«¿Puedo hacer que el Señor vuelva a mi mente cada pocos segundos para que Dios esté siempre en ella? Elijo hacer del resto de mi vida un experimento para responder a esta pregunta». (Frank Laubach)
Abba siempre presente, sostienes todas las cosas con el poder de tu Palabra, y tu amor nos rodea cada momento de cada día. Ayúdanos a recordarte en este momento y en cada momento.
¿ESTÁS DESPIERTO?
La señal más segura de que estás despierto es que eres consciente de lo que te rodea. La señal más segura de que estás dormido es que no lo estás.
«El momento presente es lo único que importa». (Jean-Pierre de Caussade)
Si Dios está presente en todo lugar y en todo momento, como enseña la Biblia, entonces Dios forma parte de nuestro entorno en todo momento, o como dice el apóstol Pablo: «En él vivimos, nos movemos y existimos» (Hechos 17:28). La pregunta es: ¿Eres consciente de que Dios te rodea? ¿Estás despierto o dormido en la presencia de Dios?
Este libro fue escrito para ayudarte a mantenerte despierto a la presencia de Dios, y descubrir por ti mismo por qué esta es la disciplina más importante que podrías practicar.
Pero no esperes a terminar este libro, o incluso a leer otra frase, para despertar. Lo único real es este momento presente, y lo único que importa es despertar a la presencia de Dios, ahora. Te animo a que tomes conciencia de la presencia de Dios a tu alrededor. Mientras lees esta frase, sé consciente de que Dios está más cerca de ti que el aire que respiras.
No intentes sentir su presencia. De hecho, no intentes hacer nada en absoluto. Simplemente sé consciente del hecho de que, en este momento presente, estás sumergido en el océano del amor perfecto de Dios.
Ahora mismo, deja de leer por un segundo, y respira profundamente en presencia de Dios. Luego, mientras sigues leyendo, observa con qué frecuencia puedes recordar ese hecho.
«Algunas personas han comparado el permanecer conscientes de la presencia de Dios con salir de una prisión oscura y comenzar a vivir. Seguimos viendo el mismo mundo, pero no es el mismo, porque tiene un color nuevo y glorioso, y un significado mucho más profundo». (Frank Laubach)
DESPERTAR CON UN GRILLO
Solía correr ultramaratones (de entre 80 y 160 kilómetros), no me pregunten por qué. Para entrenar, a veces hacía carreras de tres a seis horas por el bosque.
Una mañana de otoño, mientras corría por un hermoso sendero de ocho kilómetros que rodeaba un lago, oré y disfruté del paisaje, aunque mi mente estaba centrada principalmente en una carrera que se avecinaba. Me preguntaba si podría ganar, y cuál debería ser mi estrategia. Pensé en lo que había funcionado y lo que no en carreras anteriores, y me preocupaba que tal vez no hubiera entrenado lo suficiente. Me preguntaba si el dolor en mi tendón de Aquiles izquierdo mejoraría o empeoraría, todo el tipo de cosas con las que los corredores suelen obsesionarse.
Sin embargo, después de dos horas de carrera ocurrió algo inusual. Oí el canto de un grillo. Por razones que aún no recuerdo, bajé la velocidad para prestar más atención.
Inmediatamente vi otro grillo, luego otro. ¡En un instante me rodeó un coro de grillos! Me pareció que habían empezado a cantar, aunque sabía que no podía ser cierto. Debieron haber estado chirriando durante toda mi carrera, pero yo no los había escuchado. Cuando me detuve, me reí de asombro por lo sordo que había estado.
Luego ocurrió algo más sorprendente. Mientras estaba en medio del sendero, mis oídos se abrieron ante una explosión de sonidos maravillosos. Parecía como si un millón de ranas croaran con todas sus fuerzas en el lago.
«Cada momento es una revelación de Dios». (Jean-Pierre de Caussade)
¡Eran tan ruidosos! ¿Cómo no los había notado antes? Una docena de abejas zumbaban suavemente, mientras revoloteaban dentro y fuera de un macizo de flores frente a mí. Los saltamontes distantes contribuían con un zumbido extraño y aleatorio. Un magnífico y diverso coro de pájaros proclamaba las maravillas de la creación. Era asombroso. ¿Cómo había pasado por alto todo esto hasta ahora?
«No es placer lo que buscamos. Que este ejercicio de practicar la presencia de Dios se haga por un solo motivo: porque lo amamos». (Hermano Lawrence)
Mis ojos también se abrieron. Me di cuenta de que los rayos mágicos de luz del nuevo sol matutino atravesaban el follaje sobre mi cabeza. Una ligera neblina flotaba sobre la superficie del agua. Un enjambre de mosquitos bailaba bajo el sol matutino justo en la costa, y más lejos en el lago, velados por la neblina, vi una familia de gansos. Un colibrí cercano entraba y salía rápidamente de unas radiantes flores rojas y amarillas. Una ardilla corría por una rama que había encima. Un par de libélulas bailaban entre sí, en una planta cercana. Al mirar hacia abajo, vi una hormiga que llevaba una hoja al menos veinte veces más grande que ella, y en ese momento, me pareció que nunca había visto algo tan asombroso. Rápidamente me di cuenta de que este pequeño animal era solo parte de una civilización completa de insectos que se apresuraban, ocupados con sus diversas tareas al borde del sendero. ¿Cómo había estado ciego a todo este arte viviente hasta ahora?
Mi sentido del olfato también se despertó. Me di cuenta de que estaba respirando una espectacular variedad de fragancias: flores, hojas, corteza, rocío matutino, el lago… ¡qué festín! Ya había olido todo eso antes, por supuesto, ¡pero nunca así!
El momento se sintió sagrado. Sentí que estaba despertando a la presencia de Dios, que impregnaba todas las cosas, y se reflejaba en ellas. Parecía que, por primera vez, estaba despertando a la manera en que se supone que se debe experimentar el mundo, a la manera en que realmente es. Abrumado por esta sensación de la presencia de Dios y de una belleza impresionante, comencé a llorar.
EL «AHORA» ES DONDE VIVE DIOS
No estoy seguro de cuánto duró la experiencia, pues no era consciente del paso del tiempo. Pero en algún momento, el asombro comenzó a desvanecerse, y mi conciencia del mundo volvió a la «normalidad». Durante un rato traté de recuperar la sensación de asombro, como una persona que quiere volver a un sueño del que no quiere despertar. Pero fue inútil. Sin embargo, cuando volví a correr lo hice con una nueva conciencia que ha afectado profundamente mi vida desde entonces.
Me di cuenta de que mi parloteo mental trivial y egocéntrico sobre el pasado y el futuro, como una nube oscura que bloquea el sol, me había impedido ver la gloria de Dios que me rodeaba cada segundo de cada día. Nunca antes me había dado cuenta de hasta qué punto nuestro enfoque determina lo que experimentamos y lo que no experimentamos, en un momento determinado. Nunca antes había visto cómo el estar absortos en el pasado o el futuro nos hace perder la maravilla del presente. Esta comprensión comenzó a llevarme hacia lo que desde entonces he llegado a creer que es la verdad más fundamental que una persona puede aceptar, y es la verdad de la que trata este libro.
El momento presente es todo lo que es real. El pasado ya pasó. El futuro aún no ha llegado. Recordamos el pasado y anticipamos el futuro, pero siempre lo hacemos en el presente. La realidad siempre es ahora. Y el aspecto más importante de la realidad es que Dios está presente en ella en cada momento. Olvidar que Dios está presente en un momento determinado es olvidar el aspecto más importante de ese momento.
¿Estás Despierto?
Dios es el Dios de los vivos, no el Dios del pasado o del aún no presente. Él es el gran «YO SOY», no el gran «Yo era», o el gran «Yo seré». Él ha estado presente en cada momento del pasado, por lo que podemos estar agradecidos, y estará presente en cada momento del futuro, lo que nos da una gran esperanza. Pero sólo está vivo y activo ahora, en el presente, que es, una vez más, lo único que es real.
«Para mí, mis momentos de oración son exactamente iguales que el resto del día. No son más que una continuación del mismo ejercicio de estar en la presencia de Dios». (Hermano Lawrence)
Experiencias como la mía en el bosque son raras, son dones divinos. No podemos hacer que ocurran, y no deberíamos intentarlo. Pero el tipo de conciencia aguda de la presencia de Dios que tuve aquella mañana de otoño no debería ser algo raro. Por el contrario, creo que esa conciencia debe ser la norma para todo aquel que ama a Dios. Lo que importa no son las experiencias espirituales profundas, aunque demos gracias a Dios cuando ocurren. Lo que importa es que permanezcamos despiertos a la realidad omnipresente de Dios en cada momento, por triviales que puedan parecer esos momentos.
En los últimos veinte años, desde que me desperté en el bosque, me he convencido por completo de que permanecer consciente de la presencia de Dios es la tarea más importante en la vida de todo seguidor de Jesús. Estoy convencido de que este desafío está implícito en nuestro compromiso de entregar nuestra vida a Cristo, porque la única vida real que tenemos para entregarle es la que vivimos en cada momento.
«Me dedicaré exclusivamente al deber del momento presente de amarte, de cumplir con mis obligaciones, y de que se haga tu voluntad». (Jean-Pierre de Caussade)
Mi oración es que Dios use este libro para ayudarte a despertar a su amor siempre presente, y abrazar apasionadamente el desafío de permanecer despierto a este amor como el objetivo central de tu vida.
PRACTICANDO LA PRESENCIA DE DIOS
Desde aquella mañana en el bosque, he conocido a varios escritores que me han ayudado a apreciar la importancia de permanecer consciente de la presencia de Dios, y que me han ayudado a desarrollar mi capacidad para hacerlo. Tres de estos escritores de la tradición cristiana se destacan por encima del resto, y son la principal inspiración para este libro.
Poco después de mi experiencia, descubrí un pequeño libro titulado «La Práctica de la Presencia de Dios», escrito por un humilde monje del siglo XVII llamado Hermano Lawrence. Entre las muchas cosas que aprendí de este hombre estaba la necesidad de dejar de pensar en la oración como algo que hacemos en ciertos momentos pero no en otros. El Hermano Lawrence nos anima a abolir la distinción entre los momentos especiales dedicados a la oración y la adoración, por un lado, y los momentos «ordinarios» en los que Dios está casi siempre excluido de nuestra conciencia, por el otro. Más bien, nos anima a aspirar a transformar cada momento de nuestra vida en un acto de oración y adoración. Durante más de veinte años fue lavaplatos en un monasterio (un trabajo que deploraba), pero descubrió que esta tarea mundana se convertía en una actividad sagrada llena de alegría cuando ofrecía conscientemente su trabajo a Dios, momento a momento.
Más tarde me encontré con los escritos de otro monje del siglo XVII poco conocido, llamado Jean-Pierre de Caussade, que propugnaba una práctica similar, a la que a veces se refería como «nuestro deber en el momento presente», o «el sacramento de este momento presente». En algunos aspectos, este ardiente sacerdote va más allá del hermano Lawrence al enfatizar nuestra necesidad de entregarnos a la presencia de Dios en todo momento. Mantenernos conscientes de esa presencia implica rendirnos a la voluntad de Dios.
«¿Podemos tener ese contacto con Dios todo el tiempo? ¿Todo el tiempo despiertos, acostándonos en sus brazos, y despertándonos en su presencia? ¿Podemos lograrlo? ¿Podemos hacer su voluntad todo el tiempo? ¿Podemos pensar en sus pensamientos todo el tiempo?» (Frank Laubach)
Sea lo que sea lo que esté sucediendo en nuestra vida, el objetivo final debe ser obedecer conscientemente lo que percibimos como la voluntad de Dios. Para «buscar primero el reino de Dios», como ordenó Jesús, primero debemos tratar de someternos al reino de Dios en todos y cada uno de los momentos. Cuando hacemos esto, proclama Jean-Pierre De Caussade, transformamos los momentos ordinarios en momentos sagrados, y nuestra vida se convierte en un sacramento viviente. Él y millones de personas más han descubierto que esta sumisión continua es la clave para experimentar la plenitud del amor, la alegría, y la paz de Dios.
Recientemente me he familiarizado con las reflexiones de Frank Laubach, un misionero del siglo XX en Filipinas, que ofrece ideas derivadas de su propia experiencia de lucha por permanecer siempre consciente de la presencia de Dios y, por lo tanto, entregado a ella. En 1930, este hombre extraordinario dedicó toda su vida a responder una pregunta sencilla: ¿es posible permanecer consciente de la presencia de Dios en cada momento de vigilia? En sus escritos, Laubach nos anima a hacer de nuestra vida un experimento continuo para responder a esta pregunta. Describe hermosamente el amor, la alegría, y la transformación que experimentó cuando aprendió a permanecer despierto a la presencia de Dios. He encontrado sus reflexiones inspiradoras, alentadoras, y extremadamente útiles en mi esfuerzo por practicar la presencia de Dios en mi propia vida.
«La práctica de la presencia de Dios es tan sencilla, tan fácil, y tan accesible, que sólo hace falta desearla para conseguirla». (Jean-Pierre de Caussade)
Aunque estos tres autores difieren ampliamente tanto en su teología como en su énfasis, todos coinciden enfáticamente en que permanecer despiertos a la presencia de Dios en el momento presente es la tarea más importante de la vida cristiana, y que ninguna disciplina espiritual es más fundamental o transformadora que ésta.
«Mantuve mi mente en Su santa presencia. Recordé Su presencia cada vez que descubrí que mi mente se alejaba de Él. ¡Me resultó un ejercicio muy difícil! Sin embargo, continué a pesar de las dificultades que encontré. No me permití alterarme cuando mi mente divagaba». (Hermano Lawrence)
Soy cristiano desde hace treinta y cuatro años, durante los cuales he leído cerca de cien libros sobre las disciplinas espirituales, y he asistido a numerosas conferencias sobre el tema. He obtenido mucha información valiosa de estas fuentes. Pero, al igual que estos tres autores, he descubierto que la sencilla práctica de permanecer consciente de la presencia de Dios en cada momento me lleva al punto al que aspiran todas las demás disciplinas. Es, estoy convencido, la base de una relación vibrante con Dios, y la clave para la transformación a la semejanza de Cristo.
LA SIMPLICIDAD Y EL DESAFÍO DE PRACTICAR LA PRESENCIA
Lawrence, de Caussade, y Laubach proclaman que no hay disciplina espiritual más fácil ni más accesible para todos que ésta, porque despertar a la presencia de Dios no requiere nada más que recordarla en cada momento. Ahora mismo, mientras lees esta frase, recuerda que estás inmerso en el amor de Dios. Esa es la práctica de la presencia de Dios. ¿Puede haber algo más fácil?
Al mismo tiempo, ninguna disciplina espiritual podría ser más desafiante. El desafío no está en practicar la disciplina, sino en recordarla.
Hace un momento descubriste lo fácil que es tomar conciencia de la presencia de Dios en un momento dado. Pero ahora, honestamente, pregúntate: ¿He permanecido consciente de la presencia de Dios mientras leo estas pocas frases desde que realicé ese sencillo ejercicio?
Por supuesto, tu respuesta no importa, porque eso ya es cosa del pasado, y lo único real y que importa es el momento presente. Así que ahora mismo recuérdate una vez más que estás en presencia de Dios.
Ahora ve si puedes retener a Dios en tu conciencia mientras lees las siguientes oraciones.
¿Estás Despierto?
Cuando notes que te has olvidado de Dios, no te frustres ni te enojes. Esto solo produce más parloteo mental, que te aleja aún más de vivir en el presente. No debemos «llevar la cuenta» de cómo nos va, y convertirlo en una competición con nosotros mismos o con los demás. Tampoco debe convertirse en una tarea laboriosa en la que nos involucramos, pensando que de alguna manera nos ganamos el amor de Dios. Tales actitudes solo intensifican nuestro enfoque en nosotros mismos, y nos mantienen obsesionados con el pasado («¿Cómo me fue?»), y el futuro («¿Podré mantener esto?»). En cambio, abraza esta disciplina como una forma de liberarnos de la prisión de nuestra preocupación por nosotros mismos, mientras despertamos a la belleza y la alegría de Dios.
Así que, cuando te des cuenta de que has pasado mucho tiempo sin acordarte de Dios, simplemente recuérdate que lo único que es real y lo único que importa es este momento presente. Ahora es donde Dios vive. Deja ir el pasado con calma y, como dice Laubach, «comienza de nuevo». Despierta a la presencia de Dios en este momento, ahora.
Ahora, mantente despierto a la presencia de Dios en este momento. A muchos de los que se embarcan en esta disciplina les resulta útil colocar recordatorios estratégicos en su casa, en el auto, en la oficina, etc. Incluso coloco recordatorios en mis notas del sermón, porque (irónicamente) encuentro que la predicación es uno de los momentos más difíciles para permanecer despierto a la presencia de Dios. Eso probablemente se debe a que cuando tengo un par de miles de personas mirándome, mi mente tiende a preocuparse con preguntas como: ¿Se está entendiendo mi punto? ¿Dónde estoy en mis notas? ¿Qué punto viene a continuación? ¿Estoy hablando demasiado rápido? ¿Cuánto tiempo me queda? Entonces, al menos una o dos veces en cada página de mis notas del sermón, escribo en letras negritas: «¿Estás despierto?»
«Si te olvidas de Él por unos minutos o incluso por días, no te quejes, sino comienza de nuevo con una sonrisa. Cada minuto puede ser un nuevo comienzo». (Frank Laubach)
Estos recordatorios no sólo me ayudan a recordar la presencia de Dios mientras predico, sino que también me ayudan a predicar mejor. Mantenerme consciente de la presencia de Dios significa que tengo que renunciar a un poco de control, algo que mi mente caída se resiste a hacer. Una parte de mí teme que si no invierto cada gramo de mi conciencia en mantenerme «concentrado en la tarea», olvidaré un punto o perderé el hilo. Pero he descubierto que si puedo simplemente renunciar a esta necesidad de control y consagrar parte de mi conciencia a recordar que Dios está conmigo, mis sermones en realidad tienden a ir mejor.
Lawrence, de Caussade, y Laubach dan testimonio de que, cualquiera que sea la tarea que nos ocupe en un momento dado, tenderemos a realizarla mejor si incluimos a Dios. Permanecer consciente de la presencia de Dios no compite con nuestra atención a otras cosas, sino que la aumenta.
«Esta práctica de la presencia de Cristo ocupa todo nuestro tiempo, pero no nos quita tiempo de trabajo. Lleva a Cristo a nuestras empresas, y las hace más exitosas». (Frank Laubach)
Y esto se aplica a la lectura de este libro. ¿Qué lugar más apropiado para practicar la presencia de Dios, que en un libro sobre el tema? Por lo tanto, para ayudarte, he colocado pequeños recordatorios del tipo «¿Estás despierto?», a lo largo del texto, tal como hago con mis notas de sermón. Cuando los encuentres, te animo a que hagas una pausa, recuerdes que estás en la presencia de Dios Todopoderoso, y luego continúes leyendo, tratando de no volver a quedarte dormido en su presencia mientras lo haces.
ACERCA DE ESTE LIBRO
¿Estás Despierto?
Aunque este libro se inspiró en el hermano Lawrence, Jean-Pierre de Caussade, y Frank Laubach, no trata de esos autores, aunque espero que te inspires para buscar a estos tres autores por ti mismo. No hago ningún esfuerzo por analizar sus enseñanzas, estudiar su contexto histórico, o resolver diferentes interpretaciones. Tampoco analizo sus diferentes puntos de vista teológicos. En cambio, este libro es una colección de reflexiones que expresan por qué creo que esta práctica es fundamental para el cristianismo, y cómo puede transformar nuestras vidas. Este libro también ofrece consejos prácticos para permanecer despiertos.
En primer lugar, sin embargo, debo hacer una confesión. Después de varios meses de hacer de la práctica de la presencia de Dios la meta que consumía toda su vida, Frank Laubach testificó que tuvo un avance notable, después del cual descubrió que la práctica era relativamente fácil. Se convirtió en algo natural para él incluir conscientemente a Dios en todo lo que pensaba y hacía. El hermano Lawrence y Jean-Pierre de Caussade, así como otros a lo largo de la historia, parecen haber tenido experiencias similares. Después de más de veinte años de esta práctica, es cierto que con distintos grados de intensidad, confieso que no he tenido un avance similar. Por más magníficamente gratificante y transformadora que haya sido esta disciplina para mí, todavía encuentro que recordar la presencia de Dios momento a momento es un gran desafío.
De hecho, en aras de una transparencia total, debo admitir que escribí un borrador de este libro hace más de cuatro años, cuando estaba releyendo a Lawrence, De Caussade, y Laubach, para volver a dedicarme a esta práctica, después de haber estado holgazaneando durante varios años. Originalmente, escribí los ensayos de este libro como un medio para ayudarme a mí mismo a reflexionar sobre el profundo significado y la importancia de esta práctica. Cuando terminé, pensé que otros podrían encontrarlos útiles, así que planeé enviarlos para su publicación. Sin embargo, en el último minuto, decidí no hacerlo. ¿Por qué? ¡Porque me sentía como un hipócrita! ¿Cómo podía escribir un libro sobre una práctica que ni siquiera estaba cerca de dominar?
He mejorado un poco mi «hábito sagrado» (como lo llama el hermano Lawrence) durante los últimos cuatro años, pero no lo suficiente como para escribir este libro desde la perspectiva de un maestro. ¡La verdad es que no soy el hermano Lawrence! La razón por la que he cambiado de opinión y he decidido publicar mis reflexiones es que ahora comprendo que no es necesario escribir desde la perspectiva de un maestro para ayudar a otros a beneficiarse de él.
De hecho, he llegado a comprender que escribir como compañero de peregrinación en lugar de como maestro tiene ciertas ventajas. Después de veinte años de dedicarme a esta disciplina, tengo suficiente experiencia para conocer su profundo significado y su poder transformador. Sin embargo, todavía soy lo bastante novato como para apreciar plenamente los formidables desafíos que plantea esta disciplina.
«Puede que me digas que siempre digo lo mismo. Es verdad, porque éste es el mejor y más fácil método que conozco. Es la solución de todos los demás problemas espirituales». (Hermano Lawrence)
Una última palabra: cada una de las siguientes meditaciones reflexiona sobre el significado y el poder de practicar la presencia desde un ángulo ligeramente diferente. La palabra «meditación» implica mirar algo desde una variedad de ángulos, como un joyero inspeccionaría un diamante. Esto es lo que haré con esta disciplina. Si bien algunos capítulos se basan en otros, los lectores no deben esperar un desarrollo lineal, directo, y temático. Cada ensayo puede leerse y reflexionarse sobre él, como si fuera independiente. Además, dado que cada capítulo gira en torno al mismo tema, los lectores deben esperar una cierta cantidad de superposición. No estoy tratando de brindar nueva información con cada capítulo, sino más bien buscando profundizar nuestra conciencia de la presencia de Dios.
Como estos ensayos son meditaciones, te animo a leerlos lentamente, y con espíritu de oración, con la vista puesta en cómo cada uno de ellos influye en tu propia transformación espiritual. También te animo encarecidamente a que realices los ejercicios que se encuentran al final de cada capítulo. Son importantes para que este libro produzca una transformación. El material de este libro, y de cualquier otro libro o seminario, seguirá siendo mera información, a menos que tengas la intención de aplicarlo a tu vida. Recopilar nueva información es fácil, traducirla en transformación es el desafío.
Los ejercicios surgen de mi propia experiencia y no llegan a agotar el tema. Te animo a que estés abierto a otros ejercicios espirituales que se adapten mejor a tu personalidad o situación de vida. Además, no esperes que todos los ejercicios tengan el mismo valor. Lo que funciona para una persona puede tener poco efecto en otra. Te animo a que experimentes con todos los ejercicios, pero que integres solo aquellos que parezcan funcionar mejor para ti.
Lo más probable es que descubras que tus ejercicios favoritos tendrán que cambiar con el tiempo, a medida que crezcas y te enfrentes a nuevas situaciones de la vida. Los ejercicios que eran indispensables en una etapa de la vida pueden volverse irrelevantes en una etapa diferente, mientras que los ejercicios que no parecían provocar muchos cambios antes en la vida, pueden adquirir de repente un nuevo significado y poder en una etapa posterior. Nunca dejes de experimentar y crecer.
Cualquiera que sea el ejercicio que te atraiga, mi oración es que este libro te motive a adoptar la disciplina básica de practicar la presencia de Dios como el objetivo central de tu vida. Como pueden atestiguar multitudes de personas a lo largo de la historia, ninguna otra disciplina tiene el poder de revolucionar la forma en que experimentamos la vida momento a momento, como la disciplina profundamente simple y en gran parte olvidada de recordar que Dios existe, aquí y ahora.
Dios es ahora.