El Ministerio Pereano

NÚMERO DE LOS QUE SE HAN DE SALVAR.

[Lc. 13:22–30, Perea]

Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, mientras se encaminaba a Jerusalén. Y alguien le preguntó: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”

Y él les dijo: “Esfuércense a entrar por la puerta angosta, porque les digo que muchos procurarán entrar y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, estando ustedes fuera, comiencen a llamar a la puerta, diciendo: ‘Señor, Señor, ábrenos’; él respondiendo les dirá: ‘No sé de dónde son.’

“Entonces comenzarán a decir: ‘Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste.’ Pero les dirá: ‘Les digo que no sé de dónde son; apártense de mí todos ustedes, hacedores de maldad.’

“Ahí será el llanto y el crujir de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y ustedes estén excluidos. Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros.”


ADVERTENCIA SOBRE HERODES.

[Lc. 13:31–33]

Aquel mismo día llegaron unos fariseos diciéndole: “Sal y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.”

Y les dijo: “Vayan y díganle a esa zorra: ‘He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.’ Sin embargo, es necesario que hoy, y mañana, y pasado mañana siga mi camino, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.”


LAMENTO SOBRE JERUSALÉN.

[Lc. 13:34, 35]

“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí, su casa les es dejada desierta. Y les digo que no me verán hasta que llegue el tiempo en que digan: ‘Bendito el que viene en el nombre del Señor.’”


SANIDAD DE UN HOMBRE HIDRÓPICO.

[Lc. 14:1–6]

Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante que era fariseo, lo estaban observando. Y he aquí, estaba delante de él un hombre hidrópico. Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: “¿Es lícito sanar en el día de reposo?” Pero ellos callaron. Y tomándolo, lo sanó y lo despidió.

Y dirigiéndose a ellos dijo: “¿Quién de ustedes, si su hijo o su buey cae en un pozo, no lo sacará inmediatamente, aun en día de reposo?” Y no le podían replicar a estas cosas.


PARÁBOLA DE LOS PRIMEROS ASIENTOS.

[Lc. 14:7–11]

Observando cómo escogían los primeros asientos a la mesa, les refirió una parábola, diciéndoles:

“Cuando seas convidado por alguien a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más distinguido que tú esté convidado por él, y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: ‘Da lugar a éste’; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. Mas cuando seas convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó te diga: ‘Amigo, sube más arriba.’ Entonces tendrás gloria delante de los que se sientan contigo a la mesa. Porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”


LLAMADO A LA GENEROSIDAD.

[Lc. 14:12–14]

Dijo también al que lo había convidado: “Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos a su vez te vuelvan a convidar, y seas recompensado. Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos; y serás bienaventurado, porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos.”


PARÁBOLA DEL GRAN BANQUETE.

[Lc. 14:15–24]

Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: “Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.”

Entonces Jesús le dijo: “Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: ‘Vengan, que ya todo está preparado.’ Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: ‘He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses.’ Otro dijo: ‘He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses.’ Y otro dijo: ‘Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir.’

“Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces, enojado el padre de familia, dijo a su siervo: ‘Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.’ Y dijo el siervo: ‘Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.’ Dijo el señor al siervo: ‘Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque les digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena.’”


EL COSTO DEL DISCIPULADO.

[Lc. 14:25–33]

Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo:

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.

“Porque, ¿quién de ustedes queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabar, todos los que lo vean comiencen a burlarse de él, diciendo: ‘Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.’

“¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así pues, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”


PARÁBOLA DE LA SAL.

[Lc. 14:34, 35]

“La sal es buena; mas si la sal se desvaneciere, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra, ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.”


PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA.

[Lc. 15:1–7]

Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírlo; y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este a los pecadores recibe, y con ellos come.”

Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: “¿Qué hombre de ustedes, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: ‘Gócense conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.’ Les digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento.”


PARÁBOLA DE LA DRACMA PERDIDA.

[Lc. 15:8–10]

“¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: ‘Gócense conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido.’ Así les digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.”


PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO.

[Lc. 15:11–32]

“Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.’ Y les repartió los bienes. No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su hacienda para apacentar cerdos. Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba.

“Y volviendo en sí, dijo: ‘¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.’ Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y lo besó.

“Y el hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.’ Pero el padre dijo a sus siervos: ‘Saquen el mejor vestido, y vístanlo; y pónganle un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traigan el becerro gordo y mátenlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.’ Y comenzaron a regocijarse.

“Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: ‘Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberlo recibido bueno y sano.’ Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: ‘He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.’

“Él entonces le dijo: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.’”


PARÁBOLA DEL ADMINISTRADOR INFIEL.

[Lc. 16:1–13]

Decía también a sus discípulos: “Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como derrochador de sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: ‘¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.’

“Entonces el mayordomo dijo para sí: ‘¿Qué haré? Porque mi señor me quita la mayordomía. Cavar no puedo; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que, cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas.’

“Y llamando a cada uno de los deudores de su señor, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi señor?’ Él dijo: ‘Cien batos de aceite.’ Y le dijo: ‘Toma tu cuenta, siéntate pronto y escribe cincuenta.’ Después dijo a otro: ‘¿Y tú, cuánto debes?’ Y él dijo: ‘Cien coros de trigo.’ Le dijo: ‘Toma tu cuenta y escribe ochenta.’

“Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz.

“Y yo les digo: Gánense amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fueron fieles, ¿quién les confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fueron fieles, ¿quién les dará lo que es suyo?

“Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro. No pueden servir a Dios y a las riquezas.”


LOS FARISEOS SE BURLAN.

[Lc. 16:14, 15]

Oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: “Ustedes son los que se justifican a sí mismos delante de los hombres; mas Dios conoce sus corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación.”


VIGENCIA DE LA LEY.

[Lc. 16:16–18]

“La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.

“Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.”


EL RICO Y LÁZARO.

[Lc. 16:19–31]

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas.

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades, alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: ‘Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.’

“Pero Abraham le dijo: ‘Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y ustedes, de manera que los que quisieren pasar de aquí a ustedes, no pueden, ni de allá pasar acá.’

“Entonces le dijo: ‘Te ruego, pues, padre, que lo envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.’

“Y Abraham le dijo: ‘A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos.’

“Él entonces dijo: ‘No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán.’

“Mas Abraham le dijo: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.’”


LA VENIDA DEL REINO.

[Lc. 17:20–35, 37]

Preguntado por los fariseos cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió y dijo: “El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: ‘Helo aquí, o helo allí’; porque he aquí el reino de Dios está entre ustedes.”

Y dijo a sus discípulos: “Vendrán días cuando desearán ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo verán. Y les dirán: ‘Helo aquí, helo allí.’ No vayan, ni los sigan. Porque como el relámpago que al resplandecer brilla desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día. Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea desechado por esta generación.

“Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre: comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca; y vino el diluvio y los destruyó a todos. Asimismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste.

“En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará. Les digo que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada.”

Y respondiendo le dijeron: “¿Dónde, Señor?” Él les dijo: “Donde estuviere el cuerpo, allí se juntarán también las águilas.”


LA VIUDA PERSISTENTE.

[Lc. 18:1–8]

También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: “Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: ‘Hazme justicia de mi adversario.’

“Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: ‘Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia.’”

Y dijo el Señor: “Oigan lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Les digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”


EL FARISEO Y EL PUBLICANO.

[Lc. 18:9–14]

A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: “Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.’

“Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, sé propicio a mí, pecador.’

“Les digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”


LOS OBREROS DE LA VIÑA.

[Mt. 20:1–16]

“Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.

“Saliendo cerca de la hora tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña, y les daré lo que sea justo.’ Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados, y les dijo: ‘¿Por qué están aquí todo el día desocupados?’ Le dijeron: ‘Porque nadie nos ha contratado.’ Él les dijo: ‘Vayan también ustedes a la viña, y recibirán lo que sea justo.’

“Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.’ Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.

“Cuando vinieron también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: ‘Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.’

“Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: ‘Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque yo soy bueno?’

“Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.”