7. Viviendo Sin Pecar

He aquí una cita de «El Conflicto de los Siglos», página 425, que bien merece que nos detengamos a leerla:

«Los que vivan en la tierra cuando cese la intercesión de Cristo en el santuario celestial, deberán estar en pie en la presencia del Dios santo sin mediador [en el santuario]. Sus vestiduras deberán estar sin mácula; sus caracteres, purificados de todo pecado por la sangre de la aspersión. Por la gracia de Dios y sus propios y diligentes esfuerzos [para continuar recibiendo la gracia de Dios] deberán ser vencedores en la lucha con el mal. Mientras se prosigue el juicio investigador en el cielo, mientras que los pecados de los creyentes arrepentidos son quitados del santuario, debe llevarse a cabo una obra especial de purificación, de liberación del pecado, entre el pueblo de Dios en la tierra. Esta obra está presentada con mayor claridad en los mensajes del capítulo 14 del Apocalipsis.

«Cuando esta obra haya quedado consumada, los discípulos de Cristo estarán listos para su venida».

Cuando usted hace la pregunta: «¿Puede alguien vivir sin pecar?», por lo general obtiene una respuesta negativa o un gran signo de interrogación. Tanto es así que existe un libro, disponible en las librerías religiosas, «How to Live the Victorious Christian Life» [Cómo vivir la vida cristiana victoriosa], ¡escrito por un cristiano anónimo! (esta es la forma en que se describe al autor). Toda vez que usted discuta si una persona puede vivir o no sin pecar, usualmente una de las primeras preguntas es: ¿Quién puede hacerlo? Quizá porque si no puedo pensar en alguien que alguna vez lo haya hecho, entonces eso me saca la presión.

En Apocalipsis 14:12 notamos que el grupo de gente que vive en tiempos de la segunda venida de Jesús, tiene paciencia y guarda los mandamientos de Dios. No dice que lo enseñan o que simplemente lo creen o lo aprueban. Dice que lo guardan. De manera que es importante para quienes vivan en el tiempo del fin, estudiar el tema de vencer el pecado.

Cuando discutimos de vencer el pecado, hablamos acerca de lo que le sucede a la naturaleza pecaminosa. No hablamos de pecados desconocidos. Esto es competencia del Espíritu Santo. Estamos discutiendo de vencer pecados conocidos. Recuerde que «ningún apóstol o profeta pretendió haber vivido sin pecado. Los hombres que han estado más cerca de Dios, los hombres que estuvieron dispuestos a sacrificar la vida antes de cometer a sabiendas un acto pecaminoso, los hombres honrados por Dios con luz divina y poder, confesaron la pecaminosidad de su naturaleza. No pusieron su confianza en la carne, no pretendieron poseer justicia propia, sino que confiaron plenamente en la justicia de Cristo» (Los hechos de los apóstoles, página 463). Aunque Juan dice que si nosotros decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, también dice: «Estas cosas os escribo para que no pequéis» (1 Juan 2:1). Es posible vencer pecados conocidos, incluso aunque todavía tengamos naturalezas pecaminosas, e incluso aunque aún podamos tener pecados desconocidos en nuestras vidas.

De modo que en nuestro estudio de vencer el pecado, limitamos nuestro pensamiento al área de los pecados conocidos.

Me gustaría darle algunas evidencias, de que debemos aceptar algo más que el perdón, de que también debemos aceptar el poder de Cristo. «El Deseado de todas las Gentes», en la página 509, dice: «La justicia de Cristo no es un manto para cubrir pecados que no han sido confesados ni abandonados; es un principio de vida que transforma el carácter y rige la conducta». ¿Le suena a algo semejante, en adición al perdón? El tomo 1 de Mensajes Selectos dice esto: «Nadie puede cubrir su alma con el manto de justicia de Cristo mientras practique pecados conocidos, o descuide deberes conocidos» (página 429). «El Deseado de todas las Gentes», página 278: «La intervención del tentador no ha de ser tenida por excusa para cometer una mala acción. Satanás se alegra cuando oye a los que profesan seguir a Cristo buscando excusas por su deformidad de carácter. Son estas excusas las que inducen a pecar. No hay disculpa para el pecado. Un temperamento santo, una vida semejante a la de Cristo, es accesible para todo hijo de Dios arrepentido y creyente». «Palabras de Vida del Gran Maestro», página 257: «Pero el amor de Dios no lo induce a disculpar el pecado. No lo disculpó en Satanás; no lo disculpó en Adán o en Caín; ni lo disculpará en ningún otro de los hijos de los hombres. Él no tolerará nuestros pecados, ni pasará por alto nuestros defectos de carácter. Espera que los venzamos en su nombre».

¿Son claras estas citas? Usted sabe, que de haber sido posible, nos habría sido mucho más confortable adoptar algunas de las excusas habituales para nuestros pecados, errores y problemas. Pero usted no puede hacerlo y enfrentar la verdad en la Palabra de Dios (vea Hebreos 13:20-21). No minemos el modelo de verdad de Dios hacia abajo, hacia nuestro nivel de realización.

¿Puede alguien vivir sin pecar? La respuesta es sí. Jesús lo hizo. De acuerdo con Hebreos 4:15, él «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado». Y 1 Pedro 2:22 dice que «él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca». Y la propia declaración de Jesús en Juan 16:33 es: «Confiad, yo he vencido al mundo». Esta no es una declaración pretenciosa, porque Jesús no se adjudicó el crédito por haber vencido. Dio el crédito a su Padre (vea Mateo 19:17).

Mateo 19 habla de un joven que vino a Jesús y dijo: «Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?» (versículo 16). Note lo primero que Jesús le dice: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno: Dios». Jamás olvidemos, que Jesús vino para vivir su vida gracias al poder de su Padre, no con su propia fortaleza. De modo que Jesús le recordó al joven, y a nosotros hoy, que vino para ser un ejemplo para nosotros de cómo vivir nuestras vidas.

La vida de victoria que Jesús vivió mientras estuvo en la tierra, fue vivida de la misma manera que nosotros la podemos vivir. Hemos sido advertidos contra tratar de especular sobre la naturaleza de Cristo, en dos formas: en tratar de imaginarnos cómo pudo haber nacido sin pecado siendo de parentesco humano, o sobre cómo pudo haber sido tentado en todo punto semejante a nosotros (¿TV? ¿Drogas? ¿Golpear a su esposa cuando ni siquiera tuvo una esposa?). No gaste su tiempo en estos puntos. Pero también se nos ha dicho que la humanidad de Cristo es un tópico extremadamente importante y maravilloso. ¿Qué hay de maravilloso en ello? Es maravilloso cuando podemos darnos cuenta de que Jesús vivió su vida como hombre, no como Dios. Aunque había nacido Dios, no usó su propio poder divino para vivir su vida. Él dijo: «No puedo yo hacer nada por mí mismo» (Juan 5:30). Vivió dependiendo de un poder superior, y nosotros podemos vivir de la misma manera.

No necesito que se me diga que no tengo algún poder dentro de mí, para vencer el pecado. Pero necesito darme cuenta de que el poder que Jesús tuvo de lo alto, también está disponible para mí. De modo que cuando Jesús dice que no hay nadie bueno sino sólo uno, y que ese uno es Dios (vea Lucas 18:19), estaba incluyendo en esa declaración la idea de que la bondad vista en su vida venía de su Padre, y que ese es el mayor indicio para responder a la pregunta de si se puede o no vivir sin pecar.

¿De qué modo se respondió a la pregunta de si alguien puede vivir sin pecar? Jesús lo hizo. ¿Podemos nosotros con el énfasis en nosotros mismos? La respuesta es no. Romanos 8:7 dice que la mente pecaminosa no se sujeta a la ley de Dios, ni siquiera puede. Romanos 3:23 dice que todos hemos pecado. De modo que no podemos vivir sin pecar. Romanos 3:10-12 declara que no hay justo ni siquiera uno; sí, ni uno. No hay nadie que haga el bien. Todos nos hemos descarriado del camino, y hasta que no nos demos cuenta de nuestra condición desesperada, no existen posibilidades para nosotros de vivir sin pecar.

De este modo llegamos a un extraño enigma, un misterio. En 2 Corintios 10:4 y 5 se dice que nosotros podemos obedecer (vea también Hebreos 13:20-21). De un modo u otro la gente que está sin esperanza e incapaz de producir obediencia, puede llegar a ser obediente. Jesús vivió sin pecar. Nosotros no podemos, ¡pero debemos poder! Apocalipsis 3:5 es justamente un ejemplo de un hilo dorado, que corre a todo lo largo del último libro de la Biblia: «El que venciere… » Vencer es una de las últimas cosas que vislumbramos, mientras miramos la Biblia. Es una de las últimas realidades concernientes al pueblo que vive justo antes de que Jesús venga otra vez.

¿Cómo es posible? Vea a la mujer arrastrada hasta Jesús y a los hombres con piedras, listos para hacer su perversa obra. Jesús le dice a ella: «Ni yo te condeno». Y en la presencia de su amor y comprensión, los fariseos desaparecen. Entonces le dice: «Vete, y no peques más». Jesús le otorga el equilibrio apropiado. Ella no necesita sentirse condenada, pero ya no necesita continuar pecando.

Es posible vivir sin pecar, y no necesitamos hundirnos en la desesperación, tratando de figurarnos quién lo ha hecho. Los hermanos Wright no decidieron que era posible sobre la base de quién lo había hecho. Si lo hubieran pensado, habrían continuado trabajando en su negocio de bicicletas.

Tratar de decidir la verdad sobre la base de la experiencia, es algo muy peligroso. Se llama «existencialismo», y lo conducirá al error. La verdad debe ser decidida sobre la verdad. Medimos nuestra experiencia por la Palabra de Dios: nunca medimos la Palabra de Dios por nuestra experiencia.

Si vivir sin pecar es posible para nosotros, ¿cómo es posible? Primero, sin Jesús no podemos hacer nada: Juan 15:5. Pero a través de él, podemos hacer todas las cosas: Filipenses 4:13. De manera que el gran paso sería ponerse en contacto con Jesús, para entrar en esa relación y compañerismo con él.

En 1 Juan 1:9 dice: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad». De modo que debemos llegar al punto de admitir nuestra necesidad, o confesar que somos pecadores. Y Judas 24 dice: «A aquel que es poderoso para guardarnos sin caída, y presentarnos sin mancha». El poder está disponible para guardarnos de caer, como también para perdonarnos por las veces cuando no hacemos uso de ese poder, mientras estamos creciendo.

«Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:4-5). ¿No le suena bueno esto? ¿No son buenas nuevas que Dios tiene disponible algo más que sólo perdón, y que también desea darnos poder para obedecer, para vencer?

¿Puede alguien vivir sin pecar? Sí, Jesús lo hizo. ¿Podemos nosotros? No ¿Debemos? ¡Sí! ¿Es posible? ¡Sí! ¿Cómo? De la misma manera que Jesús lo hizo: dependiendo de él, como él dependió de su Padre.

Volvamos atrás y hagamos la misma pregunta, de una manera un poco diferente. ¿Jesús venció pecados conocidos? La respuesta es obviamente sí. ¿Puede Jesús vivir su vida en mí?

«Oh», dice alguien, «¡eso es panteísmo!» ¡No, no lo es! El panteísmo piensa que Dios está en el árbol, en la flor, en la roca. ¡Eso es panteísmo! Dios en usted no es panteísmo, sino una buena enseñanza bíblica. Juan 6:56: «El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él». De manera que Cristo puede habitar en nosotros. Juan 14:17: «El Espíritu de verdad… vive con vosotros y estará en vosotros». El Espíritu Santo puede habitar en nosotros. Juan 14:20: «En aquel día, vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros». Juan 15:5: «El que permanece en mí y yo en él.» Y Juan 15:7: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis y os será hecho». Esto nos da un indicio de cómo es que Cristo habita en nosotros. Es a través de su Palabra. Salmos 119:11: «En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti». Y Mateo 26:41: «Velad y orad, para que no entréis en tentación». De modo que es a través del estudio de la Biblia, a través de la oración, que Cristo habita en nuestros corazones. Y cuando Cristo habita en nuestros corazones, entonces tenemos victoria y poder. Sólo mientras Cristo habita dentro, estamos capacitados para vencer el pecado.

Jesús es nuestro abogado con el Padre y es paciente con nosotros, mientras tratamos de entender lo que significa vencer el pecado. Pero también nos presenta el desafío: «Estas cosas os escribo, para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre» (1 Juan 2:1-2).

¿Puede alguien vivir sin pecar? Jesús lo hizo. ¿Podemos nosotros? No, no podemos. ¿Debemos? Sí. ¿Cómo? De la misma manera como Jesús lo hizo: confiando en un poder por encima de nosotros. Tan pronto como estemos dependiendo de él, se nos dará la victoria y el poder para obedecer. Y él nos conducirá exactamente tan firmemente como él es capaz, si continuamos en compañerismo con él, día a día, hasta el momento cuando dependeremos totalmente de su poder todo el tiempo. Y cuando llegue ese tiempo, viviremos sin pecar, porque Jesús estará viviendo en nosotras.