La resurrección y las apariciones de Jesús

PIEDRA REMOVIDA.

[Mt. 28:2–4]

Hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor descendió del cielo, y llegando al sepulcro, removió la piedra y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. De miedo de él, los guardias temblaron y se quedaron como muertos.


MUJERES VAN AL SEPULCRO.

[Mt. 28:1; Mc. 16:1–4; Lc. 24:1–3; Jn. 20:1]

Pasado el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo y Salomé compraron especias aromáticas para ir a ungirlo. Muy de mañana, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?”

Pero al mirar, vieron removida la piedra, que era muy grande.


RESURRECCIÓN ANUNCIADA.

[Mt. 28:5–7; Mc. 16:5–7]

Entrando en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto con una larga ropa blanca, y se asustaron. Pero él les dijo: “No se asusten; buscan a Jesús nazareno, el que fue crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Pero vayan, digan a sus discípulos y a Pedro que va delante de ustedes a Galilea; allí lo verán, como les dijo.”


MUJERES RECORDADAS DE LA PROFECÍA.

[Lc. 24:4–8]

Aconteció que estando ellas perplejas por esto, se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, bajaron el rostro a tierra, y les dijeron: “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acuérdense de lo que les habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: ‘Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.’” Entonces ellas se acordaron de sus palabras.


MUJERES HUYEN TEMEROSAS.

[Mc. 16:8]

Saliendo ellas huyeron del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.


PEDRO Y JUAN INFORMADOS.

[Jn. 20:2]

Entonces [María Magdalena] corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto.”


PEDRO Y JUAN VEN EL SEPULCRO.

[Lc. 24:12; Jn. 20:3–10]

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Y bajándose a mirar, vio los lienzos puestos allí, pero no entró.

Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos puestos allí, y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino enrollado en un lugar aparte.

Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero al sepulcro; y vio y creyó. Porque aún no habían entendido la Escritura, que era necesario que él resucitara de los muertos. Y volvieron los discípulos a los suyos.


JESÚS CON MARÍA MAGDALENA.

[Mc. 16:9; Jn. 20:11–17]

Jesús, resucitado por la mañana, el primer día de la semana, apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios.

María estaba afuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.

Y le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”

Les dijo: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.”

Dicho esto, se volvió y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”

Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.”

Jesús le dijo: “¡María!”

Volviéndose ella le dijo: “¡Rabboni!” (que quiere decir, Maestro).

Jesús le dijo: “No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a su Padre, a mi Dios y a su Dios.”


JESÚS APARECE A MUJERES.

[Mt. 28:8–10]

Ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, corrieron a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas, Jesús les salió al encuentro, diciendo: “¡Salve!”

Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies y lo adoraron. Entonces Jesús les dijo: “No teman; vayan, den las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán.”


SACERDOTES ENCUBREN.

[Mt. 28:11–15]

Mientras ellas iban, he aquí unos de la guardia fueron a la ciudad y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: “Digan ustedes: ‘Sus discípulos vinieron de noche y lo hurtaron, estando nosotros dormidos.’ Y si esto lo oye el gobernador, nosotros lo persuadiremos y los pondremos a salvo.”

Ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido. Y este dicho se ha divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.


MUJERES ANUNCIAN LA APARICIÓN.

[Mc. 16:10, 11; Lc. 24:9–11; Jn. 20:18]

Volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once y a todos los demás. Eran María Magdalena, Juana, María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles.

Mas a ellos les parecían locura las palabras de ellas, y no las creían.


JESÚS APARECE A CLEOFÁS.

[Mc. 16:12; Lc. 24:13–27]

He aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús, que estaba a sesenta estadios de Jerusalén. E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acontecido.

Y aconteció que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó y caminaba con ellos. Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no lo conocieran.

Y les dijo: “¿Qué pláticas son estas que tienen entre ustedes mientras caminan, y por qué están tristes?”

Respondiendo uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le dijo: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no has sabido las cosas que en ella han acontecido en estos días?”

Entonces él les dijo: “¿Qué cosas?”

Y ellos le dijeron: “De Jesús nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; y cómo lo entregaron los principales sacerdotes y nuestros gobernantes a sentencia de muerte, y lo crucificaron. Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel; y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido. Aunque también nos han asombrado unas mujeres de entre nosotros, las que antes del día fueron al sepulcro, y como no hallaron su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, quienes dijeron que él vive. Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; pero a él no lo vieron.”

Entonces él les dijo: “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.


IDENTIDAD DE JESÚS REVELADA.

[Lc. 24:28–32]

Llegaron a la aldea a donde iban, y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos lo obligaron a quedarse, diciendo: “Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado.” Entró, pues, a quedarse con ellos.

Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y lo reconocieron; mas él desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?”


CLEOFÁS RELATA LA APARICIÓN.

[Mc. 16:13; Lc. 24:33–35; Jn. 20:19]

Levantándose en esa misma hora, regresaron a Jerusalén y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos, que decían: “Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón.”

Entonces ellos contaban lo que les había acontecido en el camino, y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Al atardecer de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús y se puso en medio de ellos, y les dijo: “Paz a ustedes.”


JESÚS SE APARECE A LOS DISCÍPULOS.

[Mc. 16:14; Lc. 24:36–44; Jn. 20:20]

Entonces, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Pero él les dijo: “¿Por qué están turbados, y vienen a su corazón estos pensamientos? Miren mis manos y mis pies, que yo mismo soy; tóquenme y vean, porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo.”

Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo: “¿Tienen aquí algo de comer?”

Entonces le dieron parte de un pez asado, el cual él tomó y comió delante de ellos.

Y les dijo: “Estas son las palabras que les hablé, estando aún con ustedes: que era necesario que se cumpliera todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.”


LOS APÓSTOLES RECIBEN AUTORIDAD.

[Jn. 20:21–23]

Entonces Jesús les dijo otra vez: “Paz a ustedes. Como me envió el Padre, así también yo los envío.”

Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les remitan los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retengan, les son retenidos.”


TOMÁS DUDA.

[Jn. 20:24, 25]

Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.

Le dijeron, pues, los otros discípulos: “Al Señor hemos visto.”
Él les dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.”


JESÚS SE APARECE A TOMÁS.

[Jn. 20:26–29]

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: “Paz a ustedes.”

Luego dijo a Tomás: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.”

Entonces Tomás respondió y le dijo: “¡Señor mío, y Dios mío!”

Jesús le dijo: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”


JESÚS SE APARECE A LOS DISCÍPULOS.

[Jn. 21:1–14]

Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera:

Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Dídimo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar.” Ellos le dijeron: “Vamos nosotros también contigo.” Fueron y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada.

Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús.

Y les dijo: “Hijitos, ¿tienen algo de comer?”

Le respondieron: “No.”

Él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca, y hallarán.” Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!” Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa —porque se había despojado de ella— y se echó al mar. Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red llena de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos.

Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan. Jesús les dijo: “Traigan de los peces que acaban de pescar.”

Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió.

Les dijo Jesús: “Vengan, coman.” Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Tú, quién eres?” sabiendo que era el Señor.

Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. Ésta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.


PEDRO ES REINSTALADO.

[Jn. 21:15–17]

Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?”

Le respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te amo.”

Él le dijo: “Apacienta mis corderos.”

Volvió a decirle la segunda vez: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”

Pedro le respondió: “Sí, Señor; tú sabes que te amo.”

Le dijo: “Pastorea mis ovejas.”

Le dijo la tercera vez: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?”

Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: “¿Me amas?” y le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.”

Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.”


MUERTE DE PEDRO ANUNCIADA.

[Jn. 21:18, 19]

“De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.”

Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: “Sígueme.”


PREGUNTA SOBRE LA MUERTE DE JUAN.

[Jn. 21:20–24]

Volviéndose Pedro, vio que le seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: “Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?”

Cuando Pedro lo vio, dijo a Jesús: “Señor, ¿y éste, qué?”

Jesús le dijo: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.”

Entonces se difundió entre los hermanos el dicho de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti?”

Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero.