Después de esto, vi a otro mensajero que descendía del cielo—simbolizando el origen divino de su mensaje. Tenía gran autoridad y el poder de la verdad, y la tierra fue iluminada por su esplendor. Con una voz que resonaba por toda la tierra, gritó:
“¡Babilonia la Grande es un sistema caído de tradición religiosa, fábulas y falsedades que distorsionan la verdad sobre Dios! Toda distorsión demoníaca sobre Dios, toda actitud maligna hacia Dios, y todos los motivos del corazón corrompidos y destructivos encuentran hogar en ella,porque embriaga al mundo con sus visiones paganas de Dios, enloqueciéndolo con su idea adúltera de que Dios coacciona y debe castigar si no es debidamente apaciguado.
Los líderes de la tierra se corrompen con ella al practicar sus métodos, y las personas que no están ancladas en el reino de amor de Dios, y quienes vagan de una filosofía a otra, llenan sus mentes con su buffet de mentiras.”
Entonces oí otra voz que llamaba desde el cielo y decía:
“¡Salgan de ella, pueblo mío! Dejen ese caos confuso de pensamientos perversos para que no compartan su enfermedad espiritual y rebelión, ni reciban el sufrimiento que ella ha elegido; porque sus violaciones al diseño de vida de Dios se han acumulado hasta el cielo, y Dios ha diagnosticado con precisión su condición.
Ella cosechará lo que ha sembrado: todo lo que ha hecho volverá sobre ella— con doble intensidad— como resultado de su propia maldad.
Su sufrimiento y tormento serán tan grandes como lo fueron su autoengaño, autoindulgencia y autocomplacencia.
Se engaña a sí misma y se halaga en su corazón, diciéndose: ‘Soy una reina virtuosa y justa. No estoy muerta en pecado. No tengo nada de qué lamentarme ni arrepentirme.’
Pero en un solo día, la realidad de su condición enferma la dominará: necrosis, dolor abrumador y desintegración serán su fin.
Será consumida por el fuego de la presencia de Dios— el fuego de la verdad y el amor— y todas sus mentiras y egoísmo serán erradicados, porque grande es el Señor que la diagnostica como terminal.”
Cuando los líderes de la tierra—que se unieron a ella, practicaron sus métodos, y se alimentaron de su buffet de mentiras—vean el resultado de la verdad ardiendo a través de ella y elevándose como humo, llorarán y se lamentarán. Aterrados por el tormento mental y el sufrimiento que experimenta cuando el fuego de la verdad arde libremente, tratarán de alejarse de ella para evitar esa misma verdad.
Mirarán y llorarán:
“¡Pobre Babilonia la Grande! A pesar de todo tu poder coercitivo, ¡en una hora llegó tu ruina!”
Los comerciantes de sus mentiras y los que promovían sus puntos de vista distorsionados llorarán y se lamentarán porque ya nadie compra lo que venden—ya sea que lo presenten con oro, con lenguas de plata, adornado con perlas blancas, vestido con ropa fina, oculto bajo tallas de madera, o escultura de bronce, hierro o mármol—sus mentiras ya no se venderán. Ni aunque las endulcen con palabras suaves, las adornen con actos floridos, las hagan digeribles como aceite de oliva, harina o trigo, o las hagan parecer útiles como el ganado, ovejas, caballos, carruajes, o incluso si las presentan como sanadoras del cuerpo o dadoras de vida al alma—nadie comprará sus mentiras.
Dirán: “Tu tiempo de retirarte, de disfrutar el fruto de tu labor, se ha acabado. Todo lo que trabajaste para lograr ha desaparecido, todo lo que valorabas ha sido anulado, y tus mentiras nunca volverán a funcionar.” Los vendedores de sus mentiras y métodos—quienes se enriquecieron con ella—temerán al ver su tormento e intentarán alejarse lo más posible. Se lamentarán y llorarán, clamando:
“¡No! ¡Oh no! ¡Oh gran ciudad, tú que parecías rica, bien vestida, organizada, poderosa y en control; pero en una hora toda tu fuerza y todo tu poder se han arruinado!”
Todos sus asesores espirituales, pastores, líderes religiosos, y todos los que ganaban su sustento guiando a otros, intentarán alejarse de ella lo más posible. Cuando vean su sufrimiento bajo la verdad ardiente, clamarán: “¿Había alguna otra organización, método o sistema que pudiéramos haber seguido? ¡Ninguna ciudad era como ella!” Se cubrirán de vergüenza y llorarán al anticipar su destino. Dirán:
“¡No! ¡Oh no! ¡Oh gran ciudad— gran sistema de caminos mundanos— en el que todos los que tenían un plan se impulsaban usando tus caminos! Pero en una hora has sido expuesta y arruinada!”
“¡Alégrate, cielo, porque ha sido expuesta como falsa! Alégrense, hijos sanados de Dios, embajadores y portavoces del Señor, porque Dios tenía razón al diagnosticarla como terminal por la manera en que los trató.”
Entonces un ángel poderoso levantó una gran piedra y la arrojó al mar—símbolo de que el reino de Jesús, la Roca, se establece sobre la tierra. El ángel dijo:
“Con tal abrumadora impresión y asombro la verdad derribará a la gran ciudad de Babilonia, y nunca se levantará de nuevo.
Nunca más la gente cantará canciones o vivirá vidas en tu honor. Nadie más trabajará para promoverte. Ninguna mentira, engaño ni historia venenosa volverán a producirse en ti.
Ninguna iluminación buscará brillar en ti. La voz del amor nunca más se escuchará en ti. Tus equipos de ventas y promotores eran los líderes del mundo. Fue por tu astucia, engaño y caminos místicos que todas las naciones fueron desviadas.
Mataste a los portavoces y amigos de Dios, y tus métodos causaron la muerte de todos los que han sido asesinados en la tierra.”