INTRODUCCIÓN DE MARCOS
[Mr. 1:1]
Comienzo de la buena noticia acerca de Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios.
INTRODUCCIÓN DE JUAN
[Jn. 1:1–18]
En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Por medio de él todas las cosas fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho se hizo. En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, llamado Juan. Este vino como testigo para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.
La luz verdadera, la que ilumina a todo ser humano, venía al mundo. Estaba en el mundo, y aunque el mundo fue hecho por medio de él, el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron. Sin embargo, a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios; hijos que no nacen de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de hombre, sino de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, gloria como la del Hijo único venido del Padre, lleno de gracia y de verdad.
(Juan dio testimonio de él y exclamó diciendo: «Este es aquel de quien yo decía: “El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo.”»)
De su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. Pues la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que es Dios y que está en lo más íntimo del Padre, él lo ha dado a conocer.
INTRODUCCIÓN DE LUCAS
[Lc. 1:1–4]
Puesto que muchos han intentado poner en orden un relato de las cosas que entre nosotros han sido cumplidas, tal como nos las transmitieron quienes desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra, me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todo desde su origen, escribírtelo por orden, excelentísimo Teófilo, para que conozcas la certeza de las cosas en las cuales has sido instruido.