tomada del Antiguo Testamento (cf. Isa. 57:3–12; Eze. 16:15, 26–29), y sigue en el Nuevo Testamento (cf. Sant. 4:4; Apoc. 17:1–5). Ver Notas sobre Apocalipsis 14:4.

Exposición

14:8 Al primer ángel que llama a la gente a volver a la adoración del verdadero Dios lo siguió otro segundo ángel que aparece en la escena. El hecho de que se habla de este ángel como “el segundo”, y que “siguió” al primero muestra que los dos mensajes están relacionados. Realmente, “el mensaje del segundo ángel de Apocalipsis 14 es el complemento del primero. Hombres y mujeres de todas las naciones, al ser invitados a volver a la adoración del Creador, deben ser guidados a repudiar todos los sistemas y esquemas, supuestamente religiosos o no, que van en contra de la lealtad a Cristo”.29

El segundo ángel anuncia el colapso de la Babilonia del tiempo del fin: Caída, caída es Babilonia la grande. Babilonia es una confederación religiosa mundial del tiempo del fin constituida por la trinidad satánica—el dragón, la bestia del mar, y la bestia de la tierra—dispuestas contra Dios y su pueblo fiel. Como sugiere William G. Johnsson, Babilonia “representa todos los intentos humanos de proveer el camino de salvación, todos aquellos planes y programas que, por cuanto son edificados solo sobre la razón y los ardides humanos, intentan frustrar el plan divino para el mundo”.30 En otras palabras, es un sistema religioso que está opuesto al evangelio. Mientras el evangelio es eterno, Babilonia tiene una vida corta. La repetición de la palabra “caída” en el tiempo pasado expresando el evento futuro subraya la inminencia y la certeza de la caída de Babilonia en el tiempo del fin. Esto es un eco de las mismas palabras que los profetas del Antiguo Testamento usaron al predecir la caída de la Babilonia antigua. “Cayó, cayó Babilonia”, exclamó Isaías, “y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra” (Isa. 21:9). Jeremías proclamó: “En un momento cayó Babilonia, y se despedazó” (Jer. 51:8). De un modo similar, el segundo ángel anuncia el colapso de la Babilonia del tiempo del fin, el sistema religioso global apóstata y una confederación de organizaciones religiosas respaldadas por poderes políticos del mundo (Apoc. 13:12–17). Este sistema religioso apóstata del tiempo del fin responsable por oprimir al pueblo de Dios ha de encontrar su fin. Su colapso, anunciado aquí por el segundo ángel, se describe más tarde en Apocalipsis 18.

La Babilonia del tiempo del fin hizo que todas las naciones bebieran del vino de la ira de su fornicación. Esta declaración es un eco del oráculo de Jeremías contra la antigua Babilonia: “Copa de oro fue Babilonia en la mano de YHWH, que embriagó a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos; se aturdieron, por tanto, las naciones” (Jer. 51:7); cf. 25:15). De un modo similar, Juan presenta la Babilonia del tiempo del fin en términos de una prostituta que seduce a las naciones a la inmoralidad embriagándolas con el vino de su fornicación (cf. Apoc. 17:1–2; 18:3). En Apocalipsis 13 vemos cómo Babilonia seduce a todas las naciones a ponerse del lado de la trinidad satánica mediante el engaño. Parece que el beber del vino de la fornicación de Babilonia se refiere a seducir a los habitantes de la tierra para que adoren a la bestia y a su imagen y reciban la marca de la bestia en su mano derecha o en la frente (Apoc. 14:9; cf. 13:11–17; 17:1–6; 18:2–3). Las naciones seducidas se asocian con Babilonia con el propósito de tener seguridad y prosperidad económica (Apoc. 18:3, 9–19). Como consecuencia, ellas beberán del vino de la ira de Dios.

Mientras el mensaje del segundo ángel es un despertador que advierte a los impíos, al mismo tiempo proporciona una sólida seguridad al pueblo de Dios del tiempo del fin. La Babilonia del tiempo del fin, como sistema religioso global apóstata, es un fenómeno temporario. Pronto terminará. Su colapso está decidido y anunciado. Nadie necesita ser engañado. Todavía hay tiempo para salir de Babilonia y adorar y servir al verdadero Dios (Apoc. 18:1–4).


El Mensaje Del Tercer Ángel (14:9–11)

Un tercer ángel con un mensaje de advertencia sigue a los primeros dos. Su advertencia se basa en el anuncio del segundo ángel. Específicamente, se ocupa de los que, rechazando el mensaje del primer ángel de adorar al verdadero Dios, eligen más bien adorar la bestia y recibir la marca en sus frentes o en sus manos.

9Y otro ángel, el tercero, los siguió diciendo en alta voz: “Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, 10él beberá del vino de la ira de Dios que está mezclado sin dilución en la copa de su ira, y será atormentado con fuego y azufre ante los santos ángeles y ante el Cordero. 11Y el humo del tormento asciende por siempre, y no tienen reposo día ni noche, los que adoran a la bestia y a su imagen, y quienquiera reciba la marca de su nombre”.

Notas

14:9 Una marca. Ver Notas sobre Apocalipsis 13:16.

14:10 El vino de la ira de Dios[…]en la copa de su ira. La ejecución de la ira de Dios en el Antiguo Testamento es frecuentemente simbolizada por beber el vino de la copa de Dios (cf. Job 21:20; Sal. 60:3; 75:8; Isa. 51:17–23; Jer. 25:15–29; 49:12; Eze. 23:32–34; Abd. 16). Se dijo que una persona impía, “beberá de la ira del Todopoderoso” (Job 21:20). Dios advirtió a Jerusalén por medio de Ezequiel que sufriría la misma suerte que sufrió Samaria que había sido destruida:

Beberás el hondo y ancho cáliz de tu hermana, que es de gran capacidad; de ti se mofarán las naciones, y te escarnecerán. Serás llena de embriaguez y de dolor por el cáliz de soledad y de desolación, por el cáliz de tu hermana Samaria. (Eze. 23:32–33).

Isaías se dirige a Jerusalén, que sufrió el juicio divino, “que bebiste de la mano de YHWH el cáliz de su ira” (51:17; cf. también el vers. 22). Esta expresión metafórica aparece en otras partes del Antiguo Testamento (Sal. 60:3; Jer. 25:15–29; 49:12–13; Abd. 15–16). Jesús usó la misma figura de lenguaje al referirse a sus sufrimientos en la cruz (Mat. 20:22; 26:39; Juan 18:11).

En Apocalipsis se usan dos palabras griegas para ira en Apocalipsis 14:10: thúmos (“ira”, “furia”) y orgē (“enojo”). Thúmos es una indignación fuerte o apasionada o enojo, mientras orgē denota una demostración de desagrado e indignación justa. Orgē es la palabra usual para el enojo divino en el Nuevo Testamento (especialmente en Pablo; cf. Rom. 1:18; 3:5; 12:19; Col. 3:6). Sin embargo, en Apocalipsis tanto thúmos como orgē se usan para la ira escatológica de Dios (Apoc. 14:10, 19; 15:1, 7; 16:1, 19; 19:15). Las dos palabras se usan juntas a menudo en la Septuaginta así como en el Apocalipsis, con el propósito de intensificar la realidad de la ira de Dios que se manifiesta en el juicio (Apoc. 14:10; 16:19; 19:15; cf. Rom. 2:8).

Mezclado sin dilución. La palabra griega keránnumi (“mezclar”) usado junto con el vino se refiere a la antigua práctica de mezclar vino con diversas especias y hierbas para aumentar su poder de embriagar, o de diluirlo con agua para reducir su fuerza. Así, la expresión “el vino de la ira de Dios que está mezclado sin dilución en la copa” significa que el vino tiene toda la fuerza sin haber sido diluido con agua.31 En otras palabras, la ejecución de la ira final de Dios está con plena fuerza, no mezclada con misericordia. Salmos 75:8 es especialmente importante aquí: “Porque el cáliz está en la mano de YHWH, y el vino está fermentado; lleno de mistura; y él derrama del mismo; hasta el fondo lo apurarán, y lo beberán todos los impíos de la tierra”.

14:11 Y el humo del tormento asciende por siempre. La idea de fuego y azufre con el humo que asciende “para siempre” se tomó del Antiguo Testamento. Después que Dios hizo “llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego” (Gén. 19:24), Abrahán vio el humo que ascendía de la tierra (19:28). Reflexionando sobre esa escena, Judas describe la suerte de estas dos ciudades como que sufrieron “el castigo del fuego eterno” (Jud. 7). Isaías profetizó que Dios castigaría a Edom con fuego y azufre; llegaría a ser “brea ardiente. No se apagará de noche ni de día, perpetuamente subirá su humo; de generación en generación será asolada” (Isa. 34:8–10). Nótese que el humo subiría por siempre y que quedaría asolada de generación en generación, y nunca más se levantaría de sus ruinas. El humo que asciende por siempre en Apocalipsis 14:11 (también 19:3; 20:10) es un eco especial de esta profecía de Isaías con respecto a Edom. La frase “por siempre” no significa que arderá sin fin. No hay ningún fuego hoy en Sodoma y Gomorra ni en Edom, en la Jordania moderna, aunque el fuego eterno fue su asignación. Como enfatiza Desmond Ford, “el propósito del fuego es consumir, nunca conservar”.32 La frase “para siempre” representa un fuego que dura el tiempo necesario para que se complete su destrucción, y no quede nada para ser quemado.

Exposición

14:9–10 El tercer ángel continúa el tema del mensaje del primer ángel. Advierte a todo aquel que adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano, que él beberá del vino de la ira de Dios. La exigencia de adorar a la bestia y recibir su marca en Apocalipsis 13 tiene su contraparte en la orden de adorar al “que hizo el cielo y la tierra y el mar y las fuentes de las aguas” en Apocalipsis 14:7. En la crisis final, la marca de la bestia en la mano derecha o en la frente sirve como identificación para los adoradores de la trinidad satánica, como contraparte del sello de Dios. La adoración de la bestia y la recepción de su marca está en antítesis de la obediencia a los mandamientos de Dios, la sustitución de la obediencia a la trinidad satánica por la obediencia a Dios.

Apocalipsis 13:11–17 muestra que al exigir que los habitantes de la tierra reciban la marca de la bestia, Babilonia ha hecho que “todas las naciones bebieran del vino de la ira de su fornicación” (Apoc. 14:8), seduciéndolos a rendir su lealtad al triunvirato impío. Todos los que consienten en beber del seductor vino de la fornicación de Babilonia llegarán a ser el objeto de la ira divina. Tendrán que beber la copa de la ira de Dios. La copa de la ira es un símbolo del juicio de Dios sobre los impíos (cf. Job 21:20; Sal. 75:8; Isa. 51:21–23), la ejecución del cual se presenta simbólicamente como el derramamiento de las siete últimas plagas (Apoc. 15–16). Al derramar las siete últimas plagas, “la ira de Dios se consumaba” (Apoc. 15:1).

Esta copa de la ira de Dios está mezclada sin dilución en la copa de su ira. Esto significa que el derramamiento de la ira final será en toda su fuerza, sin misericordia ni gracia.33 Sin embargo, la ira de Dios no ha de entenderse como “una emoción humana”, sino más bien como una metáfora para la inevitable “reacción de la santidad de Dios” al pecado y la rebelión.34 Es la respuesta final de Dios a quienes han resistido con rebeldía y persistencia al evangelio, desobedecido los mandamientos de Dios, y oprimido con maldad a su pueblo fiel. George E. Ladd declara: “A menos que Dios en su ira finalmente purgue al mundo de todo mal y rebelión, su Reino no puede venir. Por lo tanto, en el sentido más amplio del propósito redentor de Dios para los hombres, su ira es un correlativo necesario de su amor y misericordia”.35

El tercer ángel advierte al adorador de la bestia que, además de beber de la copa de la ira de Dios en el derramamiento de las siete plagas, también será atormentado con fuego y azufre. El lenguaje aquí recuerda la escena donde llovió “sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de YHWH desde los cielos” (Gén. 19:24). También nos recuerda la profecía de Isaías acerca de la suerte de Edom, el enemigo de Israel (Isa. 34:8–10). Habiendo sido destruido por el juicio de Dios, Edom nunca se levantaría otra vez. Del mismo modo, los que están del lado de la trinidad satánica compartirán el destino final de Sodoma, Gomorra y Edom. El juicio de Dios sobre ellos “al fin del tiempo será absoluto y completo”.36

Los incrédulos serán destruidos ante los santos ángeles y ante el Cordero. La expresión señala al juicio final después del milenio que se describe en Apocalipsis 20. Mientras los vencedores en Sardis recibieron la promesa de ser reconocidos delante del Padre y de sus ángeles (Apoc. 3:5), los incrédulos tendrán su fin en el lago de fuego ardiente delante de Cristo y de sus ángeles. El lago de fuego ardiendo con azufre es el lugar simbólico del castigo para la bestia y el falso profeta (Apoc. 19:20). Del mismo modo, todos los que han rechazado el llamado del evangelio y se pusieron del lado de la trinidad satánica compartirán el destino último del triunvirato impío en “el lago de fuego y azufre” donde serán atormentados día y noche por siempre” (Apoc. 20:10).

14:11 El fuego ardiente destructor con azufre destruye a todos los que han rechazado el evangelio y adorado a la bestia y recibido su marca; tal destrucción es final y completa: y el humo del tormento asciende por siempre. El humo que asciende indica cuán completa es la quemazón. Esto es muy similar al humo que Abrahán vio que ascendía de Sodoma y Gomorra como señales del juicio divino sobre las dos ciudades (Gén. 19:28). Los profetas del Antiguo Testamento usan la extinción de las ciudades de la llanura como el modelo para la suerte de la Babilonia antigua: “Y Babilonia, hermosura de reinos[…]será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios” (Isa. 13:19; cf. Jer. 50:40). Al describir la destrucción de la Babilonia del tiempo del fin, Juan emplea el lenguaje con el que los profetas del Antiguo Testamento predijeron la suerte de la Babilonia antigua. La presentación del juicio inminente, por lo tanto, debe tomarse como símbolo de una temible realidad final que ningún hombre puede describir”.37 Las imágenes del humo del fuego ardiente con azufre indica la terminación del juicio final más bien que un quemar y sufrir eternos. El fuego ardiente continúa el tiempo suficiente para completar su propósito y no dejar nada sin quemar.

El ángel además anuncia que los que adoran a la bestia y reciben la marca de su nombre no tienen reposo día ni noche. Esto está en contraste con la declaración de Apocalipsis 14:13 en la que se les promete a los seguidores de Cristo descansar de sus labores (cf. 6:11). Los adoradores de la bestia y su imagen, sin embargo, nunca gustarán de ese reposo. La amenaza es como un eco de la declaración hecha al Israel rebelde con respecto a su reposo en la tierra prometida: “Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo” (Sal. 95:11). La idea del reposo prometido continúa en el Nuevo Testamento como el descanso en la gracia de Dios: “Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia” (Heb. 4:9–11). El reposo al cual entra el pueblo de Dios es eterno; así que la inquietud del juicio inminente para los incrédulos es eterna. Como declaró Philip E. Hughes: “De este último juicio no hay suspensión; la sentencia de muerte es irreversible; la destrucción no permite recuperación”.38

El lenguaje grotesco usado en la advertencia del tercer ángel tiene la intención de impulsar a la gente a mantenerse firme y rendir su lealtad al verdadero Dios. La bestia de Apocalipsis 13 usa el temor para que la gente acepte su demanda de adoración; pero ahora, con el mensaje del tercer ángel, ese “temor es expulsado por un temor más fuerte”.39 Jesús usó este método al advertir a los doce: “No temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mat. 10:28). Los que responden al llamado final del evangelio y adoren al verdadero Dios con obediencia a sus mandamientos pueden escapar de la suerte de la bestia y del falso profeta.


El Remanente Fiel (14:12–13)

Al concluir el mensaje de advertencia de las inevitables consecuencias de ponerse del lado de la trinidad satánica en la crisis final, Juan presenta las características del pueblo de Dios del tiempo del fin y su glorioso futuro. Apocalipsis 14:12–13 parece el comentario de Juan agregado como un apéndice a los mensajes proclamados por los tres ángeles.

12Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. 13Y oí una voz del cielo diciendo: “Escribe: Bienaventurados son los muertos que mueren en el Señor de ahora en adelante”. “Sí”, dice el Espíritu, “que puedan descansar de sus labores; porque sus obras los siguen”.

Notas

14:12 Fe de Jesús. La fe de Jesús es más probablemente un genitivo objetivo, el mismo que en Apocalipsis 2:13 (cf. Mar. 11:22; Sant. 2:1); es decir, es la fe en Jesús40 (ver la NVI: “se mantienen fieles a Jesús”). La palabra “guardan” (gr. tēreō) debe entenderse aquí como diciendo “mantener”, como en 2 Timoteo 4:7: “He guardado la fe”. “Guardar la fe” o “mantenerse leal” era una expresión griega común en los días de Juan.41 La frase en este texto significa que los santos del tiempo del fin guardarán fresca su fe viviente en Jesús, que los capacita para obedecer y los sostiene “bajo la severa presión de la persecución”42 por causa de su lealtad a Cristo.

14:13 Bienaventurados son los muertos que mueren en el Señor de ahora en adelante. Esta es la segunda de las siete bienaventuranzas en el libro del Apocalipsis (1:3; 14:13; 16:15; 19:9; 20:6; 22:7, 14); ver Notas sobre Apocalipsis 1:3.

De sus labores. El griego kópos significa “trabajo arduo” o “trabajo hasta el punto de cansancio y agotamiento” (cf. Rom. 16:12; 1 Cor. 15:10; Gál. 4:11; 1 Tes. 2:9). Ver Notas sobre Apocalipsis 2:2.

Exposición

14:12 Mientras el mensaje del tercer ángel es una advertencia a los incrédulos, para los santos es un fuerte impulso para la fidelidad y la perseverancia. Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. La parte inicial de esta declaración también aparece en Apocalipsis 13:10: “Aquí está la paciencia y la fe de los santos”. Aparentemente, entonces, los santos de Apocalipsis 14:12 son los de Apocalipsis 13:7 contra quienes la trinidad satánica libra una guerra, y quienes en Apocalipsis 12:17 son identificados como los remanentes de la descendencia de la mujer que “guardan los mandamientos de Dios” y “tienen el testimonio de Jesús”. No se los llama a la resistencia y a la protesta sino a la paciencia y la perseverancia. La frase “aquí está” significa que en la crisis final, cuando la mayor parte de la gente en el mundo se pone del lado del triunvirato impío en obediencia y lealtad a Satanás, el pueblo de Dios del tiempo del fin—“golpeados por ideas falsas, asaltados por una confederación religiosa, y amenazados por los poderes civiles”43—siguen firmes y perseverantes en su lealtad a Dios. Se caracterizan por su obediencia a Dios al guardar sus mandamientos (cf. Apoc. 12:17) y su fidelidad y lealtad continuas a Cristo. Mantienen una relación constante con Cristo. Nadie ni nada en este mundo puede separarlos del “amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 8:38–39). Como dice Johnsson, no son “engañados por los fenómenos milagrosos asociados con el falso sistema de adoración; están resueltos en sus convicciones, no desviados por la persuasión ni la coerción; por sobre todo, son leales a su Dios, preparados para sufrir pérdidas, dificultades físicas y aun la muerte misma para mantener su relación con él”.44

14:13 La segunda de las siete bienaventuranzas del Apocalipsis promete una seguridad especial a quienes son pacientes y permanecen leales a Cristo hasta el mismo fin. Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor de ahora en adelante. Cuando los seguidores de Cristo mueren por causa de su fe y lealtad a Dios, a menudo parece una tragedia. Sin embargo, su muerte se describe en el Apocalipsis como un descanso. Este reposo de los seguidores de Cristo está en agudo contraste con la triste realidad de los seguidores de la trinidad satánica quienes “no tienen reposo día ni noche” (14:11). Los fieles siervos de Dios, sin embargo, tienen la promesa de descansar de sus labores. El griego indica que la labor de la cual descansan no es solo un buen trabajo duro, sino una tarea que los lleva a quedar agotados y exhaustos.45 El descanso es especialmente dulce después de un trabajo agotador y exhaustivo.46 Este es el mismo descanso prometido en la escena del quinto sello a los mártires bajo el altar que murieron por causa de “la palabra de Dios” y “el testimonio que habían dado” (Apoc. 6:9).

Esto sugiere que las “labores” en Apocalipsis 14:13 se refiere a la devoción de los santos del tiempo del fin a la proclamación del evangelio por causa del cual sufrieron dificultades y persecución hasta el punto de la muerte (cf. Apoc. 12:11). Descansan de sus labores pero sus obras los siguen. Las “obras” aquí se refieren evidentemente a la obediencia del remanente a Dios al guardar sus mandamientos y la fe en Jesús (Apoc. 14:12). Su paciencia está detrás de ellos, y descansan bajo el cuidado vigilante de Dios hasta la hora de la resurrección y la gloria venidera. Por eso se insta a los cristianos: “Manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano” (1 Cor. 15:58, NVI).


Las Dos Cosechas De La Tierra (14:14–20)

La proclamación del evangelio en el tiempo del fin concluye con una gran separación entre el pueblo de Dios y los impíos. Esta sección describe la gran separación que sucede antes de la Segunda Venida. Juan la presenta en términos de una cosecha doble: la siega del grano (Apoc. 14:14–16) y la recolección de las uvas para ser pisadas en el lagar (14:17–20).

14Y yo vi, y he aquí, una nube blanca, y sobre la nube uno sentado como un hijo de hombre, teniendo una corona de oro sobre su cabeza, y en su mano una hoz aguda. 15Y otro ángel salió del templo clamando en alta voz al que estaba sentado sobre la nube: “Mete tu hoz aguda y siega, porque la hora de la siega ha venido, porque la cosecha de la tierra está madura”. 16Y el que estaba sentado sobre la nube arrojó su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada.

17Y otro ángel salió del templo que está en el cielo, teniendo él mismo una hoz aguda. 18Y otro ángel salió del altar, el que tenía autoridad sobre el fuego, y clamó en voz alta al que tenía la hoz aguda, diciendo: “Mete tu hoz aguda y recoge los racimos del viñedo de la tierra, porque sus uvas están maduras”. 19Y el ángel arrojó su hoz sobre la tierra, y recogió la vendimia de la tierra y la arrojó al gran lagar de la ira de Dios. 20Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y la sangre salió del lagar hasta los frenos de los caballos, por 1.600 estadios.

Notas

14:14 Como un hijo de hombre. La expresión se tomó de Daniel 7:13. El “Hijo del Hombre” era el título favorito de Jesús para sí mismo en los evangelios. La misma frase, “como un hijo de hombre” se usa para Cristo en Apocalipsis 1:13. Esto sugiere que la figura identificada aquí como “un hijo de hombre” es Cristo mismo más bien que un ángel (ver Notas sobre Apoc. 1:13) como suponen algunos comentadores.

Una corona de oro. La palabra griega para corona aquí es stéfanos, que no es una corona real (diádema) sino una corona de victoria, una guirnalda (ver Notas sobre Apoc. 2:10).

14:15 El templo. La palabra griega naós que se usa aquí se refiere al santuario o el templo interior, es decir, el lugar santísimo. Para más información sobre el significado de naós, ver Notas sobre Apocalipsis 11:1.

Mete tu hoz. La orden de meter la hoz en los versículos 15 y 18 es una alusión directa a Joel 3:13. La orden de Cristo de segar se expresa en griego con el verbo pémpō (“enviar”). Jesús usa esta palabra con referencia a la cosecha escatológica cuando Dios enviará la hoz para cosechar el grano (Mar. 4:29). De acuerdo con Mateo 13:39–43, sin embargo, “los segadores son los ángeles” que serán enviados por el Hijo del Hombre para reunir la cosecha de la tierra. En la parábola de la red, los ángeles son los que separan a los impíos de los justos en la consumación escatológica. El rol de los ángeles como segadores enviados por Jesús para reunir a los justos para el reino se afirma además en el discurso escatológico de Jesús sobre el Monte de los Olivos (Mar. 13:27; Mat. 24:31). Parecería así que meter la hoz en Apocalipsis 14:15 y 18 implica el enviar a los ángeles para reunir a los fieles para el reino y a los impíos para el derramamiento final de la ira de Dios presentada en términos de la siega del grano y de las uvas, respectivamente (ver la sección que sigue para mayor análisis).

Y la tierra fue segada. La siega (con su era para trillar) es una metáfora bíblica bien conocida para el juicio escatológico de los enemigos del antiguo Israel (cf. Jer. 51:33; Joel 3:13); también se la usó en un sentido positivo para la reunión del pueblo de Dios. “Para ti también, oh Judá” exclamó Oseas, “está preparada una siega, cuando yo haga volver el cautiverio de mi pueblo” (Ose. 6:11; cf. Joel 3:1–2). En las enseñanzas de Jesús, la cosecha reúne a la gente en el reino de Dios (Mat. 9:37–38; Luc. 10:2; Juan 4:35–38). “Y cuando el grano está maduro, en seguida se mete la hoz, porque la siega ha llegado” (Mar. 4:29, como dice en griego). En la parábola del trigo y la cizaña, Jesús vinculó la idea de segar la cosecha con la gran reunión previa a la Segunda Venida y el posterior juicio de los impíos. “La cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles[.…]El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. Los arrojará al horno encendido, donde habrá llanto y crujir de dientes. Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol” (Mat. 13:39–43, NVI). De acuerdo con Juan el Bautista, en la siega Cristo recogerá “el trigo en su granero; la paja, en cambio, la quemará con fuego que nunca se apagará” (Mat. 3:12, NVI).47

14:18 El altar. El altar que se menciona aquí probablemente no es el altar del incienso delante del trono, sino más bien el altar del holocausto mencionado en Apocalipsis 8:3–5 (ver Notas sobre Apoc. 8:3). Debajo de este altar, en la escena de la apertura del quinto sello, los santos mártires han estado orando por juicio “sobre los que moran en la tierra” (6:10). El tiempo ha llegado ahora para que se cumpla la promesa dada a estos santos martirizados. Dios está por juzgar a quienes malvadamente persiguieron y oprimieron a su pueblo fiel.

Mete tu hoz aguda. Ver Notas sobre Apocalipsis 14:15.

14:19 El gran lagar de la ira de Dios. Como explica William Barclay, los lagares consistían en “una pileta alta y una más baja conectadas por un canal. Las piletas podían ser ahuecadas en la roca o pueden haber sido construidas con ladrillos. Las uvas eran puestas en la pileta superior que estaba a un nivel ligeramente más elevado. Allí las pisaban con los pies y el jugo fluía por el canal a la pileta inferior”.48 Las imágenes del pisar las uvas era familiares para la mente judía. En el Antiguo Testamento, se usa para la ejecución de la ira divina sobre los enemigos de Israel. Isaías presenta a Dios como el guerrero que regresa después de ejecutar su ira sobre Edom:

¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿este hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar. ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus ropas como del que ha pisado en lagar? He pisado yo solo el lagar, y de los pueblos nadie había conmigo; los pisé con mi ira, y los hollé con mi furor; y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis ropas. Porque el día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado… Y con mi ira hollé los pueblos, y los embriagué en mi furor, y derramé en tierra su sangre. (Isa. 63:1–6)

En una forma similar, Jeremías describe el juicio de Dios sobre Judá: “Como lagar ha hollado el Señor a la virgen hija de Judá” (Lam. 1:15). Juan usa estas imágenes bien conocidas de pisar las uvas en el lagar para presentar la ejecución del desagrado de Dios sobre los impíos en los días finales de la historia de este mundo. En Apocalipsis 19, él describe a Cristo el Guerrero: “Estaba vestido de una ropa teñida en sangre”, y pisa “el lagar del vino del furor y de la ira de Dios el Todopoderoso” (19:13–15).

14:20 El lagar fue pisado fuera de la ciudad. La expresión “fuera de la ciudad” es una alusión a la profecía de Joel donde las naciones se reúnen y serán juzgadas en el valle de Josafat, que estaba fuera de los muros de Jerusalén (muy probablemente el valle de Cedrón que separaba a Jerusalén del Monte de los Olivos). El juicio contra las naciones en la profecía de Joel se inicia con una orden: “Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos” (Joel 3:13; cf. Zac. 14:2–4). Parece que es en este sentido y ante este trasfondo del Antiguo Testamento Juan presenta el hecho de pisar el lagar de la ira de Dios fuera de la ciudad. Tomada de la profecía de Joel que originalmente tenía una importancia étnica y local, Juan la reinterpreta, dándole un cumplimiento e importancia global con respecto al derramamiento de la ira divina en el tiempo del fin contra los opresores del pueblo de Dios.

La sangre salió[…]hasta los frenos de los caballos. Aquí Juan usa una expresión hiperbólica de la batalla que era bien conocida entre los judíos. Una declaración interesante de 1 Enoc, el libro pseudoepigráfico judío, confirma que esta expresión hiperbólica era común entre los judíos del primer siglo para describir el juicio final: “El caballo caminará por la sangre de los pecadores hasta el pecho; y el carro se hundirá hasta arriba. En aquellos días, los ángeles descenderán a los lugares secretos. Reunirán en un lugar a todos los que ayudaron al pecado. Y el Altísimo se levantará en ese día de juicio para ejecutar un gran juicio sobre todos los pecadores”.49

1.600 estadios. Un estadio era una distancia de unos 180 m (600 pies). No se ha ofrecido una explicación satisfactoria para el significado simbólico de este número. La idea erudita más común sostiene que los 1.600 estadios (300 km o unas 184 millas) corresponden aproximadamente a la longitud de Palestina de norte a sur.50 Palestina representaría así a toda la tierra que sería un campo de batalla completamente cubierto con sangre. Otro concepto se basa en el significado simbólico del número cuatro. Cuatro es el número de la tierra (cuatro ángulos de la tierra [Apoc. 7:1; 20:8], los cuatro vientos de la tierra [Mat. 24:31], y los cuatro confines de la tierra [Isa. 11:12]). El significado simbólico de 1.600 se encuentra así en la multiplicación de cuatro por cuatrocientos. Mil seiscientos estadios denotaría el panorama global y la importancia de la ejecución de la ira divina. Tal vez la mejor explicación la ofrece el Comentario Bíblico Adventista: “El pensamiento principal es que los enemigos de la iglesia de Dios serán finalmente completamente vencidos; por lo tanto, la iglesia puede pensar en que quedará plena y completamente liberada de todos sus enemigos, y que triunfará gozosamente en el reino de Dios”.51

Exposición

La proclamación del evangelio eterno en el tiempo del fin ha dividido a la gente del mundo entero en dos bandos: los que han respondido al evangelio y adoran al verdadero Dios en medio de la oposición y la presión, y los que lo han rechazado y se pusieron del lado de la trinidad satánica y adoran a la bestia y a Satanás. La historia de este mundo está a punto de concluir con la venida de Cristo y el juicio final, en el que todos recibirán “según sea su obra” (Apoc. 22:12). Antes de eso, ocurrirá una gran reunión del pueblo de Dios para su reino, y los impíos para el derramamiento de la ira de Dios, que Juan describe en términos de dos cosechas que eran familiares para el pensamiento judío.

14:14–16 Juan ahora ve una nube blanca, y sobre la nube uno sentado como un hijo de hombre. Esto recuerda la visión en la que Daniel vio a “uno como un hijo de hombre” que venía con las nubes del cielo, que luego recibió el reino y el dominio universal y eterno del Anciano de Días (Dan. 7:13–14). Sin embargo, es más probable que Juan pensaba en la predicción de Jesús acerca de la señal del “Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria” (Mat. 24:30). “Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mat. 26:64). En el prólogo de su libro, Juan anunció: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verás” (Apoc. 1:7). Estas referencias sugieren que el que es semejante a un hijo de hombre sentado sobre la “nube blanca” es Cristo, a punto de venir victoriosamente con el propósito de traer juicio sobre la tierra. Se lo presenta llevando una corona de oro sobre su cabeza. Esta corona es una guirnalda, una corona de victoria. Lleva en su mano una hoz aguda, una herramienta para cosechar, y está preparado para segar la tierra. La proclamación del evangelio se ha completado, y es tiempo de segar la cosecha de la tierra, porque “cuando el grano está maduro, enseguida envía la hoz, porque la siega ha llegado” (Mar. 4:29; traducción del autor).

Luego, Juan ve un ángel que sale del templo, una referencia al Lugar Santísimo del templo celestial (cf. Apoc. 11:19). Esto significa que el ángel sale de la misma presencia de Dios con un mensaje de Dios mismo. Anuncia que llegó el tiempo de la cosecha. Llama a Cristo: Mete tu hoz aguda y siega, porque la hora de la siega ha venido, porque la cosecha de la tierra está madura. Una orden similar se halla en la profecía de Joel, de juicio contra las naciones: “Echad la hoz, porque la mies está madura” (Joel 3:13). En respuesta al llamado del ángel, Cristo arroja la hoz a la tierra y la tierra fue segada.

Jesús hizo claro que la cosecha viene al fin de la historia de la tierra (Mat. 13:39) y antes de la Segunda Venida. La cosecha señala la conclusión de la proclamación del evangelio. Los pecados de los seres humanos han alcanzado su medida plena. Cada persona se ha puesto del lado de Dios, o del triunvirato satánico. El sellamiento del pueblo de Dios se ha completado, y el tiempo de prueba está cerrado para los que persistentemente se opusieron al mensaje del evangelio y lo rechazaron. El destino de cada ser humano está decidido. “Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos” (Jer. 8:20). Ahora es el tiempo de la reunión de los redimidos en el reino antes de la ejecución de la ira de Dios presentada simbólicamente en el derramamiento de las siete últimas plagas sobre los impíos (Mat. 13:38–43). La reunión de los justos ocurre antes que Jesús venga en las nubes con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles, los segadores, para juntar “a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo” (Mar. 13:26–27; Mat. 24:30–31). Este es el significado de las “primicias” mencionadas en Apocalipsis 14:4. Los redimidos son las primicias de la cosecha de granos (cf. Jer. 2:3). Están sellados (cf. Apoc. 7:3–8) y de este modo son diferentes de las naciones incrédulas a punto de ser juzgadas en la siega de las uvas (Apoc. 14:17–20). Los redimidos sellados están bajo la protección especial de la ira de Dios que será derramada sobre los impíos (cf. Apoc. 7:3; 15:1–6). Están listos para experimentar la transformación de sus cuerpos mortales (1 Cor. 15:50–54) y, posteriormente, para ser llevados en el aire para encontrarse con Cristo que viene en gloria (1 Tes. 4:17).

14:17–20 A la cosecha de granos del pueblo de Dios le sigue la ejecución de la ira de Dios sobre los impíos, presentada en términos de pisar las uvas en el lagar. Juan toma las imágenes de dos cosechas diferentes de la profecía de Joel, donde la directiva “Echad la hoz, porque la mies está ya madura” es seguida por “Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos” (Joel 3:13). Aquí en el Apocalipsis, a la cosecha de granos sigue el pisar la vendimia en el lagar. Esto figuradamente connota la reunión del pueblo de Dios para el reino, y la ejecución de la ira de Dios sobre los que están del lado de la trinidad satánica.

Juan ve a otro ángel que sale del templo que está en el cielo, teniendo él mismo una hoz aguda. Este ángel viene de la misma presencia de Dios como el anterior. Luego, Juan ve a otro ángel que sale del altar, el que tenía autoridad sobre el fuego. La identificación de este ángel es bien curiosa. Primero de todo, el que salga del altar lo vincula con el ángel mencionado en Apocalipsis 8:3–5 que está junto al altar y ofrece las oraciones de los santos delante del trono de Dios. Estas oraciones fueron la súplica perenne de la gente de Dios que está oprimida a través de la historia pidiendo liberación y justicia para sus opresores y los enemigos del evangelio (Apoc. 6:9–11). Este ángel se identifica adicionalmente porque tiene “autoridad sobre el fuego”, señalando a la escena de Apocalipsis 8:5 donde el ángel llena el incensario con fuego del altar y lo arroja a la tierra; a esto siguen los fenómenos de “truenos y voces y relámpagos y un terremoto” al anunciarse el juicio divino inminente.

Esto sugiere, entonces, que el altar del cual viene el ángel en Apocalipsis 14:18 es el mismo altar mencionado en la escena de la apertura del quinto sello desde debajo del cual ha ascendido ante Dios el perenne clamor por juicio y liberación que dan los santos martirizados. Apocalipsis 14 muestra que el evangelio se ha proclamado, y el mensaje final de advertencia de Dios se ha dado a los habitantes de la tierra. Los pecados de los opresores del pueblo de Dios han llegado a su medida plena. El pueblo de Dios está sellado y completado. Con la cosecha de los justos, cesa el tiempo de prueba para los impíos. La gracia ya no está disponible, y no hay oportunidad para el arrepentimiento. Ha llegado el tiempo en que Dios cumpla su promesa dada a los santos bajo el altar (Apoc. 6:11) y tratar con los adversarios del evangelio y los opresores de su pueblo fiel.

Con urgencia especial, el ángel que sale del altar entrega la orden divina al ángel con la hoz para que comience la cosecha de los impíos: Mete tu hoz aguda y recoge los racimos del viñedo de la tierra, porque sus uvas están maduras. Sin demora, el ángel arrojó su hoz y recogió la vendimia de la tierra y la arrojó al gran lagar de la ira de Dios. El arrojar las uvas al lagar de la ira de Dios y el pisarlas se tomó de Isaías 63:1–6. Juan usa el concepto judío bien conocido para describir la severidad del juicio divino que se ejecutará sobre los impíos. Este juicio se describe en la presentación simbólica del derramamiento de las siete últimas plagas en las que “la ira de Dios se completó” (Apoc. 15:1).

El lagar lleno con la vendimia es ahora pisado fuera de la ciudad. Esta ciudad es una referencia a la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, en la cual nada inmundo puede entrar (Apoc. 21:27). Aquí vemos el cumplimiento de la profecía de Joel que nota que las naciones enemigas de Israel serán reunidas en “el valle de Josafat, y allí entraré en juicio con ellas a causa de mi pueblo, y de Israel, mi heredad, a quien ellas esparcieron entre las naciones.… Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid, descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha es la maldad de ellos” (Joel 3:2–3, 13).

Así como los enemigos de Israel habían de ser juzgados en el valle de Josafat que estaba fuera de la ciudad de Jerusalén, así los enemigos del pueblo de Dios del tiempo del fin han de experimentar el derramamiento de la ira de Dios fuera de la santa ciudad.

Como resultado de haber pisado la vendimia, se ve salir sangre del lagar. La sangre sube hasta “los frenos de los caballos” y se extiende por 1.600 estados. Esta distancia se expresa en forma hiperbólica para enfatizar la severidad de la ejecución de la ira de Dios.52 Es mundial en su amplitud y se extiende a toda la gente de la tierra que se encuentra fuera del paraguas de la protección de Dios. La tierra entera parece un campo de batalla cuando las siete postreras plagas se derraman sobre los impíos (cf. Apoc. 19:17–19). El lenguaje grotesco empleado en la presentación del derramamiento de la ira de Dios en las siete últimas plagas está hecho a propósito, junto con otras escenas en Apocalipsis 14, para advertir a los lectores de la seriedad de su decisión de responder a la advertencia del evangelio proclamado por los tres ángeles. La única vía de escape de la suerte reservada para el triunvirato satánico y sus adoradores es elegir servir al verdadero Dios y adorarlo.

Una vez más, el propósito de este cuadro impresionante es expulsar el temor de la amenaza de la bestia y del falso profeta con un “temor mayor”.53 Viene el día cuando la misericordia ya no estará disponible. Cristo vendrá “con un manto sumergido en sangre”·(Apoc. 19:13) acompañado por los ejércitos celestiales. Él pisará “el lagar del vino del furor y de la ira de Dios el Todopoderoso. Y él tiene sobre su manto y sobre sus muslos un nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Apoc. 19:15–16; cf. Isa. 63:1–6).


Retrospección Sobre Apocalipsis 14

Apocalipsis 14 deja claro que antes de que venga el fin y se ejecuten los juicios de Dios, los habitantes de la tierra presenciarán una proclamación final del evangelio eterno que será gloriosa y cubrirá toda la tierra. Su efectividad será similar a la proclamación de Elías sobre el Monte Carmelo cuando muchos de los apóstatas en Israel fueron conminados a elegir al verdadero Dios y a obedecerlo y adorarlo. El profeta Malaquías profetizó que Dios enviaría al “profeta Elías, antes que venga el día de YHWH, grande y terrible” (Mal. 4:5). La proclamación de la advertencia final del evangelio al mundo se caracterizará por la misma apelación que marcó la predicación de Elías: “Si YHWH es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él” (1 Rey. 18:21).

La poderosa proclamación de la advertencia del evangelio traerá “una maduración global” de modo que toda la tierra estará lista para la siega.54 En la cosecha, los que están representados por el trigo reciben la recompensa gloriosa, pero los que están representados por las uvas experimentarán la ira de Dios (cf. Apoc. 11:18).

Apocalipsis 14 es de importancia especial para el pueblo fiel de Dios que vive en los días finales de la historia de la tierra. Antes que venga el fin y se cierre el tiempo de gracia, el pueblo de Dios recibe la comisión de proclamar el evangelio eterno. Es el mismo evangelio que Pablo y la iglesia primitiva predicó acerca de Jesucristo, el que murió, resucitó y está sentado en el trono celestial a la diestra del Padre, trayendo la historia de este mundo a su fin. Él ha prometido estar siempre con su pueblo, “hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20). Él viene pronto. Por lo tanto, una fuerte apelación implora a la iglesia de hoy a ensalzar a Cristo como el primero y el último al proclamar el mensaje final de advertencia al mundo.

Apocalipsis 14:6–12 es de importancia crucial para la iglesia de Jesucristo en el tiempo del fin. Presenta el programa de la iglesia, su mensaje y su destino. Mientras insta a la iglesia a predicar el evangelio eterno (cf. Mat. 28:19–20), muestra claramente que en último análisis, es realmente Dios quien trajo la proclamación del evangelio a su conclusión.55 El hecho de que los ángeles del cielo, más bien que los seres humanos, se mencionan como los que proclaman a los habitantes de la tierra, sugiere con fuerza que la proclamación final del evangelio eterno se completará principalmente por acción divina antes que por esfuerzo humano. Cuando Jesús declaró que “será predicado este evangelio del reino en todo el mundo” (Mat. 24:14), usó para expresarlo la forma pasiva (“será predicado”) más bien que la forma activa (“vosotros predicaréis”). La forma pasiva aquí actúa como el pasivo divino hebreo, sugiriendo la acción divina. La proclamación final del evangelio eterno será completada no por sabiduría, esfuerzos, habilidades y métodos humanos, sino por medio de las actividades especiales del Espíritu Santo. Nuestra principal tarea es “exaltar a Cristo y su cruz como las buenas nuevas de gracia y perdón”. Entonces presenciaremos la terminación de la predicación del evangelio eterno y luego “lo veremos venir en las nubes del Cielo para acabar con el pecado y la muerte”.56