PREDICACIÓN DE LA VENIDA DEL REINO
[Mt. 4:12–17; Mr. 1:14, 15; Lc. 4:14, 15 Capernaúm]
Cuando Jesús oyó que habían encarcelado a Juan, regresó a Galilea. Al salir de Nazaret, fue a vivir en Capernaúm, junto al lago, en la región de Zabulón y Neftalí, para cumplir lo dicho por el profeta Isaías:
“¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en tierras de sombra de muerte ha amanecido una luz.”
Desde entonces Jesús comenzó a predicar: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca.”
La noticia acerca de él se difundió por toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo elogiaban.
JESÚS RECHAZADO EN NAZARET
[Lc. 4:16–30 Nazaret]
Fue a Nazaret, donde se había criado, y en sábado entró en la sinagoga, como era su costumbre. Se levantó para hacer la lectura, y le entregaron el rollo del profeta Isaías. Al desenrollarlo, encontró el pasaje donde está escrito:
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a proclamar el año del favor del Señor.”
Luego enrolló el rollo, se lo devolvió al encargado y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban fijamente, y él comenzó a hablarles: “Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes.”
Todos daban testimonio a su favor y estaban maravillados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. “¿No es este el hijo de José?”, se preguntaban.
Jesús les dijo: “Seguramente me dirán el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Haz aquí en tu tierra lo que hemos oído que hiciste en Capernaúm.”
Y añadió: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Había muchas viudas en Israel en tiempos de Elías, cuando no llovió durante tres años y medio y hubo gran hambre en toda la tierra; sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una viuda de Sarepta, en la región de Sidón. Asimismo, había muchos enfermos de lepra en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán, el sirio.”
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron. Se levantaron, lo echaron del pueblo y lo llevaron hasta la cumbre de la colina sobre la cual estaba edificada la ciudad, con la intención de despeñarlo. Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue.
LA GRAN PESCA
[Lc. 5:1–10a Lago de Genesaret]
Un día, estando Jesús a la orilla del lago de Genesaret, la gente se agolpaba sobre él para escuchar la palabra de Dios. Vio dos barcas que estaban a la orilla; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando sus redes. Subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que la alejara un poco de la orilla. Luego se sentó y enseñaba a la gente desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca hacia aguas más profundas, y echen allí las redes para pescar.”
“Maestro —respondió Simón—, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos pescado nada. Pero, porque tú lo dices, echaré las redes.”
Así lo hicieron, y fue tal la cantidad de peces que recogieron que las redes se rompían. Entonces hicieron señas a sus compañeros de la otra barca para que los ayudaran, y llenaron tanto las dos barcas que comenzaron a hundirse.
Al ver esto, Simón Pedro cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: “Apártate de mí, Señor, porque soy un pecador.” El asombro se había apoderado de él y de todos sus compañeros, como también de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran socios de Simón.
SIMÓN, ANDRÉS, JACOBO Y JUAN
[Mt. 4:18–22; Mr. 1:16–20; Lc. 5:10b, 11]
Entonces Jesús le dijo a Simón: “No tengas miedo; de ahora en adelante serás pescador de hombres.”
“Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres.” Al instante dejaron sus redes y lo siguieron.
Más adelante, vio a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban en la barca con su padre remendando las redes. Jesús los llamó, y enseguida dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
JESÚS ENSEÑA EN CAPERNAÚM
[Mr. 1:21, 22; Lc. 4:31, 32 Capernaúm]
Fueron a Capernaúm, y cuando llegó el sábado, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. La gente se admiraba de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la ley.
ESPÍRITU IMPURO EXPULSADO
[Mr. 1:23–28; Lc. 4:33–37]
De pronto, un hombre que estaba en la sinagoga y tenía un espíritu impuro gritó: “¿Qué quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Yo sé quién eres: el Santo de Dios!”
“¡Cállate! —lo reprendió Jesús—. ¡Sal de él!” Entonces el espíritu impuro sacudió al hombre violentamente y salió de él dando un fuerte grito.
Todos se asombraron tanto que se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Una enseñanza nueva y con autoridad! Incluso a los espíritus impuros les da órdenes, y le obedecen.” Y muy pronto la noticia acerca de él se difundió por toda la región de Galilea.