16. La mente restaurada

Todo depende del tipo de Dios en el que uno cree […]. En vez de culpar automáticamente a la persona que no cree en Dios, deberíamos preguntar primero si la noción de Dios que esa persona tiene es la de un Dios en el que no deberíamos creer” (George McDonald).

Después de ser consciente de la jerarquía de la mente, continué mi investigación y descubrí muchos otros principios esenciales para lograr y mantener el bienestar mental. Anteriormente, hablamos acerca de la ley de la adoración y aprendimos que llegamos a ser como el Dios que admiramos y adoramos. Encontramos que las concepciones equivocadas acerca de Dios traen como consecuencia la rebelión, el sufrimiento y el dolor.

La imagen que tenemos de Dios es muy importante, debido a que ella moldea directamente el desarrollo de nuestros caracteres individuales en la medida en que incorporamos a nuestra vida los principios y los métodos del Dios al que servimos. Los trágicos ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 demuestran este principio. Aquellos que realizaron los ataques creyeron que el asesinato de personas inocentes complacería a la deidad que adoraban. Dada esta realidad, me gustaría compartir mi creencia personal sobre nuestro origen, el propósito de Dios al crearnos y, finalmente, sobre el Dios al que sirvo.

El origen del pecado

Hace mucho tiempo, el universo era perfecto y puro, sin ningún sonido discordante, y todo estaba en armonía y paz. Dios, Rey supremo, todopoderoso y amante al mismo tiempo, proveyó todo para el beneficio y la felicidad de sus criaturas inteligentes. No se guardó nada que pudiera dar felicidad y bienestar. Mientras disfrutaba de una comunión íntima con sus criaturas inteligentes, estableció una estrecha relación con un ser llamado Lucifer (ver Isa. 14). El Señor bendecía a Lucifer con cada don imaginable: gran inteligencia, belleza, riqueza, gloria, autoridad, talento, influencia y libre albedrío. Lucifer tenía una posición exaltada, superado solamente por Dios Padre mismo, su Hijo y el Espíritu Santo.

El nombre Lucifer significa “El que tiene la luz”. Aun escuchamos ecos de su nombre en palabras como iluminar o luminoso. Él tenía el gran honor de ser el más grande en el conocimiento de Dios de todos los seres creados, y entonces compartía su conocimiento y la luz que recibía de él con todo el universo.

Imagínate que tú mismo eres un ángel del cielo. Has conocido a Lucifer durante toda tu vida, juntos han disfrutado varios viajes y alabado a Dios. Lucifer es tu comandante, tu consejero, tu amigo de confianza y tu confidente. De él has aprendido mucha información maravillosa sobre Dios.

Ahora, ha venido de la presencia divina con unos nuevos y fascinantes detalles acerca de Dios; cosas que nunca antes habías escuchado. Pero estos detalles son perturbadores, angustiantes y producen miedo.

Lucifer te recuerda el inmenso poder de Dios, y entonces sugiere que si alguna de las criaturas inteligentes de Dios no actúa de acuerdo con su plan, usará su poder para herirlas y destruirlas. Afirma que mientras todos hagan lo que Dios quiere, habrá una apariencia de libertad. Pero si alguien se sale de lo indicado e infringe su ley, Dios usará todo su poder para castigar.

¿Qué harías? Pues, vas a Dios y le dices: “Lucifer ha sugerido cosas sobre ti que son perturbadoras; cosas que incluso producen miedo. Si son ciertas, destruirían mi confianza en ti. Yo te amo, Dios, pero también amo a Lucifer. No quiero tener que escoger entre ambos”. Dios podría responder: “Estoy contento con que me ames; y estoy contento con que ames también a Lucifer. Créeme: lo que Lucifer está diciendo NO ES CIERTO”. Entonces, te vas de la presencia de Dios con confianza.

Encuentras a Lucifer y le dices: “Acabo de hablar con Dios, y me ha dicho que lo que tú estás afirmando no es la verdad”.

“Ese es el punto –responde Lucifer–. ¡Dios está mintiendo!”

¿Qué puede hacer Dios? ¿Cómo podría responder? ¿Por qué no proclama simplemente que él está diciendo la verdad y Lucifer está mintiendo?

La evidencia está del lado de Dios

Imagina que eres el pastor de una gran iglesia. Tu hermano, que es el primer anciano, callada y sutilmente va entre los miembros de la congregación, pidiendo a la gente que te ponga en sus listas de oración porque has estado tomando parte del dinero recolectado por la congregación. Él confía en que esas oraciones serán contestadas, que te arrepentirás y regresarás el dinero.

Por supuesto, jamás has tomado ni un centavo. Pero tu hermano ha sembrado las semillas de la duda. Cuando descubres lo que está haciendo, ¿cómo reaccionarías? Si enfrentas a toda la congregación para proclamar que eres inocente, ¿convencería eso a todos? De ninguna manera. Entonces, ¿qué haces? Llamas a un auditor externo para que revise línea por línea, libro por libro y centavo por centavo; luego la verdad y la evidencia te exoneran y exponen al mentiroso.

¿Qué podría hacer Dios? La confusión que Satanás ha causado se ha esparcido por todo el universo. Se empiezan a formar facciones, la incertidumbre de los ángeles crece… Y en el momento en que las sutiles distorsiones de Satanás toman fuerza, Dios dice: “Sea la luz […]. Sea el firmamento […]. Aparezca la tierra seca”. Mientras Lucifer difunde falsas declaraciones sobre el Padre celestial y su Hijo, Dios da la evidencia de que él es el Creador.

La humanidad fue creada para revelar la verdad acerca de Dios

Dios no hace afirmaciones simplemente. ¡No! Ofreció la evidencia, una verdad revelada que se puede demostrar.

La expectativa empieza a crecer en el cielo cuando el universo observa a Dios creando. “¿Viste lo que Dios hizo hoy? ¿Qué crees que hará mañana?” Y la atención del universo entero se encuentra centrada en nuestro pequeño mundo con gran expectativa, esperando la constante demostración de respuestas a los alegatos de Lucifer.

Y en el sexto día, con el universo entero mirando, Dios indica: “Hagamos al hombre a nuestra imagen” (Gén. 1:26); “Varón y hembra los creó” (vers. 27). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se unen y crean a su imagen, del mismo modo en que Adán y Eva se unirían y procrearían a su imagen. Y después de haber creado a la humanidad, Dios les dijo que fructifiquen y se multipliquen, en un mundo perfecto, sin pecado.

Antes de que el pecado entrara en nuestro mundo, era el plan de Dios que Adán y Eva tuvieran hijos en un ambiente perfecto: un ambiente gobernado por la ley del amor y la libertad. ¿Por qué los padres tienen hijos? ¿Los traen al mundo para esclavizarlos, para manipularlos, para explotarlos o abusar de ellos? ¿O dedican su tiempo, sus energías, su amor y sus recursos para el bienestar y el desarrollo de sus hijos? ¡Cuánto más en un mundo sin pecado!

Tal demostración habría revelado al universo expectante la verdad acerca de la manera en que Dios trata a sus criaturas: que Dios no nos creó para explotarnos, esclavizarnos, abusar de nosotros o controlarnos; por el contrario, constantemente se da a sí mismo por el bienestar de sus hijos.

¿Puedes imaginarte el propósito de Dios al crear a la humanidad? Por medio de su amor por el planeta y el cuidado amoroso de su descendencia, ¡la humanidad debía mostrar la verdad sobre la manera en que Dios gobierna su universo! ¡Dios creó a la raza humana a su imagen para revelar la verdad sobre sí mismo!

Satanás secuestró la creación de Dios

Satanás reconoció la importancia de la humanidad. También se dio cuenta de que si el universo entendía la evidencia que ofrecía la creación de la humanidad, expondría sus mentiras y acabaría su rebelión. Para bloquear el plan de Dios, Satanás utilizó la misma estrategia que había usado en sus esfuerzos por confundir a los ángeles en el cielo. Esta vez, dirigió su engaño hacia nuestro planeta, específicamente, hacia Adán y Eva.

Su intención era secuestrar la creación de Dios y evitar que la humanidad revelara la verdad acerca de Dios, dañando tanto la mente humana que revelaría una naturaleza completamente contraria al Creador. Para conseguir esto, se acercó a Adán y Eva y presentó una imagen distorsionada de Dios. Puso en duda la confiabilidad divina: “¿Así que Dios les ha dicho que no coman de ningún árbol del huerto? Oh, no, no morirán. ¡Mírenme! –declaró la serpiente–. Yo puedo hablar porque comí del árbol. Sabe Dios que si comen del árbol, llegarán a ser como dioses. Él solo está tratando de evitar que eso pase” (ver Gén. 3).

Tristemente, luego de este encuentro, Adán y Eva –la hermosa creación de Dios, formada a su imagen con el propósito de representar la verdad sobre él– se rebelaron contra su Padre celestial y llegaron a ser instrumentos de Satanás para distorsionar aún más la realidad acerca de Dios frente al universo.

El carácter de Adán pasó inmediatamente de ser un reflejo del amor y el sacrificio del yo, a un carácter que incluía el temor y el egoísmo. En lugar de sacrificar el yo y proteger a Eva, él la inculpó, tratando de excusarse a sí mismo.

El universo expectante sufrió una terrible confusión, y se preguntó si Adán reflejaba fielmente el carácter de su Creador. Después de todo, ¿estaría Lucifer en lo correcto? ¿Era Dios egoísta como Adán, incapaz de sacrificarse a sí mismo (en este caso, por su creación humana)? ¿Sacrificaría a su creación para salvarse a sí mismo?

Por este motivo, Jesús se convirtió en el segundo Adán, no para pagar la pena que el primer Adán debía, sino para terminar la obra que el primer Adán no pudo cumplir: revelar la verdad sobre Dios, responder a las preguntas y proveer la evidencia que protegiera al mundo no caído y nos liberara de las mentiras que nos tenían atados y obnubilados.

El sábado es evidencia de nuestra libertad con Dios

Después de haber terminado de crear nuestro mundo, y en su intento por revelar la verdad sobre sí mismo, Dios dio una de las más grandes evidencias de su garantía de que respetaba la libertad individual: el sábado semanal.

Imagínate de nuevo que eres un ángel en el cielo durante el tiempo en que comenzó la rebelión. Has escuchado a Lucifer sugerir que si te sales un poco de las instrucciones, Dios usará todo su poder para castigar y destruirte. Lucifer te explica que tu libertad no es verdadera, porque Dios concede bendiciones aparentes, con la condición de que hagas lo que él indica. Si te sales de lo instruido, él te castigará. En ese momento, ves a Dios crear el nuevo mundo; una increíble exhibición de poder. Entonces, más emociones de duda corren por tu mente. “¿Tendrá razón Lucifer? ¿Qué tal si Dios está mostrando este inmenso poder para intimidar, presionar u obligar? ¿Está, simplemente, ‘mostrando sus músculos’, para asustarnos y presionarnos a hacer lo que él pide?”

Pero al contemplar las sutiles distorsiones de Satanás, Dios interviene: “Universo, ustedes han escuchado los argumentos de Lucifer, han escuchado el testimonio del Padre, el Hijo y el Espíritu. Y han visto la evidencia que recién se ha presentado. Ahora, tomen 24 horas especiales y consideren esto por ustedes mismos”. Y Dios creó el sábado para refutar aún más los argumentos de Satanás y revelar que con Dios experimentamos una verdadera libertad de pensamiento y de elección.

El sábado revela que Dios nunca usará su poder para forzar a hacer las cosas a su manera. ¿Qué nos dice esto acerca de él, siendo que, en el contexto de un ataque contra su Trono y su gobierno, concede la libertad de escoger? ¿Qué dice esto acerca de Dios cuando, en el contexto de los argumentos de que no se puede confiar en él y que él no es un Ser confiable, crea un día para razonar y tomar decisiones libremente, en lugar de usar su poder para forzar a toda rodilla del universo a doblegarse ante él? El sábado provee una evidencia convincente de que Lucifer está mintiendo. ¡Con Dios somos verdaderamente libres!

¡Qué Dios increíble! ¡Asombroso Creador! ¿Cómo no confiar en un Dios que respeta tu libertad para escoger?

La verdad acerca de Dios

Es por medio de la comprensión de la verdad acerca de Dios que valoramos su carácter, sus principios y sus métodos y, por lo tanto, confiamos en él. Nuestra prueba se fundamenta en la revelación de la evidencia que él nos ha brindado para demostrar su confiabilidad. Esto restablece la verdad y expulsa el temor de nuestros corazones, y empezamos de nuevo a funcionar motivados por el amor, y no por el egoísmo, el temor o la culpa.

Nuestra razón es ennoblecida; nuestra conciencia, limpiada; nuestra voluntad, fortalecida; y libremente escogemos practicar los métodos del Dios de amor y libertad. Así, es natural que lleguemos a ser más y más como él. Nuestro dominio propio, dignidad y nobleza de carácter dados por Dios son restaurados. Funcionamos bajo los principios del amor, la libertad y la sinceridad; siempre creciendo, madurando, obteniendo victorias al ser transformados de enemigos de Dios a sus amigos, anhelando el día en que nos encontremos con él cara a cara.

No sé dónde está ahora mi paciente presentada al inicio de este libro. No sé lo que está haciendo. Tampoco sé si está viva o si ha tenido éxito en quitarse la vida. Pero si está viva; si todavía siente dolor en su corazón; si todavía está luchando por encontrar respuestas –que yo no pude darle hace tantos años–, espero que este libro la encuentre y que, en él, halle las respuestas para curar su dolor y traer inmensa paz a su mente.

Estoy orando por ella.