La oración no tiene límite porque Dios no tiene límite.
La oración conecta la impotencia del hombre con la omnipotencia de Dios.
— E. M. Bounds
La oración es el vínculo entre la tierra y el cielo.
Une la debilidad del ser humano con el brazo todopoderoso del Creador.
Lo que el hombre no puede hacer, lo que la iglesia no puede hacer, lo que el predicador no puede hacer…
Dios sí puede hacerlo.
Y la oración lo mueve a actuar.
La oración no cambia a Dios, pero desata su voluntad en la tierra.
La oración no convence a un Dios renuente,
sino que colabora con un Dios dispuesto.
La oración no sustituye la acción,
es la acción más poderosa que existe.
Lo que Dios puede hacer, la oración también lo puede lograr.
Porque la oración toca a Dios.
Y cuando Dios actúa, todo cambia.
¿Hay corazones endurecidos?
La oración puede ablandarlos.
¿Hay puertas cerradas?
La oración puede abrirlas.
¿Hay circunstancias imposibles?
La oración puede mover montañas.
¿Hay pecado, frialdad, muerte espiritual?
La oración puede traer vida, fuego, restauración.
No hay límite para lo que la oración puede alcanzar,
porque no hay límite en Dios.
La oración es tan grande como Dios,
porque lo toca a Él, lo invoca a Él, lo honra a Él.
Y Dios ama responder a la oración.
No porque esté obligado,
sino porque ama ser buscado,
ama bendecir,
ama glorificarse por medio de la fe.
El predicador que entiende esto nunca desprecia el tiempo de oración.
Sabe que es ahí donde gana las batallas.
Sabe que es ahí donde recibe poder.
Sabe que es ahí donde se decide el destino de las almas.
Dios puede hacer más en un momento de oración que el hombre en años de esfuerzo.
Lo que el estudio no logra, lo que el consejo no alcanza, lo que la organización no produce,
la oración sí puede.
Porque cuando oramos de verdad, Dios actúa.
Y Dios nunca actúa en vano.
Nunca llega tarde.
Nunca fracasa.
Nunca se queda corto.
Nunca se equivoca.
Por eso, el predicador debe vivir de rodillas.
No como una postura física,
sino como una actitud del alma.
Dependiente.
Humilde.
Rendida.
Confiada.
No hay nada que desanime más al infierno que un hombre de oración.
No hay nada que atraiga más la presencia de Dios que una vida de oración.
Y no hay nada que pueda hacer el diablo contra una iglesia que ora.
La oración puede hacer lo que Dios puede hacer.
Y eso lo dice todo.