16. Cómo Trató Jesús a la Gente Común

¿Alguna vez participó en el juego infantil «Sigue al líder», donde todos los niños deben seguir los pasos del líder? Y al jugarlo, ¿alguna vez tuvo que seguirlo a lugares tan absurdos como la alberca con sus ropas puestas, y seguirlo hasta cruzar por charcos de aguas barrosas o saltar desde el techo de la cochera? Si así fue, probablemente aprendió a cuestionar seriamente el juego.

Las ovejas son notables por seguir ciegamente a su líder. En un matadero de la ciudad de Nueva York, habían entrenado a un chivo a ser el líder. Se llamaba Judas. En el momento que le abrían, pasaba por el portón y todas las ovejas lo seguían ciegamente. En el último instante, el chivo salía por una pequeña puerta lateral, y las ovejas seguían su camino hacia su destino final, mientras que Judas regresaba por otro grupo.

Una de las parábolas más cortas que pronunciara Jesús trata acerca de los peligros de jugar a «Sigue al líder» en un sentido espiritual. Se encuentra en Lucas 6·39-40. «Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? El discípulo no es superior a su maestro; mas todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro».

Jesús compara frecuentemente a sus seguidores con las ovejas y nos invita a seguirlo donde él nos guíe. De manera que el problema no consiste en el acto de seguir, sino en quién se constituye como su guía. En los días de Cristo, la mayoría de la gente común aceptaba como líderes a los fariseos y saduceos. Como se explicaba en el último capítulo, los fariseos eran los tradicionalistas, los conservadores; y los saduceos, los liberales. Ambos grupos eran legalistas, porque dependían de sus propios esfuerzos para asegurar la salvación. Y la gente se alineó detrás de sus líderes ciegos y se unió a ellos para rechazar finalmente a Jesús.

Es trágico el hecho de que la gente pocas veces supere a su ministro, maestro o líder. El pueblo judío pereció como nación porque siguieron a sus líderes en su gran error de no escudriñar las Escrituras personalmente ni decidir por su propia cuenta en favor de la verdad. ¿No es éste un gran peligro para nosotros hoy? Cuán fácil es simplemente seguir, en vez de estudiar, escudriñar y orar por nosotros mismos para conocer la voz del verdadero Pastor.

Otro texto similar que habla acerca de seguir a los líderes se encuentra en Mateo 15:13, 14. Esto sucedió instantes después que Jesús había pronunciado palabras ásperas a los dirigentes religiosos de sus días. Y los discípulos informaron a Jesús: «¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando escucharon lo que les dijiste?» En respuesta a esto Jesús les dijo: «Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo». Aparentemente es posible hallar a líderes que no fueron plantados por el Señor aun en una comunidad religiosa. No todos los que son, externamente, miembros del cuerpo de Cristo, son necesariamente árboles de justicia. Llegará el tiempo cuando aquellos que no fueron plantados por el Señor, serán desarraigados.

Quisiera hacer una aclaración en este momento. Cuando hablamos acerca de seguir a los líderes hoy, no nos referimos solamente a los dirigentes de la Asociación General. La costumbre de seguir a los líderes no se limita a la sede de la iglesia. Lo que aquí decimos, sin embargo, no lleva la intención de atacar a la dirigencia de nuestra iglesia. Las personas escogen a sus propios líderes dependiendo de la manera como desean vivir. Siempre es posible hallar a alguien, en algún lugar, que guíe en la dirección que uno necesita tomar. Dios ha ordenado el liderazgo como un medio para guiar a su iglesia. El liderazgo tiene un propósito y una función definidos. Lo que se pretende destacar aquí es que resulta peligroso seguir ciegamente a una persona.

Según encuestas y estadísticas realizadas, sólo una de cada cuatro o cinco personas de la iglesia dedican tiempo al estudio de la Palabra de Dios y a la comunión personal con Cristo. Si esto es cierto, actualmente existen muchos seguidores ciegos. Así que no nos anquilosemos en la lección de historia, sino que veamos de qué manera podemos beneficiarnos de las lecciones que Jesús trató de enseñar a los seguidores de sus días.

Fue en este marco de referencia que Jesús expuso la parábola que ilustra la posibilidad de seguir a un líder que conduce directamente a una zanja. ¿Por qué sucedía esto? ¿Qué pasaba con la gente común, las multitudes tan vulnerables al engaño? Primero, no estaban convertidos. Nunca habían experimentado la obra sobrenatural del Espíritu Santo en el corazón. Su actitud hacia Dios no había cambiado. Nunca habían permitido que Dios les diera una nueva capacidad de conocerlo. Pasaban muy poco tiempo en una búsqueda personal de Dios, pues eran incapaces de hacerlo. En la época de Cristo, ataban pequeños trozos de la Escritura alrededor de las muñecas y la cabeza para sustituir el acto de prenderlos en el corazón. Toda su actividad religiosa giraba en torno al yo. Se sentían cómodos con las formas y ceremonias de una religión externa, pero sus corazones permanecían ajenos a la gracia de Dios.

Estas personas no tenían una relación con Dios. Eran víctimas de la salvación por obras: sus ejercicios y normas religiosas tenían como propósito asegurar las bendiciones temporales. Les gustaba la idea de que las langostas se detuvieran en el cerco de la propiedad de aquellos que pagaban sus diezmos. Les interesaba el concepto del cielo y la oferta de vivir para siempre. Les impresionaba el milagro de los panes y los peces y que las enfermedades desaparecían tras unas cuantas palabras suaves de Jesús.

Pero en Juan 6, cuando Jesús habló acerca del pan de vida, se sintieron turbados y dijeron: «Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?» (vers. 60).

En los días de Jesús la gente, lo aceptó parcialmente. Estaban dispuestos a aceptarlo como un gran Maestro. Consentían en que era un obrador de milagros. Admitían que era un profeta. Pero se negaban a aceptarlo como Salvador, Señor o Dios. Y su aceptación limitada terminó en rechazo total.

Sus contemporáneos tuvieron problemas para aceptar el espíritu de profecía. Esto se registra en Lucas 16:19-31, cuando Jesús usa una fábula romana popular a fin de enseñar ciertas verdades: ¡pero la condición de la humanidad después de la muerte NO encajaba en estas verdades! En esta composición ficticia, un hombre rico estaba en un tormento. Curiosamente pidió que se enviara a Lázaro, el mendigo, para hablar con sus cinco hermanos y advertirlos acerca de su horrenda suerte.

«Y Abraham le dijo: a Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. El entonces dijo: no, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levante de los muertos» (vers. 29-31).

Tiempo después, sucedió en la vida real. Un hombre fue levantado de entre los muertos, ¡y su nombre era Lázaro! Y lo triste es que no sólo rehusaron aceptar esa evidencia, sino que planearon asesinar tanto a Jesús como a Lázaro, quien había resucitado de los muertos. De manera que estas personas tampoco aceptaban muy bien a Moisés y a los profetas.

Mateo 23 menciona que adornaban las tumbas de los profetas, sin embargo, eran hijos de los asesinos de los profetas, en espíritu y en linaje. Pablo menciona esto en su predicación registrada en Hechos 13:26, 27 y dice: «Varones hermanos, hijos del linaje de Abraham … Porque los habitantes de Jerusalén y sus gobernantes, no conociendo a Jesús, ni las palabras de los profetas que se leen todos los días de reposo, las cumplieron al condenarle». Ellos leían cada sábado los escritos de los profetas, pero no aceptaban ni comprendían lo que leían.

Esteban dijo esto en Hechos 7:51-53: «¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores; vosotros que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis». Ese mensaje fue demasiado para esa gente. Se lanzaron sobre él, lo sacaron de la ciudad, y mientras un joven llamado Saulo recogía y cuidaba los mantos, las piedras comenzaron a llover.

Pero Esteban, mirando hacia el cielo, vio una visión de Jesús, de pie a la diestra del Padre. Siempre me ha gustado esa historia. ¡Jesús no iba a aceptar este sacrificio sentado! Estaba de pie, al lado de Esteban, lo cual trajo seguridad a su fiel discípulo quien murió en paz, orando por sus enemigos. Pero había dicho la verdad acerca de estas personas. Profesaban aceptar y reverenciar a los profetas, pero en realidad rechazaban tanto a los profetas como a Aquel sobre quien se había profetizado.

Esto también es evidente en su relación con Juan el Bautista. En Mateo 21, los dirigentes religiosos pasaron aprietos, cuando Jesús les preguntó qué pensaban acerca de Juan el Bautista. Se negaron a contestar, porque sabían que la gente consideraba a Juan como un profeta. Pero habían aceptado parcialmente a Juan el Bautista, y no aceptaban a Jesús como Aquel señalado por Juan el Bautista.

¿Será que Jesús trató de decir a la gente común que no necesitaban liderazgo? No. Existe un propósito definido para el liderazgo. Pero, ¿será que el propósito del liderazgo es entregar a la gente la verdad, sin pedirles que sigan investigando por su propia cuenta? ¡Jamás! El propósito de los líderes, maestros y predicadores es animar y motivar a la gente a que comprendan la verdad por medio del estudio y el escudriñamiento personal de las Escrituras. Un antiguo adagio reza de la siguiente manera: «Puedes darle a un hombre un pescado y alimentarlo por un día. Puedes enseñarle a un hombre a pescar, y alimentarlo por el resto de su vida». ¡Aunque ésta no es una ilustración vegetariana, sin embargo sigue siendo atinada!

¿Enseñó la verdad, Pablo? Claro que lo hizo. ¿Enseñó la verdad Jesús? Seguro. ¿Enseñaron la verdad sus discípulos? Sí. ¿Y los de Berea escudriñaron sus enseñanzas y verificaron que verdaderamente fuera la verdad? Lo cierto es que fueron reconocidos por su percepción. Jesús no pidió a las masas que lo siguieran ciegamente. No espera que nadie lo siga ciegamente. Pero sí les pidió que lo siguieran.

La mayoría de la gente común en los días de Cristo no lo aceptaron. No obstante hubo excepciones, los cuales nos dan valor e inspiración actualmente.

No todos los que estaban entre las masas eran volubles. No todos se unieron a los que le cantaron alabanzas en su entrada triunfal en Jerusalén, y poco después gritaron «¡Crucifícalo!» La mujer en el pozo buscaba algo que pudiera satisfacer su alma. Ella aceptó a Jesús como el Mesías y convenció a todo el pueblo de esta verdad. Lázaro, un humilde trabajador anónimo de la sinagoga, desde la primera vez que se encontró con Jesús, lo amó con un amor que nunca menguó. El ladrón en la cruz volteó la cabeza en medio de su dolor y vergüenza y suplicó: «¡Señor, acuérdate de mí!» Me alegro mucho por las excepciones, ¿y usted?

Podemos ponernos del lado de las excepciones hoy, así como hicieron los discípulos al final del discurso de Jesús referido en Juan 6. La multitud se estaba dispersando y Jesús preguntó, «¿Y ustedes también se irán?» (véase el vers. 67).

¿Quieren unirse a los discípulos que dijeron, «Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna» (vers. 68). No era popular creer en Jesús. No era la moda para la multitud de antaño permanecer a su lado, y hoy sigue siendo igual. Pero me gustaría invitarlo a vivir una experiencia doble. Le evitará ser mal guiado al seguir a cualquier persona ciegamente. La primera experiencia implica una relación personal con Jesús. La segunda, una comprensión inteligente de la verdad en la que se basa esa relación. Ambas tienen el mismo grado de importancia. La una sin la otra será insuficiente. Sin embargo, podemos aceptar hoy el privilegio de conocer a Jesús y la verdad por nuestra propia cuenta. Mientras tanto, busquémoslo en su Palabra por medio del estudio y la oración. Sigamos buscándolo hasta que regrese a este mundo.