12. ¿Ley o amor en el mundo real?

“Siempre que lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, aun con el más insignificante, lo hicieron conmigo.”
—Jesucristo

El 7 de octubre de 1998, Matthew Wayne Shepherd, un joven gay de veintiún años y estudiante de la Universidad de Wyoming, conoció a Aaron McKinney y Russell Henderson en un bar. Más tarde, las novias de McKinney y Henderson testificarían que los dos hombres fueron al bar buscando a un homosexual para golpear. Fingieron hacerse amigos de Shepherd y le ofrecieron llevarlo a su casa. En cambio, lo robaron, lo golpearon con una pistola y lo ataron a un poste de cerca en un área desolada, donde fue encontrado dieciocho horas después por un ciclista. Estaba inconsciente y había sufrido fractura de cráneo, daño severo en el tallo cerebral y múltiples laceraciones en la cabeza. Sus heridas eran demasiado graves para operar, y murió el 12 de octubre de 1998.

McKinney y Henderson fueron arrestados y encontrados con la billetera de Shepherd y la pistola ensangrentada. Henderson se declaró culpable y aceptó testificar contra McKinney para evitar la pena de muerte. McKinney fue declarado culpable, y cuando el jurado comenzó a deliberar sobre la pena de muerte, los padres de Shepherd intervinieron para salvar la vida de McKinney y negociaron un acuerdo para que recibiera dos cadenas perpetuas consecutivas.

En el funeral de Matthew Shepherd, la Iglesia Bautista de Westboro de Kansas protestó con carteles que decían: “Matt Shepherd se pudre en el infierno”, “Dios odia a los maricones” y “El SIDA mata a los maricones”.

¿Cuál es una comprensión cristiana saludable de la homosexualidad? ¿Crees que esos supuestos cristianos que protestaron en el funeral de Shepherd representaron con exactitud a Jesús? ¿Es la homosexualidad un “pecado” que necesita ser castigado?

Como hemos visto en capítulos anteriores, los métodos de nivel cuatro o inferior para determinar lo que está bien y lo que está mal requieren poco o ningún pensamiento. Las conductas se juzgan en base a alguna autoridad o regla externa sin reflexión y sin considerar a los demás. Los pensadores de nivel cinco o superior, sin embargo, están motivados por el amor al prójimo, el deseo genuino de comprender qué está realmente mal y por qué, y por un deseo de vivir en armonía con el diseño de Dios y cumplir sus propósitos.

Los pensadores de nivel cuatro o inferior tienen poca tolerancia a la investigación, al pensamiento o al razonamiento, y prefieren una explicación simple con aplicación global y sin excepciones. Las excepciones requieren pensar y generan tensión; no han desarrollado la capacidad de tolerar tal tensión. Los pensadores de nivel cinco o superior reconocen que las reglas “cortadas con molde” no explican la complejidad de las circunstancias humanas y buscan respuestas que funcionen para todos los individuos en armonía con la naturaleza y el diseño de Dios.

La homosexualidad y cómo la iglesia cristiana la aborda ha causado un gran conflicto en muchos grupos cristianos. ¿Podría ser que gran parte de esta fractura se deba a personas que operan en diferentes niveles de desarrollo moral? Examinemos la cuestión de la homosexualidad y la respuesta de la iglesia.

Dios diseñó a los seres humanos en el Edén como varón y hembra, y el matrimonio humano como una relación entre un hombre y una mujer en una sociedad de vida basada en la confianza genuina, el amor, el afecto, el autosacrificio y el servicio. Pero cuando la humanidad pecó, diversos defectos entraron en la condición humana. Como declara Pablo en Romanos 8, toda la naturaleza gime bajo el peso del pecado (vv. 20–22). Debido a que la naturaleza está fuera de armonía con Dios y su presencia sustentadora no velada, muchas desviaciones han ocurrido en todo el mundo natural. Las espinas, los cardos y las plantas venenosas no fueron creadas en el Edén, pero ahora están presentes porque el pecado alteró el diseño de Dios. Sin embargo, las plantas en sí no están cometiendo pecado ni se las considera “pecaminosas”. Del mismo modo, todas las malformaciones congénitas son resultado del pecado, pero los niños que nacen con defectos cardíacos, espina bífida o microcefalia no son condenados por tales condiciones. Los defectos genéticos que aumentan el riesgo de cáncer de mama, enfermedad de Alzheimer, hipercolesterolemia, y cada uno de esos problemas son resultado del pecado, pero en sí mismos no son actos de pecado. Cada ser humano nace con una biología que las Escrituras describen como mortal y corruptible, pero los salvos serán transformados un día en inmortales e incorruptibles (1 Cor. 15:53–54).

Todo lo que se desvía del diseño original de Dios es resultado del pecado y de algún modo tergiversa a Dios. Sin embargo, no todo lo que se desvía del diseño original de Dios es pecado. Por ejemplo, Dios diseñó a Adán y Eva para que “fueran fecundos y se multiplicaran” (Gén. 1:28, NTV). Hoy en día, algunas personas nacen estériles e incapaces de tener hijos. Esto es una desviación del diseño de Dios, que ha resultado por causa del pecado en el mundo, y no representa a Dios con la precisión que Él pretendía (Dios puede crear vida, pero tales individuos no pueden procrear), sin embargo, tal desviación en sí misma no es pecado. A quienes nacen estériles no se les dice en sus iglesias que no pueden salvarse a menos que se sometan a algún tipo de terapia para “arreglarse”. Todos reconocemos que tales defectos son resultado del pecado, pero no son pecado—porque el pecado no es biológico, es caracterológico.

Los discípulos preguntaron a Jesús: “—Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? —Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida” (Juan 9:2–3). A pesar de los defectos biológicos, el plan de Dios obra para transformar corazones y sanar mentes. Y el poder de Dios para transformar corazones no es menor hoy que cuando Cristo caminaba por la tierra.

Hoy, debido a que el pecado ha dañado la creación de Dios, hay muchas personas que nacen con defectos biológicos que no eligieron. La pregunta es: ¿qué es pecado y qué es simplemente un resultado del pecado? Para explorar esta diferencia, necesitamos comprender algo sobre el desarrollo humano normal.

Síndrome de Insensibilidad a los Andrógenos

Tal vez oíste en las noticias mundiales hace algunos años el caso de Caster Semenya. Ella es la atleta sudafricana que ganó la medalla de oro en una competencia mundial de atletismo. Sin embargo, después de su victoria, se descubrió que tiene un trastorno, del cual no era consciente, llamado síndrome de insensibilidad a los andrógenos (AIS, por sus siglas en inglés). ¿Qué significa esto? Significa que ella es genéticamente XY (masculina) pero nació como una mujer sana y fue criada como mujer durante toda su vida. ¿Cómo sucedió esto?

Las mujeres tienen dos cromosomas X (XX) y los hombres tienen un X y un Y (XY). Durante la reproducción, las mujeres solo pueden donar un cromosoma X porque es el único que tienen. Los hombres donan un cromosoma X o un Y. Si se dona un Y, el embrión normalmente desarrollará testículos y se convertirá en un niño. En el desarrollo embrionario normal, todos los fetos comienzan siendo femeninos y requieren de masculinización para convertirse en varones.

Cuando está presente el cromosoma Y, se desarrollan los testículos, y estos producen dos hormonas: la hormona antimulleriana (AMH), que impide que se desarrollen la vagina y el útero, y la testosterona, que normalmente hace que los labios vaginales se conviertan en escroto, el clítoris en pene, y el cerebro se masculinice (cambie de femenino a masculino).

Pero para que la testosterona tenga su efecto de masculinización, debe haber un receptor que “vea” la testosterona y responda a ella. Este receptor está codificado en el cromosoma X. El problema con el AIS es que el gen que codifica para el receptor de testosterona es defectuoso, por lo que, aunque haya testículos produciendo las hormonas adecuadas, no hay receptores que detecten la testosterona, por lo que el bebé XY nace como una “niña” sana, pero sin una vagina completa ni útero. A este bebé con AIS se le otorga un certificado de nacimiento femenino y es criado como mujer toda su vida. Estas personas suelen ser identificadas en la adolescencia cuando no presentan menstruación. Los médicos extienden quirúrgicamente la vagina, extirpan los testículos para prevenir el cáncer y colocan a la joven en tratamiento con estrógenos.

Todos los gobiernos del mundo reconocen el derecho de estas mujeres a casarse con hombres. Sus cerebros son femeninos ya que son incapaces de responder a la testosterona. Sin embargo, debido a la AMH, estas mujeres no tienen útero ni una vagina completamente desarrollada y, por lo tanto, son estériles. Esto es claramente una desviación del diseño de Dios, resultado del pecado en el mundo, pero no es pecado en sí misma.

Existe otra condición llamada síndrome de Swyer. En este síndrome, no se forman gónadas en absoluto. Por lo tanto, un embrión XY (masculino) no tiene testículos que produzcan ni AMH ni testosterona, por lo que estos bebés XY nacen como niñas sanas con vagina, útero y trompas de Falopio, pero sin ovarios. Son genéticamente varones pero físicamente mujeres. Estas personas son estériles porque no tienen ovarios ni testículos, pero debido a que tienen útero, pueden quedar embarazadas mediante la implantación de un embrión donado. Al menos se han documentado cuatro casos en los que mujeres (XY) con este síndrome recibieron embriones donados, quedaron embarazadas y dieron a luz bebés sanos. Todos los gobiernos reconocen el derecho legal de estas personas a casarse con hombres.

Hay numerosas condiciones biológicas como estas que han alterado el diseño original de Dios y son el resultado del pecado en el mundo, pero en sí mismas no son pecado, al igual que nacer ciego no es pecado. Estas condiciones incluyen:

  • Deficiencia de 5-alfa reductasa
  • Afalia
  • Clitoromegalia
  • Hiperplasia suprarrenal congénita
  • Disgenesia gonadal
  • Síndrome de Kallmann
  • Síndrome de Klinefelter
  • Micropene
  • Ovo-testículos
  • Virilización inducida por progestina
  • Síndrome de Turner
  • Criptorquidia
  • Deficiencia de 17-beta-hidroxiesteroide deshidrogenasa
  • Mosaicismo

Según la Sociedad Intersexual de América del Norte, entre el 1 y 2 por ciento de los nacimientos vivos presentan algún tipo de ambigüedad sexual, y entre el 0.1 y 0.2 por ciento de los nacimientos vivos presentan defectos lo suficientemente graves como para requerir intervención médica.¹


Jane

Y si estos defectos biológicos no son lo suficientemente confusos, considerá el caso de la paciente conocida como Jane. En 1998, Jane, una mujer de cincuenta y dos años, estaba alterada porque unas pruebas habían revelado algo acerca de dos de sus tres hijos que la mayoría de la gente nunca creería. Pruebas genéticas mostraron que, aunque concibió a todos sus hijos de manera natural con su propio esposo —quien fue genéticamente confirmado como el padre—, ella no era la madre de dos de ellos. ¿Qué estaba pasando?

Los médicos estuvieron desconcertados durante meses, repitieron los análisis, y los hallazgos se compartieron en círculos médicos para ver si alguien tenía una explicación. Entonces, se produjo un avance cuando se analizó a los hermanos de Jane. Las pruebas revelaron que dos de sus hijos compartían marcadores genéticos con el hermano de Jane, lo que confirmaba que los hijos estaban relacionados con ella. En ese punto, los médicos decidieron analizar tejido de distintas partes del cuerpo de Jane: tiroides, boca y cabello. Descubrieron que Jane tenía células de dos personas diferentes. Era lo que se conoce como una quimera.

Cuando la madre de Jane concibió, dos óvulos fueron fecundados, lo cual normalmente habría resultado en gemelas fraternas. Pero en una etapa temprana de la vida embrionaria, esos dos embriones se fusionaron en uno solo. Como resultado, algunas partes del cuerpo de Jane tienen sus propias células, mientras que otras partes tienen células de su hermana gemela fraterna.²

Se cree que los quimeras humanos son raros, pero no existen datos concluyentes. Aunque la mayoría son quimeras del mismo sexo, se han documentado casos de quimeras hombre/mujer, una situación en la que un hermano y una hermana fraternos se fusionaron en una sola persona. ¿Qué pasaría si el cerebro de esa persona fuera del hermano, pero sus órganos reproductores fueran de la hermana? ¿Quién pecó para que un niño así naciera?

Sexualidad Humana

He escuchado a pastores conservadores decir: “Cada persona en la Tierra es hombre o mujer”, pero los hechos científicos contradicen esa afirmación. El tema de la sexualidad humana no es tan blanco o negro como algunas personas quisieran que fuera.

Entonces, ¿qué determina la sexualidad de una persona?

  • ¿Los cromosomas?
  • ¿Las hormonas?
  • ¿Los genitales?
  • ¿La orientación mental, identidad, individualidad?
  • ¿La conducta?

¿Qué implican la ciencia y los diversos factores que afectan la sexualidad para nuestra comprensión de la homosexualidad?

Los defectos antes mencionados son resultado del pecado que dañó la creación, pero eso no significa que sean pecado activo. “El ser humano se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón” (1 Sam. 16:7, NVI). No es nuestro lugar juzgar a los demás. No conocemos sus circunstancias (Mat. 7:1–2).

Además del perfil genético y cromosómico específico, ahora se han identificado factores epigenéticos que contribuyen a la sexualidad humana. La epigenética consiste en marcadores químicos que se sitúan sobre los genes y que le dan instrucciones a los genes sobre cómo deben expresarse.

Durante el desarrollo embrionario, el cerebro humano comienza siendo femenino pero se masculiniza bajo la influencia de la testosterona. Los marcadores epigenéticos pueden ser transmitidos de padres a hijos, lo que significa que no solo se heredan los genes sino también las instrucciones sobre cómo deben expresarse. Los científicos ahora creen que la epigenética está involucrada en la sexualización del cerebro humano. Los marcadores epigenéticos normalmente protegen los cerebros femeninos de los efectos masculinizantes de la testosterona, mientras que otros marcadores hacen que los cerebros masculinos sean más sensibles a ella.

Si algo falla y los marcadores epigenéticos que protegieron el cerebro de una madre de la testosterona no se eliminan correctamente y ella los transmite a su hijo, esto podría contribuir a que el niño tenga un cerebro feminizante. Por el contrario, si los marcadores epigenéticos de la madre que protegieron su cerebro de la masculinización son eliminados y no se los transmite a su hija, esto podría contribuir a que la niña tenga un cerebro masculinizado. Y debido a que hay miles de millones de células cerebrales, cada una con su propio ADN y sus propios marcadores epigenéticos, puede haber grados variables de penetrancia. Esto significa que, además de la orientación homosexual, puede haber varones heterosexuales afeminados y mujeres heterosexuales tipo «marimacho»

Pero esta no es toda la historia, porque nuestra sexualidad no solo está afectada por nuestros genes y epigenética, sino también por nuestro entorno.


Tara

Tara estaba desesperada cuando vino a verme por primera vez. No podía dormir, tenía episodios de pánico, confusión y pesadillas intrusivas. Tenía poco más de treinta años, estaba casada con su único esposo y tenía una hija de cinco años. Sin embargo, durante su primera entrevista, se describió como bisexual. Me dijo que se había considerado lesbiana hasta principios de sus veinte, y que luego se identificó como bisexual.

Al tomarle la historia clínica, me contó que su padre había abusado sexualmente de ella desde sus primeros recuerdos. Pero describía el abuso no como coercitivo, violento, aterrador o abusivo, sino como seductor, amoroso y romántico. Describía cómo su padre la trataba como una pequeña princesa y de hecho romantizaba su relación con regalos, viajes, obsequios y actividad sexual, tratándola como si fuera su esposa en muchos aspectos.

Este trato por parte de su padre durante la infancia provocó que su mente desarrollara una gran confusión respecto a la sexualidad e intimidad saludables. Donde los niños deberían tener amor y confianza hacia sus padres sin excitación sexual, Tara tenía estos deseos fusionados.

Describía cómo, cuando fue a una escuela cristiana interna a los catorce años, tuvo su primera relación lésbica con su compañera de habitación. Esto se repitió con varias compañeras más en la secundaria y la universidad. En su mente, cuando uno ama a alguien, tiene relaciones sexuales con esa persona. Así que en su adolescencia temprana se consideraba lesbiana.

Sin embargo, en la universidad hizo amistad con algunos varones, llegó a amarlos, comenzó a tener relaciones sexuales con ellos y cambió su visión de sí misma a bisexual, eventualmente casándose con un hombre y formando una familia. En nuestra terapia nunca abordé directamente su orientación sexual. En cambio, nos centramos en su identidad como persona: diferenciación, individuación, intimidad y resolución de los traumas infantiles.

Debido al trato de su padre y a su deseo confundido y fusionado de amor, confianza y sexualidad, siempre que Tara llegaba a amar y confiar en alguien, experimentaba excitación sexual y normalmente relaciones sexuales con esa persona. Al cabo de un año de terapia, me dijo: “Dr. Jennings, nunca he sido íntima con alguien con quien no haya tenido sexo”. A lo que respondí: “¿Y con nosotros?”

La terapia, abrir el propio ser, corazón, mente, alma, temores y deseos al terapeuta, es una experiencia muy íntima, aunque siempre mantengamos límites profesionales saludables.

Sus ojos se abrieron de sorpresa y se reclinó pensativa durante varios minutos después de mi comentario. Cuando regresó la semana siguiente, dijo: “Dr. Jennings, no soy lesbiana. No soy bisexual. Soy heterosexual”. Nunca hablamos de su orientación sexual; simplemente nos enfocamos en sanar las heridas infligidas en su infancia, lo que permitió que surgiera su verdadero yo. Si bien me alegra que personas como Tara puedan encontrar sanación, individuos ingenuos pueden escuchar el testimonio de personas como Tara, que describen cómo fueron “liberadas” del estilo de vida homosexual, y llegar falsamente a la conclusión de que todos los homosexuales podrían cambiar si simplemente recibieran terapia. Tal conclusión es falsa.

El punto de toda esta evidencia es que la sexualidad es compleja. Aquellos en la izquierda liberal quieren que todos los casos de homosexualidad sean considerados como preprogramados genéticamente, y los de la derecha religiosa quieren que todos los casos sean el resultado de una elección pecaminosa o de alguna experiencia traumática que pueda resolverse mediante terapia. Ambos extremos no presentan una visión honesta ni útil de esta situación compleja.


La Biblia y la homosexualidad

Con estas consideraciones en mente, ahora podemos examinar las Escrituras y llegar a una comprensión madura de este tema difícil. En Romanos 1, Pablo describe la decadencia de la condición humana cuando se rechaza la verdad acerca de Dios. Hubo quienes no consideraron valioso retener el conocimiento de Dios. Cambiaron la verdad de Dios por una mentira y prefirieron imágenes hechas por manos humanas en lugar del conocimiento de Dios.

“Por eso Dios los entregó a pasiones vergonzosas. Aun sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van contra la naturaleza. De igual modo, los hombres dejaron las relaciones naturales con la mujer y se encendieron en pasiones lujuriosas unos con otros” (Rom. 1:26–27, NVI).

Muchos cristianos han usado este pasaje para condenar a los homosexuales en nuestra sociedad y a lo largo de la historia. Pero lo que Pablo realmente condena en Romanos 1 es la adoración falsa: el rechazo de la verdad sobre Dios y la preferencia por una mentira, lo que lleva a una serie de consecuencias destructivas, incluyendo el cambio de relaciones naturales por las antinaturales. Pero, ¿puede una persona cambiar algo que no posee? ¿Puede una persona cambiar un par de zapatos blancos por unos negros si no tiene un par de zapatos blancos? ¿Puede alguien cambiar relaciones naturales si no posee deseos naturales?

Pablo, en Romanos, no está hablando de personas con aberraciones biológicas, que constituyen la gran mayoría de los homosexuales en la sociedad actual, sino de aquellos individuos con deseos heterosexuales naturales que, a través de prácticas de adoración destructivas, los cambian por relaciones homosexuales. ¿Qué otra evidencia hay que respalde esta conclusión?

A lo largo de la historia registrada, lo que llamamos homosexualidad se ha documentado en aproximadamente el 1 a 3 por ciento de la población, consistente con defectos biológicos como los descritos antes. Sin embargo, al mirar la ciudad de Sodoma, la Biblia dice:

“Todos los hombres de cada parte de la ciudad de Sodoma —tanto jóvenes como viejos— rodearon la casa” (Gén. 19:4).

El cien por ciento de los hombres acudió, exigiendo abusar sexualmente de los visitantes en la casa de Lot. Esto no es lo que hoy llamamos homosexualidad; esto es algo completamente distinto. Esto es la degradación del deseo heterosexual normal, producto de un rechazo persistente de Dios y la autoindulgencia. Estos hombres de Sodoma cambiaron sus deseos heterosexuales normales por lujuria entre ellos, y se volvieron tan egoístas que abusarían de visitantes antes que mostrar hospitalidad.

Así, Ezequiel documenta el verdadero pecado de Sodoma:

“Esta fue la maldad de tu hermana Sodoma: ella y sus hijas eran arrogantes, glotonas y despreocupadas; no ayudaban al pobre ni al necesitado. Eran altaneras e hicieron cosas detestables ante mí” (Eze. 16:49–50, NVI).

Al rechazar a Dios, rechazaron el amor. Rechazaron la compasión y se volvieron autoindulgentes, llenos de lujuria y explotadores de otros. Esa es la verdadera sodomía.

¿De verdad alguien cree que si los ángeles que visitaron a Lot hubieran venido en forma de mujeres en lugar de hombres, y todos los hombres de la ciudad hubieran salido exigiendo violarlas, Dios habría dicho: “Muy bien, hombres heterosexuales”?

Yo sugeriría que los llamados cristianos de la Iglesia Bautista de Westboro de Kansas, quienes cruelmente protestaron en el funeral de Matt Shepherd, ¡son los verdaderos sodomitas modernos! Esta es la religión de la ley impuesta. Esta es la religión de pensadores de nivel cuatro o inferior. ¡Esto es lo que ocurre cuando la verdad sobre el carácter de amor de Dios es cambiada por una mentira!


Los principios liberales de nuestra sociedad moderna, que buscan proteger a los empleados de la explotación y el abuso por codicia de lucro, han hecho exactamente lo que hace la Biblia: escribir advertencias para proteger. El Departamento de Trabajo de EE. UU. tiene la siguiente norma para los empleadores con respecto a la protección ocular de los soldadores:

“El empleador debe asegurarse de que cada empleado afectado utilice equipo con lentes filtrantes que tengan un número de tono adecuado para el trabajo que se realiza, para protegerse de la radiación luminosa dañina.”⁴

Nosotros, como sociedad, prohibimos, condenamos e incluso criminalizamos acciones que voluntaria y conscientemente causan ceguera—pero no criminalizamos a los ciegos, especialmente a los que nacen ciegos. Y nunca le decimos a una persona nacida ciega: “Sabemos que no hiciste nada malo al nacer así, pero esperamos que vivas como si pudieras ver”.

Muchos cristianos están confundidos al tratar con la homosexualidad porque la ven a través del lente de una ley impuesta, en lugar de una ley de diseño. Malinterpretan la guía de la Biblia, que se da para proteger y disuadir a las personas de actividades que causan daño. Saben que la Biblia condena algo, pero no comprenden qué es lo que condena.

¿Qué condena la Biblia? Condena acciones deliberadas que dañan y corrompen el diseño de Dios. Sería como una persona con buena visión que se introduce hierros calientes en los ojos o suelda sin protección ocular. Tales actos que conducen a la ceguera deben ser condenados. ¡Pero un niño que nace ciego no debe ser condenado! La Biblia condena la adoración falsa, los cultos de fertilidad, la pornografía y el ver, mirar o participar en comportamientos que destruyen el amor en el carácter de una persona, de modo que un cristiano trataría con crueldad a otro ser humano en lugar de con el amor de Jesús.


Leprosos modernos

Hace dos mil años, las personas con enfermedades de la piel de cualquier tipo—vitiligo, psoriasis, eccema, además de lepra—eran todas condenadas como leprosos. No solo tenían que lidiar con la enfermedad biológica, sino que también eran rechazadas por su comunidad y condenadas por las autoridades religiosas. ¡Esto es lo que hemos hecho hoy con los homosexuales!

Como cristianos, estamos llamados a vivir como Cristo, a amar como Él ama, y ¿cómo trató Él a los leprosos? ¿Cómo trató a una mujer que fue atrapada en el mismo acto de un pecado sexual innegable? Dijo: “Ni yo te condeno” (Juan 8:11).

No es nuestra responsabilidad convencer a otra persona de pecado; esa es la tarea del Espíritu Santo. Nuestra responsabilidad es revelar a Cristo con tanta claridad y plenitud que las personas sean atraídas a Él. Él cambiará lo que deba cambiarse en el corazón de cada persona. Él convencerá de pecado, lo que necesita arrepentimiento; Él transformará a las personas a Su imagen.

Los cristianos que operan en el nivel cuatro o inferior, enfocados en las reglas, preocupados por el comportamiento y la protección de la institución, han colocado innumerables barreras entre las personas que luchan y Dios.

Dios está esperando una Novia madura, un pueblo que haya crecido hasta amar como Él ama.


PUNTOS CLAVE DEL CAPÍTULO 12

  • Debido a que la naturaleza está fuera de armonía con Dios y su presencia sustentadora, muchas desviaciones del diseño original han ocurrido en todo el mundo natural—espinas, cardos, malezas, enfermedades, defectos congénitos, etc.
  • Todo lo que se desvía del diseño original de Dios es resultado del pecado y de algún modo tergiversa a Dios. Sin embargo, no todo lo que se desvía del diseño original de Dios es pecado.
  • El tema de la sexualidad humana no es tan blanco o negro como algunas personas quisieran que fuera.
  • A pesar de los defectos biológicos, el plan de Dios actúa para transformar corazones y sanar mentes.