JESÚS ES CRUCIFICADO.
[Mt. 27:33, 34, 38; Mc. 15:23, 25, 27, 28; Lc. 23:32–34a; Jn. 19:18]
También llevaban con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados. Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí, y con él a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Y Jesús decía: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
Le ofrecieron vino mezclado con mirra, pero no lo tomó.
Era la hora tercera (nueve de la mañana) cuando lo crucificaron.
INSCRIPCIÓN EN LA CRUZ.
[Mt. 27:37; Mc. 15:26; Lc. 23:38; Jn. 19:19–22]
Pilato escribió también un título, y lo puso sobre la cruz; el escrito decía: “JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS.”
Muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad; y el título estaba escrito en hebreo, en latín y en griego.
Dijeron a Pilato los principales sacerdotes de los judíos: “No escribas: ‘Rey de los judíos’; sino que él dijo: ‘Soy rey de los judíos.’”
Respondió Pilato: “Lo que he escrito, he escrito.”
LOS SOLDADOS ECHAN SUERTE.
[Mt. 27:35, 36; Mc. 15:24; Lc. 23:34b; Jn. 19:23, 24]
Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una para cada soldado; tomaron también la túnica, la cual era sin costura, tejida de arriba abajo.
Entonces dijeron entre sí: “No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será.”
Esto fue para que se cumpliera la Escritura que dice: “Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.”
Y así lo hicieron los soldados.
LA MULTITUD SE BURLA DE JESÚS.
[Mt. 27:39–44; Mc. 15:29–32; Lc. 23:35–37]
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: “Tú que derribas el templo y en tres días lo reedificas, ¡sálvate a ti mismo! Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.”
De esta manera, también los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: “A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. Si es el rey de Israel, que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrelo ahora si lo quiere; porque ha dicho: ‘Soy Hijo de Dios.’”
También los soldados escarnecían de él, acercándose y presentándole vinagre, y diciendo: “Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.”
EL LADRÓN PIDE SER RECORDADO.
[Lc. 23:39–43]
Y uno de los malhechores que estaban colgados lo injuriaba, diciendo: “Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.”
Respondiendo el otro, lo reprendió, diciendo: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.”
Y dijo a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.”
Entonces Jesús le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
JESÚS SE PREOCUPA POR MARÍA.
[Jn. 19:25–27]
Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: “Mujer, he ahí tu hijo.”
Después dijo al discípulo: “He ahí tu madre.” Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
EL CLAMOR DE JESÚS.
[Mt. 27:45–47; Mc. 15:33–35; Lc. 23:44, 45a]
Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: “Elí, Elí, ¿lama sabactani?” Esto es: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Algunos de los que estaban allí decían: “A Elías llama éste.”
JESÚS RECIBE BEBIDA.
[Mt. 27:48, 49; Mc. 15:36; Jn. 19:28, 29]
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliera: “Tengo sed.”
Al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Los otros decían: “Deja, veamos si viene Elías a librarlo.”
JESÚS MUERE.
[Mt. 27:50; Mc. 15:37; Lc. 23:46; Jn. 19:30]
Cuando Jesús tomó el vinagre, dijo: “Consumado es.” Y clamando a gran voz, dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
SUCEDEN HECHOS MILAGROSOS.
[Mt. 27:51–53; Mc. 15:38; Lc. 23:45b]
Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido se levantaron. Y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad y aparecieron a muchos.
EL PUEBLO SE LLENA DE TEMOR.
[Mt. 27:54–56; Mc. 15:39–41; Lc. 23:47–49]
El centurión y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios.”
Había también mujeres mirando de lejos; entre ellas, María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé. Quienes cuando él estaba en Galilea, lo seguían y le servían; y muchas otras que habían subido con él a Jerusalén.
Y toda la multitud de los que estaban presentes en este espectáculo, viendo lo que había acontecido, se volvían golpeándose el pecho. Pero todos sus conocidos, y las mujeres que le habían seguido desde Galilea, estaban lejos mirando estas cosas.
JESÚS ES TRASPASADO.
[Jn. 19:31–37]
Entonces, los judíos, por cuanto era la preparación de la Pascua, a fin de que los cuerpos no quedaran en la cruz en el día de reposo (pues aquel día de reposo era de gran solemnidad), rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas, y fuesen quitados de allí.
Fueron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas. Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua.
El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice verdad, para que ustedes también crean.
Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: “No será quebrado hueso suyo.” Y también otra Escritura dice: “Mirarán al que traspasaron.”