JESÚS LLEVADO ANTE ANÁS.
[Jn. 18:12b–14]
Lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. Caifás era quien había aconsejado a los judíos que convenía que un solo hombre muriera por el pueblo.
PRIMERA NEGACIÓN DE PEDRO.
[Jn. 18:15–17]
Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y como este discípulo era conocido del sumo sacerdote, entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; mas Pedro estaba afuera a la puerta. Salió entonces el otro discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro.
Entonces la criada que cuidaba la puerta dijo a Pedro: “¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?”
Él dijo: “No lo soy.”
JESÚS ANTE ANÁS.
[Jn. 18:19–23]
Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
Jesús le respondió: “Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho.”
Cuando hubo dicho esto, uno de los alguaciles que estaba allí dio una bofetada a Jesús, diciendo: “¿Así respondes al sumo sacerdote?”
Jesús le respondió: “Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas?”
ANTE CAIFÁS, EL SUMO SACERDOTE.
[Mt. 26:57, 58; Mc. 14:53, 54; Lc. 22:54; Jn. 18:24]
Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. Y prendiéndolo, lo llevaron a casa del sumo sacerdote. Y Pedro le seguía de lejos.
PEDRO VUELVE A NEGAR.
[Mt. 26:69–72; Mc. 14:66–70a; Lc. 22:55–58; Jn. 18:25]
Cuando ellos encendieron fuego en medio del patio, y se sentaron alrededor, Pedro se sentó también entre ellos. Y una criada, al verlo sentado al fuego, se fijó en él y dijo: “Éste también estaba con él.”
Pero él lo negó, diciendo: “Mujer, no lo conozco.”
Un poco después, otra lo vio, y dijo: “Tú también eres de ellos.”
Pedro dijo: “Hombre, no lo soy.”
Y saliendo a la puerta, otra criada lo vio y dijo a los que estaban allí: “Éste estaba también con Jesús de Nazaret.”
Y él negó otra vez con juramento: “No conozco al hombre.”
JESÚS ANTE EL SANEDRÍN.
[Mt. 26:59–66; Mc. 14:55–64]
Los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarlo a muerte; y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero no coincidían.
Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo: “Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.” Pero ni aun así concordaban en el testimonio.
Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio y preguntó a Jesús, diciendo: “¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?” Mas él callaba y nada respondía.
El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?”
Jesús le dijo: “Yo soy; y verán al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo.”
Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus vestiduras, dijo: “¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Ustedes han oído la blasfemia; ¿qué les parece?” Y todos lo condenaron, declarándolo reo de muerte.
JESÚS ES VEJADO.
[Mt. 26:67, 68; Mc. 14:65; Lc. 22:63–65]
Y algunos comenzaron a escupirlo, a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: “¡Profetiza!” Y los guardias le daban bofetadas, y lo afrentaban diciendo muchas otras cosas.
PEDRO NIEGA POR TERCERA VEZ.
[Mt. 26:73, 74a; Mc. 14:70b, 71; Lc. 22:59, 60a; Jn. 18:26, 27]
Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: “Verdaderamente también tú eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar lo demuestra.”
Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: “No conozco a ese hombre.”
Y uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, dijo: “¿No te vi yo en el huerto con él?”
Pedro negó otra vez, diciendo: “Hombre, no sé lo que dices.”
PEDRO LLORA AMARGAMENTE.
[Mt. 26:74b, 75; Mc. 14:72; Lc. 22:60b–62]
Y en seguida, mientras él aún hablaba, el gallo cantó. Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: “Antes que el gallo cante, me negarás tres veces.” Y saliendo fuera, lloró amargamente.
EL CONCILIO CONDENA A JESÚS.
[Mt. 27:1; Mc. 15:1a; Lc. 22:66–71]
Cuando se hizo de día, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y lo llevaron al concilio, diciendo: “Si tú eres el Cristo, dínoslo.”
Él les dijo: “Si se los dijere, no creerán; y también si les preguntare, no me responderán, ni me soltarán. Pero desde ahora, el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios.”
Dijeron todos: “¿Luego eres tú el Hijo de Dios?”
Él les dijo: “Ustedes dicen que lo soy.”
Entonces ellos dijeron: “¿Qué más testimonio necesitamos? Pues nosotros mismos lo hemos oído de su boca.”
Muy de mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, para entregarlo a muerte.
JUDAS SE SUICIDA.
[Mt. 27:3–10]
Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: “He pecado entregando sangre inocente.”
Mas ellos dijeron: “¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!”
Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.
Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: “No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.” Y habiendo consultado, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: Campo de sangre.
Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: “Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel; y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.”