Con frecuencia he escuchado a cristianos frustrados admitir: «Entiendo que si centro mis esfuerzos en continuar mi relación con Cristo, Él se hará cargo de mis pecados. Me doy cuenta de que se supone que no debo luchar contra mis propios problemas y, en teoría, si me entrego a Cristo, no pecaré. Pero en mi experiencia no ha funcionado así. Me encuentro pecando incluso después de haber pasado tiempo a solas con Él. ¿Tengo que esperar hasta tener noventa años antes de poder tener la victoria en mi vida? ¿Qué se supone que debo hacer hasta entonces?»
Preguntas prácticas. Y aunque algunos podrían pensar que esta preocupación por la santificación se limita sólo a los adolescentes y jóvenes, he conocido a varias abuelitas bondadosas de pelo blanco, y otras personas mayores que también han confesado este problema en sus vidas.
Si pudiéramos descubrir cómo manejar las tentaciones a la manera de Dios, y si pudiéramos aprender a explicar cada faceta de este tema para que pueda entenderse claramente, entonces tendríamos la respuesta a una de las preguntas más apremiantes que se hacen los cristianos. El poco conocimiento que tenemos sobre este tema parece haber sido descubierto por casualidad y, lamentablemente, muchos no pueden transmitir a otros las razones del éxito según su propia experiencia.
¿Cuál es nuestra parte al tratar de manejar los pecados, los problemas, y las tentaciones que surgen en el curso de la vida diaria? ¿Cuánto esfuerzo requiere Dios de nosotros, antes de que podamos obtener la victoria sobre las tentaciones?
Primero, me gustaría recordarles que si tratamos de manejar nuestros pecados y tentaciones apartados de Dios, no lo lograremos. Cualquiera que intente ocuparse de estas cosas mediante sus propias técnicas, métodos, y trucos, perderá la batalla. También me gustaría sugerir, que el método de cada persona para manejar las tentaciones, antes de comprender nuestro papel apropiado en la vida cristiana, probablemente haya sido influenciado por la cantidad de fuerza de voluntad que tiene (o la cantidad que le falta). Esta cuestión de «cómo manejar las tentaciones» es una combinación de todas las facetas de la justicia por la fe, únicamente en Cristo. Es la aplicación personal de la teoría en la crisis individual.
NUESTRO GRAN SUMO SACERDOTE
Al comenzar a estudiar este tema, me gustaría enfatizar que el pecado no se limita al área de la conducta (hacer cosas malas). Según Romanos 14:23, «… todo lo que no procede de la fe es pecado.» Por lo tanto, el pecado más grande, que causa todos los demás pecados (y es el principal problema de la tentación), es hacer cualquier cosa que hagamos, bien o mal, ¡fuera de una relación de fe con Cristo! Cuando vivimos separados de la dependencia de Él, entonces los pecados, el hacer cosas malas, automáticamente siguen como resultado. Mi problema puede parecer que es cometer pecados, pero mi verdadero problema se remonta a la cuestión principal de la dependencia de Dios, ya sea que esté viviendo una vida de fe, o confiando en mis propias fuerzas.
Por eso, el diablo hace todo lo que puede para cortar nuestra conexión con Cristo. Él sabe que esta relación es la suma y el total de la vida cristiana. Él nos tienta a través de nuestras debilidades, nuestros problemas, y nuestros fracasos pasados, y una vez que desvía nuestra atención de Cristo, puede acabar con nosotros con una de sus grandes armas.
La Biblia nos anima a lograr una victoria genuina, porque se nos dice que Jesús comprende nuestros problemas y luchas. Hebreos 4:14-16 dice: «Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos firmemente la fe que profesamos. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino que tenemos Uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, y encontrar gracia que nos ayude en el momento de necesidad».
Este pasaje nos dice que tenemos un gran Sumo Sacerdote en el Cielo, una persona real y viva en forma humana. ¿Qué esta haciendo? Está recordando cómo era vivir en nuestro mundo de pecado, y sabe «simpatizar con nuestras debilidades», porque cuando estuvo aquí en la tierra, fue tentado de la misma manera que lo somos nosotros hoy.
No, no tuvo la tentación de comerse un cono de helado de tres pisos en Baskin Robbins, cinco veces por semana, y no tuvo la tentación de pasar horas viendo misterios de asesinatos en el «Late, Late Show». Cuando la Biblia dice que fue tentado «en todo», no se refiere a los detalles de nuestras tentaciones. Los hot rods de hoy, eran carros en sus días. Los clips de MTV de hoy, fueron las tiras cómicas de mi época. A lo largo de los siglos, parece haber habido una evolución constante en términos de pecados, tentaciones, y las cosas que claman por nuestra atención, pero el principio básico detrás de todos los pecados y tentaciones sigue siendo el mismo.
La persona que intenta determinar cómo Jesús pudo haber sido tentado en todas las pequeñas cosas que enfrentamos hoy, está yendo demasiado lejos. Pero podemos estar seguros de que Cristo fue tentado en todo grado (y probablemente incluso más) de lo que nosotros seremos jamás, sin embargo, Él no pecó. Y dado que Jesús es nuestro gran ejemplo de cómo vivir, ¿no sería útil saber cómo venció las tentaciones?
JESÚS Y LA TENTACIÓN
¿Cómo trató Cristo este asunto? Estuvo en el Huerto de Getsemaní, justo antes de Su arresto y juicio. Se suponía que sus discípulos debían hacerle compañía, pero se estaban adormeciendo, y luchaban por mantenerse despiertos (Lucas 22:40 y46). Y Jesús les dijo: ‘Ora para que no caigas en tentación.» ¿Captaste la secuencia? Ora ahora, antes de que llegue la tentación.
Mateo 26:41 describe la misma escena con una redacción ligeramente diferente. «Velad y orad, para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.» Al leer esto, algunas personas podrían decir: «¡Ese es el secreto! ¡Se supone que debo estar atento a la tentación, y a la primera señal de problema, oraré y obtendré la victoria!»
No, eso no es lo que significa este texto. La secuencia es orar antes de que aparezca la tentación. ¿No es eso lo que Jesús está diciendo? «Velad y orad», ahora, «para que no caigáis en tentación», más tarde. «Acercaos con confianza al trono de la gracia», ahora, «para que recibamos misericordia y encontremos gracia que nos ayude en el momento de necesidad», luego. ¿No tiene eso sentido?
A menudo hemos sido derrotados en nuestros intentos de vivir la vida cristiana, porque en una crisis tratamos de recurrir a un poder de reserva que no tenemos. Olvidamos que no podemos emitir un cheque, a menos que tengamos dinero en el banco para cubrirlo. Y cuando firmamos un cheque sin tener una reserva en el banco, ¡rebota! ¿Puedo sugerirte que las victorias genuinas sobre las tentaciones siempre se obtienen mucho antes de que lleguen las tentaciones? Si confías para la victoria únicamente en algo que haces en el momento, cuando lleguen las tentaciones, fracasarás.
En 2 Pedro 2:9, Pablo enfatizó la necesidad de tener poder antes de que llegue la tentación, cuando dijo: «… el Señor sabe librar de la tentación a los piadosos…» Nota que tienes que estar entre los piadosos antes que puedas ser liberado. Y recuerda, ser piadoso es más que ser miembro de la iglesia. Judas era miembro de la iglesia, ¡incluso era tesorero de la iglesia! ¡Ananías y Safira (Hechos 5:1-11) también eran miembros de la iglesia! Ser piadoso incluye algo mucho más que la moralidad externa cuando otros miran. Va más allá de pagar el diezmo, ser reformadores pro salud acérrimos, o dar tus propiedades a la iglesia. ¡Algunas de las mejores personas del mundo en términos de comportamiento moral, líderes de la iglesia, de hecho, fueron los mismos que pusieron a Jesús en la cruz! Ser piadoso es imposible, sin conocer a Dios y ser partícipe de Su piedad.
Entonces, ¿sería seguro decir que el Señor no puede librar a los impíos de la tentación? ¿Por qué? Cuando la gente dice que Dios puede hacer cualquier cosa, olvidan que nos ha dado libertad de elección. Dios no puede cambiar mi vida, a menos que se lo pida. Debido a la controversia universal entre el bien y el mal, Él voluntariamente se ha limitado a la hora de cambiar mi vida. La naturaleza de Su reino no es la fuerza, Él nunca nos acosa. Debemos elegir quedar bajo su control de amor. Y si no elegimos confiar en Dios, entonces Él no podrá ayudarnos a enfrentar las tentaciones. Sólo cuando le hayamos permitido llevarnos a la experiencia de ser espirituales (en lugar de simplemente religiosos), podrá librarnos de las tentaciones. En otras palabras, el gran Dios que creó el sol, la luna, y las estrellas, y evita que choquen entre sí, el Dios que sostiene toda la vida en el universo, el Dios que colgó de la nada un mundo de seis sextillones de toneladas, ese mismo Dios es incapaz de cambiar mi vida a menos que yo se lo permita.
PROMESAS BÍBLICAS
A menudo hemos repasado la Biblia, en busca de promesas que podamos reclamar para recibir ayuda en tiempos de problemas, ignorando las condiciones enumeradas en esas promesas. Uno de esos textos se encuentra en 1 Corintios 10:13: «No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana. Y Dios es fiel, Él no permitirá que seáis tentados más allá de lo que podáis soportar. Pero cuando sois tentados, Él también os dará una salida para que podáis resistir»
Ahora bien, ¿este texto es para cualquiera que quiera reivindicarlo? ¿O estaba Pablo hablando con gente piadosa? Quizás Pablo estaba siendo demasiado misericordioso con los cristianos de Corinto, pero es obvio que asumió que sus lectores sabían lo que significaba ser espiritual, piadoso, y tener una relación de fe con Dios. Las promesas bíblicas de superación sólo pueden aplicarse a quienes viven en una relación de fe con Dios.
RECETAS PARA LA SUPERACIÓN
Por supuesto, todos hemos oído hablar de diversas «recetas» para superar la tentación. ¿Alguna vez has probado alguna de estas? ¡Las he probado todas, pero no han funcionado! No creo que orar cuando llegue la tentación me vaya a dar la victoria. Lo he probado y no funciona. No creo que citar versículos de las Escrituras cuando llegue la tentación, me ayude a vencer. Lo he probado y tampoco funciona. ¡Y no creo que cantar himnos sea efectivo, porque he cantado las dieciséis estrofas!
Por lo general, cuando las personas prueban estos métodos se sienten frustradas y desanimadas, porque el fracaso y la derrota siguen apareciendo. Verás, ¡el problema es que están peleando la batalla donde no está! Como no nos hemos dado cuenta de que la victoria sólo puede llegar a través de nuestra relación con Cristo, hemos ideado todo tipo de sustitutos hechos por el hombre. Recuerdo haber oído a alguien hablar de casos reales que «probaron» que la solución era orar cuando llega la tentación. Habló de un hombre que estaba enojado con otro, dispuesto a aplastarlo en la cara. Tenía los ojos desorbitados, la cara enrojecida, las venas marcadas. Pero justo antes de pegarle al otro tipo en la boca, se dio cuenta de que estaba siendo tentado, y el consejo fue que, cuando llegara a ese punto de realización, debía orar. ¿En realidad? ¡Debería haber orado mucho antes de llegar a ese punto!
Supongamos que estoy haciendo cola en Baskin Robbins por quinta vez esta semana, listo para pedir un cono de helado de tres pisos. (¡Esa es la versión vegetariana de emborracharse, ya sabes!) Ahí estoy. El camarero ya ha colocado las bochas, y yo tengo el cono en la mano. Estoy a punto de darle un mordisco, cuando de repente me doy cuenta de que estoy luchando contra la tentación. ¿No te parece extraño que no reconociera la tentación antes de llegar a este punto? ¿Y no he perdido ya la batalla por el tema principal? Si es así, un ejercicio de fuerza de voluntad en este punto podría impedirme llevar a cabo la acción, pero no me dará una victoria genuina. ¿Por qué? Porque toda verdadera obediencia viene del corazón.
Aquí hay dos puntos importantes para recordar. Primero, el verdadero problema en el pecado y la tentación es la dependencia de mí mismo. En segundo lugar, siempre que dependo de mí mismo, o caigo, o recurro a trucos y maniobras para salir de la crisis en la que ya estoy.
Incluso, si consigo dejar de llevar a cabo la tentación real, la «victoria» es sólo externa. El plan de Dios es que resistamos el problema principal del pecado y la tentación peleando la batalla de la fe, sabiendo lo que significa depender de Dios. Y en esta relación de fe, hay dinero en el banco. Entonces, cuando llegan las tentaciones, Dios las maneja por mí.
Desafortunadamente, la personalidad del «holandés testarudo» (el que parece capaz de manejar las tentaciones exteriormente, aparte de esta relación de dependencia) puede engañarse pensando que está manejando las tentaciones adecuadamente. Pero recuerda, el pecado y la tentación son más fuertes que la fuerza de voluntad de cualquier hombre, y si creo que tengo suficiente valor para superar las tentaciones, entonces me estoy engañando a mí mismo. Lo único que puedo hacer con mi columna vertebral para manejar las tentaciones es parecer victorioso por fuera. Pero ya perdí la batalla por dentro. La verdadera victoria final es siempre desde dentro, antes de que la crisis me alcance. La victoria no llega en tiempos de crisis.
JESÚS Y LA TENTACIÓN
«Pero», dice alguien, «Jesús citó las Escrituras cuando estaba siendo tentado, y así obtuvo la victoria sobre el diablo». Sí, Jesús citó las Escrituras, pero no fue así como obtuvo la victoria. Echemos un vistazo al relato de Su tentación en el desierto, que se encuentra en Mateo 4:1. «Entonces, Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.» Nota que Jesús fue guiado por el Espíritu. Estaba dispuesto a dejar que Dios dirigiera Su vida y sus acciones.
Ahora bien, algunos han dicho que el verdadero problema en la primera tentación fue el apetito, y que Jesús obtuvo la victoria sobre Su apetito citando las Escrituras. Pero, ¿es pecado tener hambre cuando no se ha comido durante seis semanas? Difícilmente. El primer ataque del diablo con la tentación fue no lograr que Jesús comiera. La cuestión era completamente diferente. Fue lograr que Jesús hiciera algo por Su cuenta, para lograr que usara Su divinidad inherente, en lugar de confiar completamente en el poder de Su Padre. Si Cristo hubiera cedido a las burlas del diablo, habría arruinado la demostración de cómo debemos vivir, y cómo debemos manejar la tentación.
Jesús no cayó en las trampas del diablo. Su respuesta constante fue: «Escrito está…» Y por eso, algunos han utilizado esta experiencia para apoyar la idea de que debemos memorizar las Escrituras para sacarnos de las dificultades. Pero, ¿dependió Jesús de citar las Escrituras para obtener la victoria? ¡Por supuesto que no! Exploremos esto un poco más.
¿Alguna vez has estado en una situación en la que estabas siendo tentado, y sentiste que citar las Escrituras podría ayudar, pero no las citaste porque no querías ayuda en ese momento? Te estás preparando para morder ese triple cono de Baskin Robbins, y de repente te das cuenta de que estás siendo tentado, pero tienes miedo de que, si oras, puedas lograr dejar de seguir adelante con la tentación. Así que guarda tu oración para más tarde, cuando puedas pedir perdón. (¡Y aquí no estamos hablando sólo de conos de helado!)
También existe la forma breve de tentación, en la que no tienes tiempo para orar o citar las Escrituras. Algunas tentaciones requieren una cuidadosa planificación, reflexión, y premeditación de tu parte: la forma larga. Pero la forma corta de tentación es más rápida. Tú me abofeteas, y yo te devuelvo el bofetón. No hay tiempo para citar versículos de la Biblia. No hay tiempo para orar. No hay tiempo para cantar himnos. Y si alguna vez vas a recibir ayuda para superar las tentaciones breves, entonces tendrás que tener la reserva en el banco, antes de que las tentaciones te alcancen. ¿No tiene eso sentido?
Y realmente, ¿existe alguna diferencia de principio entre las tentaciones de formato corto y largo? No. La forma larga ocurre cuando alguien sugiere: «Vamos a escabullirnos a Baskin Robbins la semana que viene. Nos vemos allí.» La única diferencia es que tienes toda la semana para planificarlo (¡y por favor no te pierdas el punto, y boicotea a Baskin Robbins por mi ilustración!)
Entonces, ¿por qué Jesús citó las Escrituras, si no fue para obtener la victoria? Permítanme sugerir que citar las Escrituras fue una respuesta espontánea a la crisis del momento en que Jesús ya conocía el uso de las Escrituras, de rodillas en oración secreta, ¡mucho antes de la crisis con Satanás en el desierto! Sabía lo que era tener las abundantes riquezas de la gracia y el poder de Dios en Su vida. Su victoria se basó únicamente en la presencia de Dios que moraba en él, la cual era un resultado directo de su relación personal diaria con su Padre.
Una persona puede orar cuando es tentada, si está en contacto con el Padre. Puede citar las Escrituras, puede cantar, pero eso no es lo que le da la victoria sobre la tentación.
DEPENDIENDO DE CRISTO
Ahora bien, es cierto que Jesús nos dijo que «velemos y oremos». Pero Él no estaba hablando principalmente de estar atento a las tentaciones sobre cosas específicas. Necesitamos velar para que nada nos separe o nos aleje de Dios, de la dependencia personal, de nuestra relación diaria con Él. Sólo entonces podremos tener la victoria.
Cristo nos abrió una vía de escape. Vivió en la tierra y enfrentó el mismo tipo de pruebas y tentaciones que nosotros. Sin embargo, vivió una vida sin pecado. Él murió por nosotros, y ahora se ofrece a tomar nuestros pecados y darnos justicia, si aprendemos a depender de Él.
¿Cómo depender de Cristo nos da la victoria sobre los pecados? ¿Qué logra nuestra relación con Dios?
Cristo cambia el corazón y permanece en tu corazón por la fe. Necesitas mantener esta conexión con Cristo entregándole continuamente (diariamente) tu voluntad, y mientras hagas esto, Él obrará en ti «el querer y el hacer según su buena voluntad». Entonces, con Cristo obrando en ti, tú demostrarás el mismo espíritu, y harás las mismas buenas obras que Él hizo.
Este mismo principio se enseña en Hebreos 4:16, pero muchos de nosotros hemos entendido mal, y hemos usado mal el significado del texto. Si lo leyéramos de la forma en que lo hemos practicado a menudo al manejar las tentaciones, tendríamos que leerlo como esto: «Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, en el momento de necesidad, para recibir misericordia, y encontrar gracia que nos ayude». ¡Pero no dice eso! Dice: «Acerquémonos, pues, con confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, y encontrar gracia que nos ayude en el momento de necesidad». ¿Ves la gran diferencia entre las dos formas de leer este versículo?
«Bueno, entonces», dice alguien, «en realidad estás diciendo que Dios sólo puede librar de la tentación a los piadosos, así que si caigo en la tentación, eso significa que no soy piadoso. » En cierto sentido, ¡sí! No confiabas en Dios en ese momento, y por eso caíste.
Pero recuerda, el Señor puede librarme de la tentación en cualquier momento en que dependo de Él (en lugar de mí mismo), incluso mientras todavía estoy aprendiendo lo que significa depender de Él, todo el tiempo. En otras palabras, puedo conocer la victoria final siempre que dependo de Él. No existe tal cosa como una rendición parcial, porque en cualquier momento dado, dependo totalmente de Dios, o totalmente de mí mismo. Por lo tanto, no tengo que esperar hasta tener noventa años para poder experimentar la victoria sobre el pecado. Puede suceder en cualquier momento en que me entregue completamente a Él, ¡incluso al comienzo de mi experiencia cristiana! El crecimiento en el proceso de santificación está en la constancia de mi entrega a Su control del amor.
PERMANECIENDO EN ÉL
El hecho de que falle en una determinada tentación no significa que todavía no pertenezco a Dios. Sin embargo, sí significa que, en cierto sentido (porque soy un cristiano inmaduro), no dependo de Él en ese momento, sino que dependo de mí mismo, y de mis propias maniobras extravagantes para sacarme de la crisis. Entonces, cuando me doy cuenta de que he pecado, no debo perder el tiempo volviendo inmediatamente a Dios en arrepentimiento. Si continúo buscándolo, a pesar de mis fracasos, Él me ayudará a lograr una victoria completa, definitiva, y continua.
Ese es el significado de 1 Juan 3:6, «Nadie que vive en Él, sigue pecando. Nadie que continúa pecando, le ha visto ni le ha conocido.» He escuchado a algunos tratar de explicar este texto, diciendo que significa que no pecaremos habitualmente, pero nadie nunca ha definido, para mí, cuándo un pecado se convierte en un hábito. Si consigo un triple cono en Baskin Robbins, una vez al año, ¿es así? ¿Eso es un hábito? ¿Qué pasa si tengo uno, una vez al mes? ¿O es sólo un hábito si lo hago cinco veces por semana? Te desafío a que me digas qué sería pecar habitualmente, si el pecado se define únicamente en términos de conducta.
¿Qué significa realmente el texto? Nos dice que el problema principal del pecado es no permanecer en Él. Cuando no permanezco en Él, estoy pecando. Pero si permanezco en Él, entonces no estoy pecando. 1 Juan 3:9 nos dice que, «Ninguno que es nacido de Dios continuará pecando, porque la simiente de Dios permanece en él, no puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios.» (ver también 1 Pedro 1:23) Cuando haya nacido de nuevo, cuando haya sido convertido, no quiero vivir en mi propia independencia. Querré permanecer en Cristo, someterme, y permanecer bajo Su control de amor. Ésa es la cuestión básica del pecado, la cuestión principal de cualquier tentación: hacer cualquier cosa sin depender de Él.
EL ENFOQUE CORRECTO
Recuerda, Dios nunca tuvo la intención de que nos obsesionáramos con nuestros pecados, nuestros errores, o nuestros problemas. Cuando nos concentramos en estos, la victoria del diablo está asegurada. El plan de Dios es mejor. Debemos mirarlo, considerarlo, y conocerlo en una relación personal y diaria, de amor y dependencia. Y esta dirección de la voluntad es la forma adecuada de manejar la tentación.
Estoy agradecido por el ejemplo que dio Jesús, y por las experiencias de las personas que han aprendido (y todavía están aprendiendo) la verdad sobre cómo manejar la tentación. Me animó un escritor, que compartió con nosotros su experiencia con estas palabras: «Durante mucho tiempo intenté vencer el pecado, pero fracasé. Desde entonces supe la razón. En lugar de hacer la parte que Dios espera que haga, y que puedo hacer, estaba tratando de hacer la parte de Dios, que Él no espera que haga, y que no puedo hacer. Ante todo, mi parte no es obtener la victoria, sino recibir la victoria… ya ganada para mí, por Jesucristo…»
¿Puedes identificarte con esto? Y continúa: «Esta victoria es inseparable de Cristo mismo, y cuando aprendí a recibir a Cristo como mi victoria mediante la unión con Él, entré en una nueva experiencia. No quiero decir que no haya tenido ningún conflicto, y que no haya cometido ningún error desde entonces. Lejos de eso, pero mis conflictos han ocurrido cuando influencias ejercieron sobre mí, para inducirme a perder mi confianza en Cristo, como mi Salvador personal, y a separarme de Él. … La lucha que debo librar es ‘la buena batalla de la fe’. No creo en mí mismo, y por lo tanto no tengo confianza en mi propio poder para vencer el mal. Lo escucho decirme: ‘Mi poder se perfecciona en la debilidad’, y entonces entrego todo mi ser para estar bajo Su control, permitiéndole obrar en mí, ‘tanto el querer como el hacer’… Él no me decepciona. Viviendo en mí, su vida de victoria, Él me da la victoria.»
Te pido, amigo mío, que aprendas lo que significa venir ante el trono de la gracia, cuando no hay presión, antes de que surja la crisis, cuando el diablo no te enfrenta con tentaciones. Eso es lo que hizo Jesús. Pasaba las primeras horas tranquilas de cada mañana con Dios, buscando fuerzas para el día siguiente. ¡Y esa es la única manera en que podemos tener la victoria!
Nunca olvidaré el día en que me di cuenta de esta verdad. Había estado estudiando este tema de la vida victoriosa, y estaba empezando a concluir que todo el proceso de santificación se basaba en una comunión continua con Jesús. Parecía demasiado bueno para ser verdad. No podía creer que pudiera ser tan simple. Recuerdo haberle pedido a Dios una muestra esa mañana: «Por favor, Señor, esto suena como la respuesta. Creo que entiendo la teoría, pero también necesito experimentarla. Por favor, dame un ejemplo de ello hoy.» Luego, seguí con mi trabajo, y me olvidé por completo de esa oración hasta el mediodía, cuando conducía por una calle muy transitada de Sacramento.
De repente me asaltó una tentación, y en el momento en que lo hizo, un escalofrío como una descarga eléctrica me recorrió (y eso no tenía ningún sentido, porque era un caluroso día de verano). Evidentemente, mi repulsión ante la tentación provocó el escalofrío. Y al mismo tiempo, la tentación desapareció, y aunque lo intenté por un momento, ¡no pude recordar qué había sido! Era como una especie de amnesia.
Quizás esta experiencia te suene rara, pero para mí no lo fue. Podrías explicarlo como una especie de precondicionamiento psicológico, pero no puedo. Sabía que mi contacto con Dios esa mañana había sido válido, y sabía que Dios estaba conmigo en el momento de la tentación.
Recuerdo haberme detenido en la acera. No pude contener las lágrimas. Incliné la cabeza y le pedí a Dios que me ayudara a nunca olvidar ese momento, y que me ayudara a compartir la base de esa experiencia con los demás. Creo que Dios en su gran amor me dio, en ese momento, una muestra de lo que puede ser la victoria final, para animarme a responder a mi oración. Ojalá pudiera decir que cada momento de cada día desde entonces ha sido así, pero como todos los demás, he tenido que pasar por la dolorosa lucha del crecimiento, y aprender a depender cada vez más constantemente de Dios, y cada vez menos en mis propios trucos.
Estoy agradecido por el gran Dios del Cielo que ha prometido manejar nuestras tentaciones por nosotros, que ha prometido suministrarnos el poder que no tenemos. Estoy agradecido por Jesús, que hizo posible la victoria por Su vida de victoria, y por Su muerte en la cruz. Quiero aprender más sobre depender de Él, y lo que significa permanecer en Él, en cada momento de cada día. ¿No es así?