En Jerusalén para la Fiesta de la Dedicación

JESÚS AFIRMA SU DEIDAD

[Jn. 10:22–30, Jerusalén (nov./dic. 29 d.C.)]

Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Entonces lo rodearon los judíos y le dijeron: “¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente.”

Jesús les respondió: “Se los he dicho, y no creen; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; y yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.”


INTENTO DE APEDREAR A JESÚS

[Jn. 10:31–39]

Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearlo. Jesús les respondió: “Muchas buenas obras les he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedrean?”

Le respondieron los judíos: “No te apedreamos por ninguna buena obra, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.”

Jesús les respondió: “¿No está escrito en su ley: ‘Yo dije: dioses son’?” Y si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, ustedes dicen: ‘Blasfemas,’ porque dije: ‘Hijo de Dios soy’?

Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a las obras, para que conozcan y crean que el Padre está en mí, y yo en el Padre.”

Procuraron otra vez prenderlo, pero él se escapó de sus manos.


HACIA PEREA

[Jn. 10:40–42, Perea]

Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado Juan bautizando; y se quedó allí. Y muchos vinieron a él y decían: “Juan, a la verdad, ninguna señal hizo; pero todo lo que Juan dijo de éste, era verdad.” Y muchos creyeron en él allí.