La apertura de los siete sellos – Apocalipsis 6:1–17; 8:1

En Apocalipsis 5, Cristo era digno de tomarel rollo del lado derecho de Dios que estaba sentado en su trono. Al tomar el rollo, Cristo fue instalado en el trono celestial y recibió toda la autoridad y el derecho de gobernar el universo como el co-regente del Padre. Cuando en su pleno puesto como rey, Cristo rompe los sellos del rollo de siete sellos, uno por uno, ocurren en la tierra una serie de eventos. Al analizar estos eventos en detalle, debemos recordar que los siete sellos no son eventos en sí mismos, sino que son eventos que acompañan la rotura de los sellos.

La apertura de los siete sellos aparece en dos vívidas entregas—una de cuatro y la otra de tres—que difieren en forma y peso. La apertura de los cuatro primeros sellos lleva a la escena de los cuatro jinetes (6:1–8); la apertura de los últimos tres sellos nos trae al tiempo del fin que se acerca. El quinto y el sexto sellos (6:9–17) están separados del séptimo (8:1) por un interludio: el sellamiento de los santos (cap. 7), la sección que se analiza en el siguiente capítulo de este comentario.


Los Cuatro Jinetes (6:1–8)

Cuando Cristo abre los primeros cuatro sellos, Juan observa cuatro caballos y sus jinetes que entran en escena. Los cuatro jinetes están evidentemente preocupados con los cristianos y sus respuestas al evangelio de Jesucristo. El evangelio del reino se predica en todas las naciones de la tierra. Cuando, después de experimentar el evangelio, la gente lo rechaza, las consecuencias se describen simbólicamente en términos de espada, hambre y pestilencia. La espada, el hambre y la pestilencia de los caballos son los juicios preliminares sobre el pueblo de Dios que rechaza o desobedece al evangelio.1 Sin embargo, estos juicios tienen propósitos redentores; tienen la intención de despertar al pueblo de Dios para conducirlos hacia el arrepentimiento.


La Apertura Del Primer Sello (6:1–2)

1Y miré cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con una voz de trueno: “¡Ven!” 2Y miré, y he aquí, un caballo blanco, y el que estaba sentado sobre él tenía un arco, y le fue dada una corona y salió venciendo y que él pudiera vencer.

Notas

6:1 ¡Ven! En los manuscritos antiguos existen variaciones de este texto. La versión Reina Valera 1960 sigue algunos manuscritos griegos que tienen la frase “¡Ven y mira!” Sin embargo, los mejores manuscritos griegos, incluyendo el Códice Alejandrino que muestra la menor evidencia de alteraciones, tiene la forma más breve, “¡Ven!” como una orden a los cuatro jinetes que vengan uno por uno a la escena de la acción (6:1, 3, 5, 7).

6:2 Caballo blanco. Existen tres conceptos principales con respecto a la interpretación del caballo blanco y su jinete.

1) De acuerdo con muchos comentadores modernos, esta escena es literal y se refiere a un poder militar y a una conquista en el siglo primero. El caballo blanco y su jinete describiría a los Partos, un pueblo guerrero que vivía en la frontera oriental del Imperio Romano, que fueron enemigos de los romanos y una constante amenaza para ellos.2 “Fueron famosos en la guerra como jinetes por la velocidad de sus movimientos y su habilidad en el uso del arco y las flechas”.3 Sin embargo, la interpretación literal del concepto preterista es problemática. Primero, priva a la escena su importancia profética, y no se adecua al marco teológico de la visión de los siete sellos. Segundo, el blanco del caballo no es apropiado para el esquema del concepto de los partos. Los sellos deben entenderse simbólicamente más bien que literalmente.

2) De acuerdo con el segundo concepto, el jinete representa “al Anticristo y las fuerzas del mal” como los adversarios del evangelio.4 Quienes proponen esta idea alegan que siendo que los otros tres caballos traen plagas, también lo hace éste. Señalan a los pasajes del Antiguo Testamento en los que el arco se usa como un símbolo de los enemigos del pueblo de Dios (cf. Jer. 49:35; 51:3, 56; Eze. 39:3; Ose. 1:5). También señalan al hecho de que la falsificación es realmente uno de los temas clave de la segunda mitad del Apocalipsis; los capítulos 11 y 13 describen a la bestia que conquista al pueblo de Dios en el lenguaje que se encuentra en 6:1–2. Además, notan la cantidad de diferencias entre el jinete del caballo blanco del primer sello y el jinete en Apocalipsis 19 quien es Cristo. Todos estos puntos sugieren que el jinete de 6:1–2 es el Anticristo.

3) La evidencia del tercer concepto abrumadoramente sugiere que el jinete del caballo blanco simboliza la difusión triunfante del evangelio iniciada por Cristo en la cruz y comenzada en Pentecostés. En el Apocalipsis, el blanco siempre, sin ninguna excepción, se refiere a Cristo y a sus seguidores, y nunca se usa con referencia a las fuerzas del mal. Como observa George E. Ladd, el Cristo exaltado se presenta en el libro como teniendo “cabello blanco como lana (1:14); los fieles recibirán una piedra blanca con un nombre nuevo escrito sobre ella (2:17) y han de vestir vestiduras blancas (3:4, 5, 18); los veinticuatro ancianos están vestidos de blanco (4:4); los mártires reciben ropas blancas (6:11), así como la gran multitud (7:9, 13); se ve al Hijo del Hombre sobre una nube blanca (14:14); él regresa en un caballo blanco acompañado por los ejércitos del cielo que están vestidos de blanco y cabalgan caballos blancos (19:11, 14); y, en el juicio final, se ve a Dios sentado sobre un trono blanco (20:11)”.5

Aunque el arco a veces se usa en el Antiguo Testamento como un símbolo de fuerzas enemigas, también es un arma de Dios (Isa. 41:2; Lam. 2:4; 3:12; Hab. 3:8–9; Zac. 9:13). La corona stéfanos que ciñe el jinete se usa siempre en el Apocalipsis con referencia a Cristo o a su pueblo, y es adecuadamente ceñida por Cristo a la luz de su acto de vencer en la cruz (Apoc. 5:5–6) y la victoria de su pueblo al vencer el pecado por medio de su sangre y del testimonio de ellos (Apoc. 12:11). Es razonable concluir, por lo tanto, que el jinete del caballo blanco simboliza la difusión del evangelio por todo el mundo.

Y el que estaba sentado sobre él [el caballo] tenía un arco. Los textos del trasfondo del Antiguo Testamento para esta imagen están en Habacuc 3:8–9 y Salmos 45:3–5, donde Dios monta un caballo con un arco en su mano. Apocalipsis 19:11–12 presenta un caballo blanco y sobre él un jinete llamado Fiel y Verdadero, el Cristo victorioso, con muchas coronas de victoria.

Corona. La palabra griega stéfanos que se usa aquí no es la corona real sino la corona de victoria: una guirnalda que daban a los ganadores en los juegos olímpicos (ver además Notas sobre Apoc. 2:10). Se usa regularmente en el Apocalipsis, con solo una excepción (9:7), con referencia a Cristo o a su pueblo (2:10; 3:11; 4:4, 10; 6:2; 12:1; 14:14).

Exposición

6:1–2 Al comienzo del primer sello, Juan oye a un ser viviente que habla con voz de trueno: “¡Ven!”. Este debe ser seguramente el primero de los seres vivientes, el que parece un león (Apoc. 4:7), porque la voz como trueno es muy adecuada para un león. Llama a un caballo blanco cuyo jinete tenía un arco, y le fue dada una corona. William Barclay señala que “el caballo blanco es el símbolo del conquistador”. Un general romano montaría un caballo blanco para celebrar una victoria triunfal.6 En esta presentación dramática, se le muestra a Juan en lenguaje simbólico, la victoriosa difusión del evangelio en el mundo. El jinete del caballo blanco parece simbolizar “el reino de Cristo y su conquista gradual del mundo por medio de la predicación del evangelio por su iglesia”.7 En Apocalipsis 19:11–12, Cristo monta un caballo blanco y sale a la guerra. Como nota Ladd, el color blanco en el Apocalipsis es “consistentemente un símbolo de Cristo, o de algo asociado con Cristo, o de una victoria espiritual”.8

En el Antiguo Testamento, Dios a veces es pintado como montando un caballo con un arco en su mano, saliendo, conquistando a sus enemigos y a los enemigos de su pueblo, y trayendo salvación a su pueblo (Hab. 3:8–13; cf. Sal. 45:4–5; Isa. 41:2; Zac. 9:13–16). En Apocalipsis 19, Cristo regresa a la tierra sobre un caballo y trae juicio y justicia (19:11–16). Mientras en Apocalipsis 19 él ciñe una corona-diadema, que es una corona regia, en el capítulo 6 tiene una corona de victoria. Esta es la corona que en el Apocalipsis casi siempre se usa con referencia al Cristo vencedor y a su pueblo vencedor. Con su muerte victoriosa en la cruz, Cristo venció y conquistó al príncipe de este mundo (Juan 12:31–32; 16:11). Por virtud de su muerte (Apoc. 5:5) mediante la cual fue capacitado para redimir a la humanidad, Cristo fue encontrado digno de tomar el libro sellado (Apoc. 5:9). Ahora en el capítulo 6, él ciñe la corona de victoria que ganó en la cruz.

Sin embargo, Cristo no es todavía el gobernante indiscutido del mundo. Algunas personas todavía no aceptan su señorío y su gobierno en la vida de ellos. Él debe reinar “hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Cor. 15:25). Algunos territorios rebeldes todavía han de ser conquistados, y libertados muchos cautivos del pecado. Cuando “entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia” (1 Cor. 15:24), entonces se ceñirá la corona real como Rey de reyes y Señor de señores” (Apoc. 19:16).

En Pentecostés Cristo fue entronizado sobre el trono del universo (Apoc. 5) y se puso en sus manos toda la autoridad. Como observa Jon Paulien, “lo que se ratificó en el cielo cuando la entronización del Cordero, se actúa ahora en la experiencia de su pueblo en el transcurso de la historia humana”.9 La muerte victoriosa de Cristo sobre la cruz y su exaltación triunfal en el trono celestial hizo que fuera posible la venida del Espíritu Santo (Juan 7:39). Con la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, se puso en movimiento la proclamación del evangelio. Entonces Cristo salió venciendo y que él pudiera vencer. Esta conquista evidentemente tiene que ver con asuntos espirituales. Por medio del Espíritu Santo y por medio de la predicación del evangelio de su pueblo fiel, Cristo comenzó la expansión de su reino al conquistar y ganar corazones humanos para sí y llevar el evangelio a sus vidas.

Así como el mensaje a la iglesia de Éfeso (Apoc. 2:1–7), la escena de la apertura del primer sello puede aplicarse históricamente a la iglesia del período apostólico. Sin embargo, debe subrayarse un punto importante. La conquista del jinete sobre el caballo blanco de ningún modo termina con la era apostólica o el siglo primero. Más bien, describe de un modo general el continuado progreso del evangelio a través de toda la historia cristiana comenzando con los días de Juan y siguiendo hasta la Segunda Venida.10 Cristo continuará la expansión triunfante de su reino hasta que logre la conquista total. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mat. 24:14).


La Apertura Del Segundo Sello (6:3–4)

3Y cuando él abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente diciendo: “¡Ven!” 4Y otro caballo, color rojo fuego, salió, y al que estaba sentado sobre él le fue dado quitar la paz de la tierra a fin de que puedan matarse unos a otros, y se le dio una gran espada.

Notas

6:4 Color rojo fuego. La palabra griega purós significa “rojo fuego”. Rojo es el color de la sangre y de la opresión. Los moabitas vieron “desde lejos las aguas rojas como sangre” (2 Rey. 3:22–23). Isaías describe los pecados de Jerusalén como grana y rojo carmesí (Isa. 1:18), porque “llenas están de sangre vuestras manos” (Isa. 1:15–23). En Apocalipsis 17, el color escarlata de la bestia se vincula directamente a la prostituta “ebria de la sangre los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús” (Apoc. 17:6). El color, en la escena del segundo sello, es adecuado para la persecución y el derramamiento de sangre.

A fin de que puedan matarse unos a otros. Esta visión recuerda varias escenas del Antiguo Testamento. Leemos que en Sinaí los israelitas mataron cada uno a su hermano, amigo, vecino con la espada (Éxo. 32:27–29). La escena también nos recuerda a los madianitas que se mataron unos a otros con la espada (Juec. 7:22). En su profecía contra Egipto, Isaías anunció que Dios levantaría a los egipcios de modo que “cada uno peleará contra su hermano, cada uno contra su prójimo; ciudad contra ciudad, y reino contra reino” (Isa. 19:2). Zacarías profetizó que los enemigos de Israel se atacarían unos a otros cuando Dios interviniera en la situación (14:13). El griego sfazō—“asesinar” o “masacrar”—no es una palabra típica para la muerte en batalla. En el Apocalipsis, normalmente se usa con referencia a la muerte de Cristo (5:6, 9, 12; 13:8) y de sus santos, por causa de su testimonio a favor del evangelio (6:9; 18:24).

Exposición

6:3–4 Al romper el segundo sello, Juan oye al segundo ser viviente que llama a un caballo rojo fuego. Este ser viviente probablemente es el que tiene la apariencia de un becerro o ternero (4:7) puesto que el becerro es un símbolo de un sacrificio y es apropiado al contexto de la escena. Al jinete de este caballo le fue dado quitar la paz de la tierra a fin de que puedan matarse unos a otros, y se le dio una gran espada. El color rojo fuego del caballo se corresponde con la misión de su jinete de eliminar la paz de la tierra. La comprensión del caballo blanco y su jinete en la escena del primer sello es determinante para la interpretación del segundo así como del resto de los sellos. Como podemos ver, el jinete del primer caballo muestra la conquista del evangelio de Cristo y su difusión por todo el mundo. Los que aceptan el evangelio experimentan gran bendición. En Apocalipsis 1:4, se le promete al pueblo de Dios gracia y paz. Esta paz es evidentemente la paz perfecta del evangelio como el resultado de tener una relación con Jesús (Juan 14:27; 16:33). Sin embargo, la resistencia al mensaje del evangelio resulta en una pérdida de paz. Isaías declaró: “Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos” (Isa. 57:20–21).

Cuando la gente rechaza el amor del evangelio, pierde la paz que el evangelio trae. Esto resulta naturalmente en oposición y división. Jesús explicó esto en su discurso escatológico del Monte de los Olivos: “Entonces os entregarán a tribulación, y os matarán, y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán” (Mat. 24:9–10; cf. 10:21–22, 34–36).

El Nuevo Testamento está repleto con textos que aclaran que la predicación del evangelio siempre divide a la gente. Jesús advirtió a los discípulos, cuando los comisionó a predicar el mensaje del evangelio: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada. Porque he venido para poner en disensión al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra; y los enemigos del hombre serán los de su casa” (Mat. 10:34–36; cf. 10:21). Este pasaje define adecuadamente el significado simbólico de la escena del segundo sello. El jinete del segundo caballo recibe una espada y su misión es quitar la paz de la tierra. Jesús afirmó claramente que su misión no era traer paz sino espada. El contexto indica que la espada simboliza oposición y división. La versión de Lucas de la afirmación de Jesús confirma esto: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión” (Luc. 12:51–53).

Todo esto sugiere con fuerza que el jinete del segundo caballo simboliza las consecuencias del rechazo del evangelio. El segundo caballo sigue al primero; significa que dondequiera se predica el evangelio y se lo acepta, sigue persecución. Como en el Antiguo Testamento cuando los enemigos del pueblo de Dios volvían sus espadas unos contra otros, así hoy la resistencia al evangelio divide a la gente y los hace perseguirse unos a otros y aborrecerse unos a otros (Mat. 24:10). La escena del quinto sello pinta a los mártires que han sido “muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían,” clamando por la intervención divina (Apoc. 6:9–10). En griego, la palabra para “muertos” en Apocalipsis 6:9 es la misma que se usó con referencia a la misión del jinete del caballo rojo fuego en Apocalipsis 6:4. El texto aclara que estos mártires murieron por causa de su fidelidad a la proclamación del evangelio. Y se les dice que esperen un poco hasta el tiempo cuando Dios vengará la sangre de sus testigos fieles que fueron injustamente perseguidos y matados (cf. Apoc. 6:11). Al tiempo prometido, Cristo mismo, con la corona real sobre su cabeza, vendrá con una espada aguda y traerá juicio sobre los que resistieron al evangelio y trataron injustamente a su pueblo fiel (Apoc. 19:11–16).


La Apertura Del Tercer Sello (6:5–6)

5Y cuando él abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente diciendo: “¡Ven!” Y miré, y he aquí un caballo negro, y el que estaba sentado sobre él tenía una balanza en su mano. 6Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes diciendo: “Un cuarto [de galón] de trigo por un denario, y tres cuartos de cebada por un denario, y no hagáis daño al aceite y al vino”.

Notas

6:5 Negro. En el Apocalipsis, el negro se relaciona con la oscuridad; el sol se vuelve “negro como tela de cilicio” (6:12). En el Nuevo Testamento, la oscuridad simboliza la ausencia del evangelio (p. ej., Mat. 4:16; Luc. 1:79: Juan 1:5; 3:19; Hech. 26:18; Col. 1:13; 1 Juan 1:5).

Una balanza. Una balanza en el Antiguo Testamento actuaba como un símbolo de hambre. Comer pan por peso denotaba en la antigüedad la mayor escasez. El Señor amenazó por medio de Moisés que si la gente era desobediente “cuando yo quebrante el sustento del pan, … devolverán vuestro pan por peso” (Lev. 26:26). Ezequiel profetizó que durante el sitio de Jerusalén, sus habitantes “comerán el pan por peso y con angustia, y beberán el agua por medida” (Eze. 4:16).

6:6 Un cuarto [de galón] de trigo por un denario. El griego jóinix era una medida para áridos igual a un cuarto [de galón, casi un litro], “Un cuarto de grano” era la ración diaria de un hombre. El denario era una moneda de plata romana equivalente al salario promedio de un trabajador.11 De acuerdo con Robert L. Thomas, se necesitaba el salario de un día de trabajo para obtener la ración durante tiempos de hambre.12 El trigo era el ingrediente principal en el mundo antiguo; la cebada, más barata que el trigo, era para los pobres. “Esto retrata la situación en la que prevalece la escasez, cuando cuesta todo lo que un hombre puede ganar—un denario—para comprar lo suficiente de la comida más barata para una familia pequeña. En tiempos ordinarios, un denario permitía comprar doce a quince veces esa cantidad de alimentos”.13

Daño. La palabra griega adikéō significa “herir”, o “dañar”. Se usa en otras partes del libro del Apocalipsis repetidamente para los juicios sobre los obradores de maldad (2:11; 9:10, 19) o para la persecución del pueblo de Dios (11:5). También puede usarse simbólicamente como dañar y destruir la tierra y las plantas (7:2–3; 9:4).

Exposición

6:5–6 Al romper el tercer sello Juan oye al tercer ser viviente (muy probablemente el que tiene el rostro de hombre, 4:7) que llama a un caballo negro. El jinete del tercer caballo tiene una balanza en su mano. La balanza señala un tiempo de escasez de alimentos “cuando los alimentos básicos de la vida se miden con precios grandemente inflados” (cf. Lev. 26:26; Eze. 4:16).14 La escena de la apertura del tercer sello presenta una condición de hambruna. Una voz que sale de en medio de los cuatro seres vivientes puede ser la del Padre o la de Cristo mismo; describe la condición de gran escasez en términos de un cuarto de trigo por un denario, y tres cuartos de cebada por un denario. Un cuarto de trigo era aproximadamente la cantidad de alimento diario para una persona promedio. Una persona tenía que gastar un denario—el salario completo de un día—para comprar suficiente trigo para solo sobrevivir él mismo. Podría gastar su salario diario completo para comprar cebada, inferior y más barata, para alimentarse él y su familia. Esto ilustra una seria escasez de alimentos. En el mundo antiguo, una escasez de pan era considerada como señal de una hambruna seria.

En Palestina, el grano, el vino y el aceite eran las tres principales cosechas. Algunos eruditos interpretaron que mientras el trigo representaba la parte básica de la dieta, el aceite y el vino eran lujos. Sin embargo, grano, aceite y vino se mencionan juntos repetidamente en el Antiguo Testamento como indicando las necesidades básicas de la vida (Deut. 7:13; 11:14; 28:51; 2 Crón. 32:28; Ose. 2:8, 22; Joel 2:19). Estos tres productos eran esenciales para la vida en las tierras bíblicas y no se consideraban como lujos verdaderos.15 Siendo que los olivos y las vides tienen raíces más profundas que los granos, que tienen raíces superficiales, podían sobrevivir una sequía mucho más fácilmente que los granos. Así, mientras la sequía dañaría y destruiría lo necesario para la dieta básica, la dificultad de una plaga de hambre en la escena de la apertura del tercer sello era limitada y parcial.

El jinete del caballo negro debe representar simbólicamente una hambruna espiritual de la Palabra de Dios, más bien que una escasez de alimentos físicos. La profecía de Amós sugiere que el hambre puede ser espiritual:

“He aquí vienen días”, dice Jehová, “en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar, desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová y no la hallarán. En aquel tiempo las doncellas hermosas y los jóvenes desmayarán de sed”. (Amós 8:11–13)

Si el caballo negro del tercer sello es opuesto al caballo blanco del primer sello, que simboliza la proclamación y la difusión del evangelio, entonces la apertura del tercer sello describe una hambruna espiritual. El grano simbolizaría la palabra de Dios (Mat. 13:3–30; Luc. 8:11). La palabra de Dios es el pan de vida (Mat. 4:4), o podría también simbolizar a Jesús mismo (Juan 6:35–58; 1 Cor. 10:16). Así, cualquiera sea el significado de esta hambre espiritual, la escena de la apertura del tercer sello tiene que ver con una escasez de la palabra de Dios y del evangelio.

Sin embargo, esta hambruna no es fatal. La voz también ordena que el aceite y el vino no han de ser dañados. El vino simboliza la salvación llena de gracia de Dios en Cristo Jesús; el aceite representa el Espíritu Santo. Sugiere que aun cuando pueda haber falta de la palabra de Dios en el mundo, y que el evangelio está oculto del pueblo, el Espíritu Santo todavía está trabajando para hacer que la salvación esté disponible. Así, cuando quiera y dondequiera ocurra la escena de la apertura del tercer sello, el texto deja claro que a pesar del hecho de que la palabra de Dios pueda estar algo oscurecida, Dios todavía está operando. Su salvación todavía está disponible para todos.16


La Apertura Del Cuarto Sello (6:7–8)

7Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente diciendo: “¡Ven!” 8Y miré, y he aquí, un caballo pálido, y el que estaba sentado sobre él tenía el nombre Muerte, y el Hades lo seguía; y se les dio autoridad sobre una cuarta parte de la tierra para matar con la espada y con hambre y con pestilencia y con las fieras de la tierra.

Notas

6:8 Un caballo pálido. La palabra griega jlōrós se usa para la vegetación verde (Mar. 6:39; Apoc. 8:7; 9:4). Se usaba también en tiempos antiguos para la apariencia de una persona enferma. En el contexto del cuarto sello, se designa como de un “verde amarillento”, o “pálido”. Es un color pálido, un gris ceniza que se parece a un “cadáver en un estado avanzado de corrupción”.17

Muerte y Hades. Ver Notas sobre Apoc. 1:18.

Sobre una cuarta parte de la tierra. “Un cuarto de la tierra” en Apocalipsis se relaciona con el dominio de Dios; “un tercio de la tierra” se refiere al dominio de Satanás (ver más en Notas sobre Apoc. 8:7).

Exposición

6:7–8 Al romper el cuarto sello, el cuarto ser viviente (lo más probable es que sea el que volaba como un águila, 4:7) llama a un caballo pálido, un color que describe la palidez gris cenicienta de un cuerpo muerto o la apariencia de una persona que está muy enferma. El que está sentado sobre él tenía el nombre Muerte, y el Hades lo seguía. En Apocalipsis 1:18, la Muerte y el Hades, por terribles que puedan ser, están bajo el control de Cristo. Cristo es el que tiene la llave del Hades. Y aquí, con la apertura del cuarto sello, la Muerte y el Hades aparecen como la consecuencia última del rechazo del evangelio. La Muerte es una consecuencia natural del hambre que se describe en la escena de la apertura del tercer sello. Sin embargo, la Muerte y el Hades—estos dos enemigos—son temporarios. El mensaje de la Biblia es que la muerte es una consecuencia del pecado. Sin embargo, la muerte no es una realidad última. El libro del Apocalipsis deja claro que viene el día cuando la Muerte y el Hades tendrán su fin en la segunda muerte (20:14).

La Muerte y el Hades recibieron autoridad sobre una cuarta parte de la tierra. El hecho de que se les dio autoridad y poder indica que la Muerte y el Hades no tienen el poder último; están bajo el control de Cristo (1:18). El hecho de que su poder está limitado a solo “una cuarta parte de la tierra” sugeriría que cada sello está relacionado con una cuarta parte de la tierra, y que cada jinete tiene autoridad sobre un cuarto. Los cuatro caballos son paralelos a los cuatro vientos en 7:1, que están relacionados con los cuatro ángulos de la tierra (cf. Notas sobre Apoc. 7:1).

La Muerte y el Hades están autorizados a matar con la espada y con el hambre y con pestilencia y con las fieras de la tierra. En muchos lugares del Antiguo Testamento, espada, hambre, pestilencia y fieras son una serie de juicios de Dios sobre su pueblo como consecuencia de sus pecados. Dios presentó a Israel por medio de Moisés los castigos que enviaría sobre ellos por causa de su infidelidad a él y su desobediencia al pacto. Él les enviaría bestias salvajes para privarlos de sus hijos y destruir su ganado. La espada vengaría su quebranto del pacto. La pestilencia estaría en sus ciudades. Les quebraría “el sustento del pan” y comerían sin saciarse (Lev. 26:21–26).18 Ezequiel anunció que Dios enviaría “contra Jerusalén” sus “cuatro juicios terribles, espada, hambre, fieras y pestilencia” (Eze. 14:21). Ellos tenían la intención de llevar a Israel al arrepentimiento. Sin embargo, la continua desobediencia, intensificaría estos juicios, llevándolos a la exclusión y al exilio (Lev. 26:21–26; Deut. 32:41–43). Aquí Juan está usando una figura bien conocida para lo que sucede “cuando Dios envía su ira sobre su pueblo desobediente”.19

El jinete del cuarto caballo describe la situación más seria. Representa una intensificación de las actividades de los tres primeros jinetes. Así, los primeros cuatro sellos describen la realidad de lo que ocurre como consecuencia del pecado, y no obstante, proporcionan esperanza en esa realidad. Por terribles que estas plagas puedan ser, y lo son, no son un fin en sí mismas y por sí mismas. Como lo indican los textos del telón de fondo del Antiguo Testamento, (Lev. 26; Deut. 32), estas plagas tienen la intención de despertar al pueblo de Dios y provocar el arrepentimiento. Cristo está en el control; los poderes de la muerte están bajo su autoridad.

Las plagas de los primeros cuatro sellos son solo precursores y anticipos de los juicios finales que experimentarán los que rehúsan arrepentirse y resisten al evangelio con su infidelidad y desobediencia. Sin embargo, el día viene cuando el sufrimiento y la muerte, como consecuencias del pecado, llegarán a su fin. El pueblo fiel de Dios entonces encontrará vida en el mundo nuevo que se establecerá después de la Segunda Venida (cf. Apoc. 21:1–5).


Retrospección Sobre Los Cuatro Jinetes (6:1–8)

Claramente, los cuatro jinetes de los cuatro primeros sellos representan la victoriosa difusión del evangelio y las consecuencias de rechazarlo. El jinete del caballo blanco describe la proclamación del evangelio al mundo por medio de la iglesia fiel. Cuandoquiera se predica el evangelio, ocurren divisiones; algunos lo aceptan, otros lo rechazan y lo resisten. El jinete del caballo rojo describe la oposición al evangelio. Para quienes rechazan y resisten el evangelio, seguirá un hambre de la palabra de Dios, mientras el jinete del caballo pálido describe la pestilencia y la muerte que resultan de la hambruna. Todas estas escenas son tomadas del Antiguo Testamento y contienen la verdad permanente de lo que ocurre cuando la gente rechaza el evangelio y elige vivir en pecado.

Entendidas de esta manera, los jinetes de los cuatro caballos pueden presentar realidades generales; es decir, describen lo que cada persona experimenta cuando se confronta con el evangelio. Cuando una persona oye y acepta el evangelio, experimenta la plenitud de bendiciones y gozo de la salvación como resultado de la estrecha relación con Cristo. Por otro lado, el rechazo y la resistencia al evangelio siempre resultan en una declinación progresiva que conduce al hambre espiritual y la muerte.

Como sugiere Jon Paulien, los jinetes de los cuatro caballos también pueden describir la experiencia de la iglesia durante los primeros mil años de la era cristiana.20 De acuerdo con el Comentario Bíblico Adventista, “las escenas reveladas cuando se abren los sellos tienen una aplicación específica y además otra general”.21 En las etapas iniciales de la iglesia cristiana, que se caracterizaron por una fidelidad general, por medio de la predicación de Pablo y de otros apóstoles, la difusión del evangelio fue victoriosa y triunfante. A este período lo siguió una progresiva declinación que llevó al período de hambre de la palabra de Dios y que resultó en la muerte espiritual que caracterizó a la iglesia cristiana durante todo el período medieval. Fue el período de declinación espiritual y persecución cuando la fe genuina se perdió, se resistió, y se olvidó el amante mensaje del evangelio y gradualmente fue remplazado por la tradición. Además, como indica Apocalipsis 11:3–14, la escena de los cuatro jinetes se extiende más allá del primer milenio. Así, los jinetes de los cuatro caballos pueden referirse tanto a la historia del primer milenio de la era cristiana como a las realidades generales de toda la época cristiana con una concentración en su comienzo.

Los juicios descritos en la apertura de los cuatro primeros sellos, sin embargo, son parciales y preliminares. La predicación del evangelio no terminó de ningún modo con el siglo primero. El jinete del caballo blanco todavía sigue venciendo y para vencer (Apoc. 6:2). Los cuatro jinetes son solo los precursores de la realidad futura, cuando una vez más, en el fin de la historia de este mundo, habrá una grande proclamación final del evangelio (cf. Apoc. 14:6–12; 18:1–4). Iniciada por la lluvia tardía, el evangelio irá al mundo y el remanente fiel de Dios lo proclamará con poder completo y final; toda la tierra entonces será “alumbrada con su gloria” (18:1). Esta predicación del evangelio resulta en que algunos la aceptan y otros la rechazan o resisten. Entonces, cuando la predicación del evangelio se haya completado y el destino de cada ser humano se haya decidido, el juicio final de Dios será desatado sobre los que han rechazado y resistido el evangelio. Las maldiciones del pacto indicadas en los cuatro caballos serán entonces completas y finales.

La escena de los jinetes sobre los cuatro caballos es una fuerte advertencia de lo que ocurrirá a quienes rechacen el evangelio. Indica que ignorar y resistir el mensaje del evangelio siempre resultará en hambre espiritual, enfermedad y muerte. Lo que la escena además deja claro es que la oportunidad de recibir el evangelio, así como a Aquel que es el sujeto central del evangelio, no durará para siempre. Antes del mismo fin del tiempo vendrá la última proclamación del evangelio eterno a los habitantes de la tierra (Apoc. 14:6–12; 18:1–4). Sin embargo, el día viene cuando el evangelio no se ofrecerá más y la gracia y la misericordia no estarán más disponibles. Pero el hoy es nuestro. “Si oyeres hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Heb. 3:15).


La Apertura De Los Últimos Tres Sellos (6:9–17; 8:1)

Las escenas de la apertura de los últimos tres ellos difiere de los cuatro anteriores. No tiene un llamado de los seres vivientes, ni caballos ni jinetes. La escena de los jinetes sobre los cuatro caballos de Apocalipsis 6:1–8 describe las consecuencias que experimenta el pueblo de Dios cuando son infieles al evangelio de Jesucristo. Sin embargo, la apertura del quinto sello (6:9–11) describe gráficamente el clamor de los mártires muertos pidiendo justicia, y la apertura del sexto sello (6:12–17) pinta los juicios de Dios que caen sobre los opresores y los enemigos del pueblo de Dios, la realización de estos juicios se describe en la escena del toque de las siete trompetas. La serie se concluye con la apertura del séptimo sello (8:1) que resulta en un silencio en el cielo.


La Apertura Del Quinto Sello (6:9–11)

9Y cuando abrió el quinto sello, yo vi bajo el altar las almas de aquellos que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por causa del testimonio que habían tenido. 10Y ellos clamaron en alta voz: “¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra?” 11Y a cada uno de ellos se le dio una vestidura blanca, y se les dijo que debían descansar un poco todavía, hasta que sus consiervos, es decir, sus hermanos que están a punto de ser muertos, puedan ser hechos completos como ellos mismos lo habían sido.

Notas

6:9 El altar. El templo del Antiguo Testamento tenía dos altares. El altar de los sacrificios estaba en el atrio exterior fuera del templo, para los sacrificios de animales en holocausto. Dentro del templo estaba el altar del incienso. El altar que se ve aquí es muy probablemente el altar de los holocaustos más bien que el altar del incienso. Esto se ve claramente por el hecho de que en el ritual del templo del Antiguo Testamento, la sangre se derramaba en la base del altar del holocausto. “Echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto (Lev. 4:7, 18, 25, 30–34; 8:15; 9:9). La palabra “echará, derramará” también se usa en Apocalipsis 16:6, donde la sangre de los santos y de los profetas se derrama (evidentemente debajo del altar como indica el vers. 7). Siendo que el altar del sacrificio no estaba en el templo, sino en el atrio exterior, es claro que la escena descrita aquí ocurre no en el templo celestial sino en la tierra, que estaba simbolizada por el atrio exterior del templo. En la tradición judía relativamente posterior, las almas de los justos eran preservadas debajo del trono de gloria.22

El testimonio que habían tenido. El testimonio que los fieles mártires sostuvieron y por el cual sufrieron no se refiere al “testimonio de Jesús” (Apoc. 1:2, 9; 20:4; ver Notas sobre Apoc. 1:2), como afirman algunos eruditos,23 sino al testimonio de los mártires acerca de Cristo, lo mismo que se menciona en otras partes del libro como “el testimonio” o “su testimonio” (11:7; 12:11; ver Notas sobre Apoc. 12:17). Esta comprensión es adecuada al contexto de la visión de la apertura de los siete sellos que trata principalmente de la proclamación del evangelio y las consecuencias relacionadas con ella.24 La testificación de los mártires en Apocalipsis 6:9 es paralela a la de los dos testigos en Apocalipsis 11:3–10. Por causa de su testimonio fiel del evangelio, los mártires experimentaron persecución y martirio (cf. Apoc. 12:11).

6:10 Vengas. La palabra griega ekdikeō (“vengar”, “procurar justicia para alguien”) es un término que implica una acción legal. La palabra se encuentra en Lucas 18:3, por ejemplo, donde la viuda reclama al juez: “Dame protección legal de mi adversario” (“hágame usted justicia contra mi adversario”, NVI). En Lucas 18:5 el juez le responde: “Porque esta viuda me molesta, le daré protección legal”. Este aspecto legal está claramente expresado en Apocalipsis 19:2, donde Dios ha juzgado a Babilonia porque él ha vengado la sangre de la mano de ella (ver también Rom. 12:19).

Los que moran en la tierra. Esta frase aparece con frecuencia en el libro del Apocalipsis y actúa casi como una expresión técnica para los malvados, o sea, los que resisten al evangelio y persiguen al pueblo fiel de Dios (cf. 3:10; 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:2). Los santos redimidos en el Apocalipsis, sin embargo, son descritos como “los que moran en el cielo” (Apoc. 13:6) y reinan en los lugares celestiales (cf. Apoc. 1:6; 5:9–10).

6:11 Vestiduras blancas. Ver Exposición sobre Apocalipsis 3:18.

Sus consiervos, es decir, los hermanos. El kai conectivo en griego, más probablemente actúa aquí epexegéticamente como “es decir”, o “o sea”. De este modo el texto presenta dos perspectivas de un solo grupo.25

Puedan ser hechos completos. El griego plēróō “completar”, “llenar”, “llevar algo a estar completo”. El texto podría significar ya sea que se complete el número de sus consiervos que están a punto de ser muertos (como lo traduce la RV60 y 95, DHH, BJ, y otras), o que sus consiervos que habían de ser muertos fueran hechos completos con referencia al carácter (como alguna versión pareciera sugerir). La evidencia, en otras partes del libro del Apocalipsis, apoya esta última traducción (cf. Apoc. 7:13–14; 19:7–8). Los traductores generalmente agregan la frase con la palabra “número” en la suposición de que Juan tenía la idea de un número fijo de mártires que debía completarse antes de que terminara el tiempo. Esto se basa en la tradición popular judía expresada, por ejemplo, en 1 Enoc: “Los corazones de los santos están llenos de gozo, porque el número de los justos ha sido ofrecido [alcanzado], las oraciones de los justos han sido escuchadas, y la sangre de los justos ha sido admitida delante del Señor de los Espíritus”.26 El autor de 4 Esdras preguntó: “¿No preguntaron las almas de los justos en sus cámaras acerca de estos asuntos diciendo: ‘¿Hasta cuándo quedaremos aquí? ¿Y cuándo vendrá la cosecha de nuestra recompensa?’ Y Jeremiel el arcángel les contestó y dijo: ‘Cuando el número de los que son como ustedes esté completado’”.27 Una idea similar se encuentra en 2 Baruc: “Porque cuando Adán pecó y la muerte se decretó contra todos los que nacieron, la multitud de aquellos que nacerían fue numerada. Y para ese número se preparó un lugar donde los que viven pudieran vivir y donde los muertos pudieran ser preservados. Ninguna criatura vivirá otra vez a menos que el número que se haya indicado esté completo”.28

La palabra “número”, sin embargo, no aparece en el texto griego de Apocalipsis 6:11. George E. Ladd declara correctamente: “Esta declaración ciertamente no debe ser entendida de una manera matemática, como si Dios hubiese decretado que debía haber un cierto número de mártires, y cuando este número fueran muertos, vendría el fin”.29 El Apocalipsis trasciende la comprensión judía popular. El texto declara que los mártires debajo del altar deben descansar hasta que sus consiervos, es decir, sus hermanos que están a punto de ser muertos, pudieran ser hechos completos con referencia a su carácter, como ellos mismos han sido hechos completos o perfectos en carácter.

Exposición

6:9 Al romper el quinto sello, Juan observa bajo el altar las almas de aquellos que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por causa del testimonio que habían dado. La escena muestra al fiel pueblo de Dios que murió por causa de su fe y de haber dado fielmente su testimonio del evangelio. Sus almas se ven como estando debajo del altar. Esta imagen es tomada directamente del ritual de sacrificios del Antiguo Testamento y como tal, debe ser comprendida simbólicamente. El altar del holocausto (Lev. 4:7) era el lugar donde se ofrecían y quemaban los sacrificios. La parte más sagrada del sacrificio era la sangre que simbolizaba la vida. Cuando se derramaba la sangre, moría una persona o un animal. Como la vida pertenecía a Dios (Lev. 17:11–14), la sangre del animal muerto era drenada y echada debajo del altar (Lev. 4:7; 8:15; 9:9). Así, los mártires fieles estaban bajo el altar por cuanto “su sangre vital había sido derramada como una ofrenda a Dios”.30 En Apocalipsis 16, la sangre de los santos y los profetas es derramada bajo el altar (16:6–7).

La escena del quinto sello describe la imagen del martirio. Usando el simbolismo del ritual de sacrificios del Antiguo Testamento, Juan describe al pueblo fiel de Dios sacrificado como mártires con su sangre vital derramada como ofrenda a Dios. La idea del martirio como un sacrificio a Dios es bien conocida en el Nuevo Testamento. Jesús declaró que vendría el día cuando los que maten a sus seguidores pensarían que están ofreciendo un servicio a Dios (Juan 16:2). Pablo habla de sí mismo como “derramado en libación sobre el sacrificio” (Fil. 2:17; cf. 2 Tim. 4:6). Así, lo que tenemos aquí es una presentación simbólica. Los santos bajo el altar murieron por causa de “la palabra de Dios y el testimonio que sostuvieron”; es decir, murieron por causa de su fidelidad a la proclamación del evangelio (cf. 1:9). Cuando los seguidores de Cristo mueren por su fe y lealtad a Dios, a menudo puede parecer una tragedia. Sin embargo, la escena del quinto sello, describe la muerte de los seguidores de Cristo como un triunfo: una ofrenda como sacrificio hecho a Dios.

6:10 Los mártires bajo el altar claman: ¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, no juzgarás y vengarás nuestra sangre sobre los que moran en la tierra? Esta súplica nos recuerda la sangre de Abel, que se describe como clamando a Dios desde el suelo (Gén. 4:10). Así como la sangre de Abel clamaba a Dios por causa de su muerte, así los mártires claman a Dios porque fueron perseguidos y murieron injustamente por causa de su fidelidad a él. “Los que moran en la tierra” son aquellos hostiles al evangelio que malignamente persiguieron al fiel pueblo de Dios (cf. 6:10; 8:13; 11:10; 13:8, 14; 17:2). Aunque la súplica de los mártires asesinados es un pedido de juicio sobre sus enemigos, no debe ser considerado como un anhelo de venganza, sino como una petición de justicia legal (cf. Luc. 18:3, 5). “¿Hasta cuándo, oh Señor, permitirás la injusticia sobre la tierra? ¿Hasta cuándo no juzgarás y vengarás la sangre sobre los que moran en la tierra?” Este clamor “debe verse como una petición legal en la que se pide a Dios que realice el proceso legal que conlleve a un veredicto que vindique a los santos martirizados”.31 Como concluye E. Schüssler Fiorenza, esta petición no sólo es por la “vindicación de aquellos oprimidos y sacrificados, sino también una petición por la vindicación de Dios a los ojos de los que pusieron su confianza en Dios”.32

“¿Hasta cuándo, oh Señor?” ha sido el perenne clamor del pueblo oprimido y sufriente a lo largo de la historia. Este fue el clamor del salmista con respecto a los impíos a quienes se les permitió afligir y atacar a los justos (Sal. 79:1–10). Sentimientos similares expresó Habacuc: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré y no oirás?” exclamó el profeta cuando presenció cómo a las naciones paganas se les permitió afligir al pueblo de Dios (Hab. 1:1–4). “El clamor de Daniel en el Exilio fue: “¿Hasta cuándo será pisoteado el santuario?” (Dan. 8:13; 12:6–7). “¿Cuánto tiempo hemos de permanecer aquí? ¿Y cuándo vendrá la cosecha de nuestra recompensa?” preguntaba el autor del libro apócrifo de 4 Esdras.33 El clamor: “¿Hasta cuándo?” de los santos martirizados bajo el altar es así el clamor de descargo en las cortes celestiales. Lo que puede observarse aquí es cuando el fiel pueblo de Dios “expresó este clamor, estaban perplejos por la aparente inactividad de Dios, pero nunca dudaron de la acción definitiva de Dios, y la vindicación en última instancia de los justos”.34

6:11 Dios escucha las oraciones de los mártires fieles. A cada uno de ellos se le dio una vestidura blanca. La forma pasiva aquí actúa como el pasivo divino hebreo, sugiriendo que Dios es el agente que da las vestiduras blancas. Las vestiduras blancas de los salvos (Apoc. 3:4–5) son las vestiduras de victoria, triunfo y fidelidad. Más tarde, Juan ve a la multitud redimida vestidos de ropas blancas ante el trono (7:9). Ellos salieron de gran tribulación y lavaron sus vestiduras en la sangre de Cristo (7:13–14). Después que se les dieron vestidos blancos, se les dijo a los mártires bajo el altar que debían descansar un poco todavía. Otra vez vemos la forma pasiva divina: se les dijo, lo cual sugiere la acción de Dios. Las oraciones de los fieles mártires son respondidas directamente por Dios.35

La muerte del pueblo fiel de Dios en el Apocalipsis se describe como descansar “un poco”, o descansar “de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apoc. 14:13). Aquellos que han rechazado y resistido al evangelio “no tienen reposo de día ni de noche” (Apoc. 14:11). Los mártires asesinados no vuelven a la vida hasta el retorno de Cristo. Juan los ve más tarde en Apocalipsis 19:2 en el centro de la multitud redimida que se regocijaba delante del trono y alababa a Dios por juzgar a Babilonia y vengar “la sangre de sus siervos de la mano de ella”. Más tarde también ve a las mismas “almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios” volviendo a la vida en la Segunda Venida y reinando con Cristo en los lugares celestiales durante mil años (Apoc. 20:4). Entretanto, estos fieles muertos descansan bajo el vigilante cuidado de Dios hasta el día de la resurrección.

A los mártires se les dijo que descansaran un poco mientras que sus consiervos, es decir, sus hermanos que están a punto de ser muertos, puedan ser hechos completos como ellos mismos lo habían sido. Los fieles mártires fueron obedientes hasta el punto de la muerte. Son hechos completos con referencia al carácter. Están vestidos con ropas blancas, que simbolizan su victoria sobre el pecado, y su fidelidad a Dios. Tienen que descansar hasta que sus consiervos, es decir, sus hermanos también estén completos; es decir, hasta que alcancen el mismo nivel de obediencia y fidelidad. Ese tiempo se describe más tarde en Apocalipsis 19:7–8 donde Juan ve al pueblo de Dios vestido “de lino fino y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. Son los que “han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero” (7:14). En ese momento las oraciones de los santos martirizados bajo el altar serán respondidas, pues Dios finalmente ejecutará el juicio sobre los enemigos y opresores de su pueblo fiel.


La Apertura Del Sexto Sello (6:12–17)

12Y miré cuando abrió el sexto sello, y ocurrió un gran terremoto, y el sol se hizo negro como cilicio hecho de pelo, y la luna se hizo como sangre, 13y las estrellas del cielo cayeron a la tierra como una higuera arroja sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento, 14y el cielo se dividió como un rollo que se enrolla, y cada montaña e isla se movieron de sus lugares. 15Y los reyes de la tierra y los magistrados y comandantes militares y los ricos y poderosos y todo persona esclava y libre se escondieron en las cuevas y entre las rocas de las montañas. 16Y dijeron a las montañas y a las rocas: Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, 17porque el gran día de su ira ha venido, y ¿quién es capaz de mantenerse en pie?”

Notas

6:12 Ocurrió un gran terremoto En el Antiguo Testamento, la venida del Señor para visitar la tierra está acompañada por sacudidas de la tierra. Habrá un violento terremoto cuando venga a Israel con juicios (Eze. 38:19–20; Joel 2:10; Amós 8:8). Hageo escribió: “De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca” (Hag. 2:6). Este concepto era muy destacado en la literatura judía extra bíblica.36 El terremoto del sexto sello aparece preceder al que se menciona en 16:18, el de la plaga de la séptima copa que destroza la Babilonia del tiempo del fin, resultando en su destrucción.37 Los comentadores historicistas identifican este que se menciona en 6:12 como el terremoto de Lisboa de 1755.38

El sol llegó a ser negro como cilicio de pelo, y la luna llegó a ser como sangre. El texto del trasfondo del Antiguo Testamento para estos fenómenos es Joel 2:31 donde el profeta predijo que antes “que venga el día grande y espantoso de Jehová”, “el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre” (cf. Joel 3:15). También Isaías describió que Dios oscurecería el sol y vestiría a la luna con cilicio (Isa. 50:3); las estrellas no brillarán, el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y la tierra se moverá de su lugar ante la ira de YHWH (Isa. 13:10, 13). El cumplimiento histórico de estos fenómenos ha sido datado por los eruditos historicistas como el 19 de mayo de 1780, cuando se lo experimentó en el este del Estado de Nueva York y en el sur de Nueva Inglaterra.39

6:13 Las estrellas del cielo cayeron a tierra como una higuera arroja sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Aparentemente Juan eligió esta descripción de Isaías 34:4, donde el ejército del cielo se disolverá o caerá como las hojas caen de la parra, y como caen los higos de la higuera. En su sermón del monte de los Olivos, Jesús predijo que las estrellas caerían del cielo y los poderes del cielo serían conmovidos (Mat. 24:29). Los eruditos historicistas sugieren que el cumplimiento histórico de este fenómeno fue la espectacular lluvia de meteoritos del 13 de noviembre de 1833.40

6:14 Y el cielo se dividió como un rollo que se enrolla. La figura del cielo que se enrolla es tomada de Isaías 34:4, de una descripción de la ira de Dios.

Cada montaña e isla se movieron de sus lugares. Jeremías habla de que las montañas “estaban temblando; ¡se sacudían todas las colinas!” (Jer. 4:24, NVI). Apocalipsis 6:14 se refiere muy probablemente al terremoto final mencionado otra vez en Apocalipsis 16:18, que es diferente y mayor que el primero que se mencionó en 6:12.

6:17 Su ira. Sobre el significado de la ira (gr. orgē). Ver Notas sobre Apocalipsis 14:10.

Exposición

6:12–14 La apertura del sexto sello desata una serie de fenómenos que son de nivel cósmico: incluyen un gran terremoto, el oscurecimiento del sol y la luna, y la caída de estrellas. Todo termina con un terremoto aún mayor que mueve montañas e islas de sus lugares. La escena consiste de estos cinco elementos muy familiares en el Antiguo Testamento para describir la visitación del juicio final de Dios a la tierra, llamado el Día de YHWH.

El Día de YHWH es un concepto escatológico importante que corre a lo largo de los libros proféticos del Antiguo Testamento. Es la ocasión cuando Dios visitará finalmente la tierra como resultado de la infidelidad del pueblo de Dios. Dios vendrá a la tierra con juicios, trayendo la aniquilación de los impíos, por un lado, y la redención y liberación para los que son leales a Dios, por el otro. El Día de YHWH se describe como un evento de cualidades aterradoras; regularmente se asocia con levantamientos cósmicos y destrozos y destrucción de la tierra. Todos estos se ven como señales del juicio inminente de Dios (p. ej., Joel 2:30–31 y Amós 8:8–9). Uno podría observar que el lenguaje que Juan usa recuerda la profecía de Isaías con respecto al día de YHWH:

Las estrellas y las constelaciones del cielo dejarán de irradiar su luz; se oscurecerá el sol al salir y no brillará más la luna… Por eso haré que tiemble el cielo y que la tierra se mueva de su sitio, por el furor del Señor Todopoderoso en el día de su ardiente ira. (Isa. 13:10, 13, NVI)

Así, al describir la escena de la apertura del sexto sello, Juan está usando la presentación familiar del Día de YHWH en el Antiguo Testamento.

El lenguaje catastrófico que describe la apertura del sexto sello es casi idéntico al sermón de Jesús en el monte de los Olivos, con referencia a su segunda venida. “Inmediatamente después de la gran tribulación, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas” (Mat. 24:29). Después de estos fenómenos cósmicos, aparecerá la señal de la Segunda Venida, iniciando la reunión de lo santos en el reino de Dios.

Surge una pregunta: ¿Deben entenderse literal o simbólicamente estas descripciones (que aparecen en la descripción de Jesús del fin del mundo y en la escena de la apertura del sexto sello)? Aunque el lenguaje de la apertura del sexto sello es tomado del Antiguo Testamento, nada en el texto indica que estas señales tienen la intención de ser simbólicas. Por el contrario, el uso repetido de la palabra “como” o “semejante” (gr. hōs ) en el texto parece ser muy importante. El sol llega a ser negro como cilicio, la luna como sangre, las estrellas caerán como los higos de una higuera, y el cielo se parte como un rollo de papiro. En griego, esta palabra “introduce una analogía figurada a un evento real” que se compara con algo figurado.41 Esto sugiere que esas señales celestes tenían la intención de ser tomadas literalmente.

6:15–17 Juan declara que ante la manifestación de estas señales cósmicas los pecadores no arrepentidos se esconderán en las cuevas y entre las rocas de las montañas, procurando cubrirse para no ver el rostro del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque el gran día de su ira ha venido, y ¿quién es capaz de mantenerse en pie? Esta escena recuerda a Adán y Eva escondiéndose de Dios después de que pecaron (Gén. 3:8). El pecado hace que una persona escape de Dios. Aquí en el texto vemos el lenguaje de la Segunda Venida. La venida de Cristo está precedida por un violento terremoto (el mismo que se menciona más tarde en 16:18), aun mayor que el primero mencionado en el versículo 12. La escena del sexto sello es una alusión directa a la profecía de Isaías con referencia del Día de YHWH:

Y se meterán en las cavernas de las peñas y en las aberturas de la tierra, por la presencia terrible de YHWH, y por el resplandor de su majestad, cuando él se levante para castigar la tierra. Aquel día arrojará el hombre a los topos y los murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase y se meterá en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas por la presencia formidable de YHWH y por el resplandor de su majestad, cuando se levante para castigar la tierra. (Isa. 2:19–21; cf. 2:10)

Jesús también usó este lenguaje al describir su regreso a la tierra (Mat. 24:29). Declaró que después de todos estos eventos iniciales, el Hijo del Hombre aparecerá en las nubes, “entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y grande gloria” (Mat. 24:30; cf. Luc. 23:30).

La escena del sexto sello describe así la Segunda Venida que se pinta en el Antiguo Testamento en términos del Día de YHWH. La Segunda Venida es la ocasión cuando Dios intervendrá para castigar al pecado y defenderá a su pueblo fiel. Los mártires bajo el altar están clamando por la intervención de Dios. Sus perseguidores deben confrontar al Dios santo (cf. Amós 4:12). Dios está por juzgar a los pecadores y a los enemigos de su pueblo. Nadie está exento. Se mencionan todos los niveles de la sociedad: reyes de la tierra y los magistrados y los comandantes militares y los ricos y poderosos y toda persona esclava y libre. Nadie puede escapar del juicio de Dios. Apocalipsis 19:18 completa la escena al presentar a las aves carroñeras del cielo para que coman “carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes”.

La escena entera termina con la pregunta retórica muy significativa: “¿Quién es capaz de mantenerse en pie?”. Esto recuerda las preguntas que hizo Malaquías: “¿Quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste?” (Mal. 3:2). Apocalipsis 7 indica que aquellos que son capaces de soportar el divino día de la ira son el pueblo sellado de Dios. Nos asegura que, aunque la Segunda Venida y los eventos que la acompañan aterrorizarán a los impíos, el pueblo fiel de Dios puede aferrarse a la promesa: “Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará” (Isa. 54:10). Cuando el profeta Nahum preguntó: “¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo?”, recibió la respuesta inequívoca: “YHWY es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían” (Nah. 1:6–7). Aquí está la esperanza para el pueblo de Dios con respecto al futuro. De esto trata Apocalipsis 7.


La Apertura Del Séptimo Sello (8:1)

1Y cuando abrió el séptimo sello, hubo un silencio en el cielo como por media hora.

Notas

Silencio. Se han ofrecido diversas explicaciones acerca del significado del silencio en la escena de la apertura del séptimo sello.42 Sin embargo, ninguna resulta satisfactoria. Por ejemplo, algunos creen que el silencio está conectado con el ofrecimiento de las oraciones de los santos (8:3–4).43 Otros sostienen que este silencio corresponde al silencio que había al comienzo de la creación, es decir, en Génesis 1:2, todo era oscuro y silencioso. En la literatura apocalíptica judía, Dios transforma esta tierra en silencio como fue al principio: “Y el mundo se volverá al silencio primitivo durante siete días, como fue al primer comienzo; de modo que nadie quede.”.44 De acuerdo con otros, es el silencio de un universo atónito a la expectativa de los juicios que Dios está por enviar sobre los impíos (cf. Hab. 2:20).45

Algunos textos del Antiguo Testamento arrojan luz sobre el posible significado del “silencio” en Apocalipsis 8:1. En las profecías de Habacuc (2:20), Sofonías (1:7), y Zacarías (2:13), los habitantes de la tierra son exhortados a guardar silencio en vista del juicio inminente de Dios sobre su templo. La espera de la acción inminente de Dios domina la escena y forma la base de la apelación profética. Dios se prepara para dejar su santa morada para visitar la tierra, y su llegada llevará a los impíos a una desesperación terrible. Richard Bauckham señala las declaraciones de escritos judaicos tempranos y tardíos donde hay silencio en el cielo para que las oraciones de los santos puedan ser escuchadas y respondidas con juicios sobre los malvados.46 Como declara Joseph J. Battistone: “Juan toma los temas del silencio, el juicio, y la venida del Señor, y forma su propio cuadro basado en la visión del cielo. En lugar de concentrarse sobre la tierra, sin embargo, el revelador pinta que el cielo será como cuando Dios sale de su santa morada y se dirige a la tierra”47 para traer sus justos juicios sobre sus habitantes.

Como por media hora. El significado de la media hora es enigmático. Evidentemente debe entenderse simbólicamente como refiriéndose a un muy breve lapso de longitud no especificada.

Exposición

Al romper el séptimo sello, hubo un silencio en el cielo como por media hora. Aunque aparentemente sucede en el cielo, el efecto del silencio se extiende a la tierra. Este cuadro es apropiado para el contexto de la apertura del séptimo sello. El silencio puede actuar “como una calma después de la tormenta de destrucción ocasionada por la segunda venida de Cristo”.48 Los jinetes de los caballos han terminado su obra, el sellamiento del pueblo fiel de Dios está completado, los vientos han dejado de soplar (Apoc. 7:1–3), la gran tribulación terminó, y la segunda venida de Cristo ha ocurrido. Las oraciones del pueblo de Dios (cf. Apoc. 6:9–11) fueron escuchadas, y hay silencio en el cielo a la luz del juicio final que se ejecutará sobre la humanidad rebelde de la cual las siete últimas plagas son justo precursoras y anticipos (cf. Apoc. 15–16). El pueblo judío de los días de Juan creía que habría silencio antes de la nueva creación que correspondería al silencio antes de la primera creación.49

Este silencio es realmente una pausa dramática que hace que los justos juicios de Dios, por ser ejecutados sobre la tierra, sean aun más impresionantes. Apocalipsis 6:16–17 indica que la escena de la apertura del séptimo sello sigue a la Segunda Venida. Este silencio puede referirse al milenio (que es un tiempo relativamente corto comparado con la eternidad), o el período después del milenio, cuando Dios ejecutará justicia sobre los impíos y creará un mundo nuevo. Este silencio es una indicación de que el juicio está por ser ejecutado y que todo el universo estará en paz.50 El fiel pueblo de Dios está por encontrar su reposo (cf. Apoc. 7:14–17).

En un sentido más amplio, este silencio se extiende al período siguiente de paz eterna que el universo entero gozará después de la triunfal victoria sobre el pecado mientras el predominio del amor de Dios se esparce durante toda la eternidad.


Retrospección Sobre Apocalipsis 6:9–17; 8:1

Mientras los cuatro jinetes simbolizaban los juicios de Dios sobre los que pretendían ser el pueblo de Dios, la escena de la apertura del quinto sello introduce lo que parece ser un tema vital en el libro del Apocalipsis,51 o sea, la situación del pueblo de Dios en un mundo hostil. La escena prepara el escenario para dos grupos de personas: los que persiguieron y los que fueron perseguidos. Juan observa a los fieles muertos que habían sido asesinados por su testimonio a la palabra de Dios. Su clamor pide la intervención de Dios y el juicio de “los que moran en la tierra” (6:10). Ahora Dios reacciona e interviene.

Mientras los cuatro jinetes podían simbolizar especialmente los juicios de Dios durante el primer milenio sobre los que pretendían ser el pueblo de Dios pero eran infieles al evangelio, en la escena del quinto sello, como observa Paulien, “vemos los resultados de la persecución que ha sido aludida con los jinetes, especialmente el segundo. De este modo el quinto sello representa un punto posterior al tiempo de los cuatro jinetes mismos. Siendo que la frase “¿Hasta cuándo?” se aplica en Daniel 7:21, 25; 12:6–7 a la gran tribulación de la Edad Media, Apocalipsis 6:10 apropiadamente representa un “clamor” de protesta de los mártires de la misma era.52 El sexto sello nos trae al final de la historia del mundo. Describe el juicio venidero, cuando “los que moran en la tierra” procurarán esconderse de la ira del Cordero, clamando en pánico: “El gran día de su ira ha llegado; ¿quién podrá sostenerse en pie?” (6:17).

El capítulo 7 proporciona la respuesta a la pregunta anterior, diciéndonos que aquellos que podrán sostenerse en pie en aquel día son el pueblo sellado de Dios. También deja claro que el juicio final se derrama sobre “los que moran en la tierra” y la destrucción de la tierra no puede venir antes de que el sellado del pueblo de Dios se haya completado (7:3). Esto corresponde a la respuesta dada a los mártires bajo el altar: esperar hasta que sus consiervos estén completos también. El resto del capítulo 7 nos lleva al tiempo después del milenio y al posterior período caracterizado por el silencio del séptimo sello. El pueblo de Dios ha sido vindicado y finalmente ha encontrado su reposo.

¿Qué hay del juicio sobre los perseguidores del pueblo de Dios? Apocalipsis 8:2–5 indica que Dios escucha las oraciones del sufriente pueblo de Dios. Y la escena de los ángeles que tocan las siete trompetas es la evidente respuesta de Dios: “No demasiado. Yo ya estoy juzgando a quienes malvadamente atacaron y persiguieron a mis santos”. Sería natural esperar que el toque de las siete trompetas tenga algo que ver con la respuesta a las oraciones de los mártires bajo el altar y la orden dada a los cuatro ángeles: “No dañéis la tierra o el mar o los árboles hasta que hayamos sellado a los siervos de Dios en sus frentes” (7:3). Cuando el sellamiento esté completado, los juicios de Dios se pondrán en acción. Y Apocalipsis 19:2 nos lleva al día venidero cuando los mártires vindicados darán toda gloria y alabanza a Dios porque sus juicios son verdaderos y justos porque “ha vengado la sangre de sus siervos” (cf. también Apoc. 16:5–7).

El clamor de los mártires asesinados bajo el altar—“¿Hasta cuándo, oh Dios?”—es el perenne clamor de muchos cristianos que viven en este mundo que han tenido que pagar el precio por seguir en los pasos de Cristo. Así como Jesús fue perseguido en este mundo, así lo son sus seguidores. No obstante, si lo peor les ocurriera, todavía pueden encontrar consuelo en el hecho de que Jesús señaló el camino. Si ellos tienen que sufrir aun hasta el punto de la muerte, ellos sabrán que el fin llega, cuando todas las promesas de Dios se cumplirán. Jon Paulien declara:

El mismo Cristo que salvaguarda las iglesias (Apoc. 1–3) también se sienta sobre el trono de Dios en los lugares celestiales (Apoc. 4–5). Él sabe y se preocupa cuando su pueblo sufre o está forzado a caminar solo en esta vida por causa de su fe en él. Por lo tanto, no es sorprendente que el pueblo de Dios en toda la Era Cristiana haya encontrado significado para sus vidas en la extraña colección de imágenes que constituyen las porciones apocalípticas del libro.

Los sellos del capítulo 6 proporcionan una descripción reveladora de la vida cristiana en esta tierra entre la cruz y la Segunda Venida. El sufriente pueblo de Dios puede a veces preguntarse si la realidad no prueba que su fe es una ilusión. La gloria y el brillo parecen residir con los adversarios del evangelio. Pero el hecho de que las sombrías realidades de la historia de la tierra y la experiencia que sigue a la apertura de los sellos en el cielo, demuestran que estas realidades están bajo el control del Cordero, quien ya reina (Apoc. 5) y cuyo reino perfecto pronto se consumará (11:15–18).53

Apocalipsis 6–7 envía un mensaje permanente y poderoso al oprimido pueblo de Dios que vive entre la cruz y la Segunda Venida, y experimenta pruebas y sufrimientos en este mundo. Como declara David Marshall: “El Apocalipsis no se aleja de la vida real. Describe la vida como realmente es, pero también nos da esperanza en esa realidad”.54 En medio del soplar de los vientos, por raro que pueda ser, el pueblo de Dios tiene la firme certeza de que Jesucristo todavía está en el trono en los lugares celestiales. Por medio de él, Dios está en el control. Su promesa dada hace unos dos mil años sigue firme: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:20).