En Jerusalén para la Fiesta de los Tabernáculos

LOS HERMANOS SE BURLAN DE JESÚS

[Jn. 7:2–9, Capernaúm (sept./oct. 29 d.C.)]

Cuando se acercaba la fiesta judía de los Tabernáculos, sus hermanos le dijeron: “Sal de Galilea y ve a Judea, para que también tus discípulos allá vean las obras que haces. Porque nadie que procura darse a conocer actúa en secreto. Ya que haces estas cosas, muéstrate al mundo.” Porque ni siquiera sus propios hermanos creían en él.

Entonces Jesús les dijo: “Mi tiempo aún no ha llegado; para ustedes cualquier tiempo es bueno. El mundo no puede odiarlos a ustedes, pero a mí me odia porque yo testifico que sus obras son malas. Suban ustedes a la fiesta; yo todavía no subo a esta fiesta, porque mi tiempo aún no se ha cumplido.” Y habiendo dicho esto, se quedó en Galilea.


JESÚS VA EN SECRETO

[Jn. 7:10–13, Jerusalén (oct. 29 d.C.)]

Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces él también subió, no públicamente, sino en secreto. Los judíos lo buscaban en la fiesta y decían: “¿Dónde estará aquel?”

Entre la multitud había mucho murmullo acerca de él. Unos decían: “Es bueno.” Otros: “No, engaña al pueblo.” Pero nadie hablaba abiertamente de él por miedo a los judíos.


JESÚS ENSEÑA EN EL TEMPLO

[Jn. 7:14–24]

A la mitad de la fiesta, Jesús subió al templo y enseñaba. Y se maravillaban los judíos, diciendo: “¿Cómo sabe éste letras sin haber estudiado?”

Jesús les respondió: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios o si yo hablo por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que lo envió, ése es verdadero, y no hay en él injusticia. ¿No les dio Moisés la ley? Sin embargo, ninguno de ustedes cumple la ley. ¿Por qué procuran matarme?”

La multitud respondió: “¡Demonio tienes! ¿Quién procura matarte?”

Jesús les respondió: “Una obra hice, y todos se maravillan. Por cierto, Moisés les dio la circuncisión (no porque sea de Moisés, sino de los padres), y en el día de reposo circuncidan a un hombre. Si recibe un hombre la circuncisión en el día de reposo, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿se enojan conmigo porque en el día de reposo sané completamente a un hombre? No juzguen según las apariencias, sino juzguen con justo juicio.”


DISCUSIÓN SOBRE EL CRISTO

[Jn. 7:25–31]

Decían entonces unos de Jerusalén: “¿No es éste a quien buscan para matarlo? Pues miren, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que éste es el Cristo? Pero sabemos de dónde es éste; sin embargo, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde sea.”

Jesús, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: “A mí me conocen y saben de dónde soy; pero no he venido de mí mismo, sino que el que me envió es verdadero, a quien ustedes no conocen. Pero yo lo conozco, porque de él procedo y él me envió.”

Procuraban entonces prenderlo, pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. Y muchos de la multitud creyeron en él y decían: “¿El Cristo, cuando venga, hará más señales que las que éste ha hecho?”


LOS GUARDIAS SON ENVIADOS

[Jn. 7:32–36]

Los fariseos oyeron a la gente murmurar estas cosas de él, y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para prenderlo.

Entonces Jesús dijo: “Todavía un poco de tiempo estaré con ustedes, y luego iré al que me envió. Me buscarán y no me hallarán; y donde yo esté, ustedes no podrán ir.”

Entonces los judíos se decían entre sí: “¿Adónde se irá éste, que no lo hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los griegos y enseñará a los griegos? ¿Qué significa esto que dijo: ‘Me buscarán y no me hallarán; y donde yo esté, ustedes no podrán ir’?”


LA BEBIDA ESPIRITUAL

[Jn. 7:37–39]

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.”

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús aún no había sido glorificado.


DIVISIÓN ENTRE LOS JUDÍOS

[Jn. 7:40–44]

Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: “Verdaderamente éste es el profeta.” Otros decían: “Éste es el Cristo.” Pero algunos decían: “¿De Galilea ha de venir el Cristo? ¿No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Cristo?”

Hubo entonces disensión entre la multitud a causa de él. Y algunos querían prenderlo, pero ninguno le echó mano.


NICODEMO ACONSEJA PRUDENCIA

[Jn. 7:45–52]

Los guardias vinieron a los principales sacerdotes y a los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo trajeron?”

Los guardias respondieron: “Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre.”

Entonces los fariseos les respondieron: “¿También ustedes han sido engañados? ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? Pero esta gente que no sabe la ley, maldita es.”

Nicodemo, el que vino a Jesús de noche, el cual era uno de ellos, les dijo: “¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no lo oye y sabe lo que ha hecho?”

Respondieron y le dijeron: “¿Eres tú también galileo? Escudriña y verás que de Galilea nunca se ha levantado profeta.”


LA MUJER SORPRENDIDA EN ADULTERIO

[Jn. 7:53–8:11, en el templo]

Cada uno se fue a su casa, pero Jesús se fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado, les enseñaba.

Entonces los escribas y los fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres. ¿Tú, pues, qué dices?” Esto decían tentándolo, para tener de qué acusarlo.

Pero Jesús, inclinándose, escribía en tierra con el dedo. Y como insistían en preguntarle, se enderezó y les dijo: “El que de ustedes esté sin pecado, sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” Y volviéndose a inclinar, seguía escribiendo en tierra.

Al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.

Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?”

Ella dijo: “Ninguno, Señor.”

Entonces Jesús le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más.”


LA LUZ DEL MUNDO

[Jn. 8:12–20]

Jesús les habló otra vez, diciendo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.”

Entonces los fariseos le dijeron: “Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es válido.”

Respondió Jesús: “Aunque yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie. Y si yo juzgo, mi juicio es verdadero, porque no soy yo solo, sino yo y el que me envió, el Padre. Y en la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí.”

Le dijeron entonces: “¿Dónde está tu Padre?”

Respondió Jesús: “Ni a mí me conocen, ni a mi Padre; si a mí me conocieran, también a mi Padre conocerían.”

Estas palabras habló Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie lo prendió, porque aún no había llegado su hora.


ADVERTENCIA CONTRA LA INCREDULIDAD

[Jn. 8:21–30]

Jesús les dijo otra vez: “Yo me voy, y me buscarán, pero en su pecado morirán; adonde yo voy, ustedes no pueden venir.”

Decían entonces los judíos: “¿Acaso se matará a sí mismo, que dice: ‘Adonde yo voy, ustedes no pueden venir’?”

Y les decía: “Ustedes son de abajo, yo soy de arriba; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Por eso les dije que morirán en sus pecados; porque si no creen que yo soy, en sus pecados morirán.”

Entonces le dijeron: “¿Tú quién eres?”

Jesús les dijo: “Lo que desde el principio les he dicho. Muchas cosas tengo que decir y juzgar de ustedes; pero el que me envió es verdadero, y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo.”

Pero no entendieron que les hablaba del Padre. Les dijo, pues, Jesús: “Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada.”

Al hablar él estas cosas, muchos creyeron en él.


SOBRE LA LIBERTAD ESPIRITUAL

[Jn. 8:31–38]

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: “Si permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.”

Le respondieron: “Linaje de Abraham somos y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: ‘Serán libres’?”

Jesús les respondió: “De cierto, de cierto les digo que todo aquel que hace pecado es esclavo del pecado. Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo los liberta, serán verdaderamente libres. Sé que son descendientes de Abraham; pero procuran matarme, porque mi palabra no haya cabida en ustedes. Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y ustedes hacen lo que han oído cerca de su padre.”


LOS VERDADEROS HIJOS DE ABRAHAM

[Jn. 8:39–47]

Respondieron y le dijeron: “Nuestro padre es Abraham.”

Jesús les dijo: “Si fueran hijos de Abraham, las obras de Abraham harían. Pero ahora procuran matarme a mí, hombre que les he hablado la verdad, la cual oí de Dios. Abraham no hizo esto. Ustedes hacen las obras de su padre.”

Entonces le dijeron: “Nosotros no hemos nacido de fornicación; un padre tenemos: Dios.”

Jesús entonces les dijo: “Si Dios fuera su Padre, me amarían; porque yo de Dios he salido y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entienden mi lenguaje? Porque no pueden escuchar mi palabra. Ustedes son de su padre el diablo, y los deseos de su padre quieren hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. Y a mí, porque digo la verdad, no me creen. ¿Quién de ustedes me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué no me creen? El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oyen ustedes, porque no son de Dios.”


DECLARA SU EXISTENCIA ETERNA

[Jn. 8:48–59]

Respondieron entonces los judíos y dijeron: “¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?”

Respondió Jesús: “Yo no tengo demonio; antes honro a mi Padre, y ustedes me deshonran. Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. De cierto, de cierto les digo que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.”

Entonces los judíos le dijeron: “Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: ‘El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.’ ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? Y los profetas murieron; ¿quién te haces a ti mismo?”

Respondió Jesús: “Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que ustedes dicen que es su Dios. Pero no lo han conocido; yo sí lo conozco, y si dijera que no lo conozco, sería mentiroso como ustedes; pero lo conozco, y guardo su palabra. Abraham, su padre, se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se alegró.”

Entonces le dijeron los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”

Jesús les dijo: “De cierto, de cierto les digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”

Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo.


EL CIEGO DE NACIMIENTO ES SANADO

[Jn. 9:1–12]

Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”

Respondió Jesús: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo.”

Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con la saliva, untó con el lodo los ojos del ciego y le dijo: “Ve a lavarte en el estanque de Siloé” (que traducido es “Enviado”). Fue entonces, se lavó, y regresó viendo.

Entonces los vecinos y los que antes lo habían visto que era ciego decían: “¿No es éste el que se sentaba y mendigaba?” Unos decían: “Él es.” Otros: “A él se parece.” Él decía: “Yo soy.”

Y le decían: “¿Cómo te fueron abiertos los ojos?”

Respondió él y dijo: “Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos y me dijo: ‘Ve al Siloé y lávate.’ Fui, me lavé, y recibí la vista.”

Entonces le dijeron: “¿Dónde está él?”

Él dijo: “No sé.”


LOS FARISEOS INTERROGAN AL CIEGO

[Jn. 9:13–17]

Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Y era sábado cuando Jesús había hecho el lodo y le había abierto los ojos.

Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: “Me puso lodo sobre los ojos, me lavé, y veo.”

Entonces algunos de los fariseos decían: “Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el sábado.” Otros decían: “¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?” Y había división entre ellos.

Entonces volvieron a decirle al ciego: “¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?”

Y él dijo: “Que es profeta.”


LOS PADRES SON INTERROGADOS

[Jn. 9:18–23]

Pero los judíos no creyeron que él había sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, y les preguntaron: “¿Es éste su hijo, el que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?”

Sus padres respondieron y dijeron: “Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Edad tiene; pregúntenle a él; él hablará por sí mismo.”

Esto dijeron sus padres porque tenían miedo de los judíos, por cuanto ya los judíos habían acordado que si alguno confesara que Jesús era el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: “Edad tiene; pregúntenle a él.”


EL CIEGO ES INTERROGADO DE NUEVO

[Jn. 9:24–34]

Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: “Da gloria a Dios; nosotros sabemos que ese hombre es pecador.”

Él respondió y dijo: “Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.”

Le volvieron a decir: “¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?”

Él les respondió: “Ya se los he dicho, y no han querido oír; ¿por qué lo quieren oír otra vez? ¿Quieren también ustedes hacerse sus discípulos?”

Y lo injuriaron y dijeron: “Tú eres su discípulo; pero nosotros discípulos de Moisés somos. Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; pero respecto a éste, no sabemos de dónde sea.”

Respondió el hombre y les dijo: “Pues esto es lo maravilloso, que ustedes no sepan de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer.”

Respondieron y le dijeron: “Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?” Y lo expulsaron.


JESÚS CONFRONTA AL HOMBRE SANADO

[Jn. 9:35–41]

Oyó Jesús que lo habían expulsado; y hallándolo le dijo: “¿Crees tú en el Hijo del Hombre?”

Respondió él y dijo: “¿Quién es, Señor, para que crea en él?”

Le dijo Jesús: “Pues lo has visto; el que habla contigo, ése es.”

Él dijo: “Creo, Señor”; y lo adoró.

Dijo Jesús: “Para juicio he venido yo a este mundo: para que los que no ven, vean, y los que ven sean cegados.”

Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: “¿Acaso nosotros también somos ciegos?”

Jesús les respondió: “Si fueran ciegos, no tendrían pecado; pero ahora, porque dicen: ‘Vemos,’ su pecado permanece.”


LAS OVEJAS Y SU PASTOR

[Jn. 10:1–6]

“De cierto, de cierto les digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ése es ladrón y salteador. Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz; y a sus ovejas llama por nombre, y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.”

Esta alegoría les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.


LA PUERTA DE LAS OVEJAS

[Jn. 10:7–10]

Volvió, pues, Jesús a decirles: “De cierto, de cierto les digo: Yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos. El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.”


EL BUEN PASTOR

[Jn. 10:11–18]

“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas, y huye; y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado y no le importan las ovejas.

“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.

“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”


DIVISIÓN ENTRE LOS JUDÍOS

[Jn. 10:19–21]

Volvió a haber disensión entre los judíos por estas palabras. Muchos de ellos decían: “Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué lo oyen?” Otros decían: “Estas palabras no son de endemoniado. ¿Acaso un demonio puede abrir los ojos de los ciegos?”