«Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia; y todas estas cosas os serán añadidas.» (Mateo 6:33).
¡Todo el mundo disfruta de las historias! Los adultos intentan fingir que los cuentos son para niños, pero ¿alguna vez has observado sus caras cuando se cuenta un «cuento infantil»? ¡A menudo están más concentrados en escuchar lo que sucede a continuación, que los niños!
Ha habido muchos buenos narradores. Es posible que incluso hayas tenido el privilegio de escuchar historias de uno de los grandes narradores, quien es capaz de hacerte ver, sentir, y escuchar lo que sucede en las historias que cuenta, y recordarlas para siempre. Pero el mayor narrador de todos los tiempos fue el mismo Jesús. Con frecuencia llamó la atención de la gente, por el simple hecho de contar una historia.
Las historias de Jesús a menudo tenían forma de parábolas. Las parábolas son historias con una doble aplicación, pero el hecho es que la mayoría de las historias son parábolas. A los estudiantes de literatura se les educa para buscar la historia detrás de la historia. Los psicólogos y consejeros están capacitados para escuchar las historias que cuenta la gente, para encontrar evidencia de una comunicación más profunda que las historias mismas.
En parábolas, historias, y comparaciones, Jesús encontró el mejor método para comunicar la verdad divina. Uno de sus propósitos al enseñar mediante parábolas era revelar esa verdad. Al conectar las lecciones espirituales con escenas familiares para sus oyentes, pudo ayudarlos a comprender y recordar sus enseñanzas. Otro propósito que Jesús tenía al usar parábolas era exactamente lo contrario: sus parábolas ocultaban la verdad. Así pudo hablar contra el pecado y el error, de tal manera que sus enemigos no pudieron encontrar nada en sus palabras que usar en su contra. A menudo, a pesar de sí mismos, quedaban atrapados en las historias que Él contaba, y se condenaban a sí mismos.
Muchas de las historias que Jesús contó comenzaron con las palabras: «El reino de los cielos es semejante a». Debe haber sabido lo difícil que es para nosotros, los que vivimos bajo los reinos de esta tierra, comprender la naturaleza del reino de los cielos.
Abundan las historias que nos cuentan cómo son los reinos terrenales. Incluso, en los días de Cristo, deben haberse contado muchas historias sobre reyes y reinas que ejercían un poder arbitrario, que eran codiciosos, egoístas, y poderosamente ricos. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de guerras, conquistas, y batallas. Ha habido historias de las luchas y dificultades de la gente común en la sociedad, mientras intentan vivir bajo el gobierno del reino que los gobernaba. Ha habido historias de insurrección y rebelión, que fueron respondidas con dureza y crueldad, cuando los gobernantes intentaron mantener la fuerza de su control sobre un pueblo insatisfecho.
Pero en las parábolas de Jesús se nos da una idea del reino de los cielos, que opera con un conjunto de valores completamente diferente al de los reinos de esta tierra. Lo escuchamos describir la base del reino de los cielos venidero, y también el reino de la gracia en el corazón, que es el comienzo del reino celestial.
Si no nos sentimos cómodos con el reino de los cielos ahora, no nos sentiremos cómodos con ese reino durante la eternidad. El reino de los cielos se basa en el sistema de dones, los reinos de la tierra se basan en el mérito, y en ganar las propias recompensas. El reino de los cielos ofrece servicio a los demás como el mayor privilegio, en cambio, los reinos terrenales buscan el servicio de los demás como evidencia del mayor honor. El reino celestial obra a través de la libertad del amor, los reinos de la tierra usan la fuerza para lograr sus objetivos.
¿Te parece buena la perspectiva de vivir para siempre en el país celestial? ¿Te atrae la perspectiva de tener comunión con Jesús, aquí y ahora? Uno de los métodos más simples para comprender de qué se trata el reino de los cielos, se puede encontrar en el estudio de las parábolas del reino de Jesús.