Apocalipsis 12 inicia la tercera y última sección principal del libro del Apocalipsis: una revelación del contenido del librito (Apoc. 10). Los capítulos 12–13 establecen el escenario para la gran culminación de la historia de la tierra; presenta los actores que desempeñarán los roles principales de la batalla final. La estructura quiástica demuestra que estos capítulos forman la porción central del libro. El capítulo 12 consiste en tres escenas: el nacimiento del niño (12:1–6); la expulsión de Satanás del cielo, que actúa como una especie de interludio (12:7–12); y la persecución que hizo el dragón de la mujer y del niño (12:13–17).
La Mujer, El Niño Y El Dragón (12:1–6)
Juan está otra vez en el Espíritu en una nueva visión. Antes de describir la batalla final entre Dios y su pueblo fiel contra Satanás y sus seguidores, él explica la causa que está a la base de la hostilidad que está por inundar al pueblo remanente fiel del tiempo del fin (cf. 12:17). Las imágenes usadas aquí en la escena son completamente diferentes de las que aparecen en la primera mitad del libro.
1Y se vio una gran señal en el cielo: una mujer vestida con el sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas, 2y ella estaba embarazada y clamaba con los dolores del parto y estaba atormentada para dar a luz. 3Y otra señal se vio en el cielo, y he aquí, un gran dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos y sobre sus cabezas siete coronas. 4Y su cola arrastró el tercio de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba por dar a luz, de modo que cuando diera a luz a su hijo él pudiera devorarlo. 5Y ella dio a luz a un hijo, un niño varón, que está por apacentar a todas las naciones con la vara de hierro; y su niño fue arrebatado para Dios y para su trono. 6Y la mujer huyó al desierto, donde Dios le preparó un lugar, de modo que pudieran alimentarla por 1.260 días.
Notas
12:1 Una gran señal. La palabra griega sēméion (“señal” o “marca” y “milagro”) se usa en el evangelio de Juan con referencia a los milagros de Jesús. Se usa siete veces en el Apocalipsis; se refiere cuatro veces a los milagros realizados por las aliadas de Satanás para engañar al mundo en el tiempo del fin (Apoc. 13:13–14; 16:14; 19:20). Aquí y en 12:3 y 15:1, sin embargo, la palabra parece significar una escena visual sorprendente que capta la atención de uno.
Una mujer. Algunos comentadores (principalmente católico-romanos) alegan que la mujer de Apocalipsis 12:1 es María, la madre de Jesús. Este camino de interpretación deja de reconocer la naturaleza simbólica del libro del Apocalipsis. Lo que ocurre en el resto del capítulo es contario a lo que pudo haberse dicho acerca de María (especialmente si se considera la interpretación literal). Como nota G. K. Beale, “la mujer es perseguida, huye al desierto” donde es alimentada durante 1.260 días, y “tiene otros hijos, que se describen como cristianos fieles”.1 Sin embargo, una mujer a menudo se usa como símbolo del pueblo de Dios tanto en el Antiguo Testamento (Isa. 54:5–6; Jer. 3:20; Eze. 16:8–14; Ose. 1–3; Amós 5:2) como en el Nuevo (2 Cor. 11:2; Efe. 5:25–32). Además, la figura de Israel como una mujer en parto aparece a menudo en el Antiguo Testamento (p. ej., Isa. 26:17–18; 66:7–9; Jer. 4:31; Miq. 4:10). J. Massyngberde Ford observa: “Aunque la mujer puede ser un individuo, un estudio del trasfondo del AT sugiere que ella es una figura colectiva, como los dos testigos. En el AT la imagen de una mujer es un símbolo clásico de Sión, Jerusalén e Israel”.2 El símbolo de una mujer pura y fiel representa en forma consistente al pueblo de Dios, fiel a él, en otras partes del Apocalipsis (Apoc. 19:7–8; 22:17), mientras que una prostituta simboliza a los apóstatas e infieles (Apoc. 17–18). Esta evidencia sugiere que la mujer notable de Apocalipsis 12 simboliza al pueblo de Dios; y esta interpretación cabe en el contexto de toda la escena de Apocalipsis 12 (cg. Apoc. 12:17).
Corona de doce estrellas. La corona en la cabeza de la mujer en Apocalipsis 12 es stéfanos,guirnalda o corona de victoria (ver Notas sobre Apoc. 2:10) prometida repetidamente al pueblo fiel y victorioso en Apocalipsis (2:10; 3:11).
12:2 Clamaba. La palabra griega krázō no se limita a la asociación con los partos comunes. En la traducción griega del Antiguo Testamento (la Septuaginta) a menudo se usa para gritar a Dios (cf. Sal. 22:5; 34:6; 107:6, 13). La frase en el Apocalipsis se usa con referencia al clamor de los mártires a Dios pidiendo vindicación (Apoc. 6:10).
Estaba atormentada. El griego basanízō significa “atormentar”. La palabra nunca se usa en la Biblia o la literatura griega “con referencia a una mujer que sufre dolores de parto”.3 En el Nuevo Testamento, basanízō se usa normalmente con referencia al sufrimiento por castigos, pruebas o persecuciones (Mat. 8:6, 29; 14:24; Mar. 5:7; 6:48; Luc. 8:28; 2 Ped. 2:8). En el Apocalipsis se usa solo para el tormento infligido por los poderes demoníacos (9:5) o por Dios (11:10; 14:10; 20:10).
12:3 Un gran dragón rojo. La palabra “dragón” (gr. drákon) se refiere a las figuras mitológicas del antiguo Cercano Oriente, tales como los monstruos Leviatán y Rahab. En el Antiguo Testamento, estos dos monstruos marinos se usan metafóricamente con referencia a los malvados poderes enemigos que oprimían a Israel y fueron derrotados y aplastados por Dios. Así, por ejemplo, el faraón del Éxodo se menciona como Leviatán (Sal. 74:14) y Rahab (Sal. 89:10; Isa. 30:7; 51:9–10). Isaías habló del día cuando Dios “castigará[…]al leviatán serpiente veloz” (Isa. 27:1). En Jeremías, Babilonia es igualada con un monstruo devorador (Jer. 51:34). Ezequiel habló del Faraón de Egipto como “el gran dragón que yace en medio de sus ríos” (Eze. 29:3; 32:2). Además, la imagen de un monstruo de siete cabezas era un concepto bien conocido en el antiguo Oriente.4 En Apocalipsis 12:9, el dragón se identifica como “la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás, el que engaña a todo el mundo”. Esta es una alusión al informe de la tentación en Génesis 3, donde, al engañar a la primera pareja humana, la serpiente trajo el pecado a la tierra. Juan presenta la figura del archienemigo de Dios y su pueblo contra el telón de fondo del Antiguo Testamento. Sobre el significado del rojo como el color de la opresión y el derramamiento de sangre, ver Notas sobre Apocalipsis 6:4.
Siete coronas. Las siete coronas sobre las cabezas de los dragones son coronas reales (gr. diádema, “diademas”). Ver además Notas sobre Apocalipsis 2:10.
12:4 Cola. Ver Notas sobre Apocalipsis 9:10.
Las estrellas del cielo. Las estrellas en la tradición judía representaban seres divinos, que por causa de su rebelión contra Dios llegaron a ser demoníacos y malvados. Ver Notas sobre Apocalipsis 8:10.
12:6 1.260 días. El paralelo entre Apocalipsis 12:6 y 14, proporciona una evidencia sólida de que las dos designaciones de tiempo, “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” y “1.260 días” se refieren al mismo período, en el que el dragón persigue a la mujer (ver Notas sobre Apoc. 12:14). Este período de la mujer en el desierto corresponde a los cuarenta y dos meses en que los gentiles pisotean la santa ciudad (Apoc. 11:2) y a los 1.260 días asignados a los dos testigos que profetizan en cilicio (Apoc. 11:3–6). Mientras en el Apocalipsis los cuarenta y dos meses se asignan a los poderes opresivos contra Dios (cf. 11:2; 13:5), los 1.260 días es el período usado con referencia al pueblo de Dios (cf. 11:3; 12:6). Parece que estas designaciones de tiempo en el Apocalipsis tiene una importancia cualitativa además de la cuantitativa. Los adventistas del séptimo día han considerado el año 538 d.C. como el año cuando la iglesia se estableció como un poder eclesiástico, para señalar el comienzo de este período profético, y 1798 como el año de su conclusión. Sobre el significado e importancia del período, ver además Notas sobre Apocalipsis 11:2.
Exposición
12:1–2 Juan ve una gran señal en el cielo. La referencia a la señal como “grande” indica que Juan ve algo especial y notable. Esta señal es una mujer vestida con el sol, y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. La palabra “señal” que se usa aquí para la mujer sugiere que esta no es una mujer literal, sino que ella es un símbolo.5 Este símbolo era muy familiar para los lectores del Apocalipsis en los días de Juan, porque el Antiguo Testamento describe al pueblo del pacto de Israel como la esposa de Dios. Del mismo modo, el Nuevo Testamento se refiere a los seguidores de Cristo en términos de la esposa o novia de Cristo. Isaías habló con respecto a Israel: “Porque tu marido es tu Hacedor; YHWH de los ejércitos es su nombre” (Isa. 54:5). Pablo llama a la “Jerusalén de arriba” la “madre” del pueblo de Dios sobre la tierra (Gál. 4:26).
La asociación de la mujer en Apocalipsis 12:1 con el sol, la luna y las doce estrellas es una fuerte alusión al sueño de José en el que el sol, la luna y once estrellas (siendo José, evidentemente, el duodécimo) representaron a Jacob, su esposa y sus hijos como los patriarcas de las doce tribus de Israel que descendieron de ellos (Gén. 37:9–10). La presentación de la mujer evoca la descripción de la novia de Salomón, quien era “hermosa como la luna, esclarecida como el sol” (Cant. 6:10). Isaías habla de Dios: “Me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia” (Isa. 61:10). La corona en la cabeza de la mujer que Juan ve, es la guirnalda o corona de victoria (gr. stéfanos) prometida repetidamente al fiel pueblo de Dios en el libro del Apocalipsis (2:10; 3:11).
En este sentido debería entenderse la descripción de la mujer de Apocalipsis 12. El brillo de su apariencia viene de la luz de la gloria del evangelio (cf. 2 Cor. 4:6; Apoc. 1:16), mientras ella está de pie en la revelación del Antiguo Testamento que reflejaba la luz del evangelio.6 La corona con doce estrella significa que las doce tribus de Israel y los doce apóstoles, indican la continuidad entre el pueblo de Dios del Antiguo Testamento y la iglesia cristiana. La mujer notable en Apocalipsis 12:1 simboliza al pueblo de Dios tanto del Antiguo como del Nuevo Testamentos, la novia de Cristo (Apoc. 12:17; cf. 19:7–8; 22:17). “Ella aparece en su verdadero carácter glorioso y celestial a pesar de su historia terrenal aparentemente frágil e incierta”.7
Esta mujer notable está embarazada y a punto de dar a luz. Ella clamaba con los dolores del parto y estaba atormentada para dar a luz. Jesús ilustró el dolor de los discípulos sobre su muerte con una mujer en trabajo de parto que “tiene angustia” y “da a luz” (Juan 16:21–22). La metáfora de Israel como una mujer con dolor por dar a luz aparece con frecuencia en el Antiguo Testamento (p. ej., Isa. 66:7–9; Jer. 4:31; Miq. 4:10). El lenguaje que usa Juan al describir los dolores del parto en Apocalipsis 12 es un eco de Isaías 26:17–18:
Como la mujer encinta cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, oh YHWH. Concebimos, tuvimos dolores de parto, dimos a luz viento; ninguna liberación hicimos en la tierra ni cayeron [nacieron, NVI] los moradores del mundo.
La mujer celestial de Apocalipsis 12 aparentemente representa al Israel del Antiguo Testamento con sus doce tribus que trajeron a la existencia al Mesías. Así como una mujer experimenta dolores al alumbrar al hijo, así le pasó a Israel al prepararse para la venida del Descendiente prometido. Como indica Apocalipsis 12:4, la intensidad del dolor de la mujer es causada por ser atormentada por el dragón en preparación para el nacimiento del hijo: “Y el dragón se paró delante de la mujer que estaba por dar a luz, de modo que cuando diera a luz a su hijo él pudiera devorarlo”. Atormentar a la mujer era evidentemente parte del plan de Satanás para destruir al pueblo del pacto e impedir el nacimiento del descendiente de la mujer (Gén. 3:15).8 Esta es la forma en que debe entenderse el “tormento” de la mujer, porque los griegos nunca usaron la palabra “tormento” que se usa aquí, “con referencia a una mujer sufriendo dolores de parto”.9
Isaías 26:18 declara que los del antiguo Israel no pudieron hacer ninguna “liberación[…]en la tierra”; eso fue logrado solo por Jesucristo.10 Lo que encontramos en Apocalipsis 12 es la transición de Israel como pueblo de Dios de la antigua dispensación, a la iglesia cristiana como pueblo de Dios de la nueva dispensación. Apocalipsis 12:13–17 indica que así como la mujer, Israel a menudo experimentó tormentos mientras se preparaba para la venida del Mesías, ahora la iglesia es atormentada en preparación para la venida de Cristo.
12:3–5 Juan ahora describe el segundo personaje del drama, es decir, el atormentador de la mujer. Él ve otra señal en el cielo; esta señal está evidentemente relacionada con la primera en Apocalipsis 12:1. Esta señal es un gran dragón rojo. De acuerdo con Apocalipsis 12:9, el dragón representa a Satanás, cuya apariencia atemorizadora Juan la describe en términos de los personajes mitológicos antiguos, que en el Antiguo Testamento se usan como símbolos de los poderes del mal que oprimen al pueblo del pacto de Dios. Rojo es el color de la opresión y el derramamiento de sangre (cf. Apoc. 6:3–4; 2 Rey. 3:22–23; Apoc. 17:3–6), y denota el carácter opresivo de Satanás en contra de la iglesia.
El dragón se describe como que tiene siete cabezas y diez cuernos y sobre sus cabezas siete coronas. Sobre la base de Apocalipsis 17:9–11, como sugiere William G. Johnsson, las siete cabezas del dragón “representan reinos mediante los cuales Satanás ha obrado para oprimir al pueblo de Dios a través de los siglos”11 con la intención de impedir la venida del descendiente de la mujer. Los cuernos son un símbolo de poderes políticos (cf. Apoc. 17:12). Los diez cuernos de la bestia del mar son los diez cuernos de la cuarta bestia de Daniel, donde simbolizan los reinos que siguen después de la división del Imperio Romano en diez partes (Dan. 7:7, 23–24; cf. Apoc. 17:12). Las siete coronas sobre las cabezas del dragón sugieren la falsa pretensión de Satanás de tener toda autoridad y poder en oposición al verdadero “Rey de reyes y Señor de señores” que tiene “muchas coronas” (cf. Apoc. 19:12–16). El dragón simboliza principalmente a Satanás que actúa detrás del poder de la Roma pagana, intentando destruir a Cristo y, posteriormente, a sus seguidores. Los diez cuernos del dragón sugieren que la obra de Satanás contra la iglesia seguirá en una medida importante a través del período de la división del Imperio Romano.
La cola del dragón arrastró el tercio de las estrellas del cielo y las arrojó a la tierra. Esto nos recuerda Daniel 8:10 donde se dice que el enemigo de Dios y de su pueblo “se engrandeció hasta el ejército del cielo; y parte del ejército y de las estrellas echó por tierra, y las pisoteó”. Las estrellas en el Apocalipsis simbolizan ángeles (Apoc. 1:20). Además, Apocalipsis 12:7–9 deja claro que aquellas “estrellas del cielo” que el dragón arrastró con su cola son los ángeles caídos que se unieron a Satanás en su rebelión contra Dios, y que fueron “arrojados con él” a la tierra (12:9). En la escena de la quinta trompeta, Satanás está detrás de las langostas demoníacas que atormentan a la gente con los aguijones de sus colas (cf. Apoc. 9:1–11). Podemos ver que la cola es un símbolo de engaño por medio de la persuasión que Satanás usó para descarriar a otros para que se rebelaran contra Dios y lo siguieran a él. (cf. Apoc. 12:9). Juan presenta a Satanás aquí en su rol seductor con el cual se presenta a través del resto del libro del Apocalipsis (13:13–14; 18:13–16; 20:7–10).
Luego, Juan ve que el dragón se paró delante de la mujer que estaba por dar a luz, de modo que cuando diera a luz a su hijo él pudiera devorarlo. Que el dragón esté parado (“la serpiente antigua” en 12:9) delante de la mujer se refiere a la gran hostilidad de la serpiente hacia la mujer, y la enemistad entre la simiente de la serpiente y la simiente de la mujer, como se anunció en Génesis 3:15. Apocalipsis 12:5 presenta a Satanás hiriendo el talón de Cristo. El esfuerzo principal de Satanás de destruir a Cristo en el momento en que nació, siguió hasta el fin del ministerio de Jesús.
El niño finalmente nació. Juan no deja dudas en sus lectores de que este hijo no es otro sino el Mesías prometido, Jesucristo. Él es ha de apacentar a todas las naciones con la vara de hierro. Juan alude aquí al Salmo 2:7–9, que es un salmo real, donde el rey davídico es el ungido a quien Dios le habla: “Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines del mundo. Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás”.
Apocalipsis 12:5 también es un eco de la profecía de Miqueas, acerca del “Señor en Israel” que nacería en Belén: “Sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad. Pero los dejará hasta el tiempo que dé a luz la que ha de dar a luz… Y él estará, y apacentará con poder de YHWH, con grandeza del nombre de YHWH su Dios” (Miq. 5:2–4).
Ahora, el verdadero rey davídico nació, y en él todas las promesas con referencia al rey davídico han encontrado su cumplimiento definido (cf. Apoc. 5:5). Apocalipsis 19:15–16 lo presentan en su rol de “Rey de reyes y Señor de señores” para apacentar las naciones con vara de hierro.
Sin ninguna referencia a su vida y muerte, Juan describe a Cristo como siendo arrebatado para Dios y para su trono, donde su gobierno comienza en los lugares celestiales. Esta omisión de la vida terrenal de Jesús puede ser explicada, como sugiere William Barclay, sobre la base del hecho de que, en todo el libro, “el interés de Juan no está en el Jesús humano sino en el Cristo exaltado, que es capaz de rescatar a su pueblo en el tiempo de su angustia”.12 Después de su ascensión la iglesia afronta los ataques de la ira de Satanás. Este derrame de la ira de Satanás contra la iglesia es el tema de 12:6 y 13–17.
12:6 (y vers. 14) Después de la ascensión de Cristo al cielo, la iglesia sufre un severo ataque de Satanás. La mujer huye al desierto, donde es alimentada durante 1.260 días. El desierto es donde Dios le preparó un lugar para la mujer. La escena es similar al escape de Israel del Faraón y de los egipcios (Éxo. 13:17–16:21) al desierto donde Dios cuidó de Israel y le proveyó con el maná como alimento para sustentarse. Robert H. Mounce explica: “Para el pueblo judío el desierto hablaba de provisión divina y compañerismo íntimo”.13 Como un modelo de la experiencia de Israel en el desierto, Juan describe al pueblo de Dios como cuidado y alimentado espiritualmente por Dios durante el tiempo de sus dificultades en su peregrinación y la severa opresión que experimentan en el mundo. El cuidado de Dios por la mujer en el desierto tiene, evidentemente, la intención de asegurar “a los cristianos sufrientes que no importa cuán duras sean las pruebas que sean llamados a soportar, Dios está vigilando a su iglesia y la sostendrá”.14
El período de “1.260 días” de la mujer en el desierto corresponde al período en que los dos testigos profetizaron en cilicio (Apoc. 11:3–6). El paralelo entre Apocalipsis 12:6 y 14 muestra que los “1.260 días” es el mismo que “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” de Apocalipsis 12:14. Esto vincula Apocalipsis 12 con la profecía de Daniel, donde “un tiempo, y tiempos, y la mitad de un tiempo” es el período de las actividades del cuerno pequeño (7:24–25; 12:7). Parece claro que al describir a la mujer en el desierto, Juan señala la opresión del pueblo de Dios por el poder perseguidor del cuerno pequeño de la profecía de Daniel durante el gobierno eclesiástico autoritario de la Edad Media. Además, el tiempo asignado a la nación, o sea a los gentiles, para pisotear la ciudad santa es de cuarenta y dos meses (Apoc. 11:2), que es la designación del tiempo usada con referencia al dominio de la bestia del mar sobre la tierra en Apocalipsis 13:5–8. Parece que todas estas asignaciones de tiempo se refieren a uno y el mismo período. Por un lado, es el tiempo del dominio del mal con la opresión y la persecución del pueblo de Dios. Por otro lado, el pueblo de Dios, aunque desterrado al desierto, vestido de cilicio, oprimido y perseguido, sobrevive bajo la protección de Dios siendo fieles testigos de Cristo y del evangelio.
Todos estos períodos de tiempo designan tres años y medio. Como ya vimos antes (con referencia al tiempo que las naciones pisotean la ciudad santa y la actividad profética de los dos testigos en Apoc. 11), parece que estos tres años y medio no tienen la intención de ser un período literal. Se refieren más bien a un período específico de aproximadamente mil doscientos años de gobierno eclesiástico opresivo medieval, (generalmente fechado entre 538 y 1798 d. C.), durante el cual el fiel pueblo de Dios, pocos en número, experimentaron dificultades intensas y sufrimiento por causa de su fidelidad a Cristo. Sin embargo, este período no se extiende hasta la Segunda Venida, porque después de los 1.260 días Satanás se concentra en los descendientes de la mujer.15
La importancia teológica de estas designaciones de tiempo parece ser el foco principal de Juan en el texto. Según el evangelio de Juan, los tres años y medio es el período del ministerio terrenal de Jesús, caracterizado por el rechazo y la humillación de parte de los que él vino a salvar. En otras palabras, lo que experimentaron los seguidores de Cristo en el mundo es esencialmente lo que Jesús mismo experimentó “vestido de cilicio” durante su vida como fiel testigo. Él dejó claro a sus seguidores que “si a mí me han perseguido, también a vosotros perseguirán” (Juan 15:20). “El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mat. 10:38).
La Guerra En El Cielo (12:7–12)
Apocalipsis 12:7–12 es una especie de interludio que interrumpe la descripción adicional de la persecución que hace el dragón a la mujer. Está ubicado entre el informe de la ascensión de Cristo al cielo y el escape de la mujer al desierto, y la posterior descripción del ataque de Satanás a la iglesia. Su propósito es proporcionar alguna información específica sobre las actividades del dragón y su hostilidad contra la mujer y sus descendientes.
7Y hubo guerra en el cielo; Miguel y sus ángeles tuvieron que pelear contra el dragón. Y el dragón y sus ángeles pelearon a su vez, 8y no fue suficientemente fuerte, ni se encontró un lugar para ellos ya en el cielo. 9Y el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama el diablo y Satanás, el que engaña a todo el mundo, fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él. 10Y oí una fuerte voz en el cielo que decía:
“Ahora la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo ha venido, porque el acusador de nuestros hermanos ha sido derribado, el que los acusa delante de nuestro Dios día y noche.
11Y ellos le vencieron por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio [de ellos], y no amaron sus vidas hasta el punto de la muerte.
12Por esta razón regocijaos, cielos y los que moráis en ellos; ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha descendido a vosotros teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo”.
Notas
12:7 Miguel. Miguel (heb. mika‘ēl“¿Quién es como Dios?”) se menciona cinco veces en la Biblia. En el libro de Daniel es el comandante o “el jefe de los príncipes” de los ángeles que pelearon la batalla contra los príncipes de los reinos de Persia y de Grecia (10:13, 21), que son identificados como Satanás. En Daniel 12:1, Miguel es el “gran príncipe” que protege al pueblo de Dios en los días finales de la historia de la tierra. En Judas 9 él es el “arcángel” y aquí en Apocalipsis 12:7 es el comandante del ejército celestial.16
12:9 La serpiente antigua. Ver Notas sobre Apocalipsis 12:3.
El diablo y Satanás. El griego diábolos significa literalmente “un calumniador”. Esta palabra en el griego se usa generalmente para el hebreo śātān, que significa “satanás” (“adversario”). Esto sugiere que las dos palabras son sinónimas.17 Satanás en el Antiguo Testamento se presenta como el adversario y el acusador del pueblo de Dios en el consejo celestial (Job 1:6–2:6; Zac. 3:1–2) y como el tentador (1 Crón. 21:1). El Antiguo Testamento lo presenta como el ángel de luz que una vez estuvo al servicio de Dios pero que en su orgullo procuró ser más alto que Dios, y por eso fue arrojado del cielo (cf. Isa. 14:12–15; Eze. 28:12–17). En el Nuevo Testamento, Satanás es el maligno, el enemigo de Dios y de su pueblo. Jesús lo llamó “príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11) y “mentiroso y “padre de mentira” (Juan 8:44). En Apocalipsis 12 se lo identifica como el engañador de todo el mundo (12:9; cf. 20:3, 10), y como “el acusador de los hermanos” que “los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” (12:10). En Apocalipsis 13 actúa por medio de dos aliadas, la bestia del mar y la bestia de la tierra, para subvertir a todo el mundo por medio de engaño para que lo adoren a él en lugar de adorar a Dios. Finalmente, Satanás y sus aliadas y asociadas encuentran su fin en el lago de fuego después del milenio (Apoc. 20:7–10).
Derribados. La palabra griega bállō (“echar afuera”, o “derribar”) tiene una denotación judicial: es “un término técnico para excomunión (cf. Juan 9:34–35)” y un castigo judicial (cf. Mat. 3:10; 13:41–42; Juan 15:6; Apoc. 2:10).18 Con respecto al momento en que Satanás fue arrojado del cielo, ha habido tres propuestas. Algunos ven el texto como una descripción del conflicto en el cielo antes del comienzo de la historia del pecado sobre la tierra. Otros lo ven como un telón de fondo o una mirada retrospectiva para explicar la historia continuada del capítulo 12 con el propósito de mostrar que el conflicto sobre la tierra es parte de un drama más amplio que comenzó mucho antes de la creación de la tierra. Sin embargo, la evidencia sugiere firmemente que 12:7–12 describe el evento que sucedió después de la cruz. Más precisamente, 12:10 indica que el evento está relacionado con la entronización de Cristo como se describe en los capítulos 4–5. Con la expulsión de Satanás, ha llegado el reino de Dios y la autoridad de Cristo. Aquí se cumplieron las palabras de Jesús: “Ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Juan 12:31). Después de haber sido echado fuera del cielo, Satanás se dio cuenta de que le quedaba poco tiempo (12:12), algo que no había percibido al comienzo de su rebelión anterior a la creación de la tierra sino más bien después de la cruz. Es especialmente importante que al tiempo en que fue echado afuera, Satanás estaba involucrado en acusar al pueblo de Dios “delante de nuestro Dios día y noche” (12:10). Su actividad de “acusar” y su posterior expulsión, obviamente no podían ocurrir antes de la creación de la tierra sino más bien después de la cruz. El versículo 11 declara enfáticamente que fue “la sangre del Cordero” lo que hizo posible la victoria sobre Satanás. También, después que Satanás fue arrojado del cielo comenzó a perseguir a la mujer durante los 1.260 días de la Edad Media, algo que no es apropiado con ninguna expulsión primordial de Satanás.19 Elena G. de White afirma claramente tal comprensión, mediante esta declaración: “La expulsión del cielo de Satanás como acusador de sus hermanos fue llevada a cabo por la gran obra de Cristo al dar su vida”.20
12:12 Poco tiempo. (óligon kairón éjei) tiene aquí un significado cualitativo más bien que cuantitativo, lo mismo que en 17:10. La frase declara que el tiempo de Satanás es limitado y terminado. Está en contraste con mikrón krónon (“tiempo corto”) que se refiere al juicio inminente sobre Satanás. Ver Notas sobre Apocalipsis 17:10.
Exposición
Apocalipsis 12:7 introduce una nueva escena que pasa de la tierra al cielo. Juan nos dice aquí que la gran enemistad entre el dragón y la mujer forma parte de un drama mayor que es cósmico en su alcance.
12:7–9 Hubo guerra en el cielo. Los participantes en la guerra son Miguel y sus ángeles contra el dragón y sus ángeles. Esta guerra evidentemente sucede después que el niño ha sido arrebatado de la tierra (12:5). El contexto indica que Miguel, el comandante de las huestes celestiales, es Cristo mismo (cf. 12:10–11), mientras Satanás es el anti-Cristo. Apocalipsis 12:3 señala a los ángeles caídos que se unieron a Satanás en su rebelión contra Dios, y que fueron “arrojados con él” a la tierra (12:9). Esto indica que en su rebelión contra Dios, Satanás ganó para sí mismo un gran número de asociados. La batalla que pelearon debe entenderse como verbal en vez de física. Tanto Cristo como Satanás se describen como ocupados en la batalla por la lealtad de los seres celestiales. Sin embargo, como añade el texto, Satanás no fue suficientemente fuerte para luchar contra Cristo. Así, él y sus asociados perdieron su lugar en el cielo y el libre acceso allí. Juan quiere impresionar a sus lectores con el hecho de que Satanás, el poderoso ángel, y las fuerzas demoníacas no son “suficientemente fuertes” en su guerra contra Cristo y sus seguidores fieles.
Luego, Juan proporciona una triple identificación del dragón. Primero, él es la serpiente antigua. Esta es una alusión a Génesis 3, donde por medio de la serpiente Satanás engañó a Adán y Eva, trayendo así el pecado a la tierra. Segundo, su nombre es el diablo y Satanás (que significan “calumniador” y “adversario”, respectivamente), quien es el adversario de Dios y de su pueblo. Jesús se refirió a él como el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31; 14:30; 16:11). Pedro lo llama “vuestro adversario el diablo” (1 Ped. 5:8). Al tentar a Jesús, Satanás afirmó que el dominio sobre la tierra le había sido dado, y que él podía darlo a quien quisiera (Luc. 4:6). En Apocalipsis 12:10 se lo señala como “el acusador de nuestros hermanos”, “el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche”. Esto describe la acusación de Satanás delante de Dios contra Job (Job 1:6–12), así como sus acusaciones contra Josué, el sumo sacerdote (Zac. 3:1–2).
Finalmente, el dragón es identificado como el que engaña a todo el mundo. Su engaño comenzó en el Jardín del Edén (Gén. 3:1–7). Usó cada forma posible para seducir a la gente y desviarlos hacia sus propios propósitos desde entonces (2 Cor. 2:11; 11:3, 14; Efe. 6:11). En el resto del libro del Apocalipsis, Satanás se encuentra detrás de todo engaño producido por los poderes de este mundo a medida que la historia de este mundo se acerca a su fin (Apoc. 13:11–17; 18:2–3; 19:20; 20:10).
Habiendo sido derrotado, Satanás fue arrojado a la tierra junto con los ángeles que se le unieron en su rebelión contra Dios. ¿Cuándo sucedió esto? Apocalipsis 12:10 indica que la guerra entre Cristo y Satanás (vers. 7) ocurrió con respecto a la transferencia de la autoridad y el gobierno a Cristo (el evento descrito en Apocalipsis 4–5). Esto evidentemente no sucedió sin alguna forma de resistencia y oposición de Satanás. Además, Satanás estuvo en abierta rebelión. La frase “lanzar afuera” denota excomunión (cf. Juan 9:34–35) y “castigo judicial” (cf. Mat. 3:10; 13:41–42; Juan 15:6; Apoc. 2:10). Este “arrojar” a Satanás del cielo sugiere su excomunión del concilio celestial. No es su expulsión del cielo cuando se reveló contra Dios al comienzo de la historia del pecado (cf. Isa. 14:15; Eze. 28:16–18). Entre ese momento y la muerte de Cristo en la cruz, Satanás evidentemente todavía tuvo acceso a los lugares celestiales. Lo vemos asistir a la asamblea de los hijos de Dios delante del Señor en los lugares celestiales (cf. Job 1:6–12) y acusando a Josué, el sumo sacerdote, delante de Dios en los atrios celestiales (Zac. 3:1–2).
Pero la situación cambió con la muerte de Cristo en la cruz, donde se aseguró la derrota de Satanás. En la cruz llegó a ser claro al universo entero quién era Dios y cuál era el carácter de su gobierno. Del mismo modo, el carácter de Satanás se reveló en la cruz. Aunque había sido homicida desde el principio (Juan 8:44), en la cruz todo el universo llegó a darse cuenta de su verdadero carácter. Como resultado, Satanás fue excomulgado de los lugares celestiales para siempre; y desde entonces, no se encontró un lugar para él y sus ángeles en el cielo. Algunos otros textos del Nuevo Testamento hablan de la victoria de Cristo sobre las huestes angélicas malignas en la cruz y la posterior entronización (cf. Col. 2:15: 1 Ped. 3:22). Jesús se refirió a la expulsión de Satanás como un acto legal, diciendo que “ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Juan 12:31; cf. Luc. 10:18; Juan 14:30; 16:11). Este ahora se refería a la muerte de Jesús en la cruz. La muerte de Jesús marcó el arrojar afuera a Satanás así como la exaltación de Cristo al trono celestial (cf. Juan 12:32).
Apocalipsis 12:10 arroja más luz sobre este ahora. Indica que en la ascensión de Cristo y su posterior exaltación al trono celestial (cf. Apoc. 5), se estableció “el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo”, y Satanás fue definitivamente expulsado del cielo. La cruz marca el punto decisivo en la historia humana, con significado e importancia cósmica, “cuando el ‘gobierno directo’ de Dios remplaza el abuso de los poderes de Satanás, y la autoridad pasa al Cristo de Dios”.21 Como dice John Sweet: “Cristo está ahora entronizado a la mano derecha de Dios, pero sobre la tierra todavía hay que luchar contra las autoridades usurpadoras” (Apoc. 12:17; 1 Cor. 15:24–26).22
12:10–12 Juan oye todavía otra fuerte voz en el cielo que anunciaba con un canto triunfal la victoria de Dios sobre el gobierno de Satanás y la inauguración del gobierno de Dios en el mundo y la autoridad regia de Cristo. Este himno es uno de los muchos que en el Apocalipsis celebran los poderosos actos de Dios a favor de los seres humanos que cantan la humanidad redimida o los veinticuatro ancianos (cf. Apoc. 5:9–14; 11:11–15; 15:3–4; 19:1–6). Aunque Juan no da la identidad de los cantantes, la expresión “el acusador de nuestros hermanos” sugiere un grupo. Muy probablemente son los veinticuatro ancianos como los representantes de la humanidad redimida en los lugares celestiales.
El himno comienza con el adverbio temporal ahora. La palabra se refiere, primero, al tiempo por mucho tiempo anhelado cuando Satanás, el acusador de nuestros hermanoses expulsado de los lugares celestiales (cf. Juan 12:31); segundo, cuando la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios remplacen el gobierno usurpador y al abuso del poder de Satanás; y tercero, cuando la autoridad pasa al Cristo de Dios, quien, después de su entronización sobre el trono celestial a la derecha de Dios, gobierna en medio de las autoridades usurpadoras aquí sobre la tierra (Apoc. 12:17; 1 Cor. 15:25–28).23 Apocalipsis 12:10 se refiere a la entronización de Cristo después de su muerte y resurrección y su posterior ascenso a los lugares celestiales, que sucedió en Pentecostés (Hech. 2:32–36), como lo describe Apocalipsis 4–5.
Todo aquello que se menciona en el himno—la salvación, la inauguración del gobierno de Cristo sobre el mundo, y el reclamo de la autoridad regia por Cristo—han sido posibles por el arrojar afuera al “acusador de nuestros hermanos”, el que los acusaba delante de nuestro Dios de día y noche. Aquí se muestra la intensidad y el carácter de la actividad de Satanás. Juan nos dijo antes que los cuatro seres vivientes alababan a Dios “día y noche” (Apoc. 4:8). Esto significa que mientras los cuatro seres vivientes, los querubines, están dando alabanzas sin cesar a Dios “día y noche”, Satanás trae sus incesantes acusaciones contra su pueblo “día y noche”. No es extraño que su expulsión de los lugares celestiales evoca tan grande explosión de alabanzas a Dios y a Cristo.
En lugar de derrotar a los seguidores de Cristo acusándolos “delante de nuestro Dios día y noche” (12:10), Satanás sufre su propia derrota. Sus acusaciones rebotan contra él.24 Los seguidores de Cristo le vencieron por la sangre del Cordero y la palabra de su testimonio [de ellos]. En esto reside el secreto de la vida victoriosa para los seguidores de Cristo. Su victoria sobre Satanás se produce por virtud de lo que Cristo realizó en la cruz. La sangre de Cristo produce la victoria. El tema del Apocalipsis no es una batalla (o batallas) militares o algún evento (o eventos) político(s), sino más bien la conquista final del pecado y de Satanás, la conquista dirigida por el Cordero inmolado. En su sangre hay victoria segura. La muerte de Cristo en el Apocalipsis es un evento del pasado así como una realidad presente.
La victoria sobre Satanás es también un resultado del fiel testimonio del pueblo de Dios de Cristo y del evangelio. Su victoria es afirmada además por su lealtad a Cristo, que ellos consideran más importante que sus propias vidas. A pesar de las dificultades y la opresión, han permanecido fieles y leales a él aun hasta el punto de la muerte. Esto recuerda la exhortación de Cristo a sus seguidores en Esmirna: “Permanece fiel hasta el punto de la muerte, y te daré la corona de vida” (Apoc. 2:10). Pablo estaba plenamente convencido de que “ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Rom. 8:38, 39).
Mientras la expulsión de Satanás del cielo despierta gran gozo entre los seres celestiales, es un ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha descendido a vosotros. Como explica A. Yarbro Collins, la victoria de Cristo sobre Satanás es solo parcial; él es “derrotado en el cielo, pero [todavía] reina en la tierra”.25 La tierra y el mar juntos representan la tierra entera. Esto sugiere la universalidad y la dimensión mundial de las actividades de Satanás. Esto llega a ser especialmente importante a la luz del hecho de que en Apocalipsis 13, es del mar y de la tierra (en griego se usa la misma palabra para “tierra”) que provienen las aliadas de Satanás, engañan a la gente para que se rebelen contra Dios. Este “ay de la tierra” es especialmente importante porque Satanás está lleno de grande ira sabiendo que tiene poco tiempo. La primera razón para su ira es su expulsión del cielo. Segunda, el reino de Satanás sobre la tierra ha pasado a Cristo, inaugurando su reino eterno. Obviamente, Satanás es un adversario derrotado. No fue suficientemente fuerte para ganar la batalla contra Cristo en los lugares celestiales. Además, no solo ha sufrido derrota en el cielo, sino también sufre derrotas a manos de los seguidores de Cristo. Está lleno de gran furia e ira. Ahora le presta su atención completa a la tierra.
A menudo sucede en la vida que después que una persona sufrió una humillación y pérdida, derrama sus sentimientos airados contra los que lo rodean que parecen más débiles. Esto es exactamente lo que encontramos aquí en Apocalipsis 12. Satanás está lleno de ira porque sabe que tiene poco tiempo. Se da cuenta de que ha perdido la guerra. La cruz le proporcionó una certeza completa de esa derrota. Ahora derrama su ira completa sobre los seguidores de Cristo que son fieles y leales a él “hasta el punto de la muerte”. Esta es la situación en la que el pueblo fiel de Dios se encuentra mientras se acerca el fin de la historia de la tierra.
Satanás Y La Simiente De La Mujer (12:13–17)
El interludio proveyó la razón de la gran ira de Satanás contra el pueblo de Dios. Satanás se da cuenta de su impotencia al pelear contra Cristo. No habiendo podido vencer a Cristo, dirige toda su atención a los seguidores de Cristo, intentando hacerles daño y destruirlos. Ahora volvemos a la escena de 12:6, la descripción que se repite en los versículos 13–14.
13Y cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. 14Y a la mujer se le dieron dos alas de una gran águila, de modo que pudiera volar al desierto, a su lugar donde es alimentada allí por un tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo, de la presencia de la serpiente. 15Y la serpiente arrojó de su boca agua como un río detrás de la mujer, a fin de inundarla con el agua. 16Y la tierra ayudó a la mujer, y la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había arrojado de su boca. 17Y el dragón se airó con la mujer, y se fue a hacer guerra con los remanentes de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús.
Notas
12:14 Un tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo. Esta designación de tiempo aparece por primera vez en el libro de Daniel (7:25; 12:7). La mayoría de los intérpretes entienden la segunda palabra como un dual (“dos tiempos”); la frase significa entonces, “un año, dos años y medio año”.26 El paralelo entre Apocalipsis 12:6 y 14 muestra que “un tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo” y los “1.260 días” son el mismo período de tiempo.
| APOCALIPSIS 12:6 | APOCALIPSIS 12:14 |
| “Y la mujer huyó al desierto, donde Dios le preparó un lugar, de modo que pudiera alimentarla por 1.260 días”. | “Y a la mujer se le dieron dos alas de una gran águila, de modo que pudiera volar al desierto, a su lugar donde es alimentada allí por un tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo de la presencia de la serpiente”. |
Sobre el simbolismo y datación histórica de este período, ver Notas sobre Apocalipsis 11:2.
12:15 Boca.Sobre el significado de “boca” en el Apocalipsis con referencia a Satanás, ver Notas sobre Apocalipsis 9:19.
Agua como un río. El río como una inundación que procedía de la boca de la serpiente puede representar por lo menos dos cosas. Primera, puede simbolizar los esfuerzos de Satanás de destruir a la iglesia por fuerza física y persecución. Una inundación en el Antiguo Testamento es un símbolo frecuente de naciones malvadas que atacan y persiguen al pueblo de Israel (Sal. 69:1–2). Refiriéndose a sus enemigos, el salmista afirmó que si Dios no hubiera protegido a su pueblo, las aguas lo hubieran abrumado y la veloces aguas habrían pasado sobre sus almas (Sal. 124:2–5). Isaías profetizó que Dios traería “aguas de ríos, impetuosas y muchas” que llegarían hasta Judá (Isa. 8:7–8). Jeremías describe a Egipto como que “se harán torrente; inundarán la tierra y su plenitud” (Jer. 47:2; cf. 46:7–8). En Apocalipsis, el río Éufrates simboliza a los impíos que apoyan a la gran prostituta Babilonia (Apoc. 16:12; 17:15).
El río como inundación proveniente de la boca de la serpiente también puede simbolizar el esfuerzo de Satanás de barrer la iglesia con engaño y falsas enseñanzas.27 En esta línea de interpretación, las aguas de inundación podrían ser el “río de engaño”.28 La referencia aquí a Satanás como la serpiente en vez de cómo el dragón, y su boca, de la cual sale el agua de la inundación, puede ser una alusión a la serpiente en el jardín del Edén (Gén. 3:1–7). Debe notarse que más tarde en el libro, la boca del dragón, de la bestia, y del falso profeta son la fuente de la cual salen los tres espíritus inmundos para reunir al mundo para la batalla del Armagedón (Apoc. 16:13–14). Esto estaría en armonía con la descripción de la actividad de Satanás en Apocalipsis en términos de engañar a todo el mundo en el tiempo del fin (Apoc. 12:9; 13:14; 18:2–3; 19:20; 20:10).
Ambas interpretaciones están basadas en sólidas evidencias bíblicas. Como tales, no son necesariamente excluyentes. Tomadas en conjunto, se refieren a las dos estrategias que Satanás usó durante los simbólicos tres años y medio de la peregrinación de la mujer por el desierto en un intento de dañar y destruir al pueblo de Dios. Estas dos estrategias son la fuerza y la persecución, y el engaño y las falsas enseñanzas.
12:17 Los remanentes. La palabra griega lóipos (usada aquí en la forma plural) significa “remanente”, o “resto”. La palabra pertenece a un grupo de varias palabras hebreas y griegas generalmente traducidas como “remanente” en nuestras versiones. El “remanente” en el Antiguo Testamento se usa comúnmente para un grupo de israelitas que sobrevivieron la guerra, la destrucción u otras calamidades, y que fueron protegidos para continuar como el pueblo elegido de Dios (p. ej., Isa. 10:20–22; 11:11–12, 16; Jer. 23:3; 31:7; Miq. 2:12; Sof. 3:13). El tema recurrente del Antiguo Testamento es que cuando la mayoría de la gente apostataba, un pequeño remanente seguía fiel a Dios (por ejemplo, cuando Dios le recordó a Elías que había siete mil que no habían adorado a Baal; 1 Rey. 19:18). Algunos estudios han notado que el concepto del remanente, en la Biblia, se aplica a tres categorías del pueblo de Dios: el remanente histórico, el remanente fiel dentro del remanente histórico, y el remanente escatológico”.29 En el Apocalipsis, la palabra lóipoi (“los remanentes”) aparece solo tres veces con referencia al pueblo de Dios: “los remanentes” en Tiatira (2:24) y Sardis (3:2), y en 12:17 con referencia al pueblo de Dios del tiempo del fin, “los remanentes” de la descendencia de la mujer.30 El contexto indica que “los remanentes” en 12:17 se refieren claramente al remanente escatológico de los fieles de Dios que pasarán por los últimos eventos de la historia de esta tierra. Se los identifica como los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús (cf. 14:12).
Tienen el testimonio de Jesús. La palabra griega éjō en el Nuevo Testamento significa “poseer” en un sentido de “mantener firme lo que uno posee”.31 Esto indica que el remanente en Apocalipsis 12:17 posee “el testimonio de Jesús”. La expresión “el testimonio de Jesús en griego puede interpretarse ya sea como un objetivo o un genitivo subjetivo. En otras palabras, puede ser comprendido como el testimonio acerca de Jesús (Jesús es, entonces, el objeto del testimonio cristiano), o el testimonio que Cristo mismo da por medio de los que tienen el don de profecía (por ejemplo, por medio del mismo Juan). El contexto del libro favorece este último. En Apocalipsis 1:2, el testimonio de Jesús es “la palabra de Dios” que Jesús comunicó a Juan en una presentación visionaria. Juan testifica del “testimonio de Jesucristo”. Esto sugiere que el contenido del Apocalipsis es el “testimonio” de Cristo que él dio a su iglesia por medio de Juan el profeta (ver Notas sobre Apoc. 1:2).
Apocalipsis 19:10 además define “el testimonio de Jesús” como “el espíritu de la profecía” (cf. Apoc. 22:9). El rol de los profetas en el Nuevo Testamento era dar el testimonio de Jesús a su pueblo. Así, el “testimonio de Jesús” en el Apocalipsis no se refiere al contenido del libro del Apocalipsis, que está claramente identificado en todo el libro como “las palabras de la profecía” (1:3; 22:7, 10, 18–19), que consiste de “todo lo que vio, es decir, la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apoc. 1:2). Tampoco la frase se refiere al testimonio de la iglesia con respecto a Cristo, porque en el libro el testimonio de la iglesia siempre se menciona como “el testimonio” (cf. Apoc. 6:9) o “su testimonio” (11:7; 12:11; ver además Notas sobre Apoc. 6:9). Parece que la expresión “el testimonio de Jesús” se refiere ya sea al “testimonio que dio Jesús mismo” en su propio ministerio mientras estaba en la carne, o a su auto revelación a la iglesia, “mediante la obra del Espíritu Santo por medio de la inspiración a sus siervos los profetas”.32 Los profetas en el Nuevo Testamento son los portadores de la revelación de Cristo. Por causa de su fiel testimonio de “la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (cf. Apoc. 1:2) Juan fue exiliado a Patmos (1:9). Apocalipsis 12:17 indica que la revelación profética no murió con Juan, pues el pueblo del fin del tiempo estará en posesión del don profético (cf. Apoc. 19:10).
Exposición
12:13–14 Las palabras iniciales del texto explican por qué Satanás se llenó de furia contra la iglesia: Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer. La razón principal de esta ira involucra su expulsión del cielo después de la transferencia de la autoridad y gobierno sobre la tierra, de él a Cristo (cf. 12:10). Esto es evidencia adicional de que el expulsar a Satanás del cielo a la tierra ocurrió después de la cruz. Habiendo sufrido la derrota por Cristo, no es extraño que esté lleno de tan grande furia contra los seguidores de Cristo, quienes en Apocalipsis 12:17 se indican como “los remanentes de su descendencia”. El resto del texto esencialmente repite lo que se dijo antes en el versículo 6. Solo se añade un nuevo detalle.
La mujer fue llevada con dos alas de una gran águila al desierto, a su lugar por un periodo de un tiempo y tiempos y la mitad de un tiempo (comúnmente fechado entre 538 y 1798 d. C.). La referencia a las alas de un águila recuerda textos del Antiguo Testamento que dicen que cuando Faraón estaba siguiendo al pueblo de Israel después de que huyeron de Egipto, Dios los llevó sobre “alas de águila” y los llevó a sí mismo (Éxo. 19:4; Deut. 32:11–12). También en la profecía de Isaías, las alas de águila se asocian con el regreso de Israel del Exilio (Isa. 40:31). Así como Dios obró a favor de Israel en el desierto en el tiempo del Éxodo y del Exilio, así en Apocalipsis 12 obra a favor de la mujer/iglesia en el desierto al protegerla y sustentarla para que pueda permanecer fiel. Desde una perspectiva histórica, el fiel pueblo de Dios durante la oscura Edad Media tuvo que esconderse y vivir en lugares aislados a fin de escapar de la persecución del torrente de falsas enseñanzas.
12:15–16 Con el fin de arrastrar a la mujer, la serpiente arrojó de su boca agua como un río detrás de l mujer. El río que parecía una inundación provenía de la boca de la serpiente, describe en lenguaje simbólico las dos estrategias de Satanás—fuerza perseguidora, y engaños y falsas enseñanzas—para dañar al pueblo de Dios durante los simbólicos tres años y medio de la peregrinación de la iglesia por el desierto. La referencia a la serpiente, en vez del dragón, y su boca, recuerdan la persuasión engañosa de la serpiente en el Jardín del Edén (Gén. 3:1–5). Así como la serpiente engañó a la primera mujer, así ahora Satanás intenta arrasar al pueblo de Dios con la inundación de engaños y falsas enseñanzas (cf. 2 Cor. 11:3).
Sin embargo, aquí se cumple la promesa de Dios al salmista de que “en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él” (Sal. 32:6). La tierra ayudó a la mujer, y la tierra abrió su boca y tragó el río. Estas imágenes se tomaron de la experiencia de Israel en el desierto, cuando “abrió la tierra su boca, y los tragó” a Coré, Datán y Abiram por causa de su rebelión contra la autoridad y liderazgo de Moisés (Núm. 16:32; 26:10; Deut. 11:6; Sal. 116:17). También le recuerdan a uno las palabras del canto de Moisés: cómo Dios extendió su diestra y “los tragó” (Éxo. 15:12). Así como en el pasado Dios protegió a su pueblo de la persecución del faraón, y a Moisés de la malvada rebelión de Coré y sus asociados, así ahora proporciona protección a su iglesia de las aguas de inundación de Satanás, de persecución y falsas y seductoras enseñanzas.
12:17 Satanás parece muy frustrado por su constante fracaso en sus intentos de destruir a Cristo. No es extraño que se airó con la mujer. Una razón para su ira es la protección de Dios sobre la mujer en el desierto. Es por medio de la iglesia que el reino de Dios se ha manifestado y sigue manifestándose. Oscar Cullman dice: “La Iglesia es el centro terrenal desde el cual llega a ser visible el pleno Señorío de Cristo”.33 Satanás no ha podido dañarla. Ahora afronta al resto de la descendencia de ella, y decidió a hacer guerra contra ella. Jesucristo es el descendiente de la mujer (cf. Apoc. 12:5). La expresión “y el dragón se airó con la mujer” y su decisión de hacer guerra “con los remanentes de la descendencia de ella” es una clara alusión a la enemistad entre la serpiente y la mujer, y la descendencia de la serpiente y la descendencia de la mujer anunciada en Génesis 3:15. Lo que Juan trató de imprimir sobre la mente de sus lectores es que la escena aquí es una parte del gran conflicto que comenzó en Génesis 3 y sigue por toda la Biblia hasta el tiempo del fin. El conflicto no durará para siempre, pues la determinación de Satanás de entrar en el conflicto final es realmente el comienzo de su fin.
Los remanentes de la descendencia de la mujer son, entonces, los seguidores de Cristo que viven en el último período de la historia de esta tierra. Apocalipsis 17 indica que esta mujer que una vez fue la verdadera iglesia de Dios, durante los eventos del fin del tiempo tendrá un rol muy negativo. Ella finalmente pasará de su fidelidad a Dios a oponerse a Dios y a su verdadero pueblo. Por esto el pueblo de Dios del fin del tiempo en Apocalipsis, se señala no como la mujer sino más bien como “los remanentes de la descendencia de ella”. Se los identifica por dos características definidas: guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús. Esto es lo que hace que los seguidores de Cristo del tiempo del fin sean el remanente y los separa de los infieles. El texto indica que en el fin del tiempo, mientras todo el mundo rinde su lealtad y fidelidad a Satanás y sus aliados (Apoc. 13:4, 8), Dios tendrá un pueblo que será fiel y obediente sin reservas a Dios al guardar sus mandamientos y aferrarse al testimonio de Jesús dado por medio del don de la profecía (cf. Apoc. 19:10).
Podemos estar de acuerdo con la afirmación de Hans LaRondelle de que ‘tener’ el testimonio de Jesús no se limita a la iglesia del fin del tiempo, sino es la característica esencial de los fieles seguidores de Cristo durante toda la era cristiana”.34 Esta afirmación puede apoyarse en el hecho de que Juan mismo era el medio por el cual Jesús dio su testimonio (cf. Apoc. 1:2). Lo que Juan indica ahora claramente en Apocalipsis 12:17 es que así como Jesús comunicó su revelación a la iglesia de sus días por medio del medio del ministerio profético, así lo hará en los días finales de la historia de esta tierra. Como Jesús estará con su remanente del fin del tiempo, hasta el mismo fin, ellos se caracterizan por su obediencia a él (cf. Apoc. 14:12) y su fidelidad a su testimonio revelado mediante la voz profética en su medio.
Satanás se siente frustrado pero determinado a entrar en el conflicto final contra Cristo. Está decidido más que nunca antes a ganar la batalla. El texto dice que Satanás se fue para hacer guerra. Esto puede significar que retrocede por un tiempo a fin de prepararse para esa guerra. Dándose cuenta de sus constantes fracasos, decide no estar solo sino encontrar asociados para planificar su estrategia. Y encuentra dos aliados en la bestia que sube del mar (Apoc. 13:1–10) y en la bestia que sube de la tierra (Apoc. 13:11–17). Los tres forman un triunvirato falsificado en su batalla final contra Cristo y el remanente (cf. Apoc. 16:13–16). La estrategia y la actividad del tiempo del fin de esta unión falsificada se describe en el siguiente capítulo del libro.
Retrospección Sobre Apocalipsis 12
La visión de Apocalipsis 12 prepara el escenario para lo que se presenta en la segunda mitad del libro del Apocalipsis. Introduce lo que parece ser el tema central del libro, es decir, la gran controversia entre el bien y el mal. Indica que lo que sucede en la tierra es solo una parte de lo ocurre en escala cósmica. Lo que sucede a los cristianos en la tierra, al sufrir la opresión y las dificultades debidas a su lealtad a Cristo, es solo una parte del grande y prolongado conflicto entre el bien y el mal. De este modo, una comprensión del capítulo 12 del libro es un prerrequisito para la interpretación de los problemas del tiempo del fin en el contexto de ese gran conflicto.
Con Apocalipsis 12:17, comienza el desenvolvimiento de los eventos finales de la historia de esta tierra. El capítulo 12 trae a la escena dos actores principales en el drama final de la historia de esta tierra: el dragón, identificado como Satanás, y el remanente de la descendencia de la mujer, que son los seguidores de Cristo. Como observa Merrill C. Tenney, el Apocalipsis trata a Satanás como un enemigo real y da “por sentada su existencia, y revela lo suficiente acerca de él para mostrar que es una figura muy real y temible”.35 El Planeta Tierra ha llegado a ser el campo de batalla de la gran controversia. Habiendo fracasado en su esfuerzo por destruir a Cristo y eliminar a la iglesia, Satanás está lleno de furia. Está decidido a entrar en su batalla final y ganar la victoria sobre lo que están identificados como el remanente de la descendencia de la mujer que viven en el último período de la historia de esta tierra. Los eventos de los últimos días son así el intento último de Satanás de destruir a los santos y evitar la realización del propósito de Dios en el mundo. Esto indica que en la batalla final entre Cristo y Satanás, la iglesia estará en la línea del frente.
La victoria triunfal de Dios sobre Satanás introduce la inauguración del reinado de Dios en el mundo y la autoridad regia de Cristo. La palabra usada con referencia a la inauguración del gobierno de Dios y la derrota de Satanás es “ahora” (Apoc. 12:10). Apocalipsis 5 describe en el manejo simbólico del rollo [libro] sellado la transferencia del gobierno de la tierra a Cristo. No obstante, ¿cómo explicamos la victoria de Cristo sobre Satanás, la inauguración del señorío de Dios sobre el mundo, y la liberación de Satanás obtenida por Cristo, a la luz del hecho de que los seguidores de Cristo todavía están oprimidos y dañados por Satanás? Parece que este concepto debe comprenderse dentro del concepto general del Nuevo Testamento del “ahora” y el “no todavía”. Satanás ya está derrotado, y Cristo ejerce su soberanía ahora “con la “potestad [que] me es dada en el cielo y en la tierra” (Mat. 28:18). Sin embargo, la sujeción de toda rebelión todavía no ha sucedido. No es hasta el fin del milenio que Satanás y sus asociados finalmente serán destruidos (Apoc. 20:7–10), y el reino universal de Dios será establecido para siempre.
La ilustración de la Segunda Guerra Mundial que ofrece Oscar Cullmann es muy instructiva aquí. Después del “Día D”, cuando las fuerzas aliadas habían derrotado a los alemanes en la decisiva batalla de Normandía, llegó a ser claro que el resultado de la guerra era solo una cuestión de tiempo. Aunque el efecto decisivo de esa batalla no fue reconocido por todos, sin embargo ya significaba victoria. Pero la guerra siguió hasta el “Día V”, cuando Alemania se rindió y la hostilidad finalmente cesó.36
Los cristianos se encuentran entre el Día de la Sentencia de la batalla decisiva cuando Cristo ganó la victoria sobre Satanás en la cruz, y el Día de la Victoria del retorno de Cristo a la tierra, y la rendición final de Satanás. Hasta entonces, de acuerdo con Pablo, Cristo debe reinar “hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Cor. 15:25). Cullmann alega: “La esperanza de la victoria final es mucho más vívida por la inconmovible convicción firme de que la batalla que decide la victoria ya ha ocurrido”.37 Por eso es comprensible que Satanás se ha dado cuenta de que tiene solo “poco tiempo” (Apoc. 12:12).
En conclusión, Apocalipsis 12 describe a Satanás como el archienemigo de Cristo y de sus seguidores. A fin de impresionar sobre el lector el carácter de las actividades de Satanás, Juan lo describe en una vívida presentación como el dragón de apariencia temible. Junto con sus seguidores, Satanás está en conflicto con Cristo de tal manera que cada criatura en el universo se ve afectada.38 Merrill C. Tenney explica que Satanás es “el poder detrás del escenario en este mundo, la inteligencia malvada que hace guerra contra los santos de Dios. El conflicto entre el Cordero y el dragón muestra que todo el proceso histórico puede ser interpretado en términos de una guerra que no termina en un dualismo desesperado, sino en una victoria para Dios y para su Cristo. Los elementos sobrenaturales de ambos lados llega a ser crecientemente evidentes a medida que avanza la trama, hasta que en el clímax final Dios quita de la escena al dragón de la tierra con un gran juicio cataclísmico”.39
Lo que Apocalipsis deja claro, sin embargo, es que Satanás realmente es un enemigo derrotado. Fue derrotado en la batalla decisiva en la cruz donde su destino fue decidido definitivamente. Durante la historia de constante opresión, sus esfuerzos por destruir y eliminar la iglesia fracasaron. En esto se halla tanto la esperanza como la advertencia al pueblo de Dios al afrontar los eventos del último día. Hay esperanza para ellos en saber que tienen que afrontar a un enemigo vencido. Pero Satanás, al darse cuenta de que ha fallado demasiadas veces, se vuelve más airado y cauto. Por lo tanto, entra en el conflicto final contra los seguidores de Cristo, decidido más que nunca antes, a ganar la batalla. Se está preparando para ese conflicto acompañado por dos aliadas, la bestia del mar y la bestia de la tierra (Apoc. 13). De esto tratan los próximos dos capítulos del Apocalipsis: la guerra del dragón contra el remanente (capítulo 13) y “la respuesta del remanente al ataque del dragón” (capítulo 14).40