Apéndice B: Reflexione sobre esto… (Elena G. White)

“Muchos están preguntando, ‘¿Cómo debo rendirme a Dios?’ Deseas entregarte a Él, pero eres débil en poder moral, esclavo de la duda y controlado por los hábitos de tu vida de pecado. Tus promesas y resoluciones son como cuerdas de arena. No puedes controlar tus pensamientos, tus impulsos, tus afectos. El conocimiento de sus promesas incumplidas y promesas perdidas debilita su confianza en su propia sinceridad y le hace sentir que Dios no puede aceptarlo; pero no necesitas desesperarte. Lo que necesitas entender es la verdadera fuerza de la voluntad. Este es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, el poder de decisión o elección. Todo depende de la correcta acción de la voluntad [poder de elección]. Él poder de elección que Dios ha dado a los hombres; es de ellos para ser ejercitado. No puedes cambiar tu corazón, no puedes por ti mismo dar a Dios sus afectos; pero puedes elegir servirle. Puedes darle tu voluntad [poder de elección]; Él entonces obrará en ti para hacer según su beneplácito. Así toda vuestra naturaleza será puesta bajo el control del Espíritu de Cristo; vuestros afectos estarán centrados en Él, vuestros pensamientos estarán en armonía con Él … Muchos se perderán esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de ceder la voluntad [poder de elección] a Dios. Ahora no eligen ser cristianos. Mediante el correcto ejercicio de la voluntad [poder de elección], se puede hacer un cambio completo en tu vida. Al ceder su voluntad [poder de elección] a Cristo, te alías con el poder que está por encima de todo principado y potestad. Tendrás la fuerza de lo alto para mantenerte firme y, por lo tanto, mediante la entrega constante a Dios, podrás vivir la nueva vida, incluso la vida de fe”. (CC 47-48)

“Toda verdadera obediencia viene del corazón. Fue un trabajo de corazón con Cristo. Y si consentimos, Él se identificará de tal manera con nuestros pensamientos y propósitos, y armonizará nuestros corazones y mentes en conformidad con Su voluntad, de modo que cuando Le obedezcamos, estaremos simplemente llevando a cabo nuestros propios impulsos. La voluntad, refinada y santificada, encontrará su mayor deleite en hacer Su servicio. Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de obediencia continua. A través de una apreciación del carácter de Cristo, a través de la comunión con Dios, el pecado se volverá aborrecible para nosotros.” (DTG 668)