Hemos intentado mostrar, a partir de las Escrituras, que conocer a Jesús es de lo que se trata realmente el cristianismo. Hemos señalado el privilegio y la necesidad de una relación personal con Cristo. Pero ¿cómo llegás a conocer a Alguien que no podés ver? ¿Cómo tener una vida devocional diaria, o un tiempo a solas con Jesús, que sea significativo y real? Me gustaría ofrecerte una “receta espiritual” para desarrollar una amistad que durará para siempre. La heredé de mi papá, y dice así:
TIEMPO A SOLAS AL COMIENZO DE CADA DÍA, EN CONTEMPLACIÓN DE LA VIDA DE JESÚS A TRAVÉS DE SU PALABRA Y LA ORACIÓN.
Orar Primero
Desglosemos esta receta y analicemos más de cerca sus componentes. En la película La novicia rebelde, María da una lección de fundamentos musicales cantando una canción que empieza así:
Empecemos por el principio,
¡un muy buen lugar para empezar!
Cuando leés, empezás con A-B-C,
Cuando cantás, empezás con do-re-mi.
Cuando pasás tiempo a solas con Jesús con el propósito de conocerlo como amigo, empezá con oración. Cada mañana, cuando comienzo mi propio tiempo a solas con Jesús, oro por tres cosas específicas:
- Primero, pido que el Espíritu Santo haga real a Jesús para mí. Le pido que aumente mi aprecio por Jesús, y que lo vea como más que una figura histórica. No quiero solo saber a dónde fue, qué dijo o qué hizo. ¡Quiero conocerlo!
- Segundo, pido visión espiritual. En Juan 3, Jesús le dijo a Nicodemo que las cosas espirituales se disciernen espiritualmente, y que los seres humanos necesitan algo extra del Espíritu Santo para captar el significado profundo de la Palabra de Dios. Por eso pido lentes espirituales y audífonos espirituales.
- Tercero, pido que Satanás y sus demonios sean impedidos de distraerme. Satanás es un maestro de la distracción y usará cualquier cosa (buena o mala) para desviar mis pensamientos. He experimentado lo mismo al estudiar para exámenes en la universidad. ¡Es terrible leer el mismo párrafo cinco veces y no saber qué leíste! Así que cada mañana oro para que Dios reprenda el poder de distracción de Satanás.
Lectura Inspirada
Después, comienzo leyendo algo específicamente sobre Jesús. Si querés hacer un estudio teológico sobre las fiestas del Antiguo Testamento, está bien, pero para tu tiempo devocional (con el propósito de conocer a Jesús), te sugiero que elijas material claramente centrado en Él.
Incluso dentro de la Biblia hay lugares donde Jesús se revela más claramente que en otros. Toda la Palabra de Dios es inspirada, pero dentro de ese libro inspirado hay dos tipos de escritura: informativa e inspiradora. Los pasajes informativos incluyen genealogías o instrucciones detalladas para construir un tabernáculo. Los textos inspiradores te dejarán el corazón extrañamente conmovido por el amor de Dios y los encantos incomparables de Jesús.
Recordá que el propósito de la vida devocional es conocer mejor a Jesús. Con ese propósito en mente, puedo leer algo más edificante que 1 Crónicas 1:50, donde dice:
«Cuando murió Baal-Hanán, lo sucedió Hadad como rey. Su ciudad se llamaba Pau, y el nombre de su esposa era Mehetabel, hija de Matred, hija de Me-Zahab» (NVI).
Esa información está allí por una razón. Las genealogías muestran que Jesús vino por la familia correcta, tal como la profecía lo había dicho. Apuntan a Jesús. Pero si querés acercarte a Él leyendo nombres y árboles genealógicos, puede que se te haga un invierno largo y duro.
Jesús les dijo una vez a unos líderes religiosos:
«Escudriñáis las Escrituras, porque pensáis que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí» (Juan 5:39, RVR1960).
Y en el Domingo de Resurrección,
«comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que de él decían todas las Escrituras» (Lucas 24:27).
Se cuenta la historia de un predicador que llevó un rompecabezas a casa una noche con la esperanza de que distrajera lo suficiente a sus hijos como para que él pudiera descansar un rato después de un día difícil. Eligió un rompecabezas de un mapa del mundo, pensando que la ignorancia geográfica de sus hijos haría que tardaran bastante en completarlo. Imaginá su sorpresa y decepción cuando, poco después de que los niños se fueran a otra habitación con el rompecabezas, regresaron diciendo que ya lo habían terminado. Al ver que efectivamente estaba completo, les preguntó cómo lo habían hecho tan rápido. “Ah, fue fácil, papá. En el reverso del mapa había la imagen de un hombre. Una vez que armamos al hombre, el mundo quedó bien.”
La Biblia entera es una biografía de Jesús. ¡Hay un Hombre en ella! Para aquellos que se han familiarizado con Jesús en los lugares más evidentes, pueden reconocerlo asomándose entre cada línea y detrás de cada palabra. De hecho, es solo al ver a Jesús en las Escrituras que estas realmente cobran sentido. Hay un Hombre en la Biblia, y la vida devocional consiste en buscar a ese Hombre.
Lectura devocional eficaz
Para que la lectura devocional sea más efectiva, es mejor usar una Biblia en un estilo fácil de leer. La traducción o paráfrasis que funcione mejor varía según la persona, pero muchos han encontrado la Nueva Versión Internacional como favorita. Algunos sugieren evitar las versiones parafraseadas, pero la lectura devocional es para el corazón, no para hacer exégesis bíblica. Por eso, lo mejor es elegir una versión que disfrutes.
Así como las manos se endurecen con trabajos repetitivos como jardinería o carpintería, uno también puede volverse insensible al evangelio; leer diferentes libros sobre la vida de Jesús puede mantener Su historia fresca y viva. Por esta razón, me he vuelto un coleccionista de libros y videos sobre Jesús. Hay algo atractivo y refrescante en leer la vieja historia contada de una manera nueva o desde una perspectiva distinta. (Ver Apéndice A para una lista de favoritos).
¿Cuánto tiempo?
La receta decía: tiempo a solas al comienzo de cada día en contemplación de la vida de Cristo. ¿Pero cuánto tiempo?
Tal vez hayas escuchado la historia de Martín Lutero, a quien se le atribuye haber dicho:
“Tengo tanto que hacer cada día, que no puedo comenzarlo si no paso al menos cuatro horas en oración.”
¡Eso suena abrumador! Yo recuerdo haberme arrodillado para orar en el sillón del living cerca de las 10 p.m., cuando todos en casa ya dormían. De repente, sentí a mi esposa tocándome el hombro. Algo sorprendido, le pregunté qué pasaba. Ella me preguntó cuándo iba a irme a la cama. Le dije que en un minuto y que estaba orando.
Ella me preguntó:
—¿Sabés qué hora es?
—No, ¿qué hora es?
—Son las 2 de la mañana.
Yo, medio orgulloso, respondí:
—Bueno, tenía mucho que decirle a Dios…
Pero me dejó sin palabras cuando me preguntó:
—¿Y por qué hay una mancha de baba en el sillón justo donde tenías apoyada la cabeza?
Ahí supe que aún me faltaba mucho para alcanzar a Martín Lutero…
Hace muchos años vi en la televisión a un presentador entrevistando a Arnold Schwarzenegger, el experto en fisicoculturismo. Arnold, que había ganado el título de Mr. Universo varios años seguidos, llevaba un traje azul de poliéster y sostenía una mancuerna en cada mano. Mientras hacía repeticiones, hablaba sobre cómo desarrollar una rutina de ejercicios, eligiendo pesos acordes al nivel de fuerza de cada uno. Con el tiempo —decía— uno puede aumentar el peso y las repeticiones, pero no se debe empezar con lo que hacen los profesionales.
Mientras recalcaba esto, levantaba las pesas con tanta facilidad como si espantara una mosca. El conductor del programa le preguntó cuánto pesaban las mancuernas. Arnold respondió, sin agitarse ni sudar:
—100 libras cada una. Pero recuerden: no traten de copiar mi rutina. Lo importante no es cuánto levantás, sino que empieces.
En ese momento yo estaba entrenando para escalar rocas y creía estar en buena forma, ya que podía hacer 50 dominadas sin parar. Fui a un gimnasio local y decidí probar con mancuernas. Sabía que 100 libras era demasiado, así que puse 30 libras en cada mano. Traté de levantar el brazo izquierdo como Arnold lo había hecho… hmm, pensé, quizás pruebe con el derecho, que es más fuerte. Si alguien me hubiese estado mirando, habría pensado que estaba posando en lugar de intentar levantar algo. Bajé el peso. Y después un poco más. Finalmente descubrí que si sacaba todos los discos, podía levantar la barra sin problema. Arnold tenía razón: tratar de imitar a otros solo lleva al desánimo.
Tiempo con Jesús: empezá por algo
A medida que desarrollás tu vida devocional, no intentes copiar a Martín Lutero. Eso solo te va a desanimar. Lo importante no es cuánto tiempo pases, sino que empieces con algo. A medida que dediques tiempo cada día para conocer mejor a Jesús, tu apetito espiritual va a crecer. No te cronometres, ni mires el reloj. Recordá: el tiempo con Jesús no es para cumplir con una obligación devocional diaria. Eso sería “justicia por relación”, que es prima hermana de la justicia por obras.
El propósito del tiempo a solas con Jesús es conocerlo mejor.
¿Relación o rutina?
Los expertos dicen que el tiempo intencional de calidad es parte esencial de un matrimonio saludable. ¿Mirás el reloj cuando estás con tu cónyuge? ¿Te gustaría saber cuál es el tiempo mínimo requerido para que la relación funcione? ¿Cómo te sentirías si tu pareja dijera: “Amor, hagamos nuestros 15 minutos de calidad por hoy”? ¡Esa relación no crecería mucho!
Entonces, ¿cuánto tiempo deberías pasar con Jesús? No busques el mínimo. Pasá tiempo con Él y dejá que Él aumente tu apetito espiritual. Es suficientemente grande para hacerlo. Después de todo, prometió en Filipenses que la obra que comenzó en vos, la va a terminar.
Tiempo: ¿haciendo qué?
El Deseado de Todas las Gentes, un clásico sobre la vida de Cristo, contiene este pensamiento:
“Sería bueno que dedicáramos una hora reflexiva cada día a la contemplación de la vida de Cristo. Deberíamos tomarla punto por punto y dejar que la imaginación capte cada escena, especialmente las finales. Al así detenernos en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en Él será más constante, nuestro amor se avivará y estaremos más profundamente imbuidos de su espíritu” (p. 83; cursiva añadida).
¿Te gustaría sentir más aprecio por Jesús? ¿Te gustaría confiar más en Él, depender más de Él? Si pasás cada día algo de tiempo contemplando, meditando, y dejando que tu imaginación habite en la vida de Jesús, ¡eso va a suceder!
Muchos han descubierto útil tener un cuaderno o diario a mano donde escriben los pensamientos que surgen al meditar en un versículo o pasaje. Cuando leas, tratá de imaginarte ahí. ¿Cómo habría sido estar entre la multitud? Visualizá a los niños corriendo hacia Él, gritando y llamándolo por su nombre.
Si no pasás por alto Marcos 10:13–16, quizás veas a Jesús con los brazos abiertos diciéndoles a los discípulos por encima del hombro:
“Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan” (v. 14).
Después, imaginalo alzando al primero que llega y lanzándolo al aire, riéndose. Quizás el niño está sin remera, y ves a Jesús haciéndole ruiditos en la panza con la boca. Miralo arrodillado en la arena, construyendo castillos con todo el grupo.
¿Podés ver eso? Eso significa “dejar que tu imaginación capte cada escena”. Y cuando lo hagas, vas a ver cómo tu aprecio, tu amor y tu confianza en Él crecen. Vas a darte cuenta de que si tuvo tiempo para los niños, también tiene tiempo y atención para vos.
Uno a uno
¡Tiempo y atención para vos personalmente! Jesús está interesado en toda la humanidad, pero está especialmente interesado en vos. Para que tu amistad con Él crezca, necesitás tener momentos a solas con Él. La iglesia es buena, el culto familiar es excelente, los estudios bíblicos en grupo pueden ser significativos, pero ninguno reemplaza el tiempo personal uno a uno con Jesús.
En Juan 6, Jesús se llamó a sí mismo el Pan de Vida y se comparó con el maná que alimentó a Israel en su camino a Canaán. Les urgía a los oyentes comer “el pan que descendió del cielo” (v. 41). Así como comemos dos o tres veces al día para mantenernos físicamente, también necesitamos alimentarnos espiritualmente todos los días. Nadie puede comer por otro.
En Juan 4, Jesús también se comparó con el agua, otra necesidad diaria. Imaginá que tenés mucha sed y le pedís a alguien que te traiga agua. Esa persona vuelve y te dice:
“No había vasos, así que tomé un poco más por vos”.
¿Te sacaría la sed? ¡Por supuesto que no! Vos tenés que beber por vos mismo.
En Éxodo 16:16 se instruyó al pueblo a “recoger [el maná] cada uno según su necesidad”. Cada uno necesita una experiencia personal con Jesús. No alcanza con depender de mamá, papá, esposo, esposa, maestro o pastor. Vos tenés que “comer” por vos mismo.
Si elijo constantemente no comer alimento físico, probablemente tengo un trastorno alimenticio y moriré si no se corrige. Karen Carpenter murió de anorexia. Su trágico final es aún más triste cuando recordamos que no tenía por qué morir. Pero sería una tragedia aún mayor ser un anoréxico espiritual. ¡Qué extraño, entonces, que muchos traten de sobrevivir espiritualmente comiendo solo una vez a la semana en la iglesia!
Tiempo: ¿cuándo?
Me encanta cómo comienza la Biblia en Génesis 1:1 diciendo:
“En el principio, Dios”.
Puede que esté extrapolando algo del texto, pero me parece un excelente consejo para cuándo pasar tiempo con Jesús: “En el principio, Dios”. Comenzá tu día con Dios.
En Éxodo 16:21 leemos que “cuando el sol calentaba, [el maná] se derretía” (NVI). ¡El maná se derrite! Es difícil frenar el ritmo diario y concentrarse en estar con Jesús si esperás hasta que el día esté en marcha. El maná caía del cielo para dar fuerza al pueblo para el día. ¿Cuándo necesitás la fuerza diaria? ¿Al principio del día o después de que ya pasó?
Los nutricionistas dicen que el desayuno es la comida más importante del día. Si vas a comer solo una vez, que sea en el desayuno.
Morris Venden dijo una vez:
“Uno de los secretos para una relación significativa y constante con Dios es programarla en algún momento anterior a esos últimos minutos antes de dormir, cuando ya no podés concentrarte y te dormís orando”.
No estoy diciendo que esté mal dormirse orando. Yo solía sentirme culpable hasta que se lo mencioné a mi papá. Él me respondió:
—¿Y qué tiene de malo eso?
—Bueno —dije—, se siente como colgar el teléfono en medio de una conversación. No es muy cortés.
—Yo lo llamo “charla de almohada” —dijo él—. Y no se me ocurre mejor forma de dormirse que hablando con Dios.
Así que sí, está bien quedarse dormido orando. Pero si querés construir una relación más profunda con Jesús, te recomiendo que reserves un momento en que estés lo suficientemente fresco como para mantenerte despierto y prestarle atención.
Realmente hay algo especial en las horas de la mañana, después del descanso y antes de que comiencen las responsabilidades y distracciones del día.
Pero quizás digas:
—¡Yo no soy una persona matutina! Necesito dormir. No me hables antes del mediodía si querés seguir con vida. Sería más fácil para una gallina aprender a silbar que para mí levantarme temprano.
No tan rápido. ¡Tengo buenas noticias para vos! En Isaías 50:4 encontramos esta promesa:
“Mañana tras mañana me despierta; despierta mi oído para escuchar como los sabios” (NVI).
Creo que Jesús está tan interesado en tener comunión con vos, en construir una amistad, en pasar tiempo de calidad juntos, que está dispuesto a despertarte para esa cita.
Recordá, este es el mismo que dice en Apocalipsis 3:20:
“¡Mira que estoy a la puerta y llamo! Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo” (NVI).
Él está justo afuera, pidiendo una invitación. Creo que si le pedís que te despierte para pasar tiempo con Él y conocerlo mejor, ¡Él lo va a hacer!
No importa si sos “noctámbulo” o si creés que no podés levantarte antes de que el maná se derrita. Si el deseo sincero de tu corazón es tener un tiempo a solas con Jesús al comenzar el día, pedile que cumpla Isaías 50:4 en tu vida. Y cuando te despierte, ¡levantate! Incluso si es a una hora que considerás «anti-humana». (Podés pedirle que te dé un sacudón o te mueva fuerte para que estés lo suficientemente despierto como para disfrutar el encuentro).
Hace más de 15 años le compartí a mi esposa, Marji, el principio de Isaías 50:4. Desde entonces, usa a Jesús como su despertador casi exclusivamente, y nunca le ha fallado. No importa a qué hora se acueste o a qué hora necesite levantarse: Jesús se encarga de que tengan tiempo de calidad juntos. Y vale la pena decir que nunca ha perdido una cita por la mañana. Él siempre la despierta a tiempo.
El principio del diezmo… aplicado al tiempo
Creo que el principio del diezmo también se aplica a la vida devocional. No puedo explicarle a alguien que no diezma cómo es posible que el 80 o 90% de mi salario, con la bendición de Dios, rinda más que el 100% sin esa bendición. Nadie lo entiende si no lo ha probado. Es un milagro de gracia divina: tengo más poder de compra con menos dinero. Y nunca he experimentado lo contrario.
¿Sabías que ese mismo principio aplica también al descanso nocturno? Si hacés un pacto con Jesús para levantarte más temprano con el propósito de pasar tiempo con Él, Él agregará una bendición especial al tiempo que te queda en el día, y vas a descubrir que seis o siete horas de sueño con la bendición de Dios rinden más que ocho o nueve sin ella. Es un milagro divino de gracia: tendrás más energía, más fuerza y serás más eficiente que si hubieras tenido una «noche completa» de sueño. No existe tal cosa como quedarte sin energías por haberte levantado temprano para estar con Jesús.
Isaías 40:29–31 promete:
“Él fortalece al cansado y acrecienta las fuerzas del débil.
Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y los muchachos tropiezan y caen;
pero los que confían en el Señor renovarán sus fuerzas;
volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán,
caminarán y no se cansarán” (NVI).
Y en Proverbios 8:17 Dios dice:
“Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan”.
Un ejemplo digno
Según las Escrituras, Jesús mismo hizo del tiempo a solas con Dios su máxima prioridad. Ninguna vida estuvo tan llena de trabajo y responsabilidades como la suya; sin embargo, ¡cuán a menudo se lo encuentra en oración! Qué constante fue su comunión con Dios. Una y otra vez, en su vida terrenal, se encuentran registros como estos:
“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).
“Se reunían grandes multitudes para oírle y ser sanadas de sus enfermedades. Pero Jesús se retiraba a lugares solitarios y oraba” (Lucas 5:15-16).
“En aquellos días Jesús se fue al monte a orar, y pasó toda la noche orando a Dios” (Lucas 6:12).
En 1996, mi esposa y yo tuvimos el privilegio de visitar las ruinas de Capernaum. Mientras estábamos de pie observando lo que se dice que fue la casa de Pedro, imaginé aquel sábado en que Jesús sanó a la suegra de Pedro, quien tenía una fiebre alta. En mi mente, pude ver a Pedro —bullicioso y expresivo— subiendo al techo de su casa para anunciar el milagro a todo el pueblo.
Los judíos piadosos no caminaban ni siquiera distancias cortas durante el sábado, pero apuesto a que la noticia recorrió cada rincón del pueblo ese día. Todos sabían que Jesús estaba allí, y cuando terminó el sábado, toda la ciudad comenzó a acercarse a la casa de Pedro. Nadie sabía si a la mañana siguiente el Sanador todavía estaría en el pueblo. Así que vinieron y se alinearon en la puerta de Pedro, esperando ver a Jesús. Los enfermos, los ciegos, los sordos, los pobres y los marginados… todos hacían fila con la esperanza de tener una oportunidad de ver al que nunca rechazó a un necesitado.
Al revisar una guía astronómica, supe que el atardecer —el fin del sábado— en esa época del año no ocurría hasta cerca de las 21:00. La gente del pueblo esperó hasta entonces para buscar sanidad. Pero a pesar de lo tarde que era, el Gran Médico no los apuró como si fuera una clínica exprés. He ido a médicos que me hicieron esperar horas y luego pasaron tres minutos conmigo antes de darme una receta y cobrarme $100. Pero veo a Jesús hablando con cada persona, respondiendo preguntas, siendo amable… como si Él fuera el inventor del tiempo. Jesús dedicó tiempo a esa gente, y se nos dice que fue bien entrada la noche antes de que el último enfermo regresara a su casa y Jesús finalmente se acostara a dormir.
De pie en Capernaum, frente a la casa de Pedro, imaginé a Jesús acostándose en el piso de piedra, cubriéndose con una manta después de la medianoche. Y entonces recordé lo que dice Marcos 1:35:
“Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar”.
Pude verlo estirándose, levantándose con cuidado para no despertar a los que aún dormían. Seguramente dobló su manta como era costumbre (¿te acordás del sudario en la tumba?). Luego salió en silencio y subió al monte que está detrás de la casa de Pedro, rumbo a una cita que ni soñando se perdería.
En una vida completamente entregada al bien de los demás, Jesús encontró necesario retirarse del bullicio del viaje y de las multitudes que lo rodeaban día tras día. Tuvo que apartarse de una vida de actividad constante y contacto continuo con necesidades humanas para buscar un lugar tranquilo donde pudiera tener comunión ininterrumpida con su Padre.
Como nosotros, Jesús dependía completamente de Dios, y en el lugar secreto de la oración buscaba fortaleza divina. La comunión con Dios era su fuente de consuelo y gozo. Su vida es nuestro ejemplo. (Véase El Deseado de Todas las Gentes, pp. 362, 363).
Tiempo: ¿con qué frecuencia?
Hay una última lección del maná que necesitamos incluir en este capítulo. Según Éxodo 16:19, nadie debía “guardar nada para el día siguiente”. ¿Qué pasaba si alguien intentaba guardar maná de ayer para hoy? El maná se pudría. De hecho, criaba gusanos y apestaba.
Recordá que Jesús se compara a sí mismo con el maná, y el principio que vale la pena notar aquí es que la experiencia de ayer no sirve para hoy. Necesitás una experiencia nueva con Jesús cada día. No dependas del pasado, ni de tu última visita a la iglesia.
Siempre me incomoda escuchar oraciones en la iglesia donde se pide que Dios nos dé algo en el culto “que nos ayude a pasar la semana”.
¡No! Es el tiempo diario con Jesús lo que nos ayuda a pasar la semana. Como dice el sticker de auto:
“¡Siete días sin Jesús te hacen débil!”
Pero quizás estés diciendo:
—¿De dónde voy a sacar tiempo para una cosa más? ¡Ya estoy demasiado ocupado! No necesito más sueño, ¡necesito más horas en el día! Soy padre/madre soltero… Soy estudiante universitario… Tengo tres hijos en edad preescolar… Trabajo en dos empleos para poder pagar las cuentas… Estoy pagando dos carreras universitarias…
Amy era una alumna mía en la escuela secundaria cristiana donde enseñaba Biblia. Yo venía compartiendo con los estudiantes tanto la necesidad como el privilegio de tener una relación personal con Jesús. Una noche, Amy dio una meditación para todo el alumnado y el personal de la escuela.
Ella contó:
“Hace un tiempo, me dormí más de la cuenta y estaba a punto de llegar tarde a mi primera clase. Teníamos examen esa mañana, así que apurada le dije al Señor:
‘Señor, sabés que me encantaría pasar tiempo con vos ahora, pero estoy muy atrasada. Te prometo que más tarde me pongo al día, pero si no salgo ya, llego tarde al examen. Por favor, vení conmigo hoy’”.
Con eso, saltó de la cama y fue al baño a cepillarse los dientes. Mientras se miraba en el espejo, comenzó a tener una conversación imaginaria con su reflejo. Dijo que fue como si su imagen en el espejo le preguntara:
—¿Qué estás haciendo?
Molesta porque la respuesta era obvia, respondió con impaciencia:
—¡Estoy cepillándome los dientes!
Pero su reflejo insistió:
—¿Y por qué estás haciendo eso?
Amy respondió:
—Porque ni loca saldría a la calle con aliento podrido. No me atrevería a ver a mis amigos sin antes cepillarme los dientes.
Y en ese momento, su reflejo le dijo con claridad:
—Ah, ya veo… Tenés tiempo para las cosas que realmente te importan. Aparentemente, tener buen aliento es más importante para vos que pasar tiempo con Jesús.
En ese instante, Amy dejó de hablarle al espejo y dijo:
“Señor, por favor, perdoname. Voy a llegar tarde a clase si es necesario, pero quiero empezar mi día contigo”.
Se sentó con su Biblia, y sí, llegó tarde a clase… solo para descubrir que el profesor se había enfermado y el examen había sido postergado.
Conclusión
Tenemos tiempo para lo que es importante. Y si decidís que pasar tiempo con Jesús es importante, vas a encontrar o hacer ese tiempo. No te voy a decir que es fácil. Se llama la lucha de la fe. Pero te aseguro algo:
¡Vale la pena luchar por Jesús!
La Mesa del Banquete (una parábola)
“¡Aquí estoy! Estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20, NVI).
Una mañana, al despertar, vi la mesa allí. Tal vez siempre había estado, pero nunca la había notado. Era una mesa enorme, cubierta con colores y alimentos tan atractivos, que no entendía cómo alguien podía haberla pasado por alto.
Me acerqué para verla mejor, y me recibió un Hombre alto, aparentemente el anfitrión.
—Vení y comé —dijo con alegría—. ¿Querés que te muestre dónde sentarte?
Dudé un poco:
—Bueno… no estoy seguro. ¿Puedo hacerte algunas preguntas antes?
—Claro —respondió.
—¿De quién es este banquete? Es decir, ¿quién lo preparó? ¿Quién está invitando?
Él dijo:
“El Espíritu y la Esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oye diga: ‘¡Ven!’ El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua [y del pan] de la vida” (Apocalipsis 22:17, NVI).
—¿O sea que… no tengo que pagar nada?
—Así es —respondió con una sonrisa.
—La verdad, no suelo tener mucho apetito por las mañanas —dije mientras miraba la mesa con cierta esperanza—. ¿No tenés por ahí alguna de esas barritas de cereal que pueda meter en el bolsillo y comer camino al trabajo? Me ahorraría tiempo…
El Anfitrión sonrió.
—Si te sentás a comer, vas a descubrir que tenés más apetito del que pensás, al menos la mayoría de las veces.
Aún así, dudé.
—Conozco gente que empezó desayunando, y después fue desayuno, almuerzo, merienda, cena, y snacks entre medio. ¡Terminaron comiendo todo el día y se pusieron tan gordos que no podían ni caminar!
—Es cierto —respondió el Anfitrión—, los que solo comen y no se mueven engordan. Pero también es cierto que los que no comen, se mueren.
Estaba casi convencido… hasta que vi algo: el pastor de mi iglesia estaba sentado al otro lado de la mesa. Tenía su plato lleno y comía con evidente gozo.
—¡Mirá! ¡Ahí está mi pastor!
—Sí —respondió el Anfitrión—. Él viene todas las mañanas. Cree firmemente en un buen desayuno.
—¡Eso es genial! —dije—. ¡Me ahorra un montón de tiempo! Yo voy a escucharlo cada semana. Él puede contarme cómo está la comida, y así no necesito venir yo mismo…
—Nadie puede comer por otro —respondió el Anfitrión—. Si querés fuerza y nutrición, tenés que venir y comer vos mismo.
Entonces vi otra cara familiar: Billy Graham, allá al fondo.
—¿También viene él todos los días?
—Sí —dijo el Anfitrión—. Pasa varias horas cada mañana aquí.
—¿Varias horas? —tragué saliva—. Entonces… mejor no vengo. No tengo tanto apetito como para estar tanto tiempo comiendo.
—Solo se espera que comas según tu necesidad, no según la de otro —respondió el Anfitrión—. Este es tu primer día. Quizás hoy quieras comenzar con unos palitos de pan finitos y un jugo. Te vas a sorprender de cómo crece el apetito cuando lo equilibrás con buen ejercicio.
Estaba a punto de pedirle que me mostrara un lugar en la mesa… pero me detuve.
—¡Esperá! Todo esto suena medio… legalista. No querrás que venga acá todos los días solo por costumbre, ¿no?
—No se me ocurre un hábito que traiga más salud —respondió el Anfitrión—. Pero estás malinterpretando todo. Estoy aquí cada día, esperándote, para compartir cosas buenas que preparé para vos. La mesa está servida, hay un lugar para vos, y anhelo tener tu compañía en el desayuno. ¿Por qué pasarías de largo sin detenerte?
Entonces tomó mi mano, me condujo a mi lugar en la mesa, y llenó mi plato con uvas, cerezas, frutillas y waffles…
…pero ¡esperá! Eso fue mi desayuno. Tal vez tus cosas favoritas sean otras.
¿Por qué no venís a la mesa…
y comés por vos mismo?
Para Reflexionar
- ¿Cuál es el período más largo que has pasado sin comer? ¿Y sin beber agua?
- ¿Qué aplicación espiritual podés hacer entre esas experiencias y las afirmaciones de Jesús en Juan 4:14; Juan 6:32–35; y Juan 6:47–51?
- Reflexioná sobre lo que Jesús dijo en Juan 6:63: “Las palabras que yo les he hablado son espíritu y son vida.”
¿Cómo podés “comer” el Pan de Vida? - Tomá nota de algunos pasajes especialmente inspiradores sobre Jesús que se encuentran fuera de los cuatro evangelios.
- Pensá en los paralelismos entre cómo un atleta desarrolla sus habilidades y cómo se gana el crecimiento espiritual a través de la lectura de la Palabra de Dios.
- Reflexioná sobre ocasiones en las que Dios haya cumplido la promesa de Isaías 40:29–31 en tu vida.
- ¿Qué diferencia hay entre un enfoque tipo “barrita de cereal” hacia la Palabra de Dios y un enfoque de comida completa?