LOS FARISEOS PREGUNTAN SOBRE EL DIVORCIO.
[Mt. 19:3–9; Mc. 10:2–9]
Entonces se acercaron a él unos fariseos, tentándolo y diciéndole: “¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”
Él, respondiendo, les dijo: “¿No han leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: ‘Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne’? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”
Le dijeron: “¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio y repudiarla?”
Él les dijo: “Por la dureza de su corazón, Moisés les permitió repudiar a sus mujeres; mas al principio no fue así. Y yo les digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera.”
LOS DISCÍPULOS PREGUNTAN A JESÚS.
[Mt. 19:10–12; Mc. 10:10–12]
Ya en casa, los discípulos volvieron a preguntarle de lo mismo. Y les dijo: “Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.”
Le dijeron sus discípulos: “Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse.”
Entonces él les dijo: “No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.”
JESÚS BENDICE A LOS NIÑOS.
[Mt. 19:13–15; Mc. 10:13–16; Lc. 18:15–17]
Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase; y los discípulos los reprendían. Viéndolo Jesús, se indignó y les dijo: “Dejen a los niños venir a mí, y no se lo impidan; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto les digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.”
Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía.
EL JOVEN RICO.
[Mt. 19:16–22; Mc. 10:17–22; Lc. 18:18–23]
Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, hincando la rodilla delante de él, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”
Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: ‘No mates. No adulteres. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.’”
Él entonces respondiendo, le dijo: “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud.”
Entonces Jesús, mirándolo, lo amó, y le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.”
Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
EL AMOR A LAS RIQUEZAS.
[Mt. 19:23–26; Mc. 10:23–27; Lc. 18:24–27]
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!”
Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús respondiendo, volvió a decirles: “Hijos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.”
Ellos se asombraban aún más, diciendo entre sí: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”
Entonces Jesús, mirándolos, dijo: “Para los hombres es imposible, mas no para Dios; porque todas las cosas son posibles para Dios.”
DEJARLO TODO POR JESÚS.
[Mt. 19:27–30; Mc. 10:28–31; Lc. 18:28–30]
Entonces Pedro comenzó a decirle: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. ¿Qué, pues, tendremos?”
Y Jesús les dijo: “De cierto les digo, que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, ustedes que me han seguido también se sentarán sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.”
TERCERA PREDICCIÓN DE LA MUERTE.
[Mt. 20:17–19; Mc. 10:32–34; Lc. 18:31–34]
Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: “He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte; y lo entregarán a los gentiles para que lo escarnezcan, lo azoten y lo crucifiquen; mas al tercer día resucitará.”
Pero ellos nada entendían de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía.
PETICIÓN DE JACOBO Y JUAN.
[Mt. 20:20–23; Mc. 10:35–40]
Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Y él le dijo: “¿Qué quieres?”
Ella le dijo: “Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.”
Entonces Jesús les dijo: “No saben lo que piden. ¿Pueden beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?”
Ellos le dijeron: “Podemos.”
Él les dijo: “A la verdad, de mi vaso beberán, y con el bautismo con que yo soy bautizado serán bautizados; pero el sentarse a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre.”
JESÚS ENSEÑA SOBRE LA HUMILDAD.
[Mt. 20:24–28; Mc. 10:41–45]
Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos. Entonces Jesús, llamándolos, dijo: “Saben que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre ustedes no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre ustedes será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes será su siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”
SAQUEO RECIBE A JESÚS.
[Lc. 19:1–10, Jericó]
Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura.
Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, lo vio, y le dijo: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.”
Entonces él descendió a prisa, y lo recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.”
Jesús le dijo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
EL CIEGO BARTIMEO ES SANADO.
[Mt. 20:29–34; Mc. 10:46–52; Lc. 18:35–43]
Al salir de Jericó él y sus discípulos, y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. Y oyendo que era Jesús nazareno, comenzó a dar voces y a decir: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!”
Y muchos lo reprendían para que callara, pero él clamaba mucho más: “¡Hijo de David, ten misericordia de mí!”
Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y le llamaron al ciego, diciéndole: “Ten confianza; levántate, te llama.”
Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Respondiendo Jesús, le dijo: “¿Qué quieres que te haga?”
Y el ciego le dijo: “Maestro, que recobre la vista.”
Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha salvado.” Y luego recobró la vista, y seguía a Jesús en el camino, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio esto, dio alabanza a Dios.
PARÁBOLA DE LAS DIEZ MINAS.
[Lc. 19:11–27]
Oyendo ellos estas cosas, prosiguió Jesús y dijo una parábola, por cuanto estaba cerca de Jerusalén, y ellos pensaban que el reino de Dios se manifestaría inmediatamente. Dijo, pues: “Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. Y llamando a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: ‘Negocien entre tanto que vengo.’
“Pero sus ciudadanos lo aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: ‘No queremos que éste reine sobre nosotros.’
“Aconteció que vuelto él, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Vino el primero, diciendo: ‘Señor, tu mina ha ganado diez minas.’ Él le dijo: ‘Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.’
“Vino otro, diciendo: ‘Señor, tu mina ha producido cinco minas.’ Y también a éste dijo: ‘Tú también sé sobre cinco ciudades.’
“Vino otro, diciendo: ‘Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo; porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.’
“Entonces él le dijo: ‘Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. ¿Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y siego lo que no sembré? ¿Por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo lo hubiera recibido con los intereses?’
“Y dijo a los que estaban presentes: ‘Quítenle la mina, y denla al que tiene las diez minas.’ Dijeron: ‘Señor, tiene diez minas.’
“Pues yo les digo que a todo el que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinara sobre ellos, tráiganlos acá, y mátenlos delante de mí.”
CAMINO A JERUSALÉN.
[Lc. 19:28]
Dicho esto, iba delante subiendo a Jerusalén.
PLAN PARA ARRESTAR A JESÚS EN LA PASCUA.
[Jn. 11:55–57]
Y estaba cerca la Pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse. Y buscaban a Jesús, y estando ellos en el templo, decían unos a otros: “¿Qué les parece? ¿No vendrá a la fiesta?”
Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguien supiese dónde estaba, lo manifestase, para que lo prendieran.
MARÍA UNGE A JESÚS.
[Mt. 26:6–13; Mc. 14:3–9; Jn. 12:1–8]
Seis días antes de la Pascua vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto y a quien había resucitado de los muertos. Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él.
Entonces María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.
Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que lo había de entregar: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” Pero dijo esto no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella.
Entonces Jesús dijo: “Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto. Porque a los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no siempre me tendrán. De cierto les digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella.”
PLAN PARA MATAR A LÁZARO.
[Jn. 12:9–11]
Gran multitud de los judíos supo entonces que él estaba allí, y vinieron no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. Entonces los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro; porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.