En la cultura políticamente cargada de hoy, cuando decir algo equivocado en el momento equivocado puede hacer que te expulsen de las redes sociales y no te inviten a eventos sociales, puede ser un desafío mantener amistades y aún así sentir la libertad de expresar tus opiniones.
Pero sean cuales sean tus opiniones políticas y sociales, aún es posible mantener vínculos fuertes e inquebrantables, incluso cuando discrepas rotundamente con alguien. ¿Pero cómo?
1 – Sé honesto contigo mismo
El primer paso es ser honesto contigo mismo sobre si alguien es un amigo o simplemente un conocido. Puede parecer simple, pero no lo es.
Muchos creen erróneamente que alguien es un amigo cuando simplemente es amigable. Las redes sociales han magnificado esta confusión al hacerte «amigo» de personas a quienes no conoces bien.
No reconocer esta diferencia generará falsas expectativas en tus interacciones con conocidos y en el trato que te den, lo que puede ser un campo minado de malentendidos, resentimientos, y conflictos. Por lo tanto, analiza con atención y sinceridad quién es un verdadero amigo, y quién es simplemente un conocido amistoso.
2 – Valora lo importante
Una vez que hayas establecido quién es un amigo genuino, te darás cuenta de que los verdaderos amigos son más importantes para ti que la discusión. Con verdaderos amigos, cada persona sabe que la otra se preocupa de verdad por ella, y que las diferentes perspectivas no solo deben tolerarse, sino también apreciarse. Las diferentes perspectivas enriquecen la vida, nos desafían, y crean oportunidades de crecimiento; pero más que eso, esas perspectivas te permiten compartir aspectos de tus amigos y, a medida que comprendes sus puntos de vista, los comprendes y los conoces mejor.
Bajo el paraguas del amor, se pueden tener intensos debates y desacuerdos, incluso francos, directos, y apasionados, porque ambas partes saben que son amadas y valoradas, y que cada intercambio contribuye a su acercamiento. Estos desacuerdos sobre ideas y perspectivas pueden persistir mientras cada amigo siga valorando al otro.
Los problemas suelen surgir cuando dejamos de valorar a la persona y priorizamos la idea, el concepto, la perspectiva, o el argumento sobre el amigo. Esto puede ocurrir cuando el concepto en discusión (p. ej., religión o política) nos brinda una sensación personal de seguridad y bienestar. En otras palabras, si la idea cuestionada nos hace sentir que algo anda mal, nos hace sentir culpables por haber actuado mal, o aumenta el miedo y la inseguridad. Nuestras propias inseguridades, miedos, culpa y la necesidad de sentirnos mejor pueden hacer que interpretemos los argumentos de la otra persona como un ataque personal.
Puedes evitar esto reflexionando sobre tu corazón y tu mente, y reafirmando tu valor personal de ser un amante de la verdad. Una vez que lo conviertas en una prioridad personal, nunca temerás nuevas ideas o perspectivas que cuestionen tus puntos de vista, porque comprenderás que todos somos criaturas finitas que no podemos saberlo todo. La única manera de crecer es estar dispuestos a que se cuestionen tus puntos de vista, a razonar con las evidencias, y asimilar mejores perspectivas cuando estemos convencidos de su valor.
Los verdaderos amigos son aquellos con quienes puedes desafiar tus ideas con seguridad, y te ayudan a crecer. Pero cuando no son amigos, cuando el amor no impregna la relación, a medida que el desacuerdo se intensifica, te vuelves vulnerable a sentirte atacado personalmente, lo que puede generar sentimientos hirientes y una antipatía personal hacia la otra persona.
3 – El amor primero
Recuerda que el amor busca primero comprender a alguien antes de buscar ser comprendido. Esto significa que cuando amas de verdad a un amigo, buscarás comprender no solo el argumento, el concepto, o la postura, sino a la persona misma. Buscarás comprender quién es la persona, cuáles son sus dificultades, y por qué mantiene sus posturas. Buscarás comprender la capacidad de la otra persona para comprender y procesar diferentes puntos de vista. Y luego, le harás saber que la comprendes y la valoras como amigo, como hijo de Dios, independientemente del tema específico que se esté discutiendo.
Cuanto más exactamente comprendas a la otra persona, más eficientes serán tus respuestas. Comprender no solo su postura, sino también su mentalidad, habilidades, y motivos, te permitirá saber si la mejor manera de abordar el problema es presentar tus puntos de vista o abstenerte de hacerlo. El amor, sabiamente, reconoce que no todas las personas están listas para escuchar toda la verdad. Jesús dijo a sus discípulos: «Tengo mucho más que decirles, más de lo que ahora pueden soportar» (Juan 16:12).
El cristiano maduro usa la sabiduría divina para discernir qué compartir y con quién, recordando siempre que la persona es más valiosa que el argumento. Esta es la aplicación del amor: compartir la verdad que el amor exige compartir, para edificar y beneficiar al otro, pero ocultar verdades que el amor determina que la persona no está preparada para manejar.
4 – Deja a los demás libres
Después de ser sincero contigo mismo sobre si una persona es un amigo o simplemente un conocido amistoso, después de buscar amorosamente comprender y valorar a la otra persona y su posición, después de presentar lo que el amor y la sabiduría indican que se debe compartir, entonces deja a la otra persona libre, libre de estar de acuerdo o en desacuerdo, de aceptar o rechazar tus puntos de vista o ideas.
Solo en un ambiente de libertad puede crecer el amor entre amigos. Solo en un ambiente de libertad se transforman los corazones y las mentes. Reconoce que las nuevas ideas requieren tiempo para ser comprendidas, asimiladas, y reemplazadas por las antiguas. La libertad en tus amistades permite que cada persona sea aceptada tal como es, incluso si algunas ideas o creencias difieren. Este es el designio de Dios: presentar la verdad con amor, y dejar a los demás libres. Así es como crecemos y prosperamos.
