Ministerio desde Galilea hasta Judea

FIN DEL MINISTERIO EN GALILEA

[Mt. 19:1, 2; Mc. 10:1; Lc. 9:51–56, de Samaria a Judea]

Cuando se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, Jesús afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Envió mensajeros delante de sí, quienes fueron y entraron en una aldea de samaritanos para prepararle alojamiento; pero no lo recibieron, porque su rostro estaba como de quien iba a Jerusalén. Viendo esto, sus discípulos Jacobo y Juan dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y los consuma?” Pero él, volviéndose, los reprendió. Y se fueron a otra aldea.


DIEZ LEPROSOS SANADOS

[Lc. 17:11–19]

Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!”

Cuando él los vio, les dijo: “Vayan, muéstrense a los sacerdotes.” Y aconteció que mientras iban, quedaron limpios.

Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió glorificando a Dios a gran voz; y se postró rostro en tierra a los pies de Jesús, dándole gracias; y éste era samaritano.

Respondiendo Jesús dijo: “¿No son diez los que fueron limpiados? ¿Y los nueve, dónde están? ¿No hubo quien volviera y diera gloria a Dios sino este extranjero?” Y le dijo: “Levántate, vete; tu fe te ha salvado.”


LOS SETENTA Y DOS ENVIADOS

[Mt. 11:20–24; Lc. 10:1–16]

Después de estas cosas, designó el Señor a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les decía: “La mies es mucha, pero los obreros pocos; rueguen, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Vayan; he aquí, yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saluden por el camino.

“En cualquier casa donde entren, digan primero: ‘Paz sea a esta casa.’ Y si hubiere allí algún hijo de paz, su paz reposará sobre él; y si no, se volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo lo que les den; porque el obrero es digno de su salario. No anden de casa en casa.

“En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les pongan delante; y sanen a los enfermos que en ella haya, y díganles: ‘El reino de Dios se ha acercado a ustedes.’ Mas en cualquier ciudad donde entren y no los reciban, salgan por sus calles y digan: ‘Aun el polvo de su ciudad que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes. Pero sepan esto: que el reino de Dios se ha acercado.’ Les digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para aquella ciudad.

“¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ustedes, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza se habrían arrepentido. Por tanto, en el juicio será más tolerable para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Capernaúm, ¿serás levantada hasta el cielo? Hasta el Hades serás abatida.

“El que a ustedes oye, a mí me oye; y el que a ustedes desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.”


LOS SETENTA Y DOS REGRESAN

[Lc. 10:17–20]

Volvieron los setenta y dos con gozo, diciendo: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.”

Y les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí les doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada les dañará. Pero no se regocijen de que los espíritus se les sujetan, sino regocíjense de que sus nombres están escritos en los cielos.”


JESÚS ALABA LA REVELACIÓN DEL PADRE

[Mt. 11:25–27; Lc. 10:21–24]

En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu Santo y dijo: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.

“Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”

Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: “Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven; porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.”


DESCANSO PARA LOS CARGADOS

[Mt. 11:28–30]

“Vengan a mí todos los que están trabajados y cargados, y yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallarán descanso para sus almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”


PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

[Lc. 10:25–37, ¿Jericó?]

Y he aquí, un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: “Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”

Él le dijo: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”

Aquel, respondiendo, dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.”

Y le dijo: “Bien has respondido; haz esto, y vivirás.”

Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: “¿Y quién es mi prójimo?”

Respondiendo Jesús, dijo: “Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, e hiriéndolo se fueron, dejándolo medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndolo, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, al verlo, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndolo, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndolo en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él. Otro día, al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: ‘Cuídalo; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.’

“¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?”

Él dijo: “El que usó de misericordia con él.”

Entonces Jesús le dijo: “Ve, y haz tú lo mismo.”


EN LA CASA DE MARTA Y MARÍA

[Lc. 10:38–42, ¿Betania?]

Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Ella tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose dijo: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.”

Respondiendo Jesús le dijo: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.”


JESÚS ENSEÑA A ORAR

[Lc. 11:1–4, ¿Monte de los Olivos?]

Aconteció que estando él orando en un lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.”

Y les dijo: “Cuando oren, digan: ‘Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación.’”


PARÁBOLA DE LA INSISTENCIA

[Lc. 11:5–8]

Les dijo también: “¿Quién de ustedes que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante’; y aquél, respondiendo desde adentro, dice: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme y dártelos’?

“Les digo que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.”


ORAR CON FE

[Lc. 11:9–13]

“Y yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y hallarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

“¿Qué padre de ustedes, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? ¿O si pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si ustedes, siendo malos, saben dar buenas dádivas a sus hijos, ¿cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”