Capítulo 1
De parte de Pablo, embajador de Jesucristo designado por Dios para promover el Remedio provisto por Jesucristo, que trae vida eterna.
Querido Timoteo, a quien amo como a un hijo: que recibas fortaleza, amor y paz de parte de Dios el Padre y de Jesucristo nuestro Señor.
Doy gracias a Dios, quien ha limpiado mi conciencia y me ha capacitado para representarlo, tal como fueron llamados a hacerlo mis antepasados. Estás en mi mente y en mis oraciones todos los días. Te extraño y anhelo estar contigo para que mi corazón se regocije con tu compañía. Recuerdo tu profundo amor por la verdad acerca de Dios y tu pasión por compartir el Remedio. Esa confianza inquebrantable en el reino de amor de Dios primero fue conocida por tu abuela Loida, luego por tu madre Eunice, y estoy seguro de que ahora también vive en ti. Por eso te animo a seguir ejercitando, desarrollando y expandiendo los dones y capacidades que Dios te dio cuando impuse mis manos sobre vos. Porque Dios no nos dio un carácter de inseguridad, duda y temor, sino una mente y un carácter de confianza, poder en la verdad, amor y dominio propio.
Nunca te avergüences de hablar con valentía acerca de nuestro Señor, y mucho menos de mí, aunque haya estado entrando y saliendo de prisión por compartir el Remedio. Al contrario, unite a mí, por el poder de Dios, en soportar las dificultades que vienen con la distribución del Remedio. Porque Dios nos ha sanado y nos ha invitado a una vida eterna de amor, no porque hayamos logrado curarnos a nosotros mismos, sino porque Él es misericordioso y su intención, voluntad y propósito es sanar a todos los que se lo permitan. Antes de que existiera el tiempo, Jesús ya era el medio mediante el cual Dios sanaría a la humanidad, aunque cómo lo haría no fue revelado sino hasta la venida de nuestro Salvador Jesucristo, quien en su mente humana amó perfectamente. Él destruyó la muerte al eliminar la infección del egoísmo, y restauró plenamente la ley de amor de Dios en la humanidad, sanando a la especie y revelando la vida y la inmortalidad a través del Remedio que logró.
Y fui comisionado como distribuidor, emisario y maestro de este gran Remedio. Por eso he sido acosado y perseguido. Pero no me arrepiento ni un momento, porque conozco y confío en Jesús, y estoy seguro de que Él supervisará la distribución del Remedio que me confió hasta el día de su regreso.
Mantené lo que aprendiste de mí como modelo de cómo, con confianza y amor en Jesús, promover y distribuir el Remedio. Protegé la verdad sanadora que se te ha confiado cooperando con el Espíritu Santo, quien aplica el Remedio en nosotros.
Ya sabés que todos en Asia me han abandonado, incluidos Figelo y Hermógenes.
Pero que Dios cuide y proteja a Onesíforo y a su familia, porque su casa siempre estuvo abierta para mí y nunca tuvo miedo de ser visto conmigo, incluso cuando estaba en prisión. Todo lo contrario: cuando estuve preso en Roma, me buscó por todas partes, dejando en claro a todos que me estaba buscando, hasta que me encontró. Oro para que cuando Cristo regrese, el Señor lo trate con aún más bondad de la que él ha tenido conmigo. Y sabés bien cuánto hizo por mí en Éfeso.
Capítulo 2
Así que, hijo mío, fortalécete mediante el poder sanador que recibimos cuando vivimos en unidad con Cristo Jesús. Transmití las verdades sanadoras que aprendiste de mí a personas responsables y capaces de enseñar eficazmente a otros.
Recordá que estamos en el mismo equipo, así que, como un soldado dedicado de Jesucristo, soportá con nosotros las dificultades de avanzar en la distribución del Remedio. Ningún soldado en servicio activo gasta su energía en asuntos civiles, sino que cumple sus órdenes para agradar a su comandante.
De manera similar, un atleta nunca gana una competencia si no se ejercita, entrena o actúa en armonía con las leyes de la salud. Y es el agricultor diligente que siembra, riega, abona y coopera con las leyes de la naturaleza quien recibe la mejor cosecha.
Reflexioná sobre los principios del reino de Dios que estoy describiendo, porque el Señor te ayudará a comprender todo esto.
Recordá que es Jesús, descendiente de David, quien murió y resucitó de entre los muertos. Es por esta verdad increíble —este Remedio que cura la muerte— que soy perseguido y encarcelado como un criminal. Pero la verdad —el Remedio que logró Jesús— no está encadenada. Por eso soporto todo este dolor por el bien de quienes participarán del Remedio, para que obtengan la sanidad de mente y carácter que viene de Jesucristo y resulta en justicia eterna.
Esta es la verdad simple:
Si nos unimos a Él
y morimos al egoísmo,
seremos sanados
y viviremos eternamente con Él.
Si no nos rendimos,
Él nos transformará
y también reinaremos con Él.
Si lo rechazamos,
Él respetará nuestra decisión
y nos dejará ir.
Si no somos dignos de confianza,
Él seguirá siéndolo
porque no puede negarse a sí mismo.
Seguí recordando estas verdades al pueblo. Invocá la presencia de Dios en sus reuniones y luego advertíles que no discutan sobre palabras específicas, porque no hay magia ni poder en las palabras en sí mismas; enfóquense en cambio en los principios del reino de Dios, porque discutir sobre semántica solo confunde a los oyentes. Esforzate por seguir el plan de tratamiento aprobado por Dios; trabajá con diligencia, aplicando sus métodos sin temor ni inseguridad, y presentá el Remedio de manera efectiva. No participes en conversaciones que distorsionan la imagen de Dios, ya que lo que decimos influye en lo que pensamos y refuerza esas ideas, y quienes hablan de esa manera se volverán más egoístas e impíos. Sus ideas mortales infectarán las mentes y se esparcirán como una plaga. Entre los infectados están Himeneo y Fileto. Han cambiado la verdad por mentiras, y al afirmar que la resurrección de los muertos ya ocurrió, están haciendo que algunos abandonen el tratamiento de Dios.
Pero el Remedio que Cristo ha logrado no puede ser destruido. Es más firme que la piedra, y se distribuye con estas palabras: “Dios conoce a quienes han sido transformados en unidad con Él”, y “Todo el que ha recibido el Remedio será purificado de todo egoísmo y maldad.”
En una casa grande, no solo hay objetos valiosos hechos de cristal, plata y oro, sino también objetos simples hechos de madera, plástico y acero. Algunos se usan para actividades saludables; otros, para actividades destructivas. Si una persona deja de participar en actividades destructivas, el Maestro la limpiará y sanará, y será útil para distribuir el Remedio y en otras actividades saludables.
Alejate de los deseos autoindulgentes de la adolescencia, y buscá un carácter maduro, semejante al de Cristo: confianza en Dios, amor y paz, uniéndote a quienes han recibido el Remedio y siguen al Señor con corazones puros. No participes en discusiones que representan a Dios de forma torpe o distorsionada, porque solo generan conflicto y confusión. Y recordá que, como embajador del Señor, lo representás, así que no debés ser combativo; el embajador del Señor debe ser amable con todos, ser un maestro que —como el Maestro— pueda explicar ideas complejas de forma que incluso los niños las entiendan, y nunca debe guardar rencor. Educá con gentileza a quienes no comprenden y se oponen a la verdad. Puede que aún haya lugar para que la influencia de Dios llegue a ellos, que comprendan la verdad, reconozcan su error y escapen de la trampa del diablo, quien ha capturado sus mentes con mentiras para que hagan su voluntad.
Capítulo 3
Pero marcá bien esto: en los últimos días habrá tiempos especialmente horribles. La sociedad se volverá arrogante. Las personas serán narcisistas malignos, completamente centrados en sí mismos, codiciosos, arrogantes, orgullosos, explotadores y abusivos, rebeldes hacia sus padres, ingratos, impuros, sin compasión, rencorosos, mentirosos, calumniadores, incapaces de controlarse, crueles y brutales, burlándose de lo que es saludable y bueno, traicioneros, impulsivos y sin reflexión, engreídos, adictos al placer en lugar de devotos de Dios. Y aun así serán religiosos, aparentando piedad, pero negarán el Remedio y los métodos de amor de Dios. No permitas que estas personas entren en tu vida.
Estas personas se infiltran en los hogares de mujeres débiles de carácter y las manipulan evocando culpa por errores pasados. Estas mujeres son vulnerables porque son emocionalmente inestables y están dominadas por todo tipo de deseos egoístas. Siempre están buscando ayuda, pero rechazan el Remedio y toda verdad que realmente podría sanarlas. Así como Janes y Jambres falsificaron a Moisés, también estas personas presentan un remedio falso, y como han rechazado el Remedio verdadero, sus mentes están dañadas y degradadas. Pero no llegarán muy lejos, porque el resultado de su necedad y rechazo del Remedio será evidente para todos los que piensan por sí mismos.
Estoy seguro de que lo reconocés claramente, porque me conocés, y sabés lo que enseño. Conocés la manera en que vivo, mi misión, mis creencias, mi paciencia, amor y firmeza; sabés de las persecuciones y maltratos que sufrí en Antioquía, Iconio y Listra, y cómo el Señor me sostuvo a través de todo eso. La realidad es que todos los que vivan en armonía con los métodos de Dios y confíen en Jesús serán perseguidos por el mundo egoísta. Pero los falsificadores egoístas empeorarán; su forma de pensar se distorsionará más y más por mentirse a sí mismos y a otros. Pero vos simplemente tenés que seguir firme en la verdad que aprendiste y en la que estás convencido, porque has visto el carácter transformado de quienes te la enseñaron, y porque está en armonía con las Escrituras que conocés desde la infancia. Y sabés que las Escrituras enseñan el Remedio que puede sanarte y hacerte sabio por medio de tu confianza en Jesucristo. Porque toda Escritura, inspirada por Dios, es útil para enseñar, redirigir, corregir y entrenar, con el fin de promover la transformación del carácter, para que los embajadores de Dios sean completamente competentes en aplicar el Remedio y realizar toda buena obra.
Capítulo 4
En la presencia de Dios y de Jesucristo, quien diagnosticará con precisión tanto a los vivos como a los muertos, y con la expectativa de su regreso y del establecimiento de su reino de amor, te encargo lo siguiente: proclamá el Remedio; estate listo en todo momento, de día o de noche, para —con gran paciencia y dirección sabia— corregir a los que están fuera de armonía con el diseño de Dios, redirigir a los que se están dañando a sí mismos o a otros, y animar a quienes están aplicando el Remedio.
Porque llegará el tiempo en que la gente ya no querrá escuchar razones, ni la verdad, ni la evidencia. En cambio, en armonía con su egoísmo, se rodearán de profesores, maestros y teólogos que los entretengan con lo que quieren oír. Se negarán a escuchar la razón y la verdad, y en su lugar, abrazarán fantasías. Pero vos, asegurate de pensar por vos mismo en toda situación y soportá las dificultades inevitables mientras hacés todo lo que esté a tu alcance para difundir el Remedio y cumplir con todas las responsabilidades de tu ministerio.
Mi tiempo en este mundo se está acabando, como una bebida que se vierte de una copa; ha llegado el momento de mi ejecución. Me mantuve enfocado y cumplí con mi misión; completé mi tarea y fui fiel a mi llamado. Ahora me espera la recompensa de ser restaurado a una relación plena con Dios, la cual el Señor —el Juez justo— me entregará cuando regrese; y no solo a mí, sino también a todos los que han anhelado su venida.
Si podés, vení a verme pronto, porque Demas amó los placeres de este mundo y se fue a Tesalónica. Crescente se fue a Galacia, y Tito a Dalmacia. Solo el doctor Lucas está aún conmigo. Cuando vengas, traé a Marcos, porque siempre es de gran ayuda en mi ministerio. Envié a Tíquico a Éfeso. No te olvides de traer el abrigo que dejé con Carpo en Troas, y mis libros, especialmente mis cuadernos.
El herrero Alejandro perjudicó gravemente mi labor, pero el Señor le permitirá cosechar lo que ha sembrado. Tené cuidado si aparece, porque se opone con fuerza al Remedio.
En mi primera audiencia, nadie me acompañó. Todos huyeron y se escondieron, pero no les guardo rencor, porque el Señor estuvo conmigo y me fortaleció, y así pude presentar el Remedio en su totalidad, y todos los gentiles lo oyeron. Y fui rescatado de una muerte segura. Sé que el Señor me rescatará de todo mal y me llevará con seguridad a su reino celestial. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos. Que así sea.
Saludá de mi parte a Priscila y Aquila, y a Onesíforo y su familia. Erasto se quedó en Corinto, y Trófimo estaba enfermo en Mileto cuando lo dejé. Por favor, tratá de venir antes del invierno. Eubulo te manda saludos, al igual que Pudente, Lino, Claudia y todos los demás.
Que el Señor esté contigo. Que la gracia de Dios esté sobre vos.