El Tiempo de Angustia
Jeremías describe un tiempo de angustia con estas palabras:
“¿Puede un hombre dar a luz? ¿Por qué, pues, veo a todo hombre con las manos sobre sus lomos, como mujer que está de parto, y se han vuelto pálidos todos los rostros? ¡Ah, cuán grande es aquel día! No hay otro semejante a él; tiempo de angustia para Jacob. Pero de ella será librado.”
—Jeremías 30:6, 7
Qué manera tan interesante de describir un gran problema. Aparentemente, el pueblo de Dios pasará por algo similar a la experiencia de Jacob cuando luchó con Jesús junto al arroyo Jaboc. ¿Recordás la historia? Mientras regresa a casa desde el exilio, Jacob se entera de que Esaú, aún enojado, viene a su encuentro. Jacob divide a su compañía y va a pasar la noche orando junto al arroyo. Una mano se posa sobre él. Él cree que es un enemigo. Y comienza la lucha.
A veces, cuando la mano de Dios se posa sobre nosotros, pensamos que es un enemigo. A veces, igual que Jacob, terminamos luchando con Jesús… hasta que amanece y llega la luz. Aparentemente, algo de la experiencia de Jacob va a repetirse con el pueblo de Dios antes de que este mundo termine. Durante el gran tiempo de angustia, después del cierre del tiempo de gracia, el pueblo de Dios experimentará una especie de lucha desesperada.
“Y el varón le dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.”
—Génesis 32:26
El Valor de los Mártires
Aquí hay un punto que vale la pena notar: el valor y la fortaleza de los mártires no se da a nadie hasta que se necesita. Así que ¡no les leas a tus hijos cuentos antes de dormir del Libro de los Mártires de Fox! (Y tampoco te detengas vos en eso). Pensar en esas posibilidades podría poner en pánico incluso a la persona más piadosa del mundo, porque el valor necesario para enfrentar esas situaciones todavía no ha sido provisto. Lo que es solo otra manera de decir: “El martirio no es gran cosa cuando llega el momento.”
Incluso los discípulos no fueron dotados del valor y la fortaleza de los mártires hasta que tal gracia fue necesaria. (De hecho, durante una crisis anterior, ¡salieron corriendo!) Pero cuando lo necesitaron, se cumplió la promesa del Salvador.
La simple realidad es que no podremos enfrentar ninguna de las pruebas que vienen sin el poder de Dios. Si sos un holandés terco, quizás puedas resistir algunas cosas con pura determinación, pero no el tiempo final de angustia. Pero tené ánimo. No se espera que tengamos el valor y la fortaleza de los mártires antiguos hasta que estemos en la misma situación que ellos. Mientras tanto, hemos de recibir diariamente suministros de gracia para enfrentar cada emergencia diaria. Así es como crecemos en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Y si viene la persecución, y somos encerrados tras los muros de una prisión por nuestra fe en Jesús y por guardar Sus mandamientos, entonces se cumplirá:
“Como tus días, así será tu fortaleza.”
—Deuteronomio 33:25 (RVR)
“Pero cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de decir.”
—Mateo 10:19
El Mártir
He oído a algunas personas experimentar una especie de “síndrome de emoción de mártir” y estar seguras de que estarían en el lado correcto bajo presión.
“Si yo hubiera vivido en los días de Hus, Jerónimo, Latimer o Cranmer,” dicen, “yo simplemente habría dado un paso al frente y dicho: ‘¡Adelante, quémame!’”
Algunas personas disfrutan la emoción de pensar que la sangre de los mártires corre por sus venas. Pero los únicos que pasarán por los tiempos que vienen son los que se están acercando más a Jesús ahora. Y entonces se manifestarán los verdaderos héroes.
Siempre me encanta leer sobre Hus y Jerónimo. Hus fue llevado a la hoguera y no se estremeció. Jerónimo, su amigo, sí se estremeció. Sintió miedo. Renunció a su fe… pero luego descubrió que era más difícil vivir sin Cristo que morir por Él. Volvió ante los prelados y dijo:
“¡Quiero retractarme de mi retractación!”
Les contó su remordimiento por haberle dado la espalda a Jesús. Así que lo llevaron rápidamente a la hoguera, donde habían preparado un fuego lento con leña verde. Le colocaron en la cabeza el gorro del diablo y encomendaron su alma al demonio. Y mientras las llamas comenzaban a elevarse lentamente, su voz se alzó en oración a Dios. Sus últimas palabras fueron:
“¡Señor Dios Todopoderoso, ten piedad de mí y perdóname mis pecados; porque Tú sabes que siempre he amado Tu verdad!”
Ahora bien, la última vez que puse mi mano sobre una hornalla caliente, no canté himnos.
Lo cual significa que aquí está ocurriendo algún tipo de milagro.
¿Cuál es ese milagro?
El valor y la fortaleza de los mártires que viene de Dios en el mismo momento en que más se necesita.
Lo que me lleva a concluir con esta premisa:
¡El mayor tiempo de angustia es estar sin Jesús—entonces… o ahora!
“El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará.”
—Mateo 10:39