Antes de que Cristo diera a sus discípulos la Gran Comisión de comenzar esa gran conquista mundial de llevar su evangelio a toda criatura, se reveló primero en su poder divino como socio de Dios, el Todopoderoso. La fe de ellos en su poder divino les permitió emprender su obra con sencillez y valentía. Después de que comenzaron a conocerlo en el poderoso poder de la resurrección que había conquistado el pecado y la muerte, no hubo nada demasiado grande que Él no pudiera ordenar, ni que ellos pudieran emprender.
Todo discípulo de Jesucristo debe desear participar en la victoria que vence al mundo. Pero, además del deseo, necesitará tiempo, fe, y el Espíritu Santo para llegar a la plena convicción de que debe participar en la obra como siervo del Señor omnipotente Jesús. Debe contar literalmente con la experiencia diaria de ser “fortalecidos en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10). La palabra de promesa da el valor para obedecer implícitamente la palabra de mandato.
Pensemos tan sólo en el poder de Jesucristo que los discípulos llegaron a conocer aquí en la tierra. Y, sin embargo, ese poder era apenas algo pequeño en comparación con las obras mayores que Él iba a realizar en ellos, y a través de ellos. Jesús tiene el poder de obrar con la fuerza de Dios Todopoderoso en Sus siervos más débiles. Incluso, tiene el poder de usar su aparente debilidad para llevar a cabo Sus propósitos. Él tiene poder sobre todo enemigo, sobre todo corazón humano, y sobre toda dificultad y peligro.
Pero recuerda que Jesús nunca quiso que experimentáramos su poder como si fuera nuestro. Solo cuando Jesucristo, como Persona viviente, habita y trabaja con su energía divina en nuestros propios corazones y vidas, podemos tener poder en nuestro testimonio como una demostración personal. Solo después de que Cristo le dijo a Pablo: “Mi poder se perfecciona en la debilidad”, pudo Pablo decir (lo que nunca había aprendido a decir antes): “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10). Solo el discípulo de Cristo entiende correctamente que todo su poder le ha sido confiado, para que lo reciba hora tras hora de Cristo. El discípulo de Cristo sentirá la necesidad de su poder, y experimentará el poder de esa preciosa palabra: “Y he aquí, yo estaré con vosotros siempre”. Yo, el Todopoderoso.
Parte Práctica
Diariamente escuchamos hablar de pecado y miseria en el mundo, pero nos debe sorprender que no haya más, considerando la maldad que los pecadores son capaces de perpetrar. Debes orar por ellos, pero no te preocupes ni te inquietes, ya que sabes que Dios puede remediar el mal.
Para llegar a la sumisión que Dios exige, vigila atentamente todas tus pasiones y emociones, especialmente las que se mezclan con tu vida espiritual. Dios te dará luz al respecto si realmente deseas servirle.
Deben estar siempre gobernados por el amor, sin miramientos egoístas. Deben resolver que el amor a Dios sea el fin o propósito de todas tus acciones. Aprendan a recoger incluso una brizna de paja del suelo por amor a Dios, buscándolo sólo a Él y a nada más, ni siquiera Sus dones.
Di: “Me involucraré en una vida religiosa sólo por amor a Dios, y me esforzaré por actuar sólo para Él; sea lo que sea lo que me suceda, siempre continuaré actuando puramente por amor a Dios”.
No pongas tus pecados entre Dios y tú. Pon tu fe en Cristo como tu Salvador. No pongas tu fe en ti mismo ni en tus acciones, sino en Cristo, y vivirás en perfecta libertad y en continuo gozo.