¿Cómo era la educación religiosa de los niños judíos, y qué actitud tomó Jesús ante ella?
Desde sus primeros años, el niño judío estaba rodeado por las exigencias de los rabinos. Se prescribían reglas estrictas para cada acto, hasta en los más mínimos detalles de la vida. Bajo la enseñanza de los maestros de la sinagoga, los jóvenes eran instruidos en una infinidad de regulaciones que, como israelitas ortodoxos, se esperaba que observaran.
Pero Jesús no se interesaba por estos asuntos. Desde la infancia actuaba independientemente de las leyes rabínicas. Las Escrituras del Antiguo Testamento eran su estudio constante, y las palabras: “Así dice el Señor” estaban siempre en sus labios.
¿Qué conflicto veía Jesús entre las normas sociales y las de Dios?
A medida que la condición del pueblo comenzaba a abrirse ante Su mente, vio que los requisitos de la sociedad y los de Dios estaban en constante conflicto. Los hombres se apartaban de la Palabra de Dios y exaltaban teorías de su propia invención. Observaban ritos tradicionales que no poseían ninguna virtud. Su servicio era una simple ronda de ceremonias; las verdades sagradas que debían enseñar estaban ocultas a los adoradores.
Jesús vio que en sus servicios carentes de fe no encontraban paz. No conocían la libertad espiritual que viene de servir a Dios en verdad. Él había venido a enseñar el verdadero significado de la adoración a Dios, y no podía aprobar la mezcla de requisitos humanos con los preceptos divinos.
No atacaba directamente los preceptos o prácticas de los maestros eruditos, pero cuando se le reprendía por sus hábitos sencillos, presentaba la Palabra de Dios como justificación de su conducta.
¿Cómo trataba Jesús a los líderes religiosos, y cómo reaccionaban ellos?
Con toda gentileza y sumisión, Jesús procuraba agradar a quienes se relacionaban con Él. Como era tan amable y discreto, los escribas y ancianos suponían que sería fácilmente influenciable por su enseñanza.
Le instaban a aceptar las máximas y tradiciones transmitidas por los antiguos rabinos, pero Él les pedía la autoridad en las Santas Escrituras. Escuchaba cada palabra que procedía de la boca de Dios, pero no podía obedecer las invenciones humanas. Jesús parecía conocer las Escrituras de principio a fin, y las presentaba en su verdadero sentido.
Los rabinos se avergonzaban de ser instruidos por un niño. Alegaban que era su función explicar las Escrituras y que Jesús debía aceptar su interpretación. Les indignaba que Él se opusiera a su palabra.
¿Cómo respondieron los rabinos ante la negativa de Jesús a seguir sus tradiciones?
Sabían que no podía hallarse ninguna autoridad en las Escrituras para sus tradiciones. Se daban cuenta de que Jesús tenía un entendimiento espiritual muy superior al de ellos. Sin embargo, se enojaban porque no obedecía sus mandatos.
Al no poder convencerlo, buscaron a José y a María, y les expusieron el comportamiento no conforme de Jesús. Así fue como Él sufrió reproches y censuras.
¿Qué lo motivaba a Jesús a actuar por sí mismo desde temprana edad?
Desde muy temprana edad, Jesús había comenzado a actuar por sí mismo en la formación de su carácter, y ni siquiera el respeto y amor por sus padres podían apartarlo de la obediencia a la Palabra de Dios. “Escrito está” era su razón para cada acto que se apartaba de las costumbres familiares.
Pero la influencia de los rabinos hizo de su vida una experiencia amarga. Aun en su juventud tuvo que aprender la dura lección del silencio y de la paciencia en el sufrimiento.
¿Qué actitud tenían sus hermanos hacia Jesús y su fidelidad a Dios?
Sus hermanos —como se llamaba a los hijos de José— se alineaban con los rabinos. Insistían en que las tradiciones debían ser respetadas como si fueran requerimientos de Dios. Incluso valoraban más los preceptos humanos que la Palabra divina, y les molestaba profundamente la claridad con la que Jesús distinguía entre lo falso y lo verdadero.
Su estricta obediencia a la ley de Dios la condenaban como terquedad. Se sorprendían del conocimiento y sabiduría que mostraba al responder a los rabinos. Sabían que no había recibido instrucción de los sabios, y sin embargo no podían dejar de ver que era un maestro para ellos. Reconocían que su educación era de un tipo superior al de ellos, pero no comprendían que Él tenía acceso al árbol de la vida, una fuente de conocimiento que les era desconocida.
¿Por qué Jesús ofendía a los fariseos, y qué enseñaba sobre la religión verdadera?
Cristo no era exclusivo, y esto ofendía especialmente a los fariseos, ya que se apartaba de sus estrictas normas. Encontró que el ámbito de la religión estaba cercado por altos muros de aislamiento, como si fuera demasiado sagrada para la vida cotidiana. Estos muros de separación los derribó.
En su trato con los hombres, no preguntaba: “¿Cuál es tu credo?” o “¿A qué iglesia perteneces?”. Ejercía su poder de ayuda en favor de todos los que necesitaban ayuda. En lugar de encerrarse en una celda de ermitaño para mostrar su carácter celestial, trabajaba fervientemente por la humanidad.
Enseñó el principio de que la religión bíblica no consiste en mortificar el cuerpo. Mostró que la religión pura y sin mancha no es para tiempos específicos ni para ocasiones especiales. En todo momento y lugar manifestaba un interés amoroso por los hombres, y derramaba a su alrededor la luz de una piedad alegre.
Todo esto era una reprensión para los fariseos. Mostraba que la religión no consiste en egoísmo, y que su enfermiza devoción a sus intereses personales estaba muy lejos de ser verdadera piedad. Esto despertó su enemistad contra Jesús, y trataron de forzar su conformidad con sus regulaciones.
¿Cómo actuaba Jesús ante la necesidad, y qué efecto tenía en los demás?
Jesús trabajaba para aliviar cada caso de sufrimiento que veía. Tenía poco dinero para dar, pero a menudo se negaba a sí mismo comida para ayudar a quienes le parecían más necesitados que Él.
Sus hermanos sentían que su influencia contrarrestaba la de ellos. Poseía una delicadeza que ninguno de ellos tenía ni deseaba tener. Cuando ellos hablaban con dureza a los pobres y degradados, Jesús buscaba a esas mismas personas y les dirigía palabras de aliento. A los necesitados les ofrecía un vaso de agua fría y colocaba discretamente su propia comida en sus manos.
Al aliviar sus sufrimientos, las verdades que enseñaba quedaban asociadas con sus actos de misericordia y así quedaban grabadas en la memoria.
¿Cómo reaccionaban sus hermanos ante su actitud de servicio y su independencia?
Todo esto disgustaba a sus hermanos. Al ser mayores que Jesús, sentían que Él debía someterse a su autoridad. Lo acusaban de creerse superior a ellos, y lo reprendían por colocarse por encima de sus maestros, los sacerdotes y los gobernantes del pueblo.
A menudo lo amenazaban e intentaban intimidarlo; pero Él seguía adelante, haciendo de las Escrituras su guía.
¿Cómo trataba Jesús a sus hermanos, y qué sentimientos despertaba en ellos?
Jesús amaba a sus hermanos y los trataba con una bondad invariable; pero ellos estaban celosos de Él y manifestaban una incredulidad y desprecio decididos. No podían comprender su conducta.
En Jesús se presentaban grandes contradicciones. Era el divino Hijo de Dios y, sin embargo, un niño indefenso. Era el Creador de los mundos, dueño de la tierra, y, sin embargo, la pobreza marcaba cada paso de su vida. Poseía una dignidad e individualidad completamente distintas del orgullo y la pretensión terrenales; no aspiraba a grandezas mundanas, y en la posición más humilde se sentía contento.
Esto enojaba a sus hermanos. No podían explicar su serenidad constante ante las pruebas y privaciones. No sabían que, por nuestra causa, Él se había hecho pobre, para que “por su pobreza fuésemos enriquecidos” (2 Corintios 8:9). No comprendían el misterio de su misión, así como los amigos de Job no comprendieron su humillación y sufrimiento.
¿Por qué no podían entender a Jesús, y en qué se diferenciaba de ellos?
Jesús fue incomprendido por sus hermanos porque no era como ellos. Su norma no era la de ellos. Al fijar su mirada en los hombres, ellos se habían apartado de Dios, y no tenían su poder en sus vidas. Las formas de religión que observaban no podían transformar el carácter.
Pagaban “el diezmo de la menta, el eneldo y el comino”, pero omitían “lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe” (Mateo 23:23). El ejemplo de Jesús era para ellos una continua provocación. Él odiaba solo una cosa en el mundo: el pecado. No podía presenciar un acto de injusticia sin un dolor imposible de disimular.
Entre los formalistas, cuya santidad aparente escondía el amor al pecado, y un carácter en el cual el celo por la gloria de Dios era siempre lo primero, el contraste era evidente. Debido a que la vida de Jesús condenaba el mal, era rechazado tanto en su hogar como fuera de él. Su desinterés y su integridad eran comentados con sarcasmo. Su paciencia y bondad eran consideradas cobardía.
¿Qué sufrimientos y pruebas enfrentó Jesús desde su infancia?
De la amargura que recae sobre la humanidad, no hubo parte que Cristo no probara. Algunos intentaron despreciarlo debido a su nacimiento, y aun en su infancia tuvo que enfrentar miradas burlonas y murmuraciones maliciosas.
Si hubiera respondido con una palabra o una mirada impaciente, si hubiese cedido ante sus hermanos con un solo acto incorrecto, habría fallado como ejemplo perfecto. Así habría fracasado en llevar a cabo el plan de nuestra redención. Si siquiera hubiese admitido que podía haber una excusa para el pecado, Satanás habría triunfado y el mundo se habría perdido.
Por eso el tentador trabajó para hacer su vida lo más difícil posible, con la esperanza de inducirlo a pecar.
¿Cómo respondía Jesús a las tentaciones, y qué decían sus hermanos?
Pero ante cada tentación Jesús tenía una sola respuesta: “Escrito está”. Rara vez reprendía directamente los actos erróneos de sus hermanos, pero siempre tenía una palabra de Dios que decirles. A menudo lo acusaban de cobardía por negarse a unirse a ellos en algún acto prohibido; pero su respuesta era: Escrito está: “El temor del Señor es la sabiduría, y apartarse del mal es la inteligencia” (Job 28:28).
¿Cómo reaccionaban los jóvenes de su entorno ante la vida de Jesús?
Había algunos que buscaban su compañía, sintiéndose en paz en su presencia; pero muchos lo evitaban porque su vida intachable los reprendía. Los jóvenes compañeros lo instaban a hacer lo que ellos hacían. Él era alegre y animado; disfrutaban de su presencia y acogían sus sugerencias, pero se impacientaban por sus escrúpulos y lo llamaban estrecho y rígido.
Jesús respondía: Escrito está, “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra… En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Salmo 119:9,11).
¿Por qué lo acusaban de ser tan diferente y qué respondía Él?
A menudo le preguntaban: “¿Por qué te empeñas en ser tan singular, tan diferente de todos nosotros?” Él respondía: Escrito está, “Bienaventurados los perfectos de camino, los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan; pues no hacen iniquidad, los que andan en sus caminos” (Salmo 119:1-3).
¿Qué decía Jesús cuando no participaba en los juegos de otros jóvenes?
Cuando le preguntaban por qué no se unía a las diversiones de los jóvenes de Nazaret, Él decía: Escrito está, “Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza. En tus mandamientos meditaré, consideraré tus caminos. Me deleitaré en tus estatutos; no olvidaré tu palabra” (Salmo 119:14-16).
¿Cómo soportaba Jesús las injusticias y el trato severo?
Jesús no luchaba por sus derechos. A menudo su trabajo era innecesariamente duro porque estaba dispuesto y no se quejaba. Sin embargo, no fracasaba ni se desanimaba. Vivía por encima de estas dificultades, como si estuviera bajo la luz del rostro de Dios. No respondía con represalias cuando lo trataban con rudeza, sino que soportaba los insultos con paciencia.
¿Qué decía Jesús cuando le preguntaban por qué soportaba tantas humillaciones?
Una y otra vez le preguntaban: “¿Por qué te sometes a un trato tan cruel, incluso de parte de tus hermanos?” Él respondía: Escrito está, “Hijo mío, no te olvides de mi ley, y tu corazón guarde mis mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz te aumentarán. Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; átalas a tu cuello, escríbelas en la tabla de tu corazón; y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres” (Proverbios 3:1-4).
¿Por qué sus padres no comprendían su conducta?
Desde el momento en que sus padres lo encontraron en el templo, su manera de actuar fue un misterio para ellos. No discutía, pero su ejemplo era una lección constante. Parecía como alguien apartado. Sus momentos de felicidad los encontraba cuando estaba solo con la naturaleza y con Dios.
Siempre que podía, se apartaba de la escena de sus labores para ir a los campos, meditar en los valles verdes, o tener comunión con Dios en la ladera de la montaña o entre los árboles del bosque. A menudo, en la madrugada, se le hallaba en algún lugar apartado, meditando, estudiando las Escrituras o en oración. De estas horas tranquilas regresaba a su hogar para retomar sus deberes y dar un ejemplo de trabajo paciente.
¿Cómo fue la relación de Jesús con su madre, y cómo lo afectaban las tensiones en el hogar?
La vida de Cristo se caracterizaba por el respeto y el amor hacia su madre. María creía en su corazón que el niño santo que había dado a luz era el Mesías largamente prometido, pero no se atrevía a expresar abiertamente su fe. Durante toda su vida en la tierra, ella compartió los sufrimientos de su Hijo. Contemplaba con tristeza las pruebas que Él enfrentaba en su niñez y juventud.
Al defender lo que sabía que era correcto en la conducta de Jesús, ella misma era llevada a posiciones difíciles. Valoraba las relaciones del hogar y la atención tierna de una madre como elementos vitales en la formación del carácter. Los hijos e hijas de José lo sabían, y apelaban a su ansiedad maternal para intentar corregir las prácticas de Jesús conforme a su propio criterio.
¿Cómo reaccionaba María ante la presión de los líderes religiosos respecto a Jesús?
María a menudo reprendía a Jesús y lo instaba a conformarse a las costumbres de los rabinos. Pero Él no podía ser persuadido a cambiar sus hábitos de contemplar las obras de Dios y de buscar aliviar el sufrimiento humano o incluso el de los animales.
Cuando los sacerdotes y maestros requerían la ayuda de María para controlar a Jesús, ella se angustiaba mucho; pero la paz volvía a su corazón cuando Él le presentaba pasajes de las Escrituras que respaldaban su proceder.
¿Cómo enfrentaba María la tensión entre Jesús y sus hermanos?
En ocasiones, María vacilaba entre Jesús y sus hermanos, quienes no creían que Él fuese el Enviado de Dios. Pero había abundante evidencia de que su carácter era divino. Ella lo veía sacrificarse por el bien de los demás. Su presencia traía un ambiente más puro al hogar, y su vida era como levadura que actuaba en los elementos de la sociedad.
Sin mancha ni tacha, caminaba entre los insensatos, los rudos y los descorteses; entre los injustos publicanos, los pródigos imprudentes, los samaritanos impíos, los soldados paganos, los campesinos rústicos y la multitud mixta. Aquí y allá pronunciaba palabras de simpatía cuando veía a los hombres cansados y obligados a soportar cargas pesadas. Compartía esas cargas y les repetía las lecciones aprendidas en la naturaleza sobre el amor, la bondad y la misericordia de Dios.
¿Qué enseñanzas comunicaba Jesús y cómo veía a las personas?
Él enseñaba a todos a considerarse poseedores de talentos preciosos que, si se usaban correctamente, les asegurarían riquezas eternas. Eliminaba toda vanidad de la vida y, con su ejemplo, mostraba que cada momento del tiempo tiene consecuencias eternas; que debe ser atesorado como un bien valioso y empleado para fines sagrados.
No pasaba por alto a ningún ser humano como indigno, sino que trataba de aplicar el remedio salvador a cada alma. En cualquier grupo en que se encontrase, presentaba una lección apropiada para el tiempo y las circunstancias. Procuraba inspirar esperanza aun en los más rudos y desalentadores, ofreciéndoles la seguridad de que podían llegar a ser irreprensibles y sencillos, con un carácter que los manifestara como hijos de Dios.
¿Cómo trataba Jesús a los que estaban bajo el poder del mal?
A menudo se encontraba con personas que habían caído bajo el control de Satanás, y que no tenían poder para liberarse de sus lazos. A estos, desanimados, enfermos, tentados y caídos, Jesús les hablaba con palabras de la más tierna compasión, palabras necesarias y comprensibles. Otros se hallaban en lucha directa con el enemigo de las almas. A estos los animaba a perseverar, asegurándoles que triunfarían, porque los ángeles de Dios estaban de su lado y les darían la victoria.
Aquellos a quienes ayudaba así se convencían de que podían confiar plenamente en Él. Sabían que no traicionaría los secretos que derramaban en su oído compasivo.
¿Cómo se manifestaba el poder sanador de Jesús en su infancia y juventud?
Jesús era el sanador tanto del cuerpo como del alma. Se interesaba por cada forma de sufrimiento que llegaba a su atención, y a cada afligido le llevaba alivio. Sus palabras amables eran como un bálsamo calmante. Nadie podía decir que había realizado un milagro; pero una virtud —el poder sanador del amor— salía de Él hacia los enfermos y angustiados.
Así, de manera discreta, trabajaba por las personas desde su más temprana infancia. Y por esta razón, cuando comenzó su ministerio público, muchos lo escuchaban con gozo.
¿Cómo vivió Jesús su vida en soledad, y qué carga llevaba en su corazón?
Sin embargo, a lo largo de toda su infancia, juventud y adultez, Jesús caminó solo. En su pureza y fidelidad, pisó el lagar solo, y del pueblo no hubo nadie con Él. Llevaba sobre sí el peso terrible de la responsabilidad por la salvación de los hombres. Sabía que, a menos que se produjera un cambio decisivo en los principios y propósitos de la raza humana, todos se perderían.
Esta era la carga de su alma, y nadie podía apreciar el peso que descansaba sobre Él. Lleno de un propósito intenso, llevó a cabo el designio de su vida: que Él mismo fuese la luz de los hombres.