Naaman: An Object Lesson for Us – Come And Reason Ministries
Naamán y la verdadera adoración
Naamán era el comandante pagano de los ejércitos de Siria (Aram). Tenía lepra, y su esclava judía le comentó a la esposa de Naamán sobre el profeta Eliseo. Ella a su vez se lo dijo a su marido. Entonces él fue a ver a Eliseo en busca de sanidad, y recibió instrucciones de lavarse siete veces en el río Jordán. Al principio se negó a hacerlo, pero sus consejeros lo animaron a humillarse y darle una oportunidad. Así lo hizo, y fue sanado de su lepra y se convirtió en un adorador de Yahvé.
Cuando se encontró con Eliseo antes de regresar a Siria, Naamán hizo dos peticiones:
“Te ruego que me permitas llevarme una carga de tierra como la que pueden cargar un par de mulas, porque tu siervo nunca más ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses sino solo al Señor. Pero que el Señor me perdone por una sola cosa: cuando mi señor el rey entra al templo de Rimón para inclinarse allí, y se apoya en mi brazo y yo también me incline en el templo de Rimón, que el Señor me perdone por esto” (2 Reyes 5:17-18, NVI84).
Eliseo le respondió diciéndole: “Vete en paz” (v. 19, NVI84).
Naamán era ahora un creyente en Yahvé, pero era un nuevo convertido, un creyente inmaduro, alguien cuyo corazón estaba entregado al Dios del cielo, pero cuya mente aún estaba llena de conceptos erróneos y falsas creencias preconcebidas que aplicaba a su comprensión de Dios.
El pedido de llevar tierra de Palestina indica que Naamán creía que los dioses estaban ligados de algún modo a la tierra. Por eso pensaba que, para adorar apropiadamente a Yahvé, necesitaba tener algo de la tierra de aquel lugar. Es evidente que aún no comprendía a Dios como el Creador del cielo, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. Sin embargo, su corazón estaba con Dios, aunque sus malentendidos lo llevaron a prácticas y creencias inocentes pero supersticiosas.
Muchos otros adoradores sinceros del Dios del cielo, debido a malentendidos, ideas preconcebidas o su incapacidad de comprender el simbolismo bíblico en forma abstracta, han tenido creencias y prácticas supersticiosas, como por ejemplo:
- La veneración de reliquias — la idea de que los restos de algún objeto o persona tienen valor intrínseco en términos de santidad o salvación.
- Las peregrinaciones — la creencia de que hay que ir a un lugar específico para recibir una bendición que no se puede obtener de otro modo.
- La transubstanciación — la creencia de que, al ser ingerida, una oblea hecha por humanos se convierte literalmente en la carne humana de Jesús.
Ahora bien, si algunas personas le dan significados supersticiosos a cosas como la comunión o el lugar de adoración, ¿significa eso que no haya ningún valor justo, saludable o legítimo en asistir a una iglesia o participar de la comunión? Por supuesto que no.
Dios nos ha dado muchos símbolos, ceremonias y prácticas diseñadas para llevar nuestra mente finita a una comprensión cada vez más profunda de la realidad. Pero este es el punto clave: los símbolos, metáforas y lecciones objetivas solo tienen valor cuando están conectados directamente con la realidad y nos ayudan a comprenderla. Si no están conectados con la realidad, entonces son fantasía: invención, virtualidad, simulación, imaginación… en otras palabras, son falsos. Y Satanás es el padre de todo lo que es falso.
Pero la segunda petición de Naamán es más interesante. Pide que Dios no lo tome en cuenta cuando él se niegue a dar un testimonio público a favor de Yahvé y, en cambio, se incline ante Rimón cuando su rey (su jefe terrenal) se incline ante ese dios.
¿Quién era Rimón? Era el dios de la tormenta Baal, mencionado en los textos ugaríticos. En otras palabras, era otro nombre para el falso dios Baal, con quien Elías se enfrentó en el monte Carmelo—el dios al que Israel fue repetidamente seducido a adorar, el que parecía tan efectivo en lograr que la gente lo aceptara en lugar del Dios Creador verdadero. ¿Cómo fue esto posible? Porque Baal era un falso dios muy similar al verdadero Dios del cielo.
Baal era…
- El hijo de El (es decir, El-ohim o El-Shaddai)
- Un dios al que a menudo se llamaba “Todopoderoso” y “Señor de la Tierra”
- Un dios que traía lluvia, truenos y relámpagos, que fertilizaba la tierra, controlaba el sol y producía la cosecha
- Un dios que luchaba contra la gran serpiente Leviatán, y también contra Mot, el dios de la muerte. Lo más sorprendente: se enseñaba que en su lucha con Mot, Baal moría y luego resucitaba para dar vida a la Tierra.
Ahora bien, ¿qué tiene de malo adorar al “Hijo de Dios” que es el “Creador”, que da vida, controla el clima, lucha contra la serpiente, vence a la muerte, muere por nosotros y resucita para traer vida a la tierra?
Lo que tenía de malo es que Baal requería sacrificios para conceder sus bendiciones.
Baal eventualmente se convirtió en Zeus para los griegos, Júpiter para los romanos, Thor para los nórdicos—y se convirtió en Jesucristo para todos los cristianos que adoran a un dios que exige la sangre de un sacrificio humano para otorgar bendiciones.
Por eso la Biblia profetizó por medio de Malaquías:
“Antes que venga el día del Señor, grande y terrible, yo les enviaré al profeta Elías. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres” (Malaquías 4:5-6).
Hoy Dios está esperando que su pueblo deje de postrarse ante Baal. Que, como Elías, señale las diferencias entre nuestro Dios Creador de amor—que no exige ningún pago—y ese falso dios pagano. Dios nos está llamando a volver a adorar al Creador, cuyas leyes son leyes de diseño, y a dejar de adorar a un tirano castigador que es fuente de dolor, sufrimiento y muerte como castigo por el pecado.
¿Queremos hoy actuar como Naamán? ¿Le decimos a Dios:
“Creo en ti, el verdadero Creador del cielo y la tierra. Sé que no eres como Baal, pero déjame ser como Naamán. Déjame inclinarme calladamente en mi iglesia donde presentan a Baal en tu lugar, donde la gente adora a un dios del trueno, un dios de ira, un dios que exige que la sangre de Jesús le sea ofrecida para no desatar su furia, para que perdone. Tú sabes que yo no creo eso; pero perdona mi conformidad con los edictos religiosos de la autoridad eclesiástica mientras me inclino, porque podrían llamarme a cuentas ante la junta de iglesia; podrían expulsarme; podría perder mi trabajo, porque, como Naamán, trabajo para quienes adoran a Baal en tu lugar.”
No estoy sugiriendo que nadie abandone su iglesia, sino que reconozcamos que vivimos en un tiempo diferente al de Naamán—¡y que tomemos posición por el Dios del cielo! Estamos al borde de la eternidad, a las puertas de la Segunda Venida, y Dios está llamando a su pueblo a dejar de postrarse ante imitaciones, a dejar de adorar criaturas, y a volver a adorarle a Él como Creador. Y eso implica rechazar la mentira de que la ley de Dios funciona como la ley humana, que exige castigo por el pecado.
Estamos llamados a adorar a Aquel que hizo el cielo, la tierra, el mar y las fuentes de las aguas—y eso requiere que reconozcamos las leyes de Dios como leyes de diseño, los principios sobre los que opera la vida misma.
¡Es hora de darle gloria a Dios, porque ha llegado la hora de juzgar correctamente quién es Él!
