Spiritual Warfare, Angels, Demons, and How to Find Truth – Come And Reason Ministries
Después de mi programa «Guerra Espiritual: Ángeles, Demonios, Física Cuántica y Tu Cerebro», he recibido muchos comentarios: algunos positivos, otros confundidos y algunos negativos.
Al reflexionar sobre las críticas que muchos han planteado sobre el programa, me he dado cuenta de que gran parte del desacuerdo proviene del hecho de que no todos estamos extrayendo nuestro entendimiento de la misma base de datos. Es lógico que, si sacamos conclusiones de diferentes fuentes de información con datos divergentes, entonces necesariamente no podremos llegar a un acuerdo. Por tanto, nuestra primera prioridad al abordar estos temas debe ser determinar cuál es el conjunto de datos que consideramos “autoritativo”, el estándar contra el cual evaluaremos nuestras propias ideas y otras fuentes de información.
Mi posición (mi sesgo) es que los 66 libros de la Biblia son nuestro estándar escritural, y que cualquier conclusión que saquemos debe ser consistente con ellos y no contradecirlos. Además, de varias maneras, la Escritura enseña que Dios ha provisto tres hilos de evidencia que deben armonizarse para llegar a entendimientos precisos (ver mi blog El Antiguo Testamento, la Enseñanza Moderna y el Enfoque Integrador Basado en Evidencia). Estos tres hilos de evidencia son:
- los 66 libros de las Escrituras (revelación escrita),
- las leyes de diseño de Dios incorporadas en la estructura de la realidad (ciencia y naturaleza),
- y las experiencias de la vida (cómo funcionan realmente las cosas).
Nuestro objetivo es encontrar la verdad en la que estos tres aspectos estén de acuerdo. Esto lo demuestro en muchos lugares, como en mi charla titulada El Cerebro con Forma de Dios y en mi libro El Cerebro con Forma de Dios: Cómo Cambiar Tu Visión de Dios Transforma Tu Vida.
Una de las verdades de las Escrituras es la narrativa general: el Mesías prometido en Génesis 3:15. A lo largo de la historia, hasta la victoria de Cristo en la cruz, Satanás y sus fuerzas guerrearon activamente contra Dios y Su plan, intentando destruir a las personas que trabajaban con Dios—el canal a través del cual vendría el Mesías. Esa guerra fue física en ocasiones, con varias naciones atacando a Israel y Judá, pero más importante aún, fue una guerra espiritual con ataques constantes no solo a través del culto pagano, sino también por medio de falsos profetas con falsas profecías y falsas escrituras, como Balaam (Números 22, 23; 2 Pedro 2:15), los profetas de Baal, y también los falsos profetas que afirmaban hablar en nombre de Yahweh (1 Reyes 22:13; Jeremías 14:14, 23:25–28; Ezequiel 13:3–6; Miqueas 3:5).
A medida que el pueblo de Dios aceptaba a los falsos profetas y sus falsas escrituras, los errores que enseñaban se convertían en filtros aplicados a la comprensión de la Biblia, y las verdades bíblicas eran corrompidas por quienes confiaban en esas falsas escrituras para interpretar la Palabra.
Un ejemplo de este error está registrado en el Nuevo Testamento, cuando Jesús confronta a los fariseos por su práctica del Corbán, una costumbre que consistía en declarar que los bienes de una persona estarían dedicados al templo después de su muerte; de esta forma, esos bienes no podían usarse para cuidar a los padres. Jesús condena esta práctica en Marcos 7:11. ¿Pero de dónde surgió esta práctica? De la Mishná (tradición oral judía escrita y literatura rabínica) ([Ned III.6; IX]), una falsa tradición basada en falsa escritura que fue usada para malinterpretar la Biblia y conducir a las personas a prácticas contrarias al diseño de amor y confianza de Dios.
Jesús condena con razón el Corbán y, al marcar esta diferencia, afirma que otros escritos, ideas y prácticas deben ser juzgados por la Palabra inspirada de Dios, y no al revés, como también se confirma en Isaías 8:20. Si permitimos que otras escrituras tradicionales, apócrifas y pseudoapócrifas se utilicen como fuente, entonces introducimos errores en nuestra comprensión de las Escrituras. Y si alguno de estos escritos fue inspirado por Satanás y sus demonios, entonces nuestra comprensión bíblica se ve corrompida, algo que la Biblia advierte que sucederá en estos tiempos:
“El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos abandonarán la fe para seguir a espíritus engañadores y doctrinas de demonios.” (1 Timoteo 4:1, NVI84)
Por lo tanto, recomiendo a quienes no estén de acuerdo con lo que he presentado y quieran estudiar seriamente este tema vital, que basemos nuestras conclusiones únicamente en lo que podamos documentar, demostrar y confirmar a través de los 66 libros de la Biblia, en armonía con la ciencia/naturaleza y las experiencias de la vida.
Si alguien está preocupado porque incluí ciencia cuántica y neurociencia y piensa que eso no proviene de las Escrituras—y por lo tanto cree que está bien introducir otros escritos no bíblicos como los pseudoapócrifos—yo respondería que hay tres tipos de evidencia como describí antes:
- Escritura (material escrito),
- ciencia y naturaleza (creación de Dios y leyes sobre las cuales funciona la vida),
- y nuestras experiencias personales con Dios (cómo funcionan las cosas).
La Biblia nos enseña a integrar estos tres hilos de evidencia, tal como lo hacía Jesús con sus parábolas e ilustraciones. Pero cualquier material escrito no bíblico debe ser probado por los 66 libros y no al revés.
Debemos rechazar explicaciones científicas solo cuando contradicen la Escritura. Nunca necesitaremos rechazar la ciencia verdadera, porque cuando se entiende correctamente, siempre armoniza con la Palabra de Dios. Sin embargo, sí encontraremos muchas explicaciones científicas que deben ser rechazadas por contradecir la Biblia, como la teoría de la evolución sin Dios, que sugiere que la ciencia enseña que no hay Dios y que evolucionamos de formas de vida inferiores.
Si hay preocupación de que mi presentación de la ciencia contradiga de algún modo las Escrituras, solicito con entusiasmo pruebas documentadas de ello, porque mi objetivo siempre es entregar la presentación más pura posible de la verdad, de la realidad, y deseo sinceramente que se elimine cualquier malentendido, error o conclusión falsa de lo que presento.
Por eso, les pido a quienes puedan estar en desacuerdo conmigo, y quieran ayudarme a mejorar mi comprensión, que utilicen el único conjunto de datos que considero autoritativo: los 66 libros de la Biblia, armonizados con la ciencia/naturaleza y las experiencias de la vida. Si se usan otros escritos, como hice con Lutero en mi presentación, esos escritos no se usan para interpretar la Escritura ni la superan, sino que se utilizan simplemente para documentar que mis conclusiones sobre lo que enseña la Escritura no son solo mías, como lo demostró la cita de Lutero que utilicé.
Mi objetivo en todo esto no es decirle a nadie qué pensar, sino compartir la verdad y el amor de Dios para que cada uno piense, estudie, ore, razone y decida por sí mismo—para que cada persona esté plenamente convencida en su propia mente (Romanos 14:5). Quiero estimular, motivar y animar al estudio profundo y personal que haga avanzar el reino de la verdad y el amor de Dios. Y Su reino avanza “no con ejército ni con fuerza [física newtoniana], sino con mi Espíritu [física cuántica], dice el SEÑOR Todopoderoso” (Zacarías 4:6, NVI84).
Es al responder a la verdad y elegir la verdad que somos transformados; la verdad nos hace libres (Juan 8:32). Al interiorizar, ingerir, recibir la verdad como la reveló Jesús, esa verdad se incrusta en la estructura de nuestro cerebro y cambia la resonancia armónica de nuestra firma cuántica, llevándonos cada vez más a la armonía con el cielo. Al confiar en Dios, al elegir vivir según Sus métodos y principios, somos aún más transformados, fortalecidos a través de la experiencia en una unión viva, un lazo, una amistad de fe, confianza y amor con nuestro Creador.
Te animo a que pienses profundamente, estudies personalmente y ores con fidelidad, invitando al Espíritu de Dios a iluminarte, empoderarte y transformarte—y cada vez que estés plenamente convencido en tu mente sobre alguna verdad, elegila, decí que sí, y verdad tras verdad, elección tras elección, serás transformado, creciendo diariamente en tu relación de amor y confianza con Dios.
