LLAMADO DE MATEO (LEVI)
[Mt. 9:9; Mr. 2:13, 14; Lc. 5:27, 28 Galilea]
Una vez más, Jesús salió a la orilla del lago. Una gran multitud acudió a él, y comenzó a enseñarles. Al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado en la mesa de recaudación de impuestos.
“Sígueme”, le dijo Jesús, y Leví se levantó y lo siguió.
COMIENDO CON PECADORES
[Mt. 9:10–13; Mr. 2:15–17; Lc. 5:29–32]
Luego Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa, y había allí un numeroso grupo de recaudadores de impuestos y otras personas que estaban comiendo con ellos. Pero los fariseos y los maestros de la ley, que pertenecían a su secta, les reclamaban a los discípulos: “¿Por qué comen y beben ustedes con recaudadores de impuestos y con pecadores?”
Al oír esto, Jesús les contestó: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: ‘Misericordia quiero, y no sacrificios.’ Pues no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.”
LOS DISCÍPULOS NO AYUNAN
[Mt. 9:14–17; Mr. 2:18–22; Lc. 5:33–39]
Le dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan y oran frecuentemente, y lo mismo hacen los discípulos de los fariseos; pero los tuyos siguen comiendo y bebiendo.”
Jesús les respondió: “¿Acaso pueden ayunar los invitados a la boda mientras está con ellos el novio? Llegará el día en que el novio les será quitado; entonces sí ayunarán.”
También les contó esta parábola: “Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo. Si lo hace, habrá roto el vestido nuevo, y el remiendo no quedará bien en el vestido viejo. Ni tampoco se echa vino nuevo en odres viejos. Si lo hace, el vino nuevo hará que revienten los odres, se derramará el vino, y los odres se arruinarán. El vino nuevo debe echarse en odres nuevos. Y nadie que haya bebido vino añejo quiere el nuevo, porque dice: ‘El añejo es mejor.’ ”
SANIDAD EN EL ESTANQUE DE BETESDA
[[Segunda Pascua, abril del año 28 d.C.] Jn. 5:1–3, 5–9a Jerusalén]
Algún tiempo después, Jesús subió a Jerusalén para una de las fiestas judías. Hay en Jerusalén, cerca de la Puerta de las Ovejas, un estanque que en arameo se llama Betesda,2 y que está rodeado de cinco pórticos cubiertos. En esos pórticos se hallaban muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos.
Entre ellos había un hombre inválido desde hacía treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio acostado allí y se enteró de que llevaba ya mucho tiempo en esa condición, le preguntó: “¿Quieres quedar sano?”
“Señor —respondió—, no tengo a nadie que me meta en el estanque cuando se agita el agua. Mientras trato de hacerlo, otro se mete antes que yo.”
Jesús le dijo: “Levántate, recoge tu camilla y anda.”
Al instante aquel hombre quedó sano, así que tomó su camilla y echó a andar.
EL SANADO ES INTERROGADO
[Jn. 5:9b–15]
Ese día era sábado, por lo que los líderes judíos le dijeron al hombre que había sido sanado: “Hoy es sábado; la ley te prohíbe cargar tu camilla.”
Pero él les respondió: “El que me sanó me dijo: ‘Recoge tu camilla y anda.’ ”
“¿Quién es ese hombre que te dijo: ‘Recoge tu camilla y anda’?”, le preguntaron.
El que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús se había escabullido entre la multitud.
Más tarde Jesús lo encontró en el templo y le dijo: “Mira, ya has quedado sano. No peques más, para que no te ocurra algo peor.”
El hombre se fue e informó a los líderes judíos que había sido Jesús quien lo había sanado.
RESURRECCIÓN Y VIDA
[Jn. 5:16–29]
Así que los líderes judíos perseguían a Jesús porque hacía estas cosas en sábado. Pero Jesús les respondió: “Mi Padre siempre ha estado trabajando hasta ahora, y yo también estoy trabajando.”
Por esta razón los judíos trataban con más empeño de matarlo; no solo quebrantaba el sábado, sino que incluso llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
Jesús entonces les respondió: “Ciertamente les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que hace su Padre; porque lo que hace el Padre, lo hace también el Hijo. Pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace. Sí, y aún le mostrará obras más grandes que estas, que los dejarán asombrados. Porque así como el Padre da vida a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a quien él quiere dársela. Además, el Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio lo ha delegado al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo envió.
“Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna y no será condenado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. Les aseguro que viene la hora, y ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, también ha concedido al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado autoridad para juzgar, por cuanto es el Hijo del Hombre.
“No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz, y saldrán: los que hicieron el bien resucitarán para tener vida, pero los que hicieron el mal resucitarán para ser condenados.”
DISCUSIÓN SOBRE LA AUTORIDAD
[Jn. 5:30–47]
“Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo solo según lo que oigo, y mi juicio es justo, porque no busco agradarme a mí mismo, sino al que me envió.
“Si yo mismo testifico en mi favor, mi testimonio no es válido. Otro es el que da testimonio en mi favor, y sé que es válido el testimonio que da de mí.
“Ustedes enviaron a preguntarle a Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio humano, pero lo digo para que ustedes sean salvos. Juan era una lámpara encendida y que alumbraba, y ustedes se gozaron un tiempo con su luz.
“Yo tengo un testimonio superior al de Juan: las obras que el Padre me dio para llevar a cabo y que hago dan testimonio de que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio en mi favor. Ustedes nunca han oído su voz ni han visto su figura, ni su palabra permanece en ustedes, porque no creen en aquel a quien él envió.
“Estudian4 con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas hallarán la vida eterna; y son ellas las que dan testimonio de mí, ¡pero ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida!
“No acepto gloria humana; además, los conozco y sé que no tienen amor de Dios en su interior. Yo he venido en nombre de mi Padre, y ustedes no me aceptan; pero si otro viniera en su propio nombre, a ese sí lo aceptarían. ¿Cómo pueden creer, si reciben gloria los unos de los otros y no buscan la gloria que viene del único Dios5?
“No piensen que yo los voy a acusar delante del Padre. Su acusador es Moisés, en quien han puesto su esperanza. Si creyeran en Moisés, me creerían a mí, porque él escribió acerca de mí. Pero si no creen lo que él escribió, ¿cómo van a creer lo que yo digo?”
ARRANCANDO ESPIGAS EN SÁBADO
[Mt. 12:1–8; Mr. 2:23–28; Lc. 6:1–5 Galilea]
En aquel tiempo, Jesús pasó un sábado por los sembrados. Sus discípulos tenían hambre y comenzaron a arrancar espigas para comérselas. Cuando los fariseos lo vieron, le dijeron: “Mira, tus discípulos están haciendo lo que está prohibido en sábado.”
Él les contestó: “¿No han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre? Entró en la casa de Dios, y él y sus compañeros comieron los panes consagrados a Dios, lo cual no les estaba permitido a ellos, sino solo a los sacerdotes. ¿O no han leído en la Ley que los sacerdotes profanan el sábado en el templo y no son inculpados? Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el templo. Si hubieran sabido lo que significa: ‘Misericordia quiero, y no sacrificio’,6 no habrían condenado a los inocentes.
Y añadió: “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo del Hombre es Señor incluso del sábado.”
SANIDAD EN SÁBADO
[Mt. 12:9–14; Mr. 3:1–6; Lc. 6:6–11]
Otro sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía paralizada la mano derecha. Los fariseos y los maestros de la ley lo observaban de cerca para ver si sanaba en sábado y así tener de qué acusarlo.
Le preguntaron con intención de acusarlo: “¿Está permitido sanar en sábado?”
Él les respondió: “Si alguno de ustedes tiene una oveja y se le cae en un hoyo en sábado, ¿no la agarra y la saca? ¡Cuánto más vale una persona que una oveja! Por lo tanto, está permitido hacer el bien en sábado.”
Entonces Jesús le dijo al hombre de la mano paralizada: “Ponte de pie frente a todos.”
Luego les preguntó: “¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o quitarla?”
Pero ellos se quedaron callados. Jesús, mirándolos con enojo y profundamente entristecido por la dureza de sus corazones, le dijo al hombre: “Extiende la mano.”
Él la extendió, y la mano le quedó restablecida.
Entonces los fariseos salieron y comenzaron a conspirar con los herodianos para ver cómo matar a Jesús.
JESÚS SANA A MUCHOS
[Mt. 12:15–21; Mr. 3:7–12 Junto al lago]
Jesús se retiró con sus discípulos hacia el lago, y lo seguía una gran multitud de Galilea. También llegaron de Judea, Jerusalén, Idumea, de la región al otro lado del Jordán y de los alrededores de Tiro y de Sidón. Al enterarse de todo lo que hacía, acudieron a él en gran número.
Como había tanta gente, dijo a sus discípulos que le tuvieran lista una barca, para que la multitud no lo apretujara. Pues había sanado a muchos, de manera que los que sufrían enfermedades se echaban sobre él para tocarlo. Y cuando los espíritus impuros lo veían, caían de rodillas delante de él y gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero él les ordenaba con firmeza que no hablaran de él.
Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
“Aquí está mi siervo, a quien he escogido, mi amado, en quien me deleito; sobre él pondré mi Espíritu, y proclamará justicia a las naciones. No disputará ni gritará, nadie oirá su voz en las calles. No acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la justicia. En su nombre pondrán las naciones su esperanza.”
ELECCIÓN DE LOS DOCE APÓSTOLES
[Mr. 3:13–19; Lc. 6:12–16 Colinas cerca del lago]
Un día Jesús subió a un monte para orar, y pasó toda la noche orando a Dios. Al amanecer llamó a sus discípulos y escogió a doce de ellos, a quienes también nombró apóstoles: Simón, a quien llamó Pedro; su hermano Andrés; Jacobo; Juan; Felipe; Bartolomé; Mateo; Tomás; Jacobo hijo de Alfeo; Simón, al que llamaban el Zelote; Judas hijo de Jacobo; y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.
UNA GRAN MULTITUD SE REÚNE
[Lc. 6:17–19]
Jesús bajó con ellos y se detuvo en un lugar llano. Allí estaban muchos de sus discípulos, y una gran multitud de toda Judea, de Jerusalén, y de la costa de Tiro y de Sidón. Habían venido a escucharlo y a ser sanados de sus enfermedades. Los que eran atormentados por espíritus impuros quedaban sanos, y toda la gente procuraba tocarlo, porque de él salía poder que sanaba a todos.